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Capitulo 24

Daryl caminaba solo por los oscuros y desolados caminos, el silencio de la noche se había apoderado de su mente y su cuerpo. Sin Beth, sin Lou, se sentía perdido. La tristeza lo envolvía, pero no podía detenerse. Cada paso que daba lo alejaba más de la prisión, más de lo que había sido su hogar, pero la ausencia de las dos personas que más importaban en ese momento le pesaba como una losa sobre el pecho.

Desde que Lou se había ido, Daryl no había sabido qué hacer. No entendía por qué lo había hecho, pero también sabía que Lou tenía su propio dolor que debía enfrentar. A pesar de lo que sentía, Daryl no podía culparlo por tomar la decisión de irse. Después de todo, el mundo en el que vivían no ofrecía certezas, y cada uno tomaba las decisiones que creía más adecuadas para sobrevivir. Pero no podía evitar el vacío que le dejó su partida.

Y ahora, Beth... el secuestro de ella había sido el golpe final. La camioneta con la cruz, la imagen se repetía una y otra vez en su mente, atormentándolo. No podía soportar la idea de que estuviera allí afuera, tal vez sufriendo, tal vez atrapada en algún lugar lejos de él. Lo que más le dolía era no haber podido hacer nada para evitarlo, ni siquiera saber dónde buscarla.

El viento soplaba con fuerza, y Daryl apretó los dientes, apretó el machete que llevaba en su mano. Su corazón latía con más fuerza a medida que su mente se llenaba de dudas y miedo. No quería pensar que ya era tarde para encontrar a Lou o a Beth, pero en lo más profundo de su ser sabía que el tiempo se les escapaba.

De repente, Daryl se detuvo en seco. Miró a su alrededor, la oscuridad parecía tragárselo. La falta de compañía lo había dejado vulnerable, y por primera vez en mucho tiempo, la soledad le pesaba demasiado. Se preguntaba si algún día volvería a ver a Lou, o si Beth volvería a estar a su lado. Las preguntas lo atormentaban, pero las respuestas parecían estar fuera de su alcance.

Daryl cerró los ojos por un momento, dejando que el dolor lo invadiera. Era difícil, demasiado difícil seguir adelante cuando el dolor de la pérdida le aplastaba el alma. Pero una voz dentro de él, esa misma voz que lo había empujado a seguir luchando tantas veces antes, lo instó a no rendirse. No importaba lo que hubiera sucedido, no importaba cuántas veces la esperanza se desvaneciera, él seguiría buscando. No iba a dejar a Lou ni a Beth atrás.

Con una respiración pesada, Daryl se enderezó, volviendo a mirar el camino por delante. Aunque no sabía qué le depararía el futuro, algo dentro de él sabía que no podía detenerse. Lou y Beth seguían siendo su familia, y no iba a rendirse hasta encontrarlos, hasta asegurarse de que estuvieran a salvo.

Lou, con la decisión firme de escapar, se deslizó por la bodega y tomó las llaves. El miedo al futuro y la incertidumbre pesaban sobre sus hombros, pero la necesidad de estar con Daryl y Beth era más fuerte que cualquier otra cosa. A medida que avanzaba, el sonido de sus pasos resonaba en los pasillos, y su respiración se volvía más pesada, pero no se detuvo. Sabía que estaba jugando con fuego, pero no podía pensar en nada más que en salir de ahí.

Cuando llegó a la puerta, vio a dos hombres apostados cerca, conversando despreocupadamente. Lou no dudó ni un segundo. Sabía que si quería escapar, tenía que actuar rápido. Se acercó sigilosamente, el metal de las llaves en sus manos le dio confianza. En un movimiento rápido, usó una de las llaves para abrir la puerta, pero el sonido de la cerradura alertó a uno de los hombres. Antes de que pudiera reaccionar, Lou se abalanzó sobre él, cubriendo su boca con una mano y apretando la mandíbula con la otra, asfixiándolo hasta que cayó al suelo, inmóvil. No le dio tiempo a gritar.

