
Capitulo 30
El sol apenas comenzaba a iluminar el cielo cuando Lou salió de la iglesia, la leve brisa de la mañana agitando su cabello. Sabía dónde encontrar a Daryl; lo había visto salir temprano, como siempre hacía. Al caminar hacia el costado de la iglesia, lo encontró sentado en un tronco caído, limpiando meticulosamente su ballesta.
— ¿Ya desayunaste? — preguntó Lou, sosteniendo un pequeño paquete envuelto en un trozo de tela.
Daryl levantó la vista por un momento, su expresión tranquila pero con los ojos algo somnolientos.
— No.
Lou se acercó y se sentó a su lado, extendiéndole el paquete.
— Aquí. No es mucho, pero es mejor que nada.
Daryl tomó el paquete y lo abrió, encontrando un poco de pan y una ración de carne seca. Asintió en agradecimiento antes de morder un trozo.
— ¿Dormiste algo? — preguntó Lou, mirándolo de reojo mientras él continuaba comiendo.
Daryl se encogió de hombros.
— Un poco.
Lou suspiró, jugueteando con la tela de su cinturón.
— ¿Viste algo anoche?
Daryl negó con la cabeza, terminando de masticar antes de responder.
— Nada raro. Pero eso no significa que no haya algo ahí.
Lou asintió lentamente, mirando hacia los árboles que se extendían a la distancia.
— ¿Sigues con ese mal presentimiento?
— Sí. — Daryl dejó el paquete vacío a un lado y volvió a concentrarse en su ballesta. — Algo no está bien. No sé qué es, pero... está ahí.
Lou frunció el ceño, apoyando los codos en sus rodillas.
— ¿Crees que alguien nos esté siguiendo?
Daryl dejó de limpiar su ballesta y giró hacia él, su mirada seria.
— No lo sé. Pero no voy a esperar a que se acerquen para averiguarlo.
Lou lo observó por un momento en silencio, notando las líneas de preocupación en el rostro de Daryl.
— Si alguien está ahí afuera, lo enfrentaremos juntos.
Daryl lo miró fijamente por un momento, luego asintió.
— Lo sé.
Lou le dio una pequeña palmada en el hombro antes de levantarse.
— Bueno, al menos asegúrate de comer algo más tarde. No quiero que te desmayes si tenemos que enfrentarnos a lo que sea que esté rondando por aquí.
Daryl resopló, una pequeña sonrisa asomando en la comisura de sus labios.
— Sí, claro.
Lou se alejó, pero no sin echar un último vistazo hacia el bosque, la preocupación todavía rondando su mente. Sabía que Daryl tenía un sexto sentido para estas cosas, y eso era suficiente para mantenerlo alerta también.
Carol estaba acomodando algunas botellas vacías en una mochila cuando se acercó a Daryl, quien estaba revisando las flechas de su ballesta junto a la entrada de la iglesia.
— Voy a salir a buscar agua. ¿Vienes? — le preguntó, ajustándose la mochila en el hombro.
Daryl levantó la mirada, considerándolo por un momento antes de asentir.
— Déjame avisarle a Lou.
Carol arqueó una ceja y una sonrisa divertida se dibujó en su rostro.
— ¿Qué pasa? ¿Le vas a pedir permiso?
Daryl la miró, entrecerrando los ojos con irritación mientras se levantaba.
— Cállate.
Carol soltó una risa ligera mientras caminaba hacia la salida, sin molestarse en ocultar su diversión.
— Solo digo, Daryl, parece que tienes un jefe ahora.
— No es mi jefe, Carol. — gruñó Daryl, ajustándose el cinturón y asegurándose de que la ballesta estuviera lista.
Carol se detuvo en la puerta, girándose para mirarlo con una sonrisa burlona.
— Claro, claro. Anda, ve y avísale. No quiero que se preocupe por ti.
Daryl negó con la cabeza y pasó junto a ella, murmurando algo ininteligible. Carol lo siguió, claramente disfrutando de cómo lograba molestarlo con tan poco.
