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Capitulo 20

Unas semanas habían pasado desde que el caos inicial con Woodbury quedó atrás. La prisión comenzaba a sentirse más como un hogar que como una fortaleza improvisada. Las personas rescatadas de Woodbury se integraban poco a poco, y la comunidad crecía en número y en esperanza. Por primera vez en mucho tiempo, el grupo podía respirar, aunque siempre manteniendo un ojo en el horizonte.

Daryl y Lou, por su parte, también habían encontrado su propio ritmo en medio de esa tranquilidad relativa. Lo que al principio había sido una relación marcada por inseguridades y dudas, ahora avanzaba con una naturalidad que sorprendía incluso a ellos mismos. No necesitaban grandes palabras o gestos; todo fluía con la confianza silenciosa que ambos compartían.

Lou solía pasar más tiempo fuera de la celda ahora que se recuperaba de su herida, ayudando en las tareas diarias. Aunque Daryl seguía con sus responsabilidades, siempre encontraba una excusa para cruzarse con Lou durante el día, ya fuera mientras reforzaban las cercas o ayudaban a Hershel en el cultivo.

Una tarde, mientras trabajaban juntos organizando provisiones en la cocina, Lou dejó caer una lata accidentalmente al suelo. Daryl, que estaba a su lado, se inclinó para recogerla al mismo tiempo. Ambos se miraron, y Lou soltó una pequeña risa.

— Siempre tan rápido, — comentó Lou con una sonrisa juguetona, observando cómo Daryl parecía ponerse ligeramente rojo.

— Solo estoy ayudando, — respondió Daryl con un encogimiento de hombros, desviando la mirada.

Lou no pudo evitar alargar una mano para tocar suavemente el brazo de Daryl.

— Gracias, por todo. Por estar ahí... por quedarte conmigo.

Daryl levantó la vista, y en su rostro había una mezcla de incomodidad y ternura.

— No iba a irme a ningún lado, Lou.

Ese momento entre ellos fue breve, pero suficiente para que ambos sintieran lo mucho que significaban el uno para el otro. Era algo que no necesitaban decir en voz alta, pero que ambos sabían.

Más tarde, al final del día, Lou se encontraba sentado en los escalones que llevaban a los bloques de celdas, observando el atardecer que teñía el cielo de colores cálidos. Daryl apareció detrás de él, sin hacer ruido, como siempre. Sin decir nada, se sentó a su lado.

— ¿Todo bien? — preguntó Daryl, mirando hacia el horizonte.

Lou asintió, sin apartar la vista del cielo.

— Sí. Creo que por primera vez en mucho tiempo, todo está bien.

Daryl lo observó de reojo, permitiéndose una pequeña sonrisa.

— Sí... está bien.

Ambos se quedaron allí, en silencio, disfrutando de la calma que habían logrado construir, sabiendo que, pase lo que pase, ahora tenían algo más que proteger: el uno al otro.

Daryl lo entendió lentamente, pero con cada día que pasaba junto a Lou, todo comenzaba a tener más sentido. Lou no era como nadie que hubiera conocido antes. Había algo tan puro en su forma de amar, de entregar su tiempo y su energía sin pedir nada a cambio. Y lo hacía con él, con Daryl, quien siempre había pensado que no merecía mucho de nadie.

Era en los pequeños gestos. Como aquella vez que Lou, después de pasar horas ayudando a reforzar las cercas, apareció con una flor silvestre que había encontrado entre los escombros. Se la entregó a Daryl sin decir nada, solo con una sonrisa ligera, pero su mirada lo decía todo: Te vi, pensé en ti, esto es para ti.

O cuando Lou, sin previo aviso, empezó a limpiar y reparar el chaleco de Daryl mientras él estaba ocupado en una patrulla. No porque estuviera dañado, sino porque quería hacer algo por él, algo que mostrara cuidado y atención.

Y luego estaban los cumplidos, esos que dejaban a Daryl sin saber cómo reaccionar. "Eres más listo de lo que te das crédito, ¿lo sabías?", le había dicho Lou una tarde, mientras ambos trabajaban en silencio. O aquel día en que Lou comentó despreocupadamente: "Siempre te ves bien con esa chaqueta, te hace ver como un líder."

Daryl, que no estaba acostumbrado a recibir ese tipo de palabras, solía quedarse en silencio, fingiendo que no lo afectaban. Pero lo hacían. Profundamente.

Una noche, después de que Lou le diera un pequeño regalo hecho a mano —un brazalete tejido con tiras de cuero que encontró en uno de los almacenes—, Daryl no pudo evitar preguntar:

— ¿Por qué haces todo esto?

Lou lo miró, como si la respuesta fuera obvia.

— Porque te quiero, Daryl. Y porque quiero que lo sepas, aunque no lo diga todo el tiempo.

Daryl tragó saliva, sintiendo que su pecho se apretaba con una mezcla de emociones que no sabía manejar del todo. Lou era todo lo que él no sabía que necesitaba, y aunque no lo dijera en voz alta, empezaba a entender que tal vez, solo tal vez, él también quería entregarse así.

No estaba acostumbrado a recibir tanto, pero con Lou... empezaba a aprender que tal vez lo merecía.

La celda estaba en completo silencio, con la única luz proveniente de la luna que se filtraba a través de las grietas de las ventanas. Daryl avanzó, intentando no hacer ningún ruido. Su respiración era baja, casi contenida, mientras se acercaba a la litera donde Lou dormía.

Sin decir una palabra, se deslizó junto a él en el espacio reducido. Lo hizo con torpeza, como si temiera ser descubierto, pero también como si esa fuera la única manera de aliviar el peso en su pecho que no lo dejaba dormir.

