
Capitulo 54
Negan observó a Daryl con esa sonrisa burlona que parecía nunca abandonar su rostro mientras caminaban por los pasillos del Santuario. Daryl llevaba una bandeja con provisiones, su expresión dura pero resignada, mientras que Negan llevaba a Lou en su mente, como siempre ocurría últimamente.
— Entonces, chico — empezó Negan, dejando escapar una risa baja mientras Daryl seguía caminando en silencio —. ¿Ya te diste cuenta de lo que pasa cuando Lou está cerca?
Daryl no respondió de inmediato, pero su mandíbula se tensó. Negan continuó, disfrutando de cada segundo.
— Porque te lo voy a decir, amigo... tú ya no eres ese cazador solitario, ni el tipo que arriesga su vida por su gente. Y yo... bueno, tampoco soy el gran Negan, el que todos temen y respetan.
Negan hizo una pausa dramática, inclinándose ligeramente hacia Daryl, quien seguía adelante sin mirarlo.
— Cuando Lou está cerca, tú y yo nos convertimos en lo mismo: sus malditas marionetas.
Daryl se detuvo en seco y giró lentamente la cabeza hacia Negan, sus ojos azules brillando con una mezcla de enojo y confusión. Negan levantó las manos, como si intentara calmarlo, aunque su tono seguía siendo provocador.
— Oh, no me mires así, Dixon. Sabes que tengo razón. Todo gira alrededor de Lou, ¿o no? Tú harías lo que fuera por él, ¿verdad? Y yo... — Negan dejó escapar una risa amarga —. Yo lo perdí una vez, así que no pienso volver a perderlo.
Daryl apretó los dientes, odiando cada palabra porque, en el fondo, sabía que había algo de verdad en ellas. Negan lo estudió por un momento antes de añadir:
— La cuestión aquí es... ¿tú ya lo aceptaste? ¿Aceptaste que, con Lou alrededor, no tienes control sobre nada? Porque yo lo acepté, Dixon. Lo acepté desde el momento en que lo recuperé.
Daryl finalmente habló, su voz baja pero firme:
— No soy la marioneta de nadie.
Negan soltó una carcajada.
— Claro, claro, sigue diciéndote eso. Pero dime una cosa, ¿cuánto estarías dispuesto a hacer por Lou? ¿Hasta dónde llegarías?
Daryl no respondió, pero su mirada dejó claro que la respuesta era evidente. Negan asintió lentamente, como si eso confirmara todo lo que ya sabía.
— Eso pensé. Bienvenido al club, Dixon. Aquí todos bailamos al ritmo de Lou.
Negan siguió caminando, dejando a Daryl atrás con sus pensamientos, más consciente que nunca de lo mucho que Lou significaba para ambos... y de cómo ese joven parecía tener más poder sobre ellos de lo que jamás admitirían.
Negan se giró hacia Daryl con una sonrisa burlona, sus ojos brillando con esa chispa característica de quien está a punto de lanzar un comentario mordaz.
— No digas ni una maldita palabra sobre esto, Dixon. No a Lou, no a nadie. ¿Entendido? — dijo con un tono más serio, aunque la sonrisa aún estaba ahí.
Daryl, que apenas había soportado toda la conversación hasta ahora, asintió con firmeza.
— No planeaba hacerlo — respondió, su voz seca pero sincera.
Negan soltó una carcajada y se cruzó de brazos, inclinándose ligeramente hacia él.
— Mira nada más. Ya estás empezando a ganarte puntos de yerno a tu favor, ¿eh? — Negan sacudió la cabeza mientras reía —. Qué irónico. Nunca pensé que un hombre que siempre luce como si hubiera salido de una pelea con un oso terminaría intentando meterse en mi familia.
Daryl frunció el ceño, pero antes de que pudiera decir algo, Negan levantó un dedo, deteniéndolo.
— No te emociones, Dixon. Todavía te detesto para mi pequeño Louie. — Negan remarcó esas palabras, su sonrisa transformándose en algo más peligroso —. Él merece lo mejor, ¿y tú? Bueno, eres lo mejor que tenemos aquí, pero eso no significa que te merezca.
Daryl apretó la mandíbula, manteniendo su mirada fija en Negan. No iba a dar el gusto de caer en su provocación, pero cada palabra golpeaba su orgullo.
Negan volvió a reír, girándose para seguir caminando por el pasillo.
— Ya veremos cuánto tiempo aguantas, Dixon. Porque créeme, Lou puede ser un maldito huracán. Y si no estás preparado para soportarlo, no te preocupes... yo siempre estaré ahí para recoger los pedazos.
Daryl, ahora completamente exasperado, solo pudo seguir caminando en silencio, sabiendo que con Negan siempre sería un constante juego de palabras y control. Pero dentro de él, algo estaba claro: no iba a ceder tan fácilmente, no cuando se trataba de Lou.
El bullicio se hacía más fuerte mientras Negan y Daryl avanzaban por el pasillo del Santuario. Al doblar la esquina, ambos se encontraron con un círculo de Salvadores observando a Lou, quien estaba propinándole una paliza a uno de los hombres. Lou tenía el rostro encendido, su expresión llena de furia mientras levantaba al hombre por el cuello de la camisa y lo lanzaba contra una pared.
Negan, lejos de estar alarmado, soltó una carcajada resonante que hizo que todos los presentes se sobresaltaran.
— ¿Ves eso, Dixon? — susurró Negan con un tono lleno de orgullo burlón mientras señalaba a Lou —. Te lo dije, un maldito huracán.
Daryl no respondió, su mirada fija en Lou. Conocía bien a Lou; sabía que no era alguien que usara la violencia sin razón. Si estaba golpeando a ese hombre, era porque algo había pasado.
Negan avanzó lentamente entre la multitud, disfrutando de la atención que siempre traía consigo.
— Lou, Lou, Louie — canturreó Negan mientras se acercaba —. ¿Qué está pasando aquí? ¿Por qué estás usando tus encantadoras manos para golpear a este pobre diablo en lugar de, no sé, darme un abrazo de buenos días?
Lou no se detuvo de inmediato, pero al escuchar la voz de su padre, dejó caer al hombre al suelo con un movimiento brusco. Se giró para enfrentar a Negan, su pecho subiendo y bajando con fuerza por la adrenalina.
— Este imbécil — Lou señaló al hombre en el suelo con desprecio — estaba acosando a una de las mujeres de la cocina. Pensó que, porque trabaja para ti, puede hacer lo que le plazca.
Negan alzó las cejas, su expresión cambiando ligeramente a una mezcla de curiosidad y desaprobación.
— ¿Eso es cierto? — preguntó, dirigiéndose al hombre en el suelo, quien apenas podía balbucear una respuesta coherente.
Daryl, que había permanecido en silencio hasta ahora, dio un paso adelante, cruzando los brazos.
— Lou no golpea a nadie sin una buena razón — dijo con firmeza, mirando a Negan directamente a los ojos.
Negan soltó un suspiro exagerado y luego sonrió de nuevo.
— Bueno, si hay algo que detesto más que un imbécil inútil, es uno que se mete donde no debe.
Negan se inclinó hacia el hombre en el suelo, sus ojos oscuros y peligrosos.
— Considera esto una advertencia, amigo. Louie aquí puede ser un huracán, pero si yo tengo que intervenir, bueno... digamos que no querrás ver esa tormenta. ¿Entendido?
El hombre asintió débilmente antes de ser arrastrado fuera del lugar por otros Salvadores.
Negan se giró hacia Lou, con una sonrisa que intentaba suavizar la tensión.
— Hijo, si querías castigar a alguien, podrías haberme llamado. Me encanta un buen espectáculo.
Lou lo fulminó con la mirada, limpiándose las manos en su pantalón.
— No necesito tu aprobación para hacer lo correcto.
Negan soltó una carcajada y palmeó a Daryl en la espalda.