———————
Mientras caminaban juntos hacia el bosque, el silencio inicial se rompió por la risa contenida de Carol.
— ¿Qué? — preguntó Daryl, sin siquiera mirarla.
— Nada, solo que... — Carol lo miró de reojo, divertida —. Nunca pensé que te vería así. Es lindo, en cierto modo.
Daryl resopló, ignorándola mientras enfocaba su atención en los árboles.
— Cállate, Carol.
Ella solo sonrió, pero decidió no presionar más. Sabía que, aunque no lo admitiera, Lou era muy importante para Daryl, y eso era suficiente para ella.
Lou estaba sentado en la entrada de la iglesia, mirando al horizonte con la mandíbula tensa. La tarde empezaba a caer, y el aire frío del bosque se sentía más pesado de lo habitual. Sus dedos tamborileaban contra su rodilla, un gesto nervioso que no podía controlar.
— ¿Cuánto tiempo llevan fuera? — preguntó de repente, volviéndose hacia Maggie, quien estaba sentada junto a él, jugueteando con una ramita.
— No mucho más de lo que esperábamos. —Respondió ella con calma, aunque su tono no ocultaba del todo su propia preocupación.
— Eso no me dice nada. — Lou frunció el ceño, volviendo a mirar hacia la espesura de los árboles. —Dijeron que iban por agua, no que se irían todo el día.
Maggie suspiró, dejando caer la ramita al suelo.
— Daryl sabe cuidarse, y Carol también. No van a tardar, Lou.
Lou apretó los labios, pero no respondió. Había algo en su pecho, una especie de opresión que no podía ignorar. La sensación de que algo estaba mal se había instalado desde que el sol empezó a ponerse.
— No es por ellos. — Murmuró más para sí mismo que para Maggie.
— ¿Qué quieres hacer? ¿Ir tras ellos? — preguntó Maggie, alzando una ceja.
Lou se quedó en silencio por un momento, sus ojos fijos en el sendero que se extendía más allá de la iglesia.
— Si no están de vuelta pronto, sí.
La determinación en su voz hizo que Maggie lo mirara con seriedad.
— Es peligroso allá afuera, Lou. Si salimos todos dispersos, podríamos separarnos aún más.
— ¿Y si están en problemas? — Lou se giró hacia ella, su expresión llena de preocupación. — ¿Qué se supone que hagamos? ¿Solo quedarnos aquí esperando?
Maggie suspiró nuevamente, esta vez con un toque de resignación.
— Si no vuelven pronto, iremos tras ellos. Pero no puedes cargar con todo, Lou. No ahora.
Lou no respondió, pero la inquietud en su pecho no se calmó. Se levantó de su lugar y caminó un par de pasos hacia los árboles, deteniéndose justo al borde de la sombra.
El sol comenzaba a descender mientras el grupo permanecía dentro de la iglesia. La atmósfera era tensa, llena de incertidumbre y preocupación por la desaparición de Daryl y Carol, además de la extraña y creciente inquietud por la ausencia de Bob. Lou no podía quedarse quieto, caminaba de un lado a otro, mirando hacia la puerta cada vez que oía un ruido, esperando verlos regresar.
Rick y Abraham discutían en voz baja, aunque la ira en sus rostros era evidente.
— Tenemos que ir a Washington — insistió Abraham, la frustración palpable en su tono.— Eugene está contando lo que sabe, y tenemos que mantenerlo a salvo. No podemos quedarnos aquí esperando más tiempo.
Rick se cruzó de brazos, su mirada fija en el suelo, pensativo. Estaba agotado, tanto física como emocionalmente, pero no pensaba rendirse.
— No vamos a dejar que Daryl y Carol se pierdan. Voy a esperar 12 horas más, y si no regresan, entonces haremos lo que tú quieras.
Abraham lanzó un suspiro pesado, pero no insistió más. Era obvio que Rick no iba a cambiar de idea.