El segundo hombre no tardó en reaccionar. Lou estaba cansado, su cuerpo dolía por el encierro, pero su mente estaba enfocada. Con un giro rápido, sacó una daga que había logrado robarle a uno de los hombres durante su cautiverio y la enterró en el costado del segundo hombre antes de que pudiera sacar su pistola. La sangre brotó con rapidez, y Lou, sin pensarlo demasiado, dejó que el cuerpo cayera al suelo.

En ese momento, no hubo tiempo para lamentaciones. No había espacio para las dudas. Nunca había matado a nadie antes, pero en ese momento, solo quedaba lo necesario para sobrevivir. Sabía que si no lo hacía, él sería el siguiente. Los hombres cayeron al suelo, y Lou rápidamente tomó sus armas.

Con el corazón palpitando con fuerza, se acercó a la salida. Ya no podía detenerse. Sabía que otros hombres vendrían tras él en cualquier momento, y lo único que podía hacer era correr lo más rápido posible. Estaba cubierto de sangre, sus manos temblaban, pero no se permitió vacilar. El miedo y la adrenalina lo mantenían alerta mientras avanzaba por el oscuro pasillo.

La puerta estaba cerrada, pero Lou, sin pensarlo dos veces, pateó el marco y logró forzarla. El aire frío de la noche lo golpeó en la cara, y el sonido de los pasos apresurados lo acompañó mientras corría por el terreno en busca de la libertad. No sabía cuántos hombres quedaban o si más de ellos estaban cerca, pero algo dentro de él le decía que tenía que avanzar.

El terreno era irregular y el dolor lo invadía, pero Lou no dejó de correr. Cada vez que escuchaba pasos detrás de él, su cuerpo reaccionaba de manera automática. No podía dejarse atrapar. No podía fallar. No iba a volver a ser prisionero.

Finalmente, cuando llegó a un claro en el bosque, Lou miró hacia atrás, el sudor cubriendo su frente, la respiración entrecortada. Los hombres que lo habían perseguido no estaban cerca, y un pequeño respiro de alivio lo invadió. Pero aún quedaba mucho por hacer. Había tomado una vida, había cruzado una línea que nunca pensó cruzar, pero lo había hecho para sobrevivir.

Daryl y Beth eran su única razón para seguir adelante, y no iba a detenerse hasta encontrarlos. Su cuerpo estaba cansado, su mente alterada, pero su espíritu estaba decidido. Lou había escapado, y ahora lo único que importaba era reunirse con ellos.

Daryl avanzaba junto al grupo de Joe, sus pensamientos dispersos mientras sus pasos lo llevaban por un camino incierto. El viento frío golpeaba su rostro, pero nada de eso lograba calmar el torrente de emociones que le embargaba. Aunque su mente se centraba en el hombre misterioso del que hablaban —Rick—, su corazón seguía aferrado a Lou. La idea de haberlo perdido lo atormentaba, y por más que intentaba distraerse con los avances del grupo, siempre volvía a él, al vacío que sentía por su ausencia.

Cada vez que caminaba, cada vez que pensaba en lo que había dejado atrás, Daryl sentía como si su pecho se apretara. No podía evitar imaginar cómo estaría Lou, si estaba a salvo, si se arrepentía de haberse ido. El dolor de no haber podido detenerlo seguía como una punzada en su interior, y todo lo que quería era estar a su lado, asegurarse de que todo estuviera bien.

Las palabras de Joe y los demás en el grupo parecían desvanecerse a medida que Daryl se sumía en sus pensamientos. La idea de que Lou estuviera tan lejos, tal vez en peligro o incluso más allá de lo que podía imaginar, lo hacía sentirse impotente. Se le hacía difícil concentrarse en lo que pasaba alrededor cuando su mente no dejaba de regresar a su compañero, a su amigo, a alguien que se había convertido en mucho más que eso.

