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LXXIX

𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1880— 𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨

Se le hizo muy cómico que siendo quienes eran, miembros de realeza, anden peleándose por un pan en un sótano secreto para empleados. El príncipe pensó rápido, y Dios sabe como se metió el pan entero a la boca para que no se lo quiten, ganando así el juego. Para su mala suerte ese fue el momento donde el consejero se percató de la cercanía de Lauren, golpeó el hombro de su amigo avisandole. Como ambos seguían en un ataque de risa, el príncipe al darse cuenta de todo estuvo cerca a atragantarse con el pan en su boca. Haciendo que obviamente su consejero se ría más de él.

Lauren no supo cuándo Karoma se fue de delante de ella. Pero supuso que no había de importar mucho cuando la vio conversando en otra esquina y cuando amablemente el consejero la llamó con un gesto para que vaya con ellos, a propósito también, porque Thomas seguía con el pan de la boca, masticando tratando de comer todo. Precisamente el joven Dylan también disfrutaba molestarlo.

Al acercarse todavía pasó por un grupo de gente que se acercó a felicitar. Lauren no negó ningún apretón de manos a pesar de que ya era sabido su falta de conexión con cualquier contacto físico.

Al llegar hasta donde estaban ambos jóvenes, saludó con una reverencia al consejero y al príncipe príncipe. Este último correspondió al gesto mientras se esforzaba por terminar de masticar el  pan que tenía en la boca. Su consejero se siguió riendo.

Thomas estaba avergonzado, pero disimulando aquello lo mejor que podía, mientras su tarea de masticar se le hacía más difícil, porque Lauren lo estaba mirando algo raro mientras lo hacía.

El joven Dylan calmo su risa y permaneció un par de segundos en silencio antes de respirar profundamente.

—Bueno los dejo hablar, creo—dijo el joven Dylan suspirando—supongo que tienen algo importante de lo que hablar. Y bueno, como que yo no cuadro en esto—dijo—Señorita Harris, todo en este día ha estado un revoltijo de emociones. Pero ahora, celebre aproveche que estamos en un lugar donde nadie nos oye, donde nadie sabrá. Algo como esto tan bueno en su vida, no merece menos.—dijo antes de volver a hacer otra reverencia, que Lauren correspondió con agradecimiento y el consejero se retiró.

Quedando Lauren y el príncipe. La sirvienta, sin intenciones de burlarse, o al menos no tantas, esperó a que el joven termine de masticar.

—No te burles—medio hablo el príncipe con la boca llena, cubriendo la misma con una de sus manos.

—No me estoy burlando—se defendió Lauren.

—Quieres hacerlo, se nota en tus ojos—volvió a decir como pudo con la mano delante de su boca para cubrirse, acusándola de manera divertida.

—Yo no fui la que se metió un pan entero a la boca.—se volvió a defender la sirvienta.

El príncipe se aguantó una risa, que amenazó con hacerlo escupir el pan. — Ese fue un argumento bastante válido

—No se habla con la boca llena.

—Perdón.

El momento que divertido ante todo, permanecía ahí. Era verdaderamente cómico ver al pobre príncipe terminar de comer todo el pan entero que tenía en la boca, y en verdad esforzarse por terminar de masticar todo aquello.

Lauren lo siguió esperando, verdaderamente necesitaban hablar de algo. Fuera de chiste, con la broma actual a parte. Pero tampoco le molestaba distraerse o entretenerse

[•••]

—Ya está—dijo el príncipe varios minutos después. Habiendo tragado al fin aquella comida, con un notable dolor en su mandíbula por tanto esfuerzo.—Perdón, es que el pan me lo invitaron a mi y Dylan lo quería y yo le dije que no porque era el mío y le iban a traer uno a él. Pero no me hizo caso y nos peleamos—se justificó, pareciendo precisamente un niño, mientras tocaba su mandíbula para alivianar el dolor de haber masticado por tanto tiempo—Sé lo que debes estar pensando, pero te juro que tengo 24 años—dijo, como leyendo la mente de Lauren.

