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XXXI

𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1880— 𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨

     En la sala Real, se escuchaba un poco más de silencio, el descanso ya estaba terminando, y el príncipe tenía que volver con la Condesa para no dejarla sola y sin pareja de baile.

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     El príncipe hizo una mueca, porque había sentido el tiempo de descanso muy corto. Cortando lo que estaba diciendo, porque debía retirarse en ese instante.

     Lauren sabía y sentía que el príncipe tenía que irse en ese momento, no podía distraerse quedándose hablando con ella, a pesar del recuerdo y evento que compartían. Él seguía siendo un príncipe y ella una sirvienta. El próximo soberano de Inglaterra no podía distraerse por solamente hablar con ella.

     Era un muchacho muy simpático, muy agradable y muy dulce. Y por el hecho de que le esté hablando, Lauren ya estaba sumamente halagada más aún por enterarse el recuerdo que habían compartido. Pero su majestad había de hacer cosas mucho más importantes, a pesar de que esté a gusto con la conversación. Tenía deberes protocolares, reales y de presencia que no podía dejar de cumplir bajo ninguna circunstancia.

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     —El tiempo vuela—dijo el joven, quejándose con un suspiro sabiendo que debía apresurarse—La Condesa de Irlanda es muy elegante, pero me ha pisado como tres veces.—se quejó de nuevo con gracia, para luego encogerse de hombros resignado después de unos segundos de silencio.—Creo que he de irme señorita, muy a mi pesar—dijo algo apenado.

     La muchacha al frente, volvió a hacer otra reverencia, esta vez como la de una cordial despedida, expresando también el agradecimiento por la agradable y amena noticia y conversación.

     Para sorpresa de la muchacha, el joven de la realeza, correspondió a su reverencia. Agachándose también mientras ponía una mano en el pecho.

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     — Me gustaría quedarme, y podría hacerlo. Pero estaría faltando a la fiesta que con tanto esfuerzo han hecho por mí, además el gran coraje que se llevaría mi madre al ver que me fui dejando a su amiga sin pareja de baile, haría que me de un golpe con su abanico. Y no parece pero esa cosa duele—comentó riendo un poco.

     Hubo un segundo de silencio, el príncipe tomó un suspiro y respiró.

     —Ha sido un gusto poder verla de nuevo, y hablar con usted.—dijo

     —El gusto ha sido mío—contestó la muchacha, levantando la mirada para poder al muchacho durante unos segundos.

     La expresión del príncipe fue bastante tierna, acompañada de una bonita sonrisa.

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     Lauren tenía que esperar que el príncipe se retire primero, para que luego ella pueda hacerlo. Era un protocolo, por respeto más que todo.

     Thomas, se volteó y fue caminando fuera del pasillo a un ritmo bastante normal a pesar de que la segunda pieza empezaría en cualquier momento. Casi para salir a la sala giró su cuerpo, y terminó de despedirse agitando su mano cordialmente, para así volver a la sala, donde la condesa lo buscaba desesperadamente para no quedarse sin pareja de baile. Y bueno, antes de que la Reina agarre a su hijo a golpes de abanico.

     Lauren salió después, volviendo a la formación de sirvientes que había permanecido ahí al rincón de la sala.

     Volvió a su sitio, sintiéndose observada por todos sus colegas, que estaban demasiado curiosos y sorprendidos por haber visto como el príncipe quiso hablar con alguien que recién había llegado el día anterior.

     Se acomodó en su lugar al lado de Frizzy, que estaba observándola con una sonrisa expectante.

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     —¿y? ¿Qué pasó?—Le susurró emocionada.

     —Es una historia algo larga, te cuento después. —le susurró de vuelta la muchacha.

     Frizzy pareció más  emocionada.

     —¿Osea sí te conoce?¿Se han visto antes y no te acordabas?¿Te dijo algo importante?—volvió a hablar curiosamente la morena

     —Después te cuento—le repitió Lauren.

     Frizzy resopló rendida.

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     En el salón todos volvieron a ponerse en parejas, listos para la nueva pieza, que empezó a sonar. La pieza empezó con un saludo de las parejas, las damas ponían una de sus manos en los hombros de los caballeros, estos a su vez ponían una en la cintura de las mujeres. Y con la mano que tenían libre tomaban la de su acompañante.

