XLV
𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬 1880— 𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨
El tema de conversación de los siguientes días fue la cita de Lauren, Frizzy no podía evitar mencionar el tema después de que iban a servirle el desayuno al príncipe y Lauren tenía que pedirle que disimule porque la voz de la morena podía subir de volúmen de un momento a otro.
En las mañanas, el príncipe tendía a estar algo avergonzado, y Lauren igual, lo que causaba que Frizzy tenga miles de ideas para hacer comentarios graciosos y algunas bromas cada que ella y Lauren estaban solas.
[•••]
En el transcurso de esa misma semana, y el domingo específicamente una gran cantidad de cartas de respuesta habían llegado, de al menos más de la mitad de los sirvientes, cuyas familias y seres queridos ya habían respondido.
La buena noticia dentro de eso, era que tanto Frizzy como Lauren habían recibido cartas de respuesta. Claro que, a comparación de la pelinegra, Frizzy había recibido una enorme cantidad de cartas, por la increíble cantidad de familia que tenía.
Eso la distrajo también. Las distrajo a ambas.
[•••]
Después de su jornada habían de leer las cartas ya de noche, en sus respectivas camas y con las lámparas de sus mesas de noche encendidas para tener al menos la luz suficiente para leerlas.
Vladimir Gees había contestado con dos cartas también. Agradeciendo por los saludos, bastante contento de que la muchacha ya haya conocido a alguien con quien tener amistad, y que todo en el castillo esté marchando de maravilla. Contaba también muchas de las cosas que sucedían en su trabajo, y una divertida anécdota donde el querido Gerard Minsky lo había hecho reír tanto que terminó escupiendo su dentadura postiza de la gran carcajada que había soltado.
La carta de respuesta que le envió Gerard Minsky contaba la misma anécdota, y Lauren no dudaba que mientras el asistente del bibliotecario redactaba la carta se reía cada que escribía dos dos palabras mientras disfrutaba las rosquillas de la panadería que seguro había comprado.
Hope respondió con una sencilla y corta carta. Su letra atolondrada cambiaba de formas y tamaños, pero para tener 7 años está era entendible. Le decía que la extrañaba mucho, y que sus papás agradecían los saludos y que le mandaban también muchos de vuelta, contándole también que ya había terminado el libro, pero que le gustaba tanto que leía un cuento diferente cada noche antes de irse a dormir.
Aitana, y su carta fue la trajo más cantidad de noticias, primero agradecía por los buenos deseos de Lauren, pero luego procedía a contar toda la serie de peripecias de las que se había enterado. Y que pidiéndole permiso a Vladimir Gees, por si era apropiado contarle, el anciano estuvo de acuerdo en que la vendedora de pescado la actualice con todas las cosas que habían estado ocurriendo. Las Dhollen, estaban buscando nueva sirvienta obviamente, pero ninguna joven quería meterse a trabajar con ellas. Así que mientras seguían en su búsqueda se habían visto obligadas a hacer muchas de las tareas ellas mismas, que a pesar de que hasta el momento solo haya pasado una semana, las mujeres parecían vivir su mayor tragedia. Habían pisado el puerto, y por fin Aitana las vio en persona, la cara de asco que tenían las mujeres por el olor a pescado hizo que quiera reírse en serio, las mujeres no compraron en su puesto, sino en uno que estaba al frente.
Las Dhollen vivieron atendidas toda su vida, el hecho de ir a comprar ya era una supuesta aberración a su alta clase. Lauren se imaginó como se la debían estar pasando, y le causó gracia pensar el rostro que habían de traer cuando ingresaron al puerto, más aún por el característico olor que tiene el pescado.
En la carta de Aitana, comentaba también que incluso ante su situación las mujeres no flaqueaban, que seguían igual de prepotentes y que el salario que estaban ofreciendo para quien quiera trabajar con ellas era un chiste, otra razón por la que nadie quería meterse a trabajar con ellas. Y que a pesar de eso, no tenían intenciones de ofrecer al menos un par de monedas más al mísero salario que daban. Que era pues el que le daban a Lauren.
[•••]
Las Dhollen tenían dinero incluso hasta después de su muerte, este les sobraba y jamás haría falta. Eran mujeres sumamente adineradas, y Aitana expresaba que en nada les afectaría aumentarle 5 libras a esa tontería de sueldo que estaban ofreciendo.
Lauren sabía que eso no iba a pasar, pero que tal vez ante su repulsión por la gente pobre y hacer cosas por si misma, optarían por cambiar su estrategia. Se preocupó un poco al pensar, quien iría a parar a esa casa, tal vez entre todas sus ruines fechorías terminaban convenciendo a una niña mostrándole miles de apariencias, volviendo a repetir su juego, solo que esta vez se aprovecharían más, porque quien sea que sea su nueva sirvienta ya no sería su familia, cosa que les daría paso y permiso a hacer más cosas.