Daryl se decía a sí mismo que tenía que seguir adelante, que debía centrarse en la misión que tenía por delante, pero la constante imagen de Lou, su rostro, su risa, y la manera en que se sentía cerca de él en todo momento lo perseguía. ¿Por qué Lou se fue? ¿Acaso sentía lo mismo que él? ¿Lo buscaría también cuando pudiera? La angustia de no tener respuestas lo atormentaba cada día más.

En medio de todo esto, Daryl notaba que algo lo mantenía en movimiento, un deseo profundo y urgente de encontrar a Lou. No importaba lo que tuviera que hacer, no importaba lo que tuviera que enfrentar, él lo buscaría. Sabía que si alguna vez tenía la oportunidad de reunirse con Lou, no dudaría en hacerlo, sin importar lo que sucediera después. Lo necesitaba, y sentía en lo más profundo de su ser que no podía vivir en un mundo donde Lou no estuviera a su lado.

Mientras el grupo seguía su rumbo y los caminos se cruzaban, Daryl no podía evitar pensar que, de alguna manera, el destino los reuniría nuevamente. Si no en ese momento, entonces en otro. No perdería la esperanza, no lo dejaría ir tan fácilmente.

Lou avanzaba por las desoladas carreteras, su mente un torbellino de emociones contradictorias. A lo lejos, podía ver los edificios derruidos y las ruinas de un mundo que se desmoronaba. Cada paso lo acercaba más a su objetivo, pero no podía escapar de los pensamientos que lo atormentaban.

El recuerdo de los hombres que había matado lo perseguía. Aunque había actuado por pura necesidad, la culpabilidad lo consumía. Nunca se imaginó que llegaría a ese punto, que tendría que tomar vidas para sobrevivir. Pero el mundo en el que vivía ahora no dejaba espacio para dudas ni remordimientos; era cuestión de vida o muerte, y él había hecho lo que tenía que hacer. A pesar de todo, la sensación de haber cruzado una línea que nunca pensó cruzar lo dejó marcado.

Lo que realmente lo inquietaba, sin embargo, era el pensamiento constante de Paula. El acoso, las palabras y los gestos que él había tenido que soportar durante su cautiverio le hacían sentir una mezcla de repulsión y vergüenza. Aunque había seguido su juego para escapar, nunca pudo liberarse de esa sensación incómoda de estar atrapado entre las manos de alguien que no respetaba su espacio ni su voluntad. Y, aunque había logrado escapar, la sensación de vulnerabilidad seguía ahí, acechándolo.

Mientras caminaba, Lou miraba a su alrededor, buscando señales de combustible o vehículos que pudiera utilizar para regresar. Su destino era Washington, un lugar donde había escuchado que algunos sobrevivientes aún luchaban por encontrar una solución, y donde había rumores de un posible refugio. Pero, en el fondo, sabía que su verdadero deseo era regresar a Atlanta, aunque no podía admitirlo siquiera a sí mismo. Sabía que Daryl y Beth estaban allí, y el pensamiento de encontrarlos lo mantenía en marcha. No podía quedarse allí, no sin saber cómo estaban, no sin saber si había alguna posibilidad de reunirse con ellos.

Mientras se acercaba a una gasolinera abandonada, Lou se dio cuenta de que, aunque no quería, seguía buscando algo en su interior, una sensación de paz o de consuelo. Quizás, pensó, si encontraba a Daryl de nuevo, podría liberarse de esos sentimientos encontrados. No era solo la necesidad de sobrevivir lo que lo mantenía en pie, sino la esperanza de que, de alguna manera, Daryl lo necesitaba tanto como él a él.

En ese momento, Lou no pudo evitar pensar en lo que había dejado atrás: la prisión, las risas compartidas, la promesa no dicha de que estarían siempre el uno para el otro. Mientras miraba el tanque de gasolina vacío frente a él, una pequeña sonrisa se asomó a sus labios. Sabía que tenía un largo camino por recorrer, pero estaba decidido a seguir adelante. No importaba el precio que tuviera que pagar, él regresaría.

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