Lou había sentido su presencia desde el momento en que cruzó la entrada. Aunque Daryl era sigiloso, él podía reconocer su andar, su esencia. Cuando lo sintió acostarse a su lado, tuvo que hacer un esfuerzo consciente para no moverse. Cerró los ojos y respiró profundamente, fingiendo que aún dormía, porque sabía que si abría los ojos, podría asustarlo o hacerlo sentir expuesto.

Daryl, por su parte, se quedó inmóvil. Sus ojos miraban al techo, su mente inquieta mientras escuchaba el suave sonido de la respiración de Lou. Había algo tranquilizador en esa cercanía, algo que le permitía sentirse menos solo.

Sin pensarlo, su mano se movió ligeramente, rozando el brazo de Lou de forma accidental. Sintió el calor de su piel y se congeló, temiendo que hubiera hecho demasiado ruido o que lo hubiera despertado.

Pero Lou permaneció inmóvil, aunque su corazón latía con fuerza. Sabía que esto debía ser un gran paso para Daryl, y no quería arruinarlo. Si fingir que dormía ayudaba a que él se sintiera cómodo, entonces eso haría.

En silencio, ambos permanecieron así, compartiendo el mismo espacio, el mismo momento. Daryl cerró los ojos lentamente, sintiendo que por primera vez en mucho tiempo, podía relajarse. No estaba acostumbrado a permitir que alguien estuviera tan cerca, pero con Lou, todo parecía... correcto.

Lou, sin abrir los ojos, sonrió apenas. Sabía que el cazador había dado un paso enorme esa noche, y aunque no dijeran una palabra, ese momento era suficiente para él.

El incidente ocurrió en medio de un desayuno tranquilo en la prisión. Daryl, distraído mientras servía un plato de avena, llamó a Lou por su nombre completo sin pensar:

— Louis, ¿puedes pasarme esa cuchara? — dijo sin levantar la mirada.

Lou, que estaba sirviendo café en una esquina, se tensó al escuchar su nombre completo. Su mandíbula se apretó, y giró lentamente hacia Daryl, mirándolo con una mezcla de irritación y sorpresa.

— ¿Louis? — repitió con un tono que dejaba claro su molestia.

Daryl levantó la vista, confundido por la reacción.

— ¿Qué? Es tu nombre, ¿no?

Lou bufó, dejó la jarra de café con más fuerza de la necesaria y cruzó los brazos.

— Sí, pero nadie me llama así. Excepto tú, ahora, al parecer.

La conversación habría quedado ahí de no ser porque Glenn, que estaba en la mesa cercana, escuchó el intercambio y no pudo evitar bromear:

— Louis, suena tan formal. ¿Siempre te llamaron así?

— A mi me gusta, es un nombre bonito — comentó Maggie.

En cuestión de minutos, los demás comenzaron a usar "Louis" en tono de burla o simplemente porque les parecía gracioso.

— ¿Louis, me pasas el agua?
— Hey, Louis, buena jugada con los refuerzos en la valla ayer.

Lou se sentía cada vez más irritado con cada mención de su nombre completo. Miraba a Daryl de reojo, claramente culpándolo por iniciar todo aquello.

Daryl, que no entendía el problema al principio, empezó a sentirse incómodo con la atención no deseada hacia Lou. Cuando finalmente se dio cuenta de que había metido la pata, dejó su plato y se acercó a él.

— Oye... — murmuró, deteniéndose frente a Lou.

Lou lo miró con frialdad, sin decir nada, mientras recogía su taza de café y se dirigía a otra mesa.

Daryl suspiró, pasándose una mano por el cabello. Sabía que la había cagado, pero no estaba seguro de cómo solucionarlo. Sin embargo, estaba decidido a encontrar una forma de hacer las paces con Lou... aunque eso significara tener que disculparse de una manera más directa de lo que estaba acostumbrado.

La conversación ocurrió al final del día, cuando Lou estaba reforzando una de las barricadas exteriores de la prisión. Daryl se acercó, cargando un par de herramientas, y se detuvo a su lado en silencio. Lou no lo miró, aún molesto por lo sucedido en la mañana.

— Oye... ¿por qué te molesta tanto que te llamen Louis? — preguntó Daryl de repente, rompiendo el incómodo silencio.

Lou dejó de martillar y respiró hondo, sin mirarlo.

— Porque no me gusta. ¿No es suficiente razón? —respondió con un tono seco, claramente queriendo evitar la conversación.

— No — insistió Daryl, cruzando los brazos —. No lo es. Si es solo un nombre, ¿por qué te pone tan de malas?

Lou finalmente se giró hacia él, su mirada seria y un tanto vulnerable, como si estuviera debatiéndose entre hablar o no. Tras un momento de silencio, suspiró.

— Porque me recuerda a mi padre.

Daryl frunció el ceño, sorprendido por la respuesta, pero no dijo nada, dejando que Lou continuara.

— Él fue quien eligió ese nombre. Decía que Louis era el nombre de reyes, de hombres fuertes, valientes... hasta me contaba historias y cuentos cuando era niño, y siempre usaba mi nombre para los personajes principales. — Lou se detuvo un momento, su mirada perdida en recuerdos lejanos —. Me hacía sentir especial, como si tuviera algo único, algo importante.

Daryl asintió lentamente, entendiendo más de lo que Lou decía.

— Pero luego se fue. Nos abandonó a mí y a mi madre como si nunca hubiéramos importado. Y todo ese significado que le daba a mi nombre... desapareció. Solo me recuerda que me dejó.

Lou apretó la mandíbula, tratando de mantener la compostura.

— Mi madre siempre me llamó Lou de cariño. Y con el tiempo, preferí que todos me llamaran así. Es más fácil.

