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Capitulo 51

Negan entró a la habitación de Lou con esa mezcla de confianza y autoridad que siempre lo caracterizaba. Lo encontró sentado en el sofá, ojeando un libro que parecía haber tomado de la pequeña biblioteca del Santuario.

— Lou, chico — dijo Negan con una sonrisa ladeada mientras se apoyaba en el marco de la puerta —, creo que es hora de que empieces a familiarizarte con cómo funcionan las cosas por aquí.

Lou levantó la vista del libro, arqueando una ceja.

— ¿Y eso qué significa exactamente?

Negan entró en la habitación, dejando caer a Lucille sobre la mesa con un golpe suave, como si quisiera subrayar sus palabras.

— Significa que mañana, vas a venir conmigo a una junta de provisiones. Quiero que veas cómo hacemos las cosas aquí, cómo mantenemos este lugar en pie. Es hora de que te metas en el juego, chico.

Lou cerró el libro con calma, aunque su expresión mostraba una ligera incomodidad.

— ¿"Juego"? Esto no es un juego, Negan.

Negan soltó una carcajada, golpeando la mesa con una mano.

— ¡Eso es exactamente lo que quiero que entiendas! No es un juego, pero es como un maldito ajedrez, y yo soy el rey en este tablero. Tienes que aprender a moverte, a jugar bien tus fichas.

Lou suspiró, cruzándose de brazos.

— ¿Y qué esperas que haga exactamente?

Negan lo señaló con un dedo.

— Primero, observar. Quiero que veas cómo manejo a las comunidades, cómo obtenemos lo que necesitamos sin levantar un dedo más de lo necesario... la mayoría de las veces.

Lou rodó los ojos, claramente incómodo con la idea.

— ¿Y qué pasa si no estoy de acuerdo con cómo manejas las cosas?

Negan se inclinó hacia él, con una sonrisa que tenía un matiz oscuro.

— Entonces podemos tener esa conversación cuando hayas visto todo, Lou. Pero primero, tienes que entender que no llegamos aquí siendo "buenos chicos".

Lou permaneció en silencio por unos segundos, evaluando las palabras de su padre. Finalmente, se puso de pie y lo miró directamente a los ojos.

— Está bien. Iré contigo. Pero no esperes que esté de acuerdo con todo.

Negan sonrió, claramente complacido.

— Eso es lo que me gusta de ti, chico. Siempre tienes algo que decir.

Mientras salía de la habitación, Negan se detuvo en la puerta y añadió con un tono más suave:

— Lou... esto no es solo para que veas cómo funcionan las cosas. También es para que entiendas por qué hago lo que hago.

Lou no respondió, pero sus ojos mostraban una mezcla de curiosidad y recelo. A pesar de sus diferencias, sabía que este viaje sería una oportunidad para descubrir más sobre su padre... y sobre sí mismo.

Negan y Lou llegaron a las puertas de Alexandria en medio de un desfile intimidante de Salvadores. Los vehículos rugían, las armas brillaban al sol, y la presencia de Negan era imposible de ignorar. Mientras sus hombres descargaban las provisiones de las casas, Negan caminaba con Lou a su lado, sosteniendo a Lucille con la arrogancia que lo caracterizaba.

Lou observaba el lugar con una expresión seria, reconociendo las miradas de miedo y resentimiento de los habitantes. Alexandria había sido un refugio, y ahora parecía más un lugar bajo asedio.

— ¿Ves esto, Lou? — Negan extendió los brazos, girándose hacia su hijo —. Esto es control. Esto es respeto.

Lou apretó los labios, sintiendo que esas palabras eran cualquier cosa menos apropiadas. Antes de que pudiera responder, Spencer se adelantó, claramente nervioso pero tratando de mantener la compostura.

— Negan — llamó, su voz temblando ligeramente —. ¿Podemos hablar en privado?

Negan giró la cabeza lentamente hacia Spencer, levantando una ceja.

— ¿Privado? ¿De qué quieres hablar, amigo?

Spencer tragó saliva, evitando mirar a Rick, que estaba al otro lado del patio.

— Quiero hablar sobre el liderazgo. Sobre Rick... y sobre cómo puedo ser una mejor opción.

Lou se tensó al escuchar eso, una incomodidad creciente agitándose en su interior. Negan dejó escapar una carcajada exagerada, agarrando a Lucille con ambas manos mientras caminaba en círculos alrededor de Spencer.

— ¡Escuchen esto! — anunció, mirando a sus hombres y luego a Lou —. Este tipo quiere que mate a Rick para que pueda tomar su lugar.

La tensión en el ambiente era palpable. Spencer sonrió débilmente, intentando defenderse.

— Solo digo que Rick toma decisiones impulsivas. Yo puedo manejar las cosas de manera más razonable.

Negan se detuvo frente a él, inclinándose ligeramente para mirarlo a los ojos.

— ¿Sabes qué, Spencer? Tienes agallas para venir aquí a decirme esto.

Por un momento, Lou pensó que su padre iba a aceptar la propuesta. Pero entonces Negan sonrió de manera oscura, levanto un cuchillo y agregó:

— El problema es que... ¡no tienes agallas!

Sin previo aviso, hundió al cuchillo en el abdomen de Spencer, desgarrándolo. La sangre salpicó el suelo mientras Spencer caía al suelo, gimiendo en sus últimos momentos. Lou retrocedió instintivamente, su rostro palideciendo al ver la brutalidad.

— ¡Papá! — exclamó, su voz llena de shock y repulsión.

Negan lo ignoró, dando un paso atrás para mirar el cuerpo sin vida de Spencer.

— ¡Miren eso! Ahora sí tiene agallas.

Lou apretó los puños, sintiendo una mezcla de enojo y desesperación. Antes de que pudiera decir algo más, un disparo resonó en la distancia, y Negan giró bruscamente. Una bala había alcanzado a Lucille en el centro.

La culpable era Rosita, que sostenía un arma con las manos temblorosas, apuntando directamente a Negan.

Negan se enfureció, señalando a sus hombres.

— ¡Sosténganla!

Rosita fue sometida rápidamente, y Negan se inclinó sobre ella, examinando el arma.

— ¿Intentaste matarme con esto? — preguntó, su tono burlón lleno de peligro.

Cuando no obtuvo respuesta, Negan señaló a Olivia, que observaba aterrorizada desde un lado.

— ¡Alguien tiene que pagar! — declaró, y antes de que nadie pudiera detenerlo, uno de sus hombres disparó a Olivia en la cabeza.

Lou cerró los ojos con fuerza, incapaz de soportar la escena. Cada acto de violencia de su padre lo hacía sentir más alejado de él, como si una grieta invisible se agrandara entre ambos.

Cuando todo terminó, Negan se giró hacia Lou con una sonrisa satisfecha, como si esperara una aprobación.

— ¿Qué te parece, hijo? Todo está bajo control.

Lou lo miró con frialdad, sus ojos grises llenos de dolor y decepción.

— Esto no es control. Esto es crueldad.

Negan parpadeó, sorprendido por la dureza de sus palabras. Lou dio media vuelta y se alejó, dejando a su padre parado en el centro de Alexandria, con la sensación de que había perdido algo mucho más importante que una negociación exitosa.

Negan caminó hacia el auto, Lucille colgada sobre su hombro como un trofeo, mientras sus hombres terminaban de cargar las provisiones. Sin embargo, algo pesaba en el ambiente, algo que no era el acostumbrado silencio de sumisión.

Se detuvo al notar a Lou, que ya estaba sentado en el vehículo, con la mirada fija en algún punto indefinido fuera de la ventana. Su expresión era imposible de ignorar: los hombros caídos, el ceño levemente fruncido y esa mezcla de decepción y tristeza que hizo que Negan apretara la mandíbula.

Negan golpeó la puerta del auto con los nudillos antes de abrirla, intentando recuperar su actitud despreocupada.

— Bueno, bueno, bueno... vaya espectáculo, ¿eh? —dijo mientras subía al asiento del conductor, dejando caer a Lucille con cuidado entre ambos.

Lou no respondió, ni siquiera levantó la mirada. Esa falta de reacción lo golpeó más fuerte que cualquier palabra. Negan se pasó la lengua por los dientes, incómodo, mientras el motor rugía al encenderlo.

— ¿Qué te pasa, Lou? — preguntó finalmente, intentando sonar casual, pero no pudo evitar que una nota de frustración se filtrara en su voz —. ¿No te ha impresionado todo esto?

Lou giró lentamente la cabeza hacia él, sus ojos grises apagados, llenos de algo que Negan no supo identificar del todo, pero que dolía más de lo que quería admitir.

— ¿Impresionarme? — repitió Lou, su voz baja pero cargada de reproche —. ¿De verdad creíste que asustar a esa gente, humillarlos y asesinar a dos de ellos iba a impresionarme?

Negan frunció el ceño, golpeando el volante con los dedos mientras intentaba encontrar las palabras correctas. Eso no era lo que había planeado. En su mente, pensó que mostrarle a Lou su poder, su control, lo haría sentirse orgulloso de él, como lo hacía cuando era niño y veía a su padre arreglar todo con facilidad.

— Lou, yo... — Negan intentó hablar, pero su hijo lo interrumpió.

— No, papá. Esto no es como cuando me arreglabas la bicicleta o me enseñabas a batear — dijo Lou con amargura, sus ojos brillando con una mezcla de enojo y decepción —. Esto es abuso. Esto es tiranía. Eres un tirano.

Negan apretó la mandíbula, sintiendo que las palabras de Lou lo atravesaban como un cuchillo. En lugar de responder, permaneció en silencio, mirando al frente mientras arrancaba el auto.

El viaje de regreso al Santuario fue silencioso. Cada kilómetro parecía alargar la distancia emocional entre ambos. Negan no era alguien que se permitiera reflexionar demasiado, pero esa mirada de Lou, esa decepción tan palpable, lo hacía pensar en todas las veces que había querido recuperar a su hijo y lo poco que realmente lo conocía ahora.

Al estacionar en el Santuario, Negan apagó el motor, pero no salió del auto de inmediato. Observó a Lou mientras este abría la puerta para bajar, sus movimientos lentos, casi resignados.

— Lou... — Negan finalmente rompió el silencio, su tono más suave de lo que había planeado —. Nunca quise decepcionarte.

Lou se detuvo a medio paso, pero no se giró para mirarlo. Su silencio fue suficiente para que Negan entendiera que no sería tan fácil recuperar lo que acababa de perder.

Negan observó a Lou en silencio, apoyado en la barandilla del Santuario, mirando el horizonte como si buscara algo que no podía encontrar. Desde su regreso de Alexandria, Lou no había sido el mismo. Había algo en su mirada, una melancolía persistente que lo hacía sentir incómodo.

Negan se acercó con pasos lentos, Lucille descansando en su hombro como siempre. Al llegar a su lado, apoyó un codo en la barandilla y lo miró de reojo.

— Sabes, Lou... — empezó, su tono algo más relajado que de costumbre —. Estaba pensando que tal vez sea hora de cambiar un poco el paisaje.

Lou desvió apenas la mirada hacia él, su ceño ligeramente fruncido.

— ¿Qué quieres decir con eso? — preguntó, su voz cargada de desconfianza.

Negan sonrió, esa sonrisa característica suya que a menudo ocultaba más de lo que mostraba.

— Me refiero a que hay otros lugares ahí afuera, otras comunidades con las que estamos en "negociaciones". Lugares que no son tan deprimentes como este. Pensé que tal vez podríamos ir juntos. Ya sabes, un cambio de escenario podría ser justo lo que necesitas.

Lou lo miró con escepticismo, cruzando los brazos.

— ¿De qué lugares estás hablando?

— El Reino — respondió Negan con un destello de emoción en los ojos —. Un lugar bastante pintoresco, con un líder que se hace llamar "Rey Ezekiel". Y lo mejor de todo... — Negan hizo una pausa para agregar dramatismo —. Tiene un maldito tigre.

Lou arqueó una ceja, claramente confundido por la mención de un tigre.

— ¿Un tigre?

Negan asintió, soltando una carcajada.

— Sí, un tigre real. Y te aseguro que es todo un espectáculo. Además, el lugar es... diferente. No tiene la vibra deprimente de Alexandria. Es casi... ¿cómo decirlo? Como un maldito cuento de hadas. Quizás eso te saque de este maldito humor.

Lou desvió la mirada de nuevo hacia el horizonte, sus pensamientos claramente atrapados entre la oferta y su desconfianza hacia las intenciones de su padre.

— ¿Y por qué querrías llevarme ahí? — preguntó con cautela.

Negan dejó escapar un suspiro, su tono más sincero de lo habitual.

— Porque eres mi hijo, Lou. Y aunque probablemente no lo creas, me importa cómo te sientes. No quiero que estés aquí, todo deprimido y distante. Quizás si ves algo diferente, algo que no sea todo este caos... pueda ayudarte a ver las cosas desde otra perspectiva.

Lou permaneció en silencio por un momento, evaluando sus palabras. Finalmente, lo miró y asintió ligeramente.

— Está bien. Vamos a ver ese Reino y su famoso tigre.

Negan sonrió, satisfecho.

— Así se habla, hijo. Prepárate, salimos al amanecer.

Mientras Lou se alejaba para prepararse, Negan se quedó mirando el horizonte, esperando que este viaje lograra lo que él no había podido hacer: reconectar con su hijo y, tal vez, comenzar a reparar lo que estaba roto entre ambos.

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