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XXXVII

𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1880— 𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨

     Así, la sirvienta salió de la habitación, cerrando delicadamente la puerta detrás de ella, y soltando un suspiro bastante pesado y hasta algo tembloroso, para así soltar todo el aire que estuvo conteniendo, debido a la pena que le causó a la situación, y el tipo de ayuda que se propuso brindar a la princesa. Ella también se había puesto nerviosa, y triste. Pero el hecho de haber podido ayudar con todo lo que tenía, y le era posible, la hacía sentir algo mejor, más al saber que aquello funcionó para que la princesa pueda estar al menos algo mejor.

     Se retiró del lugar, con cuidado, salió del pasillo, y miró hacia ambos lados. Con la bandeja entre manos empezó a volver a caminar normalmente, mientras que al bajar las escaleras cambiaba para poder sostener la bandeja de escombros con una mano, y con la otra levantar un poco la falda del vestido de su uniforme para no pisarlo.

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     Terminó de bajar, y llegó a la sala Real, se sostuvo unos segundos del barandal para los últimos peldaños. Creyó escuchar algo en el segundo piso, y por unos segundos se alteró un poco, decidió mirar, pero felizmente no había nada.

     Empezó a cruzar la sala, con normalidad, siendo cuidadosa con la bandeja en sus manos, por si por alguna razón se cortaba de nuevo.

     La sala estaba vacía, pero donde sí había gente era en los pasillos que salían de esta. Por lo cuál no estaba del todo sola.

     Pequeños y raros pasos se escucharon en la sala Real, pero la muchacha no paró su paso.

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     Hasta que de repente y en un momento que le hizo dar un pequeño brinco de la sorpresa. Un enorme perro se paró delante de ella.

     Un peludo y esponjoso pastor Inglés blanco de manchas grises le impidió el paso. Sacudiendo su cola y poniéndose de dos patas, de tanto en tanto al mismo tiempo que saltaba, para luego, pegarse al piso, esperando algo, pidiéndole jugar.

     Lauren levantó la bandeja mucho más alto, con una de sus manos, estirando totalmente el brazo y manteniendo el equilibrio en ese. Por el riesgo que en uno de esos momentos aquel perro pueda saltar y hacer que los escombros de la bandeja caigan y se vuelvan peor que antes.

     Se confundió y por lo sorpresivo de aquello sufrió un pequeño susto, porque nunca había escuchado a cerca de la mascota del palacio. Parecía un cachorro, pero por la raza del perro este ya era inmenso, y solo parecía querer jugar.

     Lauren solo quería pasar, pero el gran cachorro la seguía, saltaba y jalaba la falda de su vestido para que no se vaya. A la muchacha se le hizo muy complicado porque a pesar de sus intentos, sostener y equilibrar la bandeja con una mano hacía todo mucho más difícil.

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     —Ya basta—habló firmemente mientras el perro daba unos cuantos saltos delante de ella, y se agachaba esperando a que juegue. El cachorro, dejó de hacerlo.—Sentado—ordenó Lauren algo fastidiada.

     Al parecer aquel pastor Inglés estaba siendo bien entrenado, porque obedeció a la muchacha al instante. Aún así, a pesar de ya estar sentado batía su gran cola repetidas veces.

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     No podía seguir fastidiada ante aquella ternura.

     —Buen chico—dijo rendida ante el adorable animal. Y sosteniendo todavía la bandeja con una mano, agachó para acariciar su cabeza.

     No tenía problema con tocar animales. Con gente sí y mucho, pero con animales no.

     A pesar de ello, solo tocó la cabeza del perro unos instantes. Miró a ambos costados, por si alguien venía por él, ya que ella tenía que irse.

     Aún no pasaba nada, seguramente había escapado del jardín o donde sea su ambiente y lo estaban buscando. Se arriesgó a poner la bandeja de escombros en el suelo un momento, para ella ponerse de cuclillas y ver mejor a aquel gran cachorro.

     Su collar tenía una placa de oro, con su nombre tallado. Bruno, ese era su nombre. Era muy inquieto al parecer, pero era obediente.

     Quiso abalanzarse a Lauren, para llenarle la cara de lamidas. La muchacha lo mantuvo lejos y le ordenó que se siente de nuevo.

     —Quieto, no me lamas. No me gusta—le habló al perro llamado Bruno. El gran cachorro de pastor Inglés obedeció, quedándose quieto al frente de la muchacha, pero sin poder evitar batir su cola alegremente.

     Lauren revisó nuevamente la placa del perro, confirmando su nombre, y fijándose hasta en lo lujosa que era la placa de la mascota.

     Luego por curiosidad dirigió su mirada al gran reloj de la sala Real, notando así que las horas habían volado increíblemente, y que ya se acercaba la hora del almuerzo.

