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Capitulo 29


DOS DÍAS DESPUÉS.

La iglesia estaba sumida en un silencio que solo era interrumpido por el crujido ocasional de la madera antigua y el susurro del viento que se filtraba a través de las grietas de las ventanas. El grupo descansaba dentro, cansado después de haber asegurado algo de comida en los alrededores. Lou se encontraba sentado en uno de los bancos, mirando fijamente una vela encendida en el altar. La luz temblorosa reflejaba su rostro serio y pensativo.

Daryl, que estaba apoyado contra la pared cercana, lo observó por un momento antes de decidir hablar. Se acercó lentamente y tocó el banco para llamar su atención.

— ¿Te importa si salimos un rato? — preguntó Daryl con voz baja, casi como si no quisiera romper el frágil silencio que reinaba.

Lou levantó la mirada, algo sorprendido, pero asintió. Ambos salieron al exterior, donde la brisa nocturna era fresca y el cielo estrellado parecía interminable. Se alejaron lo suficiente de la iglesia para no ser escuchados, quedándose bajo la sombra de un viejo árbol.

Por un momento, ninguno de los dos habló. El peso de lo que había sucedido en los últimos días parecía envolverlos. Finalmente, Daryl rompió el silencio.

— Lou, quiero decirte algo. — Su tono era más suave de lo habitual, y eso llamó la atención de Lou, que lo miró de reojo.

— ¿Qué pasa? — preguntó Lou, inclinando un poco la cabeza.

Daryl se frotó la nuca, un gesto típico suyo cuando estaba incómodo o tratando de encontrar las palabras correctas.

— Sobre lo que pasó antes... cuando discutimos. —Hizo una pausa, sus ojos fijándose en el suelo. — No debí decir lo que dije, ni actuar como lo hice. Fue mi culpa que te fueras.

Lou lo observó en silencio, dejando que Daryl continuara.

— Me equivoqué, ¿si? No quería que te sintieras... como si no me importaras o algo así. — Daryl levantó la mirada para encontrarse con los ojos de Lou. — Porque sí me importas, más de lo que soy capaz de decir. Y cuando te fuiste, pensé que... que no te volvería a ver.

Lou suspiró, bajando la mirada por un momento antes de responder.

— Daryl, no fue tu culpa. — Su tono era tranquilo, aunque cargado de emociones. — Yo también dije cosas que no debía. Ambos estábamos tensos, y las cosas se salieron de control. Pero no te culpes.

Daryl frunció el ceño, como si le costara aceptar esas palabras.

— Aun así, debería haberte escuchado. Si lo hubiera hecho, no habrías terminado... — Se detuvo, tragándose el resto de las palabras, pero Lou entendió.

— No importa lo que pasó después. — Lou lo interrumpió, su voz firme. — Lo importante es que estoy aquí, contigo.

Daryl lo miró por un momento, notando la sinceridad en sus palabras. Luego, asintió lentamente, dejando escapar un suspiro profundo, como si el peso en su pecho se aligerara un poco.

— Gracias. — Dijo finalmente, su voz casi un susurro.

Lou sonrió levemente, cruzándose de brazos mientras miraba hacia el cielo estrellado.

— Ahora que estamos aquí, ¿vas a seguir disculpándote o podemos simplemente disfrutar el momento? — bromeó, intentando aliviar la tensión.

Daryl dejó escapar una pequeña risa, más un resoplido, pero se sintió genuino.

— Está bien, ya. Pero en serio, Lou... no voy a dejar que algo así vuelva a pasar.

Lou asintió, tocando suavemente el brazo de Daryl antes de responder:

— Lo sé.

Ambos se quedaron allí un rato más, disfrutando de la calma de la noche y la compañía mutua, un recordatorio de que, incluso en medio de todo el caos, aún podían encontrar algo de paz en los momentos compartidos.

La noche se sentía más fría en el bosque, pero la presencia de ambos hacía que el ambiente resultara reconfortante. Lou miró las estrellas, cruzando los brazos sobre su pecho, mientras Daryl se mantenía cerca, apoyado en el tronco del árbol.

— ¿Sabes? — Lou rompió el silencio, su voz tranquila pero llena de algo más profundo.

— ¿Qué? — preguntó Daryl, girando levemente la cabeza hacia él.

Lou sonrió, un poco tímido, como si estuviera organizando sus pensamientos antes de hablar.

— He estado pensando en lo que haré cuando todo esto termine... si es que alguna vez lo hace. — Lou miró de reojo a Daryl, como buscando su reacción.

Daryl alzó una ceja, intrigado.

— ¿Sí? ¿Y qué has pensado? — Su voz sonaba curiosa pero cautelosa, como si temiera que Lou hablara de irse otra vez.

Lou giró completamente para mirarlo, con una expresión sincera y una pizca de esperanza.

— Si encontramos un lugar seguro, si alguna vez podemos detenernos y vivir en paz... quiero prepararte algo. Una sorpresa. Algo que nos una... para siempre.

Daryl se quedó en silencio, sus ojos escaneando el rostro de Lou. Había algo en esas palabras que lo dejó sin habla por un momento.

— ¿Algo que nos una? — repitió, su tono más suave que de costumbre.

Lou asintió, acercándose un poco a él.

— Sí. Algo que sea nuestro. Algo que nos recuerde que, pase lo que pase, siempre vamos a volver el uno al otro.

Daryl tragó saliva, su pecho sintiendo un calor extraño pero reconfortante. Bajó la mirada por un segundo, como si intentara procesar lo que acababa de escuchar. Luego, levantó la vista hacia Lou, sus ojos brillando con una emoción que rara vez mostraba.

— No sé qué decir, Lou. — Admitió, su voz baja.

— No tienes que decir nada. — Lou sonrió, tocando suavemente el brazo de Daryl. — Solo prométeme que llegaremos a ese punto juntos.

Daryl lo miró, su rostro endurecido suavizándose mientras asentía lentamente.

— Te lo prometo.

Lou sonrió, satisfecho con la respuesta. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que había algo más allá de la lucha diaria. Algo que valía la pena esperar.

Daryl, por su parte, no pudo evitar sentir que esas palabras encendían una chispa de esperanza dentro de él.

El sol apenas asomaba en el horizonte cuando Lou sintió una mano firme sacudiéndolo suavemente del hombro.

— Despierta — susurró una voz ronca y familiar.

Lou abrió los ojos lentamente, parpadeando mientras se encontraba con el rostro de Daryl, inclinado sobre él.

— ¿Qué pasa? — preguntó, su voz ronca por el sueño mientras se incorporaba en la banca.

— Necesito que vengas conmigo. — Daryl retrocedió un paso, ajustándose la ballesta al hombro. Su tono era bajo, pero había algo de urgencia en su voz.

Lou frunció el ceño, aún adormilado.

— ¿Por qué?

— Tengo un mal presentimiento. — Daryl miró hacia la puerta trasera de la iglesia, como si esperara ver algo en la penumbra. — Solo quiero revisar los alrededores.

Lou suspiró, pero se levantó sin discutir. Sabía que Daryl no era de los que se preocupaban por nada sin motivo.

Ambos salieron al aire fresco de la madrugada, el frío envolviéndolos en cuanto cruzaron la puerta. El cielo estaba teñido de un suave color anaranjado, y el bosque se extendía silencioso y denso a su alrededor.

— ¿Qué pasa exactamente? — preguntó Lou mientras ajustaba su cuchillo en el cinturón.

— Desde anoche he sentido que algo no está bien —respondió Daryl, su mirada fija en los árboles que los rodeaban. — Como si alguien nos estuviera observando.

Lou sintió un leve escalofrío recorrerle la espalda.

— ¿Viste algo?

— No. Pero lo siento. — Daryl se giró hacia él, su expresión seria. — Y no voy a quedarme aquí esperando a que algo pase.

Lou asintió, comprendiendo.

— Entonces revisemos.

Ambos comenzaron a avanzar por el bosque, moviéndose en silencio entre los árboles. Lou seguía a Daryl, confiando en su instinto y experiencia, aunque no podía evitar mirar a su alrededor, atento a cualquier movimiento.

— ¿Crees que podrían ser caminantes? — preguntó Lou en voz baja.

— No. Esto es diferente. — Daryl frunció el ceño mientras escaneaba el área con la ballesta lista. — No sé... Hay algo en el aire.

El silencio entre ellos se hizo más tenso, solo roto por el crujido de las hojas secas bajo sus pies.

— ¿Crees que podrían ser personas? — insistió Lou, su voz un poco más cautelosa.

Daryl hizo una pausa, mirando a su alrededor con más detenimiento.

— Es posible. Pero si lo son, no se han acercado todavía.

Lou tragó saliva, sintiendo que su propia paranoia comenzaba a crecer.

— ¿Y si solo estás imaginando cosas?

Daryl se giró hacia él, clavando sus ojos en los de Lou.

— ¿Y si no? — respondió con firmeza.

Lou abrió la boca para responder, pero algo crujió a la distancia, haciendo que ambos se tensaran al instante. Daryl levantó una mano, indicándole a Lou que se quedara quieto.

— ¿Oíste eso? — preguntó Lou en un susurro.

— Sí. — Daryl comenzó a moverse con sigilo hacia el origen del sonido, sus pasos prácticamente inaudibles mientras levantaba la ballesta. Lou lo siguió, su cuchillo listo en la mano.

Ambos se detuvieron detrás de un árbol grande, asomándose lentamente. Había un movimiento en los arbustos cercanos, pero antes de que Daryl pudiera disparar, un venado salió corriendo, desapareciendo entre los árboles.

Lou soltó el aire que no sabía que estaba conteniendo.

— ¿Era eso lo que sentías?

Daryl negó con la cabeza, todavía tenso.

— No. Hay algo más.

Ambos se quedaron en silencio por un momento más, pero no volvió a haber ningún sonido extraño.

— Deberíamos regresar. — Lou miró a Daryl, quien aún estaba escaneando el área.

— Tal vez. — Daryl finalmente bajó la ballesta, aunque su expresión seguía seria. — Pero voy a seguir atento. Algo no me gusta de este lugar.

Lou asintió, siguiéndolo de vuelta hacia la iglesia, aunque ambos sabían que no iban a bajar la guardia fácilmente.

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