Lou, desde su esquina de la iglesia, escuchaba la discusión mientras sentía cómo su pecho se apretaba con preocupación. Miraba hacia la entrada, sus ojos no dejaban de escanear el lugar. Cada minuto que pasaba sin saber nada de Daryl y Carol lo llenaba más de ansiedad.
— ¿Lou? — la voz de Maggie lo sacó de su trance. Ella se acercó, su expresión también reflejaba el cansancio y la preocupación por todos —. ¿Qué pasa? No has dicho una palabra en horas.
Lou levantó la vista, forzando una sonrisa, pero la preocupación era demasiado obvia.
— Nada, solo... — suspiró, mirando nuevamente hacia la puerta —. Solo pienso en ellos.
Maggie asintió con comprensión. Ella también estaba preocupada por Daryl, pero sabía que Lou estaba más cercano a él. La relación entre los dos había crecido de una manera profunda, y no quería incomodarlo más.
En ese momento, un ruido sordo proveniente del exterior interrumpió sus pensamientos. Lou se tensó, y antes de que pudiera decir algo, la puerta de la iglesia se abrió lentamente. Lo primero que vieron fue a Bob, arrastrándose con dificultad, una pierna completamente destrozada y sangrienta.
Lou dio un paso atrás, sus ojos se agrandaron con horror al ver el estado de su compañero. Bob estaba consciente, pero el dolor era claro en su rostro.
— ¡Bob! — gritó Maggie, corriendo hacia él, pero Lou se adelantó, ayudando a sostenerlo mientras él se tambaleaba.
El miedo y el pánico se apoderaron de Lou, el vello de su nuca erizado mientras se daba cuenta de que algo mucho peor estaba sucediendo fuera de esas paredes.
— ¿Qué pasó? — preguntó Rick, acercándose rápidamente con Abraham a su lado.
Bob, respirando con dificultad, levantó la cabeza con esfuerzo.
— Los... los de Terminus... — susurró, el sudor perlaba su frente. — Me atacaron. Solo... solo me dejaron aquí.
El pánico en Lou aumentó. Sabía que lo que eso significaba. Terminus había sido una trampa, y ahora Bob estaba aquí, gravemente herido. El terror se apoderó de su corazón cuando pensó en Daryl y Carol, y la idea de que pudieran estar en peligro aumentaba su desesperación.
— Tenemos que ir por ellos — dijo Lou, mirando a Rick y a los demás, su voz quebrada por el miedo.
Rick lo miró por un momento, sabiendo que Lou tenía razón, pero también sabía que no podían arriesgarse demasiado.
— Vamos a esperar a que Daryl y Carol regresen. Después tomaremos una decisión.
Lou asintió, pero el nudo en su estómago no desapareció. ¿Y si no regresaban? La incertidumbre lo estaba matando por dentro, y no sabía cuánto más podía soportar esa espera.
El grupo avanzaba con cautela entre los árboles, el aire fresco de la mañana les rozaba la piel mientras las sombras de los edificios de Terminus quedaban atrás. Lou caminaba al frente junto a Rick, su mente enredada en pensamientos confusos y oscuros. Habían salido en busca de Gareth, convencidos de que él o alguno de los líderes de Terminus aún podría estar vivo y proporcionarles respuestas. Pero, cuando llegaron a la primaria y no encontraron rastro de ellos, la desesperanza comenzó a crecer.
— Nada — murmuró Rick, su rostro serio al mirar el lugar vacío. — Se esfumaron.
Lou asintió, su expresión sombría. Sabía que si los de Terminus seguían vivos, estarían al acecho, esperando su oportunidad para atacar. Pero, no se sentía aliviado, solo más pesado.
— Volvamos a la iglesia — dijo Lou, de manera casi automática, como si la idea de regresar a la iglesia fuera lo único que quedaba por hacer.
El grupo comenzó a caminar de regreso sin decir palabra, el silencio pesaba entre ellos. Se dieron cuenta de que algo no estaba bien. El aire estaba pesado, y había una sensación de que no se podía confiar en nada ni en nadie.
