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Capitulo 68

El sonido de los disparos se apagó tan rápido como había comenzado, el polvo levantado por la pelea dejando una atmósfera densa y peligrosa. Lou observó los cuerpos caídos de los salvadores, la adrenalina todavía palpitando en su cuerpo. Daryl, a su lado, limpiaba su cuchillo con calma, como si nada de eso fuera nuevo para él.

Pero Lou no podía apartar la vista del hombre que había logrado escapar, corriendo hacia el bosque cercano. La preocupación se apoderó de él de inmediato. No era solo el hecho de que alguien pudiera haber escapado; era lo que ese alguien podría hacer con la información.

¿Y si le avisa a mi padre?, pensó, su estómago revuelto por la idea. Sabía que su padre, Negan, no era tonto. Y si se enteraba de que Lou y Daryl estaban en su camino hacia un futuro lejos del santuario, podría hacer cualquier cosa para detenerlos.

Daryl notó el cambio en la postura de Lou, la rigidez en sus hombros y su mirada fija en el punto donde el salvador había desaparecido. Se acercó lentamente, sin prisa, como si esperara que Lou lo mirara y se desahogara.

— No te preocupes por eso ahora — dijo Daryl, con voz tranquila pero firme, como si supiera exactamente lo que estaba pasando por la mente de Lou.

Lou finalmente lo miró, su expresión seria pero vulnerable.

— ¿Y si va con mi padre? — preguntó en voz baja, como si esa fuera la peor de las posibilidades. — Él haría todo lo que estuviera a su alcance para impedir que me vaya. Para impedir que nos vayamos.

Daryl suspiró, dando un paso hacia él y poniendo una mano en su hombro.

— Ya veremos qué pasa. Pero no te preocupes por algo que ni siquiera ha pasado todavía.

Lou se quedó en silencio por un momento, la ansiedad que lo invadía no era fácil de disipar. Finalmente, asintió, aunque no estaba completamente convencido.

— Lo sé, pero aún así siento que lo haría. Y si me lo pregunta, no sé si podré mentirle...

Daryl miró hacia el horizonte, pensativo por un instante.

— Lou, tú eres libre. Ya no tienes que preocuparte por esas cosas. No dejes que lo que él haga o diga afecte lo que estamos buscando.

Lou respiró hondo, sintiendo la calidez del apoyo de Daryl a su lado, pero aún con la carga de lo que había dejado atrás.

— Ojalá fuera tan fácil, Daryl.

Daryl apretó su hombro ligeramente, ofreciéndole un pequeño gesto de consuelo.

— Lo será. Solo no mires atrás.

Lou cerró los ojos por un segundo, intentando creer en sus palabras. Sabía que Daryl tenía razón, pero las dudas seguían rondando. Aún quedaban demasiados cabos sueltos, demasiadas incógnitas en su camino.

— Vamos. — Daryl le dio un pequeño empujón con su hombro —. Aún queda mucho por hacer antes de llegar a la playa.

Lou asintió, aunque el peso en su pecho no desaparecía por completo. Seguían adelante, pero las sombras del pasado siempre parecían acecharlos, dispuestas a alcanzarlos en cualquier momento.

La mañana siguiente en Oceanside fue tranquila, casi surrealista. El sol ya se alzaba sobre el horizonte, pero la niebla en la costa parecía mantener todo en un suave y silencioso abrazo. Lou y Daryl llegaron al muelle donde los residentes de Oceanside, un grupo de mujeres que habían aprendido a sobrevivir por sí mismas, se encontraban trabajando en varias tareas. Había un aire tenso entre ellos, la desconfianza mutua era palpable, pero también había un propósito claro: necesitaban un barco.

Al principio, la negociación fue áspera. Los miembros de Oceanside eran cautelosos. Habían tenido malas experiencias en el pasado con gente que venía buscando refugio y terminaba trayendo más problemas. A pesar de todo, Lou y Daryl no se dieron por vencidos. Sabían que su única opción para salir de allí y seguir su camino hacia Francia era atravesar el océano, y para eso necesitaban un barco.

