
Capitulo 41
DOS SEMANAS DESPUÉS.
La noche estaba cargada de tensión. El grupo, arrodillado frente a los Salvadores, podía sentir el peso de lo inevitable. Lou, sin embargo, parecía estar en otro lugar. El sonido de las puertas del vehículo abriéndose y las pisadas resonando en el silencio le arrancaron de sus pensamientos. Cuando Negan apareció, todo cambió.
Lou levantó la vista, y ahí estaba él, caminando con ese porte arrogante y confiado, como si el mundo le perteneciera. El mismo hombre al que Lou no había visto en años, aquel que había formado parte de los recuerdos más complicados de su infancia. Su padre.
Negan hablaba con su tono encantador y peligroso, pero las palabras se desvanecían en el ruido blanco del torbellino emocional que se agitaba dentro de Lou. Era como si el suelo se deslizara bajo él. Las memorias se entremezclaban: risas de un padre cariñoso, promesas vacías y la última vez que lo vio marcharse con otra familia, dejando atrás a un niño lleno de preguntas y vacío.
Las lágrimas comenzaron a caer, silenciosas, mientras Lou se esforzaba por contener los sollozos que se formaban en su pecho. Vulnerable, expuesto, no podía apartar la mirada de Negan, como si fuera un fantasma regresando para atormentarlo, pero también una figura que su corazón, en lo más profundo, había deseado volver a ver.
Negan continuó su discurso, caminando frente al grupo con Lucille descansando en su mano, hasta que llegó el momento de inspeccionar a cada uno de ellos.
— Bueno, bueno... ¿qué tenemos aquí? — dijo Negan mientras su sonrisa se ensanchaba, examinando al grupo con ojos calculadores.
Pero cuando su mirada llegó a Lou, todo cambió. Por un instante, su sonrisa vaciló, y la máscara de despreocupación que llevaba puesta pareció agrietarse. Su expresión reveló reconocimiento, aunque solo por un segundo. Negan recuperó su compostura casi de inmediato, pero Lou lo vio.
— Vaya, vaya... — Negan murmuró, su tono más bajo, casi personal. — El mundo es un pañuelo, ¿no?
Lou sintió como su corazón se aceleraba, su respiración volviéndose errática. No podía hablar, no podía moverse, solo podía mirarlo con una mezcla de incredulidad, dolor y algo que no podía identificar.
Negan levantó una mano, haciendo un gesto sutil hacia sus hombres. Sin necesidad de palabras, entendieron lo que quería. Dos Salvadores se acercaron a Lou, lo levantaron con brusquedad y comenzaron a arrastrarlo hacia un auto cercano.
— ¿Qué diablos estás haciendo? — Daryl gruñó, luchando por liberarse, su voz cargada de rabia y miedo.
Negan giró ligeramente la cabeza hacia Daryl, su sonrisa volviendo a aparecer, pero esta vez con un filo más oscuro.
— Tranquilo, amigo. No te preocupes por él... todavía.
Daryl forcejeó, pero los Salvadores lo mantuvieron en su lugar, obligándolo a quedarse de rodillas mientras Lou desaparecía en el interior del vehículo. Su mirada permaneció fija en la dirección en la que se llevaron a Lou, su pecho ardiendo con una mezcla de impotencia y desesperación.
Negan volvió al centro de la escena, retomando su discurso como si nada hubiera ocurrido, mientras Daryl no podía evitar que su mente se llenara de pensamientos sobre lo que podrían estar haciendo con Lou y cómo demonios iba a recuperarlo.
Lou estaba sentado en el suelo del camión, sus brazos rodeando sus piernas mientras trataba de calmar su respiración. Todo dentro de él era un caos; el silencio del lugar solo amplificaba las voces de sus recuerdos, las imágenes de un pasado que había intentado enterrar durante tanto tiempo.
Cerró los ojos, y de inmediato lo vio: a Negan, el hombre que una vez fue su héroe. Recordó las tardes que pasaron juntos cuando era niño, las historias que su padre le contaba con una pasión que parecía infinita. Lou podía sentir aún la calidez de aquellas manos que lo levantaban cuando tropezaba, la risa profunda que llenaba la casa cuando jugaban juntos.
