𝟎𝟑; 𝐂𝐚𝐜𝐞𝐫í𝐚.
En la oscuridad del bosque, las luces de la fiesta de Halloween parpadean entre los árboles, proyectando sombras distorsionadas mientras la música y las risas llenan el aire. JaeMin está rodeado de personas, pero su mente está en otro lugar, más allá del ruido y las risas. Está decidido a ser él mismo, a disfrutar de la noche sin la sombra de JeNo sobre él.
Sin embargo, esa sensación de control se rompe cuando JeNo aparece entre la multitud, su presencia imposible de ignorar. El Cazador ha llegado, y su mirada oscura busca inmediatamente a JaeMin, atravesando el bullicio como una flecha. Cuando finalmente lo alcanza, su expresión es de puro desdén.
—Vete de aquí —dice JeNo, su voz baja pero cargada de una amenaza implícita. No lo pide, lo exige. Su tono es cortante, gélido—. No perteneces a este lugar, JaeMin.
JaeMin, aunque su corazón da un vuelco, se mantiene firme. No quiere retroceder, no esta vez.
—No tienes derecho a decirme qué hacer —responde, su voz temblorosa pero con una chispa de valentía.
Pero JeNo no está dispuesto a discutir. Su mandíbula se tensa, y da un paso más cerca, invadiendo el espacio de JaeMin con su autoridad implacable. La luz de la fiesta apenas ilumina su rostro, acentuando las sombras que parecen envolverlo.
—Esto no es un juego, JaeMin —gruñe, su mirada oscura clavándose en la de él—. Soy el Cazador, y si crees que te voy a dejar aquí, en medio de esta farsa, estás muy equivocado. Vete ahora o haré que lo lamentes.
La amenaza queda suspendida en el aire, y aunque JaeMin siente cómo su cuerpo reacciona con un temblor, no puede evitar mirarlo directamente, sin desviar la vista. Pero JeNo no está jugando; su tono es más que una advertencia, es una sentencia. El cazador ha hablado, y la presa está a su merced... al menos, eso es lo que JeNo cree.
—No voy a ninguna parte —se atreve a decir JaeMin, intentando sonar más firme de lo que realmente se siente. Sabe que está arriesgando demasiado, pero algo dentro de él no quiere ceder.
La mirada de JeNo cambió, y en sus ojos se podía ver la lucha entre el deseo y la preocupación. Un silencio pesado se instaló entre ellos, y, por un instante, el bullicio de la fiesta se desvaneció. Fue un momento tenso, cargado de promesas no cumplidas y secretos inconfesables.
JaeMin sabía que había empujado a JeNo al límite, y esa misma adrenalina lo llevó a dar un paso más cerca, desafiando a JeNo a actuar, a tomar lo que quería. Pero el futuro seguía siendo incierto. ¿Iban a ser capaces de encontrar el equilibrio entre el deseo y el peligro que los rodeaba, o la noche en el bosque iba a ser la prueba definitiva que determinaría su destino juntos?
La tensión entre JaeMin y JeNo se vuelve palpable, como si el aire mismo se volviera denso. JaeMin sabe que ha desafiado a JeNo de una manera que podría traerle consecuencias, pero también siente que no puede dar marcha atrás ahora.
Lee, sin embargo, no está dispuesto a permitir que esa rebelión pase desapercibida. Sus ojos se oscurecen aún más, y su mandíbula se endurece mientras da un paso más hacia JaeMin, tan cerca que apenas queda espacio entre ellos.
—Te dije que te largaras —gruñe JeNo, su voz un susurro peligroso que solo JaeMin puede oír—. No lo voy a repetir otra vez.
Antes de que JaeMin pueda replicar, JeNo agarra su muñeca con fuerza, su tacto implacable y firme, llevándolo sin miramientos fuera de la vista de los demás. JaeMin se tambalea, intentando resistir, pero el mayor lo arrastra entre los árboles, alejándolos de las luces y el bullicio de la fiesta. El sonido de la música y las risas se va desvaneciendo mientras la oscuridad del bosque los envuelve.
—¡Suéltame! —protesta JaeMin, intentando zafarse de la mano de JeNo, pero la fuerza de este es inquebrantable. El miedo empieza a crecer en su pecho, pero también una chispa de enojo. ¿Cómo se atreve a hacerle esto?
Finalmente, JeNo lo empuja contra un árbol, lo suficientemente lejos de la fiesta para que nadie los escuche, pero no tanto como para que el eco de las risas no les recuerde dónde están.
—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —exige JaeMin, tratando de recuperar el aliento, la furia reemplazando el miedo.
JeNo se inclina hacia él, apoyando una mano en el árbol junto a la cabeza de JaeMin, acorralándolo. Su rostro está a centímetros del de JaeMin, y sus ojos parecen arder con una mezcla de rabia y frustración.
—Te lo advertí —escupe JeNo, sus palabras saliendo como veneno—. No eres más que una presa jugando a ser algo que no eres. No tienes idea de en qué te estás metiendo, JaeMin.
—¿Presa? —replica JaeMin, su voz temblorosa pero desafiante—. ¿Crees que siempre puedes controlarme? Ya no soy el mismo, JeNo. No puedes seguir decidiendo por mí.
Pero JeNo no cede. Su mirada se endurece, y la mano que tiene contra el árbol se cierra en un puño.
—No tienes ni idea de lo que estás diciendo —ruge, su paciencia al límite—. Tú no decides. Yo lo hago. Si insistes en quedarte en esta fiesta, en este maldito bosque, te haré recordar por qué siempre has sido mi puta.
El aire entre ellos vibra con la amenaza, pero esta vez JaeMin no quiere retroceder. La valentía se mezcla con su miedo, empujándolo a resistir. Sin embargo, JeNo no está dispuesto a soltar su control... y en la penumbra del bosque, las cosas están a punto de desbordarse.
JaeMin siente el miedo en su pecho, apretándolo como una garra fría, pero junto a ese temor, una nueva sensación emerge: una mezcla de desafío y algo más oscuro, algo que no puede negar. Si iba a ser la presa, al menos quería jugar a su manera, cambiar las reglas del juego que JeNo imponía.
Aún atrapado contra el árbol, mira a JeNo a los ojos, y en lugar de seguir enfrentándolo con furia, su actitud cambia. Una chispa traviesa ilumina su mirada, y sus labios se curvan en una pequeña sonrisa. El miedo sigue allí, latiendo bajo su piel, pero decide aprovecharlo, convertirlo en algo diferente.
—¿Es que tienes miedo de perder? —pregunta JaeMin, su tono ahora coqueto, casi provocador. Sus palabras salen suaves, pero cargadas de doble sentido, retando a JeNo en un terreno completamente diferente—. Siempre crees que vas a ganar... pero, ¿qué tal si esta vez te equivocas?
JeNo frunce el ceño, desconcertado por el cambio en el tono de JaeMin. Su mirada se endurece, pero hay una chispa de curiosidad en sus ojos. JaeMin nunca había sido tan directo ni tan provocador.
