XLVI
𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬 1880— 𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨
Eventual y felizmente la discusión paró en el ambiente de arriba, por un grito de la reina que mandaba a su hija fuera de su vista, diciendo que ya no quería verla y que le tenía asco.
No se escuchó nada más de las dos mujeres. Y un gran murmullo empezó a sonar en la cocina segundos después.
Octavia una vez más miró a Lauren, y le dejó terminantemente prohibido que haga algo, o que salga de la cocina. Lauren la obedeció.
Todo eso a penas el lunes. Consagrando no solo aquel día, sino la semana como una de las más insoportables dentro de los ambientes del castillo.
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Para colmo, confirmando aquello, el martes, fue toda una travesía.
La princesa no había salido de su habitación, y no quería que absolutamente nadie entre, se le había quitado el hambre y no quería ver absolutamente a nadie. Nadie la vio, porque no quiso salir. La preocupación aumentó, porque los que tenían permiso para ir a llevar su desayuno o cualquier otra comida lo único que decían era que la pobre los echaba, mientras su voz salía desgarrada del llanto, que era totalmente incesante.
Una terrible pena, se acrecentaba en el pecho de la mayoría de la servidumbre. Otra parte, ya no decía nada, la costumbre los había insensibilizando. Incluso, una de las cocineras dijo que ya era raro que no discutieran así, y que eso pasaba casi dos o tres veces a la semana.
Y si Lauren ya tenía mal humor desde el lunes, este se extendió todo el martes también. La Reina le desagradaba en niveles exuberantes, pero esta al ser una de las personalidades más sagradas del Reino, lo que estaba sintiendo para con ella podía ser hasta un pecado.
Por su parte la Reina seguía de un humor espantoso, y el martes ya también se peleó con su hijo. Solo que este a diferencia de su hermana, si tuvo el coraje para responderle a su madre, que lo empezó a llamar inútil sin razón aparente.
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Por si eso ya no había alterado a todos los sirvientes, Frizzy se puso mal. Tenía unas nauseas terribles y un dolor en la cabeza que la estaba matando
El malestar de Frizzy, la tuvo mal hasta en la noche. Donde Lauren estuvo desvelándose junto a ella en el baño, mientras que las náuseas de la morena al fin se aliviaban a medida que estaba vomitando.
Ambas con sus ropas de dormir, y con la pobre Frizzy en el lavabo vomitando mientras Lauren sostenía su cabello, ninguna durmió.
Frizzy estaba mal, y muy avergonzada. A Lauren no le daba asco, más bien estaba preocupada, porque no creía que nada de la cocina pueda haberle caído mal, porque todo era preparado por las cocineras con un increíble cuidado.
Puede que el estrés tome parte, porque cada quien reaccionaba de manera muy diferente ante este. Que toda la preocupación por la pobre princesa y el estado en el que debía de estar la había abrumado tanto que el malestar pasó a ser físico también.
Unas horas más tarde, mientras el cielo se empezaba a aclarar, a Frizzy le vino el periodo. Cosa que podía haber sido también causa del malestar, debido a los malestares premenstruales que sufrían las mujeres cada que era esa época del mes.
Frizzy estaba muy avergonzada, a Lauren no le importaba, y dentro de lo que pudo empezó a ayudarla.
La manera en cómo sobrellevar un periodo en la época era difícil. Era un tema muy privado, que solo debía ser tratado entre mujeres, y que nadie más debía enterarse porque era sangre saliendo del cuerpo de una mujer.
Tampoco habían todos los medios y la tecnología aún no brindaba algo que facilite su sobrellevar, porque era pues un tema ante el cual mucha gente estaba cerrada.
Había de usarse otro tipo de ropa interior debajo de la que se usaba normalmente, para que haya más capas protegiendo la zona, y lo único que existía era una especie de tela gruesa y grande que se colocaba en esta, a especie de toalla, para que la sangre caiga ahí y no traspase a lo demás.
