
Capitulo 38
El sol apenas comenzaba a filtrarse entre los árboles del bosque, creando sombras irregulares sobre el suelo mientras el grupo ponía en marcha el plan cuidadosamente orquestado para desviar a los caminantes de la cantera. Lou estaba entre ellos, nervioso pero decidido, sosteniendo su arma con firmeza mientras caminaba junto a los demás. Aunque no había pasado mucho tiempo desde que se unió al grupo de Alexandria, sentía la presión de demostrar su valía y proteger a las personas que ahora consideraba su familia.
El ruido de los gruñidos y los pasos arrastrados de los caminantes era ensordecedor, casi ahogando las instrucciones de Rick mientras se aseguraba de que todos estuvieran en sus posiciones. Lou lanzó una mirada a Daryl, que estaba montado en su motocicleta liderando parte de la horda. Aunque estaban separados por algunos metros, la presencia de Daryl le daba una extraña sensación de calma en medio del caos.
Todo iba según lo planeado. Los caminantes seguían el camino que habían marcado, alejándose de la cantera y avanzando hacia el destino acordado. Lou respiró hondo, pensando que tal vez, solo tal vez, esto podría funcionar.
Pero entonces, el sonido estridente de una bocina rompió el aire, resonando como un grito de alarma que hizo eco entre los árboles. Lou sintió que el corazón se le detenía por un instante, y miró a los demás con confusión. La bocina continuaba, insistente, desviando la atención de los caminantes. La mitad de la horda comenzó a girar lentamente, atraída por el nuevo ruido.
— ¡¿Qué demonios es eso?! — gritó Michonne, tratando de hacerse oír por encima del rugido de la bocina y los gruñidos de los caminantes.
Rick maldijo en voz baja, mirando en dirección al sonido.
— Viene de Alexandría —, dijo, su rostro tensándose.
Lou sintió un nudo en el estómago. Alexandría. Maggie. ¿Estaban todos en peligro? Quiso correr de inmediato hacia la comunidad, pero sabía que no podía abandonar su posición sin más.
— ¡Tenemos que dividirnos! — ordenó Rick. —Michonne, tú y Glenn sigan con el plan. ¡Daryl, mantén la mayor cantidad posible de caminantes en curso!
Lou apretó los dientes, buscando a Daryl con la mirada. Quería asegurarse de que estuviera bien, pero también quería correr hacia Alexandría para proteger a Maggie y los demás. La indecisión lo paralizó por un momento, hasta que sintió la mano de Rick en su hombro.
— Lou, quédate con Michonne y Glenn. Los necesitamos para mantener esto bajo control —, dijo Rick, su tono firme pero no autoritario.
Lou asintió, tragando el miedo que amenazaba con apoderarse de él.
— De acuerdo.
Mientras Rick corría hacia Alexandría junto con otros, Lou se quedó en su posición, observando cómo la mitad de la horda se desviaba hacia el sonido de la bocina. Cada gruñido y paso arrastrado de los caminantes era un recordatorio de lo frágil que era su seguridad.
— Vamos, Lou. No pierdas el enfoque — le dijo Michonne, su voz tranquila pero determinada.
Lou respiró profundamente y asintió, cargando su arma mientras seguía a Michonne y Glenn para tratar de desviar a los caminantes restantes. Pero incluso mientras lo hacía, no podía dejar de pensar en Alexandría y en las personas que amaba.
Mientras el rugido de los caminantes llenaba el aire, Daryl mantenía su motocicleta en marcha, guiando a la horda como parte del plan. Sin embargo, la bocina que resonaba en la distancia no dejaba de perturbarlo. Su mandíbula estaba tensa mientras tomaba la radio, con el pulso acelerado.
— Lou, ¿me copias? — dijo con urgencia. Su voz, aunque firme, estaba cargada de preocupación.
La radio permaneció en silencio. Daryl frunció el ceño y volvió a intentarlo, esta vez con más intensidad.
— ¡Lou! Contesta, maldición.
Nada.
El corazón de Daryl se hundió. La idea de que Lou pudiera estar en peligro lo consumía. Soltó un gruñido frustrado antes de hablar de nuevo, esta vez dirigiéndose a Rick.
