
Capitulo 11
OCHO MESES DESPUÉS.
El grupo había avanzado por días, semanas, meses, sin encontrar un lugar al que llamar hogar. Cada paso los alejaba más de la estabilidad que alguna vez conocieron. La intemperie se había vuelto su realidad, y el agotamiento se reflejaba en sus cuerpos y rostros. Sin embargo, entre todo el caos, algo extraño, casi imperceptible, había comenzado a florecer.
Lou y Daryl caminaban detrás del grupo, ambos en silencio, con el sonido de las hojas secas crujir bajo sus botas. Era un silencio cómodo, lleno de pensamientos que ninguno de los dos se atrevía a verbalizar.
— ¿Qué es lo que miras tanto? — preguntó Lou de repente, sin siquiera mirarlo, notando que los ojos de Daryl se habían desviado hacia él más de una vez durante la caminata.
Daryl gruñó, incómodo, desviando la mirada hacia los árboles.
— No te estoy mirando, solo... revisaba los alrededores. Nunca sabes cuándo puede salir uno de esos malditos.
Lou sonrió para sí mismo, viendo cómo Daryl apresuraba el paso para evitar la conversación. A pesar de su rudeza, había algo en Daryl que lo hacía transparente para Lou. Él podía ver la incomodidad, el conflicto interno, incluso cuando el cazador intentaba esconderlo bajo su actitud cerrada.
Horas más tarde, cuando el grupo decidió detenerse para descansar, Lou y Daryl se alejaron un poco para revisar la zona y asegurarse de que no había caminantes cerca. Lou, como siempre, rompió el silencio.
— ¿Te has dado cuenta de cómo todo esto nos cambia? — preguntó mientras inspeccionaba el área con su machete en mano.
Daryl, que estaba un poco más adelante, giró para mirarlo, su expresión cautelosa.
— ¿A qué te refieres?
Lou apoyó el machete contra un tronco y se cruzó de brazos.
— A esto. A nosotros. No sé qué es, pero... todo se siente diferente. Como si estuviéramos caminando hacia algo que ninguno planeó, ¿sabes?
Daryl frunció el ceño, claramente incómodo con la dirección de la conversación.
— No sé de qué hablas, Lou. Solo estamos sobreviviendo. Eso es todo.
— ¿De verdad crees eso? — Lou lo miró directamente, sin miedo de incomodarlo más —. Porque para mí, esto no se siente como simple supervivencia.
Daryl se quedó en silencio, su mandíbula apretada mientras apartaba la mirada.
— No tengo tiempo para esas tonterías — respondió finalmente, pero su tono carecía de convicción.
Lou suspiró, dándole espacio.
— Está bien, Daryl. No tienes que hablar de esto ahora, pero lo sabes. Lo sientes.
Daryl no respondió. En su lugar, levantó la ballesta y se alejó unos pasos, aparentemente para revisar el área. Pero Lou lo conocía mejor; sabía que no estaba huyendo de los caminantes, sino de lo que sentía.
Esa noche, mientras el grupo descansaba alrededor de una fogata improvisada, Lou y Daryl se sentaron juntos, como siempre lo hacían. No dijeron nada, pero el silencio entre ellos no era incómodo. Era un entendimiento tácito, una conexión que ninguno podía ignorar, aunque ninguno estaba listo para enfrentar.
Ambos sabían que algo estaba cambiando, pero en un mundo donde la muerte podía llegar en cualquier momento, tal vez no estaban preparados para aceptar lo que eso significaba.
La noche comenzaba a caer cuando el grupo llegó a los límites de lo que parecía ser una prisión. Los muros altos y las alambradas daban una sensación de fortaleza, un refugio en un mundo que se había convertido en un infierno. Daryl y Rick fueron los primeros en acercarse al perímetro, observando en silencio el terreno.
— Es grande — murmuró Daryl, inspeccionando las torres y las puertas con su ballesta lista —. Pero parece que está infestada.
Rick asintió, su mirada fija en los caminantes que se movían erráticamente dentro del patio principal.
— Podemos limpiar el patio primero — respondió Rick —. Si logramos asegurar esa parte, tendremos un lugar donde dormir esta noche.
Daryl escaneó el lugar con cuidado, sus ojos calculadores.
— Tendremos que ser rápidos y precisos. El ruido puede atraer a más de los que ya están aquí.
Rick se giró hacia el grupo, que esperaba más atrás. Lou estaba apoyado contra un árbol, con su machete en mano, observando el lugar con la misma seriedad que Daryl.
— Lou, tú vienes con nosotros. Glenn, quédate con los demás y mantén todo bajo control — ordenó Rick.
Glenn asintió, aunque no parecía completamente convencido. Lou, por su parte, caminó hacia Rick y Daryl sin decir una palabra, listo para lo que viniera.
Los tres hombres se movieron en silencio, como sombras en la noche, eliminando a los caminantes que se cruzaban en su camino. Daryl usaba su ballesta con precisión letal, mientras Lou hacía uso de su machete, con movimientos rápidos y eficaces. Rick, con su pistola en mano, solo disparaba cuando era absolutamente necesario.
El patio principal no tardó en vaciarse, dejando a los tres hombres de pie en medio del espacio, respirando con dificultad mientras observaban el terreno.
— Está hecho — dijo Daryl, guardando un virote en su carcaj —. Por ahora.
Rick asintió, mirando a su alrededor.
— Acamparemos aquí esta noche. Mañana revisaremos las celdas. Si encontramos más caminantes, los sacaremos uno por uno.
Lou limpió la sangre del machete contra su pantalón y miró a los otros dos.
— ¿Y si hay sobrevivientes? — preguntó.
— Si los hay, hablaremos con ellos — respondió Rick, aunque su tono dejaba claro que no toleraría ningún tipo de amenaza.
El grupo se reunió dentro del patio, improvisando un campamento. Algunos encendieron una pequeña fogata para mantenerse calientes, mientras otros montaban guardia en las puertas y las torres.
Lou se sentó cerca de Daryl, quien estaba afilando uno de sus cuchillos en silencio.
— ¿Qué piensas de este lugar? — preguntó Lou, rompiendo el silencio.
Daryl no levantó la mirada, pero respondió con un gruñido.
— Podría funcionar. Si limpiamos todo y aseguramos las entradas, podríamos quedarnos aquí un buen tiempo.
Lou asintió, mirando los altos muros que los rodeaban.
— Es mejor que estar siempre en movimiento.
Daryl dejó de afilar el cuchillo por un momento y lo miró de reojo.
— Eso si logramos no matarnos entre nosotros antes.
Lou soltó una pequeña risa, aunque sabía que Daryl hablaba en serio. La tensión en el grupo era palpable, especialmente después de los eventos recientes. Pero por esa noche, al menos, estaban seguros.
Rick se acercó a la fogata, su rostro cansado pero decidido.
— Mañana será un día largo — dijo, mirando a todos los presentes —. Si logramos limpiar esta prisión, tendremos un lugar donde vivir. Pero tenemos que trabajar juntos.
El grupo asintió en silencio, sabiendo que las palabras de Rick eran ciertas. La prisión era su mejor oportunidad para encontrar un poco de estabilidad en un mundo que no ofrecía nada más que caos.
La noche era silenciosa, rota solo por el sonido ocasional de un caminante distante y el viento que soplaba a través del patio vacío. Daryl se había separado del grupo después de que Rick diera sus instrucciones, subiendo a la torre de vigilancia. Necesitaba algo de espacio para pensar, alejarse de las conversaciones y la presión constante.
Se sentó en el borde de la plataforma, su ballesta apoyada a un lado mientras observaba el horizonte. La prisión era un lugar prometedor, pero la sensación de seguridad aún se sentía lejana.
El crujido de las escaleras detrás de él lo sacó de sus pensamientos. Giró la cabeza con el ceño fruncido, solo para ver a Lou subiendo con calma, una ligera sonrisa en el rostro.
— ¿Qué haces aquí? — preguntó Daryl, su tono más brusco de lo que pretendía.
— Vine a hacerte compañía. Pareces necesitarla —respondió Lou, sin inmutarse mientras terminaba de subir las escaleras y se sentaba junto a él, a una distancia prudente.
Daryl resopló, mirando nuevamente hacia el horizonte.
— Estoy bien solo.
— Eso dices siempre — replicó Lou con un tono ligero, apoyándose en las rodillas —. Pero, ¿y si te pierdes la oportunidad de disfrutar de una buena conversación conmigo?
Daryl rodó los ojos, pero no respondió. Lou lo observó durante un momento, notando la tensión en su postura.
— Sabes, esta prisión podría ser lo que necesitamos — dijo Lou, rompiendo el silencio —. Claro, no es el Ritz, pero al menos tiene paredes.
— Mientras no tengamos que compartirla con caminantes, supongo que servirá — murmuró Daryl.
Lou sonrió ligeramente, inclinándose un poco hacia él.
— ¿Sabes qué más tiene esta prisión? Una vista excelente. Claro, no tan buena como la tuya, pero supongo que se defiende.
Daryl giró la cabeza hacia él, frunciendo el ceño ante el comentario.
— ¿Qué demonios estás diciendo? — preguntó, confundido.
Lou levantó las manos con una sonrisa burlona.
— Nada, nada. Solo un comentario. Relájate, Dixon.
Daryl lo miró fijamente por un momento, su incomodidad evidente. Lou, viendo su reacción, no pudo resistir continuar.
— Sabes, con esa mirada tan intensa, cualquiera pensaría que estás tratando de intimidarme. Pero te lo digo, no funciona conmigo.
Daryl soltó un gruñido bajo y, en un gesto impulsivo, empujó a Lou por el hombro. No lo hizo con fuerza, pero la posición en la que Lou estaba sentado hizo que perdiera el equilibrio.
— ¡Mierda! — exclamó Lou mientras rodaba hacia atrás y caía por las escaleras, golpeando los peldaños en su camino hacia abajo.
— ¡Lou! — gritó Daryl, poniéndose de pie de inmediato y bajando las escaleras a toda prisa.
Cuando llegó al pie de la torre, encontró a Lou tirado de espaldas, con los brazos extendidos y riéndose como si hubiera escuchado el mejor chiste de su vida.
— ¿Qué demonios te pasa? — preguntó Daryl, agachándose junto a él y revisándolo por cualquier herida visible.
Lou levantó una mano, todavía riendo, y señaló a Daryl.
— No puedo creerlo... me empujaste
— No te empujé, idiota. Solo te di un pequeño empujón. Eres tú el que no puede mantener el equilibrio — respondió Daryl, aunque su rostro estaba claramente preocupado.
Lou se incorporó lentamente, todavía sonriendo.
— Bueno, pequeño o no, me tiraste. Y, ¿sabes qué? Me lo merecía. Pero no puedo negar que la preocupación en tu cara casi lo hace valer la pena.
Daryl lo miró con el ceño fruncido, sus orejas poniéndose rojas.
— Eres un imbécil — murmuró, poniéndose de pie y cruzándose de brazos.
Lou se levantó también, sacudiéndose el polvo.
— Puede ser, pero al menos soy un imbécil que te hace reír... aunque sea internamente.
Daryl negó con la cabeza, girándose para volver a subir a la torre.
— Vamos. No quiero que sigas molestando a los caminantes con tu risa.
Lou lo siguió, una sonrisa en los labios, sabiendo que, a pesar del empujón y la incomodidad, había logrado acercarse un poco más a Daryl.
El grupo avanzaba lentamente a través de los pasillos oscuros de la prisión. La luz de las linternas oscilaba, iluminando fragmentos de las paredes llenas de grietas y el suelo cubierto de escombros. El aire era denso y cargado, cada sonido amplificado por el silencio sepulcral a su alrededor.
Rick lideraba al grupo, seguido de cerca por Daryl, Lou y los demás. Todos tenían sus armas listas, atentos a cualquier ruido o movimiento sospechoso.
— Manténganse cerca — susurró Rick —. No sabemos cuántos puede haber aquí.
Daryl asintió, con su ballesta levantada, mientras Lou cubría la retaguardia junto con T-Dog. Glenn y Maggie caminaban en el centro, nerviosos pero preparados para cualquier cosa. Hershel, aunque estaba visiblemente incómodo, no dijo nada, decidido a ayudar al grupo.
El pasillo comenzó a dividirse en múltiples direcciones, y Rick alzó una mano para detener al grupo.
— Seguiremos por aquí. Manténganse alerta —indicó, señalando el camino más amplio.
Mientras avanzaban, un ruido repentino resonó a la distancia. Era un gruñido, bajo y amenazante. El grupo se detuvo en seco, sus linternas enfocándose hacia adelante. Entonces, sin previo aviso, un grupo de caminantes emergió de la oscuridad.
— ¡Caminantes! — gritó Lou, apuntando con su arma mientras comenzaba a disparar.
El caos se desató en el pasillo. Las linternas parpadeaban mientras los disparos y los gruñidos llenaban el aire. El grupo retrocedió hacia la dirección de donde habían venido, intentando no separarse.
Hershel, mientras trataba de cubrirse, tropezó ligeramente. Un caminante surgió de la sombra detrás de él y, antes de que pudiera reaccionar, le mordió la pantorrilla.
— ¡No! — gritó Maggie al ver a su padre caer.
Rick disparó al caminante en la cabeza mientras Daryl y Lou lo apartaban de Hershel.
— ¡Atrinchérense en esa sala! — ordenó Rick, señalando una puerta cercana.
El grupo se apresuró a entrar en lo que parecía ser una antigua oficina de comisario. Daryl y T-Dog aseguraron la puerta mientras Lou ayudaba a Maggie a llevar a Hershel al interior.
Hershel jadeaba, su rostro pálido mientras la sangre brotaba de su pierna.
— ¡Tenemos que detener la infección ahora mismo! — dijo Rick con urgencia, buscando algo con qué improvisar un torniquete.
— ¿Qué vas a hacer? — preguntó Glenn, su voz llena de pánico.
Rick sacó un hacha que había encontrado durante su exploración.
— Voy a cortar la pierna. Es la única forma de salvarlo.
— ¡Espera, Rick! ¿Estás seguro? — dijo Lou, aunque sabía que no había otra opción.
— No hay tiempo para dudar. Sosténganlo —respondió Rick con determinación.
Daryl y Lou sujetaron a Hershel mientras Maggie intentaba contener sus lágrimas. Rick, con un movimiento rápido y certero, bajó el hacha sobre la pierna de Hershel. Los gritos de dolor llenaron la sala, pero todos sabían que era la única manera de salvarlo.
Mientras trataban de estabilizar a Hershel, un ruido extraño llamó la atención del grupo. Miraron hacia una esquina oscura de la sala y vieron varias figuras observándolos.
— ¿Qué diablos...? — murmuró Daryl, levantando su ballesta.
Las figuras comenzaron a moverse hacia la luz de las linternas. Eran cinco hombres, vestidos con uniformes de prisioneros. Uno de ellos, un hombre alto y corpulento con un rostro endurecido por las circunstancias, levantó las manos lentamente.
— ¿Qué demonios están haciendo en nuestra casa? — preguntó con una mezcla de sorpresa y desafío.
El grupo quedó en silencio, las armas levantadas y los rostros tensos. Rick, todavía sujetando el hacha ensangrentada, dio un paso adelante, evaluando la situación mientras los reclusos los miraban, igual de desconfiados.
El grupo permanecía tenso mientras los cinco prisioneros se mantenían al otro lado de la sala, observándolos con ojos desconfiados. Las armas seguían levantadas, pero nadie hacía un movimiento en falso. Rick tomó la delantera, intentando establecer el control de la situación.
— ¿Cuánto tiempo han estado aquí? — preguntó Rick con seriedad, manteniendo la mirada fija en el prisionero más corpulento, Thomas, que parecía ser el líder.
Thomas, con una sonrisa sarcástica, cruzó los brazos.
— Diez meses. Desde que empezó todo. Nos dejaron encerrados aquí, sin noticias, sin nada. No teníamos idea de lo que estaba pasando ahí fuera.
Rick asintió, aunque la tensión en su rostro no se relajaba.
— Bueno, las cosas cambiaron. Este lugar no es seguro. Lo limpiamos para sobrevivir.
— ¿"Lo limpiaron"? — interrumpió otro prisionero, más bajo pero con una actitud burlona.
— Derramamos sangre para hacerlo. Caminantes por todas partes. Y ahora nos pertenece — respondió Rick, su tono firme y autoritario.
Thomas dio un paso al frente, pero Daryl levantó su ballesta rápidamente, apuntándole al pecho.
— Ni se te ocurra, amigo — advirtió Daryl, su mirada afilada.
Thomas levantó las manos con una sonrisa desdeñosa.
— Tranquilo. Solo digo que llevamos aquí más tiempo que ustedes. Esta prisión debería ser nuestra.
Rick se acercó un paso, con su hacha todavía en la mano, cubierta de la sangre de Hershel.
— No me importa cuánto tiempo llevas aquí. Ahora estamos aquí nosotros. Pero vamos a hacer esto simple. Puedes quedarte en un bloque de celdas separado y dividiremos los suministros. Tú y los tuyos se quedan fuera de nuestro camino, y nosotros fuera del tuyo.
Thomas pareció considerar la oferta, mientras sus compañeros murmuraban entre ellos. Finalmente, con un gruñido de aprobación, asintió.
— Está bien. Pero más vale que no intenten nada raro.
— Eso va para ambos lados — espetó Rick antes de volverse al grupo.
— Nos vamos.
Con cuidado, Rick, Daryl, Glenn, Lou, Maggie y T-Dog se retiraron de la sala, llevando a un inconsciente Hershel entre ellos. Sin embargo, mientras se alejaban, Daryl captó algo extraño en la mirada de uno de los prisioneros hacia Lou.
Ya fuera del alcance de los prisioneros, Daryl se quedó atrás, esperando que Lou pasara a su lado.
— Oye, ven aquí un momento — dijo en voz baja, deteniéndolo.
Lou, curioso, se apartó del resto mientras Rick y los demás llevaban a Hershel hacia una celda segura.
— ¿Qué pasa?
Daryl miró hacia atrás, asegurándose de que nadie los escuchara.
— Esos prisioneros... especialmente uno de ellos, el flaco de la esquina. No me gusta cómo te miraba.
Lou arqueó una ceja, un poco sorprendido
— ¿Qué? ¿Estás diciendo que me estaba mirando raro?
Daryl asintió, cruzando los brazos.
— Sí. No sé qué mierda estaba pensando, pero no me gusta. Solo... ten cuidado, ¿bien?
Lou sonrió, tratando de aliviar la tensión evidente en la voz de Daryl.
— Eh, tranquilo. Sé cuidar de mí mismo, ¿recuerdas? Además, estaba más concentrado en no dejar que nos mataran.
Daryl, sin embargo, no parecía del todo convencido.
— Solo digo que estés atento. No confío en ninguno de esos tipos.
Lou asintió, apoyando una mano en el hombro de Daryl con una expresión comprensiva.
— Lo sé. Pero aprecio que te preocupes.
Daryl desvió la mirada, incómodo con el contacto, y resopló.
— No es nada. Solo no quiero que alguien haga una estupidez.
Lou sonrió, sabiendo que esa era la manera de Daryl de expresar que le importaba.
— Lo tendré en cuenta. Vamos, debemos volver con los demás.
Daryl asintió y ambos regresaron al grupo, listos para lo que vendría en esta prisión llena de peligros y tensiones.
El grupo se encontraba en un pasillo oscuro y estrecho, avanzando cuidadosamente mientras eliminaban a los caminantes uno por uno. Rick, Daryl, T-Dog y los prisioneros sostenían armas improvisadas: barras de hierro, tubos y hachas. Rick iba al frente, liderando con movimientos precisos.
— Mantengan la formación — ordenó Rick, girando la cabeza para asegurarse de que los prisioneros lo escucharan. —Quédense juntos y no rompan filas.
Big Tiny, uno de los prisioneros, sudaba profusamente, nervioso ante los gruñidos que resonaban en la oscuridad.
— No sé si puedo seguir haciendo esto... — murmuró mientras retrocedía ligeramente.
— Mantente firme — le dijo Daryl, mirándolo con seriedad mientras tensaba su ballesta, lista para disparar.
De repente, un caminante salió de una esquina, abalanzándose sobre Big Tiny. Aunque intentó apartarse, el caminante logró arañarlo en la espalda antes de que los demás lo eliminaran.
— ¡Mierda! — gritó Big Tiny, mirando con horror la herida en su piel.
— No, no... ¡No quiero morir!
Rick y Daryl se miraron, sabiendo lo que significaba. La infección era inevitable.
— Lo siento — dijo Rick con seriedad, mientras los demás prisioneros se alejaban nerviosamente.
Antes de que Rick pudiera actuar, Tomas se adelantó con su hacha.
— No vamos a arriesgarnos — gruñó antes de abalanzarse sobre Big Tiny.
— ¡Espera! — gritó Rick, pero Tomas no escuchó.
Con una brutalidad fría, Tomas comenzó a atacar a Big Tiny, golpeándolo repetidamente con el hacha incluso después de que ya estuviera muerto. Los demás se quedaron mirando, incómodos y horrorizados por la falta de compasión.
— Eso era innecesario — dijo Daryl, apuntando a Tomas con su ballesta, aunque no disparó.
Tomas simplemente se encogió de hombros, limpiando la sangre de su arma.
— No puedo arriesgarme a que nos joda a todos.
Rick lo observó con atención, con los ojos llenos de desconfianza.
Más tarde, mientras limpiaban otra sala llena de caminantes, Rick nuevamente les dio instrucciones claras.
— No abran ninguna puerta sin avisar. Mantengan el control y sigan mis órdenes.
Tomas, sin embargo, lo ignoró deliberadamente, abriendo una puerta doble de golpe y permitiendo que una oleada de caminantes se abalanzara sobre el grupo.
— ¡¿Qué demonios haces?! — gritó Rick mientras luchaban contra los caminantes.
En el caos, Tomas se las arregló para intentar asesinar a Rick dos veces: primero lanzándole un caminante directamente, y luego balanceando su arma hacia él de forma "accidental".
Finalmente, los caminantes fueron eliminados, pero la tensión en el aire era palpable. Rick, con la respiración agitada, se volvió hacia Tomas, acercándose lentamente.
— ¿Qué fue eso? — le preguntó Rick con una voz peligrosamente tranquila.
Tomas levantó las manos, fingiendo inocencia.
— Instinto, amigo. Solo reaccioné.
Rick no respondió. Su mirada era fría y calculadora mientras sacaba el machete que llevaba en la mano.
— Instinto, ¿eh? — murmuró Rick antes de, sin previo aviso, incrustar el machete en la cabeza de Tomas, matándolo al instante.
El silencio cayó sobre el grupo, roto solo por el sonido del cuerpo de Tomas desplomándose al suelo.
Daryl miró a Rick con una mezcla de aprobación y precaución.
— Eso fue... rápido.
Rick, limpiando el machete, respondió sin mirarlo.
— No iba a arriesgarme con él.
Los prisioneros restantes retrocedieron, horrorizados por lo que acababan de presenciar. La dinámica había cambiado. Ahora sabían quién estaba realmente al mando.
El grupo avanzaba con cuidado por el bloque de celdas, el eco de sus pasos llenando el aire cargado de tensión. Rick lideraba con el arma en alto, seguido de Daryl, Lou y algunos prisioneros que habían decidido quedarse para ayudar. El ambiente estaba en silencio, roto únicamente por el sonido de las puertas metálicas abriéndose o el ocasional gruñido distante de un caminante.
Mientras revisaban una celda en particular, uno de los prisioneros, un hombre corpulento de sonrisa descarada, se giró hacia Lou, apoyándose despreocupadamente en la puerta abierta de una celda.
— Sabes, chico, con esos ojos grises podrías ser peligroso para el corazón de cualquiera. ¿Siempre has sido así de guapo, o es cosa del apocalipsis? — dijo con una sonrisa ladeada.
Lou, quien estaba inspeccionando una cama oxidada, alzó la vista hacia él y, para sorpresa de Daryl, sonrió.
— No lo sé, ¿tú qué opinas? — respondió Lou, con un tono despreocupado pero claramente juguetón, antes de seguir con lo que estaba haciendo.
Daryl, que había estado observando la escena de reojo, tensó la mandíbula. El desconcierto cruzó por su rostro como una sombra. Había esperado que Lou reaccionara con incomodidad o lo ignorara por completo, pero en lugar de eso, parecía estar siguiéndole el juego.
Daryl apretó la mandíbula y aferró su ballesta con más fuerza, desviando la mirada hacia una de las esquinas del bloque de celdas como si buscara cualquier excusa para no seguir mirando. Sin embargo, no pudo evitar soltar un resoplido bajo, lo suficientemente audible como para que Lou lo notara.
Cuando el prisionero se alejó, aún con su sonrisa presuntuosa, Lou giró la cabeza hacia Daryl, encontrándose con una expresión que no veía en él con frecuencia: celos.
— ¿Qué pasa? — preguntó Lou, fingiendo inocencia, aunque una sonrisa traviesa se dibujaba en su rostro.
— Nada — gruñó Daryl, sin mirarlo directamente.
Lou tan solo levantó una ceja, divertido.
La luna iluminaba tenuemente el patio de la prisión, donde Lou estaba sentado en uno de los bancos de cemento. El silencio reinaba, salvo por los ocasionales gruñidos de caminantes a lo lejos. Lou miraba el cielo, buscando un momento de tranquilidad entre el caos de los últimos días.
De repente, los pasos pesados de Daryl rompieron la calma. Lou lo notó de inmediato, pero no dijo nada, esperando a que él hablara primero.
— ¿Qué mierda fue eso de hace rato? — espetó Daryl, plantándose frente a Lou con los brazos cruzados.
Lou arqueó una ceja, desconcertado.
— ¿De qué hablas?
— Sabes de qué hablo. El tipo ese, el prisionero. —Daryl apretó la mandíbula, claramente irritado —. ¿Por qué demonios le seguiste el juego?
Lou resopló, comprendiendo de inmediato a qué se refería.
— ¿Eso? Vamos, Daryl, solo estaba jugando.
— ¿Jugando? — repitió Daryl, su tono subiendo ligeramente —. ¿Es eso lo que haces ahora? ¿Experimentar con cualquiera que te sonría?
Lou lo miró fijamente, dejando escapar un suspiro antes de responder.
— Tal vez lo estoy haciendo, sí. Experimentando. ¿Qué tiene de malo?
Daryl lo miró con incredulidad, apretando los puños.
— Es una estupidez. Esos experimentos son de idiotas.
Lou sonrió, divertido por la reacción de Daryl. En lugar de enfadarse, se levantó lentamente del banco y se acercó a él, cerrando la distancia entre ambos. Su mirada era intensa, pero relajada.
— ¿Por qué te importa tanto, Daryl?
Daryl se tensó, su mirada desviándose al suelo por un momento antes de volver a encontrar los ojos de Lou.
— No me importa — respondió rápidamente, aunque el rubor en sus mejillas lo traicionaba.
Lou, con una sonrisa traviesa, inclinó un poco la cabeza.
— ¿No te importa? Porque suenas como alguien que sí está preocupado.
Daryl no respondió, sus labios se entreabrieron como si fuera a decir algo, pero el silencio se prolongó. Lou aprovechó el momento para inclinarse un poco más, acercándose apenas lo suficiente como para invadir el espacio personal de Daryl.
— ¿Estás celoso, Daryl? — preguntó en tono suave y provocador.
Daryl retrocedió un paso, pero su habitual expresión dura estaba ausente. Ahora lucía nervioso, casi vulnerable.
— No seas imbécil.
Lou sonrió con suficiencia y volvió a sentarse en el banco, dejando a Daryl de pie, callado e incómodo.
— Está bien, lo dejamos así. Pero si cambias de opinión... aquí estaré.
Daryl gruñó, girando sobre sus talones y alejándose rápidamente, claramente incómodo con la conversación. Lou, por su parte, lo miró marcharse, divertido por haber desarmado al cazador tan fácilmente.
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