Era un buen padre, pensó Lou, su garganta apretándose. Lo fue, hasta que dejó de serlo. Hasta que eligió irse, hasta que decidió que su nueva esposa y su nueva vida eran más importantes que el hijo que dejaba atrás.
Los recuerdos se agolparon en su mente: la última vez que vio a Negan empacando sus cosas, su promesa vacía de que volvería por él, el sonido de la puerta cerrándose. Lou había pasado años luchando contra el vacío que aquello dejó en su corazón, llenándolo con fuerza, sarcasmo y una fachada que nadie podía atravesar. Pero ahora, todo eso se desmoronaba.
Las lágrimas comenzaron a caer de nuevo, calientes y silenciosas. No sabía cómo sentirse. ¿Odio? ¿Dolor? ¿Nostalgia? Todo se mezclaba en un torbellino que lo hacía sentir pequeño otra vez, como ese niño que veía a su padre alejarse sin mirar atrás.
Lou enterró su rostro en sus manos, sus dedos temblando mientras trataba de controlar el temblor de su cuerpo. Era demasiado, demasiado para procesar.
¿Por qué ahora? se preguntó en silencio. ¿Por qué aquí? ¿Por qué así?
No sabía si quería gritarle, abrazarlo, o simplemente desaparecer. Lo único que sabía con certeza era que su mundo acababa de cambiar para siempre, y que no tenía idea de cómo enfrentarlo.
El amanecer llegó lentamente, aunque para Lou, el tiempo se había convertido en una eternidad. Dentro del autobús, había permanecido en silencio absoluto, escuchando los sonidos lejanos de los Salvadores afuera: llantos, voces graves, pasos apresurados. Cada ruido lo hacía saltar, recordándole que estaba atrapado en un lugar donde no tenía control.
Cuando finalmente el motor del camión se encendió, Lou sintió una mezcla de alivio y ansiedad. No sabía qué le esperaba, pero cualquier cosa sería mejor que estar atrapado con sus pensamientos. El vehículo se sacudió al moverse, y durante el trayecto, Lou intentó prepararse para lo que vendría.
Cuando se detuvieron, los Salvadores abrieron la puerta del camión y subieron de inmediato. Antes de que Lou pudiera decir algo, le colocaron una bolsa de tela sobre la cabeza, cubriéndole el rostro por completo.
— Muévete — ordenó una voz grave, acompañada de un empujón que lo hizo avanzar torpemente.
Lou obedeció, caminando a ciegas mientras escuchaba el eco de sus pasos y los de quienes lo escoltaban. El aire era fresco, pero el ambiente tenso hacía que cada respiración se sintiera pesada. A cada paso, Lou trataba de mantener la compostura, pero no podía evitar que su mente regresara a la noche anterior, a ese momento en que su mirada y la de Negan se cruzaron.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, lo empujaron hacia una habitación. Lou escuchó el sonido de una puerta cerrándose detrás de él, seguido de pasos que se alejaban. Luego, con un tirón brusco, le quitaron la bolsa de tela del rostro.
Parpadeó, sus ojos adaptándose a la luz de la sala. Era una habitación amplia, con una mesa de madera al centro y sillas dispuestas alrededor. Había un ambiente extraño, como si el lugar estuviera diseñado para imponer autoridad. Las paredes desnudas y la iluminación tenue no hacían nada por aliviar la tensión.
— Siéntate — ordenó uno de los hombres que lo había escoltado, señalando una silla frente a la mesa.
Lou permaneció de pie por un instante, pero ante otro empujón insistente, se dejó caer en la silla. El hombre que habló salió de la habitación sin decir más, dejando a Lou solo.
Por un momento, Lou miró a su alrededor, buscando algo que pudiera darle una pista de lo que estaba por venir. Pero no encontró nada, solo la pesada sensación de que estaba a punto de enfrentarse a algo que cambiaría todo.
Finalmente, el hombre que lo había escoltado volvió a entrar, se detuvo en la puerta y, con una voz indiferente, dijo:
— El jefe vendrá a hablar contigo. No intentes nada estúpido.
