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𝟎𝟏; 𝐁𝐨𝐬𝐪𝐮𝐞

Jeolla, Corea del Sur.
31 de octubre del 2023

El sol comenzaba a esconderse tras las colinas de Jeolla, proyectando una cálida luz anaranjada que se filtraba a través de las cortinas translúcidas. La habitación de JaeMin se llenaba con esa atmósfera crepuscular, dándole un toque de ensueño. Con los labios ligeramente entreabiertos, tomó la brocha del tocador y comenzó a aplicar una base ligera sobre su delicado rostro. Cada movimiento era meticuloso, trazado con el cuidado de quien transforma su piel en un lienzo, que se convertiría en una obra de arte maravillosa. El maquillaje se deslizaba suavemente, cubriendo cualquier imperfección, dejando su rostro terso y uniforme.

Le siguió el delineador, un trazo negro y firme que hacía que sus ojos, oscuros y profundos, se vieran aún más intensos. Sabía que la mirada era crucial, la puerta a su alma, y quería que los demás sintieran esa magnética atracción cuando lo vieran. Luego aplicó una sombra en tonos rosados y  pequeños brillos, combinando los colores como un pintor maestro, creando un degradado sutil que acentuaba sus párpados con un brillo que parecía captar la luz del atardecer.

Un poco de máscara de pestañas y finalmente un toque de gloss en sus carnosos labios, dejando que estos brillasen con una sensualidad discreta, y que lograban atrapar a quien sea que le viera. JaeMin sonrió al espejo, complacido con el resultado.

De su armario extrajo la falda que había elegido para la ocasión. Era corta, apenas y llegaba a la mitad de sus muslos, hecha de capas de tul  que se superponían delicadamente. Cada capa era tan ligera que al moverse, el tejido flotaba a su alrededor como el suave batir de las alas de una mariposa. El tul rosa con matices plateados parecía cobrar vida bajo la luz tenue, reflejando destellos que asemejaban estrellas en el cielo nocturno. JaeMin deslizó la falda por sus largas piernas cubrió así su pomposo trasero, sintiendo el frío y suave roce del tejido en su piel. El contraste entre la delicadeza de la tela y la seguridad con la que la usaba le daba una sensación de poder.

Después, tomó el corsé. Era una pieza intrincada, con bordados plateados que imitaban enredaderas, como si la naturaleza misma estuviera cosida en el diseño. Se lo ajustó al torso, tirando de los cordones con precisión hasta que quedó ceñido a su cuerpo, acentuando su esbelta figura. Con cada respiración, sentía el corsé envolviendo su pequeña cintura, un recordatorio constante de su transformación en esa figura de fantasía.

JaeMin no podía olvidar los accesorios. Sus dedos delicados colocaron una tiara pequeña, hecha de finos cristales que brillaban con la luz, en lo alto de su cabeza. Era discreta pero lo suficientemente elegante para complementar su atuendo. El brillo de la tiara combinaba con los pequeños pendientes de plata que ahora adornaban sus orejas. Se puso unos guantes largos, de encaje rosa, que cubrían sus manos hasta los codos, dándole un aire de sofisticación acompañada de  ternura; y para finalizar, unas medias blancas que cubrían sus piernas.

Frente al espejo, JaeMin no era simplemente un chico vestido de princesa. Era una criatura mágica, salida de un cuento, lista para caminar por el bosque, donde la noche lo esperaba con promesas de secretos y revelaciones.

El ruidoso sonido de un motor rugiendo se hizo presente, se acercó corriendo hasta la ventana de su habitación que daba al jardín delantero, allí, una motocicleta negra le esperaba, observó mientras colocaba su par de zapatillas como el motociclista bajaba del vehículo y recargaba su cadera sobre el asiento de la motocicleta, sonrío mientras daba brinquitos para no perder el equilibrio mientras terminaba de atar sus cordones, una vez puso el pie en el firme suelo, su móvil comenzó a sonar, rio aún mientras veía por la ventana, su mano moviendo ligeramente la cortina para así tener una mejor vista de aquel sujeto. —Baja ahora, o irás a pie hasta el bosque —recién había contestado aquella llamada y aquella voz ya se encontraba amenazándolo.

—No tardo. Fue lo único que dijo antes de colgar.

Tomó su pequeño bolsito que contenía su gloss, un poco de dinero, una pequeña tira de preservativos, y su vida, su cigarro eléctrico sabor cereza; puso dentro su celular y cerró la bolsa, corriendo escaleras abajo hasta llegar a la puerta, la abrió y se despidió con un grito de su madre, quien veía una película vieja en televisión.

—¿Qué tal me veo?

El chico de cabello negro le observó de arriba a abajo examinándolo con una ceja alzada, sus musculosos brazos que eran cubiertos por el cuero de la chamarra se encontraban cruzados sobre su ejercitado pecho.

—Pareces una puta.

—Dios, ¡Soy una princesa, no una puta! —se acercó con un puchero en sus labios creando una carcajada gruesa en el motociclista que lo atrajo de la cintura hasta juntarlo a su cuerpo, JaeMin levantó la vista—. ¿Por qué no llevas puesto la máscara, Sungie, sabes que debes usarla, ¡Es la tradición!

—Tu tampoco llevas una.

—Porque ChenLe tiene nuestros antifaces.

El de cabello negro se separó del más bajito y asintió, el cielo pintado con colores rojizos sobre su cabeza completaba la hermosa obra de arte llamado Na JaeMin, los dedos de JiSung acariciaron los mechones rubios de JaeMin y retiró la coronita de su cabeza.

—¿Estás listo pequeña zorra? — preguntó Park finalmente, extendiéndole un casco.