Daryl bajó la mirada, rascándose la nuca con incomodidad.

— No lo sabía...

— Ahora lo sabes — respondió Lou, retomando su trabajo en la barricada.

Daryl no dijo nada más en ese momento, pero algo en su mirada dejó claro que entendía el peso detrás de ese pequeño detalle. Y aunque no era bueno con las palabras, supo que respetaría lo que Lou quería y nunca volvería a llamarlo Louis.

Daryl sabía que había metido la pata. Después de la conversación con Lou, algo en su pecho se apretó al recordar lo que le había dicho sobre su padre y lo que significaba para él ese nombre. No quería ser la causa de que Lou reviviera esos recuerdos dolorosos, pero ahora que lo había hecho, sentía la necesidad de enmendar su error.

Al día siguiente, mientras todos estaban ocupados en la prisión, Daryl salió por un momento hacia el bosque. Había algo que había visto en el camino y que, de alguna manera, sabía que a Lou le gustaría. No era mucho, pero lo haría con la esperanza de que al menos lo haría sentir que había hecho algo bien.

Regresó unas horas después, con un pequeño objeto en sus manos. Un viejo cuchillo de caza, su empuñadura gastada, pero claramente bien cuidado. Había encontrado uno en un pequeño mercado abandonado cerca de una de las ciudades caídas. No era nuevo, pero tenía una historia, y eso era lo que quería: algo con un poco de peso y significado, algo que pudiera decir lo que él no podía con palabras.

Cuando Daryl entró a la prisión, buscó a Lou y lo encontró en una de las celdas, revisando algunos de los mapas que tenían sobre la zona. Sin decir nada, Daryl se acercó a él, deteniéndose a su lado.

Lou levantó la mirada, sorprendido por la presencia de Daryl. Antes de que pudiera decir algo, Daryl extendió la mano, entregándole el cuchillo.

— Para ti.

Lou lo miró por un momento, algo confundido, pero luego sus ojos bajaron hacia el cuchillo. La hoja aún estaba afilada y en buen estado, pero lo que más le llamó la atención fue la empuñadura, con una serie de marcas que se veían como si fueran hechas a mano, sin duda por alguien que lo había tenido por años.

— ¿Qué es esto? — preguntó Lou, suavizando su tono, ya notando el gesto en Daryl.

— Es un... regalo. No sabía si te gustaría, pero... sé que los cuchillos son importantes. Y... — Daryl vaciló, mirando hacia otro lado, como si le costara encontrar las palabras —. Lo siento. No debí haberte llamado Louis. No quería hacerte recordar esas cosas.

Lou observó el cuchillo un momento más y luego levantó la mirada, encontrando los ojos de Daryl. El gesto era sincero, y aunque Lou sabía que las palabras de Daryl eran difíciles para él, también sabía que lo que hacía lo decía todo.

— Gracias... Daryl. — Lou no sonrió, pero su voz sonaba menos tensa. Tomó el cuchillo con suavidad y lo observó detenidamente, antes de guardarlo en su cinturón. — Esto... significa más que lo que piensas.

Daryl asintió, sin decir más. No necesitaba más palabras, solo que Lou aceptara el gesto. Se quedó allí unos momentos más, hasta que Lou, de manera casi imperceptible, le dio una ligera sonrisa.

— Tienes que dejar de ser tan testarudo. — Lou bromeó de manera suave, cambiando de tema, pero Daryl supo que las aguas se habían calmado entre ellos.

Y aunque el silencio que siguió estaba lleno de palabras no dichas, ambos sabían que la relación entre ellos ya había dado un paso más, un paso hacia la comprensión, hacia un lazo más fuerte.

Con el tiempo, las noches en la prisión se volvieron más tranquilas para Daryl y Lou. A medida que la relación entre ellos crecía, también lo hacía la comodidad. Al principio, Daryl se escabullía a la celda de Lou en silencio, temeroso de que algo pudiera malinterpretarse, pero poco a poco comenzó a sentirse más a gusto. A medida que los días pasaban y la confianza entre ellos se fortalecía, la necesidad de estar cerca de Lou se volvió más constante.

En esas noches en las que el cansancio de los días de lucha y vigilancia era demasiado, Daryl comenzaba a buscar la paz en la compañía de Lou. Se deslizaba en la celda en medio de la madrugada, sin hacer ruido, sabiendo que Lou probablemente fingiría estar dormido, pero él no podía evitar la necesidad de sentirse cerca de él.

Al principio, solo se acostaba a su lado, dejando espacio entre ambos, pero con el tiempo, sin pensarlo demasiado, Daryl comenzó a acercarse más. Primero, solo un toque en el brazo, un gesto pequeño, casi imperceptible. Pero luego, la necesidad de contacto se hacía más evidente. Cuando Lou dormía —o fingía dormir— Daryl se permitía abrazarlo, rodeando su torso con el brazo, dejándose llevar por el consuelo de la cercanía.

Lou, como siempre, fingía estar dormido. Sabía que Daryl necesitaba esos momentos, aunque no lo dijera en voz alta. Había algo reconfortante en esa calidez que sentía cuando Daryl lo abrazaba, algo que no podía expresar de otra manera. A veces, Lou sentía el leve roce de los dedos de Daryl tocando su brazo, o su respiración cerca de su cuello mientras se acurrucaba más cerca de él.

Daryl, sin embargo, estaba lejos de estar consciente de que Lou lo sabía todo. Había algo en esos pequeños gestos, en esos toques furtivos, que los conectaba más que cualquier palabra. Lou aceptaba en silencio esas caricias, sintiendo la calma que le traían, aunque no podía evitar sentirse algo vulnerable al respecto. Aún así, sabía que no era el momento de hablar de eso. Al menos no aún.