Con eso, salió de la sala nuevamente, cerrando la puerta tras de sí. Lou se quedó solo, su respiración pesada mientras las emociones de la noche anterior volvían a arremeter con fuerza. Ahora, no podía escapar de lo inevitable. Estaba a punto de enfrentar al hombre que lo había abandonado y al líder de los Salvadores. Un hombre que, para bien o para mal, seguía siendo su padre.
La puerta se abrió lentamente, y Lou sintió que el aire en la habitación se volvía más pesado. Negan apareció en el umbral, pero algo en él era diferente. Su postura seguía siendo la de un líder, firme y dominante, pero sus ojos lo traicionaban. Había algo más en su mirada, una mezcla de reconocimiento, culpa y algo que Lou no podía identificar.
Negan cerró la puerta detrás de él y se quedó en silencio, mirándolo. Lou no podía evitar observar cada uno de sus movimientos, el modo en que sus manos se metían en los bolsillos de su chaqueta de cuero, como si intentara ocultar alguna emoción. Pero no importaba cuánto lo intentara, Lou podía verlo: ese pequeño temblor en sus labios, la rigidez en su mandíbula.
El dolor en el pecho de Lou se intensificó, como si su corazón estuviera intentando salir por cada golpe de su pulso. Sus ojos ardían, y aunque intentó contenerse, las lágrimas comenzaron a llenar sus ojos. No quería mostrarse débil, no quería ser vulnerable frente a él, pero era imposible.
Negan dio unos pasos hacia él, con una lentitud que parecía casi calculada. Cuando finalmente estuvo lo suficientemente cerca, se detuvo y lo miró, no como un extraño, no como el hombre que era ahora, sino como alguien que lo había conocido toda su vida.
— Hey, pequeño, ¿por qué las lágrimas? — dijo finalmente Negan, su voz más suave de lo que Lou había esperado, como si estuviera hablando con un niño.
El uso de ese tono fue como un golpe en el estómago para Lou. Su mente lo llevó de inmediato a cuando tenía seis años, cuando su padre se inclinaba hacia él con esa misma expresión, esa mezcla de ternura y autoridad. Los recuerdos de los días felices que pasaron juntos se mezclaron con el vacío que siguió a su partida.
Lou trató de hablar, pero las palabras se le quedaron atascadas en la garganta. Lo único que pudo hacer fue mirarlo, sus ojos llenos de lágrimas, con una mezcla de rabia, tristeza y añoranza.
Negan notó su lucha y dejó escapar un suspiro, rascándose la barba como solía hacerlo cuando estaba nervioso. Luego se inclinó un poco, acercándose más a Lou, como si estuviera hablando con ese niño que dejó atrás.
— Mírate... Has crecido mucho, Louie. Eres todo un hombre ahora. — Su voz tenía un matiz nostálgico, casi orgulloso, pero había una sombra de arrepentimiento escondida en sus palabras.
Lou cerró los ojos por un momento, tratando de calmarse, pero las palabras de Negan hicieron que su pecho se apretara aún más. Finalmente, Lou habló, aunque su voz era apenas un susurro.
— ¿Por qué... me dejaste?
La pregunta salió antes de que pudiera detenerla, cargada de toda la angustia y el resentimiento que había guardado durante años. Negan se quedó inmóvil, su rostro endureciéndose por un instante, como si no supiera qué decir. Pero luego su expresión se suavizó, y por primera vez, el hombre imponente que dirigía a los Salvadores parecía pequeño.
— Porque pensé... que estaba haciendo lo correcto, Louis — respondió Negan finalmente, su voz cargada de una honestidad que Lou no estaba seguro de querer escuchar. — Pensé que al alejarme te estaba protegiendo. Que podrías tener algo mejor sin mí.
Lou lo miró, sintiendo que la rabia y el dolor se mezclaban en su interior como un huracán. No sabía si quería abrazarlo o golpearlo. Pero antes de que pudiera hacer algo, Negan extendió una mano hacia él, no para imponer su autoridad, sino como un gesto de acercamiento, de algo que parecía casi... vulnerable.
— No esperaba verte aquí, Louis. Pero, maldita sea, estoy jodidamente feliz de hacerlo. — Sus palabras eran sinceras, pero Lou no sabía si eso era suficiente para calmar las heridas que llevaba tanto tiempo cargando.
