
XVI
𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1880 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨
Vladimir Gees había actuado con una astucia tremenda, y a toda costa de una vez por todas había decidido sacar a la muchacha de ahí. Por más de no estar enterado de absolutamente nada sobre el gran secreto de esa familia. No podía ya soportar ver a Lauren trabajar con esas personas. Había estado planeando aquello hace un buen tiempo, viendo el momento exacto en el pudiera mover todas sus fuertes influencias para realizar su cometido. Enterarse que le habían puesto un dedo encima a la muchacha, fue lo último que se vio dispuesto a aguantar.
Si se trataba de poder, de dinero, y de influencias, él tenía más que las Dhollen. Y las iba a usar con tal de que nunca más se atrevan a hacerle daño a uno de sus seres queridos.
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La muchacha no tuvo idea de cuánto tiempo había transcurrido, y todo parecía tan irreal que ni siquiera podía ser consciente de lo que estaba pasando. Su mente no podía aceptar que lo que acababa pasar. No podía pensar en nada, y todas las sensaciones que estaba teniendo bloqueaban su cuerpo en una manera que no le permitían moverse ni salir del estado en el que estaba.
La realidad de los hechos era demasiado increíble para ser cierta. Y era verdad que con una intensidad tan fuerte en las emociones podía terminar desmayándose, lo cual sentía que en cualquier momento podía terminar pasando.
El hijo del Duque estuvo ahí durante ese tiempo, de tanto en tanto asomando su cabeza por la puerta de la cocina para ver lo que estaba pasando. Mientras vigilaba a la muchacha, trataba de hablarle para que su mente no se pierda y hacía su mejor intento para poder mantenerla tranquila. Tenía miedo a que se desmaye, y a pesar de estar cerca de hacerlo, felizmente no pasó.
La muchacha iba a salir de la casa, la iban a sacar de ahí. Con el plan más inteligente posible, no podía creerlo. Aún así seguía teniendo muchísimo miedo, las Dhollen eran seres impredecibles, no sabía que harían, que le dirían o que maldad quisieran realizar para impedir que se vaya ¿Qué tal si la mataban antes? ¿Si le hacían algo a Vladimir Gees? Felizmente y aunque no lo sepa todavía, el anciano había pensado en todo.
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Estaba aterrada. No tenía idea cuál sería el rumbo de su vida ahora. Le costaba caer en cuenta de que no estaba alucinando. La intensidad de la noticia no le había venido bien a su cuerpo ni a su mente, que no podía parar de imaginar todos los terribles escenarios posibles que podían pasar a causa de aquello, impidiéndole pensar con claridad, y pensar en general.
Su mirada se perdía, y al mismo tiempo que su mente la abandonaba todas las sensaciones en su cuerpo la bloqueaban totalmente.
¿Se iba a poder ir? ¿En serio se iba a poder ir? ¿Todo eso era real?
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Después de quien sabe cuántos minutos, escuchó a varias personas entrar en la casa, para dirigirse hacia donde ella estaba. Aquello la hizo reaccionar un poco, y volver a su mente al menos por unos segundos, dándose cuenta que todo lo que estaba pasando era tan real como una roca
Hasta ese momento el joven hijo del Duque había permanecido de cuclillas a su costado, verificando que tome toda el agua del vaso. Mientras de tanto en tanto trataba de hablar con ella para mantenerla estable. El muchacho vio a su padre entrar junto al Bibliotecario y se puso de pie, aún al lado de Lauren.
Tanto el Duque como Vladimir quedaron parados en la puerta de la cocina. Y a las Dhollen se las podía ver al fondo, en otro ambiente de la casa, siendo vigiladas por un par de guardias.
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—Estimada señorita, he de ofrecer mis más sentidas disculpas por haber causado tal impacto con la noticia en su refinada presencia. Sé que esta ha de ser lo más inesperada y sorprendente posible, y que una reacción así no podía ser para menos. Pero me veo obligado a tener que informarle todo completo. Así que si es que usted me lo permite, me gustaría poder informarle todo lo que tiene que saber junto a Vladimir, para que así pueda sentirse más cómoda. —Habló el noble amablemente.
La muchacha, al final solo asintió como pudo.
—He de decirle también que no debe preocuparse por sus ex-patronas en estos momentos, mientras usted se recuperaba del impacto hemos procedido a explicarles también todo lo que ha de pasar a partir de estos momentos, y a pesar de que tal y como me lo había informado mi querido Vladimir, de lo terriblemente tortuosa que es la interacción con las señoras, hemos logrado hacer que puedan entender y aceptar la nueva realidad que empezará a pasar —Habló el Duque una vez más. Y tomó un gran respiro. —Usted debe estar en palacio mañana temprano, por lo cual debe procurar empacar todas sus cosas. Pero ante esto y la nueva información que se me ha dado hace unos instantes, tendrá que empezar a empacar en estos mismos instantes, ya que por petición de su amigo es mucho más seguro para usted quedarse en otro lugar hasta mañana. Nuestro Bibliotecario Vladimir Gees tendrá el honor de recibirla en su casa, donde se quedará y podrá pasar la noche hasta que mañana sea escoltada por mi hijo y unos cuantos guardias hasta palacio, donde recibirá también nuevas indicaciones y empezará su nuevo trabajo. —Terminó
—Puedes ir empacando de una vez, y si lo necesitas, puedes solicitar ayuda para hacerlo. —Dijo entonces el anciano apoyándose mejor en su bastón. —A penas termines, saldremos de esta casa lo más rápido posible, te quedarás en la mía hasta mañana, como ha dicho el Duque. Sé que te encuentras en un estado de impresión demasiado fuerte como para ser descrito, pero necesito que salgas de esta casa lo más pronto posible. —Dijo.
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—Nosotros nos iremos en este momento, pero dejaremos a los dos guardias que están con las señoras por si pasa cualquier cosa.—Habló el Duque, refiriéndose a él y a su hijo— No la conozco señorita, ni sé el tipo de trato que ha de haber recibido en esta casa en sus años de servicio. Pero ahora usted está yendo a un mejor lugar, donde tendrá un excelente trato y un trabajo seguro. Y puedo confirmarle, que va a estar mucho mejor, vivirá una vida más cómoda y tendrá la dicha de trabajar de cerca para uno de los más prósperos reinados de Europa, viviendo en el castillo —Continuó amablemente. —Ahora sin nada más que decirle, le deseo todos los éxitos y que su nuevo trabajo desde el día de mañana la reciba con los brazos abiertos.
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Después de eso, lo único que pudo percibir Lauren, fue que las cosas empezaron a pasar increíble y sumamente rápido, para su mente.
El Duque y su hijo se retiraron de la casa, dejaron a los dos guardias y se fueron. Las Dhollen permanecieron en silencio, estuvieron quietas ante la presencia de aquellos dos guardias que las seguían vigilando en un ambiente alejado de la cocina.
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Tratando de reaccionar por completo todavía, subió al ático y como si su mismo cuerpo estuviera en apuro, empezó a empacar todas sus cosas, en una gran maleta que guardaba bajo su cama. Su escasa ropa, su cepillo para cabello, todo lo que pudiese sacar de ahí. No tenía ni siquiera muchas cosas, y ponerlas en la maleta fue algo bastante fácil, doblar su ropa para no arrugarla, y poner algunos de sus utensilios de limpieza en los compartimentos de la maleta.
Alejó su mente de todos los pensamientos y sensaciones que podía estar teniendo, para solamente concentrarse en terminar de empacar todo. Empezó a reaccionar con el único propósito de meter todo en la maleta. Sin darse cuenta, algunas lágrimas habían caído por sus mejillas, las cuales limpió sin mucho cuidado con la manga de su vestido.
Se estaba yendo de ahí, por fin se estaba yendo de ahí. No había nada que las Dhollen pudieran hacer para impedirlo, el anciano había pensado todo perfectamente para poder sacarla sin que se atrevieran siquiera a hacerle algo. Las Dhollen iban a recibir su merecido, nunca más tendrían a Lauren trabajando con ellas, no podrían acosarla ni maltratarla más.
El apuro que tenía por salir por esa puerta de una vez, jamás lo había tenido antes.
Con lo rápido que estaban pasando las cosas, seguramente los efectos que tendría todo el asunto llegaría más tarde. Pero por el momento, desde el momento que su mente había podido despertar al menos de alguna manera, lo único que repetía era terminar de hacer todo en ese momento, salir de ahí.
Por primera vez en toda su vida, las hermanas iban a experimentar lo que era no conseguir lo que querían, perder lo que habían logrado. Ya no tenían sirvienta, y conociéndolas, nadie iba a querer trabajar con ellas después.
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En la primera planta de la casa, también desesperado por irse y por sacar a la muchacha del lugar de una vez, Vladimir Gees miraba su reloj de mano mientras esperaba a la muchacha.
Lauren salió del ático, bajando las escaleras con la pesada maleta. En aquel momento, su mismo cuerpo lo único que ordenaba era salir de la casa y ni siquiera pensaba ni sentía el peso de lo que cargaba. El hombre la recibió en los pies de la escalera, y recibió su maleta también para ayudarla con el peso.
—Vámonos hija mía, vámonos de una vez. —Habló apurado mientras ambos se dirigían a la puerta.
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—¡Vladimir! —Se escuchó la voz Ivonne Dhollen, que ante todo pronóstico había salido del ambiente de donde estaba siendo vigilada junto a sus hermanas, a darse encuentro con ambas personas en la sala.
Instintivamente el anciano colocó un brazo delante de la muchacha de manera protectora al mismo tiempo que uno de las guardias de la habitación aparecía detrás de Ivonne Dhollen listo para reaccionar si la mujer hacía cualquier cosa.
La mujer miró a su alrededor y respiró pesadamente.
—Tranquilo, no haré nada. No puedo hacer nada. —Soltó Ivonne Dhollen con aparente tranquilidad—Te has encargado perfectamente de que no pueda hacerlo, me has atado de manos y pies querido bibliotecario. Has pensado en todo con gran presión de detalle—Soltó la mujer, con la mirada más llena de odio que alguna vez había existido en la tierra, y una sonrisa escalofriante—Eres mucho más inteligente de lo que pensé, sin que Lauren haya abierto la boca te has podido dar cuenta de unas cuantas cosas. Te has encargado de humillarme en frente del gran Duque y has hecho lo que has querido con los sentimientos de esta familia. —Hizo una pausa. —Bien jugado, muy bien jugado. —Soltó.—Pero antes de que te vayas, me gustaría poder despedirme a nombre también de mis hermanas, de la muchacha que nos ha atendido tan bien durante 10 años ¿O es que eso me lo vas a impedir también?
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El hombre miró con gran desprecio a la mujer, para luego poder ver a Lauren, porque ella era quien tenía todo derecho de negarse a hacerlo o bien aceptarlo también.
Lauren había quedado en silencio, analizando bastante sobre la decisión que tenía que tomar.
—Vamos, Lauren, tú más que nadie, sabes que ahora que te irás, tenemos algo de lo que hablar. —Dijo—Por favor.—Tendió una mano.
Un gran silencio fue acompañado de mucha incertidumbre. Al final y con bastante sorpresa hasta del guardia, la muchacha accedió a la petición de la mujer.
Ignorando totalmente la mano de la mujer, fue a hablar con ella. Ivonne Dhollen pidió un poco de privacidad, la cual con bastante duda fue concedida. Dejaron que ambas regresen a la cocina, mientras que tanto el anciano y el guardia presente, se mantenían cerca, alertas ante cualquier cosa.
Aún así, no podían escuchar absolutamente nada de la conversación que tenían ahí dentro.
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Ivonne Dhollen se cruzó de brazos, quedó cara a cara con la muchacha, infló su pecho y trató de ponerse lo más erguida posible.
—Creo que esto ha sido un cambio radical para ambas. —Le dijo la mujer, hablando bajo mientras ambas estaban frente a frente en la cocina, para no ser escuchadas de ninguna manera. —Está pasando tan rápido que a todos nos está costando asimilarlo correctamente y probablemente todos los efectos de la noticia nos afecte ya en unas cuantas horas. Pero quiero que sepas, o más bien recuerdes algo. —Hizo una pausa— Puede que hayas logrado salir de esta casa para siempre, que te vayas a trabajar a un lugar donde nunca más nos vamos a ver. Pero así como tu querido Vladimir Gees tiene contactos en palacio, nosotras también lo hacemos. Sé que no le has contado nada al anciano, porque siempre has sido sumamente astuta cuando se trata de proteger tu vida y evitar poner a otros en problemas por decir algo. —La miró—Pero ahora casi como un milagro, te has librado de esta casa, has ganado o te han hecho ganar esta vez, pero no te has librado de nosotras. —Susurró con odio—Si tú abres la boca y le dices a alguien, a quien sea, sobre nuestra relación sanguínea, o sobre tu madre, ten por seguro que ni el mismo castillo te va a salvar de la peor de las muertes. Tu amigo Vladimir no es el único que conoce gente que tenga relación ahí. —Amenazó.
Lauren sabía que algo así iba a pasar, y sabía también que su nueva amenaza iba en serio. Iba a seguir protegiendo su vida al guardar el secreto a toda costa. Pero ahora, estaba libre de ellas, de la casa que había odiado desde tan joven.
La muchacha la miró a los ojos y tomó aire.
—No tengo intenciones de revelar nada acerca de nuestra relación familiar. Tanto para mí como para ustedes es ya una gran vergüenza saber el tipo de vínculo nos une. —contestó la muchacha también en voz baja. —No sería capaz de humillarme de esa manera. Porque me da mucha verguenza. —Habló, notando la gran expresión de desprecio de la hermana mayor. —Puedo asegurar que el honor de su familia no se verá afectado por nada, y que mi silencio no quebrará. Lo hago por mi vida, por seguir protegiéndola de ustedes y a las personas que puedan atreverse a hacer daño, y por mi madre, que a pesar de todo esto, nunca hubiera querido que nada les pase. —Confesó sinceramente.
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La mujer pareció bastante afectada al escuchar mencionar a su hermana. Y con un gran odio, por el cual sus ojos habían empezado a verse vidriosos, salió de la cocina rápidamente.
La muchacha salió después, soltando todo el aire que había estado reteniendo durante la conversación, volviendo después con Vladimir Gees hacia la puerta. Salió el otro guardia, y detrás de él las otras dos hermanas, que inmediatamente fueron a ponerse al lado de su hermana mayor.
Y ya junto a los dos guardias, que estaban alerta en todo momento, el anciano y la muchacha salieron de la casa, sin mirar atrás.
Con el anciano ayudando a Lauren a llevar su maleta, y los dos guardias detrás. El inicio de un mejor destino para la muchacha había empezado recién. Después de tanto tiempo, de tantísimos años, todo había cambiado a penas en un momento. En un instante había ocurrido lo que absolutamente nadie se pudiera haber imaginado.
Estaba fuera de la casa, esa vez para no volver más. Después de más de diez años, después de tantas cosas horribles.
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