Después de varias horas de conversación tensa, finalmente llegaron a un acuerdo. Una de las mujeres del grupo, llamada Rachel, era la encargada de las embarcaciones. A regañadientes, aceptó prestarle un barco a Lou y Daryl, pero con ciertas condiciones. Tenían que prometer que no causarían más problemas y que solo usarían la embarcación para lo que decían, nada más.

— Una vez que tengamos el barco, no habrá vuelta atrás, — le dijo Rachel, como si le estuviera advirtiendo a Lou.

Lou asintió, agradecido pero aún con la mente en otro lugar. Sabía que este sería un paso importante, pero también un salto al vacío. No sabía qué les depararía el futuro, pero en ese momento, irse de allí parecía ser la única opción.

— Entendido. Mañana por la mañana partimos, —respondió Daryl, dándole una palmada en la espalda a Lou.

El resto del día transcurrió en una mezcla de preparativos y silencios. Ambos revisaron el barco y aseguraron que tuvieran lo necesario para un viaje largo: suministros, agua, y algo de combustible. A medida que avanzaba la tarde, Lou no podía evitar mirar el mar, su mente divagando entre el miedo y la esperanza. El océano se extendía ante él como una promesa de libertad, pero también una enorme incertidumbre.

La noche cayó rápidamente sobre Oceanside, y la calma del lugar se reflejaba en el ambiente alrededor de Lou. El sonido de las olas golpeando suavemente la costa fue lo único que pudo oír mientras caminaba hacia el lugar donde pasaría la última noche en tierra firme. Daryl lo acompañaba en silencio, ambos sabían que, aunque el futuro estaba abierto ante ellos, nada era seguro.

— ¿Estás listo? — le preguntó Daryl en un tono bajo mientras se sentaban cerca del fuego.

Lou suspiró, mirando las llamas danzar.

— No estoy seguro, pero tengo que estarlo.

Daryl asintió, entendiendo. A pesar de todo, había algo en la manera en que Lou decía esas palabras que lo hacía sentirse más conectado con él. Era una mezcla de miedo y determinación, pero sobre todo, una necesidad de seguir adelante, sin mirar atrás.

— Mañana todo cambia. — Daryl lo miró por un momento, sintiendo el peso de las palabras.

— Lo sé, — respondió Lou, su voz cargada de una calma tensa.

El día siguiente sería el comienzo de algo nuevo, pero también de lo desconocido. Todo lo que sabían era que ya no podían quedarse, que el futuro les aguardaba, tanto si estaban listos como si no.

La promesa de irse al amanecer, hacia un destino incierto, colgaba entre los dos, mientras las estrellas comenzaban a brillar en un cielo despejado. El mar los llamaba, y con él, su libertad.

Daryl miró a Lou, su rostro iluminado por la suave luz del fuego. Los ojos de Lou, normalmente tan llenos de emociones contradictorias, ahora parecían estar buscando una razón para creer en algo mejor. Daryl vio esa vulnerabilidad, esa necesidad de algo, de alguien en quien confiar, y se acercó lentamente.

— Todo va a salir bien, Lou. No tienes que preocuparte, — dijo Daryl en un susurro, su voz firme pero llena de una suavidad que solo él sabía mostrar.

Lou, al escuchar esas palabras, sintió algo profundo en su pecho. Aunque no podía dejar de temer lo que vendría, el simple hecho de tener a Daryl allí, junto a él, lo calmaba de una manera que nadie más podría hacerlo. No podía explicar por qué, pero en ese momento, se sintió más seguro que nunca.

— Lo espero, — respondió Lou con una ligera sonrisa, aunque su voz aún tenía un toque de incertidumbre.

Daryl no dijo más. No necesitaba hacerlo. Sin más palabras, se acercó un poco más, asegurándose de que Lou supiera que no estaba solo. Lou, a su vez, sintió la calidez de la cercanía de Daryl y, sin pensarlo demasiado, sus labios se encontraron en un beso suave, cargado de cariño y consuelo. Fue un beso que, en medio de toda la tormenta emocional que ambos atravesaban, ofreció algo de paz, algo que los conectaba más allá de las palabras.

El beso no fue largo ni apresurado. Fue un instante de complicidad, de promesas mudas y silenciosas. Cuando se separaron, Daryl aún tenía la mano de Lou entre las suyas, apretándola con ternura, como si con ese gesto pudiera transmitir todo lo que sentía sin necesidad de decir nada más.

— Vamos a estar bien, — reiteró Daryl, esta vez con más certeza.

Lou lo miró, y por primera vez en mucho tiempo, una pequeña chispa de esperanza brilló en sus ojos. No estaba seguro de lo que el futuro les depararía, pero por ese momento, con Daryl a su lado, el futuro no parecía tan aterrador.

— Sí... lo sé, — respondió Lou, su voz un poco más segura.

A lo lejos, el mar seguía su curso tranquilo, como si también estuviera esperando que tomaran el siguiente paso. Al día siguiente, partirían hacia lo desconocido, pero por fin, Lou no estaba solo.

El sol apenas estaba comenzando a iluminar el horizonte cuando Lou y Daryl ya estaban listos para partir. Habían pasado la noche en silencio, con la sensación de que algo estaba por cambiar, pero no esperaban que ese cambio llegara tan rápido. El sonido de motores a lo lejos rompió la tranquilidad de la mañana, y Lou, con un gesto tenso, se giró hacia el mar, escuchando cómo las olas golpeaban la orilla. Pero ese sonido pronto fue opacado por el rugir de los motores de un auto que se acercaba con rapidez.

— No... no puede ser, — murmuró Lou, su voz tensa, mientras sus ojos se posaban en el vehículo que comenzaba a estacionarse cerca de la playa.

El auto, ese maldito auto, pertenecía a su padre. El corazón de Lou dio un vuelco al ver a los Salvadores bajando de sus vehículos, armados y con una actitud desafiante. El rostro de Negan apareció, alto y con su característica sonrisa, pero Lou no vio ni una pizca de calidez en esa expresión. Solo veía al hombre que había destruido tantas cosas para él.

— Lou, hijo, necesitamos hablar, — dijo Negan con una voz grave, sin ninguna prisa. Su mirada se posó en Lou, como si no hubiera pasado nada, como si todo fuera simplemente una conversación más entre padre e hijo.

El enojo y la preocupación invadieron a Lou al mismo tiempo. Su cuerpo se tensó, y su mandíbula se apretó con fuerza. Daryl, que había estado a su lado en todo momento, dio un paso al frente, colocando una mano protectora sobre el hombro de Lou.

— No tienes nada que hablar con él, — dijo Daryl con firmeza, sus ojos brillando con una ira contenida por lo que estaba viendo.

Pero Negan no parecía intimidado. Le lanzó una mirada burlona a Daryl, como si no representara ninguna amenaza real. Luego se volvió de nuevo hacia Lou.

— Lou... me preocupas, hijo. Quiero que vuelvas a casa, — continuó Negan, esta vez con un tono que parecía más un intento de manipulación que de un genuino interés.

Lou sintió cómo la rabia crecía en su pecho. Había pasado tanto tiempo tratando de ganarse el amor y la aceptación de ese hombre, y ahora, al mirarlo, solo veía a un extraño, a alguien que había jugado con su vida y con la de todos a su alrededor. Alguien que no merecía ni una palabra más de su parte.

— No, papá, — dijo Lou, las palabras salieron de su boca con una frialdad que sorprendió incluso a Daryl. — Ya no quiero nada de ti. No me hagas perder más tiempo.

Negan, al ver la actitud de su hijo, frunció el ceño por un momento, pero su sonrisa nunca se desvaneció completamente.

— Te equivocas, hijo, — respondió Negan, casi con una calma aterradora. — No puedes escapar de mí. No puedes escapar de lo que eres. Vas a volver conmigo.

Lou dio un paso hacia adelante, sintiendo cómo la rabia y el miedo lo invadían. Pero no iba a dejar que su padre lo manipulara más. No esta vez.

— ¡No voy a regresar contigo! ¡No después de todo lo que has hecho! — gritó Lou, su voz llena de furia. La presión en su pecho era palpable, y por un momento pensó que podría explotar.

