
Capitulo 17
El ataque del Gobernador llegó como un huracán de caos y violencia. Las explosiones hicieron eco por la prisión, mientras caminantes entraban por los portones destruidos. Lou, junto al resto del grupo, se encontraba ayudando a los más vulnerables a buscar refugio, aunque el temor y la adrenalina lo mantenían en constante alerta.
Entre el ruido de disparos y los gruñidos de los caminantes, las puertas exteriores se abrieron bruscamente. Lou giró en dirección al sonido, su cuerpo tensándose al pensar que sería otra embestida del Gobernador. Pero lo que vio lo dejó atónito.
Daryl apareció primero, atravesando las puertas con su ballesta lista, seguido muy de cerca por Merle. Ambos comenzaron a disparar y atacar a los caminantes con rapidez y precisión. A pesar del caos, la figura de Daryl destacaba para Lou, quien sintió un alivio momentáneo al verlo, solo para que el resentimiento y la tristeza lo golpearan segundos después.
Cuando el ataque terminó y el Gobernador huyó, dejando atrás un rastro de destrucción, Daryl caminó hacia el grupo, buscando entre las caras a Lou. Finalmente lo encontró, pero Lou, al notarlo, apartó la mirada y comenzó a ayudar a Carl con la barricada que estaban reforzando.
Daryl frunció el ceño, sintiendo el impacto del desdén de Lou. Intentó acercarse, pero antes de que pudiera decir algo, Merle soltó uno de sus comentarios sarcásticos, provocando que Rick lo enfrentara con enojo.
La discusión entre Rick y Merle creció rápidamente, y Daryl intervino para intentar calmar las cosas. Sin embargo, incluso después de que Rick dejó inconsciente a Merle para evitar más conflictos, Daryl no pudo quitarse de la mente la fría actitud de Lou hacia él.
Más tarde, cuando todos comenzaron a reagruparse, Daryl encontró un momento para acercarse nuevamente a Lou.
— Lou... — empezó, su tono inseguro.
Pero Lou no le dio tiempo para continuar.
— Estoy ocupado, Daryl, — dijo sin mirarlo, manteniendo sus manos ocupadas con las herramientas para reforzar las puertas internas.
— ¿Vas a ignorarme ahora? — preguntó Daryl, su voz mostrando una mezcla de confusión y molestia.
Lou finalmente lo miró, sus ojos llenos de emociones que Daryl no pudo descifrar del todo.
— No estoy ignorando a nadie. Solo estoy asegurándome de que esto no vuelva a pasar, —respondió antes de alejarse, dejando a Daryl solo con su propia culpa y sus dudas.
Daryl observó cómo Lou se alejaba, sabiendo que había hecho daño, pero sin tener las palabras para arreglarlo.
La cocina estaba sumida en un incómodo silencio, roto solo por el ruido de los cubiertos chocando contra los platos y los comentarios descarados de Merle. La tensión era palpable, especialmente en la forma en que Daryl mantenía la cabeza baja, apenas tocando su comida, mientras Merle hablaba sin filtro, lanzando bromas inapropiadas y críticas hacia todos los presentes.
Lou, sentado al otro extremo de la mesa, observaba con atención. Sus ojos se fijaron en Daryl, notando cómo su mandíbula se tensaba cada vez que Merle decía algo que cruzaba la línea. Era evidente que Daryl estaba incómodo, y Lou no podía evitar preguntarse si él mismo era parte de esa incomodidad.
Pero lo que más ocupaba su mente era Merle. El hombre parecía ser todo lo que Lou había esperado: dominante, ruidoso y con una actitud despreciativa hacia todo lo que no encajaba en su visión del mundo. Lou podía imaginar con facilidad lo que Merle pensaría si supiera de los sentimientos que habían comenzado a formarse entre él y Daryl.
— ¿Qué pasa, hermanito? Apenas tocas tu comida. ¿Te ablandaste viviendo con esta gente? — comentó Merle, lanzando una mirada burlona a Daryl antes de clavar un trozo de carne con su tenedor.
Daryl no respondió, pero Lou vio cómo sus hombros se tensaban aún más. Lou apartó la mirada, sus pensamientos girando. ¿Qué haría Merle si descubriera algo? ¿Y cómo podría eso afectar a Daryl? Lou sabía que Daryl había pasado años intentando mantener a su hermano cerca, aunque estuviera lleno de defectos, y lo último que quería era ser la causa de más conflictos entre ellos.
Lou dejó el tenedor en el plato y se inclinó ligeramente hacia atrás, perdiendo el apetito. Una mezcla de inseguridad y tristeza se apoderó de él. Tal vez estaba equivocado al pensar siquiera en que algo podría desarrollarse entre él y Daryl. El mundo en el que vivían era ya lo suficientemente difícil; agregar algo más complicado como lo que sentía por Daryl, especialmente con Merle alrededor, parecía una batalla perdida desde el principio.
Mientras Merle continuaba hablando, Lou se levantó silenciosamente, llevándose su plato.
— No tengo hambre, — dijo simplemente cuando Beth le preguntó si estaba bien, y salió de la cocina antes de que alguien pudiera detenerlo.
Daryl levantó la mirada y lo vio irse, notando la expresión distante en su rostro. Algo estaba mal, y Daryl lo sabía. Pero con Merle sentado a su lado y todos los ojos puestos en él, no pudo hacer nada más que observarlo desaparecer por la puerta.
La celda estaba en penumbra, iluminada apenas por la luz de la luna que se colaba entre los barrotes. Lou dormía en su litera, su cuerpo enroscado bajo una fina manta. Todo estaba en silencio, salvo por el leve crujir de las botas de Daryl mientras entraba con cuidado en la celda, asegurándose de no despertar a nadie más.
— Lou, — susurró Daryl en voz baja, inclinándose un poco hacia él. Cuando no obtuvo respuesta, colocó una mano sobre su hombro y lo sacudió ligeramente. — Oye, despierta.
Lou abrió los ojos lentamente, parpadeando para enfocarse en la figura que lo llamaba. Al darse cuenta de que era Daryl, suspiró profundamente y se incorporó, apoyándose en un codo.
— ¿Qué haces aquí, Daryl? Es tarde.
Daryl se rascó nerviosamente la nuca, desviando la mirada por un momento antes de responder.
— Quería hablar contigo. Tú... te fuiste antes de la cena. No has estado bien.
Lou se encogió de hombros, apartando la manta y sentándose en el borde de la litera.
— Estoy bien, — respondió con un tono claramente distante. — No tienes que preocuparte por mí.
— Claro que sí, — replicó Daryl, su voz más firme. — No puedes seguir evitando esto, Lou. ¿Es por Merle? Porque si es por él, no tienes que—
— Esto no es sobre Merle, — lo interrumpió Lou, mirándolo directamente por primera vez. Sus ojos estaban cargados de tristeza, y Daryl sintió que algo en su interior se rompía al verlo así.
La tensión entre ellos comenzó a crecer en el pequeño espacio de la celda. Daryl dio un paso más cerca, sus manos apretadas a los costados mientras buscaba las palabras adecuadas. Finalmente, tomó una decisión impulsiva y levantó una mano hacia el rostro de Lou.
— No me importa lo difícil que sea, — dijo en voz baja, inclinándose hacia él.
Pero justo cuando sus labios estaban a punto de encontrarse, Lou giró el rostro, deteniéndolo.
— Daryl, no.
Daryl se detuvo de golpe, retrocediendo como si lo hubieran golpeado.
— ¿Por qué no? — preguntó con un tono que mezclaba confusión y herida.
Lou se levantó lentamente, pasando una mano por su cabello mientras intentaba ordenar sus pensamientos.
— Porque no podemos hacer esto. Mira a nuestro alrededor, Daryl. Mira todo lo que está pasando. Esto... esto solo lo hará más complicado para ambos. Tú tienes suficientes cosas en tu vida, y yo no quiero ser otra razón para que las cosas sean aún más difíciles para ti.
Daryl lo miró fijamente, buscando algún signo de duda en sus palabras, pero Lou parecía decidido.
— ¿Eso es todo? — preguntó, su voz quebrándose ligeramente. — ¿Es eso lo que piensas? ¿Que no vale la pena?
Lou negó con la cabeza rápidamente.
— No es eso. Claro que vale la pena. Tú vales la pena. Pero es mejor si solo somos amigos. Es más fácil para ambos.
Daryl apretó la mandíbula, sintiendo un nudo formarse en su garganta.
— Fácil para ti, tal vez, — murmuró antes de dar un paso hacia la puerta. Se detuvo por un momento, como si estuviera esperando que Lou cambiara de opinión, pero cuando no lo hizo, salió de la celda sin decir una palabra más.
Lou cerró los ojos, dejándose caer de nuevo en la litera. El sonido de los pasos de Daryl alejándose resonó en sus oídos, y aunque sabía que había hecho lo correcto, no pudo evitar sentir que acababa de perder algo que nunca volvería a tener.
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