Ambos compartían esa intimidad, una que se construía sin presiones, sin expectativas, como si el solo estar cerca del otro ya fuera suficiente para calmar las inquietudes y el cansancio del mundo exterior.

Daryl no decía mucho. No necesitaba hacerlo. Estaba acostumbrado a la soledad, pero ahora, con Lou a su lado, las noches parecían menos solitarias, aunque el miedo y la tensión seguían acechando en los rincones de la prisión. Por fin, después de tanto tiempo, Daryl se permitió sentir que podía encontrar paz, aunque solo fuera por un momento, y en la presencia de Lou, esa paz parecía estar al alcance de su mano.

Daryl y Lou finalmente se habían permitido estar juntos después de tanto tiempo de inseguridades y miedos compartidos. Habían atravesado muchas cosas, pero las dificultades que enfrentaron solo parecían haber fortalecido lo que había entre ellos. Lou había sido un refugio para Daryl, un lugar donde él podía ser él mismo sin máscaras ni barreras. Y ahora, con todo lo que había pasado, Lou también había encontrado en Daryl la seguridad y el cariño que necesitaba, el apoyo que había estado buscando sin saberlo durante tanto tiempo.

En la prisión, las noches se volvieron más tranquilas cuando se colaban en las celdas del otro, como si fuera lo más natural del mundo. A veces simplemente dormían juntos, abrazados, sin hablar, pero el simple hecho de estar cerca el uno del otro les daba paz. Lou fingía dormir, pero sabía que Daryl lo observaba en silencio, como si estuviera asegurándose de que todo estuviera bien.

Un día, después de haber pasado por una intensa discusión con los demás del grupo sobre cómo manejar las amenazas externas, Daryl llegó tarde a la celda de Lou. La noche estaba fría, y Lou ya se había acostado. Cuando escuchó el sonido suave de la puerta abriéndose, no necesitaba mirar para saber quién era.

Daryl se acercó a él en silencio y, en lugar de las usuales palabras incómodas, simplemente se tumbó a su lado. Lou giró lentamente para mirarlo, y Daryl le sonrió con una sinceridad que Lou raramente veía en él. Era una sonrisa tranquila, sin reservas.

— ¿Te sientes bien? — Preguntó Lou, su voz suave, como si no quisiera romper la calma del momento.

— Ahora sí —, respondió Daryl, su tono de voz relajado, sin la tensión habitual que llevaba consigo. — Solo... no quiero que nada de esto cambie.

Lou levantó una ceja, confuso.

— ¿Qué no cambie?

— Lo que tenemos — dijo Daryl, ahora mirándolo con más intensidad, como si estuviera buscando algo en sus ojos. — Nosotros.

Lou se quedó en silencio por un momento, procesando lo que Daryl acababa de decir. Finalmente, sonrió suavemente, y sin pensarlo demasiado, se acercó para besar a Daryl, algo que ahora se sentía completamente natural entre ellos.

— Eso no va a cambiar — dijo Lou contra sus labios, susurrando con una sonrisa tranquila, sabiendo que aunque el mundo a su alrededor podía ser un caos, ellos seguían siendo uno para el otro.

Daryl, con su mano en la cintura de Lou, lo apretó más cerca, como si quisiera asegurarse de que no lo perdería. No lo dijo en voz alta, pero sentía en lo profundo de su ser que lo que había con Lou era lo más real y verdadero que había tenido en toda su vida. Y aunque nada estaba garantizado en este mundo apocalíptico, lo único que realmente importaba en ese momento era que los dos estaban juntos, enfrentándose a todo lo que viniera de la mano.

Esa noche, Lou ya no pudo esperar más. Después de tantas veces en las que Daryl se colaba en su celda en silencio, sin atreverse a dar el paso definitivo, decidió que era hora de ser él quien tomara la iniciativa. Sabía que todo lo que había entre ellos era genuino, y no quería seguir esperando a que las cosas se dieran por sí solas.

Con una determinación que sorprendió incluso a él mismo, Lou se levantó en medio de la noche y caminó hacia la celda de Daryl. Al abrir la puerta y encontrar al cazador en su litera, fue imposible no notar la sorpresa en su rostro. Daryl había estado recostado, mirando hacia el techo, cuando escuchó los pasos y giró su cabeza para encontrarse con Lou parado en la entrada.

Lou no dijo nada al principio. Solo cruzó la habitación y, con una sonrisa ligera, se sentó en el borde de la litera de Daryl.

— ¿Qué te parece si dejamos de escondernos y compartimos celda de una vez por todas? — dijo Lou, con voz baja pero segura.

Daryl se quedó en silencio por un momento, sus ojos reflejando una mezcla de sorpresa y gratitud. Sabía que algo había cambiado, y que Lou no estaba sugiriendo solo compartir una celda, sino dar un paso más allá. Finalmente, Daryl asintió, sin decir mucho, pero su mirada ya decía todo.

Lou, sin pensarlo más, subió sobre él, cubriéndolo con su cuerpo. El beso que siguió fue como una explosión de emociones contenidas: urgente, frenético, lleno de todo lo que habían guardado por tanto tiempo. Lou no necesitaba palabras para expresar lo que sentía; sus labios lo decían todo. Daryl, aunque inicialmente sorprendido, respondió con la misma intensidad, llevando sus manos a la espalda de Lou y acercándolo más a su cuerpo.

La habitación se llenó de silencio, salvo por el sonido de sus respiraciones agitadas y los suaves susurros de sus movimientos. Era una mezcla de desesperación, deseo y la necesidad de sentirse cercanos, sin barreras ni temores.