Estos paños eran reutilizables, y para una semana, o el tiempo que duraba el sangrado se usaban bastante de estas, para luego lavarse.
A diferencia de los uniformes y todas las prendas que eran lavadas por los sirvientes encargados, en casos tan personales como la ropa interior y los paños menstruales eran lavados personalmente, porque eran cosas muy privadas, más aún cuando se trataba de esa época del mes.
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Así toda la mañana del miércoles, las bolsas de los ojos de Lauren fueron gigantes, porque no durmió nada. Frizzy estaba igual, solo que el tamaño de sus ojos no hacía que las bolsas se noten mucho.
Frizzy estaba desganada y débil, le comentaba a Lauren que en sus períodos siempre le iba terrible, y que se sentía espantosa.
Ambas, tuvieron que trabajar como si nada, a pesar de que de tanto en tanto, los cólicos hagan que la morena para de lavar los trastes.
El miércoles también fue un desastre. Esta vez, para Octavia.
Culpa de la Reina también. En su mayoría, nadie tenía idea de que se le había cruzado en la mente, y por que esa semana se había concentrado en hacerle la vida un infierno a cualquiera que vea.
Absolutamente por placer, había insultado a Octavia diciendo que su comida era asquerosa, que vuelva a hacer todo, porque a ella no le había gustado. Que si se le antojaba podía despedirla, que no podía estar presentándole infames comidas a ella, la reina de Inglaterra.
Todo aquello se lo gritó en privado, razón por la cual al llegar a la cocina, la pobre jefa de cocina se echó a llorar totalmente frustrada.
Por si no fuera poco, ese día la princesa tampoco quería salir, y esta vez su hermano se la pasaba fuera de la habitación de la muchacha intentando hablarle. Todo al mismo tiempo.
En la cocina todos consolaban a la jefa. Hasta Frizzy que a pesar de que los cólicos la doblaban, se esforzaba por brindar algunas palabras. A la pobre Octavia la habían ofendido con el asunto que más le dolía.
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Un desastre de semana que todos pasaban, y a penas era miércoles.
Más tarde con Octavia más tranquila sin que nadie se lo espere el Rey entró en la cocina.
Todos dejaron en ese instante de hacer cualquier cosa que estuvieran haciendo, para voltear en su dirección y agacharse en la mayor de las reverencias sin mirarlo.
El hombre entró imponente, elegante y firme. Aún así, algo en el mostraba extrema vergüenza.
Indicó que todos podían levantarse. Que podían mirarlo, y se acercó a Octavia, y le pidió perdón.
Muchos sirvientes se miraron entre ellos.
El Rey, pidió perdón, públicamente a la cocina, por el actuar de su esposa. Se lo veía arrepentido, muy avergonzado. Se disculpó por todo, por los gritos que todos se habían visto obligados a escuchar, y sobretodo por como se había comportado con Octavia.
Eso, dio a conocer a grandes rasgos el tipo de persona que era el Rey. Y al menos dejó el miércoles sin aquel amargo sentir.
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El jueves todo volvió a estar mal, porque esta vez a Lauren le vino el periodo, lo malo no era que le haya venido sino que había venido un día antes de lo que suponía era el encuentro.
Tomó todos los cuidados, y previno todo perfectamente para no tener ningún accidente.
Frizzy ya iba por su segundo día, y de alguna manera que ella y Lauren estén pasando por aquel síntoma de la naturaleza al mismo tiempo, la ayudaba a tener el suyo más llevadero.
Lauren no tenía mucho problema con cólicos, pero si con punzantes y fuertes dolores de cabeza, que compensaba el hecho de que sus cólicos no eran fuertes.
El dolor de cabeza pone de mal humor a cualquiera. Y con como iba la semana, la muchacha estaba más irritable que nunca.
Lo del lunes quedó en el olvido, pero ni Dianne ni Lauren tenían ganas de verse ni de escucharse, y la verdad estaban mejor así.
Al menos, ese jueves la princesa salió de su habitación. Pero no quería ver a su madre, a pesar de eso habían logrado convencerla de que baje a la hora del almuerzo.