     Era una melodía diferente, un poco más rápida y más alegre que la anterior. Era otra pieza clásica, común en los bailes y la gente rica, una composición del mismo autor que la canción anterior, que era interpretada por los músicos que habían contratado. Así pudo asumir que en el castillo apreciaban bastante la música de Johann Strauss, compositor del siglo pasado cuya música sonaba ya dos veces en el gran baile, primero con "Sangre de Viena", y ahora con lo que parecía ser la melodía de "Voces de Primavera".

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     Instintivamente el cuerpo de Frizzy se movía levemente de lado a lado con la melodía de la canción. Lauren se quedó mirando la coreografía, que era diferente a la de la anterior canción pero que al mismo tiempo compartía la misma elegancia y majestuosidad.

     A diferencia de la anterior danza, esta tenía varios cambios de pareja, cada que el ritmo tenía un cambio. Así el príncipe bailó con las 3 hijas del Marqués de Glasgow y con la esposa del más rico comerciante de madera del reino, cuyo nombre Lauren no sabía.

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      La pieza también era larga, pero como era de esperarse, también era hermosa. En otro cambio de pareja, el hijo del rey dirigió su mirada a la fila de sirvientes  sin darse cuenta y le dirigió una sonrisa a Lauren espontáneamente al momento que lo hizo. Y siguió bailando.

     Nuevamente toda la fila de sirvientes giró su cabeza para mirar a la muchacha asombrados por lo que estaban viendo.

     Lauren se incomodó mucho al sentirse observada descaradamente por sus colegas que no disimularon un poco ni pensaron que lo que estaban haciendo podía ser muy incómodo para ella.

     Frizzy sí lo había notado. Y decidió bromear un poco para calmar el ambiente.

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     —Ah, con que eso es—susurró divertidamente—Ya entendí lo que has hecho amiga, que buena jugada. Has hipnotizado al príncipe con tus ojos de búho conquistador. Tu no pierdes el tiempo—rio bajo.

     Lauren giró su cabeza para mirarla con el ceño fruncido sintiéndose sin querer más incómoda.

     —Es bromita—le dijo inocentemente la morena—No es para que te enojes—hizo un puchero con los labios— Más bien quería que te rías, que amargada eres, canas verdes te van a salir de tanto que reniegas. Sabes, para dejarlo a tu beneficio, digamos que le sonrió a otra. Solo digamos.

     Lauren negó levemente ante las ocurrencias de la chica.

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     El baile continuó esta vez con unos saltos, más vueltas y los caballeros cargando a sus parejas en la misma. El príncipe estaba bailando con la esposa de aquel rico comerciante de madera, cuyo voluptuoso cuerpo, sería difícil de cargar. El delgado cuerpo del príncipe tenía mucha fuerza, pero causaba mucha gracia ver a una persona tan delgada, levantando a alguien de gran  contextura como si nada.

     Frizzy se cubrió la boca con las dos manos para evitar reírse. E hizo lo mejor para calmarse.

     —Si se cae cualquiera de los dos a pesar de la fuerza del cuerpito del príncipe, no me va a importar que mi risa se escuche hasta mi casa en Escocia.

     El baile entonces cambió de ritmo, y hubo otro cambio de pareja. Frizzy aprovechó eso, para calmarse.

    La esposa del gran comerciante de madera, terminó bailando con el consejero del príncipe.

    Y como si fuera el más extraño de los presentimientos, una gran cantidad de sirvientes fuera de Frizzy que ya reprimía sus carcajadas desde antes, no  pudo evitar ocultar una pequeña sonrisa.

     El consejero, estaba muy nervioso cuando se acercaba la hora de la vuelta en la que se tenía que cargar a la pareja. El consejero parecía tener una contextura más fornida, pero extrañamente su fuerza era menor a la que tenía el príncipe.

     Todos se lo esperaban, pero al mismo tiempo no querían que pase. La mujer incluso saltó a los brazos del consejero, totalmente confiada de que él también lograría elevarla como lo había hecho el príncipe. El joven Dylan hizo su mejor intento, pero cuando parecía que iba a poder lograrlo, sus brazos no pudieron con la gorda mujer que cayó encima de él. Casi aplastándolo.