Al final, ambos se quedaron allí, abrazados, sin decir nada más. Lou recostado sobre el pecho de Daryl, escuchando su respiración y sintiendo la calma que solo él podía proporcionarle. El mundo fuera de la prisión seguía siendo peligroso, incierto, pero en ese momento, dentro de esa celda, todo lo que importaba era que finalmente, después de todo lo que habían atravesado, estaban juntos. Y eso era todo lo que necesitaban.

Una tarde tranquila en la prisión, Lou no podía dejar de observar a Daryl mientras este reparaba algunas partes de las vallas exteriores. El cazador estaba concentrado en su trabajo, con la camisa suelta por el calor, su cuerpo marcado por las cicatrices y el sudor que recorría su frente. Lou no podía evitar sonreír mientras lo observaba. Decidió que era el momento perfecto para divertirse un poco con él.

Con una sonrisa traviesa, Lou se acercó a Daryl, que no lo había notado hasta que estuvo casi a su lado.

— ¿Sabes, Daryl? — dijo Lou con voz suave pero llena de insinuación, — Cada vez que te veo trabajando así, con esas manos... no puedo evitar pensar que podría encontrar algunos usos más interesantes para ellas.

Daryl detuvo su trabajo y lo miró con los ojos ligeramente entrecerrados, su rostro ruborizándose instantáneamente ante el comentario.

— Qué... qué estás diciendo, Lou? — respondió, tratando de mantener su compostura, pero el nerviosismo era evidente en su voz.

Lou se acercó un poco más, caminando lentamente alrededor de él mientras lo miraba de arriba a abajo con una mirada descarada.

— Nada, solo estaba pensando que con ese cuerpo, podrías ser mucho más que un cazador. Tal vez un modelo... ¿o tal vez algo aún mejor? — dijo Lou, su tono juguetón y ligeramente provocador.

Daryl dio un paso atrás, sin saber cómo reaccionar, sus mejillas sonrojadas.

— Deja de... joderme, Lou, — murmuró, incapaz de mirar directamente a los ojos de Lou sin sentirse aún más avergonzado.

Lou se echó a reír, disfrutando claramente del efecto que sus palabras estaban teniendo en Daryl.

— Oh, lo siento, Daryl. ¿No puedo halagar a mi hombre favorito de vez en cuando? — agregó con un tono coqueto, acercándose aún más a él, sabiendo que lo tenía completamente nervioso.

Daryl intentó recuperar su compostura, pero se encontraba atrapado entre el deseo de apartarse de Lou y la realidad de que le gustaba lo que estaba pasando, aunque le causara vergüenza.

— Eres un dolor en el trasero... ¿por qué siempre haces esto, eh? — dijo, intentando hacer un comentario duro, pero sabiendo que Lou solo estaba disfrutando del momento.

— Porque me gusta verte así, — dijo Lou con una sonrisa encantadora. — Te hace ver... adorablemente vulnerable, Daryl.

Daryl suspiró, sabiendo que no había forma de ganar en esa situación.

— Eres un cabrón, ¿lo sabes, verdad? — añadió, pero a pesar de su aparente frustración, no pudo evitar la sonrisa tímida que se asomó en sus labios.

Lou, satisfecho con haberlo puesto tan nervioso, finalmente se acercó y le dio una palmada en el hombro.

— Tranquilo, cazador. No te preocupes. No es como si estuviera planeando... nada con esas manos.

Daryl, aún rojo, no dijo nada más, pero no pudo evitar sentirse un poco más relajado, aunque seguiría sin entender cómo Lou siempre lograba ponerlo en esa posición.

Maggie y Lou se encontraban en el pequeño patio de la prisión, disfrutando de una tarde tranquila. Aunque el ambiente estaba lleno de tensión por la situación que enfrentaban, las dos se sentían cómodas al hablar de cosas más personales, cosas que a menudo quedaban ocultas en medio del caos.

— ¿Cómo va todo con Daryl? — preguntó Maggie, mirando a Lou con una sonrisa pequeña, como si supiera que algo estaba cambiando entre ellos.

Lou suspiró, mirando el horizonte mientras cruzaba los brazos.

— Es... complicado, — dijo, buscando las palabras adecuadas. — Todo esto es nuevo para los dos, Maggie. Lo que estoy sintiendo por él... no lo había experimentado antes.

Maggie asintió con comprensión. Ella también había estado allí, lidiando con sus propios sentimientos por Glenn en un mundo donde todo parecía incierto y peligroso.

— ¿Y qué pasa cuando están juntos? — preguntó con curiosidad, ya sabiendo que Lou probablemente no sería tan abierto al principio.

Lou se quedó en silencio por un momento, mirando al suelo mientras se frotaba el cuello.

— Hay momentos en los que me siento increíblemente cerca de él... y otros en los que me asusto, Maggie, — confesó finalmente. — Es como si cada vez que estamos cerca, mi mente empieza a desbordarse con pensamientos... precaminosos. Y luego me detengo porque no sé si realmente estamos listos para ir más allá.

Maggie lo miró atentamente, sin juzgarlo. Ella entendía lo que Lou quería decir.

— Es normal sentirse así, Lou, — dijo suavemente.— Especialmente con todo lo que ha pasado... todo lo que está pasando. Nadie sabe qué esperar en un mundo así. Pero si realmente te importa, tal vez debas darle un poco de espacio para que las cosas fluyan a su propio ritmo.

Lou respiró hondo, sintiéndose un poco aliviado por poder hablar de sus sentimientos.

— No quiero apresurarme ni presionarlo. Pero cada vez que estamos juntos, siento que... podría dar más. Y me pregunto si él también lo siente o si simplemente soy yo pensando demasiado.

Maggie sonrió, dándole una palmada en el hombro.

— Creo que lo importante es que eres honesto contigo mismo y con él. No tienes que tener todo resuelto, Lou. A veces las cosas son más simples de lo que parecen, solo tenemos que dejar que las cosas sigan su curso.

Lou asintió lentamente, sintiéndose un poco más tranquilo.

— Gracias, Maggie. No sé qué haría sin hablar con alguien como tú.

Maggie le sonrió de nuevo, mostrando ese cariño que solo los verdaderos amigos podían compartir.

— Siempre que lo necesites, Lou. Ya sabes que aquí estamos todos para lo que sea.

Los dos se quedaron en silencio por un momento, sintiendo que, a pesar de todo lo que estaba pasando a su alrededor, aún quedaba espacio para la conversación y la comprensión, cosas que tanto Lou como Daryl necesitaban encontrar en medio de ese caos.

La torre de vigilancia estaba vacía, y la noche caía lentamente sobre la prisión, envolviendo todo en una calma tensa. Lou esperaba allí, su figura recortada contra la débil luz de la luna. Cuando Daryl llegó, sus ojos se encontraron al instante, y en ese momento, Lou sintió que algo dentro de él se disparaba, como si toda la tensión acumulada durante semanas finalmente fuera a desbordarse.

— Daryl... — comenzó Lou, su voz suave pero cargada de emoción. — He estado pensando en esto mucho tiempo. En ti. En todo lo que nos ha llevado hasta aquí.

Daryl, un tanto nervioso pero curioso, dio un paso hacia él.

— ¿A qué te refieres?

Lou lo miró fijamente, una mezcla de deseo y vulnerabilidad en sus ojos.

— A ti y a mí. Lo que hemos sido. Y lo que podríamos ser. — Dio un paso más cerca, la distancia entre ellos ya mínima. — No puedo dejar de pensar en cómo te siento. En cómo me siento cuando estoy cerca de ti.

El aire se cargó de tensión, y Lou no pudo evitar acercarse más, sintiendo que necesitaba demostrar lo que decía. Sin una palabra más, se inclinó hacia Daryl, sus labios capturando los de él en un beso profundo y necesitado, como si todo lo que había estado reprimiendo necesitara salir.

Daryl, al principio sorprendido por la intensidad de su gesto, reaccionó a medio camino, pero antes de que pudiera apartarse, Lou se separó lentamente, respirando con dificultad.

— No... no vamos más allá. No quiero presionarte, Daryl. Solo... quería que supieras lo que siento. No puedo seguir ignorando lo que está pasando entre nosotros.

Daryl, respirando de forma entrecortada, miró a Lou, claramente confundido pero al mismo tiempo más consciente de la conexión entre ellos.

— Lou, yo... no sé si estoy listo para esto.

Lou le sonrió suavemente, entendiendo.

— No tienes que estarlo. Sé que esto es nuevo para ambos. No quiero apresurarte, Daryl.

Daryl asintió con la cabeza y permitió que Lou lo besara, profundo, necesitado y lleno de deseo. Las manos de Lou le tocaron y fuera de sentirse incomodo, sentía que todo estaba en el lugar que debería.

— No iremos más allá, Daryl — indicó Lou con una mirada tranquila — Tan solo déjame encargarme de algo.

Daryl le miro confundido al inicio, pero entonces vio la determinación en los ojos de Lou y pudo sentir el bochorno subir por su rostro.

— Lou..

— Esta bien — le aseguró Lou — Es lo que quiero.

Daryl entonces cedió, Lou lo volvió a besar hasta que sus manos fueron más allá y Daryl lo vio arrodillarse frente suyo.

Lou nunca había hecho eso, pero quería intentarlo, porque dentro suyo se moría de ganas de ir más allá de besos.

Ambos se quedaron en silencio unos segundos, sabiendo que, aunque no habían cruzado completamente esa línea aún, algo había cambiado entre ellos. Algo que ninguno de los dos podría negar.

Lou despertó con el cuerpo algo entumecido y un leve dolor en las rodillas y la garganta. Sus recuerdos de la noche anterior se mezclaban con una sensación cálida, pero también con el cansancio evidente. Se sentó en el borde de su litera, frotándose la nuca, mientras intentaba ignorar las punzadas de incomodidad que le recordaban exactamente lo que había sucedido con Daryl.

Estaba ajustándose las botas cuando Maggie apareció en la entrada de la celda, con una sonrisa que claramente significaba problemas.

— Lou, ¿estás bien? Parece que apenas puedes caminar esta mañana, — bromeó, cruzándose de brazos mientras lo miraba con una expresión sospechosa.

Lou levantó la mirada rápidamente, intentando no delatarse.

— Estoy bien... tal vez estoy resfriándome o algo así. — Tosió ligeramente, como si quisiera respaldar su mentira.

Maggie alzó una ceja, claramente no creyéndole.

— ¿Resfriándote, eh? Porque juro que escuché ciertos ruidos provenientes de la torre de vigilancia anoche.

Lou sintió que el color subía a su rostro, pero trató de mantener la compostura.

— Probablemente eran los caminantes. Sabes que nunca se callan.

— ¿Caminantes? Claro. — Maggie dejó escapar una risita, claramente divirtiéndose a su costa. — Bueno, solo asegúrate de no 'resfriarte' de nuevo. Aunque, por lo que veo, parece que valió la pena.

Lou negó con la cabeza, ocultando una pequeña sonrisa, y regresó la atención a sus botas.

— Vete ya, Maggie. No tienes remedio.

Ella se alejó riéndose, y aunque Lou intentaba mostrarse tranquilo, no pudo evitar que una sonrisa un tanto avergonzada se le escapara. Por mucho que intentara evitarlo, no podía negar que, a pesar del dolor, había algo en la noche anterior que hacía que todo valiera la pena.

Daryl estaba más callado de lo habitual, lo que ya era mucho decir. Se encontraba en la parte trasera de la prisión, reparando una valla con tanta concentración que parecía que intentaba fundirse con el metal. Lou, que lo había estado observando desde lejos, finalmente decidió acercarse.

— ¿Vas a ignorarme todo el día? — preguntó Lou con un tono relajado, aunque en sus ojos había un ligero atisbo de diversión.

Daryl se tensó al escuchar su voz, pero no levantó la mirada.

— No te estoy ignorando.

Lou sonrió, cruzándose de brazos.

— No, claro que no. Solo estás evitando mirarme. ¿Qué pasa, Dixon? ¿Te volviste tímido de repente?

Daryl resopló, pero aún no lo miró a los ojos.

— No sé de qué hablas.

— Daryl... — Lou dio un paso más cerca, hasta que estuvo lo suficientemente cerca para que Daryl no tuviera otra opción más que detener lo que hacía. — Si esto es por anoche, quiero que sepas que, si por mí fuera, lo repetiría sin pensarlo dos veces.

Las orejas de Daryl se pusieron rojas al instante, y finalmente levantó la mirada hacia Lou, aunque solo por un segundo antes de apartarla nuevamente.

— No tienes que decir esas cosas... — murmuró, incómodo.

— ¿Por qué no? — Lou inclinó la cabeza, acercándose un poco más. — ¿Me vas a decir que no lo pasaste bien?

Daryl no respondió de inmediato, pero su silencio fue más que suficiente para que Lou sonriera.

— Eso pensé. Y, para que conste, Daryl, no me arrepiento de nada.

El cazador tragó saliva, intentando encontrar algo que decir, pero antes de que pudiera articular palabra, Lou se inclinó hacia él, bajando la voz.

— Así que deja de actuar como si fuera algo malo, porque para mí, fue perfecto.

Daryl lo miró finalmente, y aunque aún parecía un poco avergonzado, también había algo en su expresión que indicaba que las palabras de Lou lo habían tranquilizado.

— Eres imposible, — murmuró Daryl, negando con la cabeza, aunque no pudo evitar que una pequeña sonrisa se asomara en sus labios.

Lou solo se encogió de hombros, satisfecho.

— Y tú eres adorable cuando te pones nervioso. Así que supongo que estamos a mano.

Lou estaba sentado en uno de los bancos de la prisión, con los codos apoyados en las rodillas y una mano cubriendo parcialmente su boca. Estaba en silencio, pero su respiración parecía un poco irregular, y su voz estaba notablemente enronquecida.

Daryl lo observaba desde una esquina, cruzado de brazos, intentando no parecer demasiado preocupado. Finalmente, no pudo evitar acercarse.

— ¿Estás bien? — preguntó con su habitual tono bajo, aunque la preocupación era evidente en sus ojos.

Lou levantó la mirada hacia él y se aclaró la garganta, lo que pareció empeorar las cosas.

— Me duele la garganta, — respondió, su voz más grave de lo normal.

Daryl parpadeó, una sensación de calor subiendo por su cuello hasta sus orejas. Sabía exactamente por qué Lou estaba así, y eso lo hizo sentirse aún más culpable.

— Lo siento... — murmuró, desviando la mirada hacia el suelo.

Lou, a pesar de todo, esbozó una pequeña sonrisa.

— No te preocupes. No me arrepiento.

Eso solo hizo que Daryl se sintiera más incómodo. Sin decir nada más, dio media vuelta y salió del lugar rápidamente, dejando a Lou algo confundido.

Unos minutos después, Daryl regresó, con un pequeño frasco en la mano.

— Fui con Hershel. Dijo que esto podría ayudarte, —dijo, entregándole un frasco con miel y unas hierbas que Hershel había preparado. — Le dije que estabas resfriado.

Lou tomó el frasco, sorprendido por el gesto, y lo miró con suavidad.

— ¿Hiciste todo esto por mí?

Daryl se encogió de hombros, evitando su mirada.

— No quiero que te sientas mal por mi culpa. Es todo.

Lou lo observó por unos segundos, una sonrisa más amplia formándose en su rostro.

— Gracias, Daryl. Esto significa mucho.

El cazador murmuró algo ininteligible, claramente incómodo con los elogios, y salió del lugar con rapidez, dejando a Lou sentado ahí, sintiéndose querido como hacía mucho tiempo no lo hacía.

Daryl estaba ayudando a cargar suministros en uno de los pasillos cuando vio a Lou cruzar frente a él, llevando un par de cajas. Estaba vestido con una camiseta ajustada que marcaba claramente la forma de sus hombros y brazos, y sus movimientos eran seguros y fluidos.

Daryl no pudo evitar detenerse por un segundo, su mirada recorriendo distraídamente el cuerpo de Lou mientras caminaba hacia el otro lado del pasillo. Había algo diferente en él últimamente: su postura, su confianza, incluso su físico. Quizás las largas horas de trabajo reparando la prisión y defendiendo el lugar habían tenido un impacto en su cuerpo.

Sacudiendo la cabeza, Daryl apartó la mirada rápidamente, sintiéndose un poco avergonzado por haberlo observado de esa manera. Pero, incluso mientras intentaba concentrarse en su tarea, su mente seguía volviendo a la imagen de Lou.

Más tarde, cuando ambos estaban sentados en las escaleras de uno de los bloques, compartiendo un momento de descanso, Lou notó el comportamiento extraño de Daryl.

— ¿Estás bien? — preguntó, arqueando una ceja con curiosidad.

Daryl carraspeó y desvió la mirada, jugueteando con el cuchillo que tenía en las manos.

— Sí... solo cansado, eso es todo.

Lou no parecía convencido, pero decidió no insistir. Sin embargo, Daryl no pudo evitar robarle un vistazo más. Era imposible no notar lo bien que se veía últimamente, y eso lo hacía sentirse extrañamente incómodo consigo mismo.

— ¿Qué? — preguntó Lou de repente, con una sonrisa divertida al notar la mirada fugaz de Daryl.

Daryl negó con la cabeza rápidamente, poniéndose de pie y caminando hacia la puerta.

— Nada... no es nada.

Pero mientras salía, no pudo evitar pensar que, quizás, Lou era mucho más de lo que había esperado. Y eso le gustaba.

Era una de esas noches silenciosas en la prisión, donde solo el leve susurro del viento cruzando las paredes rotas interrumpía la calma. Daryl dormía profundamente en la celda que ahora compartía con Lou, pero un suave sollozo lo despertó.

Abrió los ojos lentamente, ajustándose a la penumbra, y escuchó el sonido ahogado de un llanto. Giró la cabeza y vio a Lou sentado en el borde de la litera, con los codos apoyados en las rodillas y el rostro enterrado en sus manos.

— Lou... — susurró Daryl, sentándose y apoyando una mano en el hombro del otro. — ¿Qué pasa?

Lou intentó secarse las lágrimas rápidamente, como si no quisiera que Daryl lo viera así.

— No es nada. Solo un sueño. Algo tonto.

Daryl frunció el ceño, observando la forma en que Lou respiraba de manera entrecortada, como si estuviera luchando contra las emociones que lo embargaban. No insistió, pero apretó ligeramente su hombro para que supiera que estaba ahí.

Finalmente, Lou habló en voz baja, sin mirarlo.

— Soñé con él... con mi padre. Era yo de pequeño, y él... él estaba contándome una de sus historias. Me llamaba Louis con esa voz cálida, la misma que usaba antes de que todo cambiara.

Daryl se quedó en silencio, escuchándolo con atención.

— Siempre me hacía sentir especial, como si yo fuera lo más importante para él, — continuó Lou, su voz temblando. — Pero luego... luego se fue, y todo se sintió como una mentira.

Daryl, sin decir nada, se movió hasta sentarse detrás de Lou y lo abrazó con firmeza, apoyando su barbilla en el hombro del otro.

— No fue una mentira, Lou. Quizás él tomó malas decisiones, pero eso no quita lo que sentía por ti cuando eras niño.

Lou cerró los ojos, dejando que las palabras de Daryl calmaran el dolor que lo invadía.

— ¿Y si siempre doy demasiado, Daryl? ¿Y si... al final, nunca es suficiente para que se queden?

— No soy él, — respondió Daryl con voz ronca pero suave. — No voy a irme a ninguna parte. ¿Me oyes?

Lou asintió lentamente, permitiendo que las lágrimas cayeran sin resistencia. Daryl lo sostuvo con más fuerza, sus manos acariciando suavemente sus brazos para tranquilizarlo.

— Vamos, vuelve a dormir, — murmuró Daryl después de un rato. — Yo estoy aquí.

Lou se dejó llevar por el calor y la seguridad del abrazo de Daryl, dejándose caer de nuevo en la cama. Esta vez, cuando cerró los ojos, ya no se sentía tan solo.



—————————-




1 MES DESPUÉS.

El ambiente estaba cargado de tensión, tan pesado que Lou sentía que apenas podía respirar. Desde su posición, pudo ver al Gobernador con Hershel arrodillado frente a él, la espada alzada y la mirada de odio puro que el hombre dirigía hacia Rick.

Lou sintió que su corazón latía con fuerza, tan fuerte que creía que todos podían escucharlo. Hershel no solo era el padre de Maggie y Beth, era también como un padre para él, alguien que le había mostrado bondad y sabiduría en un mundo que parecía haberlas olvidado.

Rick estaba hablando, intentando razonar con el Gobernador, pero Lou sabía que no había esperanza. Podía verlo en los ojos del hombre.

Lou intentó avanzar, pero Daryl lo detuvo, sujetándolo del brazo.

— ¡Quédate aquí! No podemos hacer nada desde esta distancia, — gruñó Daryl, sabiendo que exponer a Lou solo empeoraría las cosas.

Lou forcejeó, pero entonces sucedió.

El Gobernador bajó la espada con brutalidad, y la sangre salpicó el suelo. Hershel cayó al instante, su rostro aún sereno incluso en el momento final.

— ¡NO! — Lou gritó, su voz llena de dolor. Todo su cuerpo temblaba mientras caía de rodillas, incapaz de asimilar lo que acababa de ocurrir.

Daryl lo tomó por los hombros, tratando de mantenerlo en el presente.

— ¡Lou, mírame! Sé que duele, pero no podemos quedarnos aquí!

Lou levantó la vista hacia Daryl, con lágrimas desbordándose por su rostro.

— Él era como un padre para mí, Daryl.

Antes de que Daryl pudiera responder, el sonido de una explosión resonó, seguido de disparos. El Gobernador había dado la orden de atacar.

— ¡Vamos, Lou! ¡Por Hershel! — gritó Daryl, jalándolo para ponerlo a salvo mientras las balas comenzaban a atravesar el aire.

Lou se dejó llevar, su mente en un torbellino de dolor y rabia. Sabía que tenía que luchar, pero en ese momento, todo lo que podía sentir era la pérdida.

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