JaeMin tomó el casco con un gesto elegante y lo colocó sobre su cabeza, protegiendo su cabello perfectamente arreglado. Con una última mirada hacia la casa, donde las sombras del atardecer ya habían tomado el control, se montó en la motocicleta, acomodándose detrás de Park. 

—¡Soy una princesa!

La falda de tul se extendió, ondulando en el aire cuando Sung arrancó el motor de nuevo.

El rugido volvió a llenar el ambiente mientras se adentraban en la carretera, alejándose del vecindario con rapidez. JaeMin se aferraba firmemente al conductor, sintiendo el calor del cuerpo del chico a través del cuero frío de su chaqueta. El viento azotaba su rostro, y aunque su atuendo de princesa parecía fuera de lugar en esa motocicleta, JaeMin se sentía libre, como si hubiera cruzado un umbral hacia una realidad donde el peligro y la emoción caminaban de la mano.

Su cerebro viajó a unas horas atrás, pues, horas antes de alistarse para la fiesta, JaeMin se encontraba solo en su habitación, jugando nerviosamente con su teléfono. Había intentado llamar a JeNo varias veces, pero no obtuvo respuesta. Sabía que JeNo estaba molesto por algo, aunque no podía precisar exactamente qué lo había causado. Aún así, el silencio de JeNo lo carcomía.

Frustrado, pero también con un toque de picardía, JaeMin decidió hacer algo impulsivo. Se despojó de la ropa que llevaba y se quedó con solo un conjunto de lencería delicada, un contraste con su típica imagen más reservada. La lencería que JaeMin llevaba era provocativa pero con un toque elegante, reflejando tanto su vulnerabilidad como su deseo de controlar la situación. Se trataba de un conjunto de encaje rosa suave, delicado y ajustado, que contrastaba con su piel clara. El sujetador era de copa suave, con detalles florales en el encaje que cubrían justo lo necesario, dejando entrever más de lo que ocultaba. Los tirantes finos se cruzaban delicadamente sobre sus hombros, dándole un aire etéreo, pero con un toque sensual.

La parte inferior consistía en unas braguitas a juego, de tiro bajo, también de encaje rosa semitransparente, con pequeños lazos en los costados, añadiendo un detalle coqueto. La tela se ajustaba perfectamente a su figura, realzando sus curvas de manera sutil pero provocadora. Acompañaba el conjunto con un liguero de encaje del mismo estilo, que abrazaba sus muslos, conectando con unas medias transparentes que le daban un aire aún más sofisticado y seductor.

JaeMin sabía que aquel atuendo no era solo ropa interior, sino una declaración: un equilibrio entre su fragilidad y su capacidad de manipulación.

Frente al espejo, comenzó a tomarse fotos. En cada imagen, sus poses cambiaban entre lo seductor y lo juguetón, como si no pudiera decidir cuál era la intención real detrás de esas fotos. Se dio la vuelta, mirando por encima de su hombro con una expresión juguetona. Su cuerpo estaba ligeramente inclinado hacia un lado, resaltando la curvatura de su trasero en el encaje rosa. La luz del espejo iluminaba su figura, haciendo que el encaje brillara suavemente y acentuara su piel. En otra toma, se inclinó un poco hacia adelante, como si estuviera ajustando el liguero, lo que le permitió mostrar su trasero de manera más prominente. JaeMin se giró para poner una pierna adelante y cruzar la otra detrás de ella, elevando ligeramente su trasero. Mirando hacia un lado, su pose se volvió más audaz, como si estuviera invitando a quien mirara a disfrutar de la vista, mostrando el encaje rosa que se ajustaba perfectamente a su figura. En otra imagen, se puso de pie con las manos en la cadera, el pecho hacia adelante y la cabeza inclinada hacia atrás. Esto no solo enfatizaba su trasero, sino que también mostraba confianza. La postura abierta y desafiante daba la impresión de que sabía lo que quería y que disfrutaba de la atención. Finalmente, se sentó en el borde de la cama, con las piernas ligeramente abiertas y una expresión traviesa en su rostro. Se inclinó hacia atrás, apoyando las manos en el colchón, lo que hacía que su trasero se arquease hacia afuera, resaltando las líneas del encaje rosa que lo cubría.

Con el corazón acelerado y una mezcla de emociones confusas, seleccionó las mejores fotos y, en lugar de guardarlas, decidió enviárselas a JeNo. Pero en vez de admitir que eran para él, escribió un mensaje que sabía que encendería una chispa de celos: "¿Qué te parece mi disfraz, Jisungie?".

Al instante, envió las fotos. Una parte de él sabía que aquello era un juego peligroso, pero la otra parte, la más caótica y confusa, disfrutaba la idea de hacer que JeNo reaccionara. En el fondo, no sabía si lo estaba haciendo para provocarlo, para herirlo o porque quería que JeNo lo viera de una manera diferente, vulnerable pero desafiante a la vez.

Después de enviar el mensaje, JaeMin se quedó mirando el teléfono, esperando ansioso una respuesta que no llegaba.

Después de enviar las fotos, JaeMin sintió un vacío en el estómago. Sabía que lo que acababa de hacer era una provocación directa, pero, al mismo tiempo, la confusión de sus propios deseos y emociones lo envolvía. No quería que JeNo lo viera como alguien vulnerable, y mucho menos que pensara que esas fotos eran para él... o al menos no quería que lo supiera abiertamente. Así que, en un impulso, decidió agregar más caos al asunto.