Pero pase lo que pase, incluido lo de ella. Sus tías siempre salían bien de esos asuntos. Porque siendo sinceros, que Lauren se haya ido puede que si las haya tomado desprevenida y haya arruinado muchas cosas para ellas, pero seguían ganando, su reputación seguía intachable, porque en el pueblo solo sabían que Lauren se había ido, no porqué o que cosa se enteró Vladimir Gees, nadie sabía que Lauren era hija de Emma. Las Dhollen seguían controlando a Lauren, solo que ya no como antes, ahora controlaban su silencio, a pesar de que sepan que hasta por voluntad la muchacha jamás hablaría del tema.
Las Dhollen sólo flaquearon, pero jamás perdieron. Lauren no podía hacer nada al respecto, porque a pesar de ser una sirvienta Real, seguía siendo lo mismo, una sirvienta. No se iba a condenar a si misma. Además, estar lejos, no importaba como, amenazada o no, era lo que siempre había querido, y al fin lo estaba
[•••]
Louis, también respondió, pero su carta venía acompañada con algo dentro del sobre. Se aseguró de abrirlo disimuladamente por si Frizzy se enteraba de quien era la última carta que estaba leyendo, y se le ocurra bromear con el asunto con el que incluso Vladimir Gess solía hacer, de que supuestamente a Louis le gustaba Lauren.
Posiblemente lo que había dentro del sobre fuera de la carta pueda incrementar increíblemente aquellas bromas, y hacer que literalmente parezca que en realidad el joven panadero estaba enamorado de ella. Dentro del sobre había una flor, una mediana, pero no cualquiera. Era una blanca, de esas comunes que crecían en los arbustos, y estaba plana, la habían secado poniéndola seguramente entre las páginas de un libro, para conservarla y que pueda servir de adorno.
La muchacha no tuvo idea de el porqué de aquel regalo, porque era un regalo. La plana flor conservada, era muy bonita, y ante la constante idea de que Frizzy podía ver aquello, no sabía donde guardarla.
Al final, tomó disimuladamente su libro de Moby Dick de la mesa de noche, y entre las páginas de este puso aquella flor con bastante disimulo, para seguir conservándola. Felizmente la morena no tuvo ni idea, porque así como se esperaba, estaba concentrada y envuelta leyendo todas las interminables cartas de respuesta de su enorme familia.
[•••]
Entonces, mientras continuaba el transcurso de la noche. Lauren empezó a leer la carta que le había enviado Louis, donde especificaba que el detalle de la flor era algo que el decidió de un momento a otro, porque recordó que a Lauren le gustaban las flores blancas. Agradecía también por los saludos que había mandado, y contaba que las hermanas Dhollen ahora iban a la panadería, y que como lo veían tanto a él como a su abuelo algo manchados con harina, huevo y levadura, los trataban con bastante asco, tanto que una vez su abuelo quiso echarlas, pero él sugirió que era una mala idea considerando la gran diferencia económica que tenían, y como las mujeres podían tomar una represalia que no estaban listos para afrontar.
Louis era un muchacho muy dulce, tímido y tierno. No solo con Lauren sino con todo el mundo en general, pero de alguna manera en el pueblo había una sospecha de los sentimientos del joven para con Lauren, y viceversa.
Lauren no sentía nada por él, y estaba totalmente segura que él tampoco. Solo que casi nadie parecía creerles. Y eso muchas veces tendía a ser molestoso.
No entendía muy bien, o más bien no sabía cuál de las actitudes de Louis eran las que hacían que aquella sospecha se introdujera en la mente de la gente, podía ser su timidez, o su habilidad para sonrojarse rápido.
El hecho del detalle que tuvo con ella no significaba nada más que eso, un detalle. Pero si se molestaba en explicar eso, lo más seguro era que no le iban a creer.
[•••]
Volvió a poner las cartas en sus respectivos sobres, y las guardó en uno de los cajones de su mesa de noche, como parte del recuerdo.
Frizzy seguía leyendo las suyas, riéndose de tanto en tanto seguramente por las cosas que estaba leyendo.
Ojalá que pronto hayan noticias para que vuelvan a llevar cartas al pueblo, se había animado mucho tanto en el momento que había podido escribirlas y recibirlas.
[•••]
A la mañana siguiente, que indicaba el inicio de una nueva semana, cuyo viernes sería el día del esperado encuentro. Como si de una especie de mala suerte se tratara, algunas cosas empezaron a ir mal.
Mal en verdad.
El lunes, al menos lo bueno que tuvo fue que Frizzy dijo que ya no necesitaba la ayuda de Lauren para peinarse desde entonces, porque después de todo el tiempo que ya estaban ahí, ya podía hacerlo sola.
Lo demás, desde aquel inicio de semana, parecía una maldición. No solo para el par de amigas, sino para la servidumbre en general.
