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Capitulo 67

Daryl parpadeó un par de veces, tratando de disipar el sueño cuando notó la ausencia de Lou a su lado. Su primer instinto fue buscarlo con la mano en la cama, pero el frío de las sábanas le confirmó que llevaba un tiempo despierto.

Soltó un leve suspiro y se incorporó, pasando una mano por su rostro. Habían pasado semanas desde lo ocurrido, y aunque Lou intentaba seguir adelante, Daryl sabía que el dolor aún estaba ahí, latiendo bajo la superficie. Lo veía en la forma en que su mirada se perdía a veces, en la manera en que su voz sonaba apagada, en la forma en que su sonrisa, cuando aparecía, nunca alcanzaba sus ojos.

Con una creciente preocupación, Daryl se puso de pie y salió en busca de él. No tardó en encontrarlo, sentado en el porche, envuelto en la penumbra de la madrugada. Su postura era encorvada, los brazos descansaban en sus rodillas y su mirada estaba clavada en la nada.

Daryl no dijo nada de inmediato. Se acercó con pasos cautelosos y se sentó a su lado, dejando que el silencio hablara por ambos. Luego, tras unos segundos, rompió la quietud con voz baja y calmada.

— No puedes seguir cargando con todo esto solo, Lou.

Lou exhaló un suspiro tembloroso, sin apartar la vista de la oscuridad frente a él.

— No sé cómo soltarlo, Daryl — admitió con voz ronca —. No sé cómo hacer que deje de doler.

Daryl observó su perfil, notando la forma en que la luz de la luna resaltaba el cansancio en sus ojos. Con suavidad, posó una mano en su espalda en un gesto de apoyo.

— No tienes que hacerlo solo — le aseguró —. No tienes que ser fuerte todo el tiempo. Estoy aquí, Lou... para lo que sea.

Lou cerró los ojos por un momento, como si intentara contener las emociones que amenazaban con desbordarse otra vez. Pero al final, sin poder evitarlo, inclinó la cabeza y la apoyó en el hombro de Daryl.

Y Daryl, sin dudarlo, lo sostuvo firme.

Daryl sintió cómo Lou se apoyaba en su hombro, buscando un refugio en medio de toda la tormenta que llevaba dentro. Mantuvo su brazo alrededor de él, dándole el tiempo que necesitara para hablar.

Finalmente, Lou inhaló profundamente y, con la voz baja pero firme, dijo:

— Creo que es momento de que nos vayamos.

Daryl frunció el ceño y lo miró, pero no dijo nada aún. Lou levantó la cabeza y desvió la mirada hacia el horizonte oscuro, con una expresión distante.

— Quedarme aquí solo hace que recuerde a mi padre... a Caleb... — su voz se quebró ligeramente, pero siguió —. Y lo muy idiota que fui todo ese tiempo.

Daryl sintió un nudo en el pecho al escuchar la culpa en su tono. Sabía que Lou no debía cargar con ese peso, pero también entendía que no podía simplemente decirle que lo soltara y esperar que lo hiciera.

— Lou... — murmuró, buscando sus ojos.

Pero Lou negó con la cabeza, con una pequeña sonrisa sin alegría.

— No me digas que no es mi culpa, Daryl. Sé que no lo es... pero también sé que si me quedo aquí, nunca voy a dejar de sentirme así. Necesito irme. Necesito empezar de nuevo, en algún otro lugar... ¿Vienes conmigo?

Daryl no necesitó pensarlo. Su respuesta fue inmediata, sin titubeos.

— Siempre.

Lou soltó un suspiro tembloroso, y por primera vez en semanas, su expresión pareció un poco más aliviada.

A la mañana siguiente, Daryl y Lou fueron a hablar con Rick. El líder de Alexandria estaba en la casa que usaba como su oficina, repasando mapas y estrategias para la guerra contra los Salvadores. Cuando los vio entrar, notó de inmediato la determinación en la mirada de Daryl y la calma tensa en la de Lou.

— ¿Qué pasa? — preguntó Rick, dejando lo que hacía.

Daryl fue directo.

— Nos vamos.

Rick parpadeó, como si no hubiera escuchado bien.

— ¿Qué?

— Lou y yo nos vamos de aquí — repitió Daryl con firmeza —. No sabemos a dónde todavía, pero nos vamos.

Rick miró a Lou, esperando que dijera algo. Lou solo sostuvo su mirada por un momento y luego desvió los ojos, como si no quisiera discutirlo.

— Daryl... — Rick exhaló, pasándose una mano por la barba —. ¿En medio de todo esto?

— Justo por eso — respondió Daryl —. Lou necesita esto.

Rick lo sabía. Lo entendía. Pero eso no significaba que no le doliera. Se cruzó de brazos y asintió con la cabeza, tragándose su propia frustración.

— No voy a detenerte. No podría aunque quisiera. Pero mierda, Daryl... ¿realmente no hay nada que pueda decir para hacerte quedarte?

Daryl miró a su hermano a los ojos, notando la preocupación genuina en ellos. Pero también vio la resignación. Rick entendía que esto iba más allá de la guerra, más allá de Negan, más allá de cualquier otra cosa.

— No — dijo Daryl con suavidad —. No hay nada.

Rick bajó la mirada por un momento y luego soltó un largo suspiro. Se pasó una mano por el rostro, asimilándolo todo.

— Cuídense, entonces.

Daryl asintió.

— Siempre.

Lou levantó la vista y le dedicó una pequeña sonrisa a Rick.

— Gracias por entenderlo.

Rick no respondió de inmediato, pero finalmente le devolvió la sonrisa, aunque con cierta melancolía.

— Solo prométeme que si las cosas se ponen feas, encontrarán la manera de volver.

Daryl y Lou compartieron una mirada antes de que Daryl respondiera:

— Lo haremos.

Rick asintió una última vez, observando a su hermano y a Lou con una mezcla de tristeza y aceptación. No podía detenerlos. Y quizás, en el fondo, tampoco debía hacerlo.

Lou y Daryl estaban sentados en la habitación, con las velas titilando suavemente en la mesa. Habían hablado con Rick hacía unas horas, pero el peso de la decisión todavía flotaba entre ellos. Lou suspiró, pasando los dedos por su cabello, su mirada perdida en la madera del suelo.

— Daryl... — dijo en voz baja —. Si quieres quedarte hasta que termine la guerra, puedes hacerlo. No tienes que venir conmigo ahora.

Daryl frunció el ceño y se cruzó de brazos, observándolo con intensidad.

— ¿Estás bromeando?

Lou negó con la cabeza.

— No quiero que sientas que tienes que elegir entre esto y yo. Si quieres quedarte para ayudar a Rick y a los demás, lo entenderé. Puedes buscarme cuando todo termine.

Daryl se inclinó hacia adelante, apoyando los antebrazos en sus rodillas.

— No voy a dejarte ir solo.

Lou lo miró, como si quisiera discutirlo, pero Daryl continuó antes de que pudiera hacerlo.

— No es una opción para mí, Lou. No después de todo lo que hemos pasado. Estamos juntos en esto. En todo.

Lou sintió un nudo en la garganta ante esas palabras. Bajó la mirada, mordiéndose el interior de la mejilla, sintiéndose dividido entre el alivio y la culpa.

— No quiero que te arrepientas.

Daryl chasqueó la lengua, casi molesto de que Lou siquiera pensara eso.

— La única cosa de la que me arrepentiría sería dejarte ir solo.

Lou cerró los ojos por un momento, sintiendo el calor de las emociones apretarle el pecho. Cuando volvió a abrirlos, Daryl seguía ahí, con esa expresión de determinación en el rostro.

— No tienes que cargar conmigo... — murmuró Lou, pero Daryl negó de inmediato.

— No lo hago.

El silencio cayó entre ellos, pero esta vez no era incómodo. Era pesado, significativo.

Lou se inclinó hacia él y apoyó su frente contra la de Daryl, cerrando los ojos con un suspiro tembloroso.

— Gracias...

Daryl no dijo nada. Solo levantó una mano y la pasó suavemente por su cabello, asegurándole que, pasara lo que pasara, seguirían juntos.

Lou y Daryl estaban sentados en el porche de la casa en Hilltop, lejos del bullicio de los demás. El aire nocturno era fresco y silencioso, y la luna iluminaba sus rostros con un resplandor tenue.

Daryl rompió el silencio primero, con la voz más suave de lo habitual.

— Si vamos a irnos... ¿a dónde te gustaría ir?

Lou se encogió de hombros, mirando el horizonte.

— No lo sé... Tú elige. Me da igual el lugar mientras estemos juntos.

Daryl lo observó por un momento antes de soltar un pequeño suspiro.

— Siempre quise ir a Francia.

Lou giró la cabeza para mirarlo, sorprendido.

— ¿Francia?

Daryl asintió, con la mirada perdida en la distancia.

— Mi abuelo está enterrado allá. Nunca pude visitarlo.

Lou notó la forma en la que su voz se volvía más baja, casi como si hablara consigo mismo en lugar de con él.

— ¿De parte de tu mamá o de tu papá?

— De mi papá. — Daryl bajó la mirada, apoyando los antebrazos en sus rodillas —. Era soldado. Peleó en la Segunda Guerra Mundial. Después de eso, nunca quiso regresar a Estados Unidos.

Lou lo observó en silencio, asimilando la confesión. Nunca había imaginado a Daryl queriendo ir a un lugar tan lejano, pero al mismo tiempo, tenía sentido.

— Entonces... — dijo Lou, con una pequeña sonrisa—. Francia, ¿eh?

Daryl le lanzó una mirada de reojo y asintió.

— Sí.

Lou dejó escapar un suspiro y se acomodó más cerca de él, apoyando su cabeza en su hombro.

— Entonces iremos a Francia.

Daryl inclinó la cabeza ligeramente hacia él, sin necesidad de responder con palabras. Solo le bastaba sentir a Lou ahí, junto a él, para saber que, sin importar a dónde fueran, nunca estarían solos.

Lou se apartó ligeramente, mirándolo con una sonrisa juguetona.

— ¿La ciudad del amor, eh? ¿Es por eso que elegiste Francia?

Daryl lo miró, confundido al principio, pero luego una pequeña sonrisa apareció en su rostro.

— No había pensado en eso... — dijo, encogiéndose de hombros —. Pero ahora que lo mencionas... suena bien.

Lou se rió suavemente, sintiendo una chispa de ligereza en medio de todo lo que habían vivido.

— Entonces, ¿te vas a poner romántico conmigo en París? — bromeó.

Daryl no pudo evitar soltar una risa baja.

— No sé si romántico. Pero seguro que será tranquilo. Y eso es lo que necesitamos, ¿no?

Lou asintió, dejando que las palabras de Daryl calaran hondo.

— Sí... eso necesitamos. Tranquilidad. Un poco de paz después de todo esto.

Daryl se quedó mirando al frente por un momento, pensando en lo que había dicho.

— Te prometo que lo encontraremos, Lou. Juntos.

Lou se recostó nuevamente en el hombro de Daryl, sonriendo con suavidad, dejándose llevar por la promesa que resonaba en su pecho.

— Juntos.

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