En ese momento la Reina la miraba mal, la princesa intentaba ignorarla y el ambiente en la mesa era del más tenso posible. En el servicio Lauren tuvo la suerte de poner el plato de comida delante de la princesa, aprovechando para mirarla unos segundos y verificar que al menos estaba mejor. La princesa la miró de vuelta, suplicando con sus ojos para que no se vaya, como si dentro de ella quisiera que Lauren permanezca a su lado.
Eso le dolió a Lauren, porque a pesar de aquello ambas sabían que después del servicio la sirvienta debía alejarse de la mesa.
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Al mismo tiempo, todos estaban preocupados porque sabe Dios que cosa pasaría con la Reina ahora. Nadie siquiera se atrevía a mirarla, y por si algún sirviente tenía la mala suerte de cruzarse con ella durante el día, lo único que quedaba era quedarse quieto en una reverencia sin mirarla, esperando que no pase nada. Nadie tenía idea de que le había pasado a aquella semana, y por qué la Reina se estaba concentrando en maldecirla
Y pues en ese pensamiento nuevamente, Frizzy, Lauren y un par de sirvientes nuevos que habían llegado para jardinería se enteraron de algo que ya era sospecha y especulación en todo el castillo. Algo que ya les habían contado, pero que hasta el momento no habían visto confirmado desde las mismas palabras del Rey y la Reina.
Esta vez, ambos estaban discutiendo. En el volumen más alto posible, y en el comedor. Justo después de almorzar, pero cuando ambos de sus hijos ya se habían retirado del ambiente.
Felizmente, el príncipe y la princesa se habían ido de ahí, por el castillo corrió la noticia que para animar a su hermana, el joven Thomas fue con ella a caminar por las afueras del castillo.
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En el comedor la Reina le recriminaba al Rey cosas de cuando eran jóvenes, de que jamás le había dado su lugar, y que sentía que él se distanciaba cada vez más de ella. El Rey le respondía que ella no tenía derecho a reclamarle, que él le había dado todo, que era la Reina, pero que nunca en su vida la iba a amar.
No había ni dudas, del por qué no dormían juntos. Pero sí de como se las habían arreglado para tener hijos, con lo mal que se llevaban.
La Reina desesperada preguntaba por qué, el Rey le decía que ella lo sabía. El Rey le rogaba ir a hablar a otro lado, porque estaban haciendo un escándalo del cual sobretodo la cocina se estaba enterando, y hasta los de jardinería porque habían llegado a la misma.
Entonces la Reina empezó a llorar.
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No hacía falta decir la incomodidad de todos en la cocina. Octavia disimulaba continuando con sus órdenes o hablando con alguien, pero no servía de mucho.
La cabeza le retumbaba a Lauren, por los gritos, y el dolor. La parte baja de su estómago dolía también pero no tanto como su cabeza, el cambio hormonal propio de la etapa del mes ponía su humor de cabeza. Como a cualquiera.
La voz de la Reina la irritaba en niveles desconocidos.
Frizzy pasaba por lo mismo, solo que en su caso tendía a ponerse más sensible. Dejaba de lavar de momentos para llevarse las manos a los oídos y taparlos unos segundos.
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El Rey logró convencer a la Reina de discutir en otro lado, y mientras se seguían gritando, las voces se fueron alejando, y al menos ya no se los escuchó en la cocina. Un suspiro de incomodidad pero aliviado por el cesar del sonido se hizo presente al mismo tiempo entre todos los integrantes de la cocina.
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Posiblemente la ubicación de la cocina hacia posible que se escuche todo, más aún si las discusiones se daban en la sala Real y el comedor, cuyo eco llegaba a la cocina con el sonido más claro posible. Y lo malo de eso, era que, como se podía notar, la mayoría de discusiones o se daban en la sala Real, en el comedor o en la segunda plante. Y con los dos primeros, era la cocina la primera en enterarse, y escuchar todo en el momento justo donde pasaba todo, ganándose de oír de cosas de hasta que no se quieren enterar.
