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V

𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬,1880 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨

    Así fue entonces, la muchacha salió del lugar de venta y fue a tomar otro carruaje para salir del puerto, esta vez rumbo al mercado, porque tendría que comprar unas cuantas verduras más para la comida de aquel día.

    Su tiempo se había reducido un poco, debido a lo que estaba contando la vendedora en el puerto, sobre los planes que tenían para la vuelta de su majestad, el príncipe.

    Aún así el viaje de regreso, fue bastante tranquilo y sin preocupaciones. Lauren subió al carruaje, se acomodó el vestido, y puso la canasta a un costado. Se sentó erguida, y así estuvo todo el viaje. Así era su postura, no solo cuando salía a la calle, sino cuando trabajaba e incluso cuando tenía momentos de sentarse a descansar. Ella misma se había exigido y obligado a ser así desde pequeña, por su propio bienestar físico, para evitar así los dolores de espalda que podían aquejarla por su atareado trabajo.

    Tenía que tener buena postura, la espalda recta, por salud. Se había acostumbrado tanto a aquello, que relajar sus hombros trayéndolos hacia adelante se le hacía sumamente incómodo y ya no podía hacerlo.

    Se hizo tronar los dedos de las manos de un momento a otro como un pequeño impulso, ya que le gustaba el sonido que hacía el aire acumulado entre los huesos de estos al momento se apretarlos de manera específica, más aún cuando hacía tronar todos los dedos se su mano al mismo tiempo, y el sonido salía en coro. Era un mal hábito, lo sabía, podía resultar molesto para otros, pero no podía reprimirlo ni evitarlo.

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    Al llegar el carruaje a su destino después de unos 20 minutos, la muchacha pagó nuevamente por el servicio sin olvidar agradecer por el mismo, bajó del transporte y se dirigió a la zona de verduras del mercado, donde terminaría de comprar los ingredientes para aquel platillo especial que le habían pedido las Dhollen para el almuerzo, el cual era la razón principal por la cual había salido tan temprano en la mañana a comprar pescado.

    Cada que le mandaban a comprar cosas, tenía que salir temprano en la mañana. Compraba todo antes, para llegar a la casa a preparar el desayuno, servirlo, y luego preparar el almuerzo con lo que había comprado en la mañana, para no tener que salir después y perder tiempo para todas sus demás tareas y exigencias diarias. Hacer eso, ordenaba su rutina, y hacía que cada actividad que le encargaban tenga una hora y un orden. Era muy disciplinada y estricta con ella misma, con sus horarios sobretodo. Los necesitaba, para hacer las cosas bien, para no ganarse problemas cometiendo un error.

    A medida que fue comprando lo que faltaba según la lista que hizo el día anterior, fue acomodando todo en la canasta con cuidado. Ya tenía pescado, zanahoria, perejil, champiñones y unas cuantas cebollas. Revisó lo último que tenía en la lista, espárragos, caminando entre los puestos de verduras para comprar los que parecieran ser los mejores.

    Terminando de hacerlo, volvió a guardar la lista en el bolsillo de su delantal, y con la canasta ya llena con todo lo requerido se retiró del mercado.

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    Al estar el mercado en una zona más cercana a la casa de las Dhollen, no había necesidad de tomar otro carruaje, porque no tomaba mucho tiempo ir caminando.

    A pesar de eso, Lauren tomaría un atajo que haría que llegue un poco más rápido, pasando justamente por la calle donde vivía la familia de Hope, la niña a la que le había enseñado a leer.

    Cargando la canasta en el brazo derecho se fue, caminando por aquel atajo a un ritmo normal.

    Se preguntó si es que Hope estaba fuera de casa, jugando con sus amigas o con los vecinos que vivían por su calle. Era Domingo así que era normal que los niños salgan de casa a jugar un rato, sin alejarse mucho de su casa, para no preocupar a sus padres.

    Al estar pasando por la calle, y como lo había pensado, sí estaban los niños jugando, con pelotas o corriendo de un lado a otro. Vio a la niña a unos cuantos metros, en la calle, sola y sentada en la vereda, jugando con su muñeca de trapo, encerrada en su mundo de juego y fantasía.

    Pensó en solo saludarla un momento, para no interrumpir el juego de la niña, y llegar rápido a su destino.

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    Habían entablado una amistad, inusual pero buena, el carácter de Lauren se suavizaba mucho con la niña, y la misma parecía ver a la muchacha como un ejemplo, con gran admiración. Era Lauren quien le enseñó a leer, a escribir, Hope no tenía las oportunidades para ir a la escuela, sus padres no tenían el dinero para hacerlo, ni siquiera tenían una educación suficiente para poder transmitirla a su hija.

    Los Annighan estaban agradecidos con Lauren, Hope era su única hija, y les dolía no poder darle todo lo que querían darle. Su padre trabajaba en la mina y su madre tenía trabajos ocasionales tejiendo suéteres a pedido, eran una familia pobre, y acomodada.

    El cumpleaños número 7 de la niña se acercaba, en unos cuantos días, Lauren sabía que la niña quería un libro de cuentos infantiles que vio una vez en la biblioteca, Hope se lo contó en secreto porque no quería exigir algo a sus papás sabiendo que no podían comprárselo. Hope no sabía del plan de Lauren entonces, que desde que la escuchó se propuso comprarle el libro para regalárselo.

    Sería algo difícil debido al poco dinero que le daban las egoístas Dhollen, pero qué importaba, se las arreglaría para reunir el suficiente, y darle el soñado regalo a su pequeña amiga.

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    Todo eso, aquellos gestos también era la parte del gran misterio del carácter de Lauren. Era muy seca, muy reservada, pero sus sentimientos seguían siendo los mismos, y claro que los tenía. Pero no podía efectuar su aprecio por otros en contacto físico, porque le incomodaba mucho.

    La seria expresión que tenía todos los días dejaba a las personas preguntándose por qué parecía estar molesta todo el tiempo, cómo es que casi nunca sonreía, que hacía que sea tan reservada, por qué no le gusta que la toquen, o cómo es que podía transmitir un carácter tan fuerte si ni siquiera hablaba mucho.

    Hope pensaba que Lauren solamente era muy renegona y amargada, pero así  la quería, también llegó a pensar que no sabía sonreír, razón por la cual cada vez que se encontraban y hablaban, graciosamente al posaba su mano en los labios de Lauren para con sus pequeños dedos estirar los mismos formando así lo más cercano a una sonrisa en el rostro de la muchacha.

    El contacto físico incomodaba a Lauren, pero no le decía nada, no quería hacerla sentir mal diciéndole eso, era solo una niña.

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    Siguió caminando, y a medida que fue avanzando para saludar a la pequeña,  vio como dos niños se le acercaron, al parecer eran algo mayores que Hope. Uno de ellos, el más alto le arrancó la muñeca de las manos bruscamente, y el otro la jaló del cabello, de una de las trenzas que le había hecho su mamá.

    La niña se paró, y empezó a reclamar por su muñeca, mientras los dos niños no hacían más que elevar el brazo para que no la alcance y pasársela entre ellos. Entre tanto y tanto aprovechaban para volver a tirar de sus trenzas,  disfrutando molestarla, riendo a carcajadas por la tristeza y desesperación de la niña que ya tenía ganas de llorar.

    La escena, empezó a enfadar a Lauren, más aún cuando vio que nadie parecía tomarle importancia.

    Fue donde estaba ocurriendo el suceso, sus cejas se juntaron en su frente en una expresión de genuino enfado. Esos niños no tenían derecho de molestarla así, por más de que solo estén jugando. Molestar a alguien no era una forma de divertirse, y ser un niño no podía justificar el hecho.

    Lauren trataba de mantener la calma al enojarse, y entre sus planes solo estaba devolverle la muñeca a Hope sin hacer mucho problema. Pero al ver a la niña empezar a llorar bastante debido a que uno de los tirones de cabello fue muy fuerte, haciéndola caer al suelo, sintió una corriente por su cuerpo, llenándolo de una indignación tremenda.

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    —¿Por qué les parece gracioso lo que están haciendo? —Habló seriamente parándose delante de la escena, ambos niños pararon en seco lo que estaban haciendo, y sus risas callaron al instante. El más alto, que tenía la muñeca en sus manos a la muñeca de trapo de la niña, hizo un ridículo intento de esconderla tras su espalda.

    Hope quien después de levantarse del suelo, hipaba, tenía las mejillas llenas de lágrimas y el vestido sucio por la caída, al ver a Lauren fue corriendo a esconderse detrás de ella, sosteniéndose de la falda de su vestido.

    Ninguno de los niños habló por un buen rato, pensaron que a nadie le iba a molestar el hecho, que nadie les diría nada. Los habían tomado de sorpresa, y justo la persona que menos querían que lo haga.

    La muchacha levantó las cejas, en señal de que seguía esperando una respuesta, haciendo que sus ojos se vean mucho más grandes, más intimidantes, más enfadados.

    —Solo estábamos jugando, ella es la que está exagerando —Respondió esta vez el niño más bajo, inflando el pecho, tratando de justificarse.

    —No pregunté qué estaban haciendo pregunté por qué les parece gracioso. —Respondió la muchacha con una firmeza y severidad notoria.

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    Los niños se miraron, preocupados, asustados, volviendo a quedar en total silencio, sin tener idea de qué es lo que responderían.

    La niña seguía detrás de Lauren sollozando, aferrada a la falda de su vestido. La muchacha volvió a esperar una respuesta mientras miraba a ambos niños, esta vez con el ceño fruncido.

    —No lo sé. —Respondió momentos después, el más alto en voz baja.

    —Entonces. —Volvió a decir la muchacha reprochando, ambos niños bajaron la cabeza mirando sus pies y jugando con estos, incapaces de sostener la mirada de Lauren.

