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Capitulo 22

En la penumbra de la casa de golf abandonada, las botellas de licor vacías se acumulaban entre Daryl y Beth. Había pasado ya el segundo día sin rastro de Lou, y la tensión era palpable, incluso bajo la influencia del alcohol.

Beth, con las mejillas ligeramente enrojecidas por el efecto del licor, reía suavemente al contar una anécdota de su infancia, pero se detuvo cuando notó que Daryl, sentado junto a ella en el suelo, se quedó en silencio. Su rostro, que siempre parecía duro e impenetrable, ahora estaba surcado por una expresión de dolor puro.

— Daryl, ¿estás bien? — preguntó Beth con cautela, dejando su botella a un lado.

Al principio, él no respondió. Solo bajó la cabeza, apretando la mandíbula como si intentara contener algo. Pero el peso de los últimos días, las noches en vela, la culpa y el miedo lo abrumaron por completo.

De repente, un sollozo se escapó de su garganta. Beth se quedó helada al verlo, porque nunca antes había visto a Daryl llorar.

— ¡Maldita sea! — exclamó Daryl, su voz temblorosa mientras pasaba las manos por su cabello. — No puedo... no puedo soportar esto. No saber si está bien, si está vivo...

Beth se acercó con cuidado, poniéndole una mano en el hombro.

— Daryl... vamos a encontrarlo. Lo haremos. Lou es fuerte, tú mismo lo sabes.

Daryl negó con la cabeza, los ojos vidriosos mientras miraba al suelo.

— No sé qué haría sin él, Beth. No puedo... no puedo perderlo. No a él también.

Beth no dijo nada, simplemente apretó su hombro, dándole tiempo para desahogarse.

— Él... — Daryl respiró profundamente, tratando de calmarse, pero el licor le había soltado la lengua y el corazón. — Lou es lo mejor que me ha pasado, ¿sabes? Él... no sé cómo alguien como él puede... querer a alguien como yo. Pero lo hace. Y ahora está allá afuera, solo, y yo no estaba ahí para protegerlo.

Beth lo miró con una mezcla de tristeza y ternura.

— Tú lo amas, — dijo suavemente, como una afirmación más que una pregunta.

Daryl asintió, sin intentar ocultarlo.

— Lo amo, Beth. No hay nada que no haría por él. Daría mi vida, haría lo que fuera si eso significa que él esté bien.

Beth sonrió con tristeza, viendo lo vulnerable que estaba Daryl. Era evidente que su relación con Lou era lo que lo mantenía luchando, pero también lo que lo hacía sentir tan terriblemente humano en ese momento.

— Entonces, vamos a encontrarlo, Daryl, — dijo Beth con determinación. — No vamos a rendirnos, ¿de acuerdo? Lou está allá afuera, y estoy segura de que también está luchando por volver contigo.

Daryl dejó caer la cabeza entre sus manos, tragándose otro sollozo mientras Beth permanecía a su lado, reconfortándolo. Esa noche, por primera vez en mucho tiempo, Daryl dejó que alguien más lo viera completamente roto... todo por el amor que sentía por Lou.

Daryl estaba sentado junto al fuego que habían encendido en la sala destrozada de la casa de golf, su mirada fija en las llamas, pero su mente claramente en otro lugar. A su lado, Beth jugaba distraídamente con un trozo de tela, tratando de llenar el incómodo silencio que había caído entre ellos.

— Beth, — dijo Daryl de repente, rompiendo el mutismo con un tono bajo y cargado de emoción. —¿Cómo... cómo era Lou cuando lo conociste? Quiero decir... antes de todo esto.

Beth lo miró sorprendida al principio, pero luego una pequeña sonrisa se formó en sus labios. Era evidente que Daryl quería aferrarse a cualquier pedazo de Lou mientras estaban separados.

— Bueno, — comenzó, acomodándose en su lugar. — Lo conocí cuando tenía ocho años. Lou llevaba un par de años saliendo con Maggie, así que ya era como parte de nuestra familia. Lo recuerdo claramente porque era tan... no sé cómo decirlo... encantador. Siempre tenía una sonrisa para todos.

Daryl asintió, como si eso encajara perfectamente con la imagen que tenía de Lou.

— Mis papás lo adoraban, — continuó Beth. —Siempre hablaban de cómo él era responsable y atento. Era el tipo de chico que se quedaba a ayudar después de cenar o que le traía flores a mi mamá solo porque sí. Mi papá siempre decía que si alguien iba a cuidar de Maggie, tenía que ser alguien como Lou.

Daryl bajó la mirada al suelo, pero Beth pudo notar un leve atisbo de orgullo en su expresión.

— ¿Y tú? — preguntó Daryl después de un momento. — ¿Qué pensabas de él?

Beth se rió suavemente.

— Oh, tuve un pequeño enamoramiento infantil con él cuando tenía ocho años. Era inevitable. Lou era tan... amable y siempre me trataba como si fuera importante. Como si mi opinión contara, aunque solo fuera una niña.

Daryl levantó una ceja, y Beth levantó las manos en un gesto de rendición.

— ¡Era un enamoramiento de niña! Después, cuando crecí, lo vi como un hermano mayor. Nunca más que eso. Además, él siempre fue tan devoto de Maggie... era obvio que ella era la única en su mundo.

Beth hizo una pausa, su expresión volviéndose más melancólica.

— Es por eso que verlo tan feliz contigo, Daryl, significa mucho. Lou merece ser feliz, y creo que tú también lo haces feliz de una forma que nadie más pudo. Incluso Maggie lo notó antes de todo esto.

Daryl no dijo nada, pero su mandíbula se tensó mientras absorbía las palabras de Beth. Aunque no respondió de inmediato, su mirada volvió al fuego, más decidida. Lou era más que alguien por quien se preocupaba; era alguien que había traído luz a la vida de muchos, incluida la suya.

Sentados junto a un pequeño fuego improvisado en el bosque, Beth y Daryl comían en silencio lo poco que habían conseguido durante el día. El ambiente estaba cargado de tensión y preocupación. Los días sin Lou parecían pesar más con cada hora que pasaba.

Beth rompió el silencio con cautela, mirándolo de reojo.

— Lo encontraremos, Daryl. Lou es fuerte... mucho más de lo que cualquiera podría pensar.

Daryl soltó un resoplido, sin apartar la mirada del fuego.

— Sí, es fuerte... y también es terco como una mula.

Beth sonrió levemente ante el comentario, pero notó la tristeza detrás de las palabras de Daryl. Se acomodó mejor, decidida a hablar más.

— Tú también lo eres, Daryl. Por eso hacen buen equipo.

Daryl negó con la cabeza, visiblemente incómodo.

— No sé qué vio en mí, Beth. Lou... él es todo lo que yo no soy.

Beth frunció el ceño.

— ¿Qué quieres decir?

— Es bueno, — respondió Daryl después de un momento, su voz baja y cargada de emociones. —Siempre está ahí para todos, siempre sabe qué decir, cómo hacer que la gente se sienta mejor. Es... atento, cariñoso, todo lo que yo no soy. Tiene ese maldito encanto natural, ¿sabes? Puede hacer que cualquiera lo quiera.

Beth lo escuchó en silencio, dejando que se expresara.

— Y luego estoy yo, — continuó Daryl, con una risa amarga. — Un tipo que no sabe hablar, que siempre dice lo que no debe, que ni siquiera entiende por qué alguien como él... alguien tan bueno, querría estar cerca de mí.

Beth colocó una mano suave sobre su brazo, obligándolo a mirarla.

— Lou no ve todo eso, Daryl. O tal vez lo ve, pero no le importa. Porque lo que ve en ti es lo que todos los que te conocemos vemos. Eres leal, protector, valiente... y amas a Lou de una forma que él también siente. Eso es lo que importa.

Daryl bajó la mirada, incómodo con los elogios, pero no negó nada de lo que Beth dijo.

— Lou te eligió, Daryl, — añadió Beth con una sonrisa leve. — Y eso no es casualidad. Cuando lo encontremos, tienes que recordar eso.

Daryl asintió ligeramente, aunque no estaba seguro de creerlo del todo. Pero una cosa era segura: no iba a rendirse hasta encontrar a Lou, porque Lou no solo le daba un propósito, sino una razón para seguir adelante en un mundo donde todo parecía perdido.

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