Cuando la Reina se lo proponía, podía hacer del castillo un total desastre. Y sacar el mayor beneficio de lo mismo por ser quien era, que sin necesidad de advertirle ni dirigirle la palabra a ningún sirviente, hacia saber que ninguno hablaría del tema.
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Pero con todo el mejor deseo posible, Lauren esperaba al día siguiente, al viernes, a pesar de todo. De su dolor de cabeza, su mal humor y el hecho de estar en esa época difícil del mes.
Esperaba que el viernes, al menos el viernes no se arruine. Esperaba que la princesa esté bien, que Frizzy no tenga malestares de nuevo, que el príncipe también esté bien y sobretodo que esa semana que parecía llena de mala suerte a cada momento del día termine de una vez.
Ya estaba harta, y recién eran las 5:30 de la tarde de jueves.
El viernes tuvo todas las de empezar mal, como todos los días de aquella semana que habían estado pasando.
La noche anterior, debían cambiarse los paños de tela, obviamente, sino la sangre corría riesgo de pasar a aquella prenda interior especial, y a su ropa interior normal.
En privado, debían ir a la lavandería, lavar el grueso paño que habían utilizado, a solas. Dejándolos secar en una zona que era reservada para eso, donde cada mujer tenía un espacio especial para sus paños, para dejarlos secar.
En lavandería también tenían muchos paños extra, ante cualquier emergencia que pueda ocurrirle a cualquier sirvienta que todavía pase por toda esa etapa previa a la menopausia. Pero siempre, cada quien tenía los suyos, sabiendo cuántos días le duraba, y la cantidad de flujo que podía llegar.
El riesgo con este tipo de paños, era que podían moverse, y que no quedaban completamente fijos. La tecnología del siglo, y como el tema quedaba marcado como algo del que no debía hablarse abiertamente, no permitían que se les pueda dar a las mujeres otro tipo de medios para poder lidiar con algo tan natural en sus cuerpos.
Debido a eso, aquel día tuvieron que estar listas desde mucho antes en la mañana, para poder ir nuevamente a la lavandería, lavar el paño que usaron en la noche, y recoger el que había secado el día anterior.
Frizzy estaba teniendo muchos cólicos, pero así como los tenía, había de aguantarlos, porque tenían que seguir trabajando y no iban a darles descanso por ello.
En la noche Lauren sufrió de insomnio, y durante la mayoría de la misma no pudo dormir. Lo que hizo que unas enormes bolsas debajo de sus ojos le den un aspecto bastante demacrado.
Había palidecido un poco, y tanto ella como Frizzy estaban tomando todos los cuidados y medidas posibles para poder lidiar con los días de su periodo.
A Lauren le duraba una semana entera, y generalmente el segundo y penúltimo día eran los más difíciles de sobrellevar. Lamentablemente justo el viernes era el segundo día, y pues tenía que tomar más previsiones.
Lidiar con un periodo era difícil, más aún con lo cerrado que era el tema, porque no podía ser comentado más que con solamente mujeres, y de total confianza. Y aún así se consideraba demasiado privado en la época como para hablar de ello.
Pero al vivir compartiendo una habitación, como ambas sirvientas, se debían dejar esas incomodidades de lado, ambas eran mujeres, ambas se conocían, se tenían confianza y podían entender la situación de la otra a pesar de que el organismo de cada mujer sea totalmente diferente.
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Ese día en la mañana antes de ir a la lavandería para hacer todo lo que debían de hacer, cada una demoró más de lo normal en el baño, porque tenían que seguir toda una ceremonia para hacer y acomodar todas sus prendas para poder cubrirse y proteger sus prendas de la sangre.
Con dos paños al mismo tiempo, Lauren tomó prevenciones. No quería tener ningún accidente, que implique alguna mancha, porque a pesar que todas sus faldas internas, y el uniforme hagan imposible que estas si quiera se sepan, lavar sangre de la ropa interior o de cualquier prenda interna, era de las cosas más difíciles.