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     Se había demorado bastante ayudando a la princesa con sus cosas, y de seguro ya se preguntaban cuando volvería en la cocina, o si es que algo le había pasado. Esta vez no se arrepentía del tiempo que se había demorado, porque lo había utilizado en algo que consideraba correcto. Se preguntó si es que el almuerzo ocurriría como si nada, y se preocupó por la princesa, ya que a esa hora volvería a ver a la pesadilla de su madre.

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     Sacudió la cabeza y volvió a dirigir su mirada ante la mascota, que seguía mirándola con la lengua afuera. Lauren asumió que el perro la miraba, ya que la gran cantidad de pelo del animal cubría sus ojos como una espesa cortina. Sabía que había de haber alguien buscando al perro para poder volverlo a llevar a su lugar, Lauren no quería que se pierda en la inmensidad del castillo pero tampoco sabía de que parte del palacio había salido.

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     Para su suerte, de uno de los pasillos salió corriendo un muchacho, vestido totalmente diferente a un mayordomo, pero que aún así parecía obviamente ser empleado de castillo. Del grupo de jardineros específicamente.

     Venía con las manos vacías, tenía un overol marrón y una camisa verde de cuadros abajo. Era joven también, y parecía ser el encargado de cuidar o vigilar a quien parecía ser la mascota Real.

     Aún sin salir de los pasillos, emitió un silbido para llamar al cachorro, que movió sus orejas al escuchar el llamado. Para luego empezar a correr entusiasmado hacia el lugar de donde había venido el llamado.

     El joven jardinero no era su dueño, sino más bien su cuidante, aún así, aquel era el perro más feliz que alguna vez había visto.

     A la distancia, el joven jardinero vio a Lauren, y le agradeció con un gesto en ambas manos, juntándolas y haciendo una pequeña reverencia. Lauren correspondió el gesto, y el muchacho se llevó al cachorro de vuelta.

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     En silencio la muchacha tomó la bandeja de escombros del suelo, y se puso de pie nuevamente, para esta vez dirigirse a la cocina esperando no tener la mala suerte de encontrarse a la Reina por error.

     Pasó por toda la sala, cruzó ambientes y decidió cortar camino por algunos pasillos cuya lógica indicaba que eran una especie de atajo.

     Llegó al gran comedor, pero vio que aún no había nadie, a pesar de la hora. Agradeció por eso, y cruzó el ambiente con algo de apuro, para así llegar a las escaleras que bajaban a la cocina.

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     Mientras bajaba pudo notar la bulla y la desesperación. Indicaciones de Octavia diciendo que si no se apresuraban el almuerzo iba a llegar tarde y que ya había sido suficiente con tener que cancelar la hora del té debido al incidente.

     El humo y el calor de las ollas recibió a Lauren, la cocina se dio cuenta de que había llegado, y gran parte empezó a guardar silencio.

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     Octavia decidió darle alcance rápidamente y vio desesperada la bandeja llena de escombros, pudiendo imaginar que es lo que había pasado. Llamó a dos sirvientas que estaban doblando servilletas, y les ordenó recibir la bandeja de las manos de Lauren y echar todos los escombros a un lugar del que ellas ya sabían.

     Las dos chicas recibieron la bandeja con cuidado, una de ellas guió a la otra y cuidó de que ningún escombro caiga y corte a su compañera.

     Lauren recordó algo con eso y avisó que ella se había hecho un pequeño corte en el índice. Octavia entonces busco en los bolsillos de su delantal y le entrego un pequeño pedazo de venda que tenía guardado para ese tipo de emergencias.

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     Nadie, ni siquiera Octavia quisieron preguntar como le había ido, o lo que había pasado mientras ayudaba a la princesa. No les parecía muy apropiado hacerlo.

     Por su parte Lauren agradeció por el pequeño vendaje y se retiró tranquilamente de la presencia de la jefa de la cocina para volver a su trabajo lavando trastes.

     Frizzy ya la estaba esperando, y se había distraído haciéndolo. Lauren llegó a su lado, y se arremangó para poder reanudar nuevamente la tarea que dejó antes de toda la cadena de sucesos.

     —¿Todo bien?—le susurró Frizzy.

     Lauren asintió.

     —Aquí todo el mundo estuvo en silencio por mucho tiempo después de que te fuiste con su majestad, luego ya empezó la bulla porque se tuvo que cancelar la hora del té porque ya sabes el tiempo. Y ahora hay más bulla porque creo que el almuerzo se va a atrasar. Y bueno, ahora procedo a contarte que Dianne ha estado con una cara, de odio total. Osea, tu tienes una parecida, pero porque así es tu cara, pero en cambio ella sí que estaba botando fuego, estaba quejándose no sé de qué tonterías—le contaba Frizzy en voz baja mientras ambas seguían lavando platos, tazas, y demás.

[•••]

      —¿Perdona qué estás diciendo de mí?—dijo Dianne, que había aparecido al lado de Frizzy de un momento a otro, dejando la tarea que le habían asignado, limpiando copas.

     Louise llegó al lado de su hermana totalmente preocupada, queriendo sacarla de ahí.

     Frizzy se asustó un poco, debido a que no se le había esperado. Y casi por primera vez no supo que responder.

     —No ha dicho nada malo— respondió Lauren, reaccionando tranquilamente a la actitud que había tenido la mujer con su amiga.

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     —Dije que usted está muy molesta, y que se está quejando de tonterías. Las cosas de las que esta haciendo problema no tienen sentido, y son pues sus palabras tontas en verdad. Le pido disculpas si la ofendió, y algo como esto debería decirlo en su cara y no susurrar a sus espaldas. Así que ahora ya lo sabe, espero haber contestado su pregunta.—contestó la morena firmemente.

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     Louise abrió bastante los ojos, y disimuladamente tomó a su hermana del brazo.

     —¿Tonterías dices?—replicó la gemela.—¿Te parece una tontería?

     Frizzy, tomó coraje y asintió.

     Dianne pareció ofenderse. Louise trató de que se vayan, la actitud de su hermana la avergonzaba mucho. Dianne hizo caso omiso a su gemela.

     —¿No te parece que solo lo dices por apoyar a tu amiga?—dijo de nuevo Dianne.

[•••]

     Frizzy, podía ser la persona más habladora del mundo, pero al momento de sentirse intimidada, no sabía como defenderse o como responder. Instintivamente retrocedió unos cuantos pasos, quedando casi escondida detrás de Lauren. Dejando de hacer su tarea.

     —¿Y eso es lo que le molesta?—dijo Lauren, aún sin inmutarse mucho, mientras ella sí seguía lavando un plato.

     —Sabes, ahora que lo mencionas. Sí, sí me molesta. Aquí en la cocina todos han quedado callados después de lo que hizo, bastante admirable la verdad. Pero a mi me pareció tonto, y esas son las supuestas tonterías de las que tu amiga dice que me estoy quejando. Te la quisiste dar de buena, y supongo que lo eres detrás de tu expresión de molestia que no creas que no note desde hace horas atrás. No sé si te das cuenta, que la princesa solo utiliza eso para que le tengan pena, todo el mundo en castillo se derrite por ella, cuando no es más que una exagerada. La Reina obviamente tuvo motivos válidos para golpear a esa niña, que se queja de estupideces cuando en realidad tiene la mejor vida del mundo, llena de riquezas y privilegios. Y ahí está llorando tanto solo porque su madre la ha abofeteado.

     Las declaraciones de la mujer, empezaron a volver a enojar a Lauren, atentando contra su paciencia.

     Ya de por si Dianne le desagradaba, y la escuchaba porque de otra no había. Pero lo que dijo, sí hizo que deje los trastes a un lado y se pare en frente de la mujer. Se enojó, sobretodo porque a la mente se le vino la imagen de la princesa, y como es que palabras como las de la gemela, también le dolían mucho. No le gustó, porque estaba hablando así de un asunto que para la joven de la realeza era demasiado doloroso, un dolor que ella sí había entendido, y le indignaba el exagerado egoísmo de aquella gemela.

     Dianne quedó callada, y algo abrumada por la reacción de Lauren, una que sinceramente no pensó que tendría

     —Siga. La estoy escuchando—dijo Lauren, mientras apoyaba ambas manos en su cintura.

     La gemela entrecerró los ojos. Louise parecía estar rezando para que su hermana no empiece con sus cosas, mientras la seguía sosteniendo disimuladamente del brazo.

    —Bueno, el punto es que ahora cada que esos detalles pasen, y como siempre la princesa se ponga a exagerar, va a saber quien es usted, y no se podrá librar de esa niña mimada. Que el Rey mismo me perdone, pero esa muchacha no es más que una engreída. Estoy seguro que eres consciente de que otras personas sufren peores cosas, y no están ahí llorando por todo. Yo misma he vivido situaciones terribles, con mucho sufrimiento, y nadie es tan atento conmigo.

     Algunas personas, cerca de la zona donde se daba al conversa se quedaron mirando y escuchando por curiosidad. Frizzy se había movido un poco, pero aún estaba detrás de Lauren, auto alentándose para tener el suficiente coraje de responder algo, porque de cierta manera, ella había empezado.

     —Entonces, quiere establecer una comparación con usted. Quiere jerarquizar sus penas como mayores, por lo cual debería recibir más atención. ¿Esto es por atención? ¿Tanta falta le hace?—dijo Lauren, serenamente, y sin elevar la voz.

     Frizzy se llevó una mano a la boca, para no reírse. Louise a pesar de estar algo preocupada por como podía reaccionar su hermana, tuvo exactamente la misma reacción. La gente que se quedó mirando disimuló siguiendo con sus cosas, mientras que un grupo no podían evitar contener pequeñas risas nasales.

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     Dianne quedó en silencio. Muy dolida. Y en un momento quiso tomar bruscamente a Lauren del brazo para descargar el enojo, que le causó escuchar tal respuesta. Se le acercó y tuvo todas las intenciones de tomarla del brazo y sacudirla. La muchacha reaccionó bastante antes felizmente y a pesar de que no quería tener ningún tipo de contacto físico con la gemela que ya le desagradaba a pesar de haberse conocido ese día, logró tomar la muñeca de la mujer, impidiendo que siquiera la toque.

     Por como se había enfadado Lauren, y el cercano agotamiento de su paciencia, no se concentró en la molestia que le daba estar sosteniendo a alguien. La gemela quiso zafarse, ayudándose con la otra mano, pero lo único que consiguió fue que Lauren aprete más fuerte.

     —No me toque—dijo evitando enfadarse más de la cuenta.

     —¿Qué me vas a hacer?—dijo, la gemela no queriendo aceptar que lo que quería hacer le salió mal, mientras seguía intentando zafar su muñeca.

     Todo le fue mucho peor a Dianne, porque lo único que logró fue enfadar más a Lauren, que esta vez optó por doblarle la muñeca lentamente.

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    Al final Dianne se rindió bastante adolorida, y Lauren la soltó rápido. La mujer retrocedió varios pasos, y masajeó su muñeca adolorida. Miró a la muchacha con odio, pero no se le acercó.

    Louise había quedado sumamente incómoda, sin saber que hacer o que decir. Frizzy seguía detrás de Lauren, arrepentida por haber ocasionado de alguna manera lo que había pasado en la cocina. La gente que había visto y escuchado se quedó mirando la escena con disimulo, clavando su mirada sin querer en Lauren.

    En cierta manera, derrotada, Dianne se alejó de ahí. Y molesta, se dirigió nuevamente a la zona de donde vino, mientras seguía frotando su adolorida muñeca. Louise se quedó un momento con ambas compañeras, y pidió las más sinceras disculpas por la horrible actitud de su hermana. Prometiendo que haría lo posible porque nada de eso pase de nuevo. Sobretodo se dirigió hacia Lauren, que seguía pareciendo igual de enfadada.

     Lauren no tenía ningún problema con Louise, y pudo calmarse al escucharla.

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     Cada quien, tenía la razón desde su punto de vista. A pesar de lo que pasó, Dianne seguía firme en su punto de vista. Solo que ya no planeaba mencionarlo ni quejarse, porque a pesar de que en un inicio todo le iba bien, decidió no meterse con Lauren de nuevo. Al menos no directamente.

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     Louise también se retiró del espacio, arrepentida. Lauren se volvió a girar, y volvió a hacer su trabajo.

     Frizzy, estaba muy avergonzada y arrepentida, porque creía y sentía que ella había empezado todo, y que había ocasionado que Lauren termine teniendo un altercado con alguien en la cocina.

     —Lauren, lo siento no era mi intención. No sabía que estaba escuchando y como solo te quería contar hablé sin pensar. Pensé que mi voz estaba siendo lo suficientemente baja, y lo siento mucho, no sé cómo reaccionar, ni defenderme bien porque me bloqueo, me acobardo y ahí sí me callo. Después ando hablando hasta por los codos, pero en estas cosas no puedo—dijo.

     —No fue tu culpa, ya me desagradaba desde antes—le contestó la muchacha tranquilamente. Mientras se ponía a lavar una pequeña taza.

     Frizzy se sintió más aliviada.

     —A mi igual, y lo que dijo tuvo mucha razón en enfadar a cualquiera. Pero es que te juro pensé que se iban a pelear. Tus nudillos casi se salen y se pusieron blancos de tanta fuerza. Ya es la segunda vez, no se si te diste cuenta, pero ya media cocina te tiene miedo. Es que cuando te enojas, te enojas feo. En un momento me preparé para separarlas si se jalaban de los cabellos, luego me acordé que tú eres muy fina, y que no te rebajas. Pero cuando le agarraste la muñeca ¿Viste como se puso su cara? Casi se le sale el Jesús por la boca.—contestó Frizzy, empezando a bromear y a reír.

[•••]

     Eso alivió el ambiente de sobremanera. Frizzy tal vez no era la mejor defendiéndose, pero sí podía aliviar situaciones tensas con solo una de sus risas y una broma.

     Aunque en gran parte, Frizzy tenía razón. Porque desde ese día, y al menos en la cocina, todos se aprendieron el nombre y apellido de la muchacha de los ojos inmensos.

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