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XLI

𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1880— 𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨

     Durante las horas que pasaron, antes del almuerzo de ese día, ambas sirvientas se mantuvieron lavando los trastes, las cocineras seguían preparando todos los menjunjes y el ambiente se calentó debido al calor de las ollas y el humo que votaban por lo caliente de su contenido.

     El día había amanecido nublado, y un presentimiento general avisaba que en cualquier momento un frío terrible azotaría la ciudad más que otros días.

     Frizzy hasta el momento no bromeó con el tema de la confesión de la princesa sobre su hermano, pero por el estado en el que estaba viendo a Lauren, como si una terrible guerra sucediera en su cabeza, le causaba gracia.

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     Aquel día y después de que aproximadamente falte a penas una hora para el almuerzo, y que la famosa hora del té ya había pasado tranquilamente, Celine entró a la cocina, algo preocupada.

     Ya la habían conocido, era una mujer de casi la edad de Octavia, de cabello marrón canoso y ojos marrones también, bastante alta, gordinflona y de la edad de Octavia aproximadamente.

    Solicitó que necesitaba ayuda. Que la biblioteca personal del castillo estaba y necesitaba ser limpiada, pero que todos los sirvientes oficiales de su sección ya estaban dispersos por el castillo desempolvando, ordenando, y trapeando el lugar.

    Octavia miró a Frizzy y a Lauren, ambas sirvientas dejaron su trabajo con los trastes y las otras dos sirvientas que secaban los platos tomaron su relevo, haciendo las dos tareas al mismo tiempo.

     Lauren aprovechó para secar sus manos con un trapo cercano a los trastes que servía para eso, Frizzy por el apuro solo secó sus manos en el delantal.

     Que se retiren también implicaba su ausencia en el servicio del almuerzo, ya que estarían en aquella biblioteca dentro del castillo para limpiar todo lo que les digan para hacer. Lo cual se vería solucionado, por sirvientes llevando más cosas y tal vez otro par de personas para el reemplazo.

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     Ninguna de las dos conocía el lugar todavía. La jefa de la limpieza caminó delante de las dos muchachas para así poder seguirlas en su camino fuera de la cocina.

    Así entonces, y en silencio, la siguieron. 

     Celine, que no era de explicar muchas cosas, por esa ocasión decidio dar un par de aclaraciones, agregando también una lista de instrucciones.

     —Sé que ya van dos veces que se las llamo para algo de limpieza general, pero es que en realidad necesitamos ayuda, cuando lleguen y sean contratados más sirvientes, ya no tendrán estos problemas y solo estarán en la cocina. La biblioteca del castillo es muy distinta a la biblioteca nacional, ya que aquí en palacio es solo una gran habitación y no una construcción entera. Deben desempolvar todo lo posible, y limpiar el suelo.

     Frizzy soltó un pesado suspiro al escuchar la parte del suelo, porque eso implicaba, barrer, trapear o encerar. Y esas eran las tres tareas menos favoritas de la morena.

     Lauren en cambio estaba en silencio, sabía que cosas así pasaban en su trabajo, ambas eran jóvenes, y era obvio que se iba a aprovechar eso para tener la ayuda suficiente en el castillo, que a pesar de su gran cantidad de sirvientes siempre parecía necesitar más. Ambas ya habían conocido a Celine, el día que las mandaron a limpiar el ambiente donde la princesa tenía sus clases de música, mismo día en el que inició la amistad oficial y secreta entre ambas sirvientas y la joven de la Realeza. 

     Así como había dicho Octavia una vez, Celine aparecía de vez en cuando, andaba ajetreada y no era muy habladora. Se veía también algo demacrada por todo el estrés que le daba el trabajo.

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     Caminaron detrás de ella, la siguieron por otra cantidad de pasillos, por los cuales no habían pasado antes. Así terminaron al otro extremo del castillo, cerca a la torre norte.

     Cruzaron dos ambientes totalmente vacíos, que no se sabía para que habían de servir porque no había nada. Así llegaron a una gran puerta de madera, del color de la misma. Fina, enorme, y con preciosos diseños tallados.

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     Empujando la puerta, Celine la abrió. Y el interior de aquel ambiente, golpeó a Lauren con todos los recuerdos que alguna vez vivió en la gran biblioteca nacional.

     Era cierto, que aquel ambiente en palacio, era solo una habitación inmensa, pero que comparada con la biblioteca nacional a penas era una sección. Aún así eran parecidas, el silencio, el olor particular que tenían los libros, la intriga que causaba entrar a un lugar repleto de lecturas.

    Por un momento, la manera en cómo su mente y todos sus pensamientos aún querían atacarla a pesar de haber podido controlarlos, paró por completo. Miró el lugar, y todo a su alrededor. También tenía estantes, libros en todas partes, mesas con sillas, y para ese momento estaba completamente vacía.

     Su querido amigo Vladimir Gees le vino a la mente, junto con una sensación terrible de nostalgia. Estaba a penas una semana en el castillo, pero cuanto lo extrañaba. Al menos en el pueblo, podía verlo de lejos en las mañanas, lo extrañaba a él, a Gerard, y a todas las personas que fueron tan buenos con ella, a quienes consideraba amigos. Esperó que la respuesta a las cartas llegara pronto, en menos de una semana sería excelente. A pesar de estar lejos, y que la única comunicación posible era un papel que demoraba en ser entregado, y cuya respuesta demoraba de la misma forma.

