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XXXVI

𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1880 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨

     —Octavia, mi madre me ha golpeado otra vez—se quejó la muchacha de cabello claro, aún sin separarse del abrazo de la jefa de la cocina. Como si fuera la única persona en la que podía refugiarse en esos momentos.

    El grupo de sirvientas al rededor quedó en silencio.

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     Lauren se dio cuenta, de que una de las gemelas que había dado el aviso de que ellas estaban encargadas del desayuno del príncipe desde ese día, tuvo una mueca de indiferencia y rodó los ojos totalmente molesta, supuso que esa había de ser Dianne, y sin poder evitarlo, la miró mal por varios segundos.

[•••]

     Tuvieron todo tipo de atenciones con la princesa, como brindarle palabras tranquilizadoras. Y un vaso de agua más.

     A pesar de que ellos quisieran de algún modo, la muchacha no podía quedarse ahí, porque eventualmente tenía que volver sí o sí, además la cocina no era el lugar para que la princesa se quede.

     Todo parecía haberse relajado un poco, pero el ambiente que había generado la Reina aún tenía preocupado a todo el mundo. No solo a la princesa.

     Octavia pudo separarse del abrazo hacia la princesa, y aún de cuclillas frente a ella, se mantuvo entablando una conversación con ella, aún consolándola y hablando suavemente con ella, ya que la misma había dejado de llorar y parecía mucho más tranquila.

     Pero no quería volver a su habitación, porque tenía miedo, de que su madre vuelva a entrar o que pase algo nuevamente, y fuera de solo haber mencionado que la Reina la había abofeteado, no mencionó nada más, ni los hechos, ni el por qué. Nadie preguntó tampoco, no era apropiado hacerlo.

     Trataron de convencerla, de que todo ya se había arreglado, incluso el mayordomo que había cerrado la puerta de la cocina, la abrió para mostrar que ya no pasaba nada afuera, y que cuando la princesa vaya a su habitación no iba a pasar nada.

     Aún así la pobre muchacha seguía muerta del susto.

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     A Lauren le pareció bastante reprochable e incorrecto el hecho que después de calmarla estén echándola de la cocina tan de pronto, como si con haberla tranquilizado hubiera sido suficiente para poder dejarla irse así nada más disfrazando el hecho con muchas palabras bonitas.

     Y que a pesar de que en verdad la hija menor del Rey pueda irse, y que tal vez lo mejor sea que lo haga, nadie quiera ofrecer su ayuda más allá de solo consolarla o darle un abrazo. Y que en el momento de que habían logrado calmarla se tenía que ir de la cocina como si nada. Esa actitud le había desagradado mucho a Lauren.

     La princesa no quería ir a su habitación, no sola.

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     —¿Necesita que la acompañen?—habló de repente Lauren, trayendo la atención de todos los sirvientes que la habían visto callada todo el tiempo, atrajo miradas totalmente extrañadas, tanto como si Lauren se hubiera condenado a si misma a la muerte.

     La princesa sólo dirigió su mirada hacia la sirvienta. Como si esa fuera la pregunta que había estado esperando hace muchos minutos, pero que jamás pensó que alguien siquiera pueda atreverse a pensarla.

     Octavia parecía la más sorprendida entre todos.

     —Eso es muy peligroso, la Reina no es muy amable con ningún sirviente en general, ya sea varón o mujer. Con lo que ha pasado, puede irle muy mal a cualquiera de nosotros solo por acompañar a la princesa. Nadie quiere ser afectado por eso —le explicó Octavia algo confundida por las palabras de Lauren, mientras se levantaba de en frente de la princesa, y se ponía a un costado.

     Todas las demás sirvientas murmuraron, de acuerdo con Octavia. Lauren tomó un respiro.

     —¿Entonces es beneficio propio y no empatía el decir que la princesa puede retirarse?—replicó tranquilamente Lauren mientras ambas de sus cejas se juntaban en su frente.

     El murmullo paró en seco.