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    La muchacha extendió la mano izquierda, la que estaba libre de la canasta. Y aquel gesto fue suficiente. Los niños entendieron inmediatamente y apenas vieron el gesto, el más alto que era el que tenía la muñeca se la entregó a Lauren.

    Con otro gesto, Lauren los invitó a retirarse, y los dos niños se fueron muy apresurados, todavía con mirando al piso, para evitar mirar a los ojos a la muchacha.

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    Esperó a que los niños se vayan por completo de la calle, y que estén lo suficientemente lejos para que  no vuelvan después. 

    Se volteó para quedar frente a frente con la niña, que ya había dejado de sostenerse de la falda de su vestido para limpiarse las lágrimas del rostro.

    La muchacha se puso de cuclillas para quedar más o menos a su altura, y le tendió la muñeca, la niña la tomó entre sus manos, y apretó a la muñeca de trapo en un abrazo, sorbiendo su nariz y dejando de llorar, para luego ir aferrarse a Lauren en otro abrazo, rodeando su cintura, ya que después de darle la muñeca, la muchacha había vuelto a pararse.

    En esta ocasión Lauren no pegó los brazos a su torso, sino que los levantó  un poco, mientras su cuerpo se tensaba se encogía, y se inmovilizaba con un abrazo por tercera vez en ese día.

    Hope lloró un poco de nuevo, y estuvo agradeciéndole a Lauren por haberla ayudado. Confesando que esos niños la habían estado molestando hace tiempo, y que le daba miedo contarle a su madre lo que estaba pasando, por vergüenza.

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    Hope se separó  después de haberse calmado nuevamente.

    Lauren disimuló la gran incomodidad que le provocó el abrazo y dirigió sus palabras a la niña con algo de seriedad.  Hablando de la solución que tenía que darle para parar aquellas burlas, que tenía que buscar ayuda en sus padres quienes más que nadie sabrían como ayudarla y que incluso tuvo que haberles avisado desde el principio, y no esperar a que las bromas lleguen a un límite.

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    Hope quedó en silencio unos minutos después de escuchar las palabras de Lauren, sabía que tenía que hacerlo, pero aún le daba un poco de miedo. Le tenía que avisar a su mamá, ella sabría que hacer. Lauren la defendió esta vez porque felizmente pasaba por ahí ese día, pero no iba a ser así siempre, ya llevaba aguantando las burlas por un tiempo, y como se lo había dicho la muchacha, no podía dejar que eso siga pasando.

    —¿Me prometes que les dirás? —Habló Lauren mirando a la niña, y esperando su respuesta.

    —Te lo prometo. —Le respondió la niña bastante segura. —Y ya no reniegues, sí le voy a decir a mi mamá, ya aprendí. No me gusta cuando te enojas. Mi mamá dice que a las personas que reniegan mucho les salen canas verdes. —Le pidió la niña tiernamente, al notar que Lauren seguía bastante seria.

    Las palabras de la niña le causaron gracia a Lauren, pero por su forma de ser ninguna risa ni sonrisa salió de ella. 

    De todas formas, se tranquilizó mucho al volver a escuchar cumpliría su promesa.

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    Al final, acompañó a la niña a su hogar, que solamente estaba a dos casas de donde sucedió el pequeño incidente.

    Hope le volvió a jurar y rejurar a la muchacha que a penas entre a su casa le avisaría y contaría a su mamá todo, para así tener una solución al problema de una vez, y que no pase de nuevo.

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    Volvieron a quedar frente a frente, la niña delante de la puerta de su hogar, que antes de entrar a su casa extendió los brazos.

    Lauren se contuvo de hacer una mueca de desagrado o torcer los labios, Hope era una niña, no entendía la gran incomodidad que le daba el contacto físico a la muchacha, Lauren no quería decirle tampoco, no podía desilusionarla de esa manera.

    La muchacha se puso de cuclillas sin tener otra opción, sintiendo como la niña se abalanzó a darle otro abrazo, rodeando su cuello. No se movió ni un poco, no correspondió al abrazo en nada, su cuerpo se bloqueó y no hizo nada más que esperar que se aleje, quedándose completamente quieta.

    Antes de separarse del abrazo, la pequeña Hope le dio un beso en la mejilla a Lauren antes de despedirse, haciendo que el cuerpo de la muchacha se tense aún más.

    Ya la habían abrazado mucho ese día y obviamente no se le hizo muy agradable, pero no hacía más que disimularlo, era del afecto de una niña del que se trataba, no podía romperle el corazón diciéndole que no quería, que no le gustaba que lo haga o quitándose simplemente del contacto.

    Después de aquello la niña entró a su casa rápidamente.

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    Lauren se paró y volvió a seguir su camino pensando en llegar a casa de una vez, ya que se había atrasado bastante en el puerto al distraerse escuchando a la señora Aitana hablar del príncipe, y ahora ayudando a Hope con su pequeño problema.

    Caminó más rápido, para poder llegar justo a tiempo, esperando ya no encontrarse con nadie más, que no ocurra nada que pueda distraerla, y que sobretodo al menos por ese día, ya nadie la abrace más.

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