—¿Un juego? —pregunta JeNo con una sonrisa oscura, acercándose aún más—. Sabes que no puedes ganarme, JaeMin. Siempre gano. Tú sabes cómo termina esto.
El corazón de JaeMin late desbocado, pero se mantiene en su papel, su voz apenas un susurro mientras inclina la cabeza ligeramente, dejando que su mirada recorra lentamente el rostro de JeNo, juguetona, pero con un toque de desafío.
—Quizás, pero me gusta jugar —responde, mordiendo suavemente su labio inferior—. A veces, perder no es tan malo... si sabes cómo hacerlo bien.
JeNo ríe entre dientes, claramente irritado pero a la vez intrigado por la actitud de JaeMin. Su mano se desliza por el árbol y se posa cerca de la cintura del rubio, marcando su territorio, como un depredador que no quiere soltar a su débil presa.
—Crees que puedes provocarme y salir ganando, ¿eh? —dice JeNo con voz baja y peligrosa—. Pero te equivocas. Este es mi juego, es mi bosque y siempre termino ganando. Tú serás quien sufra las consecuencias.
JaeMin siente que su respiración se acelera, pero mantiene la compostura, retando a JeNo con cada palabra. Aunque su cuerpo tiemble de nervios, no va a ceder.
—Tal vez... —susurra JaeMin, su voz seductora mientras roza con la punta de sus dedos la mano de JeNo—, pero al menos, haremos las cosas a mi manera.
El aire entre ellos es denso, cargado de tensión y deseo, y aunque JaeMin sabe que está jugando con fuego, su coquetería es una máscara para su miedo.
JaeMin siente el calor del cuerpo de JeNo tan cerca que le resulta imposible ignorarlo. La tensión entre ambos es tan intensa que parece que el aire mismo podría cortarse con un suspiro. A pesar del miedo, Na decide seguir adelante, empujando los límites de esa peligrosa dinámica que han compartido por tanto tiempo. Su mirada se suaviza, sus labios se curvan en una sonrisa que mezcla desafío con atracción.
—¿Qué pasa, JeNo? —murmura JaeMin, inclinándose ligeramente hacia él, lo justo para que sus labios casi rocen los de JeNo, pero sin llegar a tocarlo—. Siempre tan seguro de ti mismo... pero parece que ahora titubeas.
JeNo no puede evitar soltar una risa baja, oscura. Su mano se aferra a la cintura de JaeMin con más fuerza, atrayéndolo hacia sí, casi con rudeza. La cercanía entre ambos los quema, pero en lugar de apartarse, JaeMin sigue el juego. Una chispa de placer se mezcla con la adrenalina del miedo. A pesar de la amenaza que siempre ha acompañado a JeNo, hay algo intoxicante en la manera en que lo domina.
—¿Titubear? —JeNo murmura, su voz ronca y con una sonrisa burlona—. No te confundas, JaeMin. Esto no cambia nada. Sigues siendo la presa, y yo siempre termino ganando.
Pero JaeMin no retrocede. En lugar de eso, desliza sus manos por el pecho de JeNo, sus dedos rozando la tela de su camisa antes de llegar a su cuello. Sus ojos se encuentran, llenos de una mezcla de desafío y deseo.
—¿Siempre? —JaeMin sonríe, inclinándose un poco más cerca, provocador. Sus labios rozan apenas la piel de JeNo, un toque suave pero cargado de intenciones—. ¿Qué tal si, por esta vez, dejamos de fingir quién controla a quién?
JeNo entrecierra los ojos, su respiración más pesada ahora. La dureza en su mirada no desaparece, pero algo cambia, algo se enciende. JaeMin lo ha desafiado de una manera que nadie más se atrevería a hacerlo.
—Sigues jugando un juego peligroso, Na —advierte JeNo, aunque su voz baja no oculta el placer en su tono—. Pero adelante, sigue tentando a la suerte. Sabes cómo termina esto... y no será como esperas.
JaeMin, aún con el corazón latiéndole a mil por hora, deja que sus manos bajen lentamente por los brazos de JeNo, trazando un camino seductor.
—A veces, perder tiene su encanto, ¿no? —susurra, finalmente acercándose lo suficiente para que sus labios se rocen levemente. No es un beso completo, sino un toque cargado de promesas. El coqueteo se vuelve más intenso, y el calor entre ambos parece encender chispas.
JeNo se queda en silencio por un momento, sus ojos oscuros fijos en JaeMin, evaluando, midiendo cada movimiento. La amenaza aún está ahí, pero también la atracción, algo que parece más fuerte en este momento.
—Juega todo lo que quieras, pero al final... el cazador siempre se cobra lo suyo —dice JeNo, y esta vez, es él quien cierra la distancia, su boca reclamando la de JaeMin en un beso hambriento, lleno de esa intensidad que siempre los ha rodeado.
El coqueteo ha llegado a su clímax, pero el peligro que implica nunca ha sido tan palpable.
El cambio en JeNo es inmediato y feroz. Su expresión se endurece, y la oscuridad en sus ojos se vuelve más amenazante. De repente, todo el aire coqueto entre ellos desaparece, reemplazado por una fuerza fría y peligrosa. JeNo lo agarra con fuerza, sus dedos apretándose alrededor del brazo de JaeMin, casi dolorosamente.
—Te crees muy valiente, ¿verdad? —gruñe JeNo, su voz baja pero cargada de rabia—. Sigues jugando conmigo, pero no tienes idea de con quién te metes. Te juro que te mataré, JaeMin.
El tono de JeNo no suena como una simple amenaza, sino como una promesa oscura que cuelga en el aire, llenándolo de terror. JaeMin siente un escalofrío recorriéndole la espalda, el miedo creciendo dentro de él, pero en lugar de acobardarse, algo en su interior se rebela. La amenaza solo lo incita más, despertando una mezcla peligrosa de deseo y desafío.
En lugar de intentar apartarse, JaeMin sigue jugando el papel que había iniciado. Con una calma forzada, sus dedos comienzan a deslizarse lentamente por el brazo de JeNo, rozando su piel, mientras su mirada se vuelve más intensa, más atrevida.
Si vas a matarme, entonces hazlo —susurra JaeMin, su voz suave, casi seductora—. Pero asegúrate de que lo disfrute antes.
JeNo lo mira incrédulo, sus ojos ardiendo con furia, pero ese toque de seducción que emana de JaeMin lo detiene, lo frena. El contraste entre la rabia y la tentación lo desconcierta.
—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —escupe JeNo, su mano aún aferrada con fuerza a JaeMin, pero ahora su confusión es evidente. La dinámica entre ellos se ha transformado, y por primera vez, JeNo parece desorientado por el juego.
Pero JaeMin no cede. A pesar del miedo que le recorre el cuerpo, continúa provocándolo, deslizando su mano hacia el pecho de JeNo, sintiendo cómo el latido fuerte de su corazón traiciona el control que intenta mantener.