     Hubo silencio por mucho tiempo. Todos se miraron entre todos, alternando su mirada en Lauren también.

     —Es una duda —aclaró Lauren con el mismo tono firme. Su voz no tembló en ningún momento, y la severidad que estaba transmitiendo parecía increíble por lo serena que estaba.

     Nadie habló todavía. Ninguna persona esperó ese tipo de reacción, y al escucharla nadie sabía que responder, porque lo que escucharon, dejó pensando a varios.

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     —Todos apreciamos a la princesa. Pero también tenemos miedo, suena egoísta, y lo es en muchos sentidos. Pero nadie quiere arriesgarse a tener problemas de la Reina, o que empiece a odiarnos absolutamente por ninguna razón, solo porque ha entrado en un ataque de ira.—quiso explicarse Octavia, después del interminable silencio.

     Y en una parte, también era cierto. Pero después de todas las atenciones, consuelos, y auxilios que habían tenido con la princesa en la cocina, hacerla irse de la cocina así solamente, a pesar de que no haya riesgo alguno, era algo muy drástico e incoherente con todo el ambiente de soporte que parecían estar dando.

     Y eso para Lauren al menos, era una inconsistencia que la enfadaba muchísimo.

     Se dio cuenta, que la ayuda que habían brindado en su mayoría, solo era por el hecho de que era la princesa, y que consolarla era casi su obligación. Pero al menos, de parte de Octavia aquel consuelo había sido en serio, y por lo menos la jefa de la cocina sí le tenía un gran cariño a la princesa, y había tenido al menos la intención de consolarla sinceramente. Todos los demás, lo tomaron como una orden, porque era la hija del Rey, no porque en realidad les haya afectado lo que haya pasado.

     Era cierto que parecía que la situación había pasado muchas veces, pero eso no justificaba la insensibilidad sobre el tema. Eso fue precisamente lo que no le gustó para nada.

     Y esos impulsos imposibles de controlar que le daban a Lauren parecían querer  salir de ese cascarón de donde trataba de mantenerlos reprimidos siempre que aparecían de repente.

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     —Yo la acompaño. —dijo firmemente la muchacha después, tomando una decisión que no iba a cambiar.

     Hubo silencio de nuevo, todas las sirvientas se miraron entre ellas. Y luego miraron a la muchacha de cabello negro con gran sorpresa. Frizzy miró a su amiga bastante admirada. Octavia quedó en silencio.

     Lauren recordó lo que dijeron en el pueblo sobre la Reina, y como Gerard Minsky había dicho que incluso estaba medio loca. Tenía mucho sentido, pero quiso tomarle importancia, a pesar también de las palabras de Octavia, no iba a flaquear en su decisión.

     Ya la había tomado, y estaba totalmente segura de la misma.

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     —Pero, eso solo hará que la prin...—empezó a hablar esa vez Dianne, quien inexplicablemente le había empezado a desagradar a Lauren, a pesar de haberla conocido hace poco y no haber casi hablado.

     —Yo la acompaño—repitió, interrumpiendo a la gemela. Con una voz más firme, pero aún bastante serena.

     La mujer, se calló. Y todos los demás que rodearon a la princesa siguieron en total silencio. E incluso un par, dirigió su mirada al suelo.

     Dianne miró mal a Lauren, y ella se la devolvió.

[•••]

     Casi nadie, conocía bien a Lauren ahí en la cocina, a penas Octavia, Frizzy y las dos gemelas sabían su nombre, las demás personas solo la habían visto, y jamás habían interactuado con ella.

     Había llegado a penas hace un par de días, y la mayoría de sirvientes ya conocía su rostro porque el rumor de que el príncipe le había hablado en medio del descanso del baile ya se sabía en varios rincones de palacio, solo que hasta el momento nadie había hablado del tema con ella.

     Y la observaron, y por el momento, al menos en la cocina, se hizo notar. Y eventualmente, Dianne terminó bajando la mirada también.

