
Capitulo 21
La discusión comenzó cuando Lou, que había estado sumido en la tristeza durante días, rompió finalmente el silencio mientras el grupo se preparaba para la noche.
— No podemos quedarnos aquí, Daryl. Tenemos que buscar a los demás, — dijo con firmeza, aunque su voz temblaba por la carga emocional. — No sabemos si están vivos o muertos, pero no podemos simplemente asumir lo peor.
Daryl, que estaba agachado junto al fuego improvisado, negó con la cabeza sin mirarlo.
— ¿Y si están muertos, Lou? ¿Eh? ¿Qué pasa si salimos y terminamos como ellos? Es mejor mantenernos vivos nosotros tres.
Lou lo miró incrédulo, con una mezcla de frustración y dolor en sus ojos.
— ¿Eso es todo? ¿Así de fácil? ¿Rendirse? ¿Eso harías si yo no estuviera aquí? ¿Si Beth no estuviera aquí?
Beth levantó la mirada, alarmada, pero no dijo nada. Sentía que esto era algo entre ellos dos, y que no debía intervenir.
Daryl finalmente se levantó, su rostro endurecido.
— No se trata de rendirse. Es ser realista. El mundo no funciona como antes. Salir allá afuera solo va a ponernos en más peligro.
Lou se acercó un paso, su tono más cortante.
— Siempre hay peligro, Daryl. Pero eso no significa que debamos quedarnos de brazos cruzados. Hershel nunca lo hubiera permitido. Glenn, Maggie... incluso Rick. Todos habrían salido a buscarte a ti si fueras tú quien faltara.
Daryl apretó los dientes, sus manos se cerraron en puños.
— Y si están muertos, ¿qué? ¿Vas a seguir corriendo hasta que también te maten? No voy a arriesgar la vida de nadie más por una esperanza estúpida.
La última frase pareció clavarse en Lou como un cuchillo. Lo miró por un largo momento, con la mandíbula apretada, y finalmente dijo en un tono frío:
— Si tú no quieres ir, entonces lo haré yo.
Daryl bufó, creyendo que Lou solo lo decía por impulso.
— Haz lo que quieras, pero no durarás ni una hora.
Lou no respondió. Simplemente se dio la vuelta, recogió sus cosas rápidamente y salió por la puerta de la cabaña.
Beth miró a Daryl con nerviosismo.
— ¿No vas a detenerlo?
Daryl, que había tomado asiento de nuevo, respondió con indiferencia fingida.
— Volverá.
Pero pasaron las horas, y Lou no regresó. La preocupación comenzó a formarse en el rostro de Daryl mientras se movía inquieto, su mirada fijándose una y otra vez en la puerta de la cabaña. Finalmente, no pudo soportarlo más.
— Qué demonios... — murmuró, agarrando su ballesta y su mochila.
Beth lo miró desde su rincón, sorprendida.
— ¿A dónde vas?
— A buscarlo, — dijo Daryl de manera breve, antes de salir rápidamente. Beth entonces tomó sus cosas para seguirlo e ir en búsqueda de Lou.
Daryl se internó en el bosque, llamando a Lou en voz baja para no atraer caminantes. Cada minuto que pasaba aumentaba su preocupación, y no podía ignorar el nudo en el estómago que lo golpeaba con cada paso. Había subestimado lo que Lou haría, pero ahora solo una cosa era clara: tenía que encontrarlo antes de que fuera demasiado tarde.
La búsqueda se alargó más de lo que Daryl hubiera querido. Había salido al anochecer, y ahora el amanecer comenzaba a teñir el horizonte de un tenue naranja. Las horas parecían interminables mientras caminaba entre los árboles, con su ballesta lista y sus ojos escudriñando cada sombra.
Lou no estaba en ninguna parte.
Al principio, Daryl había encontrado pequeñas señales que le daban esperanzas: ramas rotas, pisadas frescas en el barro. Pero con el paso del tiempo, esas pistas se desvanecieron, como si Lou hubiera desaparecido en el aire.
El agotamiento físico no era nada comparado con lo que empezaba a sentir en su pecho. Era un peso, un vacío que crecía con cada paso que daba y con cada rincón del bosque que quedaba vacío. La idea de que algo le hubiera pasado a Lou, de que pudiera estar herido, solo, o peor aún... muerto, lo golpeó como una avalancha.
Daryl se detuvo un momento, apoyándose contra un árbol mientras trataba de controlar su respiración. Su mente comenzó a inundarse de pensamientos oscuros y un miedo que no podía controlar. Nunca se había sentido así, ni siquiera cuando Merle se había ido. Esto era diferente. Esto era desesperación.
— Maldita sea, Lou... — murmuró, su voz apenas audible mientras apretaba los dientes.
El bosque estaba demasiado silencioso, lo cual no hacía más que aumentar su paranoia. Cada crujido de una rama, cada susurro del viento entre los árboles lo hacía girar rápidamente, esperando encontrarlo, pero siempre era solo el vacío.
Por primera vez en mucho tiempo, Daryl sintió algo que había olvidado cómo era: pánico. Ese nudo en el estómago se convirtió en un peso insoportable mientras la idea de perder a Lou se volvía más real con cada minuto. No podía perderlo, no después de todo lo que habían pasado.
— ¡Lou! — gritó de repente, rompiendo el silencio del bosque. Su voz se quebró un poco al final, traicionando el miedo que sentía. — ¡Si puedes oírme, responde, maldita sea!
El eco de su grito se perdió entre los árboles, y la respuesta fue solo un silencio opresivo que parecía burlarse de él.
Daryl apretó los puños, su mirada enfocándose en el camino frente a él.
No te voy a dejar, Lou. No esta vez, se dijo a sí mismo mientras volvía a caminar, ignorando el cansancio y el miedo que amenazaban con derribarlo.
La tensión entre Daryl y Beth había ido aumentando desde que Lou se había ido. Beth, con su naturaleza sensible pero decidida, no pudo contenerse más cuando vio a Daryl regresar del bosque, agotado y frustrado por no encontrarlo.
— Si le hubieras hecho caso desde el principio, esto no estaría pasando, — le soltó Beth con un tono lleno de reproche.
Daryl se detuvo en seco y la miró con furia.
— ¿De qué diablos estás hablando, Beth? Él fue quien decidió largarse solo. No es mi culpa.
— ¿De verdad no lo es? — Beth cruzó los brazos, sus ojos brillando con una mezcla de tristeza y desafío. — Él quería buscar a los demás, Daryl. Todo lo que quería era ayudar, encontrar al grupo. Pero tú te negaste, porque estabas tan seguro de que no valía la pena. Y ahora podría estar en peligro... o peor.
La mención de "peor" fue como una daga directa al corazón de Daryl. Su mandíbula se tensó, sus puños se cerraron, y se giró hacia Beth, dejando salir la rabia acumulada.
— ¡No tienes idea de lo que estoy sintiendo ahora! ¡No tienes idea de lo que es perder a alguien porque hiciste lo que creíste que era mejor! — Su voz era grave y temblorosa, cargada de frustración y autocompasión.
— ¿Y crees que yo no he perdido a nadie? ¡Perdí a mi papá, a mi mamá, a mi novio, a todos los que conocía! — Beth levantó la voz, pero su tono era más emocional que furioso. — Y ahora probablemente también a Lou. ¡Porque no quisiste escuchar!
El silencio que siguió fue aplastante. Daryl apartó la mirada, sintiendo cómo las palabras de Beth le pesaban más que cualquier arma que hubiera cargado antes.
— No me digas que no intenté encontrarlo, — murmuró finalmente, con un tono más bajo, casi quebrado. — He estado buscándolo por horas... pero no sé si eso sea suficiente.
Beth lo observó un momento, su expresión suavizándose al notar el peso del remordimiento en los ojos de Daryl. Finalmente dio un paso hacia él, bajando la voz.
— No se trata solo de Lou, Daryl. Se trata de ti. De lo que sientes.
Daryl se tensó, intentando evitar el contacto visual, pero Beth no se apartó.
— ¿Por qué te cuesta tanto admitirlo? — insistió Beth con suavidad.
Daryl apretó los labios, su mirada perdida en el suelo antes de murmurar, casi inaudible:
— Porque lo amo.
Beth abrió los ojos con sorpresa, pero no dijo nada, dejando que Daryl continuara.
— Lo amo, ¿bien? Nunca había sentido esto por nadie. No sé qué hacer con eso... y ahora puede que nunca lo vuelva a ver. — Su voz tembló, y una sombra de vulnerabilidad cruzó su rostro. — No puedo perderlo, Beth.
Beth se acercó y puso una mano en su brazo, apretándolo con cuidado.
— No lo perderás, Daryl. Aún hay esperanza. Pero para eso tienes que seguir buscándolo.
Daryl asintió lentamente, tragándose el nudo en su garganta. Aunque su orgullo seguía ahí, el miedo y el amor que sentía por Lou lo empujaban más fuerte que nunca. No iba a rendirse, no mientras quedara una posibilidad de encontrarlo.
Lou intentaba mantener la calma mientras sentía el movimiento irregular del vehículo en el que lo habían arrojado. La bolsa de tela que cubría su rostro le dificultaba respirar, y las cuerdas que amarraban sus manos detrás de la espalda le quemaban la piel con cada movimiento.
El viaje había sido largo, tan largo que Lou estaba seguro de que ya no estaban en las cercanías de la prisión o siquiera en la ciudad. El sonido de las ruedas sobre el asfalto había cambiado a un crujir sobre tierra y grava, lo que le indicaba que habían salido a un área más rural o aislada.
Podía escuchar fragmentos de conversaciones entre sus captores, pero las voces eran bajas y murmuradas, como si quisieran asegurarse de que no entendiera demasiado. Había al menos tres, todos hombres.
— ¿Crees que valdrá la pena?
— Si no lo es, le encontraremos otra utilidad.
— Podríamos usarlo como moneda de cambio, seguro que vale algo.
Lou tragó saliva, intentando no mostrar signos de pánico mientras su mente trabajaba a toda velocidad. ¿Quiénes eran ellos? ¿Qué querían de él? Había algo familiar en la forma en que hablaban, en su tono autoritario y despectivo. Pensó en todas las amenazas que había enfrentado hasta ahora: Woodbury, caminantes, saqueadores... Pero esta gente parecía organizada, demasiado metódica para ser simples sobrevivientes.
El vehículo finalmente se detuvo, y el sonido de unas puertas abriéndose rompió el silencio tenso. Un par de manos fuertes lo agarraron por los brazos y lo bajaron con rudeza, casi haciéndolo tropezar.
— Cuidado, chico, — dijo una voz áspera y burlesca cerca de su oído. — No querrás hacernos enojar.
Lou no respondió, pero intentó escuchar su entorno. El viento soplaba suavemente, y el crujido de hojas secas bajo los pies de sus captores sugería que estaban en un bosque. Fue empujado hacia adelante, cada paso haciéndole sentir más vulnerable.
El sonido de un cerrojo abriéndose lo sobresaltó, y lo empujaron al interior de lo que parecía ser una vieja bodega. El aire fresco se mezclaba con el olor a humedad y polvo. Cuando finalmente le quitaron la bolsa de la cabeza, la luz débil del interior lo cegó momentáneamente.
Cuando sus ojos se ajustaron, vio a tres hombres frente a él. Había algo inquietante en su actitud, una mezcla de arrogancia y desdén que le resultaba extraña. Uno de ellos, un hombre corpulento con cicatrices visibles, se adelantó con una sonrisa que no prometía nada bueno.
— Bienvenido a tu nuevo hogar, amigo, — dijo con voz burlona. — Espero que te sientas cómodo... porque vas a quedarte aquí un buen rato.
Lou levantó la barbilla, ocultando su miedo detrás de una mirada desafiante. Había algo en la forma en que lo miraban y en cómo hablaban que le hacía sospechar. Si sus instintos eran correctos, sus captores no eran cualquier grupo... pero todavía no sabía a ciencia cierta quiénes eran ni qué querían de él.
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