     Nadie podía burlarse ni reírse, que irrespetuoso y ofensivo sería reír del cuerpo de una mujer gorda que había aplastado a alguien, todavía una mujer noble, no podían hacerlo, ni siquiera los mismos otros nobles.

     Pero es que igual daba risa, el esfuerzo de la mayoría de los sirvientes formados para no reírse fue descomunal, así como también lo fue para varios invitados del baile que querían reírse. Ni la música ni el baile paró, la mujer se levantó ofendida y se fue a quien sabe que parte de la sala totalmente indignada, el joven Dylan quedó en el piso por varios segundos.

     El baile debía continuar, nadie podía distraerse, porque eso haría una cadena y toda la coreografía se arruinaría. El príncipe que bailaba con otra pareja, de verdad quería reírse. La Reina estaba avergonzada, la princesa ocultaba una sonrisa, y el Rey estaba permaneciendo lo más serio posible, porque si alguien debía dar el ejemplo de no reírse era él.

     Pero posiblemente quien más se quería reír en todo el palacio era Frizzy, a quien sin ningún otro remedio Lauren tuvo  que taparle la boca con una mano ya que la morena empezó a sostener su estómago para soltar una fuerte carcajada.

     La risa de Frizzy quedó reprimida en la mano de Lauren, que no quería tocarla porque no le gustaba tocar a la gente, pero que tuvo que hacerlo porque lo más seguro era que si la carcajada de Frizzy salía, iba a escucharse hasta su casa en Escocia.

     Eventualmente Lauren retiró su mano cuando vio que Frizzy había logrado calmarse.

     El consejero había logrado pararse, y había ido a sentarse a uno de los sillones que había al rededor. Muchos sirvientes todavía reprimían sus ganas de reír, inhalando profundamente y exhalando pesadamente para evitar una esbozar una sonrisa.

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     Todo, estuvo relativamente tranquilo después de eso. La fiesta continuó y hubo otra ronda de vino para la cual los sirvientes tuvieron que realizar nuevamente una serie de acciones para poder hacer el servicio.

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     Al momento de estar sirviendo el vino una vez más, el tiempo fue corto. O al menos ella sintió que pasó mucho más rápido que las otras veces.

     Todas las personas se habían dispersado para hablar entre amigos, en pequeños grupos y demás. El Rey hablaba con el joven Harry y el gran Duque, la Reina estaba con la princesa y el príncipe estaba con su consejero.

     Ambos jóvenes hablaban, y el príncipe parecía burlarse sutilmente de la caída que había tenido el joven minutos atrás en la pista de baile, mientras tomaba de su copa de vino.

     Quien sabe que le contestó el joven Dylan, pero lo que sea que haya dicho estuvo cerca de provocarle un ataque de risa al hijo del Rey. Luego, el consejero pareció recordar algo con lo que podía burlarse de vuelta y así defenderse, pareció lograrlo.

     La mujer, que había aplastado al joven, desapareció por varios minutos. Y cuando volvió a aparecer pasó delante del consejero del príncipe a propósito mirándolo desdeñosamente y voltéandole el rostro al instante.

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     Se siguió sirviendo el vino. Un hombre  tomó dos copas que eran sólo para él, varios se dieron cuenta, pero nadie dijo nada. La princesa dejó de hablar con su madre y se fue con su hermano y el consejero, hablando con ellos de otra cosa que la mantenía mucho más cómoda de la conversación que tenía con su madre, de la que técnicamente había huido.

     Y así poco a poco, todos los invitados vaciaron sus copas, preparados ya para lo que sería la última pieza de baile.

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     Después de eso, todos recogieron las copas. Lauren pasó por gran parte de la sala, recogiendo las copas vacías, y por casualidad también pudo recoger la de la princesa, que le agradeció educadamente por hacerlo. Sorprendiéndola un poco, ya que nadie solía agradecer por un gesto tan simple como eso.

     Hubo otra serie de acciones, en perfecto orden, para esta vez llevar las copas definitivamente a la cocina y no volver a sacarlas, porque después de esa ronda, seguía la última pieza de baile, y con eso terminaba la fiesta.

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     En resumen, Lauren volvió a bajar y volvió a subir dejando todo. Regresó al lado de Frizzy mientras se acomodaba un poco mejor el delantal.