Daryl se movió rápidamente para colocarse entre Lou y Negan, protegiéndolo. Sabía que la situación era peligrosa, pero no iba a dejar que Lou enfrentara a su padre solo.

— No vamos a ir con ustedes, — dijo Daryl, mirando a Negan con la misma intensidad. — No se lo permitas, Lou.

El enfrentamiento era inminente. Lou sentía que cada fibra de su ser quería estallar.

¿Qué pasaría ahora? ¿Sería capaz de seguir adelante con su plan o tendría que enfrentar de nuevo a ese hombre que lo había arrastrado tan lejos de sí mismo?

Lou observó con desconfianza cómo Negan parecía dejar a un lado su usual actitud arrogante. Por un momento, las palabras de su padre eran las que menos quería escuchar, pero algo en él lo hizo vacilar. A pesar de todo el daño que le había hecho, a pesar de la rabia que aún hervía en su pecho, Lou no pudo evitar sentir una pequeña chispa de duda. ¿Era posible que hubiera algo de sinceridad en lo que estaba a punto de escuchar? Tal vez, solo tal vez, Negan realmente se arrepentía.

— Por favor, Lou... solo... déjame explicarte, — dijo Negan, su tono más suave de lo que Lou había escuchado en mucho tiempo. Estaba pidiendo algo que nunca pensó que diría: una oportunidad.

Lou lo miró fijamente, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Miró a Daryl, que le dio un breve asentimiento, comprendiendo lo que Lou necesitaba hacer. Sabía que el dolor que Lou cargaba no podía desaparecer de inmediato, pero tal vez este era el momento para obtener algunas respuestas, aunque fueran dolorosas.

— Vamos a hablar, — dijo Lou, la voz grave y seria, mientras comenzaba a caminar hacia Negan. No sabía qué esperar, ni qué podría obtener de esta conversación, pero no podía ignorar lo que sentía en su interior.

Se separó de Daryl, que permaneció vigilante a su lado, y se acercó a su padre. A medida que se distanciaba del resto, escuchó cómo los pasos de los Salvadores se detenían, como si también supieran que este momento era crucial. Lou y Negan se quedaron a solas, el sonido del mar en el fondo, como si todo estuviera en suspenso, esperando la verdad.

— Te estoy pidiendo perdón, Lou, — dijo Negan, su voz quebrada por una vez. — Sé que no puedo deshacer lo que hice, ni puedo devolver todo lo que destruyeron mis decisiones... pero te juro que, si pudiera, cambiaría las cosas.

Lou tragó saliva, sintiendo cómo las palabras de su padre lo golpeaban. No sabía si debía creerle, no sabía si esas palabras venían del verdadero Negan o si simplemente era otra manipulación. Su mente estaba dividida, pero su corazón, aunque herido, buscaba algo de cierre.

— Lo que hiciste no tiene perdón, papá, — respondió Lou, sus palabras saliendo con un dolor profundo, aunque no con la furia que había sentido antes. — Me prometiste tantas cosas, pero no me diste nada. Solo me dejaste atrás... y ahora no sé ni quién soy sin todo lo que me quitaste.

Negan pareció sufrir ante esas palabras, sus ojos se oscurecieron y su rostro se llenó de una tristeza genuina. Pero Lou no podía darle todo lo que quería. No en ese momento.

— Lo sé... lo sé.. — dijo Negan, con la voz temblorosa. — Solo... quiero que sepas que no quise hacerte daño. Quiero que puedas tener una vida sin todo esto. Sin mí.

Lou lo miró fijamente, midiendo cada palabra que salía de su boca. A pesar de su dolor, a pesar de la desconfianza que aún sentía, algo en su interior le decía que, quizás, esa era la mejor respuesta que podría obtener de su padre.

¿Era suficiente? ¿Era todo lo que necesitaba?

— No me pidas que regrese contigo. Ya no puedo, — dijo Lou, con una voz baja pero firme. — He dado todo lo que soy y nunca recibí nada a cambio. Lo que más quiero es dejar todo esto atrás.