De amanecida, ambas sirvientas fueron a lavar sus ropas privadas. Individualmente y por separado.
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El frío era terrible, y eso no ayudaba con los malestares menstruales.
Lauren que siempre tenía las manos frías, ahora lo estaban más que nunca. Sus dedos estaban hechos un témpano.
Grandes bolsas oscuras se acomodaban debajo de sus ojos enormes, haciéndola ver cansada y hasta más pálida.
El dolor de cabeza la ponía un poco más irritable, y la hacía ver más seria, más aburrida y más amargada de lo que ya era y se consideraba que era.
Tenía más frío en las piernas, a pesar de todo lo que estaba usando.
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Por su parte Frizzy, no podía descansar, de un momento a otro un fuerte cólico podía sorprenderla, haciendo que deje cualquier cosa que esté haciendo, para tratar de respirar y esperar a que el dolor se vaya, al menos por unos momentos.
Estaban bien alistadas, Frizzy había logrado hacerse el peinado con éxito. Sus uniformes estaban listos e impecables, incluyendo sus delantales, que habían sido lavados por la lavandería un par de días antes.
Frizzy se veía algo perdida, tenía mucho sueño. Nadie fuera de Frizzy o Octavia se atrevía a hablar con Lauren, porque parecía molesta, y sumamente aburrido e irritada.
En gran parte lo estaba, pero porque la cabeza le dolía, no porque tenga algo en contra de alguien, o este molesta con alguien en esos momentos.
Solo estaba incómoda físicamente, se sentía algo hinchada, fastidiada en toda la zona baja de su abdomen. Algo totalmente normal, y mensual, pero que verdaderamente para cualquier mujer no dejaba de ser molesto a pesar de su naturalidad como parte de la vida humana.
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Para tener un poco de calor, todos los sirvientes de la sección decidieron cerrar la puerta de la cocina, para que el calor del humo de las ollas haga el intento de entibiar el ambiente.
Servía de algo, pero no de mucho.
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En el momento que ambas sirvientas fueron a dejar el desayuno al príncipe, al menos a Frizzy se le hizo cómico, y la distrajo un poco de los intermitentes y constantes cólicos que estaba teniendo.
Tanto Lauren como el príncipe, no sabían que hacer, se suponía que a la tarde iban a tener una especie de encuentro oficial ya en la tarde, pero en la mañana el ambiente se llenaba de una graciosa tensión.
Cuando Lauren no se daba cuenta, el príncipe la miraba discretamente, y cuando esta levantaba o giraba el rostro, este disimulaba mirando hacia otro lado. Y también pasaba al revés, por curiosidad a veces la muchacha lo miraba con el rabillo del ojo, pero cuando este parecía estar cerca a darse cuenta, la muchacha fingía y cubría perfectamente aquello mirando también hacia otro lado.
Con sus prendas de dormir, de tanto en tanto el muchacho pasaba las manos por su cabello, arreglándolo un poco. Era amable con ambas siempre, pero ese día en especial le prestaba atención a alguien en particular.
Pero con lo mal que había ido la semana, el único deseo que había era que al menos, a las 4 de la tarde no pase nada. Que la mala suerte no vuelva a jugar sus cartas, no al menos a esa hora.
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Gracias al cielo, y hasta aquel momento de la mañana no hubo ningún grito ni percance. Aún así, el presentimiento de que eso no duraría mucho era obvio en todo aquel presente en castillo.
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Ya horas después, antes del almuerzo, lo que parecía un día que tal vez, solo tal vez, podía rectificarse, volvió a ponerse mal. Y todos los presentimientos de que algo malo iba a pasar se cumplieron.
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Karoma había llegado de visita a la cocina, para supervisar un par de cosas antes del almuerzo, y hablar con Octavia de unas cuantas cosas que había estado observando.