Tomó el teléfono de nuevo y escribió rápidamente otro mensaje: "Ups, lo siento, JeNo... eran para Jisung. Me equivoqué de contacto." Agregó un emoji de carita avergonzada, como si eso pudiera suavizar el golpe de las fotos y el mensaje anterior. Sabía que JeNo no se lo tragaría del todo, pero esa era la intención. Fingir arrepentimiento mientras avivaba el fuego de los celos.

El teléfono seguía en silencio, pero JaeMin no podía dejar de mirarlo. Una parte de él quería que JeNo respondiera furioso, lleno de celos, mientras otra parte lo asustaba el posible enfado. Era una jugada arriesgada, y, a pesar de lo inocente que fingía ser, JaeMin sabía que estaba jugando con fuego.

Y ahora, se encontraba abrazando a su amigo, al chico con el que sí, había mantenido más de dos encuentros en la cama, pero que es ese momento, ya no le hacía querer arrodillarse para chuparle la polla.

Con el bosque como su destino, se adentraron en caminos cada vez más estrechos y oscuros, la luna comenzando a asomarse entre los árboles altos. La moto se detuvo en un claro escondido entre las sombras, rodeado de antiguos robles que parecían custodiar secretos ancestrales.

JaeMin bajó de la motocicleta, sus pies hundiéndose en el suelo cubierto de hojas secas. Se quitó el casco, dejando que el aire nocturno le refrescara la piel, mientras JiSung se quitaba el suyo y lo miraba con una sonrisa torcida, esa que siempre escondía algo más.

—Bienvenido al bosque —, murmuró Park JiSung, mientras el viento comenzaba a susurrar entre los árboles, anunciando el comienzo de la noche y de algo más oscuro e incierto que aguardaba en la profundidad del bosque.

El rugido de la motocicleta se fue apagando mientras Park y JaeMin se adentraban en el bosque, el aire cargado de anticipación. A medida que avanzaban, las luces tenues de linternas y velas improvisadas comenzaban a hacerse visibles entre los árboles, señalando el corazón de la fiesta. El eco de risas y música estruendosa flotaba en el aire, mezclado con el sonido del viento entre las hojas, creando una atmósfera surreal en aquel lugar tan solitario.

A unos pasos de distancia, un grupo los esperaba. Entre ellos, Zhing ChenLe —el chino que había conocido hace unos pocos años durante una fiesta desastrosa—, amigo cercano de JaeMin y Jisung, se acercó con una sonrisa traviesa y una pequeña bolsa color negro en la mano.

Con la característica sonrisa de maldad se acercó a los recién llegados llenándose de orgullo al sentir la pesada mirada del más alto. —Pensé que querrías algo especial para esta noche —dijo Chenle, sacando de la bolsa varios antifaces. Repartió primero los negros, sencillos y elegantes, a Jisung y a RenJun que descansaba detrás de él recargado en el tronco de un espeso árbol a su lado, ambos chicos los tomaron sin mucha ceremonia. Pero cuando le entregó el de JaeMin, todo se detuvo por un instante. Era una pieza hermosa, decorada con delicados detalles de pedrería y perlas que lo hacían ver como el antifaz de una princesa, acorde a su atuendo. Brillaba bajo la luz de las linternas, dándole a JaeMin un aire de realeza. Na perdió el aliento por un largo momento, admirando el objeto con maravilla destellando en sus grandes ojos, su boca entreabierta buscando que decir, sin conseguirlo debido a la emoción, sin duda amaba a ese chico, debería darle el paso libre esa noche para que la pase con Park.

—Sabía que te gustaría —agregó Chenle con una sonrisa cómplice, mientras JaeMin se lo colocaba con una gracia impecable.

—Puedes tenerlo esta noche, mi cielo. Soltó avergonzando al chino quien rápidamente comprendió aquellas palabras su mirada viajando hacia el de chaqueta de cuero.

El grupo, ahora enmascarado, se adentró en la fiesta. Las luces colgaban de ramas, parpadeando de manera intermitente, y el aroma a alcohol flotaba en el ambiente. El sonido de botellas destapándose y risas resonaba entre los árboles frondosos que parecían no tener fin en aquel bosque. Chicos de todas las edades estaban allí, muchos con tragos de licor en mano, bailando bajo las estrellas y dejando que la música invadiera sus cuerpos llenos de energía. Algunos se balanceaban al compás de los altavoces conectados a varias plantas de luz portátiles, mientras otros hablaban en pequeños grupos, intercambiando miradas y secretos.

JaeMin, con su falda ondeando a cada paso y el antifaz resaltando su figura, no pasó desapercibido. Algunos lo miraban con curiosidad, otros con admiración o sorpresa, pero él se movía con una mezcla de confianza y misterio, protegido detrás de la fina máscara de princesa cortesía de su amigo y ahora compañero de chico. RenJun, Jisung y Chenle lo seguían de cerca disfrutando del espectáculo que su amigo comenzaba a montar con tan solo caminar con sensualidad entre el pequeño grupo de chicos, el trio charlaba despistadamente, bebiendo con moderación, mientras observaban cómo la noche se desarrollaba a su alrededor.

—¿Quién organiza esto cada año? —preguntó JaeMin en un susurro, observando las escenas desenfrenadas de chicos bebiendo y algunos bailando en círculo, mientras otros intercambiaban besos furtivos y caricias precipitadas bajo la penumbra.

Chenle sonrió, lanzando una mirada hacia el centro de la fiesta, observando fijamente al pelinegro que momentos atrás se había apartado de su lado una vez vio a NingNing, la pelirroja con la que sabía deseaba compartir cama y tener entre sus sábanas. —Es un secreto que solo algunos conocen. Pero esta noche... todo está permitido.

—Debes aprovechar tus oportunidades, Lele —mencionó Na dirigiendo su vaso hasta sus rosados labios—. Si quieres que JiSung te joda tan duro como sueñas debes atraerlo.

—Es sencillo para ti decirlo, hyung —hizo una pausa bajando la mirada con desilusión—. Eres guapo, sexy, JiSung y cualquier chico quisiera tenerte, aunque sea una noche, yo... No, yo solo soy el estudiante gracioso que tiene un grupo de amigos lleno de guapos modelos.

—¡Por Dios, Zhong ChenLe! ¿Acaso no te has visto al espejo? Eres jodidamente sexy, con las proporciones perfectas, un trasero para morirse y un rostro que cualquiera quisiera ver antes de dormir y el primero al despertar. Y si el idiota de Park no lo nota es porque es un ciego de mierda, o tanto ejercicio le dañó el cerebro.

—¿Sugieres que busque a alguien más?

—Así es, hay más chicos calientes en este lugar, como Lucas, o SeungHan. Si Park no te ve, creeme que ya varios te notaron y te quieren desnudo debajo de ellos.

—Na JaeMin. Avirtió sintiendo sus mejillas carmín.

Mientras JaeMin aprovechaba para burlarse de su lindo amigo, se dio cuenta de que esta no era una fiesta cualquiera; algo más profundo y oscuro parecía latir bajo la superficie. Y en ese instante, con el antifaz adornando su rostro y la fiesta girando a su alrededor, sintió que la verdadera aventura apenas comenzaba.

La fiesta en el bosque había alcanzado su punto álgido. Las luces intermitentes proyectaban sombras juguetonas sobre los árboles, mientras el sonido de la música y las risas llenaba el aire de aquel lúgubre bosque. Entre la multitud, DongHyuck, ChenLe y RenJun se destacaban por completo, no solo por su energía, sino por los atrevidos disfraces que llevaban esa noche, no dejándose intimidar por el qué dirán, solo importándoles lucir bien ante sus propios ojos.

DongHyuck vestía una camiseta ajustada de malla que dejaba poco a la imaginación, acompañada de pantalones de cuero negro que brillaban bajo las luces. Su mirada era segura, casi desafiando a cualquiera que lo viera, mientras su brazo descansaba cómodamente alrededor del cuello de Mark, su novio. Los dos parecían completamente inmersos en su propio mundo, ajenos al caos a su alrededor, compartiendo miradas cómplices, risas discretas y caricias prohibidas por parte del menor que les hacían reír.

Huang RenJun, por otro lado, había optado por algo igual de provocador, pero con un toque de elegancia. Su camisa estaba desabotonada hasta la mitad, revelando su pecho decorado con trazos precisos y hermosos que había obtenido recientemente gracias a YuTa, su tatuador; llevaba pantalones cortos que hacían resaltar su esbelta figura. Mientras caminaba entre la multitud, muchos ojos lo seguían, pero él solo sonreía, disfrutando de la atención sin inmutarse.

Y luego estaba Zhong ChenLe, que solía ser más despreocupado en su manera de vestir, esta noche llevaba un atuendo que jugaba con lo ambiguo; su atuendo, aunque sexy, tenía un aire juguetón. Llevaba una camisa sin mangas con transparencias y pantalones ajustados que marcaban su silueta. Cada movimiento suyo era fluido, y su risa resonaba, iluminando el espacio a su alrededor. Pero mientras Chenle se movía con facilidad por la fiesta, bebiendo y conversando con algunos chicos, Jisung no podía apartar la vista de él, había tenido algunos momentos íntimos con ChenLe, pero nunca se imaginó ver aquella figura tan hermosa.

Jisung, que hasta ese momento había estado bebiendo en silencio, se quedó petrificado al verlo. Sentía una mezcla de asombro y confusión, como si ver a Chenle de esa manera hubiera destapado algo en él que no sabía que existía. Siempre había sido su amigo, alguien con quien compartía risas y momentos tranquilos, pero esa noche, algo había cambiado. No era solo el disfraz; era la confianza, el magnetismo que emanaba Chenle mientras caminaba entre la gente. Era como si nunca antes hubiera visto a Chenle realmente, y ahora, esa nueva imagen lo descolocaba.

Con una copa en la mano, Jisung observaba cómo Chenle hablaba con algunos chicos, riendo despreocupadamente. Por momentos, deseaba acercarse, decir algo, pero las palabras se le quedaban atrapadas en la garganta. Cada vez que Chenle sonreía, esa sensación de incertidumbre crecía más. Jisung no estaba seguro de si lo que sentía era confusión, atracción, o tal vez un miedo de perder algo que ni siquiera sabía que tenía.

Donghyuck, que siempre parecía estar al tanto de todo, le lanzó una mirada rápida a Jisung mientras bebía de su vaso. Había notado el dilema interno de su amigo, pero no dijo nada. En su lugar, simplemente le dedicó una sonrisa traviesa, como si supiera más de lo que dejaba ver.

Jisung, sin embargo, seguía atrapado en sus pensamientos. Y mientras la fiesta continuaba a su alrededor, su mente no podía alejarse de Chenle y del inesperado efecto que ese disfraz —y todo lo que representaba— estaba teniendo sobre él.

[...]

La música seguía sonando en la fiesta, pero el ambiente había comenzado a cambiar. Mientras los adolescentes bebían y reían despreocupadamente, JaeMin no podía evitar sentir que algo en el aire se volvía más denso, casi asfixiante. Había algo extraño en el bosque esa noche, una sensación que no podía definir, pero que se le pegaba a la piel como una sombra persistente.