—Solo quiero ver hasta dónde llegas —dice JaeMin en un susurro seductor, su aliento rozando los labios de JeNo—. No vas a matarme, JeNo. Sabes que no puedes. Al menos no hasta que me hayas tenido como realmente quieres.
La provocación es descarada, y aunque JeNo está a punto de estallar, su respiración se acelera y sus ojos se oscurecen aún más, consumidos por el deseo y la frustración. El control que siempre ha tenido parece resquebrajarse, y JaeMin, a pesar del peligro, sigue deslizándose por esa línea fina entre el miedo y el placer, confiando en que, aunque esté en manos del cazador, puede transformar el juego a su favor.
JeNo lo empuja contra el árbol con más fuerza, pero esta vez no es solo rabia lo que lo impulsa. Su boca roza la de JaeMin, no con suavidad, sino con una necesidad cruda, como si estuviera peleando contra su propio deseo. El peligro aún está presente, pero ahora también lo está la pasión, y JaeMin, aunque aterrorizado, siente que ha logrado lo que quería: provocar al cazador hasta el límite.
JeNo lo sostiene contra el árbol, su fuerza inquebrantable y su proximidad sofocante. La noche en el bosque está fría, pero entre ellos, el aire arde. JaeMin siente el rugido del miedo recorriéndole cada fibra del cuerpo, pero la chispa de desafío sigue viva en su interior, empujándolo a no ceder.
Los ojos de JeNo brillan con una furia peligrosa, y su agarre sobre el brazo de JaeMin es firme, casi doloroso. La provocación de JaeMin lo ha llevado al límite, pero aún es el cazador, y no puede permitirse perder el control. Su mandíbula se tensa mientras su respiración se vuelve más pesada, su pecho subiendo y bajando con cada intento de contenerse.
—No te confundas, JaeMin —gruñe JeNo, su voz grave resonando en el silencio del bosque. Su mirada penetra en la de JaeMin, oscura y hambrienta—. No importa cuánto me provoques o cuánto creas que puedes cambiar las reglas. Tú sigues siendo la presa. Y yo... soy tu cazador.
JaeMin siente cómo esas palabras se clavan en él como dagas. El peso de la amenaza es claro, pero no se aparta. El miedo palpita bajo su piel, pero lo empuja a seguir enfrentando a JeNo, jugando con ese fuego peligroso. Traga saliva, tratando de mantener la compostura, y en lugar de retraerse, inclina la cabeza ligeramente, como si desafiara aún más.
—¿Presa? —murmura JaeMin, su voz temblorosa pero aún firme. Sus labios se curvan en una pequeña sonrisa burlona, un rastro de coquetería que lucha por mantenerse a flote—. Puede ser... pero aquí estoy, ¿no? Aún provocándote, aún desafiándote. ¿Realmente crees que puedes cazarme sin que yo disfrute del juego?
JeNo se acerca más, su rostro a solo centímetros del de JaeMin, y la sonrisa desaparece de sus labios. Su aliento cálido roza la piel de JaeMin, y la tensión entre ellos aumenta, sofocante, casi insoportable.
—Estás jugando con fuego, JaeMin, pero ya te lo dije antes —susurra JeNo, su voz baja, amenazante—, no importa lo que hagas o cuánto quieras resistirte. El resultado siempre será el mismo. Y no solo voy a cazarte una vez, voy a cazarte una y otra vez, hasta que no quede nada de esa pequeña chispa de desafío que apareció de la nada en ti.
Las palabras de JeNo son como un golpe en el estómago para JaeMin. El recordatorio de su vulnerabilidad, de su posición en esta dinámica, lo sacude. El miedo lo inunda, pero aún, en lo más profundo de él, una parte sigue rehusándose a rendirse. A pesar de todo, el deseo de enfrentarlo, de provocar una respuesta, es más fuerte que su propio instinto de supervivencia.
—¿De verdad piensas que puedes destruirme tan fácilmente? —susurra JaeMin, su voz temblando ligeramente, pero su mirada sigue fija en la de JeNo. Se inclina aún más cerca, apenas dejando un espacio entre sus cuerpos, y su mano, con un toque suave pero provocador, se desliza por el brazo de JeNo, siguiendo el contorno de su piel.
JeNo, sorprendido por la respuesta de JaeMin, aprieta más fuerte su agarre. El peso de su cuerpo contra el de JaeMin lo deja prácticamente inmóvil. La tensión crece, el miedo de JaeMin se mezcla con la adrenalina mientras sigue acariciando a JeNo con lentitud, como si intentara calmar a una bestia furiosa con un toque delicado.
—Sigue jugando, JaeMin, sigue provocándome —dice JeNo, y su voz se oscurece aún más—. Pero no te olvides de quién tiene el control aquí.
El corazón de JaeMin late con fuerza, golpeando con cada latido contra su pecho, pero no se detiene. Aunque el miedo lo consume, la atracción peligrosa hacia JeNo lo empuja más allá del límite. Sus manos viajan más abajo, rozando el abdomen de JeNo, mientras su respiración se vuelve más pesada, y su mirada se llena de una mezcla de deseo y temor.
—No me olvidé —murmura JaeMin, su voz apenas un susurro—, solo quiero ver hasta dónde llegarías.
JeNo lo mira, sus ojos entrecerrados, furiosos pero también intrigados. La amenaza está presente, palpable en el aire. JaeMin lo ha llevado a un punto crítico, y la línea entre el deseo y la violencia es más delgada que nunca.
—Voy a recordarte exactamente dónde está tu lugar, JaeMin —susurra JeNo, su voz dura, cargada de promesas oscuras—. Tú eres mío. Y no importa cuánto intentes resistirte o provocarme... siempre serás como un pobre venado para mí, débil, tonto e inocente.
El miedo en JaeMin alcanza su punto máximo, pero no se rinde. A pesar de que sabe que está jugando con fuerzas que no puede controlar, sigue empujando, provocando, seduciéndolo, consciente de que ha cruzado un límite del que no puede retroceder.
JeNo lo mira por un largo momento, el silencio entre ellos es denso y asfixiante. Algo cambia en su mirada, una oscuridad mucho más profunda se apodera de él. Su agarre en la cintura de JaeMin se vuelve más violento, apretando con tal fuerza que un pequeño gemido de dolor escapa de los labios de JaeMin.
—¿Te crees listo para seguir con este juego? —susurra JeNo, su voz ahora más peligrosa que nunca. Antes de que JaeMin pueda reaccionar, JeNo lo empuja bruscamente contra el árbol, atrapándolo con su cuerpo, incapaz de moverse. El miedo de JaeMin, que hasta ahora había estado bajo control, se desborda.
—¡JeNo, para! —exclama JaeMin, su voz temblorosa, pero JeNo lo ignora, su mano se desliza hacia el cuello de JaeMin, no con una caricia, sino con una presión que empieza a ser amenazante. Sus dedos se cierran lentamente, no hasta el punto de lastimarlo, pero lo suficiente para que JaeMin sienta el verdadero peligro.