Pero se veía extraña, en una manera que no podía ser muy bien descrita, solo estaba rara. Como si estuviera desenfocada, y estuviera haciendo las cosas en un estado automático. Tenía una mirada algo perdida, y sus ojos se desorientaban de manera extraña.
Pronto, todos pudieron saber por qué. Ya que de un momento a otro, Karoma se desvaneció.
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El susto que le provocó aquello a todos en la cocina fue tremendo. Mucha gente pegó un salto por la sorpresa, y casi en un instante todos estaban auxiliando a la ama de llaves y jefa general de la servidumbre.
No estaba totalmente inconsciente, pero si había tenido una especie de desmayo y felizmente al caer no se golpeó la cabeza.
Intentaron hacerla reaccionar. Le estaban echando aire, y llamándola por su nombre para que no caiga completamente inconsciente.
Balbuceaba unas cuantas cosas, sin sentido alguno. Mencionaba nombres que nadie conocía o había escuchado antes, y no paraba de balbucear a cerca de una taza de té. Hubo un poco de pánico, y Octavia mandó a llamar a más servidumbre, a gente que conociera del tema, y para que de todas formas se lleven a Karoma a descansar a su habitación, porque socorrer a alguien en una cocina no era apropiado.
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Minutos o segundos más tarde, que se sintieron eternos. Por fin más gente llegó a la cocina. Levantaron a Karoma con mucho cuidado, siguieron hablándole, porque eso era fundamental para que su conciencia no se vaya por completo. Y así poder atenderla, y socorrerla mejor.
Se la llevaron, con prisa, a su habitación a recostar la y a socorrerla ahí, porque no podían haberlo hecho en la cocina. No era el lugar indicado. Necesitaba ir a su habitación recostarse, en un lugar cómodo y que permita su recuperación.
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El susto no se le pasó a nadie. Karoma era una mujer extremadamente fuerte, imponente, y sería. Verla así fue algo que chocó bastante a varios.
Podía que haya estado extremadamente ocupada por algo, estresada, o que haya sufrido alguna especie de descompensación, que haya ocasionado tanta debilidad en su cuerpo.
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El almuerzo terminó retrasándose, y el susto y mala suerte aumentó.
Porque con como estaba la reina esa semana, ya se veía venir que los iban a insultar como nunca.
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Dicho y hecho, cuando el servicio empezó a subir al comedor para la hora del almuerzo, lo primero que los recibió fueron los reclamos de la Reina.
En el comedor ya estaban todos, menos el Rey.
Todos los presentes, miraban a al mujer, con algo de vergüenza, pero sin decir nada al respecto todavía.
Ante el silencio de su familia presente, y creyendo tener toda la razón del mundo, la Reina siguió regañando a todo el grupo de empleados con bastante dureza. Frizzy que estaba al lado de Lauren, parecía más asustada que nunca, mientras que tanto ambas como todos los de servicio estaban totalmente obligados a mantener la cabeza baja, y no mirar a la Reina a los ojos, porque no les había dado permiso para hacerlo.
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. Un mayordomo, increíblemente valiente dijo lo que pasó con Karoma. La Reina pareció molestarse más, y empezó a decir lo poco que le importaba las situaciones personales de alguien que no fuera de su familia, y que aquel retraso había sido inaceptable.
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Harto ya, el consejero del Rey fue el primero en levantarse de la mesa, y se fue, sin decir nada.
La Reina no le tomó importancia y con una aparente resignación dijo que de una vez que le sirvan la comida antes de que se moleste más.
Todos lo hicieron, pero ante la ausencia del Rey y su consejero, no sabían si dejar aquel par de platos más o no. Con un gran desdén y llamando inútil a todo el mundo, la Reina casi ofendida dijo que su esposo obviamente vendría. Que no sería capaz de faltar a un almuerzo con ella y su familia.
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—Como si él te quisiera ver la cara—se escuchó un susurro.
Todos los sirvientes se miraron entre todos, para luego darse cuenta que quien lo había dicho fue el príncipe.
La incomodidad creció. Y ante que nadie podía ni deseaba meterse, el silencio se hizo presente en absolutamente todos los sirvientes presentes.
—¿A quién le estas hablando con esa actitud muchacho?—decía, la Reina alteradísima, enfrentándose a su hijo. Delante de todos, del resto de los sentados en la mesa y de los sirvientes que ni siquiera habían terminado de poner toda la comida en la mesa, empezó a gritarle a su hijo.
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El príncipe, se levantó de la mesa como si no la estuviese escuchando, molesto e irritado. El joven Dylan imitó la acción de su amigo, y ambos se fueron.
La Reina, sentada aún, le siguió gritando barbaridades a su hijo, pero este solamente se fue, dejándola ignorada y dolida.
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En un momento, el príncipe se giró, pero no volvió a la mesa. Solo que con gesto, en la mirada, llamó a su hermana. Que con mucho miedo se levantó de la mesa y fue casi corriendo donde su hermano.
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—¡Ava!—Gritó la Reina, golpeando la mesa con ambas manos, y asustando a varios sirvientes con ello.
La pobre princesa se asustó, pero ignoró a su madre tapándose los oídos, mientras le daba el alcance a su hermano que la estaba esperando un poco más allá. Pudo notarse incluso como la pobre apresuraba el paso con tal de llegar con su hermano.
La Reina siguió gritando. Ava seguía tapándose los oídos, a pesar de que para eso ya había llegado con su hermano, y que tanto él como el joven Dylan se habían puesto uno a cada lado de ella.
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La princesa en un momento miró hacia atrás con disimulo, pero no para ver a su madre. Sino, a las dos sirvientas con quien amistad había entablado. Se la notaba triste y muy avergonzada.
Disimuladamente, y con el poder que tenía una mirada de transmitir las cosas, Frizzy irradiaba el mensaje de que la princesa no se preocupe, y Lauren, que siga caminando con su hermano, para estar lejos de la mujer lo más antes posible.
Ambas preocupadas, pero al menos con el alivio de que gracias al príncipe, Ava no tendría por qué quedarse en esa enorme y lujosa mesa soportando un ambiente tan terrible.
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Así en la mesa misma, solo quedaron la dama de la princesa, la dama de la Reina, y la Reina misma.
Y lo improbable que era que el Rey llegue, hizo que solo para tres personas quede una inmensurable cantidad de comida. Ya que a todos los demás, preferían no comer a estar en compañía de la mujer. Desperdiciando así una gran cantidad de alimento, que tanto les costaba a las cocineras preparar
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Como si nada hubiese sido su culpa, la Reina empezó a llorar. Diciendo que no entendía nada, del por qué sus hijos eran así con ella. Y que jamás había hecho nada malo, las dos únicas que a consolaron fueron las dos damas presentes.
Decía que su familia se estaba destruyendo, que cada que quería solucionarlo le echaban la culpa por algo. Que cada que reclamaba la hacían ver como la mala, cuando lo único que quería era tener una familia tal y cual como eran sus deseos.
Todos los sirvientes habían quedado pasmados, porque esta vez, no habían escuchado una pelea desde la cocina, sino que la habían visto y presenciado en el momento exacto que se había dado.
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Despues echó a los sirvientes con un grito rasgado por el llanto y rabia. Mandándolos a la cocina de la manera y con las palabras menos amables posibles.
Todos la obedecieron al mismo instante, sin mirar atrás, y a un paso rápido. Mientras que la mujer seguía llorando sentada en la mesa, regresaron a la cocina, pensando ya después en como harían para recoger todo ya que la reina no tenía ánimos de ver a ningún sirviente.
Algo tenía en contra de ellos, algo la tenía asqueada y hacía que no le importara quien sea, pero que mientras sea un sirviente, su desprecio estaba asegurado.
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Ya en la cocina, varios mayordomos le contaron a Octavia lo que pasó, Octavia dijo que lo había escuchado, fuerte y claro, pero que no sabía que al final solamente quedaron tres personas en la mesa del comedor.
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