— ¿Ves lo que digo, Dixon? Este chico tiene fuego en las venas. Mejor no lo pierdas, o te quemará a ti también.
Daryl apenas reaccionó, manteniendo su atención en Lou, quien simplemente salió del lugar, claramente molesto. Una cosa era clara para Daryl: el huracán que Negan mencionaba era real, pero también sabía que detrás de esa tormenta había alguien dispuesto a luchar por lo que era justo, incluso si estaba atrapado en un mundo lleno de caos.
Negan, aún divertido por el espectáculo, giró hacia Daryl con una sonrisa burlona.
— Bueno, Dixon, creo que es tu turno de manejar el huracán. Ve, calma a la fiera antes de que arrase con otro de mis hombres.
Daryl le lanzó una mirada seca pero no dijo nada. Entendía la "orden" disfrazada de broma, y sin perder más tiempo, se dirigió por donde Lou había salido.
Caminó por los pasillos del Santuario, siguiendo el rastro evidente del enojo de Lou: puertas ligeramente abiertas, pasos rápidos y firmes que resonaban en la distancia. Finalmente, lo encontró en una de las áreas menos transitadas, con las manos apoyadas en una barandilla mientras respiraba profundamente, tratando de calmarse.
Daryl se detuvo unos pasos detrás de él, observándolo por un momento.
— Lou.
Lou no se giró de inmediato, pero Daryl notó cómo sus hombros se tensaban.
— ¿Vienes a decirme que me calme? — preguntó Lou, su tono ácido.
Daryl se encogió de hombros y se apoyó contra la pared cercana.
— Algo así. Aunque parece que ya estás trabajando en eso.
Lou finalmente se giró, su mirada aún encendida, aunque con menos intensidad que antes.
— Ese tipo... — empezó, apretando los puños —. Se creía con el derecho de acosar a alguien solo porque trabaja para mi padre. ¡Como si todo aquí le perteneciera solo por ser un Salvador!
Daryl asintió lentamente, su mirada fija en Lou.
— Lo entiendo. Pero no puedes ir golpeando a todo el que se cruce contigo, Lou. Especialmente aquí. Tu padre puede haberlo dejado pasar esta vez, pero no siempre será así.
Lou soltó una risa amarga.
— ¿Y qué debería hacer? ¿Quedarme quieto y dejar que pasen cosas como esa? ¿Ser uno más de ellos?
Daryl negó con la cabeza.
— No te estoy diciendo que te quedes quieto. Solo que pienses antes de actuar. Aquí todo se convierte en un juego de poder. Tu padre se ríe ahora porque eres su hijo, pero si sigues desafiándolo de esta forma... las cosas podrían complicarse para ti.
Lou cruzó los brazos, su mirada bajando al suelo.
— No puedo dejar de ser quien soy, Daryl. Si veo algo mal, lo voy a enfrentar. No importa si es aquí o allá afuera.
Daryl dio un paso hacia él, acercándose lo suficiente para que Lou levantara la mirada.
— Y por eso estoy aquí contigo — dijo Daryl con firmeza —. Pero no quiero verte metido en problemas que no puedas manejar. Así que, si alguna vez necesitas soltar algo, si necesitas gritar, golpear algo... hazlo conmigo, no con ellos.
Lou lo miró por un largo momento antes de dejar escapar un suspiro, sus hombros relajándose un poco.
— ¿Por qué siempre sabes qué decir?
Daryl le dedicó una leve sonrisa.
— No siempre, pero esta vez supongo que acerté.
Lou dejó escapar una risa suave y negó con la cabeza.
— Está bien, intentaré no golpear a nadie más... al menos no sin una buena razón.
— Eso es todo lo que pido — respondió Daryl, aliviado de verlo más calmado.
Ambos compartieron un momento de silencio antes de que Lou murmurara:
— Gracias, Daryl.
Daryl simplemente asintió, porque sabía que, aunque el huracán podía calmarse, siempre estaría listo para volver a desatarse cuando fuera necesario.
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