—¿Correrás ahora, JaeMin? —susurra JeNo, su aliento caliente sobre el rostro del chico. La promesa de violencia está en cada palabra, y finalmente, algo dentro de JaeMin se rompe. El deseo de desafiarlo es reemplazado por una oleada de pánico.
Por primera vez en la noche, JaeMin siente que ha ido demasiado lejos. El miedo lo consume por completo, y lo único que puede pensar es en escapar. Sus manos tiemblan mientras intentan apartar las de JeNo de su cuello, su respiración se acelera, y su corazón late tan rápido que duele.
—JeNo... —JaeMin susurra, sus ojos abiertos de par en par, suplicando. Por primera vez, las palabras no son para provocarlo, sino para pedirle que se detenga. Pero JeNo solo sonríe, una sonrisa cruel y llena de satisfacción.
—¿Dónde quedó tu valentía ahora, JaeMin? —susurra JeNo con malicia, inclinándose aún más cerca, su boca a milímetros de la de JaeMin—. No tienes adónde ir. Sabes que no puedes escapar de mí.
JaeMin siente que el pánico lo inunda, el deseo de huir lo invade. Intenta moverse, pero el cuerpo de JeNo lo tiene completamente atrapado. Su mente grita por correr, escapar, pero su cuerpo está inmovilizado, preso del miedo y el poder de JeNo.
La noche se tornó aún más oscura, la luna quedó oculta tras las nubes, dejando solo el tenue parpadeo de las estrellas. JaeMin sintió cómo su corazón latía con fuerza mientras corría, el eco de sus pasos resonando en el silencio opresivo del bosque. La transformación de JeNo era inminente, y en su interior, JaeMin sabía que lo que había desatado no era un simple ritual, sino un despertar de instintos primordiales que él jamás había imaginado.
A medida que JeNo comenzó a cambiar, su cuerpo se volvió más ágil, su postura más dominante. La sombra del cazador nocturno se apoderó de él, y JaeMin sintió un escalofrío recorrer su espalda al darse cuenta de que estaba siendo perseguido por algo mucho más grande que él. Un instinto primario le decía que debía huir, que debía salvarse, pero su deseo de permanecer cerca de JeNo lo mantenía atado.
—¡JaeMin! —rugió JeNo, su voz resonando como un trueno, transformada por la energía oscura que lo envolvía.
JaeMin giró sobre sus talones, la adrenalina fluyendo por sus venas mientras su mente luchaba entre el miedo y la fascinación. La mirada de JeNo se había vuelto intensa, los ojos brillando con un resplandor sobrenatural que iluminaba la oscuridad. En su interior, algo se revolvió, un terror primitivo lo envolvió. Sabía que era la presa perfecta.
—¡JeNo, no! —gritó, retrocediendo en un intento desesperado por escapar. Pero su voz se desvaneció en el aire, y el sonido de su propio aliento se volvió rítmico y frenético.
La distancia entre ellos se cerraba rápidamente. JaeMin podía sentir cómo su fuerza comenzaba a desvanecerse, cómo su voluntad se hacía más frágil con cada paso que daba. El aura poderosa de JeNo lo envolvía, y la desesperación creció dentro de él. La presión de la noche lo debilitaba, y un deseo inexplicable de entregarse a esa oscuridad lo atrapaba.
A medida que se adentraba más en el bosque, la realidad comenzó a distorsionarse. Las sombras parecían cobrar vida a su alrededor, y el aire se volvía más denso, como si las sombras mismas lo absorbieran. A pesar de sus esfuerzos por esconderse, cada rincón, cada árbol, era un eco de su vulnerabilidad.
JaeMin se encontró cerca de una cascada, el lugar que JeNo había mencionado meses antes, pero no había tiempo para pensar en la seguridad. En un instante de desesperación, se lanzó detrás de un tronco caído, conteniendo la respiración mientras el sonido de pasos se acercaba cada vez más.
—¿Dónde estás, JaeMin? —la voz de JeNo era una mezcla de seducción y peligro, resonando entre los árboles como un canto de sirena. La caza había comenzado, y JaeMin sabía que no podría ocultarse por mucho tiempo.
La presión aumentaba en su pecho, y a pesar de su mejor intento por permanecer oculto, la sombra de JeNo lo había encontrado. Con un salto, JeNo emergió de la oscuridad, su figura imponente iluminada por un brillo oscuro que emanaba de su ser. JaeMin sintió cómo su corazón se detenía en un instante, la imagen de JeNo en esa forma lo atrapó en un estado de asombro y terror.
—Tú eres la presa perfecta —dijo JeNo, su tono cargado de un deseo primitivo. Sus ojos brillaban con una luz que podía ver a través de las sombras, y en un momento de vulnerabilidad, JaeMin se sintió completamente expuesto ante él.
—¡No! —gritó JaeMin, pero las palabras se convirtieron en un susurro, su cuerpo debilitado y frágil bajo la intensa mirada de JeNo.
Con cada movimiento, JeNo parecía más fuerte, más poderoso. Su cuerpo se había transformado en un vehículo de instintos, y la esencia del cazador nocturno lo envolvía como una tormenta. JaeMin se sintió atrapado en una trampa que no podía entender, la oscuridad se arremolinaba a su alrededor, alimentándose de su miedo y su fragilidad.
JaeMin decidió moverse, a pesar de que sabía que estaba jugando con fuego. Salió de su escondite, retrocediendo unos pasos, y luego, con un impulso de valentía, comenzó a correr nuevamente. La sensación de ser cazado lo inundaba, cada paso resonaba como un tambor en su pecho.
JeNo, disfrutando de la caza, comenzó a avanzar con confianza, su risa resonando a través del aire como un eco de lo inevitable. —¿Crees que puedes escapar de mí? —dijo, sus palabras envueltas en la oscuridad. JaeMin podía sentir la provocación en cada sílaba.
La carrera se volvió frenética. JaeMin giraba entre los árboles, su mente luchando por encontrar una salida, pero la fuerza de JeNo lo seguía de cerca, un cazador indomable que se alimentaba de su miedo. A cada paso, la distancia entre ellos se acortaba, y JaeMin sintió cómo su resistencia comenzaba a desvanecerse.
Al final, se encontró en un claro, su respiración entrecortada, y la realidad de su situación lo abrumó. No había escapatoria, y JeNo estaba allí, frente a él, imponente y poderoso. JaeMin se sintió frágil, como una hoja arrastrada por el viento, y todo su deseo de huir se desvaneció.
—¿Por qué no simplemente te rindes? —preguntó JeNo, acercándose lentamente, su presencia consumiendo el aire a su alrededor—. Podrías unirte a mí en esta oscuridad.
JaeMin, temblando, sintió cómo la tentación se apoderaba de él. La conexión que compartían había crecido en medio del peligro, y ahora, frente a la transformación de JeNo, sentía una extraña mezcla de terror y atracción. No sabía si debería huir o entregarse, pero el instinto de sobrevivir comenzaba a chocar con un deseo incontrolable de unirse a la oscuridad que lo rodeaba.
—No puedo... —susurró JaeMin, su voz temblando mientras se enfrentaba a la imponente figura de JeNo.
—No tienes que temer —dijo JeNo, su tono se suavizó por un momento, como si recordara la esencia de quien era antes de la caza—. Pero no puedo dejar que te alejes.
La tensión era palpable, y JaeMin se sintió atrapado entre dos mundos: uno donde podía correr y otro donde se entregaría a la oscuridad que JeNo representaba. La noche se había vuelto una selva de sombras, y su decisión lo llevaría a un lugar que jamás había imaginado. La caza no solo era física, sino un juego de emociones, y JaeMin sabía que tendría que enfrentar la elección que se cernía ante él: seguir huyendo o abrazar la oscuridad que lo llamaba.
JaeMin sintió un impulso de adrenalina recorrer su cuerpo cuando vio la oportunidad de alejarse de JeNo, la sombra del cazador acechando detrás de él. Con un movimiento rápido, giró sobre sus talones y comenzó a correr nuevamente, la urgencia de escapar superando cualquier rastro de duda que pudiera haber tenido. El bosque se convirtió en un laberinto de sombras y luces tenues, donde las ramas crujían bajo sus pies y el viento parecía susurrarle advertencias.
Con cada paso, JaeMin se sentía más ligero, como si el miedo lo impulsara a buscar refugio entre los árboles. Sin embargo, sabía que no podía dejarse llevar por la ilusión de seguridad; JeNo no era un simple humano, y su instinto de cazador no le permitiría rendirse tan fácilmente. Buscó un lugar donde esconderse, un arbusto denso lo llamó, y se deslizó detrás de él, conteniendo la respiración, esperando que JeNo pasara de largo.
Desde su escondite, JaeMin pudo escuchar el sonido de pasos pesados acercándose, el murmullo de la voz de JeNo resonando con una mezcla de frustración y enfado. —¡JaeMin! —rugió—. ¡Sal de donde te escondes! Sabes que no puedes escapar de mí.
El tono de JeNo era peligroso, y la ira que emanaba de él hacía que el aire a su alrededor se volviera electrizante. JaeMin sintió su corazón latir con fuerza, el miedo apoderándose de él, pero también había una parte que encontraba un extraño placer en esta persecución. ¿Acaso era posible que le gustara? Esa emoción lo confundía, pero en ese momento, su instinto de supervivencia predominó.
Mientras se ocultaba, JaeMin sabía que JeNo estaba buscando cada rincón, cada sombra, y que no se detendría hasta encontrarlo. El silencio en el bosque era abrumador, y JaeMin se mantuvo quieto, intentando no hacer el más mínimo sonido.
—Te voy a encontrar, JaeMin —prometió JeNo, su voz resonando con una intensidad que hacía eco en el corazón de JaeMin—. Solo es cuestión de tiempo.
Finalmente, la tensión se volvió insoportable. JaeMin, sintiendo que había esperado lo suficiente, decidió moverse nuevamente, a pesar de la incertidumbre de lo que podría encontrar. Sin embargo, su intento de escapar no pasó desapercibido para JeNo.
La figura imponente del cazador emergió de la oscuridad, y antes de que JaeMin pudiera reaccionar, JeNo se abalanzó sobre él, atrapándolo con una fuerza que lo sorprendió. JaeMin sintió la presión en su pecho mientras JeNo lo cargaba sobre sus hombros, llevándolo de regreso al claro con una rapidez abrumadora.
—No puedes seguir huyendo —murmuró JeNo con una mezcla de frustración y deseo, su voz era un susurro peligroso en el aire—. Debes entender que esto no es un juego.
JaeMin, luchando contra la confusión de sus emociones, no pudo evitar que su corazón se acelerara ante la cercanía de JeNo. En ese momento, en medio de su captura, el miedo y la excitación se entrelazaban, creando un torbellino en su pecho.
Una vez en el claro, JeNo lo dejó caer al suelo con un movimiento brusco, sus ojos oscuros y llenos de determinación se posaron en él. La tensión era palpable, y JaeMin sintió que la atmósfera se cargaba con algo más que simple enfado; era una mezcla de frustración y deseo reprimido.
—¿Por qué intentas ignorar lo que somos? —preguntó JeNo, su voz casi ronca, el control que había mantenido comenzando a desmoronarse—. No puedes seguir pretendiendo que esto no está sucediendo.
JaeMin, sintiendo la cercanía de JeNo, respondió con desafío. —Porque tú mismo me dijiste que esto era peligroso, que no era un juego. Y aún así, aquí estamos.
JeNo lo tomó del brazo, apretando con una fuerza que hizo que JaeMin se sintiera vulnerable. —No entiendes lo que está en juego —dijo JeNo, su voz tensa—. Este ritual no es solo un festejo; es un despertar. Las fuerzas que se desatan aquí son oscuras, y tú eres una parte de ello.
JaeMin sintió que su voluntad comenzaba a desmoronarse bajo la mirada intensa de JeNo. —No quiero ser una parte de esto —respondió, aunque sus palabras sonaron más débiles de lo que pretendía.
—Demuestras más valentía al desafiarme que al ocultarte —dijo JeNo, su tono más suave, pero aún así lleno de una especie de furia que lo mantenía a la vez cautivado y asustado. —Pero no puedo dejar que te hagas daño. No puedo dejar que esto te consuma.
JaeMin lo miró fijamente, reconociendo la lucha interna que se reflejaba en los ojos de JeNo. —Si me quieres proteger, entonces no me alejes. No puedes luchar contra esto y, al mismo tiempo, quererme cerca.
JeNo cerró los ojos, respirando hondo mientras trataba de contener la mezcla de emociones que lo abrumaba. —No estoy luchando contra ti, JaeMin. Estoy luchando contra lo que sé que vendrá.
La noche continuaba envolviéndolos en su oscuridad, el ritual comenzando a tomar forma a su alrededor. Las sombras parecían danzar al ritmo de sus corazones, y mientras JaeMin miraba a JeNo, sintió que una parte de él deseaba entregarse a la oscuridad, sin reservas.
—No quiero que esto nos separe —dijo JaeMin, su voz casi un susurro. —No puedo permitir que esta oscuridad te consuma.
JeNo lo miró con una intensidad que casi lo hizo temblar. —Y yo no puedo permitir que tú te conviertas en parte de ella.
El aire se volvió denso entre ellos, el tirón de sus almas una lucha constante. En ese momento, JaeMin comprendió que no solo se estaban enfrentando a la oscuridad del ritual, sino también a la complejidad de sus propios sentimientos. La conexión entre ellos era innegable, y aunque el peligro se cernía sobre ellos, el deseo de permanecer juntos crecía con cada latido de sus corazones.
La lucha que llevaban dentro era un eco de las fuerzas que estaban a punto de desatarse, y mientras JeNo lo miraba con una mezcla de frustración y anhelo, JaeMin supo que su elección no sería solo sobre ellos, sino sobre el destino que los aguardaba en la oscuridad.
En ese instante, algo cambió en los ojos de JeNo. La luz oscura que había estado brillando en sus pupilas se intensificó, volviéndose voraz, implacable. Era como si la razón y el autocontrol que hasta ese momento lo habían frenado finalmente hubieran cedido, permitiendo que sus instintos más oscuros tomaran el control. La bestia que llevaba dentro había despertado completamente, y el cazador ahora no podía distinguir entre proteger a JaeMin y cazarlo.
—No te escondas de mí —gruñó JeNo, su voz sonando más profunda, más peligrosa, mientras se acercaba a JaeMin.
JaeMin, aún sentado en el suelo tras haber sido arrojado, levantó la vista hacia él, notando cómo la transformación de JeNo se había completado. El hombre al que conocía, aunque misterioso y reservado, ya no estaba allí. Lo que tenía frente a él era algo completamente distinto, una criatura dominada por la furia y el deseo. El miedo le recorrió el cuerpo, pero junto a él, una excitación oscura comenzó a emerger, una parte de él que nunca había querido admitir, una atracción hacia el peligro que JeNo representaba en ese momento.
JeNo se abalanzó sobre JaeMin sin una palabra más, su fuerza implacable lo levantó del suelo y lo llevó contra el tronco de un árbol cercano. La espalda de JaeMin chocó contra la madera con un golpe seco, y su aliento se le escapó de los pulmones. JeNo lo mantenía ahí, sujeto, inmóvil, mientras la intensidad de sus ojos ardía con una mezcla de furia y deseo incontrolable.
—JeNo... —intentó hablar JaeMin, pero fue interrumpido por los labios de JeNo que se apoderaron de los suyos con una brusquedad que lo dejó sin aliento. Era un beso que no buscaba consuelo ni ternura, sino afirmación, control.
La boca de JeNo se movía sobre la suya con un hambre insaciable, y JaeMin se encontró atrapado entre el impulso de rendirse a ese poder y el temor creciente de que JeNo ya no lo viera como alguien a quien proteger, sino como un objeto de deseo, una presa.
—¿Es esto lo que querías, JaeMin? —murmuró JeNo contra sus labios, su voz ronca, vibrante de emoción oscura—. ¿Provocarme hasta que ya no pudiera contenerme? Te follaré como tanto lo ruegas.
Antes de que JaeMin pudiera responder, JeNo lo sujetó más fuerte, apretando su cuerpo contra el suyo, las manos de JeNo recorriendo su piel con una posesividad brusca, casi violenta. Había una furia contenida en cada toque, una energía peligrosa que JaeMin nunca había sentido antes. Era como si el JeNo que había conocido hubiera desaparecido, reemplazado por una criatura que solo vivía en el filo del deseo y la destrucción.
—JeNo, para... —intentó JaeMin, pero su voz era débil, insegura. Parte de él quería detener esto, quería que el JeNo que conocía volviera, pero la otra parte... la otra parte estaba perdida en esa oscuridad, atrapada en el torbellino de emociones que había despertado con su provocación. Disfrutando de aquel doloroso placer.
JeNo, ignorando las palabras de JaeMin, dejó que sus manos vagaran por el cuerpo de él con una mezcla de deseo ardiente y posesividad. Sus dedos eran bruscos, dejando huellas de su fuerza en la piel de JaeMin. El cazador ya no estaba retenido por ninguna barrera; el ritual había despertado algo en él, algo que lo hacía actuar de manera impensada, sin filtro, sin control. El aire entre ellos estaba cargado de tensión, cada toque, cada suspiro, era una prueba de la intensidad que había entre ambos.
—Eres mío —gruñó JeNo, su voz sonando como una sentencia mientras lo sujetaba más fuerte—. Siempre lo has sido, y no dejaré que te alejes de mí.
JaeMin intentó apartarse, pero el cuerpo de JeNo lo tenía atrapado. El corazón del rubio latía desbocado, y aunque una parte de él quería resistirse, otra estaba atrapada en la intensidad del momento. Las manos de JeNo eran insaciables, recorriendo su cuerpo con una mezcla de deseo y necesidad salvaje que le hacía doler, pero a su vez lo obligaba a gemir hundido en su propio placer.
—JeNo, no soy tuyo... —logró decir JaeMin entre jadeos, pero su protesta fue débil, ahogada por el peso de la realidad que los rodeaba.
JeNo se detuvo por un breve instante, su mirada oscura taladrando a JaeMin, como si estuviera tratando de decidir entre lo que era correcto y lo que su cuerpo y alma deseaban. Pero el cazador dentro de él ya había tomado la decisión. Sin más advertencias, lo levantó del suelo nuevamente, llevándolo con rapidez y firmeza al centro del claro.
—No puedes huir de mí —dijo JeNo con una seguridad peligrosa mientras lo empujaba contra el suelo, su cuerpo imponente cubriendo el de JaeMin—. Eres mío esta noche, JaeMin, y no hay nada que puedas hacer para detenerlo.
Las palabras de JeNo eran una promesa oscura, y JaeMin sintió un nudo formarse en su estómago. El deseo, el miedo, la confusión; todo se mezclaba en su interior. Por un instante, quiso luchar, alejarlo, pero la intensidad de JeNo era abrumadora. JaeMin estaba atrapado, no solo físicamente, sino también emocionalmente.
JeNo lo tomó con brusquedad, sin la suavidad que había mostrado en el pasado. Sus manos tantearon la tela de su ropa interior sintiendo el suave encaje, su imaginación voló recordando aquellas fotos tan jodidamente provocadoras que le había enviado por error; su sangre hirvió en celos, y la agresividad solo aumentó.. Cada movimiento era duro, cada toque cargado de un deseo insaciable que no conocía límites. Las manos de JeNo lo recorrieron como si estuvieran reclamando lo que siempre había sido suyo, sin piedad, sin remordimiento. El aire se llenaba con sus respiraciones pesadas, y el claro del bosque, que alguna vez había sido un lugar de conexión entre ellos, ahora era testigo de la batalla de poder y deseo que se desarrollaba. JaeMin podía sentir el áspero tacto contrastando con la suavidad de su delicada piel.
JaeMin, bajo el peso de JeNo, sentía que la línea entre el placer y el dolor se desdibujaba, sus emociones en conflicto. Era todo lo que había deseado y temido al mismo tiempo, y el JeNo que lo poseía en ese momento ya no era el hombre que había llegado a conocer, sino el cazador despiadado que el ritual había desatado.
No hubo preparación, tranquilidad o cariño, simplemente fue una penetración en seco, sintió todo el miembro del chico sin latex o algo de por medio, y no podía negar que le dolió como nunca, y no pudo evitar soltar un gemido largo que representaba su dolor. El cual solo aumentó al recibir constantes embestidas sin esperar a que se acostumbrara.
La luna, oculta entre las nubes, apenas iluminaba la escena, pero el brillo en los ojos de JeNo era suficiente para que JaeMin comprendiera que lo había llevado demasiado lejos. El cazador se había apoderado de su amante, y ahora, JaeMin no sabía si podría recuperar al hombre que alguna vez había conocido.
JeNo no mostró señales de detenerse; su fuerza, su determinación y la intensidad de sus movimientos solo crecían a medida que el tiempo avanzaba. La brusquedad de su agarre, la manera en que sus manos apretaban tantas zonas del cuerpo de JaeMin sin delicadeza, eran casi brutales, como si la necesidad de reclamarlo superara cualquier otro instinto. JaeMin, al principio, había intentado resistir, aferrándose a una sensación de control que ahora se desvanecía rápidamente. Pero, mientras los dedos de JeNo se apretaban contra su piel, JaeMin comenzó a notar algo distinto dentro de él, algo inesperado que lo sorprendió. Los dientes del pelinegro marcaban todo a su paso, rozaba y presionaba contra la rosada piel de sus pezones expuestos.
El miedo inicial que lo había paralizado poco a poco fue cediendo. Cada toque duro, cada tirón impetuoso, despertaba una chispa dentro de él que jamás había sentido antes. Los movimientos violentos de JeNo deberían haberlo hecho retroceder, pero en lugar de eso, algo mucho más profundo comenzó a aflorar. Una parte de él —oscura, escondida y nunca antes explorada— empezó a disfrutarlo. El placer que se entremezclaba con la rudeza de JeNo era un extraño contraste, uno que JaeMin no había esperado. El calor que surgía dentro de él, mezclado con la adrenalina de la situación, se transformó en una corriente innegable de excitación.
JeNo, en su frenesí, no parecía consciente de ese cambio en JaeMin. Para él, la necesidad de dominarlo, de tenerlo a su merced, se volvía cada vez más apremiante. Con cada movimiento, con cada gesto posesivo, reclamaba más y más de JaeMin, empujando los límites entre la brutalidad y el deseo. Era una lucha de poder, una batalla silenciosa donde ambos intentaban encontrar su lugar, uno como cazador y el otro como presa.
—Te dije que no podías escapar —gruñó JeNo, su voz ronca, vibrando con una intensidad que solo añadía más fuego a la situación.
Pero lo que JeNo no había notado —al menos no todavía— era que JaeMin ya no intentaba escapar. Los intentos iniciales de resistir y rechazar habían sido reemplazados por una entrega inesperada. Bajo los embates cada vez más violentos de JeNo, JaeMin se encontró cediendo, no solo físicamente, sino mentalmente. Se rendía a ese lado oscuro, a esa parte de sí mismo que había mantenido oculta por tanto tiempo.
Lee lo empujaba contra el suelo con una fuerza que hacía que el aire escapara de sus pulmones, pero en lugar de luchar, el rubio comenzó a dejarse llevar, sus manos aferrándose a los hombros de JeNo, atrayéndolo más cerca. Su respiración entrecortada se mezclaba con los jadeos entrecortados de JeNo, y poco a poco, algo en la atmósfera cambió.
Na JaeMin no solo lo aceptaba; ahora lo quería.
—JeNo... —murmuró JaeMin entre suspiros, sus palabras apenas audibles mientras sus manos se aferraban con más fuerza a su espalda—. Hazlo... no te detengas.
Esas palabras parecieron encender una nueva chispa en JeNo. Por un momento, su mirada feroz se encontró con la de JaeMin, como si estuviera buscando alguna señal de duda o resistencia. Pero lo único que encontró fue una expresión de entrega total. Los ojos de JaeMin estaban oscurecidos por el deseo, su cuerpo completamente rendido ante él. Esa sumisión voluntaria era más de lo que JeNo había esperado, y la provocación solo avivó su sed de control.
Sin más palabras, JeNo continuó penetrando con la misma dureza con la que comenzó, sus manos que estaban a cada lado de lado de la cabeza de Na, ahora se dirigían a aquel delgado y niveo cuello presionando sin remordimiento alguno, su toque aún más firme, sus movimientos más decididos. Cada roce, cada embestida se sentía como un recordatorio de quién estaba al mando, de quién tenía el control en ese momento. Pero a pesar de la brutalidad de sus gestos, JaeMin comenzaba a encontrar placer en cada uno de ellos. El dolor que antes había sentido se desvanecía, reemplazado por una sensación de éxtasis cada vez más intensa.
El cuerpo de JaeMin respondía a cada toque, a cada embestida de JeNo. Su respiración se volvía más rápida, sus jadeos más profundos, mientras el deseo lo invadía por completo. Estaba atrapado en una espiral de emociones y sensaciones que no podía controlar, y lo peor de todo, no quería detenerlo. La forma en que JeNo lo reclamaba, con una posesividad casi animal, lo hacía sentir vivo de una manera que nunca había experimentado antes.
El joven cazador, por su parte, parecía estar en una especie de trance, completamente guiado por sus instintos más oscuros. Su agarre en JaeMin era firme, sin dar lugar a escape, y sus movimientos eran casi primitivos, llenos de una necesidad insaciable de poseerlo por completo. El ser cruel y miserable dentro de él había despertado por completo, y ahora solo quedaba consumir a su presa.
A pesar de la intensidad de la situación, algo en el ambiente también había cambiado. JaeMin ya no era solo una presa; ahora era un participante activo en esa danza oscura. Con cada movimiento de JeNo, respondía, buscándolo, deseándolo. Las líneas entre el cazador y la presa se desdibujaban, y lo que antes había sido una batalla unilateral ahora se convertía en una unión peligrosa y apasionada.
—Más... —susurró JaeMin entre jadeos, su voz cargada de deseo, perdida en el placer que lo envolvía—. No te detengas, JeNo. Fóllame tan duro como quieras.
Esas palabras parecieron empujar a JeNo aún más allá. Su ritmo se intensificó, cada vez más brusco, cada vez más exigente, marcando un ritmo que Na disfrutaba haciéndole rodar los ojos. La fuerza que usaba con JaeMin era casi aplastante, pero este no se resistía, al contrario, parecía ansiar cada momento, cada toque.
Lo que comenzó como una persecución de cazador y presa ahora se había transformado en algo mucho más oscuro y profundo. JaeMin, en medio de su propia sumisión, se encontró disfrutando más de lo que jamás había imaginado. La brusquedad de JeNo, lejos de ser un castigo, se había convertido en una fuente de placer. El cazador que lo dominaba no solo lo controlaba, sino que lo liberaba de una manera que nunca había experimentado.