[•••]

     El silencio se hizo más incómodo todavía, con a penas las respiraciones de las personas. La jefa de la cocina respiró pesadamente, se la notaba algo arrepentida y decidió dirigir su mirada nuevamente hacia la silla, donde estaba sentada la princesa Ava.

     Todos imitaron a Octavia, dirigiendo su mirada a la muchacha en la silla, que se había quedado igual de sorprendida que los demás.

     Sus ojos, empezaron a humedecerse, y con la mano se limpió delicadamente una nueva lágrima que salía por sus ojos. Luego sorbió su nariz y miró directamente a Lauren.

     —Gracias. —susurró, y el sentimiento con el que lo dijo, conmovió a Lauren nuevamente.

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     La gente seguía en silencio, uno total esta vez, y algo incómodo todavía. Lauren decidió ignorarlo.

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     La princesa se levantó de la silla lentamente, haciendo notar que sus delgadas manos temblaban todavía. Las personas que estaban más cerca en aquel círculo que la rodeaban hicieron espacio para dejarla pasar.

     Lauren notó que aún la princesa estaba bastante afectada por todo, por lo cual se acercó también un poco a ella para darle alcance. Se pusieron lado a lado, y mientras el círculo se expandía aún en un silencio total, caminaron y avanzaron para llegar a la puerta de la cocina.

     Solo estaban lado a lado, y la princesa aún parecía abrazarse a sí misma. Pero el hecho de tener a alguien a su costado, era lo más amable que había visto hacer a algún sirviente por ella. Nadie jamás se había atrevido a hacerlo cuando cosas tan sensibles como esa le pasaban periódicamente en palacio.

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     Ya casi llegando a la puerta, la joven de la realeza se dirigió a Lauren con algo de timidez.

     —Disculpa—susurró—¿Puedo tomarte del brazo?—pidió, y a pesar del susurro su voz seguía temblando, y hacía lo mejor que podía para estar calmada, y que la idea de que pueda ver a su madre en el camino no se cumpla, porque eso era lo que temía más

     Lauren no iba ni podía a negarse al pedido, a pesar de que su cuerpo instintivamente le ordene zafarse en el momento del toque. Extendió su brazo, y cuando la princesa lo tomó encogió el codo para poder brindarle un mejor agarre, a pesar de que el contacto la incomode como nunca, y que no pueda disimular la manera en que su cuerpo pueda tensarse.

     —Gracias—volvió a susurrar la princesa, con sinceridad.

     Salieron de la cocina, la princesa no pudo evitar sostener con ambas manos el brazo de Lauren, que encogido le brindaba una sensación de soporte.

     Ava por su estado no sintió la manera en la que Lauren disimulaba tremendamente la incomodidad que tenía ante su agarre, cosa que funcionaba para la muchacha de ojos grandes, ya que así la princesa no se sentiría mal respecto a nada.

     Cruzaron la puerta de la gran cocina, y dejaron el ambiente definitivamente, el cuál quedó en total silencio incluso mientras la sirvienta y la princesa subían las escaleras que daban al gran comedor.

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     Pero ya segundos después, se escuchó a Octavia reaccionar. Y empezar a hacer reaccionar a los demás también, empezando a dar indicaciones y mandando a todos a sus puestos una vez más. La cocina, empezó a llenarse entonces de su habitual rutina que se vio interrumpida segundos antes, solo que esta vez, no había murmullo alguno, solo el sonido de trastes, el fuego de la cocina, gente acomodando las sillas y mesas presentes del ambiente, y la única voz de Octavia.

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     Lauren y la princesa caminaron lento, Lauren se acomodó al ritmo de la princesa que a pesar de estar descalza, era un poco más alta que la sirvienta a su costado.

     Terminaron de subir las escaleras, y caminando un poco más llegaron al gran comedor, que estaba totalmente vacío, y de donde solamente se pudieron escuchar los pasos de Lauren, ya que los pies descalzos de la princesa no emitían ningún sonido.

     Lauren también esperaba que no se encuentren a la Reina en ningún lado, más por la princesa que por ella misma. Eso también la asustaba un poco.

     Todos los sirvientes parecían haberse escondido, pero poco a poco, al menos los de limpieza general que estaban en todos los ambientes, habían vuelto a hacer lo de siempre, haciendo lo mejor por simular que nada había pasado.

     El castillo quedó en silencio, el evento había dejado mudo a todo el mundo. No era para menos tampoco.

     Afortunadamente la Reina no se encontraba por ahí, haciendo que la tarea de llevar a la princesa a su habitación se vea libre de otro problema.

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     La princesa estaba callada, aferrándose al brazo de Lauren, cuyo cuerpo pedía gritos zafarse del agarre que la estaba incomodando tanto, y cuya mente reprimía aquella necesidad con bastante fuerza, porque la prioridad que tenía en esos momentos no era estar cómoda, ya que lo único que quería era brindar su ayuda dentro de todo lo que le era posible.

     No le había gustado lo que pasó en la cocina, y a pesar de eso no se les podía echar toda la culpa por ello, porque el miedo también tenía un papel importante en el actuar de la gente de la cocina, lo que no significaba que no aprecien a su querida princesa, sino que siempre las personas se importan a sí mismas más que lo que hacen los demás, es egoísmo en cierta maner a, pero uno natural, comprensible dentro de varios parámetros.

     A la pelinegra, por más raro que pueda parecer, le hacía falta ese egoísmo en grandes cantidades, sobretodo con la gente que le agradaba. Seguramente por el hecho de ella también entendía el dolor de otras personas.

     Podía desprenderse de sus cosas, sin molestarse, sabía que era una mujer distante, pero no era insensible en ningún sentido. Pero tenía ese gran defecto de molestarse y renegar seguido, a pesar de que en esos casos menores mantenga la calma y no se altere para nada. Pero cuando se enfadaba demasiado, reaccionaba sin poder controlar los impulsos que tanto quería reprimir en ese tipo de situación.  Y lo que había escuchado en la cocina la había hecho reaccionar precisamente, esta vez de algo de lo que no se arrepentía a pesar de las probabilidades de las cosas que habían mencionado en la cocina.

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     —¿Cómo te llamas?—volvió a susurrar de repente la princesa con voz temblorosa, mientras ambas seguían caminando lentamente por la inmensidad del palacio.

     —Lauren—Respondió también en un susurro la muchacha.

     La princesa asintió suavemente comprendiendo.

     —¿Eres nueva?—preguntó de nuevo la princesa.

     Lauren asintió.

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     Con el paso de los minutos, caminando alerta y con mucho cuidado, ya estaban en la sala Real, rumbo a dirigirse directamente a las escaleras que llevaban a la habitación de la princesa, caminaron con más cuidado, para poder subir las escaleras sin inconvenientes.

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     —¿Estás molesta?—preguntó la joven de cabellos claros, con algo de vergüenza y aún bastante bajo.

     Lauren negó, a pesar de que sí lo estaba un poco. No con la princesa obviamente, pero sí con la cocina y el contacto físico.

     La princesa Ava pareció calmarse con la respuesta de la sirvienta, y ambas empezaron a subir las escaleras. La joven de la realeza empezó a temblar un poco, seguramente por el terror a que su madre esté ahí y por la situación que había ocurrido en esos mismos espacios. Se aferró un poco más a Lauren, que la dejó hacerlo obligando a su cuerpo a no zafarse bajo ninguna circunstancia.

     El segundo piso estaba en silencio, toda la gente parecía haber desaparecido de ahí. Se escucharon los pasos de ambas personas y nada más. Ava guió tímidamente a Lauren hacia el ambiente donde estaba su habitación, en otro pasillo, y al fondo, relativamente cerca a la habitación de su hermano.

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     Las puertas también era inmensa y roja, con las mismas decoraciones de oro y un diseño en la madera totalmente hermoso, estaba algo abierta, y al llegar a estas Lauren empujó la misma suavemente para tener el espacio adecuado para así entrar las dos. Cerrando también la puerta detrás de ellas, totalmente, por el riesgo de que tal vez la reina vuelva a aparecer por ahí.

