𝐋𝐞𝐲𝐞𝐧𝐝𝐚.
Hace siglos, antes de que el pueblo de Jeolla existiera, las tierras donde hoy se alza fueron gobernadas por tribus ancestrales que veneraban a los espíritus del bosque y creían en el poder de las sombras. Cuando el mundo aún era joven y las fronteras entre los vivos y los muertos no estaban completamente definidas, existía un ritual oscuro, conocido por pocos y temido por muchos. Se decía que, durante la noche de Samhaín (el antiguo origen de Halloween), el velo entre el mundo de los vivos y los muertos se volvía tan delgado que las almas de los difuntos podían regresar para caminar entre los vivos. El Ritual de las Almas era una ceremonia prohibida, practicada en las profundidades de los bosques más antiguos y oscuros. Según la leyenda, aquellos que lograban completar el ritual podían ganar poder sobre la vida y la muerte, un poder tan inmenso que podía prolongar la existencia indefinidamente. Sin embargo, este regalo no venía sin su precio. Y, no todo era perfecto, pues esa noche También era peligrosa, pues si los espíritus errantes no encontraban el camino de vuelta al más allá, quedarían atrapados en el mundo mortal.
La leyenda cuenta que el ritual fue creado por una entidad conocida como la Dama de la Oscuridad, una deidad que gobernaba sobre las sombras y los espíritus atrapados entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Nadie sabía de dónde venía ni cuál era su verdadero propósito, pero todos temían su presencia. Su rostro nunca era visible, oculto detrás de velos oscuros, pero sus ojos podían ver dentro de las almas más profundas de los hombres. Aquellos que buscaban poder, inmortalidad o redención a cualquier precio eran atraídos hacia ella como mariposas hacia una llama.
Para protegerse de esa amenaza, las tribus realizaban el Ritual de las Sombras, una ceremonia oscura y prohibida que implicaba ofrecer un sacrificio a la Dama de las Sombras —como también era conocida—; en el corazón del bosque, bajo la luz de la luna llena, un alma humana sería entregada voluntariamente a las sombras para aplacar al dios y evitar que los espíritus de los muertos se llevaran a los vivos.
Se dice que el ritual solo podía llevarse a cabo en una noche en la que el velo entre los mundos estaba más delgado, permitiendo que las almas de los muertos vagaran libremente. Esta noche, que coincidía con lo que hoy conocemos como Halloween, no era solo una festividad, sino un momento en el que las fuerzas oscuras podían manifestarse en nuestro plano.
El ritual comenzaba con la invocación de la Dama de la Oscuridad. Solo aquellos que verdaderamente deseaban cambiar el curso de sus vidas podían invocarla, y para hacerlo, debían adentrarse en el bosque más profundo, un lugar donde las sombras reinaban y la luz del día nunca penetraba. Los rumores cuentan que, en el antiguo bosque de Jirisan, en el corazón de Corea del Sur, había un claro oculto que era el sitio exacto donde los espíritus cruzaban entre los mundos. Solo aquellos con una oscuridad en su corazón podían encontrar este lugar.
Una vez allí, el individuo debía estar preparado para ofrecer un sacrificio. El precio del poder nunca era sencillo, y la Dama exigía una vida a cambio. Los antiguos textos decían que el sacrificio debía ser alguien querido, alguien cercano al corazón de quien realizaba el ritual. El vínculo emocional profundo era crucial, pues la Dama se alimentaba de los sentimientos más oscuros: el dolor, la desesperación y el arrepentimiento. Sin este sacrificio, el ritual no podía completarse, y el que lo intentaba quedaría atrapado para siempre en el limbo, ni vivo ni muerto, condenado a vagar sin descanso.
Cuando el sacrificio era realizado, la Dama de la Oscuridad aparecía, emergiendo de las sombras como una figura etérea. Su voz, suave y seductora, llenaba el claro con promesas de poder y eterna vida. Tomaba el alma del sacrificio y la absorbía en un Espejo de Almas, un objeto antiguo que se decía que contenía las almas de todos aquellos que habían realizado el ritual a lo largo de los siglos. Con cada sacrificio, la Dama se hacía más fuerte, y el individuo que había completado el ritual obtenía la inmortalidad, pero a un precio terrible.
El que realizaba el ritual quedaba marcado, su alma corrompida por el poder que había adquirido. Se convertía en un Cazador de Almas, obligado a recolectar almas para mantener su propia existencia. Cada Halloween, debía regresar al claro, con una nueva víctima. Si no lo hacía, el Espejo de Almas, que ahora contenía una parte de su propia alma, lo consumiría, arrastrándolo a las profundidades del mundo de las sombras, donde sufriría una eternidad de tormento. Así, el inmortal vivía siempre al borde de la desesperación, cazando para preservar su vida, pero sabiendo que cada muerte lo acercaba más a perder lo que quedaba de su humanidad.
A lo largo de los años, muchos han intentado romper este ciclo, pero nadie lo ha logrado. Algunos buscaban redención, otros simplemente querían librarse de la maldición, pero una vez que el pacto con la Dama estaba hecho, no había forma de escapar. Los textos antiguos mencionan a figuras que intentaron enfrentarla, que trataron de destruir el Espejo de Almas o de encontrar alguna manera de revertir el ritual, pero todos ellos fracasaron.
El bosque de Jirisan, donde se decía que se llevaba a cabo el ritual, se convirtió en un lugar de leyendas y superstición. La gente del pueblo evitaba acercarse a él, especialmente en la noche de Halloween, cuando los susurros de los muertos llenaban el aire y las sombras parecían tomar formas imposibles. Algunos aseguraban haber visto a figuras espectrales vagar entre los árboles, buscando redención o vengarse de aquellos que los habían sacrificado.
Hoy en día, la leyenda del Ritual de las Almas sigue viva, transmitida de generación en generación. Aunque muchos lo consideran un mito, un cuento para asustar a los niños, otros creen que los cazadores de almas aún caminan entre nosotros, ocultos en las sombras, esperando el momento en que deben regresar al claro y ofrecer una nueva vida a la Dama de la Oscuridad.
Sin embargo, con el paso del tiempo, el ritual fue adoptado y distorsionado por los habitantes de Jeolla. En vez de ser un acto de devoción hacia las fuerzas del más allá, el ritual se convirtió en una ceremonia de poder, usada por aquellos que buscaban pactos oscuros y beneficios personales. Se decía que quien realizara el ritual en la Noche del Cazador y ofreciera un alma en sacrificio, podría obtener aquello que más deseara: inmortalidad, riqueza, venganza, o incluso el amor de alguien inalcanzable.
No obstante, aquellos que participaban en el ritual pagaban un precio mucho mayor del que esperaban. Las almas ofrecidas a las sombras no desaparecían sin más; en lugar de ello, quedaban atrapadas en el limbo, condenadas a vagar eternamente, alimentando el poder de la Dama de las Sombras. A su vez, el sacrificante quedaba marcado por la oscuridad, y se decía que, con el tiempo, quienes ofrecían almas al ritual se transformaban en Cazadores, condenados a vagar entre los mundos, buscando más víctimas para mantener sus pactos.
La versión más conocida de la leyenda dice que, para realizar el ritual correctamente, se deben seguir estos pasos:
La Luna Oscura: El ritual debe llevarse a cabo la noche de Halloween, bajo una luna nueva o sin luna visible, cuando la oscuridad es completa. El Círculo de Sombras: En un claro del bosque, se debe dibujar un círculo con ceniza negra y rodearlo con velas negras y rojas, representando la vida y la muerte. El Espejo de Almas: Un espejo antiguo, cubierto con tela oscura, debe ser colocado en el centro del círculo. Se cree que el espejo es el portal a través del cual el Señor de las Sombras observa y toma el alma ofrecida. El Sacrificio: La persona destinada a ser sacrificada debe estar presente y consciente, aunque inmovilizada. Su alma será absorbida por el espejo al recitar las palabras del conjuro: "Tu alma entrego, tu carne es sombra, y en las sombras habitarás." El Pacto: Al completarse el sacrificio, el Señor de las Sombras concede el deseo del sacrificante, pero este queda marcado, atado a repetir el ritual cada año o sufrir las consecuencias de romper el pacto.
Con los siglos, el verdadero conocimiento del ritual se ha perdido o enterrado en los mitos. Sin embargo, los pocos que aún conocen su oscuro poder advierten que, una vez iniciado el ritual, no hay vuelta atrás. Y en cada Halloween, los más supersticiosos de Jeolla dejan pequeñas ofrendas en el bosque, esperando que las sombras no los reclamen como su próximo sacrificio.
Se dice que la Dama aún aguarda, paciente,observando desde su reino de sombras, esperando a que alguien más la invoque,alguien que esté dispuesto a sacrificar todo por el poder, cegado por la avaricia. Pero la leyenda advierte: una vez que su nombre es pronunciado y el ritual comienza, no hay vuelta atrás.
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