     La cantidad de cosas en las que se puso a pensar antes de eso, se redujo a solamente uno. Cosa que afortunadamente solucionó la mayoría de las cosas, dejó de pensar en las palabras de la princesa, y la sensación que esas le habían causado

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     En la esquina, habían dos grandes cubetas de agua con sus respectivos trapeadores. Celine se los otorgó a ambas empleadas, y dijo que solamente ellas dos habían de limpiar todo el espacio, y que lo sentía por ello, ya que todos estaban más ocupados, y se habían quedado sin personas extra para poder limpiar todos los espacios que necesitaban en el castillo. Indicó también, que después de trapear todo el lugar, con unos pequeños trapos de tela podían ir desempolvando las cosas.

     Celine, supo que se tenía que ir ya, porque tenía miles de cosas que hacer. Dentro de la habitación llena de libros no había un reloj, y por casualidad preguntó a ambas sirvientas si sabían la hora. Lauren sacó de debajo del cuello de su vestido, su pequeño reloj de mano, y le dio la hora para luego volverlo a esconder entre su ropa.

     Celine, olvidó despedirse, y con un par de indicaciones más, solo se fue.

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     Lauren y Frizzy acordaron dividir el trabajo, cada una limpiarla una mitad del lugar, así podrían optimizar el trabajo.

    Lauren se quedó en la primera mitad, la más cercana a la puerta, y Frizzy fue a la del fondo. Cada una se llevó una cubeta y un trapeador.

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     Ambas no estuvieron presentes para servir el almuerzo ese día, porque iban a demorar una buena cantidad de horas limpiando el inmenso lugar.

     El lugar seguía en silencio, con ambas sirvientas concentradas en lo que habían de hacer. El tiempo fue pasando.

     El hecho de que aquel ambiente le traiga familiaridad y buenos recuerdos a Lauren, hicieron que pueda distraerse de aquella invasiva incomodidad que había estado luchando por seguir ignorando desde que habían escuchado las declaraciones de la princesa.

     Tomó el trapeador con una mano, mojo la parte de abajo en la cubeta de agua y empezó a limpiar. Empezó por todo lo que estaba cerca a la puerta, y minuciosamente fue limpiando cada rincón de la mitad que le había tocado.

     El eco del lugar sólo permitía que se escuche de vez en cuando los pasos ocasionales de las sirvientas, que habían de volver a caminar con la cubeta hasta la nueva parte donde estaban, para así poder seguir con la tarea que se les había encargado. 

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     Hacía frío, más que otros días. El clima de la ciudad azotaba con un típico frío, que a pesar de las puertas cerradas del castillo, este parecía penetrar las gruesas e imponentes paredes.

    Ambas empleadas empezaron a cansarse. En su mitad del gran ambiente Frizzy paraba debido a como le estaba doliendo la espalda al estar tan agachada para trapear, y Lauren también paraba ocasionalmente, para mover sus hombros hacia atrás en círculos, a pesar de que no se había encorvado.

     Lauren podía sentir más frío en su espalda, en la parte baja específicamente. En aquella biblioteca propia del castillo hacía mucho más frío que en otros ambientes.

     Volvieron a pasar unas horas, Lauren volvió a ver su reloj, dándose cuenta que ya eran más de las tres de la tarde, que la hora del almuerzo para la familia Real ya había pasado, y que todos sus integrantes ya debían haber vuelto a sus cosas. El Rey, a la sala del trono, la princesa había de estar en su habitación, la Reina con su dama retocando su maquillaje, y el príncipe junto a su consejero en algún lugar del palacio revisando y estudiando varios papeles de los que tenían que hacerse cargo.

     Supuso que ambas también comerían después de lo usual, porque estaban muy ocupadas aún y les faltaba bastante.

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     Estaba concentrada limpiando todo, y verificando que al mover la cubeta cada que avanzaba, esta no derrame gotas de agua. El suelo quedaba impecable, y eso la reconfortaba por saber que estaba haciendo su trabajo bien.

     Pasó por uno de los estantes, dónde habían muchos libros en otros idiomas, sobretodo en francés. Se quedó mirando unos segundos, pero siguió con su trabajo. Mojando una vez más el trapeador y empezando a limpiar la nueva zona en la que estaba.

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     De pronto, pasos se escucharon en la biblioteca. Pasos nuevos, de alguien nuevo que entraba.

     A un principio Lauren pensó que hasta podía tratarse de Celine y al estar más cerca a la puerta debido a la mitad del ambiente que estaba limpiando, decidió  asomarse desde donde estaba para ver quién estaba entrando.

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     Como si una muy mala suerte la estuviera persiguiendo ese día sin dar descanso, vio que era justamente el príncipe Thomas.

     Apretó el palo del trapeador con mucha fuerza y estuvo a un pelo de soltar una maldición.

     Su propia mente empezó a burlarse de ella, y nuevamente se le vinieron a la cabeza todas las cosas que estaba pensando, y de golpe. 

     La tranquilidad momentánea de su mente respecto al tema, una vez más se fue a la basura esta vez por la presencia de aquel muchacho de cabello claro. Se le hizo incómodo verlo, sobretodo después de todo lo que le habían contado. No entendió, como la presencia de alguien que no la incomodaba antes, ahora le causaba una sensación extraña y una especie de frío en la espina dorsal.

     A pesar de eso, notó que el muchacho estaba desganado, como siempre. Aburrido, y pensativo. Y que había parado un momento para soltar un suspiro.

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     Thomas no podía ver a Lauren porque la muchacha estaba detrás de un estante al cual la vista del príncipe no podía atravesar. Volvió a avanzar y caminaba lento, como pensando profundamente en algo, estaba solo, su consejero y gran amigo no había entrado con él. Al parecer había entrado para despejarse.

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     Con todas sus fuerzas Lauren intentó ignorar las miles de cosas que empezaron a preocuparla, en el sentido que volvieron a abrumar su mente en una manera muy fuerte.

     Frizzy estaba lejos, en el mismo ambiente pero lejos. La muchacha del cabello negro, casi por primera vez en sus cortos 21 años no supo que hacer.

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     Trató de convencerse que todo lo que había pasado no era para tanto, que tenía que pretender que no lo había escuchado, y que no tenía idea de aquello, así eso le servía a ella para dejar de sobrepensar las cosas como siempre. Sobrepensar todo era uno de  sus defectos, si algo tenía que aprender era a dejar las cosas un momento al lado, dejar de pensar y darle vueltas a las cosas. Porque al fin y al cabo, se hacía daño a sí misma.

     Porque si en algún momento, el joven hablaba con ella, no podía decir lo que sabía, porque era un secreto, y porque no podría avergonzar a nadie de esa manera. Desde ese día estaba enterada, el tema tenía que ver con ella, pero no iba a hablarlo con nadie, desde ese día también supo que ese sería un tema que no querría tocar, con nadie. Porque era mejor no darle continuidad, dejándolo como está, en secreto.

      Pero de todas formas, no podía evitarlo,  se le hacía incómodo, demasiado incómodo en realidad. No estaba muy interesada ni le emocionaba la idea de que alguien tenga curiosidad por ella, no era algo que le haga ilusiones ni la haga pensar cosas irreales. Solo se sentía más observada, y eso no le gustaba. El caso de que sea el príncipe cambiaba todo y no cambiaba absolutamente nada al mismo tiempo. Eso lo hacía más extraño aún.

     Consideró aquello como un gran halago, porque ella no era más que una sirvienta, y ante la gran cantidad de servidumbre que había en castillo, se estaban fijando en ella a pesar de que sea una simple curiosidad o interés no romántico.

     Aún así, seguía siendo muy raro.

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     Al parecer el príncipe no notó la presencia de ambas sirvientas, mientras entraba con un peculiar ceño fruncido, las manos detrás de la espalda y una notable confusión ante algo dentro de su cabeza.

     Caminó sin mirar a los costados.

     Pasó específicamente, por una zona que había sido trapeada hace poco por Lauren, por lo cual todavía seguía algo húmeda. Y se podía notar desde algo lejos, pero al parecer el príncipe no estaba lo suficientemente concentrado cómo para notar eso.

     Algo se venía venir, y lamentablemente pasó antes de que si quiera Lauren tenga la reacción de decirle que no pase por ahí.

    El joven de la Realeza resbaló, y cayó hacia atrás en seco, con un fuerte sonido producto del golpe. La caída de alguna manera, le recordó mucho a las constantes y frecuentes que tenía su consejero.

    Thomas era un joven muy delgado, y el sonido que hizo al caer no sonó normal, no se había hecho daño, pero tampoco significaba que aquello no había dolido.

     Quedó en el piso recostado, y quejándose. Lauren se deshizo del trapeador, apoyándolo en uno de los estantes, y se acercó a la zona cuidadosamente, para no tener la misma suerte, y ayudarlo.

     Al parecer, por lo lejos que estaba Frizzy, no había escuchado. A pesar del eco debido a lo vacío del lugar.

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     El príncipe aún no se percataba de la presencia de Lauren, porque estaba recuperándose del dolor.

     Lauren al llegar a su costado, dudo mucho en si ayudarlo a levantarse, porque no quería tocarlo, no sabía si debía hacerlo, y a su cuerpo no le gustaba tocar gente.

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    Decidió dejar todas sus inquietudes mentales y profundas incomodidades a un lado. En el silencio que había llegado tomó con inseguridad todavía el brazo del príncipe que después de segundos de susto por la sorpresa, se dejó ayudar.

     Lo ayudó a levantarse, y por el golpe que se había dado este aún seguía adolorido. Thomas logró ponerse de pie, chocaron sus cabezas por accidente en aquella ayuda, y en eso Lauren terminó sintiendo la nariz del joven chocar en su ojo. Y hubiera sido divertido, si fuera porque Lauren sin poder controlar mucho su cuerpo lo soltó bastante rápido.

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