Su corazón había comenzado a latir con mayor fuerza contra su caja torácica, comenzaba a sentir como el aire le faltaba y su incomodidad solo crecía cuando su mirada llena de miedo se dirigía hacia el fondo de la fiesta, al camino que llevaba a lo más espeso del bosque. Su paranoia se incrementaba, mirando con seriedad a su alrededor sin despegar el vaso de alcohol de sus labios, los nervios comenzaban a florecer dentro de él, y aún conocía la razón.

Chenle, con su típico entusiasmo, se acercó a JaeMin y los demás con una botella de whisky en la mano. —¿Sabían de la leyenda de este bosque? —preguntó, su tono despreocupado ocultando una pizca de picardía. El rubio notó cómo las risas en el grupo se apagaban levemente mientras Chenle continuaba. —Dicen que el Cazador Nocturno aparece cada Halloween para llevarse las almas de los desprevenidos. Nadie lo ve venir, solo lo sienten cuando es demasiado tarde.

JaeMin frunció el ceño, sintiendo cómo una corriente fría recorría su columna. El término "Cazador de almas" resonaba en su mente como un eco oscuro. —¿Qué clase de tontería es esa? —preguntó, tratando de sonar indiferente, pero su voz sonaba más temblorosa de lo que pretendía.

Jisung, que estaba más callado de lo usual, se acercó un poco más al grupo, su mirada seria, no había rastro que mostrara burla. —No es una broma —dijo en un tono bajo, como si cada palabra pesara—. El Cazador Nocturno solo aparece en noches como esta... cuando los espíritus están más cerca del mundo de los vivos. Dicen que tiene ojos que brillan en la oscuridad y que, cuando se acerca, todo se vuelve más frío. No le importa quién seas... si te cruzas en su camino, simplemente desapareces.

Los espesos árboles a su alrededor parecían inclinarse hacia ellos, como si quisieran escuchar mejor la conversación. La luna, que antes iluminaba todo con suavidad, ahora parecía más tenue, las sombras se alargaban en direcciones inquietantes. Na se estremeció, tratando de convencerse de que solo era una historia para asustarlos, pero el escalofrío que sentía era demasiado real y quizás su subconsciente le estaba jugando una mala pasada, pero no podía evitar con paranoia a su alrededor.

Renjun, normalmente el más escéptico del grupo, habló entonces. —No es solo eso. También dicen que el Cazador toma la forma de alguien guapo, hermoso a simple vista y sexy a no más poder, todo para que te acerques a él y caigas en su enredo.

JaeMin intentó reírse, pero la sensación de incomodidad no se iba. Su corazón latía con fuerza y sus manos se apretaban nerviosamente en su falda. Todo parecía normal, pero algo en el ambiente había cambiado. Los sonidos de la fiesta se sentían distantes, como si estuvieran en otro mundo, la música había bajado en el momento en que másde diez chicos se había colocado cerca de RenJun.

Donghyuck, con una sonrisa astuta en el rostro, se subió a una roca en medio de la multitud, claramente disfrutando de ser el centro de atención, lo amaba, y aún más si su hermoso novio le veía molesto con los celos creciendo en su pecho. Su disfraz sensual y atrevido parecía resplandecer bajo las luces parpadeantes, pero había algo en su expresión que indicaba que la historia que estaba a punto de contar no sería una simple broma de fiesta.

La música en la fiesta se apagó, y las risas nerviosas se dispersaron entre el grupo de amigos mientras todos, uno a uno, se giraban hacia Donghyuck. Él alzó una mano, indicándoles que se acercaran más, como si fuera a compartir un secreto oscuro que solo se contaba en noches como aquella.

—Así que, ¿quieren escuchar la leyenda del Cazador Nocturno? —comenzó, su voz ronca y teatral. Los demás asintieron, algunos con sonrisas incrédulas, otros con el brillo del miedo en los ojos. JaeMin, aún inquieto por su extraño encuentro con JeNo, escuchaba con atención.

El viento azotaba las copas de los árboles, haciendo que sus ramas crujieran como huesos rotos, mientras las llamas de la fogata parpadeaban, a punto de extinguirse. Los jóvenes se habían reunido en el claro del bosque, la fiesta que horas antes estaba llena de risas y música, ahora se encontraba envuelta en una atmósfera pesada y sofocante. El aire olía a alcohol derramado y hojas húmedas, y la luz de la luna apenas lograba atravesar el espeso dosel de árboles.

Su expresión, una mezcla de aburrimiento y ligera molestia, indicaba que lo que estaba a punto de contar no le traía mucha satisfacción, pero aún así disfrutaba de la atención, de la expectación que sus palabras provocaban. Había algo en el silencio tenso de sus amigos que lo alimentaba, lo mantenía en el control de la situación.

—Supongo que todos saben lo que viene ahora —dijo con voz áspera, casi con fastidio—. Sí, otra de esas malditas historias de terror, porque no puede haber Halloween sin que alguien empiece con una leyenda, ¿cierto?

El silencio en respuesta fue casi tangible. A su alrededor, los rostros de sus amigos, semiescondidos detrás de los antifaces, lo miraban con curiosidad y nerviosismo. Mark, su novio, lo observaba con una ceja arqueada, casi como si cuestionara si realmente era necesario, pero no dijo nada. Renjun estaba apoyado en un tronco, con los brazos cruzados y una expresión impaciente, mientras que Jisung, más alejado, parecía incapaz de ocultar la tensión que corría por su cuerpo, sus manos jugueteando con el borde de su antifaz negro.

—A veces pienso que ustedes realmente disfrutan asustarse —murmuró Donghyuck, haciendo una pausa, saboreando la inquietud en el ambiente antes de lanzarse a la narración—. Bien, si quieren una historia... les contaré la leyenda del Cazador de Almas.

El simple nombre hizo que el grupo contuviera el aliento. Jaemin, que había permanecido callado todo el tiempo, inclinó la cabeza ligeramente, su postura retraída pero alerta. Algo en su expresión delataba que conocía la historia, o al menos, había oído fragmentos de ella.

Donghyuck dejó escapar una risa baja y áspera.

—¿Lo han escuchado antes? —preguntó con un tono mordaz—. No me sorprende. En este bosque, su bosque, la leyenda no es solo una historia para asustar niños. Hay quienes juran haber visto algo... o haber sentido algo. Algo que no debería estar ahí.

Una ráfaga de viento frío atravesó el claro, agitando las ramas desnudas por encima de ellos. Las hojas secas danzaron a su alrededor, y el crepitar de la fogata se volvió más tenue, casi como si se apagara por momentos.

—Hace siglos, este lugar no era como lo ves ahora —continuó Donghyuck, su tono volviéndose más sombrío—. No había adolescentes borrachos, ni fiestas. Solo oscuridad y silencio. Y en medio de esa oscuridad... vivía un hombre. O algo que parecía ser un hombre.

Los ojos de Jaemin brillaron brevemente, como si algo en sus palabras le recordara algo, pero permaneció en silencio.

—Lo llamaban, el Cazador de Almas —dijo con un susurro apenas audible—. Un hombre maldito, condenado a cazar almas para su propia supervivencia. Pero no cazaba a cualquiera. Solo tomaba a los más débiles, a los que se sentían perdidos, asustados, solos... o desesperados.

Donghyuck escudriñó las caras de sus amigos, deleitándose en la manera en que sus palabras parecían hacer eco en sus mentes. Jisung, sentado con las rodillas abrazadas contra su pecho, parecía contener la respiración. Incluso Renjun, que al principio parecía inmune, había dejado de mostrar esa indiferencia forzada. La tensión en el aire era palpable.

—Dicen que su maldición no era voluntaria —añadió, su voz apenas un hilo, como si temiera que algo en el bosque pudiera escucharlo—. Que el cazador fue traicionado. Alguien lo maldijo, lo convirtió en lo que es. Un depredador obligado a alimentarse de los miedos y las almas de los demás. Así que, cada vez que alguien se adentra en este bosque, especialmente en noches como esta, él siente su presencia. Siente su miedo. Y... los caza.

El crujir de las ramas bajo el peso del viento parecía amplificar las palabras de Donghyuck, haciéndolas aún más aterradoras. Los chicos se miraban entre sí, buscando algún tipo de consuelo silencioso, pero sin encontrarlo. Ninguno quería romper el hechizo que Donghyuck había lanzado sobre ellos.

—Hay una advertencia —prosiguió, con los ojos entrecerrados, disfrutando del efecto—. Si alguna vez sientes que el bosque te observa, que el silencio es demasiado pesado, es probable que él ya esté detrás de ti. Y lo peor que puedes hacer... es correr. Porque correr solo lo incita más. Él vive para la caza, para el momento en que su presa finalmente cae rendida, exhausta... y entonces, en ese instante, cuando estás al borde de perderlo todo... él toma lo que le pertenece. Tu alma.

Jaemin, que hasta ahora había mantenido una calma tensa, desvió la mirada por primera vez. Parecía haber algo en las palabras de Donghyuck que lo perturbaba profundamente, como si el relato no fuera solo una historia para él. Pero no dijo nada, ni siquiera cuando Donghyuck volvió a tomar un trago de su bebida y dejó que el silencio volviera a imponerse.

—Y así —finalizó Donghyuck con un aire de indiferencia teatral—. Si alguna vez sientes que te observan en este bosque... bueno, mejor prepárate. Porque puede que el Cazador de Almas ya esté detrás de ti, esperando el momento perfecto para cazar.

El viento sopló con más fuerza, apagando de golpe las llamas de la fogata, dejando al grupo en una penumbra inquietante.

Una risa inquietante escapó de los labios de Donghyuck, pero en lugar de romper la tensión, la profundizó. El silencio cayó sobre el grupo. Incluso los más escépticos, como Renjun, estaban nerviosos ahora. El bosque parecía más oscuro, las sombras más profundas.

Un crujido fuerte rompió el silencio, como si alguien hubiera pisado una rama en el borde del claro. Todos se giraron rápidamente, sus corazones latiendo con fuerza en el pecho, pero no había nadie allí, solo la oscuridad y las sombras danzantes del bosque.

—Perfecto —murmuró Donghyuck, claramente satisfecho con el efecto que su historia había tenido. —¿Quién está listo para bailar ahora?

JaeMin, sin embargo, no podía apartar la vista del bosque. El relato de Donghyuck había calado más hondo de lo que quería admitir, y la sensación de que algo o alguien estaba observándolo desde las sombras se hizo más fuerte. Entonces, lo sintió de nuevo: el frío en el aire, el viento aullando entre los árboles, y esa presencia que parecía acercarse más.

En ese momento, un crujido suave se escuchó entre los árboles, y todos se giraron hacia el sonido. De las sombras emergió una figura. El chico que apareció parecía tan fuera de lugar como si las mismas tinieblas lo hubieran creado. JeNo. Con su rostro serio y su presencia imponente, encajaba perfectamente en la descripción que acababan de hacer.

Su chaqueta de cuero negro brillaba bajo la luz tenue, y sus ojos, que siempre tenían un brillo indescifrable, parecían más oscuros esa noche. Los pocos que lo notaron en la fiesta lo miraron con una mezcla de admiración y desconfianza. Pero para JaeMin, el impacto fue inmediato. Todo lo que habían dicho sobre el Cazador Nocturno parecía alinearse demasiado bien con la aparición de Lee JeNo. El frío en el aire se intensificó, y aunque sabía que era absurdo, no pudo evitar pensar que JeNo era ese cazador de almas del que sus amigos acababan de hablar.

Y si era sincero, JeNo encajaba a la perfección con la estúpida descripción de sus amigos. Las situaciones que se habían acumulado a lo largo del tiempo, entre encuentros y coincidencias inquietantes. Desde su primer encuentro, Jaemin había sentido una conexión oscura e inexplicable con JeNo, algo que lo perturbaba pero, al mismo tiempo, lo atraía de manera irresistible. No se trataba solo de la sensación de estar frente a alguien peligroso, sino de la percepción de que JeNo no era como los demás. Había una frialdad en su mirada, una sombra persistente que lo seguía a todas partes, como si su presencia fuera más allá de lo humano, algo antiguo y letal.

JeNo caminó hacia el grupo con pasos lentos, sin decir una palabra, pero sus ojos se posaron directamente en JaeMin. El silencio entre ellos se volvió insoportable, como si algo invisible apretara el pecho de Na, robándole el aire. Su respiración se hizo pesada, y por un segundo, el bosque pareció volverse más oscuro a su alrededor.

—¿Todo bien? —preguntó JeNo, su voz baja, casi un susurro.

JaeMin intentó responder, pero las palabras no salieron.

La mirada de JeNo era fría y oscura, como si ocultara secretos que nadie más podía ver. A cada paso que daba hacia JaeMin, el aire se volvía más denso, y el miedo que JaeMin había sentido en su estómago se transformaba en algo más profundo, más visceral. El pavor que le había recorrido el cuerpo segundos antes comenzó a mutar, casi imperceptiblemente, en otra cosa. Su piel aún se erizaba, pero ya no solo por el miedo, sino por la proximidad de JeNo, por la forma en que sus ojos parecían perforar su alma.

JaeMin tragó saliva, intentando calmar su respiración, pero su corazón martillaba en su pecho. Mientras JeNo se acercaba, el calor subió por su cuello, haciéndolo sentir expuesto. El cazador, la leyenda, las advertencias, todo desapareció, y lo único que quedó fue Lee, tan cerca que el aire entre ellos parecía chispear con electricidad.

JeNo inclinó la cabeza ligeramente, observando cada pequeño gesto de JaeMin con una intensidad desconcertante. Su cercanía era casi abrumadora, y el miedo inicial que JaeMin había sentido empezó a perder fuerza, reemplazado por una atracción que no entendía pero que tampoco podía negar. Los latidos rápidos en su pecho ya no eran solo de temor, sino de algo más oscuro y prohibido.

Cuando JeNo levantó una mano lentamente y la colocó en el mentón de JaeMin, el contacto envió una descarga de electricidad a través de su cuerpo. JaeMin no pudo evitar el estremecimiento que le recorrió la columna. Lo miró directamente a los ojos, incapaz de apartar la vista. La sensación de peligro seguía ahí, pero ahora se mezclaba con el deseo, un deseo profundo e irracional que lo consumía lentamente desde dentro.

—Te ves... diferente esta noche —murmuró JeNo, su voz baja y casi seductora. JaeMin sintió cómo el calor se acumulaba en sus mejillas, su cuerpo respondiendo de formas que no comprendía del todo. El frío que había sentido al principio se había transformado en una fiebre interna que lo hacía desear más cercanía, más contacto, aunque su mente le gritaba que se alejara.

El roce de los dedos del pelinegro en su piel era suave, pero su toque estaba lleno de promesas que JaeMin no podía ignorar. Era como si el cazador del que hablaban no fuera solo un mito, sino una realidad tangible frente a él, y JaeMin, en lugar de huir, se sentía atraído hacia él como una polilla hacia la luz.

El miedo todavía vibraba en el fondo, pero ahora se mezclaba con algo que lo desafiaba. La adrenalina y el deseo se fundieron en un solo latido que resonaba en todo su cuerpo. JaeMin estaba atrapado, no solo por el temor de lo que JeNo pudiera hacer, sino por el deseo ardiente de descubrirlo por sí mismo.

JeNo sonrió, una curva apenas perceptible en sus labios, como si supiera exactamente lo que JaeMin estaba sintiendo. —No tienes que temerme, JaeMin —dijo en un susurro, inclinándose lo suficiente para que sus alientos se mezclaran—, a menos que quieras.

El espacio entre ellos desapareció, y JaeMin se dio cuenta de que su propio cuerpo se había movido sin que él lo notara, acercándose más a JeNo, impulsado por algo más fuerte que la razón.

El momento entre JaeMin y JeNo se tensaba como un hilo a punto de romperse. La cercanía de JeNo lo envolvía por completo, un aura magnética que lo hacía imposible de ignorar. El peligro latente que había sentido antes seguía ahí, pero ahora lo excitaba de una manera que no podía controlar. La piel de JaeMin ardía bajo el tacto de JeNo, y cada parte de su cuerpo pedía más, a pesar de que su mente le advertía que algo no estaba bien.

JeNo se inclinó aún más cerca, su rostro a solo unos centímetros del de JaeMin. El calor de sus cuerpos se mezclaba en el aire frío del bosque, y la distancia entre ellos parecía evaporarse. JaeMin podía sentir el pulso en su garganta, la presión en su pecho, mientras la figura oscura de JeNo se cernía sobre él.

"¿Por qué me miras así?" susurró JaeMin, su voz apenas audible, rota por la confusión y el deseo. Sentía que sus palabras no eran del todo propias, como si otra fuerza dentro de él lo empujara a seguir ese extraño camino.

JeNo sonrió de nuevo, un gesto que parecía ocultar algo mucho más profundo. "Porque veo lo que realmente quieres," respondió, su voz acariciando el oído de JaeMin con una suavidad inquietante. "Y lo que temes."

En ese instante, algo sucedió. Un susurro recorrió el bosque, un murmullo que parecía emanar de los árboles, del viento que soplaba entre las ramas. JaeMin giró la cabeza por un momento, alertado por el sonido, y sintió una leve vibración en el suelo, como si el bosque mismo estuviera vivo, observando, esperando.

"¿Lo oyes?" preguntó JeNo, su mano aún descansando en la mandíbula de JaeMin. Su tono era más serio, casi sombrío, como si supiera más de lo que estaba dispuesto a decir.

JaeMin asintió lentamente, su respiración acelerándose de nuevo. Algo se movía entre las sombras, figuras indistintas que se deslizaban por los bordes del claro donde la fiesta continuaba, ajena al cambio que se había producido en el aire.

El viento comenzó a soplar con más fuerza, agitando las ramas de los árboles, y de pronto, las luces de la fiesta parpadearon, amenazando con apagarse. Las risas y la música que habían llenado el ambiente momentos antes parecían lejanas, casi irreales. Los sonidos se distorsionaban, como si provinieran de otro mundo.

JaeMin, sintiendo que algo más estaba ocurriendo a su alrededor, intentó apartarse de JeNo, pero la mano del chico lo sostuvo con más fuerza, manteniéndolo en su lugar. "No huyas ahora," murmuró JeNo, su voz una mezcla de advertencia y tentación. "Todo apenas está comenzando."

En ese momento, una figura más grande y oscura emergió de las sombras. No era alguien de la fiesta, o al menos, no parecía humano. Los contornos eran indistintos, pero los ojos... los ojos brillaban con una luz extraña, como si estuvieran hechos de fuego o de hielo. Eran los ojos de un cazador.

JaeMin sintió cómo el miedo regresaba de golpe, aplastando cualquier rastro de deseo. El pánico lo envolvió, pero sus piernas no respondían. JeNo lo mantenía en su lugar, mirándolo fijamente, y aunque no lo soltaba, sus palabras resonaban con una calma perturbadora.

"Te dije que esta noche es especial," susurró JeNo, su tono cambiando, más oscuro, casi depredador. "El Cazador Nocturno siempre encuentra lo que busca."

JaeMin abrió la boca para gritar, pero el sonido no salió. El viento aullaba a su alrededor, y las sombras parecían moverse más rápido, cerrándose sobre ellos. Mientras los ojos del cazador brillaban cada vez más cerca, JeNo lo observaba con una expresión enigmática, como si supiera que el peligro que se cernía sobre ellos era inevitable.

—JeNo... No.

—Te lo advertí Na JaeMin, te dije que no debía venir aquí, pero te importó una mierda —hizo una pausa acariciando el cabello del menor—, ahora atente a las consecuencias.
Es hora de correr, pequeña princesa.

JaeMin se encontraba en un estado constante de vulnerabilidad. A menudo, su apariencia delgada y su postura encorvada parecían ser un reflejo de su fragilidad interior. Era pasivo y miedoso, evitando conflictos y manteniéndose al margen de las interacciones más intensas. Su corazón palpitaba con nerviosismo ante la idea de ser el centro de atención, y las miradas de los demás lo hacían sentir expuesto, como si pudiera ser despojado de su esencia en un instante.

Sin embargo, desde su primer encuentro con JeNo, algo había comenzado a cambiar en él. Aunque aún se veía a sí mismo como una presa fácil, había comenzado a experimentar destellos de coraje que antes no había conocido. El magnetismo de JeNo había despertado en JaeMin una parte de sí mismo que ansiaba salir a la superficie, una parte que quería ser más que solo un objeto de deseo.

A pesar de estos cambios, la fragilidad de JaeMin nunca desapareció del todo. Aún se sentía atrapado en su inseguridad, y esa sensación de ser débil lo acompañaba a cada paso. Sabía que era vulnerable a la manipulación y a los deseos de aquellos que lo rodeaban. El mundo a su alrededor podía ser aterrador y desconcertante, y esa incertidumbre lo mantenía en un estado constante de alerta.

Aunque había comenzado a reconocer su propio poder, todavía era consciente de que estaba en la mira de aquellos que podían aprovecharse de su vulnerabilidad. JeNo, con su aura enigmática y su mirada penetrante, era un recordatorio constante de que, aunque había evolucionado un poco, seguía siendo una presa en un mundo donde los depredadores estaban siempre al acecho, listos para cazar.

La situación de JaeMin era un delicado equilibrio entre la vulnerabilidad y la transformación. A simple vista, su apariencia era la de alguien frágil y débil, un ser que a menudo se sentía abrumado por las circunstancias que lo rodeaban. Su naturaleza pasiva lo llevaba a ser miedoso, una presa fácil en un mundo que a veces parecía estar en su contra. En el fondo, siempre había un aire de inseguridad que lo envolvía, como si las miradas de los demás pudieran despojarlo de su esencia.

Sin embargo, desde su primer encuentro con JeNo, algo había cambiado. Había despertado en JaeMin una chispa de coraje, un deseo de liberarse de las cadenas invisibles que lo mantenían atrapado en su rol de víctima. Aunque había intentado mostrar una fachada de confianza y desafío, no podía ocultar su fragilidad subyacente. La dualidad de su ser lo hacía aún más intrigante, y JeNo lo sabía. Era un juego peligroso: una danza entre el cazador y la presa.

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