     Y adentro, con el estado de la habitación, Lauren pudo imaginarse lo que había pasado. Era un lugar inmenso, con una cama enorme y preciosa, sillones y demás. Pero todo estaba movido, en desorden, el sillón estaba movido, y las sábanas en el suelo.

     En el piso, la bandeja de un desayuno que ya había sido terminado. Con todos los platos y tazas rotos en trizas, tanto así que la bandeja misma se había quedado con una grieta al medio. Eso fue lo que provocó el estruendo, la Reina había tirado la bandeja con una fuerza inhumana, provocando eco en toda la segunda planta.

     La princesa parecía aun muy avergonzada y triste al respecto. Más aún cuando Lauren la soltó delicadamente y se puso a ordenar todo el desastre que había ocasionado la madre de la muchacha.

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     —No, no tienes que—decía Ava, mientras con una voz muy temblorosa y ganas de llorar de nuevo, se abrazaba a sí misma. Mientras veía como Lauren volvía a colocar el sillón de la habitación en su lugar empujándolo con bastante fuerza.

     Lauren, sin decir o contestar algo se acercó de nuevo a la princesa para llevarla a sentarse en el sillón que ya había ordenado, acomodando también los pequeños almohadones de este para que la joven de la realeza esté más cómoda. Ava, se sintió muy conmovida, y a pesar de que quiso responder algo, enmudeció debido a un nudo en su garganta que avisaban sus nuevas ganas de llorar.

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     Lauren entonces, en silencio se puso a arreglar la cama, haciéndola de nuevo, colocando las sábanas y todas las finas mantas en orden, como seguramente debieron estar antes de que todo ese terrible incidente.

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     La princesa entonces, empezó a llorar de nuevo, solo que esta vez como si estuviera arrepentida por algo.

     —Lo siento—dijo como pudo, aún sollozando.—Estoy fastidiando a todo el mundo, hay mucha gente que tiene problemas peores que yo y yo estoy llorando sin pensar en eso. Siempre molesto a todo el mundo, porque me afecta mucho lo que me hace mi madre. Incluso en una manera en la que no puedo medir el sufrimiento que me causa. Pero siempre pienso que soy solo una chica mimada, me lo dicen varias veces. Aún así no puedo evitar que lo que pasa me duela de sobremanera, porque es insoportable. Me han dicho que exagero muchas veces, y creo que tienen razón. Soy una terrible persona, no debí permitir que me ayudes, te puede pasar algo. Lo siento, lo siento mucho—sollozó

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     Lauren, que justo había  terminando de hacer la cama, se giró nuevamente y fue hasta la princesa, estaba muy mal y a pesar de que no había dicho lo que había pasado, la escena podía dar a saber varios hechos. Aún así, las razones de la reina, y el por qué le había hecho eso a su hija no se sabía, Lauren no iba a preguntarle tampoco.

     La muchacha de los ojos grandes se puso de cuclillas delante de la princesa en el sillón, y evitando mantener un contacto visual totalmente directo por el respeto decidió dirigirle la palabra.

     —Su majestad. Me disculpo por la osadía de hablarle directamente.—dijo Lauren tranquilamente haciendo una pausa — Es muy difícil ser empático en un mundo donde las personas no hacen más que pensar en sí mismas. No se puede exagerar al sentir dolor por algo, porque lo que para unas personas es insignificante a otras puede herirlas mucho. Saber entender eso, es pues empatía. Usted está en un momento difícil, nadie tiene que juzgarla por ello.

     La princesa sollozó un poco más, y limpió sus lágrimas delicadamente con sus pálidas manos debido a lo conmovida que la dejaron aquellas palabras.

     Luego de varios minutos sorbió su nariz y quedó más tranquila poco a poco aún abrazándo su delgado cuerpo.

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     Lauren se puso de pie nuevamente. Y en vista de que la cama de la princesa ya tenía sus sábanas acomodadas nuevamente, la joven de cabellos casi rubios pudo sentarse y acomodarse en su cama, para así poder descansar un poco, y poder terminar de tranquilizarse.

     Ava se sentó en su cama, metiéndose también debajo de las sábanas. La sirvienta, cubrió a la hija del Rey hasta la cintura, mientras esta seguía sentada, frotando sus ojos, que empezaban a arder de tanto que había llorado. Le agradeció a Lauren, la cual respondió al gesto haciendo una reverencia con la cabeza.

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     Después la sirvienta fue a recoger todos los escombros de los platos y vajilla rota, para ponerla así en la bandeja, que a pesar de agrietada todavía servía al menos para llevar todos los restos del accidente. Rodeó la cama, y se agachó para recoger todo cuidando de no cortarse.

     Recogió los pedazos que volaron por todo el lugar y fue acomodándolos en la bandeja. Se imaginó la fuerza con la que tiraron la bandeja, para llegar a hacer que los escombros vuelen tan lejos, y que todo quede hecho casi polvo. Aquel sonido la había asustado, porque a un inicio pensó que Frizzy se había caído, para luego saber ahora en la habitación de la princesa, que el ataque de ira de la Reina se descargó en parte en una bandeja, y la gran mayoría en su propia hija.

     Tuvo miedo de cortarse unas veces, debido a que algunos escombros se veían más cortantes que otros.

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     La princesa extendió su brazo hacia su elegante mesa de noche, y sacó varios pañuelos, para limpiar su nariz y varias lágrimas que aún salían sin que pueda controlarlo.

     Al final, Lauren sí terminó cortándose un poco, con un afilado pedazo de una taza de té. No había dolido mucho, y era a penas un pequeño corte en su dedo índice. Casi no salía sangre, además ese tipo de cortes eran comunes en un oficio como ese, así que solamente lo dejó pasar. Y terminó recogiendo todos los escombros que pudo.

     Ya mucho más tarde, los encargados de limpieza general arreglarían todo lo demás, las de lavandería vendrían a alistar y vestir a la princesa, y felizmente ya estaría más estable para eso. Pero durante el tiempo que Lauren estuvo ahí, trató de ayudar con todo lo que pudo.

     Había llegado hace muy poco, y empezar a conocer el ambiente que concebía el castillo era bastante abrumador. Porque así como en cualquier otro lugar, tenía sus problemas y temas muy delicados, a pesar de ser cuna de la mismísima familia Real.

     Sabía que Vladimir Gees por su gran educación había tratado de comentar las cosas más amables posibles dentro de la horrible actitud que había demostrado tener la Reina. Que era imposible que él hable mal de alguien. Pero a Lauren le causó muchos escalofríos saber que tipo de persona era la Reina.

[•••]

     Llevó la bandeja con cuidado. Y se puso al pie de la cama de la hija del Rey, para así, muy a su pesar tener que despedirse. Entonces, esperó pacientemente a que la misma, le otorgue el permiso para poder retirarse.

     La princesa lo otorgó.

     Lauren hizo una reverencia para despedirse, y giró para poder dirigirse a la puerta, mientras llevaba la bandeja llena de escombros con mucho cuidado.

     Empezó a abrir la puerta. Y Ava le dirigió la palabra nuevamente.

     —Lauren—llamó suavemente antes de que la muchacha salga.

     La sirvienta volteó.

     —Muchas gracias—dijo con sinceridad, mientras se llevaba una mano al pecho, donde estaba el corazón.

     Lauren volvió a girar un poco e hizo un gesto bastante amable con la cabeza. Así como el mejor de sus esfuerzos para al menos brindar un intento de sonrisa, que no pudo lograr porque su rostro estaba demasiado acostumbrado a no hacerlo. Decidió dejar de intentar antes de que una mueca que no tenía nada que ver le salga en vez. Aún así trató de mostrar toda la sincera amabilidad que tenía para con ella.

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