
Capitulo 9
UNA SEMANA DESPUÉS.
El aire estaba más pesado que de costumbre, como si el cielo mismo estuviera consciente de la tensión creciente en la granja. Lou observaba el paisaje desde el porche, la mente ocupada por la incertidumbre que rodeaba la presencia de Randall. La situación con el joven había mejorado. Su pierna estaba prácticamente curada, pero el ambiente seguía siendo tenso, en especial por la decisión que Rick y Shane parecían haber tomado.
A lo lejos, Lou escuchó el sonido de los motores de los autos. Era el regreso de Rick y Shane, pero algo no se sentía bien. En lugar de regresar con noticias, regresaban con algo mucho más inquietante: Randall.
Cuando los vehículos llegaron al campamento, Lou se acercó rápidamente, junto con el resto del grupo, con una sensación de desconfianza pesando sobre el aire.
Rick y Shane se bajaron de los autos, con el joven Randall caminando detrás de ellos, visiblemente confuso pero sin mostrar signos de resistencia. Lou lo observó en silencio, analizando su comportamiento, buscando respuestas. Era extraño, lo sabía. ¿Por qué lo habían traído de vuelta después de haberse ido?
— ¿Qué pasó? — preguntó Lou, con la voz firme, pero conteniendo una ligera incomodidad. — ¿Por qué lo trajeron de vuelta?
Rick, quien parecía inquieto pero controlado, se detuvo frente al grupo. Miró a Lou y los demás, y luego volvió a dirigir la vista hacia Randall.
— Este chico... dice que nos conoce. Que conoce a Maggie y a ti, Lou. De la escuela.
La respuesta cayó como un peso sobre Lou, quien frunció el ceño al instante. No podía entenderlo. ¿Cómo es posible que este chico conozca a Maggie y a él?
— Maggie... ¿lo conoces? — Lou preguntó, buscando respuestas en su rostro, pero Maggie solo asintió lentamente, aunque su expresión estaba llena de incomodidad. Era evidente que la sorpresa de saber que Randall los conocía la dejaba sin palabras.
— Sí, lo recuerdo, — Maggie finalmente admitió, su voz vacilante. — De la escuela... pero no es como si... bueno, no lo conocía bien. No de esa manera.
Randall, al ver que todos los ojos estaban sobre él, levantó la cabeza, aún un poco temeroso.
— Yo... yo los conocí en la preparatoria. Vivía cerca. Recuerdo a Lou muy bien. Y a Maggie... ella... no sé. Solo recuerdo haberlos visto por allí.
Lou se quedó quieto, procesando las palabras del joven. La desconexión entre lo que decía Randall y lo que él recordaba no cuadraba. Algo no estaba bien, pero no sabía exactamente qué y entonces su mente hizo clic.
— ¿Por qué no dijiste esto antes? — preguntó Lou, sus palabras llenas de desconfianza.
— Estaba... asustado, — respondió Randall, mirando a todos a su alrededor. — No quería causar más problemas. Solo trataba de sobrevivir.
Un escalofrío recorrió la espalda de Lou al escuchar las palabras del chico. Todo parecía más confuso que nunca, y la tensión en el grupo no hacía más que crecer. Lo que más lo inquietaba era la pregunta que no quería responderse: ¿Cómo es que Randall conocía tan bien a Maggie y a él mismo, pero no podían recordarlo con claridad?
Rick, aparentemente también pensativo, se adelantó para cortar el silencio.
— No podemos quedarnos con dudas. Necesitamos tomar decisiones rápidas. A partir de ahora, Randall tiene que ser vigilado de cerca.
Lou asintió, sin saber si esa decisión lo hacía sentir más aliviado o más preocupado. Todo había dado un giro más oscuro, y con la presencia de Randall entre ellos, se sentía como si el frágil equilibrio que mantenían en la granja estuviera al borde del colapso.
Cuando Lou escuchó a Randall mencionar la escuela, algo en su interior hizo clic. Durante un momento, el caos y la confusión se desvanecieron, y una imagen difusa apareció en su mente. Una fiesta. El eco de risas adolescentes, la sensación de estar rodeado de amigos, el sabor amargo de alcohol barato. La memoria estaba borrosa, como si hubiera sido un sueño o una pesadilla.
Lou recordó la noche. Randall estaba allí, un rostro entre tantos otros, riendo, jugando, borracho como todos los demás. El juego de la botella, el momento incómodo y atrevido en el que se hizo un beso entre amigos. Un beso que, en ese entonces, no significó nada. Como tantas otras cosas durante esos años de juventud perdida.