— Voy hacia allá — dijo con decisión, girando ligeramente la motocicleta. — No puedo quedarme aquí mientras esa maldita bocina atrae a la mitad de la horda hacia Alexandría.
Rick, que corría por el bosque tratando de organizar a los demás, tomó su propia radio rápidamente.
— ¡No, Daryl! Necesitamos que sigas guiando a la horda. Es crucial para que el plan funcione.
— No voy a dejar a Lou en peligro, Rick, — replicó Daryl, su tono más agresivo.
Rick respiró hondo, tratando de mantener la calma mientras corría.
— Lou no está en Alexandría. Está con Michonne, Glenn y Nicholas. Ellos están desviando al resto de la horda. Está con gente en la que puedes confiar.
El agarre de Daryl en el manubrio de la motocicleta se tensó. Sabía que Rick tenía razón, pero eso no hacía que fuera más fácil. La falta de respuesta de Lou en la radio no ayudaba a calmar su ansiedad.
— Bien, — murmuró finalmente, apretando los dientes. — Porque si algo le pasa, me importa un carajo este plan.
Rick no respondió de inmediato, pero entendió la amenaza implícita en las palabras de Daryl.
— Confía en Michonne y en Glenn. Concéntrate en tu parte. Todos dependemos de esto.
Daryl soltó un gruñido bajo y continuó guiando a los caminantes, pero su mente seguía con Lou. No podía evitar pensar en cómo estaría. Mientras los caminantes lo seguían, solo podía esperar que Rick tuviera razón y que Lou estuviera a salvo.
El ambiente estaba cargado de tensión dentro de la vieja tienda de mascotas. Los sonidos de los caminantes arrastrándose fuera del lugar hacían que cada pequeño movimiento pareciera una amenaza. Lou miró a Glenn mientras este explicaba el plan.
— Encenderemos un edificio. Algo lo suficientemente grande como para atraerlos. Lou, tú vienes conmigo. Nicholas, tú también. Michonne, mantén al resto aquí hasta que regresemos, — dijo Glenn, con la firmeza de alguien que sabía que las cosas podían salir terriblemente mal, pero que no veía otra opción.
Lou asintió sin dudarlo.
— Está bien. Vamos.
Michonne miró a Lou con preocupación.
— ¿Estás seguro? Esto no es un juego, Lou.
— Lo sé, — respondió Lou con firmeza, aunque su expresión reflejaba una mezcla de determinación y miedo. — Pero no podemos quedarnos aquí esperando a que nos rodeen.
Nicholas, que claramente estaba nervioso, trató de calmarse respirando profundamente. Glenn le dio una palmada en el hombro antes de abrir la puerta lentamente, dejando entrar el sonido ensordecedor de los gemidos y gruñidos de los caminantes.
— Ahora, — susurró Glenn, y los tres salieron corriendo al unísono.
La calle estaba llena de caminantes, algunos a solo unos metros de ellos. Glenn lideraba el camino, zigzagueando entre los muertos vivientes con Lou y Nicholas siguiéndolo de cerca. Lou apretaba los dientes, sintiendo cómo la adrenalina pulsaba en su cuerpo mientras los gruñidos de los caminantes se intensificaban.
El callejón era un laberinto de ladrillos altos y paredes desgastadas, con ningún camino claro hacia la salvación. Los gemidos de los caminantes aumentaban, resonando como un eco sin fin entre las estrechas paredes. Glenn, Nicholas y Lou se detuvieron en seco al darse cuenta de que no había salida al final del callejón.
— ¡Maldición! — exclamó Glenn, mirando frenéticamente a su alrededor.
Lou giró la cabeza rápidamente, buscando algo, cualquier cosa, que pudiera ayudarlos. Entonces lo vio: unas escaleras metálicas oxidadas que subían por el costado de un edificio medio en ruinas. Sin pensarlo dos veces, gritó:
— ¡Por aquí, suban las escaleras!
Mientras corría hacia las escaleras, Glenn y Nicholas dudaron. El ruido de los caminantes se acercaba peligrosamente rápido. Nicholas, nervioso y paralizado por el miedo, apenas podía moverse. Glenn lo agarró del brazo y lo empujó hacia un contenedor de basura cercano.
— ¡Súbete ahí, ahora!