De repente, los de Terminus aparecieron. Estaban ocultos, esperando que el grupo se confiara y saliera del escondite. En ese momento, Judith comenzó a llorar, delatando su presencia, y lo que antes era una tensa calma se convirtió en caos.
Los hombres de Terminus no tenían idea de que estaban siendo observados. Estaban armados, y al darse cuenta de que su plan de esperar a que el grupo saliera había fallado, uno de ellos gritó, apuntando su arma hacia el grupo.
— ¡Muertos! — gritó, señalando con furia al grupo que ahora estaba rodeado.
Rick fue el primero en reaccionar, matando a uno de los hombres que había levantado su arma. Lou, a su lado, ya había empuñado su cuchillo con rapidez, su mirada fija en el peligro.
— ¡Cúbran! — gritó Rick, y Lou sin pensarlo, se lanzó al centro del caos. Los hombres de Terminus cayeron uno tras otro, pero algo en Lou era diferente. Mientras el cuchillo cortaba la carne de sus enemigos, él no sentía el alivio ni el dolor que normalmente vendría con cada vida que quitaba. En cambio, se sentía... vacío.
A su lado, Rick mataba con precisión, cada uno de los de Terminus que caía era una victoria. Pero Lou ya no sentía esa satisfacción, ni siquiera un rastro de enojo o venganza. Solo sentía una frialdad imparable que lo invadía, como si todo estuviera en blanco y negro.
Lou avanzó, apuñalando a uno de los hombres en el pecho, y luego a otro en el cuello. No hubo gritos de horror, ni remordimientos, solo el sonido sordo del metal atravesando carne. Los de Terminus cayeron uno tras otro, pero Lou seguía, como si fuera parte de la máquina, como si nada importara.
Rick, al igual que el resto, estaba completamente inmerso en la lucha, pero Lou notó algo en él, una chispa de preocupación cuando uno de los hombres trató de levantarse. Sin pensarlo, Lou cruzó el espacio y lo derribó, apuñalando su abdomen de manera rápida, casi automática. La sangre brotó con fuerza, pero Lou no sintió nada más que cansancio.
La batalla terminó en un silencio tenso. Todos los de Terminus estaban muertos, esparcidos por el suelo de la iglesia, y el único sonido era el respiratorio pesado de los sobrevivientes.
Lou, con la sangre cubriendo sus manos, miró el cuchillo empapado. Su respiración era agitada, pero no por el miedo o la adrenalina. Algo había cambiado dentro de él. Un vacío lo invadió. No había pavor en su pecho, ni siquiera arrepentimiento. Solo un cansancio profundo que no lograba entender.
Rick, que acababa de acabar con otro de los hombres de Terminus, se acercó a Lou. Su mirada se encontró con la de él y, al igual que el resto del grupo, notó que algo había cambiado en Lou.
— ¿Estás bien? — preguntó Rick con voz grave, observando el rostro de Lou, que parecía más distante que nunca.
Lou lo miró, sin saber si tenía una respuesta clara. Finalmente, bajó el cuchillo, su mano aún empapada en sangre.
— No sé — respondió, su voz vacía. No entendía por qué, pero ya no sentía nada. La emoción que solía sentir al pelear o incluso al matar había desaparecido. Era como si hubiera quedado en blanco, como si el mundo ya no tuviera sentido.
Rick lo observó por un momento antes de hablar. Sabía lo que significaba eso. Sabía que Lou había cambiado, que algo dentro de él se había quebrado.
— Vamos a seguir adelante — dijo Rick finalmente, mirando a Lou con comprensión —. Ya no podemos quedarnos aquí.
Lou asintió lentamente, sin pronunciar palabra. Caminó junto a Rick y el resto del grupo, mientras Judith seguía llorando en brazos de Carl, ajena a la batalla que acababa de suceder. Lou no podía dejar de mirar su cuchillo, sin entender cómo había llegado a este punto. Sin embargo, algo en su interior sabía que las cosas ya no serían igual para él. Y no estaba seguro de si quería que lo fueran.
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