¿Es posible que eso fuera todo? Lou se preguntó, un sudor frío recorriéndole la espalda. De alguna manera, el chico frente a él ahora estaba tan diferente al que recordaba de aquella noche. ¿Y Maggie? ¿Qué parte de todo esto le preocupaba más a ella? No quería pensar en ello, pero su mente lo arrastraba hacia allí.
El sentimiento de incomodidad creció cuando se dio cuenta de que no quería que nadie supiera lo que acababa de recordar. No era relevante. No importaba ahora. Pero a la vez, no podía ignorarlo. No podía quitarse de encima la sensación de que el pasado se estaba entrelazando de nuevo con el presente de una forma peligrosa.
En el exterior, el grupo seguía discutiendo qué hacer con Randall, pero Lou permaneció en silencio. No dijo nada sobre esa fiesta ni sobre ese beso de niños. No valía la pena mencionar algo tan trivial en medio de la incertidumbre y la lucha por la supervivencia. Sin embargo, algo en su mirada cambió cuando miró a Randall, como si el chico fuera un recordatorio de un tiempo que ya no existía.
La tensión era palpable. Lou se sentía cada vez más como un extraño en su propio entorno, sin poder encontrar paz en lo que alguna vez fue familiar.
Daryl observó a Randall desde el otro lado del granero, su mirada fría y calculadora. El chico parecía asustado, temblando bajo el peso de lo que acababa de revelar, pero Daryl no iba a darle tregua.
— ¿Quiénes son esos tipos? ¿Qué más sabes? — La voz de Daryl era baja, apenas un susurro peligroso que hacía que el aire en el granero se sintiera denso, como si incluso la madera de las paredes pudiera sentir la tensión. Randall vaciló, mirando de un lado a otro, sudando con nerviosismo.
— No... no sé mucho, solo... — Randall intentó evadir, pero Daryl lo agarró del cuello con una mano, apretando ligeramente, sin soltarle la mirada.
— No hay más tiempo para mentiras, chico. Habla. — Daryl apretó un poco más, haciéndole saber que sus opciones eran pocas. El joven tragó saliva, el miedo dibujándose claramente en su rostro.
— Está bien... está bien, — dijo Randall, con voz temblorosa. — Ellos... ellos no son buenos. Eran un grupo, unos tipos duros, pero no eran como ustedes, no... no eran como la granja.
Daryl lo soltó por un momento, dejando que el chico respirara. Lo empujó hacia una de las columnas del granero, presionando su cuerpo contra la madera.
— ¿Qué pasa con Lou? ¿Cómo lo conoces? — La pregunta de Daryl salió con la misma intensidad, la mirada fija en los ojos de Randall, exigiendo respuestas.
Randall tragó con dificultad, sin saber si lo que estaba a punto de decirle a Daryl cambiaría todo.
— En la escuela... una fiesta. Lou y yo... jugamos a la botella. Eso... eso fue todo. No fue nada.
Daryl se quedó en silencio un momento, observando las palabras de Randall como si fueran un rompecabezas que acababa de encajar. La realidad de la situación comenzó a formarse ante él: Lou, su amigo, tenía algo más en su pasado con este chico del que ni siquiera se había dado cuenta.
— ¿De qué más sabes, Randall? No me hagas repetirlo. — Daryl dijo, más calmado, pero con la misma dureza.
— Nada... nada más. Solo que mi grupo... bueno, eran unos tipos de otra ciudad, y yo los seguí... hasta que todo se fue al infierno. — Randall bajó la cabeza, sintiendo el peso de la verdad que acababa de soltar.
Daryl lo miró fijamente, pensando en cómo toda esta información encajaba con lo que ya había sospechado sobre la gente de Randall.
— Bien, ya basta. — Daryl lo empujó hacia un lado, dándole espacio para respirar mientras él se quedaba pensativo. Sabía que lo que había dicho no era lo último que iba a escuchar sobre ese grupo.
— ¿Qué vas a hacer ahora? — Randall se atrevió a preguntar, su voz quebrada.
— Vas a permanecer aquí, hasta que decida qué hacer contigo, — respondió Daryl con voz baja, y le dio una última mirada antes de salir del granero. La puerta se cerró con un golpe sordo, dejando a Randall allí, temblando en el silencio.
Daryl, por su parte, sabía que había más por descubrir, y que las piezas del rompecabezas estaban empezando a encajar de maneras que no le gustaban. Ahora más que nunca, sentía que todo estaba por volverse aún más complicado.