     En un momento, Frizzy bostezó, y sacudió la cabeza un poco. Ya se estaba haciendo tarde, y a ella ya le estaba dando sueño después de un día tan ajetreado de trabajo.

     Disimuladamente, Lauren sacó su reloj a forma de collar de dentro del cuello del vestido donde lo había camuflado, y miró la hora. Las agujas avanzaban y marcaron las 12 de la noche. Luego volvió a meter el reloj dentro del cuello del vestido.

     —¿Qué hora es?—le preguntó Frizzy, reprimiendo otro bostezo.

     —Las 12—respondió Lauren.

     Frizzy resopló.

     —Sabes, lo peor es que cuando esto termine, todavía nos tenemos que quedar hasta el final y esperar que se vayan todos, mañana vamos a lavar lo de hoy, y todos esos trastes pocos no son. Y que todavía mañana habrá la otra bienvenida, porque esta solo ha sido para la familia Real y su gente cercana, mañana habrá otra ceremonia para el pueblo, el príncipe va a salir al Gran balcón y todo el pueblo que pueda asistir lo va a saludar, van a haber palabras, más bien se van a gritar palabras, igual nos van a hacer despertar a las 5:30, que cansada es esta cosa—decía y se quejaba la morena—Pero de alguna manera lo reconfortante es que este baile está hermoso, osea ver las coreografías los vestidos voluptuosos con lazos, los moños, eso me gusta. Además es palacio, osea puede que en este primer día me haya cansado como nunca, y creo que tú también solo  que disimulas mejor o eres una roca, una de dos. Siempre había soñado con al menos ver un baile Real, porque su belleza siempre había sido increíblemente descrita, y ahora que lo veo lo entiendo.  Y eso de alguna manera hace que el cansancio valga la pena.

     Lauren asintió leve y tranquilamente, de acuerdo con la muchacha a su lado
La última pieza empezó entonces, al fin. Esta vez, y por el hecho de que era la última, el príncipe lo dirigía y estaba al centro. Iba a bailar con su hermana, y cuando suceda el intermedio para el cambio de parejas, con su madre.

     Sonó el "Vals del Emperador", de como ya se ha de suponer, Johann Strauss. Era la canción más larga del baile, duraba incluso más de diez minutos. Y era notoriamente una coreografía mucho más difícil y más compuesta.

     Una vez más los giros, los vestidos, la elegancia se hicieron presentes en el ambiente, llenándolo de magia y una belleza indescriptible para el ojo humano.

     La danza era mucho más bella, y en el intermedio, en el cambio de pareja todo parecía estar en un nivel totalmente diferente.

     Los más de diez minutos se hicieron eternos y pocos al mismo tiempo. La música era hipnotizante llevaba a la mente a olvidar la noción del tiempo, a perderse en un universo donde la música inundaba el cuerpo.

     Esta vez, no hubo inconveniente alguno, nadie se cayó y eso ayudó a que  la belleza del ambiente no sufra alteración alguna.

     Y así como todas las horas habían pasado, los sirvientes cansados disimulaban, y todos los invitados aprovechaban con gran alegría la última pieza, antes de que el baile termine.

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     Con un par de giros, pasos elegantes y un final en la música con un toque hasta épico. La última pieza tuvo su fin. Las parejas se pararon al frente de la otra y se agradecieron con una reverencia. 

     La fiesta había terminado, técnicamente, aún hacían falta un par de actos protocolares, palabras de despedida y demás. Pero la fiesta y el baile en sí ya habían acabado.

     El sueño, empezó a tener los primeros efectos en Lauren, cuyos párpados se sentían más pesados. Se puso a pensar en otra cosa para estar más despierta, razón por la cual no prestó atención a las palabras de despedida que el Rey había dado a sus invitados.

     Lo que sí vio después de eso, fue que todos los invitados hacían una especie de formación para poder despedirse del príncipe propiamente, familia por familia, individualmente o si habían venido solos.

     El príncipe parecía muy cansado también, había llegado ese día de un viaje largo, no había descansado de eso, había estado presente en el baile, le habían hecho una gran bienvenida. Había bailado tres largas piezas y no lo habían dejado sentarse durante toda la fiesta por todas las bienvenidas. Y ahora con cada despedida, no parecía distante ni aburrido de eso. Solamente cansado.

     Poco a poco los invitados salían, con los guardias abriendo las puertas para ellos. Afuera, los carruajes de cada familia o invitado esperaban en orden. Eran la gente más noble, y no se podía esperar menos que eso.

     Al estar las puertas abiertas, una corriente fría podía sentirse. El ambiente en la sala principal había estado bastante cálido, haciendo que aquel repentino contraste sea más notorio.

     Los invitados cruzaban la sala principal, pasaban a la de recibimiento salían por las grandes puertas, cruzaban todo el camino hasta las rejas y se subían en sus majestuosos carruajes para poder retirarse.

     Fue un acto ordenado, que tomó su tiempo pero que al final terminó pasando. Los músicos hicieron lo mismo, ellos se retiraron al final de todos, recibiendo un gran agradecimiento de parte del príncipe y hasta un par de abrazos amistosos de parte del Rey.

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     Se cerraron las puertas, el frío viento dejó de entrar. Y dentro de castillo, solo estaba la familia real, sus consejeros reales y los sirvientes.

     El príncipe suspiró cansado y llevó sus manos a la cintura mientras se encorvaba un poco, y su madre que consideraba esa actitud no propia de un príncipe, lo golpeó suavemente en la espalda con su abanico haciendo que el muchacho se enderece al instante ante el significado del reproche. 

     Desde otras partes del castillo, los sirvientes encargados de escoltar a la familia real a sus aposentos salieron para cumplir su deber. Mientras que el resto de los sirvientes que seguían formados a un lado de la sala tenían que esperar solemnemente a que todos se retiren completamente para después poder hacerlo ellos.

     Karoma al parecer era parte también de ellos, y escoltaron al Rey primero. Luego a la Reina que de la nada parecía estar molesta de algo de un momento a otro.

     A la princesa la escoltaron más sirvientes, y al príncipe también, todos subieron las inmensas gradas, llegaron al segundo piso y se empezaron a dispersar por los inmensos pasillos, para así poder llegar a sus lujosos aposentos. Lo más extraño, fue que el Rey y la Reina fueron en diferentes direcciones.

[•••]

     —Había sido verdad—susurró Frizzy algo sorprendida—El Rey y la Reina no duermen juntos. ¿Estarán peleados?—susurró de nuevo a Lauren, que no le había tomado mucha importancia.

     —Perdón por entrometerme. Pero no es eso—interrumpió sin querer un mayordomo que estaba formado al lado de Frizzy—Ellos no duermen juntos hace años. Están casados hace tiempo pero no significa que se amen, o lo hayan hecho en algún momento, al menos el Rey no. Todos los casamientos Reales siempre son arreglados, con algún noble o autoridad de otro país por alianzas y bienestar del reino incluso siglos atrás se solían casar entre familia, ahora eso ha cambiado de alguna manera. Lo que cuenta es el reino, y su bienestar, y los matrimonios arreglados existen incluso en todo el pueblo—susurró el mayordomo—Es triste, y una realidad presente en todos lados, porque de alguna manera el amor no ha sido algo presente entre el soberano y su esposa. Lo único bueno de esa relación son el príncipe y la princesa. El primero correrá la misma suerte, de casarse con alguien que no ama, y que seguro ni conoce.

     Frizzy frunció los labios, algo apenada.

     Ambas sabían que todo eso era cierto, y que había existido siempre, aún así era triste ser consciente de ello.

[•••]

      La familia Real se retiró completamente dejando el ambiente vacío. Los sirvientes formados hicieron lo mismo, y les indicaron precisamente que ya podían ir a descansar también, Octavia dijo que ya al siguiente día limpiarán todo lo que tenían que limpiar, lavarían los trastes y demás cosas. Era muy tarde, y no podían hacer eso a esa hora, porque no podrían dormir.

     En orden los sirvientes caminaron juntos hasta cierta parte, y se separaron al momento que tenían que dirigirse a las torres donde se quedaban. Dividiéndose en dos caminos totalmente opuestos.

     Para esa hora, todas las luces del castillo que habían estado prendidas durante el baile, estaban empezando a ser apagadas poco a poco. Dejando al palacio en oscuridad, con la luz de la luna, y tal vez una que otra lámpara.

     Aun así en la torre sur varias habitaciones se podían ver con luz, de sirvientas que habían llegado un poco antes, así como varias apagadas, que indicaban que estaban vacías, y que sus ocupantes aún no habían llegado.

     Los guardias del turno de la noche abrieron las puertas para el grupo de sirvientas que estaban entrando.

     Subieron, algunas se quedaron en el primer piso, y a medida que avanzaban el grupo se reducía dependiendo a que piso pertenecían las sirvientas. Lauren y Frizzy se alejaron del grupo cuando llegaron al sexto piso. 

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     Al fondo estaba Amy, que las saludó a la distancia agitando su mano, gesto que fue correspondido por las dos muchachas mientras avanzaban hacia la habitación 16, donde se quedaban.

     Lauren sacó la llave del bolsillo de su delantal, y abrió la puerta de la habitación. Y volvió a guardar la llave. Entraron, y esta vez Frizzy cerró la puerta detrás de ambas.

     El ambiente estaba oscuro, y Frizzy fue a prender ambas lámparas de noche para brindar toda la luz necesaria. La morena estuvo a punto de seguir su instinto de abalanzarse a la cama. Pero tenía que cambiarse el uniforme.

     Lauren dijo que Frizzy se cambie primero. Y la morena tomó sus prendas de dormir que estaban dobladas al final de su cama para poder entrar al baño y hacerlo.

     Durante ese tiempo, Lauren aprovechó para sentarse en su cama, e ir quitándose aquel adorno de tela del cabello. Así deshacer el peinado, para luego amarrarlo en una coleta más floja.

     El peinado, de por sí era y debía ser bastante ajustado, y poder tenerlo un poco más suelto, pero todavía amarrado porque tenerlo totalmente suelto no se le hacía cómodo, era de alguna manera un gran alivia.

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     Frizzy salió con su pijama y con el cabello suelto, trayendo de vuelta aquellos preciosos y esponjosos rizos que tenía su cabello. Sacudió la cabeza, dejando su ensortijado cabello más libre.

     Guardó su uniforme lo más ordenado que pudo en su armario, y se abalanzó en su cama por fin. Con los brazos y las piernas estiradas en todas las direcciones.

[•••]

     Lauren se levantó de su cama entonces, llevó su pijama y fue a cambiarse al baño.

     Lo hizo bastante rápido. Y era más fácil, porque las ropas de dormir que usaban las mujeres, eran bastante cómodas, ya que eran pues, como unas batas, solo que con bonitos encajes y diseños en las mangas. Ordenó su uniforme y lo acomodó en su brazo para poder ordenarlo bien al momento de ponerlo al armario.

[•••]

     Salió del baño y cerró la puerta detrás de ella. Fue hacia su armario, y acomodó su uniforme ordenada y tranquilamente, gracias a la luz de las lámparas de noche que estaban prendidas.

     Tomó el adorno de cabello que se había quitado antes de entrar al baño, y lo guardó también. Y decidió dejar los botines negros al pie de su cama, para tener un mejor acceso a ellos en la mañana.

     Se dio cuenta que Frizzy había dejado de estar estirada en su cama, y se había sentado en su cama, cubriéndose con las sábanas hasta la mitad del cuerpo. Pareciendo expectante por algo.

     Lauren presintió la razón de esa actitud,  se dirigió a su cama, se sentó y se metió dentro de las sábanas, para también poder sentarse de la misma manera que la morena, cubriendo la mitad de su cuerpo.

     Frizzy se sentó mejor.

     Ambas lámparas seguían prendidas, y se podía ver la expresión de la morena, que aunque somnolienta, parecía totalmente curiosa.

      Esperó a que Lauren se acomode bien, y se siente propiamente para poder hablar.

[•••]

     —Bueno ¿recuerdas que me ibas a contar una cosa?—preguntó graciosamente.—La curiosidad me consume por dentro—dijo cantando en una melodía que se había inventado. Hizo silencio un segundo y respiró pesadamente. —Créeme que para un chismesito—se dio dos toques en el pecho con el puño, en en lado izquierdo donde está el corazón—Se me pasa el sueño.

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