[•••]
Primero, el lunes la reina estuvo con un humor del demonio. No podían ni pasar por su lado, y mucho menos mirarla. Quien se llevó la peor parte de aquel carácter fue nuevamente la princesa.
Ambas discutieron, más bien la reina gritaba a su hija. Porque su peinado no le gustaba, y como si eso fuera culpa de alguien le gritaba y gritaba a su pobre hija, que nuevamente al borde de las lágrimas no sabía que hacer y mucho menos que decir.
Los gritos que se escuchaban hasta la cocina, no dejaban trabajar bien a nadie. Era lunes a penas, y peor inicio de semana no había.
Dentro de la cocina, la preocupación no faltaba. La puerta estaba totalmente abierta, por si la princesa decidía ir ahí al escapar de su madre.
En esa ocasión no pasó, ya que la discusión se daba en la sala Real, y debido a la ubicación de esta en la estructura del castillo, y el insoportable volumen de la voz de la Reina, se podía escuchar todo.
Frizzy parecía demasiado dolida, porque tendía a ser muy sensible en ese tipo de temas. A Lauren le estaba empezando a doler la cabeza, porque se estaba alterando, se estaba molestando y el mal humor se le estaba contagiando, pero para con la Reina. Su buen humor del día anterior se estaba disipando con una rapidez espeluznante.
Felizmente, ni ella ni Frizzy habían tenido más contacto con esta que para la hora del almuerzo y cena, en la cual ni siquiera levantaban la cabeza para mirarla, porque era una orden.
En la cocina habían murmullos. Extrañados de por qué había de pegar tremendos gritos por un peinado. Nadie atreviéndose a salir por miedo de chocarse con la reina, todos orando porque llegue el Rey a calmar a su esposa, o que llegue el príncipe y haga algo para ayudar a su madre, porque si una de las sirvientas iba, iba a ser muchísimo peor para ellas.
Lauren sabía que no podía ir, no en esos instantes al menos, su pierna temblaba y la expresión en su rostro hacía notar un profundo enojo, disimulaba lavando los trastes, pero se notaba que de buen humor no estaba. Frizzy, estaba más bien muy afectada, algo asustada, su rostro reflejaba mucha preocupación y mientras lavaban los trastes un temblor en su labio interior era señal de que la pobre muchacha también quería llorar.
Los sollozos de la princesa se escuchaban arriba, nadie sabía que hacer, todos tenían miedo, y otros tantos no hacían nada porque estaban acostumbrados.
Octavia miró directamente a Lauren, y le prohibió moverse de la cocina, pidiéndole también que no haga nada.
Octavia era jefa de Lauren, y la iba a obedecer, a pesar del temblor en su pierna y el enojo que subía por su cuerpo. Qué podría ganar además, delante de la Reina Lauren no tenía oportunidad, y la impotencia que le generaba no poder ayudar a la princesa la ponía de un peor humor del que con el que ya estaba.
No podía hacer nada. Nadie podía hacer nada. Llevaba menos de un mes en castillo y ya sabía que a veces ni el propio Rey se metía en esos asuntos.
Y eso la enojaba más porque la princesa también era su hija.
[•••]
Lágrimas empezaron a salir del rostro de Frizzy, que dejó los trastes a un lado, para intentar ocultar su rostro para que no la vean llorando.
Lauren, se agobió por aquello y también dejó de lavar los trastes un momento. Para ver como estaba la morena, que cubrió su rostro y pareció olvidar muchas cosas que respetaba sobre el espacio personal de Lauren. Con las manos cubriendo el rostro, se acercó a Lauren y se echó a llorar disimuladamente en su hombro.
Una especie de electricidad invasiva el cuerpo de Lauren estuvo a un pelo de hacer reaccionar bruscamente. Pero su mente, pudo tomar acción antes e impedir aquello.
La dejó hacerlo, porque ambas eran amigas, porque la apreciaba, y si necesitaba consuelo ante algo que la pusiera sensible, sus incomodidades físicas tenían que ser dejadas de lado.
Pero como siempre su cuerpo se tensó y no pudo corresponder en nada, pareció encogerse y bloquearse.
Pero tampoco se alejó. Los gritos de la reina seguían retumbando en su cabeza, e imaginar cómo estaba la princesa era algo que le dolía tanto a ella, como a la morena.
Frizzy terminó separándose después de unos momentos, mientras aún cubría su rostro. Para luego retirar las manos del mismo mientras limpiaba sus lágrimas bruscamente. Le pidió perdón a Lauren por si la había incomodado, ante lo cual esta negó aclarando que no había pasado nada.
A pesar de que aquella reacción de Frizzy no pueda generar ninguna sospecha, y de que había llorado a penas unos segundos de la manera más suave y disimulada posible, ambas tenían que cuidarse. Frizzy pudo recomponerse, y afortunadamente en el bolsillo de su delantal Lauren tenía un pañuelo, que le pasó a la muchacha por si necesitaba sonar su nariz.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro