
XLIII
𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1880 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨
Una sonrisa amable iluminó al joven de los cabellos claros. Acomodó su cabello con los dedos, y optó por retomar una postura mucho más erguida.
—Bueno, creo que el tema de su trabajo se puede solucionar.—dijo, como si una idea se le hubiera ocurrido. Así entonces hizo silencio un par de segundos—Lo que diré a continuación, suena malo, desde algún punto de vista puede serlo, ya que estaría tomando beneficio de mi posición, pero por órdenes mías creo que no habría nada que reclamar contra su persona. Puedo hablar con la señora Karoma, y con Octavia, así su permiso sería formal, evitando así cualquier tipo de inconveniente que pueda tal vez tener.—habló con algo de diversión.
Lauren hizo lo mejor por dar una respuesta, pero al no saber que responder exactamente una vez más. Asintió levemente con la cabeza. Esa había sido una idea muy brillante, a pesar de que como había dicho el príncipe, los métodos para su ejecución podían ser alguna manera algo cuestionables.
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El príncipe suspiró con algo de alivio ante la respuesta positiva. Al mismo tiempo que parecía sentirse liberado de algo.
—Confieso que una de las razones por las que no me animaba a hacerle presente esta inquietud era por un cierto miedo a su respuesta.—volvió a decir con tranquilidad —Lamentablemente estamos sumergidos en una mentalidad regida por una serie de clases sociales que considera incorrecto o como una barbaridad el hecho de algún tipo de interacción de afinidad entre nosotros, se usan argumentos como igualarse a alguien en una forma despectiva cuando en realidad es eso a lo que deberíamos apuntar. Pero el prejuicio en nuestras mentes parece muchas veces nacer con nosotros, estableciendo como incorrecto incluso el hecho de que yo le esté hablando, o que usted esté mirándome a los ojos. Aunque si soy sincero, aquel tipo de regla jamás ha sido algo que haya obedecido por completo.—confesó.
—Se nota un poco—contestó Lauren, casi sin pensarlo mucho, con un poco de sarcasmo, que a pesar del neutro y serio tono de su voz, podía llegar a notarse con sutileza.
A Thomas eso le provocó una risa sincera y suave, al mismo tiempo que se encogía de hombros con algo de gracia.
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—Bueno, dígame entonces que día podría usted.—habló amablemente mientras juntaba sus manos—Hoy es un martes, generalmente de lunes a viernes son días pesados tanto para sirvientes como para la familia en general, pero tanto el sábado y el domingo son relativamente un poco más tranquilos, al menos para nosotros, pero supongo que dentro de la servidumbre las cosas no varían casi en nada. Por eso, quisiera saber si su disponibilidad sería coherente con algún día y momento del mismo donde al menos la carga de su trabajo no se vea tan pesada como usualmente.
—Estaría a su disposición, su majestad.
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El príncipe se quedó pensando unos segundos, mientras fruncía los labios un poco al hacerlo, dándole una expresión más aniñada a su rostro.
—¿El viernes de la próxima semana estaría bien? A las cuatro de la tarde.—propuso el joven de la realeza, con algo de timidez y duda en su voz.
Lauren estuvo de acuerdo. El príncipe nuevamente suspiró más tranquilo.
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—Pasaré por usted ese día entonces.—dijo el príncipe.
—¿pasar por mí?—preguntó Lauren, mientras un ceño fruncido y una expresión de incredulidad adornaba su rostro.
—Claro que sí, es lo mínimo que podría hacer. Soy yo quien la está invitando, ¿Qué tipo de delicadeza sería la mía si es que no lo hago?—contestó el príncipe con elegancia en su voz.
Aquella declaración, trajo de nuevo un poco de aquella buena vergüenza a Lauren.
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Hubo un momento de silencio.
—Bueno, ya no interrumpo más su trabajo—dijo tranquilamente, cambiando el tema—Puede retirarse, lamento una vez más todo lo que ha pasado, prometo que desde ahora por más distraído que esté siempre me fijare por donde estoy caminando.—suspiró—Todavía me quedaré un momento, a continuar la lectura de algún libro que dejé a medias. Espero no se sienta incómoda por mi presencia, y si ese fuera el caso, dígamelo directamente, y me iré sin ningún problema.
—No, no me molesta—contestó Lauren.
Era una mentira, pero no una completa. Es decir, por una parte estaba mintiendo y por la otra no.
Sentía un tipo de mirada diferente en el príncipe hacia ella, pero no una invasiva, irrespetuosa ni acosadora como la de Alex Douglas. Esta era más bien una curiosa, sumamente respetuosa, y amable.
Desde las declaraciones de la princesa, esa parte de ella que bloqueaba la posibilidad de creer que el príncipe se fijaba en ella, se desbloqueó por completo. Y gracias a estas también se le era algo incómodo porque ella sabía, pero él no tenía idea de que ella lo hacía.
De alguna manera toda su incomodidad se veía reducida también, debido a que el hijo del Rey era una de las personas más agradables, amables, respetuosas y elegantes que alguna vez había conocido. Aún así, había tenido malas experiencias cuando alguien se fijaba en ella, y los eventos con Alex Douglas y todo lo que estos desencadenaron no se borraron ni se borrarían de su mente.
Cada persona era diferente, y el príncipe definitivamente era alguien totalmente opuesto ante la engañosa y asquerosa actitud del joven Douglas, que felizmente estaba ya muy lejos.
No era muy fanática de atraer la atención de las personas, sobretodo la atención de un muchacho, no sentía que vaya acorde con ella, no le brindaba comodidad, y eso no era culpa del príncipe, sino de la extrañeza y absolutamente nada familiar que le resultaba a Lauren.
Y posiblemente que en ese mismo sentido, no había sentido lo que era que alguien esté interesado en ella, y que lo exprese de la manera buena, en un sentido en que la incomodidad que le cause el hecho de que alguien la mire se atenúe e incluso pase a segundo plano.
Después de todo, nada de eso había sido tan malo. Aún así, el mejor día no era.
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Con una reverencia se alejó se donde estaba el príncipe, mientras volvía a donde estaban el trapeador y la cubeta. Bastante agradecida también, porque podía volver a reanudar su tarea, para así no demorar más de la cuenta.
En el camino a aquello, volvió a ver hacia al fondo, donde vio a Frizzy inicialmente.
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La muchacha seguía ahí, y cuando volvió a ver a Lauren cerca de la cubeta, la miró divertidamente. Había dejado de burlarse y reírse en silencio, porque ya se había quedado sin aire pero aún en su sonrisa había un ambiente muy divertido y burlón. A pesar de eso, quería saber que había pasado, porque por lo lejos que estaba no entendía lo que el príncipe le estaba diciendo a su amiga.
Ambas reanudaron su trabajo con normalidad. A Frizzy de la nada, le venían impulsos de la nada para reírse de nuevo, ante lo que terminaba tapando su boca para no hacer ruido y ver una manera de calmarse.
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Por su parte, Lauren limpiaba el piso entre los pasillos que formaban los estantes. Dejándolo limpio, y moviendo la cubeta cerca de ella cada que avanzaba. Y cada que veía a Frizzy queriendo tener un impulso de risa, a pesar de la distancia que las separaba en el ambiente, le dirigía una mirada seria y un gesto para ayudarla a calmarse.
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Unos cuantos minutos después, sintió que con algo de dificultad y todavía algo de dolor el príncipe se levantó, y se dirigió con mucho cuidado al estante más cercano a su mesa de lectura, sacó un libro de la parte más alta sin problema por su alta contextura, y volvió a la mesa a sentarse con el mismo cuidado.
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Pasaron talvez un par de horas después de aquello.
Tanto Lauren como Frizzy estaban agotadísimas, pero felizmente ya les faltaba muy poco. El príncipe también se había quedado durante ese tiempo, sumergido en la lectura del libro que había sacado, sin volver a hablar con Lauren, en silencio, y en un silencio totalmente pacífico.
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Después y en un momento repentino el príncipe cerró el libro, haciendo que el sonido de la tapa de este se note en el eco del enorme y casi vacío ambiente.
Al mismo tiempo alguien nuevo entró en la biblioteca.
Casi corriendo, el consejero del hijo del Rey entró al ambiente, divisando a su amigo en una de las mesas y calmándose por ello.
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—Thomas te estoy buscando, me dijiste que no te demorabas. Debí suponer que te metiste acá.—dijo, yendo al encuentro de su amigo aun sentado en una de las mesas.
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El príncipe se levantó de la mesa con tranquilidad, y volvió a acomodar el libro que había sacado del estante.
El consejero lo alcanzó e iba a seguir hablando, pero se percató de la presencia de dos sirvientas en la biblioteca, reconociendo a Lauren inmediatamente a quien miró unos segundos, para luego mirar a su amigo, y repetir la acción un par de veces.
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Pareció emocionarse un poco, y con una sonrisa divertida se acercó a susurrarle algo a su amigo, como avisándole. Este le contestó con un golpe amistoso en el hombro, y le susurró algo de vuelta.
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—¿En verdad?—dijo el consejero, un poco más fuerte por la impresión que había en su voz.
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Dylan volvió a mirar a Lauren, que a pesar de estar limpiando sin mirar la situación más concentrada en us propios asuntos y trabajo, sabía lo que estaba pasando, pero prefería ignorarlo y fingir que no lo estaba escuchando para así no crear un nuevo ambiente incómodo, no después de que este haya logrado ser eliminado al menos en un buen porcentaje.
Lauren estaba de espaldas limpiando, pero sentía la mirada del consejero en su nuca, cosa que no fue precisamente de su agrado. Pero tenía que seguir con su trabajo, y en esos momentos para ella era mejor no hacerse ideas y fingir que no pasaba nada. A pesar de que solo quería que la dejen de mirar.
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El consejero empezó a hablar con su amigo molestándolo divertidamente por algo. No se escuchaba muy bien lo que le decía, porque a pesar del eco, este no permitía escuchar bien las palabras, además el tema que discutían no debía importar demasiado.
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—La vas a asustar, ya no la mires. No es para tanto.—Escuchó claramente decir al príncipe Thomas, que se dirigía a su consejero.
—Es que no me lo creo.—contestó el consejero aún abrumado.
El príncipe soltó una risa nasal.
—Ya, vámonos—habló con su consejero tranquilamente.
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El joven Dylan tardó en reaccionar pero pudo hacerlo. Accediendo a la petición del príncipe.
Ambos jóvenes se dispusieron a salir de la biblioteca. El príncipe esta vez fue muy cuidadoso en mirar al suelo, advirtiendo también a su consejero que ambos caminen con mucho cuidado.
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En el camino de los jóvenes Lauren no pudo evitar mirar hacia atrás girando su cuerpo un poco, y apoyándose en el trapeador un momento. La curiosidad la venció en ese momento.
El príncipe que ya empezaba a ir de salida junto a su amigo, también se giró un poco mientras caminaba. Mirando hacia atrás también.
Pudieron mirarse unos segundos más, Thomas con mucho respeto y amabilidad levantó su mano casi a la altura de su hombro y la agitó levemente para despedirse mientras seguía caminando.
Lauren correspondió al gesto con una reverencia, mostrando el mismo respeto.
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A pesar de eso, ninguno se volvió voltear. El príncipe parecía caminar de espaldas, y en un momento su consejero le dio un gracioso golpe en la nuca con la palma de su mano.
—Ya desembóbate.—le dijo.
El príncipe reaccionó algo adolorido por el repentino golpe llevando una mano a aquella parte detrás de su cabeza, y se volteó, volviendo a caminar normalmente, mientras le daba un empujón amistoso al consejero, que se lo devolvió riéndo.
Así ambos muchachos salieron de la biblioteca de palacio, con cuidado pero empujándose de manera divertida y repetida.
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Lauren se quedó mirando y esperando a que el príncipe termine de salir, mientras se apoyaba un poco mejor en el trapeador.
Vio que en general, cada que estaba con su consejero, y por el hecho de que este era su mejor amigo, su decaída actitud de siempre podía dejar de estar presente por un momento.
En verdad, e indiscutiblemente el príncipe era un buen muchacho. Un buen hombre. Era ella quien se incomodaba por sus asuntos, y cosas inevitables en su carácter, fuera de eso, la actitud del príncipe, y lo respetuosa que era la misma, no tenían nada que ver con la extrañeza y desagrados de Lauren.
Pero, el hecho de que la noticia y que el encuentro e invitación del príncipe hayan sucedido solo en un día, hacían las cosas más incómodas y extrañas de lo que en realidad eran. Solo necesitaba un tiempo, para tomar la situación sin tantas vueltas.
No creía que esa sensación incómoda se vaya completamente, porque no podía consigo misma. Y era su culpa, cosas suyas que no podía cambiar aunque quisiera.
Vio que el príncipe se alejaba, y como su alta y delgada figura desaparecía por los pasillos en compañía de su fiel amigo y consejero.
Se distrajo un poco con eso, hasta que de un momento a otro sintió que alguien tocaba su hombro.
Sabía que era Frizzy, pero debido a que aquel contacto vino de sorpresa, su cuerpo no se preparó para el terrible desagrado que este le causaba, por lo que la reacción del mismo fue zafarse bruscamente, mientras se giraba a ver a la muchacha con un ceño algo fruncido por la incomodidad que había tenido.
Frizzy, que en un segundo había atravesado el lugar para llegar donde su amiga con el trapeador en una mano, olvidó por instantes el extraño desagrado de su amiga por el contacto físico.
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—Perdón—terminaron diciendo las dos al mismo tiempo. Lauren, porque no era su intención que Frizzy se sienta mal por su brusco alejamiento, y Frizzy porque no había respetado la comodidad de su colega debido a un momentáneo olvido.
Frizzy, empezó a reír después.
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—Ya bueno. No pasa nada —dijo quitándole importancia con un gesto en la mano. Haciendo silencio unos segundos, y estirando el cuello para ver la salida del lugar, verificando la lejanía de las dos personas que antiguamente habían entrado hace poco —Y ¿Qué te dijo el príncipe?—empezó a dar pequeños saltos de la emoción volviendo a dirigir su mirada a Lauren—Solo escuchaba algunas palabras, no entendía bien porque estaba lejos. No quería ir a ayudar cuando vi que casi se rompe la espalda, porque me iba a reír. Además, tu ya te habías acercado, y si yo iba me iba a sentir como tercera rueda, porque a pesar de que nos hubiese agradecido y toda esa historia, de todas formas estaría esa cosa que me hace sentir como que sobrando. Pero Dios, tenías una cara de que querías morirte en ese instante de lo incómoda que estabas, considerando que toda situación no te gusta, y te incomoda muchísimo. Que mala suerte para tí en este día. Perdón por haberme burlado, pero es que el hecho de que te haya pasado todo en un día, bueno en unas horas técnicamente, me dio mucha risa—mencionó Frizzy—Pero al final ¿De qué estuvieron hablando? Claro, solo si me quieres contar.
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