Nicholas obedeció torpemente, trepando al contenedor con las manos temblorosas. Glenn lo siguió de inmediato, subiendo justo cuando los primeros caminantes comenzaron a llenar el callejón.
Lou, desde lo alto de las escaleras, miró hacia abajo y vio cómo los caminantes rodeaban el contenedor, sus manos esqueléticas estirándose hacia ellos. Gritó:
— ¡Glenn, suban aquí! ¡Rápido!
Glenn levantó la vista hacia Lou, evaluando rápidamente la situación.
— No podemos. Están demasiado cerca. Si intentamos movernos, nos atrapan.
— ¡No podemos quedarnos aquí para siempre! — respondió Lou, el tono de su voz revelando su frustración y miedo.
Desde su posición elevada, Lou vio cómo el grupo de caminantes seguía creciendo, apretándose alrededor del contenedor como una ola imparable. Podía sentir su corazón martillear en su pecho, la adrenalina bombeando mientras su mente trabajaba a toda velocidad para encontrar una solución.
— ¡Glenn! — gritó Lou nuevamente, desesperado. — ¡Tiene que haber algo que puedas usar!
Glenn buscó frenéticamente a su alrededor, sus ojos escaneando el área mientras los caminantes comenzaban a empujar el contenedor. Encontró un pedazo de madera vieja al lado y lo agarró con fuerza, usándolo para golpear a los caminantes que se acercaban demasiado.
Lou, mientras tanto, comenzó a trepar más arriba por las escaleras, buscando una forma de distraer a los caminantes desde su posición. Llegó a una ventana rota que daba al interior del edificio. Miró dentro, viendo un par de muebles viejos y algunos escombros.
Mientras Lou golpeaba el marco de la ventana, un sonido claro y definido lo detuvo en seco: el clic del seguro de un arma siendo liberado. Su cuerpo se tensó y giró lentamente, levantando las manos en un gesto de rendición automática.
Del otro lado de la habitación, una figura menuda emergió de las sombras. Era Enid. Estaba temblando, con la pistola apuntando directamente a él. Sus ojos reflejaban una mezcla de miedo y determinación, pero también una vulnerabilidad que Lou reconoció de inmediato.
— ¿Enid? — dijo Lou en voz baja, dejando caer el metal que tenía en la mano.
Ella no respondió de inmediato, su mirada alternando entre el arma y Lou. Finalmente, habló, con la voz temblorosa.
— ¿Qué estás haciendo aquí?
Lou bajó las manos lentamente, mostrándole que no representaba una amenaza.
— Intento salvar a mis amigos. Glenn está ahí abajo, atrapado con Nicholas. Estoy tratando de distraer a los caminantes.
Enid frunció el ceño, su postura aún defensiva.
— ¿Cómo sé que no me harás daño?
Lou dejó escapar un suspiro, relajando los hombros.
— No voy a hacerte daño, Enid. Nunca lo haría. Pero, ¿qué haces tú aquí? Deberías estar en Alexandria.
Ella apretó los labios, bajando el arma ligeramente.
— No podía quedarme. Todo se estaba yendo al infierno. Hice lo que siempre hago... huí.
Lou dio un paso hacia ella, con cuidado de no asustarla.
— ¿Por qué estás sola? ¿Sabes lo peligroso que es aquí afuera?
Enid miró hacia un lado, evitando su mirada.
— No lo entiendes. Es más fácil estar sola. No tengo que preocuparme por nadie. Nadie tiene que preocuparse por mí.
Lou se quedó en silencio por un momento, evaluando sus palabras. Luego, suavizó su tono, como un padre hablando con una hija.
— Enid, entiendo lo que sientes. Crees que si te alejas, no perderás a nadie más. Que el dolor será menor. Pero, ¿sabes qué? Estar sola no te protege del dolor. Solo te hace cargar con todo tú sola.
Ella lo miró, sus ojos llenándose de lágrimas que intentó contener.
— ¿Y qué sabes tú? ¿Cómo podrías entenderlo?
Lou dejó escapar un suspiro profundo.
— Porque también huí una vez. Cuando todo se fue al infierno, pensé que si me alejaba de la gente que me importaba, estaría mejor. Pero no fue así. Solo terminé más perdido, más roto.
Enid bajó la mirada, apretando los labios. La pistola temblaba en su mano hasta que finalmente la bajó del todo.
— ¿Qué se supone que debo hacer, entonces? Todo lo que hago es perder a la gente que quiero.
Lou dio un paso más cerca, colocando una mano en su hombro.
— Sigues adelante, Enid. Pero no tienes que hacerlo sola. Tienes a Glenn, a Maggie, a mí. No vamos a dejarte atrás.
Las lágrimas finalmente rodaron por las mejillas de Enid, y su respiración se entrecortó.
— ¿Y si los pierdo también?
— Entonces peleamos para que eso no pase, — dijo Lou con firmeza. — Juntos.
Enid asintió, dejando caer la pistola al suelo mientras Lou la envolvía en un abrazo protector. Durante ese instante, no eran dos sobrevivientes en medio del apocalipsis. Eran una niña y un hombre que entendían el peso del abandono y el miedo a estar solos.
Lou y Enid esperaron pacientemente en el edificio mientras observaban desde una pequeña ventana cómo los caminantes lentamente comenzaban a dispersarse. Lou mantenía su mirada fija en el caos, pero sus pensamientos estaban en Glenn. ¿Había logrado sobrevivir? ¿Se había escondido? Enid, por su parte, permanecía en silencio, jugueteando nerviosamente con los dedos.
Cuando finalmente la horda comenzó a disminuir, Lou se levantó.
— Es ahora o nunca, — dijo, ajustando su cinturón y asegurándose de que su arma estuviera lista.
Ambos bajaron las escaleras y salieron con cautela. A medida que avanzaban, Lou se movía con la seguridad de alguien que ya había hecho esto muchas veces antes, mientras que Enid lo seguía, intentando no pisar nada que hiciera ruido.
Finalmente, lo encontraron: Glenn estaba escondido debajo del contenedor de basura, con las manos cubiertas de sangre y el rostro pálido, pero vivo. Al verlos, suspiró de alivio.
— ¿Lou? ¿Enid? ¿Qué hacen aquí? — preguntó Glenn, arrastrándose lentamente para salir de su escondite.
— Te dije que no iba a dejarte atrás, — respondió Lou con una leve sonrisa. — ¿Estás bien?
Glenn asintió, aunque estaba visiblemente agotado.
— Estoy bien. Nicholas... él no lo logró.
Lou miró alrededor, notando el cuerpo de Nicholas entre los caminantes que ahora estaban dispersos.
— Lo siento, — dijo con sinceridad.
Enid se quedó callada, mirando a Glenn con una mezcla de alivio y culpa. Lou notó su expresión y decidió intervenir.
— Bien, tenemos que regresar a Alexandria. No podemos quedarnos aquí por más tiempo.
Glenn se puso de pie y miró a Enid, que estaba mirando al suelo.
— ¿Qué pasa contigo, Enid? ¿Vienes con nosotros?
Ella levantó la vista, pero no respondió de inmediato.
— No lo sé. No sé si puedo regresar. Alexandria... no es mi lugar.
Lou suspiró y se cruzó de brazos.
— Mira, entiendo que creas que puedes manejarte sola, pero eso no va a funcionar a largo plazo. Sabes que no es seguro allá afuera.
Glenn se unió a él.
— Enid, te necesitamos. Maggie te necesita. No puedes seguir huyendo. Alexandria es tu hogar, aunque no lo sientas ahora.
Enid sacudió la cabeza.
— No puedo. ¿Qué pasa si regreso y las cosas salen mal de nuevo? ¿Qué pasa si los pierdo a ustedes?
Lou dio un paso adelante, su voz firme pero comprensiva.
— Eso es parte de esto, Enid. Todos estamos en riesgo. Pero huir no es la respuesta. Quedarte sola solo hará que pierdas más rápido. Alexandria es un lugar donde podemos luchar juntos. Donde podemos protegernos.
Glenn colocó una mano en el hombro de Enid.
— Si no puedes hacerlo por ti, hazlo por Maggie. Ella te quiere allá.
Enid apretó los labios, claramente luchando con sus emociones. Finalmente, dejó escapar un largo suspiro y asintió.
— Está bien. Regresaré. Pero no prometo quedarme para siempre.
Lou sonrió levemente.
— Es un comienzo.
Con Enid a su lado, Lou y Glenn comenzaron a avanzar hacia Alexandria. Aunque el camino de regreso sería peligroso, Lou sentía un renovado propósito. Había ayudado a alguien a no rendirse, y eso era suficiente por ahora.
El grupo avanzaba con cautela, Enid iba delante, manteniéndose alerta por si algún caminante aparecía en el camino. Lou y Glenn se quedaron un poco atrás, sus pasos sincronizados mientras la tensión entre ellos comenzaba a disiparse.
Glenn rompió el silencio, su tono calmado pero cargado de sinceridad.
— Lou... nunca quise que las cosas fueran así con Maggie. No era mi intención hacerte daño.
Lou lo miró de reojo, sorprendido por la confesión. Guardó silencio por un momento antes de suspirar, sintiendo el peso de las palabras de Glenn.
— Lo sé, Glenn, — respondió finalmente. — No eres el tipo de persona que haría algo así con intención de lastimar a alguien. Pero no voy a mentir... en su momento, me dolió. Mucho.
Glenn asintió, apretando los labios.
— Lo entiendo. Y lo lamento de verdad. Maggie me contó cuánto tiempo llevaban juntos... y, sinceramente, fue difícil no sentir culpa después de todo lo que pasó.
Lou sonrió ligeramente, aunque no había amargura en sus palabras.
— Supongo que así son las cosas en este mundo, ¿no? Nada está garantizado, y las personas cambian. Pero, a pesar de todo... creo que estoy agradecido por cómo resultaron las cosas.
Glenn lo miró con curiosidad, frunciendo el ceño.
— ¿A qué te refieres?
Lou se detuvo por un momento, mirando hacia el horizonte donde podía vislumbrar a Enid avanzando con determinación. Luego miró a Glenn directamente.
— Si eso no hubiera pasado, si Maggie no te hubiera conocido, yo nunca habría terminado con Daryl, — confesó Lou. Su voz era suave, pero había una calidez genuina en sus palabras. — Y él... él es todo para mí. Me hace sentir cosas que no sabía que podía sentir. De alguna manera, todo el dolor valió la pena porque me llevó a él.
Glenn parpadeó, sorprendido por la sinceridad de Lou, pero una pequeña sonrisa se formó en sus labios.
— Nunca lo había pensado de esa manera.
— Bueno, — continuó Lou, encogiéndose de hombros, — supongo que así es la vida. A veces el caos y el dolor nos llevan justo a donde necesitamos estar. No digo que todo fue perfecto, pero... estoy en paz con cómo resultaron las cosas. Incluso estoy feliz por ustedes dos.
Glenn sonrió más ampliamente, asintiendo con la cabeza.
— Gracias, Lou. Significa mucho que digas eso.
Lou simplemente le dio una palmada en el hombro antes de que ambos reanudaran su paso, alcanzando a Enid. Aunque el mundo seguía siendo caótico y peligroso, en ese momento, había una especie de cierre. Una paz momentánea que les permitió seguir adelante, más fuertes y unidos que antes.
Mientras caminaban, Glenn se detuvo por un momento, como si estuviera reuniendo el valor para decir algo. Lou notó su vacilación y arqueó una ceja.
— ¿Qué pasa? — preguntó, ajustando el rifle que llevaba colgado al hombro.
Glenn respiró profundamente antes de mirarlo directamente.
— Maggie está embarazada.
Lou se detuvo en seco, su mirada fija en Glenn mientras procesaba la noticia.
— ¿Qué... qué dijiste?
— Va a tener un bebé, — repitió Glenn, su voz más firme pero con un toque de emoción. — Todavía es reciente, pero... sí, Maggie y yo vamos a ser padres.
Lou sintió que un torbellino de emociones lo atravesaba. Por un lado, una ola de genuina felicidad por Maggie y Glenn; por otro, una punzada de algo más profundo, algo que no podía evitar. Su mente lo llevó a un lugar que no había visitado en mucho tiempo.
— Vaya... — murmuró Lou, su voz apenas audible. — Eso es... eso es increíble, Glenn. Me alegro por ustedes, de verdad.
Glenn sonrió con humildad, pero la mirada de Lou estaba perdida en el horizonte. No pudo evitar pensar en cómo había imaginado su vida antes de que el mundo se desmoronara. En otra realidad, en un mundo diferente, podría haber sido él quien estuviera en el lugar de Glenn. Él y Maggie habían hablado de formar una familia en algún momento, cuando el mundo era más simple y las posibilidades parecían infinitas.
— ¿Lou? — Glenn lo miró con curiosidad, notando el cambio en su expresión.
Lou sacudió la cabeza, regresando al presente.
— Perdón, solo... estaba pensando. Hubo un tiempo en el que pensé que Maggie y yo... bueno, ya sabes. Me imaginé que sería ella y yo contra el mundo. Incluso habíamos hablado de tener hijos algún día. Supongo que esas ideas nunca se van del todo.
Glenn asintió lentamente, comprendiendo el peso de las palabras de Lou.
— Lo entiendo. Y sé que no es fácil dejar ir esas cosas, especialmente cuando todavía te importa alguien.
Lou lo miró con una leve sonrisa.
— No me malinterpretes. Estoy feliz por ustedes. De verdad. Solo... es extraño pensar en cómo las cosas cambian. Cómo el camino que tomamos nos lleva a lugares que nunca imaginamos. Si alguien me hubiera dicho hace un año que estaría con alguien como Daryl Dixon... probablemente me habría reído en su cara.
Glenn soltó una risa breve.
— Bueno, supongo que el mundo tiene formas extrañas de unir a las personas.
Lou asintió.
— Eso seguro. Pero, Glenn... te prometo algo. Si algún día necesitas ayuda con ese bebé, si Maggie necesita algo, estaré ahí. Porque aunque las cosas no resultaron como pensé... ustedes son mi familia también.
Glenn lo miró con gratitud, asintiendo.
— Eso significa mucho, Lou. Gracias.
Ambos continuaron caminando en silencio por un momento, sabiendo que, a pesar de las diferencias en sus caminos, compartían un respeto mutuo y un entendimiento que solo podía surgir de las experiencias vividas en ese mundo roto.
Cuando finalmente llegaron a las cercanías de Alexandria, Lou, Glenn y Enid se detuvieron en seco al ver la escena ante ellos. La comunidad, que una vez fue un refugio seguro, ahora estaba invadida por una masa interminable de caminantes. Los gruñidos y gemidos de los muertos vivientes llenaban el aire, mientras que los muros parecían apenas contenerlos.
Lou sintió cómo su corazón se hundía cuando sus ojos se enfocaron en una figura conocida, atrapada en una plataforma tambaleante cerca de la muralla. Maggie estaba allí, aferrándose desesperadamente mientras los caminantes empujaban contra la estructura. El sudor y el miedo eran evidentes en su rostro mientras intentaba mantenerse en equilibrio.
— ¡Maggie! — exclamó Glenn, dando un paso adelante, pero Lou lo detuvo de inmediato, colocando una mano firme en su hombro.
— Espera, — dijo Lou con urgencia. — No podemos simplemente lanzarnos. Nos destrozarán antes de llegar a ella.
Glenn apretó los puños, la desesperación evidente en sus ojos.
— No podemos dejarla ahí, Lou.
— Y no lo haremos, — aseguró Lou. — Pero necesitamos un plan. Mira alrededor. Esa plataforma no va a aguantar mucho más tiempo, pero si hacemos algo estúpido, no la salvaremos a ella ni a nosotros mismos.
Enid, quien había estado observando con una mezcla de temor y determinación, intervino.
— La iglesia, — dijo, señalando hacia un lado. — Podemos entrar por la parte trasera de la iglesia. Desde allí, estaremos más cerca y podremos pensar en algo.
Glenn asintió rápidamente, su mirada fija en Maggie, pero sabía que Lou tenía razón.
— Está bien. Vamos.
Con cuidado, los tres se movieron hacia la parte trasera de la iglesia, evitando ser detectados por los caminantes. La entrada trasera estaba parcialmente bloqueada por escombros, pero lograron abrirse paso con esfuerzo. Una vez dentro, el silencio de la iglesia contrastaba con el caos exterior.
Lou cerró la puerta tras ellos, respirando profundamente mientras su mente trabajaba a toda velocidad.
— Bien. Estamos más cerca. Ahora, ¿cómo demonios sacamos a Maggie de ahí sin atraer a toda esa horda?
Glenn miró a su alrededor, buscando desesperadamente algo que pudiera servirles.
— Podemos usar distracciones, — sugirió. — Hacer ruido en un lugar diferente para atraerlos lejos de la plataforma.
Enid se cruzó de brazos, pensando.
— ¿Y si usamos bengalas? Hay algunas en la torre de vigilancia. Podríamos dispararlas desde lejos.
Lou frunció el ceño, considerando las opciones.
— Eso podría funcionar, pero necesitamos coordinarlo bien. Glenn, tú y yo vamos por Maggie. Enid, tú consigues las bengalas y nos cubres.
Glenn asintió con firmeza.
— De acuerdo. Pero si algo sale mal...
— Todo saldrá bien, — interrumpió Lou, con una confianza que no sentía del todo. — Vamos. Maggie nos necesita.
La tensión en el aire era palpable mientras el grupo se preparaba para su próxima jugada. Había mucho en juego, y ninguno estaba dispuesto a fallar.
Lou y Glenn se movieron cuidadosamente entre las sombras, acercándose a la plataforma tambaleante donde Maggie seguía aferrada, luchando por mantener la calma. La horda de caminantes gruñía a su alrededor, sus cuerpos chocando contra la estructura en un intento incesante por alcanzarla.
— Glenn, cuidado, — murmuró Lou mientras miraba a los caminantes dispersos en su camino.
Glenn asintió y empezó a golpear un poste metálico con una vieja barra que encontró en el suelo. El sonido resonó en el aire, atrayendo la atención de varios caminantes. La mayoría se volvieron hacia él, dejando un pequeño margen para que Lou se acercara a la base de la plataforma.
— Lou, — llamó Maggie desde arriba, su voz temblorosa pero decidida.
— Estoy aquí, Maggie. Baja, rápido, — le dijo Lou mientras le ofrecía su mano.
Pero justo cuando Maggie comenzaba a descender, el peso acumulado en la estructura hizo que se tambaleara más.
— ¡No, espera! — gritó Lou, retrocediendo para estabilizar la escalera, pero en ese momento, sintió algo helado aferrándose a su tobillo.
Un caminante lo había alcanzado.
Lou cayó al suelo con un golpe sordo, su cabeza chocando ligeramente contra el concreto mientras otro caminante se le acercaba peligrosamente.
— ¡Mierda! — gruñó, forcejeando para liberarse.
Desde lo alto de la plataforma, Maggie, desesperada, apuntó con su pistola. Disparó un tiro certero, eliminando al caminante que tenía a Lou agarrado. Pero la munición se agotaba rápidamente, y los disparos sólo atraían a más muertos hacia ellos.
Lou forcejeaba con todas sus fuerzas mientras los caminantes lo rodeaban, cayendo sobre él como una avalancha de pesadillas vivientes. Sentía sus dedos huesudos arañando su ropa, sus mandíbulas chasqueando peligrosamente cerca de su rostro. Su respiración era errática, y la desesperación lo envolvía mientras intentaba empujar a uno tras otro sin éxito.
Maggie gritaba desde la plataforma, disparando los pocos cartuchos que le quedaban, pero no era suficiente. Glenn intentaba llegar hasta Lou, golpeando con todas sus fuerzas, pero los caminantes eran demasiados, y cada segundo que pasaba parecía acercar a Lou a su fin.
Cuando Lou sintió el peso de varios cuerpos muertos amontonándose sobre él, pensó que ese era el final. Cerró los ojos, luchando contra el pánico y el agotamiento, esperando el dolor que nunca llegó.
De repente, el sonido ensordecedor de disparos resonó en el aire. Un disparo tras otro, perfectamente sincronizados, cortaron el caos como un cuchillo. Los caminantes que lo aplastaban comenzaron a desplomarse uno por uno, sus cuerpos cayendo inertes sobre él. Lou sintió el peso de los cadáveres aumentar, pero, por primera vez, no era por el peligro, sino por su salvación.
— ¡Lou! ¡Aguanta! — escuchó la voz de Maggie gritar, llena de esperanza.
Lou jadeó, sintiendo el peso inmóvil sobre él. Usando todas sus fuerzas, comenzó a empujar los cuerpos hacia un lado hasta que pudo ver la luz nuevamente. Su corazón aún martillaba en su pecho cuando alzó la mirada y vio, a lo lejos, un camión estacionado y a tres figuras familiares disparando sin descanso: Abraham, Sasha y, por supuesto, Daryl.
Daryl no tardó en bajar del camión, un arma en mano mientras corría hacia Lou.
— ¡¿Estás bien?! — le gritó mientras ayudaba a levantarlo.
Lou asintió con dificultad, todavía recuperando el aliento.
— Pensé que... ¡Cielos!
Daryl lo miró con una intensidad que mezclaba alivio y preocupación.
Abraham, desde su posición, gritó:
— ¡Tenemos que movernos antes de que estos bastardos nos rodeen otra vez! ¡Suban al camión, ahora!
Lou apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de sentir la mano de Daryl jalándolo hacia el vehículo.
Lou miró a Daryl, quien no apartaba los ojos de él, como si aún no pudiera creer que estaba bien. Lou bajó la mirada, todavía procesando lo que acababa de suceder, y sintió una mezcla de alivio, miedo y agradecimiento. Sabía que había estado a segundos de perderlo todo, pero también sabía que había personas dispuestas a arriesgarlo todo por salvarlo.
Daryl, decidido a acabar con la horda que había invadido Alexandria, se dirigió rápidamente hacia el estanque mientras el camión se estacionaba a una distancia prudente. El rugido de los caminantes resonaba detrás de ellos, pero su objetivo era claro: acabar con la amenaza de una vez por todas.
Con un bidón de gasolina en mano, comenzó a vaciar el líquido inflamable en el agua del estanque. La superficie tranquila se distorsionó, creando ondas mientras el combustible se esparcía, emitiendo un olor acre que se mezclaba con el hedor de los muertos. Daryl no decía nada, concentrado en su tarea, mientras Sasha y Abraham vigilaban con sus armas en alto, atentos a cualquier caminante que pudiera acercarse.
Lou observaba desde el camión, todavía recuperándose del susto,
Aunque estaba físicamente agotado, no podía apartar la vista de Daryl, su determinación casi palpable. Había algo en la manera en que él se movía, tan decidido, que le hacía sentir una mezcla de orgullo y admiración.
Daryl terminó de vaciar la gasolina y dio unos pasos hacia atrás. Con un movimiento rápido, sacó el lanzagranadas que llevaba consigo. Sasha, a su lado, levantó una ceja con una mezcla de sorpresa y respeto.
— Siempre directo al grano, Dixon, — murmuró Abraham con una sonrisa ligera.
Daryl no respondió, simplemente cargó el lanzagranadas, apuntó hacia el estanque y presionó el gatillo. La explosión fue inmediata y ensordecedora. Una gran bola de fuego emergió del estanque, iluminando la noche y llenando el aire con el estruendo del agua y el fuego fusionándose. Las llamas se extendieron rápidamente, devorando a los caminantes que estaban cerca y atrayendo a los que quedaban hacia la brillante trampa mortal.
El grupo observó en silencio cómo la horda, que había parecido imparable, se dirigía hacia su destrucción. Los caminantes caían uno tras otro, consumidos por las llamas. Era como si el fuego purificador borrara no solo a los muertos, sino también el miedo que había atenazado a todos en ese momento.
Daryl bajó el lanzagranadas y se giró hacia el grupo en el camión. Sus ojos se encontraron con los de Lou, quien lo miraba con una mezcla de asombro y alivio. Sin decir nada, Daryl caminó hacia ellos, subiendo al camión mientras el fuego rugía a sus espaldas.
— Eso debería mantenerlos ocupados por un tiempo, — dijo con su tono tranquilo, aunque su mirada buscaba insistentemente la de Lou, como si necesitara asegurarse de que realmente estaba bien.
Lou esbozó una pequeña sonrisa, todavía sin palabras. Daryl tomó asiento a su lado mientras arrancaba el camión nuevamente, alejándose de la destrucción que habían dejado atrás.
— Sabes, — murmuró Lou después de un momento, con un toque de humor en su voz, — no sé si me impresiona más que hayas salvado a todos o que uses un lanzagranadas como si fuera un juguete.
Daryl simplemente le dio una mirada de complicidad y apoyó una mano en su rodilla, un gesto sutil, pero suficiente para transmitir todo lo que sentía.
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