5. Lloren por mí
Jaemin se desmayó. Literalmente se desmayó.
Esa mañana se había despertado con toda la ilusión de finalmente hablar con Renjun, pues durante la noche el rubio no respondió ninguno de sus mensajes.
Incluso le compró unas donas y café helado, algo que sabía que Renjun amaba.
Pero en cuanto tocaron a la puerta de la señora Huang, esta salió llorando a enseñarles la nota que había dejado Renjun.
Y al leerla, Jaemin simplemente se desmayó.
Cuando despertó un minuto después, se sentía mareado y vio a Jeno llorar sin consuelo alguno en una esquina de la casa, mientras que la señora Huang daba vueltas intranquila por toda la casa.
—Digan que todo lo soñé, por favor. —pidió con la voz rasposa, parándose con dificultad del sofá para dirigirse hacia Jeno, tambaleándose.
Jeno alzó la mirada, viéndolo fijamente con sus ojos desbordando lágrimas y la nariz enrojecida.
—Es m-mi culpa... Pero n-nunca pensé que todo llegaría a este punto. —Jeno sollozó, temblando violentamente como si muriera de frío—. Joder, sólo quiero ver su carita y besarlo.
A Jaemin se le formó un nudo en la garganta.
—Yo también. —confesó Jaemin con voz rota—. Lo arruinamos, Jeno. Nunca debimos tratar así a nuestro bebé.
Entonces ambos terminaron llorando.
Jaemin empezando a dar vueltas por la casa con la misma impaciencia de la señora Huang, que estaba tan estresada que ni siquiera prestaba atención a lo que hablaban los amigos de su hijo.
Jeno se quedó abrazándose en su lugar.
—Ustedes son sus únicos amigos. Si no estaba con ustedes, ¿dónde pasó la noche? —la señora Huang los miró angustiada—. Nunca debí decirle que me gustaba más de pelinegro, debí decirle que su nuevo color de cabello era perfecto. Estoy tan arrepentida.
Jeno inevitablemente se imaginó un montón de escenarios espantosos.
—¡¿Y si le pasó algo?! ¡¿Y si está herido?! Nunca me voy a perdonar esto, mierda... —Jeno hizo una mueca llena de dolor, con el pecho oprimido—. Renren, joder.
—Mi pequeño. —se lamentó Jaemin en voz baja.
Los tres en aquella sala de estar se veían preocupados a más no poder, pero entonces el hermano mayor de Renjun, Sicheng, quién había sido llamado por la señora Huang durante la madrugada cuando había encontrado la nota de su hijo, bajó las escaleras rápidamente al encuentro de su madre.
—Ya dejen de llorar. Sé el lugar donde se metió Renjun toda la noche. —anunció, agitado—. Le voy a arrancar los cabellos a ese enano rubio.
—Primero te mato- ¡¿Qué?! ¡¿Cómo sabes dónde está?! ¡¿Me llevas?! —Jaemin fue el primero en reaccionar, poniéndose alterado enseguida.
Eso hizo que Jeno y la señora Huang reaccionaran igual.
—¡Vamos! —sin perder tiempo, la señora Huang fue por las llaves de su camioneta.
—N-No entiendo, pero por favor vamos a buscar a Renren. —se limpió las lágrimas Jeno, dejando que Sicheng lo ayudara a pararse del suelo.
Los tres siguieron a Sicheng hacia la puerta, teniendo lágrimas secas en las mejillas y el rostro hinchado. Eran un desastre a causa de Huang Renjun.
—Esa pequeña mierda no se fue a ninguna jodida parte, sólo está quedándose con mi amigo de la universidad. Todo porque quiere castigar a Jeno y Jaemin por haberse "cansado" de él. —le contó Sicheng a su madre mientras se dirigían al vehículo de esta, lo que hizo que la mujer riera entre nuevas lágrimas, esta vez de felicidad.
Jeno y Jaemin abrieron los ojos como nunca antes, muy sorprendidos al escuchar eso.
—Yo nunca... Nunca me voy a cansar de Renjun. —admitió Jaemin en voz alta—. Y cuando se haga el duro, Jeno tampoco.
Sicheng rió ante eso.
—Eso lo sé. Es como siempre digo, no importa cuánto quieras a Renjun, Jeno y Jaemin siempre lo van a querer más. —respondió Sicheng, sonriendo hacia ambos para tranquilizarlos—. Mi hermanito es difícil de complacer, ya deberían saberlo. No es que ustedes no lo quieran, así que no se culpen.
—Ahora el que lo va a agarrar de los pelos soy yo. —soltó Jeno, bruscamente.
Jaemin lo miró enojado, con su mirada oscureciendo tanto que podía llegar a dar miedo.
—No, Nono. Sólo vamos a darle mimos en cuanto lo veamos. —lo reprendió.
Jeno se quejó en voz baja, pero desde ahí permaneció en silencio.
Habían llorado por Renjun. Justo como él lo había deseado.
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