Negan dio un paso al frente, su habitual confianza se desvanecía con cada movimiento, como si la presencia de Lou desarmara por completo su fachada habitual. Lo miró detenidamente, y aunque frente a él había un hombre adulto, en los ojos de Negan solo veía al niño que había dejado atrás.
Se pasó una mano por la mandíbula, intentando contener la emoción que le apretaba el pecho, pero finalmente dejó escapar un suspiro tembloroso. Cuando habló, su voz no era la del líder intimidante que los demás conocían, sino la de un hombre roto, lleno de arrepentimiento.
— Louie... — murmuró, y el apodo, cargado de familiaridad, hizo que Lou cerrara los ojos con fuerza, como si eso pudiera protegerlo del torbellino de emociones que lo invadía. — No sabes lo mucho que me costó irme. Lo difícil que fue para mí...
Lou no dijo nada, solo lo observaba, sus labios temblando mientras intentaba contener las lágrimas que amenazaban con escapar.
Negan continuó, su voz quebrándose mientras hablaba.
— Eras mi mundo, Louie. Mi niño. Te amaba más de lo que he amado a nada en este maldito planeta. Y dejarte... dejarte fue lo más doloroso que he hecho en mi vida.
Negan dio un paso más cerca, y sus ojos brillaban con una vulnerabilidad que pocas personas habían presenciado.
— Nunca dejé de pensar en ti. Cada maldito día me preguntaba cómo estabas, si estabas bien, si me odiabas... y me odié a mí mismo por no estar allí para ti. — Negan hizo una pausa, tragando saliva con dificultad. — Pero nunca dejé de amarte, Louie. Nunca.
Lou sintió que su garganta se cerraba, como si todo el aire hubiera sido expulsado de sus pulmones. Las lágrimas finalmente comenzaron a rodar por sus mejillas, y su voz salió rota cuando finalmente habló.
— Entonces... ¿por qué? — preguntó, su tono lleno de un dolor profundo. — Si me amabas tanto, ¿por qué te fuiste? ¿Por qué me dejaste?
Negan se pasó una mano por el cabello, sus propios ojos enrojecidos mientras miraba al suelo.
— Porque era un cobarde. — Su voz era apenas un susurro. — Pensé que estaba haciendo lo correcto... pero fui un maldito cobarde, Louie. No hay excusa para lo que hice.
El silencio llenó la habitación, solo interrumpido por los sollozos entrecortados de Lou. Negan lo miró con una mezcla de amor, arrepentimiento y desesperación.
— Todo lo que siempre quise fue verte crecer, estar a tu lado... pero no lo hice. Y lo siento más de lo que las palabras pueden expresar.
Negan extendió una mano, como si quisiera acercarse a él, pero la dejó caer a su lado, sin atreverse a cruzar esa barrera que sabía que él mismo había creado.
— Te amo, Louie. Nunca dejé de hacerlo. Por favor, créeme...
Pero Lou no respondió. Su corazón estaba destrozado por lo que escuchaba, dividido entre el niño que anhelaba esas palabras y el hombre que no podía ignorar los años de abandono.
Lou se quedó en silencio, mirando a Negan mientras las palabras de su padre resonaban en su mente. Sentía que cada una de ellas golpeaba una pared que había construido alrededor de sus emociones durante años, una barrera que creía infranqueable. Pero ahora, frente a la mirada vulnerable de Negan, algo en su interior comenzaba a resquebrajarse.
Finalmente, Lou levantó la vista, su voz temblando mientras intentaba mantener la compostura.
— No sé si puedo creerte, Negan. — Sus palabras salieron como un susurro, llenas de la mezcla de dolor y rabia que llevaba cargando desde niño. — Pasé años preguntándome qué hice mal, por qué no fui suficiente para que te quedaras. Y ahora vienes aquí y me dices que siempre me amaste... ¿Esperas que eso borre todo el daño que me hiciste?
Negan lo miró con un pesar profundo, el tipo de dolor que rara vez mostraba a nadie. Dio un paso hacia él, pero se detuvo a mitad de camino, como si temiera cruzar una línea invisible.
— No espero que lo borre, Lou. — Negan tragó saliva, su voz baja y cargada de emoción. — Sé que no puedo arreglar lo que hice. Pero lo que siento por ti no es mentira. Nunca lo fue. Eres mi hijo, mi sangre. Y si me das una oportunidad, haré lo que sea necesario para demostrarte que no volveré a fallarte.
Lou negó con la cabeza, una risa amarga escapando de sus labios.
— ¿Y cómo planeas hacer eso, Negan? ¿Cómo puedes reparar años de abandono? ¿Años de crecer pensando que no era suficiente para ti?
Negan respiró hondo, su mirada fija en Lou, como si intentara transmitir toda su sinceridad a través de sus ojos.
— No puedo cambiar el pasado, Louie. Pero puedo estar aquí ahora. Puedo ser tu padre, aunque sea tarde. — Negan dio un paso más cerca, esta vez con determinación. — No puedo borrar lo que hice, pero puedo hacerte una promesa: no te abandonaré de nuevo. No esta vez.
Lou lo miró, sus emociones luchando entre sí. Una parte de él quería creerle, quería aferrarse a esa pequeña esperanza de que su padre realmente había cambiado. Pero otra parte, la que había aprendido a vivir sin él, no podía bajar la guardia tan fácilmente.
— No sé si estoy listo para eso, Negan. — Lou apartó la mirada, cruzándose de brazos como si intentara protegerse de cualquier daño adicional. — No sé si puedo confiar en ti.
Negan asintió lentamente, aceptando las palabras de su hijo sin protestar.
— No te culpo por sentirte así. No te culpo por nada, Louie. Pero no voy a rendirme contigo.
Lou levantó la vista, encontrando los ojos de su padre una vez más. La intensidad en la mirada de Negan, la mezcla de dolor, arrepentimiento y amor, era casi demasiado para soportar.
— Supongo que solo el tiempo dirá si estás diciendo la verdad. — Las palabras de Lou eran duras, pero su tono no tenía tanta fuerza como antes.
Negan sonrió débilmente, asintiendo.
El silencio llenó la habitación una vez más, pero esta vez no era tan pesado. Lou no estaba listo para perdonar, pero, por primera vez, sintió que tal vez había una posibilidad de reconstruir algo roto hacía mucho tiempo.
Se acercó un poco más, inclinándose hasta que sus ojos estaban al nivel de los de su hijo. En lugar de responder con el sarcasmo o la arrogancia que lo caracterizaba, habló con una voz baja y cargada de emoción, como si cada palabra le costara un esfuerzo monumental.
— Louie... — comenzó, su tono suave y tembloroso, como si hablara con el niño que había dejado atrás. — ¿Crees que fue fácil para mí? ¿Crees que me fui porque no te amaba?
Lou mantuvo su mirada, pero sus ojos brillaban con lágrimas contenidas. No respondió, dejando que el silencio fuera su única respuesta.
Negan dejó escapar un suspiro, pasándose una mano por la barba como si intentara encontrar las palabras adecuadas. Finalmente, continuó, su voz llena de dolor.
— Me costó cada maldito día de mi vida irme. ¿Tú crees que no quería quedarme contigo? ¿Que no quería ser el hombre que te viera crecer, el que estuviera ahí para ti? — Negan apretó los puños, su mirada fija en Lou. — Pero... no podía. Fui un cobarde, Lou. No lo niego. Pensé que estaba haciendo lo correcto, que al alejarme de ti te estaba dando una oportunidad de tener algo mejor, alguien mejor.
Lou sintió un nudo en la garganta, pero se negó a ceder. Las palabras de su padre eran demasiado dolorosas, demasiado contradictorias con los recuerdos que tenía de su partida.
— No me digas eso — murmuró Lou, su voz quebrándose ligeramente. — Si realmente me amabas, si realmente te importaba, no me habrías dejado. No me habrías abandonado por alguien más.
Negan cerró los ojos por un momento, como si las palabras de Lou fueran un puñetazo directo al corazón. Cuando volvió a abrirlos, sus ojos estaban llenos de una vulnerabilidad que Lou nunca había visto en él.
— Tienes razón, Louie. No hay excusa para lo que hice. Ninguna maldita excusa. — Negan respiró hondo, intentando calmarse, pero su voz seguía temblando ligeramente. — Pero eso no cambia lo que siento. Nunca dejé de pensar en ti, nunca dejé de amarte. No importa cuánto tiempo haya pasado o cuán jodido sea este mundo... siempre has sido mi hijo, y siempre lo serás.
Lou dejó caer la cabeza, su mente en un torbellino de emociones. El dolor, la rabia, la tristeza y, lo más complicado de todo, un pequeño destello de esperanza, luchaban dentro de él.
— No me basta con palabras, Negan. No ahora. — Su voz era más baja, casi un susurro.
Negan lo miró con intensidad, acercándose lo suficiente como para colocar una mano sobre su hombro. Lou sintió el peso del gesto, pero no se apartó.
— No espero que me creas de inmediato, Louie. Pero quiero demostrarte que todavía soy tu padre. No importa cuánto tiempo haya pasado, no importa lo que haya hecho. Te voy a demostrar que todavía estoy aquí para ti.
Lou lo miró, sus ojos llenos de lágrimas. No sabía si quería creerle, pero, por primera vez, se sintió un poco menos solo.
Lou apartó la mirada, intentando ocultar la batalla interna que se libraba en su pecho. Sabía que no podía simplemente aceptar lo que Negan decía, que las heridas no sanaban con palabras, no importaba cuán sinceras parecieran. Así que permaneció en silencio, dejando que las emociones se acumularan como una tormenta dentro de él.
Negan lo observó por un momento, sus labios curvándose en una sonrisa amarga. Dio un paso hacia atrás, cruzando los brazos frente a su pecho mientras lo miraba detenidamente, como si estuviera intentando grabar cada detalle de su rostro.
— Siempre pensé que serías como yo al crecer, ¿sabes? — dijo finalmente, su tono más controlado pero con un dejo de nostalgia. — La misma arrogancia, la misma terquedad... el mismo maldito encanto.
Lou le lanzó una mirada fugaz, aún sin palabras, pero sus ojos estaban llenos de algo que Negan no pudo descifrar del todo.
Negan soltó una risa suave, aunque no había alegría en ella.
— Pero me equivoqué. No esperaba que te parecieras tanto a tu madre. — Su voz se suavizó al mencionar a la mujer que una vez amó. — Esa forma de mirarme como si pudieras atravesarme con los ojos... es igual a como ella solía hacerlo.
Lou sintió un nudo en el estómago al escuchar eso, pero no dijo nada.
Negan continuó, señalándolo con un movimiento de la cabeza.
— Claro, tienes mi altura, mi complexión, incluso mi maldita sonrisa. Pero todo lo demás... todo lo que importa, es de ella. Esa fuerza tranquila, esa determinación, esa forma de preocuparte por los demás aunque intentes ocultarlo.
Negan se detuvo, su mirada fija en Lou, como si intentara medir su reacción.
— Es gracioso, ¿sabes? Cuando te miro ahora, veo lo mejor de los dos. Pero también veo todo lo que arruiné, todo lo que nunca debí dejar atrás. — Su voz se quebró ligeramente al final, pero rápidamente recuperó la compostura.
Lou finalmente levantó la mirada, encontrándose con los ojos de su padre. Pero aún así no respondió. Negan lo observó por un momento más, luego dejó escapar un largo suspiro.
— Sé que no me vas a perdonar de inmediato... tal vez nunca lo hagas. Pero quiero que sepas que no voy a desaparecer esta vez. No voy a volver a dejarte.
Lou cerró los ojos, sintiendo el peso de esas palabras, pero también el escepticismo que venía con ellas. No podía confiar en eso, no aún. No después de todo lo que había pasado. Pero algo dentro de él —quizá ese niño de seis años que Negan había dejado atrás— quería creerle desesperadamente.
Negan dio un paso atrás, su expresión ahora más cautelosa.
— Tómate el tiempo que necesites. Yo estaré aquí, Louis. No voy a ningún lado.
Con eso, Negan salió de la habitación, dejando a Lou solo con sus pensamientos y el remolino de emociones que amenazaba con consumirlo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro