
Capitulo 33
El grupo estaba cansado, desmoralizado por las pérdidas y las dificultades de sobrevivir a cada paso. Habían caminado durante días, y la idea de encontrar un refugio seguro se había convertido en una necesidad urgente. Fue entonces cuando Maggie y Sasha, mientras exploraban los alrededores, encontraron a Aarón, un hombre desconocido pero que parecía tener información sobre un lugar seguro.
Aarón les habló de Alexandria, una comunidad fortificada donde las personas podían vivir sin el constante temor de los caminantes. Al principio, Maggie y Sasha eran escépticas. En un mundo donde las promesas de refugios seguros se habían desmoronado una y otra vez, la idea de un lugar como ese parecía demasiado buena para ser verdad. Pero Aarón les insistió, y después de un pequeño debate, finalmente decidieron que era una opción que valía la pena considerar. Tenían que aferrarse a alguna esperanza, a algo que los pudiera sacar del caos, y Alexandria parecía ser su única oportunidad.
Regresaron al grupo con la noticia, y aunque muchos seguían dudando, la mención de un refugio fortificado les hizo pensar que, quizás, esta vez sería diferente.
Después de algunos días de viaje, con una mezcla de ansiedad y cautela, llegaron finalmente a las afueras de Alexandria. Al principio, no podían ver mucho, solo las sombras de árboles y arbustos. Pero luego, al dar un giro, la muralla apareció ante ellos, alta y sólida, rodeando el asentamiento.
Maggie, con los ojos entrecerrados por la sorpresa y el cansancio, fue la primera en hablar:
— Es... ¿esto? — su voz sonó vacilante, como si aún no pudiera creer lo que veía.
A su lado, Sasha asintió en silencio, compartiendo la incredulidad. Era difícil creer que un lugar como ese realmente existiera después de todo lo que habían vivido, después de tantas mentiras y traiciones.
Aarón los miró con calma, como si supiera exactamente lo que pensaban. Sonrió de manera tranquila, pero con una seguridad que resonaba en sus palabras:
— Sí. Esto es Alexandria. Puedo prometerles que aquí están a salvo. Solo tienen que entrar.
Lou observó la muralla con una mezcla de emociones. No era solo la esperanza lo que lo invadía, sino una duda latente, una inquietud que aún no lograba disipar. Había aprendido a no confiar demasiado en nada ni en nadie, pero la promesa de un refugio seguro, de algo que fuera más allá de las constantes peleas por sobrevivir, era algo por lo que valía la pena arriesgarse.
Daryl estaba cerca de él, pero no intercambiaron palabras. Sabían que, aunque sus cuerpos estaban agotados, sus mentes seguían alertas, evaluando todo lo que veían y escuchaban.
Finalmente, después de un largo silencio, Rick dio un paso al frente, mirando a la muralla con determinación. Sabía que era una apuesta arriesgada, pero la necesidad de un refugio los estaba empujando a hacerlo.
— Vamos — dijo con voz firme, como siempre lo hacía cuando tomaba decisiones difíciles —. No tenemos nada que perder. Necesitamos entrar y ver si esto es real.
Con ese acuerdo tácito, el grupo se acercó a las puertas de Alexandria. Aunque la duda seguía presente en sus corazones, había algo más grande que los empujaba: la necesidad de creer que podían encontrar algo más allá de la lucha constante, algo que les devolviera la esperanza de un futuro.
A medida que se acercaban a la muralla, las puertas se abrieron lentamente, revelando la seguridad de lo que parecía ser un nuevo hogar. Un hogar que, aunque incierto, les ofrecía la posibilidad de comenzar de nuevo.
Y, por un momento, en medio de todo el dolor y la pérdida, el grupo dejó que una pequeña chispa de esperanza se encendiera.
El ambiente en Alexandria era distinto a todo lo que Lou había conocido en los últimos años. Después de la tensión y el desarraigo de todo lo vivido, la calma que emanaba el lugar era desconcertante, casi irreal. Tras la llegada del grupo, Deanna, la líder de la comunidad, comenzó a entrevistarlos uno por uno, tratando de entender quiénes eran, qué los había traído hasta allí y qué los hacía ser capaces de vivir en este nuevo mundo.
Lou esperaba su turno. Sentado en una silla de madera sencilla, observó a su alrededor. No era un lugar sin historia, pero parecía una de esas pocas oportunidades que la vida les daba, y aunque aún tenía dudas, era una oportunidad que no podía dejar pasar. Los demás también estaban siendo entrevistados, y aunque la ansiedad se mantenía latente en todos, Lou sentía un leve consuelo al estar allí.
Finalmente, llegó su momento. Deanna lo recibió en una pequeña oficina, iluminada por la luz tenue que entraba a través de una ventana. Ella le sonrió amablemente, pero Lou sabía que detrás de esa sonrisa había un análisis constante.
— Bienvenido a Alexandria, Lou — dijo Deanna mientras se sentaba frente a él, mirando atentamente—. Gracias por sentarse conmigo. Quiero saber más sobre ti y sobre tu grupo. ¿Cómo llegaste hasta aquí?
Lou se acomodó en la silla, respiró profundamente y comenzó a relatar la historia. Habló de su viaje, de las personas que habían perdido y de cómo, al final, su grupo había llegado a ser su única familia. Deanna lo escuchó atentamente, sin interrumpir, asintiendo en varios puntos.
Cuando terminó de hablar, Deanna lo miró fijamente, sus ojos penetrantes como si intentara leer más allá de las palabras.
— ¿Y qué puedes contarme de las personas con las que has viajado? — preguntó Deanna, cambiando un poco el tono.
Lou pensó por un momento. Sabía que lo que estaba a punto de decir no era algo que se dijera a la ligera, pero tampoco quería esconder nada.
— Daryl... — comenzó, con un suspiro —. Daryl es alguien en quien confío con mi vida. Desde el principio, fue diferente. Nos entendemos, no necesitamos muchas palabras, pero cuando algo pasa, sabemos lo que cada uno piensa. No soy muy bueno con las palabras, pero... — Lou sonrió con una leve tristeza —. Digamos que no puedo imaginar mi vida sin él.
Deanna lo observó en silencio, claramente analizando cada palabra, cada gesto. Un leve atisbo de comprensión cruzó su rostro antes de que preguntara, con voz más suave, como si ya lo supiera:
— ¿Está él aquí también?
Lou no necesitó pensarlo más. No era algo que necesitara ocultar. Deanna ya había comprendido lo que quería decir, y Lou asintió con firmeza.
— Sí. Daryl y yo... — sus ojos se suavizaron—. Somos más que amigos.
Deanna no mostró sorpresa, pero una ligera sonrisa apareció en sus labios, como si ya lo hubiera intuido. Parecía que la líder del grupo tenía una habilidad innata para entender a las personas.
— Lo entiendo — dijo Deanna con una sonrisa tranquila, sin juzgar ni hacer preguntas innecesarias—. Es raro encontrar algo tan real en este mundo, y mucho más raro encontrarlo en alguien tan confiable como Daryl.
Lou asintió, agradecido por no tener que explicar más. Era un tema que, aunque no le resultaba difícil, siempre tenía la carga de lo no dicho, de lo que implicaba vivir en este mundo apocalíptico. A veces, lo más importante era lo que no se decía, lo que se compartía en los momentos más difíciles, cuando las palabras se volvían superfluas y las acciones lo eran todo.
Deanna hizo una pausa, como si estuviera considerando algo.
— Puedo ver que te importa mucho él — dijo Deanna con una mirada comprensiva —. Y eso es lo que buscamos aquí. Personas que se cuiden entre sí. Personas que no dejen a los demás atrás, sin importar las circunstancias.
Lou la miró fijamente, sin saber qué responder, pero entendió lo que Deanna quería decir. Alexandria, en ese momento, era una prueba más de que, a veces, aún quedaba algo bueno entre las ruinas del mundo. Y tal vez, por primera vez en mucho tiempo, Lou sentía que podía confiar en eso.
— Gracias — fue lo único que pudo decir.
Deanna asintió con una sonrisa, dándole a entender que su respuesta era suficiente. La conversación continuó, pero Lou ya no sentía el mismo peso sobre sus hombros. Sabía que, al menos en este lugar, podía empezar a pensar en un futuro en el que Daryl y él pudieran estar juntos, lejos de la constante lucha por sobrevivir.
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