Daryl se acercó a Lou, la tensión palpable entre ellos mientras las sombras de la tarde comenzaban a extenderse sobre el granero.
— Randall mencionó que te conocía de la escuela... jugaste a la botella con él. ¿Por qué no me dijiste nada? — Daryl preguntó, su voz grave y directa, buscando respuestas.
Lou se tensó un poco, pero su rostro no mostraba más que despreocupación.
— No lo reconocí hasta que lo mencionó. Eso fue hace años, Daryl. Fue solo un juego de botella, una niñería, — dijo con un tono ligero, restándole importancia.
Pero Daryl no pareció convencido, sus ojos fijándose en Lou, esperando algo más.
— ¿Niñería, eh? ¿Te gustan los chicos o algo así? — Daryl soltó la pregunta sin pensarlo mucho, su tono casi burlón, pero con una ligera duda.
Lou lo miró, sorprendido por un segundo, y luego rompió la tensión con una risa nerviosa.
— ¿Qué? No, Daryl, no me gustan los chicos, —respondió con una carcajada que resonó un poco más fuerte de lo que esperaba. Pero al ver la mirada de incomodidad que cruzó el rostro de Daryl, Lou se dio cuenta de que algo no cuadraba.
La risa de Lou se apagó rápidamente, y sus ojos se suavizaron al darse cuenta de la incomodidad en Daryl.
— ¿Qué pasa, Daryl? — preguntó con más suavidad, una sonrisa amable apareciendo en su rostro. — ¿A ti te gustan los chicos?
Daryl se quedó quieto por un momento, una expresión indecisa cruzando su rostro. Parecía que no sabía qué decir, o quizás simplemente no quería hablar de eso. Sin embargo, su incomodidad fue evidente en su silencio. Finalmente, Daryl miró a Lou, sus ojos más oscuros de lo normal, y sin decir palabra alguna, simplemente se dio la vuelta y comenzó a alejarse.
— No es asunto tuyo, — dijo Daryl, su voz grave y firme, pero con un toque de incomodidad al final. Y sin esperar respuesta, continuó caminando hacia su tienda de campaña.
Lou se quedó allí, observando cómo Daryl se alejaba, sintiendo una extraña mezcla de comprensión y curiosidad. Sabía que había tocado un tema delicado, pero algo en la reacción de Daryl lo hizo pensar que tal vez las preguntas aún quedaban sin respuesta.
Lou y Daryl estaban de pie, mirando el horizonte, el silencio entre ellos palpable. La conversación previa había dejado una tensión incómoda entre los dos, y aunque Lou intentaba no pensar demasiado en ello, no podía evitar sentir que algo había cambiado en el aire. Daryl, con su usual actitud reservada, estaba en su propia burbuja, pero Lou podía percibir que su presencia inquietaba a Daryl más de lo que él mismo admitía.
De repente, un movimiento los interrumpió. Dale se acercó a ellos desde la distancia, haciendo una señal con la mano para que se acercaran. Ambos se giraron y caminaron hacia él, sabiendo que no podían evitar la conversación.
— ¿Qué piensan sobre Randall? — preguntó Dale, mirándolos con seriedad. — ¿Creen que podemos confiar en él?
Daryl fue el primero en responder, su voz firme como siempre, pero con un toque de desconfianza que reflejaba la creciente inquietud sobre Randall.
— No me gusta. Ya sea que lo dejemos o lo matemos, no me parece que pueda ser de fiar. — Daryl cruzó los brazos, mostrando una postura cerrada, como si ya hubiera decidido que Randall no tenía cabida en su mundo.
Lou, por su parte, mantuvo una expresión más neutral, pero también pensativa.
— Creo que todos tenemos algo que ocultar en este mundo, Daryl. Pero Randall es joven y podría ser más útil con nosotros que en nuestra contra. — Lou intentó ser más objetivo, sopesando las opciones mientras mantenía la calma. A pesar de sus dudas sobre Randall, prefería dar una oportunidad antes de decidir.
La respuesta de Lou fue clara y razonada, pero en el instante en que terminó de hablar, Daryl no pudo evitar soltar una frase, algo que parecía haber estado pensando durante toda la conversación.
— Claro, siempre el buen samaritano, Lou, — Daryl comentó en voz baja, con un tono ligeramente más áspero de lo habitual. — Siempre viendo el lado bueno de todos...
Lou levantó una ceja, sorprendido por el comentario y la manera en que sonó. Algo en las palabras de Daryl sonaba más a celos o quizás inseguridad.
— ¿Tienes un problema con eso? — Lou respondió con una leve sonrisa, el sarcasmo en su voz insinuando que algo más estaba en juego entre ellos, aunque no se atrevería a decirlo directamente.
Daryl, al darse cuenta de lo que había dicho, frunció el ceño, pero no dijo nada más. Su incomodidad era evidente, y aunque intentó esconderla tras una capa de indiferencia, la tensión en el aire entre ellos solo se hacía más densa.
Dale, que había estado observando el intercambio en silencio, finalmente decidió intervenir, intentando aligerar el ambiente.
— De acuerdo, chicos, parece que tenemos puntos de vista diferentes, pero necesitamos tomar una decisión pronto.
Lou asintió, mirando a Daryl, pero sabía que esa conversación aún no había terminado. Algo había cambiado, algo que no podía ignorar, y la tensión entre ellos parecía ser el primer indicio de que las cosas entre él y Daryl estaban tomando un giro más complicado.
La noche se había instalado sobre la granja, envolviendo todo en un manto de oscuridad. El sonido de los grillos y el susurro del viento entre los árboles creaba una atmósfera extraña, casi irreal, tan diferente a la angustia y la tensión que se respiraba dentro de la granja. Todo parecía en calma, hasta que un grito desgarrador cortó el aire, haciéndolos saltar de sus lugares.
— ¡Dale! — La voz de Andrea resonó entre las casas de campaña, llena de terror. En un instante, el grupo se puso en movimiento, corriendo hacia el origen del grito, con los corazones acelerados y los sentidos alertas. El terror ya se había instalado, y lo peor estaba por venir.
Al llegar al lugar, la escena fue aún más impactante. Dale estaba en el suelo, con una mordedura visible en su estómago, el caminante que lo había atacado aún aferrado a él. Andrea se encontraba a su lado, tratando de hacer todo lo posible para ayudar, pero el daño ya estaba hecho. El grupo se acercó rápidamente, con Rick tomando el control de la situación. Sin mediar palabra, se deshicieron del caminante, el cuerpo de este cayendo inerte al suelo.
El ambiente estaba pesado, todos sabían lo que tenían que hacer. El miedo y la tristeza se reflejaban en las caras de cada uno, pero ninguno dijo una palabra. El miedo de perder a alguien más era evidente.
Lou, aún sintiendo la incomodidad de la conversación con Daryl más temprano, se acercó en silencio mientras veía el sufrimiento en los ojos de Andrea. La escena era una de las más desgarradoras que habían vivido, pero a pesar de eso, sabían que lo peor estaba por llegar.
Daryl, con su mirada fría y calculadora, se agachó junto a Dale, que ya empezaba a perder la conciencia, el sudor en su frente y la palidez de su rostro confirmaban lo que todos temían. Dale estaba a punto de transformarse. Sin decir nada, Daryl levantó su pistola y apuntó a la cabeza de Dale. El sonido del disparo resonó en la noche, un sonido seco que retumbó en el pecho de todos los presentes.
El cuerpo de Dale se desplomó, y en un parpadeo, lo que había sido un ser humano ahora se convertía en un simple cadáver. Nadie podía decir nada. El aire estaba pesado con el dolor, la pena y la inevitabilidad de la situación.
Daryl, aunque aparentemente impasible, se quedó mirando el cuerpo de Dale por unos momentos, su expresión dura y su respiración pesada. Lou, al igual que el resto del grupo, entendía lo que acababa de pasar, pero no dejaba de sentirse afectado por la crudeza de todo.
La noche había cambiado. El grupo ya no estaba simplemente luchando por sobrevivir. Ahora, la realidad de su existencia se les había mostrado de manera aún más brutal. Sin un hogar seguro, sin más ilusiones, sólo quedaba el instinto de sobrevivir, día tras día.
Maggie, de pie detrás de Lou, miraba la escena en silencio, las emociones reflejadas en su rostro mientras observaba a Daryl. La relación entre ambos, aunque llena de tensión, ahora parecía mucho más confusa. Sin palabras, pero con la misma mirada rota, Lou comprendió lo que había estado ocurriendo, y por un momento, las diferencias entre él y Daryl parecían pequeñas en comparación con la gran tragedia que los rodeaba.
El grupo, aún en silencio, se alejó del lugar, sabiendo que la noche seguiría siendo larga, y que el día siguiente traerá consigo más pruebas. Pero lo que quedó claro es que su vida, cualquier relación que tuvieran, ya no sería la misma.
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