Y así, bajo la oscura luna de Halloween, en medio de ese claro del bosque donde las sombras parecían cobrar vida, JeNo y JaeMin encontraron una conexión que trascendía el simple deseo o la atracción. Era algo primitivo, algo animal, donde ambos se perdían en la oscuridad, dejándose llevar por sus impulsos más profundos.
La noche avanzaba, y el aire del bosque se impregnaba de un silencio tenso, como si el mismo entorno estuviera atenta a lo que se desarrollaba entre JeNo y JaeMin. Las sombras danzaban a su alrededor, pero nada podía distraerlos de la tormenta de emociones y sensaciones que se desataba en el claro.
Con cada movimiento, cada suspiro, la intensidad crecía. JaeMin, aún atrapado bajo la poderosa presencia de JeNo, se entregó por completo al momento, dejando que su cuerpo hablara más que su mente. La conexión entre ellos se volvió casi eléctrica, una corriente pulsante que recorría sus cuerpos y los unía de manera inquebrantable. Las manos de JeNo, firmes y posesivas, exploraban cada rincón de la piel de JaeMin, sus dedos presionando con una intensidad que despertaba cada fibra de su ser.
—Eres tan... frágil —murmuró JeNo con un tono entrecortado, sus palabras sonando como un aviso y una amenaza al mismo tiempo. Sus ojos oscuros se fijaron en JaeMin, y por un instante, la bestia que había despertado pareció retroceder, dejando entrever un destello del hombre que él solía ser.
—No soy frágil —respondió JaeMin, su voz apenas un susurro, pero lleno de determinación. Las palabras escaparon de sus labios, y, sorprendentemente, se sintió fuerte, incluso bajo la voracidad de JeNo. Su corazón latía rápido, no solo por la adrenalina de la situación, sino por la convicción de que había algo más profundo entre ellos, algo que desafiaba la comprensión.
Esa afirmación pareció encender aún más la llama en JeNo. La ferocidad de su deseo se intensificó, y en ese momento, la lucha de poder se transformó en una danza de entrega y conexión. JeNo se inclinó hacia él, sus labios encontrándose nuevamente en un beso ardiente, que, aunque brusco, estaba lleno de una pasión que desbordaba lo físico.
JaeMin se aferró a él, sintiendo el calor de su cuerpo, la firmeza de su agarre. Era una mezcla de fuerza y vulnerabilidad, una dualidad que lo intrigaba y excitaba. Aunque la situación era peligrosa, había algo en la manera en que JeNo lo tomaba que lo hacía sentir vivo. La suavidad de su piel contra la dureza de la noche se sentía como un contraste perfecto.
Las manos de JeNo se movían sin piedad, marcando su territorio, pero cada contacto enviaba oleadas de placer por el cuerpo de JaeMin. Era un tira y afloja, un juego de poder que, al final, los dejaba a ambos sin aliento, anhelando más. JaeMin podía sentir su propio cuerpo respondiendo al llamado de JeNo, como si los instintos más básicos de ambos se hubieran alineado en ese momento de pura conexión. Y el pene duro no paraba de moverse en su interior provocando gemidos y suspiros de puro placer.
La luna llena iluminaba el claro, y en su luz plateada, todo parecía cobrar vida. JaeMin sentía que la oscuridad que rodeaba la escena les pertenecía solo a ellos. Era un espacio privado, donde los ruidos del mundo exterior se desvanecían y todo lo que importaba era ese instante. La intensidad de sus emociones se entrelazaba con la desesperación de los latidos de sus corazones, creando un ritmo que solo ellos podían escuchar.
—Nunca te alejarás de mí, ¿verdad? —preguntó JeNo, su voz un murmullo grave mientras sus labios acariciaban el cuello de JaeMin, creando una serie de escalofríos en su piel.
—No —respondió JaeMin con firmeza, aunque sabía que había algo en sus palabras que iba más allá de la simple promesa. Era un reconocimiento de la conexión que compartían, un entendimiento tácito de que estaban entrelazados en algo que no podían ni querían deshacer.
JeNo sonrió, pero no era una sonrisa de alegría; era una sonrisa de reconocimiento, como si él también comprendiera la gravedad de lo que estaban construyendo en medio de la oscuridad. La ferocidad de su deseo no era solo una búsqueda de placer; era una forma de mantener a JaeMin cerca, de protegerlo incluso en esa entrega tan apasionada.
Con un movimiento rápido, JeNo lo levantó nuevamente, llevándolo hacia el centro del claro, donde la luz de la luna brillaba más intensamente. La oscuridad les rodeaba, pero en ese momento, eran el único faro en la noche. Las sombras danzaban a su alrededor, pero no podían romper la conexión que se había formado entre ellos.
Lee lo colocó suavemente sobre la hierba, pero su mirada seguía siendo intensa, cargada de una mezcla de deseo y una profunda necesidad de poseerlo por completo. JaeMin, ahora tendido allí, sintió cómo la energía del momento los rodeaba. Su cuerpo, expuesto y vulnerable, se encontraba a la merced de JeNo, y en lugar de temor, experimentaba una excitación que no había creído posible.
—Eres tan hermoso cuando te dejas llevar —murmuró JeNo, sus ojos recorriendo cada centímetro del cuerpo desnudo —y ahora lleno de marcas— de JaeMin, como si grabara esa imagen en su memoria.
—Entonces déjame serlo —replicó JaeMin, sintiendo cómo la confianza comenzaba a brotar dentro de él, como una flor en medio de la oscuridad. Cada palabra era un eco de su deseo de entregarse, de dejar que JeNo lo guiara en esta experiencia que lo transformaba.
Fue como si la atmósfera cambiara; las tensiones se desvanecieron y la conexión se convirtió en una danza de entrega mutua. JaeMin permitió que JeNo lo dominara, no como un acto de sumisión, sino como una elección consciente. Con cada toque, cada beso, se volvía más y más consciente de la magnitud de su deseo por el hombre que ahora lo poseía.
JeNo parecía percibir ese cambio, esa entrega que se había apoderado de JaeMin, y su propia naturaleza oscura se suavizó, al menos momentáneamente. Sus caricias se volvieron más profundas, más íntimas, como si en lugar de reclamar, ahora estuviera descubriendo. JaeMin se sentía cada vez más conectado, cada vez más dispuesto a dejar que sus cuerpos se entrelazaran en la oscuridad.
La noche se extendía ante ellos, y en ese claro del bosque, rodeados de sombras y luces de luna, JaeMin y JeNo comenzaron a explorar no solo sus cuerpos, sino también las profundidades de su conexión. Había un significado en cada roce, en cada susurro; era un diálogo silencioso entre sus almas, un reconocimiento de sus deseos más profundos y oscuros.
A medida que la noche avanzaba, el bosque se llenó de susurros, ecos de una conexión que resonaría mucho después de que la luna se ocultara. En aquel lugar, entre sombras y luces, se dieron cuenta de que su relación no solo era una batalla de poder, sino también una danza de entrega, un viaje que recién comenzaba a desvelarse en las profundidades de la noche.
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