Negan bajó la cabeza, como si las palabras de su hijo fueran un golpe directo a su corazón. No podía cambiar el pasado, no podía deshacer todo el daño que había causado, y sabía que ese era un precio que tendría que pagar por el resto de su vida.

— Lo entiendo, — respondió con tristeza. — Solo... quiero que seas feliz, Lou. Si algún día llegas a perdonarme, quiero que sepas que siempre estaré aquí. Pero si no es así, también lo aceptaré.

Lou asintió, sin palabras. No sabía si alguna vez podría perdonar a su padre, y tal vez nunca lo hiciera. Pero por un momento, sentía que había hecho lo que tenía que hacer para sanar, para seguir adelante.

Cuando se dio la vuelta para regresar con Daryl, escuchó la voz de Negan, esta vez más suave que nunca.

— Te amo, hijo... siempre lo hice.

Lou no dijo nada, pero una parte de él, tal vez la más pequeña, reconoció esas palabras. Y aunque no pudiera perdonarlo, al menos ahora tenía la certeza de que la guerra que había librado en su corazón por tanto tiempo, al fin, comenzaba a terminar.

Y entonces su padre hizo una seña a sus hombres para que sacaran algo de la camioneta.

Lou se quedó congelado, los ojos fijos en el objeto que le era tan familiar. El portabebé era una visión tan inesperada que ni siquiera podía procesar lo que veía. Uno de los Salvadores se acercó con cuidado, y al abrirlo, Lou pudo ver a Caleb, ya un poco más grande, dormido en su interior.

El shock fue inmediato, y por un momento Lou no sabía si sus ojos le estaban jugando una mala pasada. Caleb, el pequeño bebé que había perdido, estaba allí, tan real como lo había recordado. Su corazón se detuvo por un segundo, y su mente comenzó a girar, procesando la información, tratando de entender cómo era posible.

— ¿Qué... qué es esto? — preguntó Lou, su voz temblorosa de incredulidad.

Negan, que había estado observando la reacción de su hijo con una mezcla de pena y alivio, asintió lentamente.

— Uno de mis hombres lo sacó de la zona de seguridad antes de que el caos estallara. No sabíamos a dónde enviarlo, pero lograron esconderlo. Estaba con nosotros todo este tiempo. Nadie sabe más que yo sobre lo que te hizo perderlo.

Lou no podía creer lo que escuchaba. Sus manos empezaron a temblar, y un nudo apareció en su garganta. El bebé que pensó que había perdido para siempre estaba ahora frente a él, con el mismo rostro que recordaba, pero ya no era el mismo niño que había dejado atrás. Había crecido, y Lou no había estado allí para verlo.

— Lo... lo tengo ahora, Lou. A tu hijo. No quiero que esto cambie nada entre nosotros, pero pensé que merecías saberlo, — dijo Negan, su voz grave pero llena de una extraña vulnerabilidad.

Lou dio un paso adelante, acercándose al portabebé como si no pudiera creer lo que estaba viendo. Caleb, con su carita inocente y su pequeño cuerpo acurrucado en el portabebé, estaba a salvo. Estaba vivo, y eso era lo único que importaba en ese momento.

Con una respiración entrecortada, Lou extendió su mano temblorosa y acarició la cabecita de Caleb. Las lágrimas se le escaparon sin poder controlarlas, y por un instante todo el dolor que había acumulado, todo el rencor y la desesperación, se desmoronó.

— Te prometo que nunca te volveré a perder, —susurró Lou, mientras el dolor y la alegría se mezclaban en su pecho. Por fin, después de tanto tiempo, la sensación de perderlo todo se desvanecía.

Negan, a su lado, observó en silencio. Él sabía que las cicatrices de Lou serían profundas y que esto no era la solución a todo, pero era un paso hacia la reconciliación. Quizás, por fin, podía dar algo a Lou que no hubiera podido antes: la oportunidad de estar con su hijo, de reconstruir algo que pensaba irrecuperable.

Lou miró a Daryl, que había permanecido en la distancia, observando la escena. Sus ojos encontraron los de él, y sin decir una palabra, Lou sabía que este era el momento de sanar, aunque las heridas aún fueran profundas.

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