Tal vez la gracia con lo que lo dijo, lo acertado que fue de repente. El ambiente del momento en general, que Lauren por fin se sienta tan bien, que este feliz, o cualquier factor. Pero algo, desde adentro de su pecho, que tenía unas notables ganas de salir, lo hizo. En forma de una risa.

En el castillo, ni siquiera en el pueblo, nadie jamás había escuchado algo como eso. Ni la misma Lauren se escuchaba haciendo eso hace muchísimos años.

Posiblemente por eso le daba vergüenza, demasiada en realidad. Más aún porque la pequeña risa genuina que le salió tomó un sonido peculiar, uno gracioso, como el de un cerdito. Por lo que se cubrió y calló casi al instante con una mano. Se sintió terriblemente avergonzada.

Al príncipe se le contagió la risa. Empezando a reírse a carcajadas. Aún así Lauren no capto aquello.

—Lo siento—dijo dejando de cubrirse la boca unos segundos, para volver a hacerlo a penas terminó de hablar.

—¿Qué? No, no. No me estoy burlando—contestó el príncipe entre risas aclarando las cosas—Es que me contagió tu risa. Fue muy divertido.—dijo para después darse cuenta de lo que había pasado—Espera ¡te reíste!

—Que verguenza, perdón—comentó Lauren, refiriéndose a su risa todavía, mientras negaba y aún cubría su boca. Como ni se reía, no tenía idea del sonido de su risa, y a pesar de que ya sabía que no era la gran cosa, a ella le daba bastante vergüenza.

—No—dijo Thomas comprensivamente—Me gusta como te ríes— le dijo sinceramente, riendo todavía y con suavidad.

—Ah no me mienta—contestó Lauren con algo de gracia.

—No es mentira—se defendió el príncipe.

Lauren quedó en silencio. Sintiendo como algo en su pecho quemaba un poco.

—Tus orejas están rojas—volvió a decir el príncipe con diversión.

—Ay ya por favor—respondió la sirvienta, tapando levemente ambos lóbulos de sus orejas para cubrirlas.

—Esta bien, ya no me burlo—dijo el joven riendo. Para luego calmarse nuevamente, colocando las manos detrás de su espalda.

Lauren también espero a sentir que sus orejas volvían a una temperatura normal. Tiempo que le sirvió para planear como pasar a hablar del tema que sentía que debía hablar.

[•••]

—Gracias.—dijo Lauren, viendo una manera propia empezar con eso.

—No te preocupes, no tenía intención de avergonzarte en ningún momento.

—No, gracias en serio. Por todo, por esto—aclaro Lauren.

—Ah—entendió el príncipe—No hay de qué. En verdad—dijo.— Fue de mi voluntad e intención, se lo pedí a Karoma, me dijo que no al inicio porque no sabíamos lo que iba a pasar, si se iba a aplazar el juicio por necesidad de más investigaciones, si se pasaba a segunda instancia, o si en fin se dara el caso de que pierdan. Yo le dije que era imposible, le expliqué que las investigaciones se hicieron antes, que por eso el juicio fue semanas después de la demanda, y que estaba seguro que habían de ganar. Al final la convencí, ella organizó todo, y yo solo distraje a mi madre. Ya que con lo que pasó en la mañana a pesar de malo lo aproveché de cierto modo.—comentó.

—Era algo peligroso en verdad. Desde un inicio, no solo esta fiesta. En serio, se lo agradezco muchísimo. Con mi vida, y mi alma.

—Lo hice porque era lo justo, porque pensar que algo así le puede estar pasando a alguien me causaba un malestar en el cuerpo.—suspiró—Yo podía hacer algo y lo hice. Y saber que esto será histórico me ayuda a estar consciente que al menos ayudé en algo.—habló suavemente— Mi padre mismo, y conste que se supone esto es de políticas nacionales—susurró lo último—me comentaba ayer todavía que dependiendo como salga el juicio, al ganar tú, la sentencia le serviría a el para poder presentar una reforma ante el ministerio, la de privilegios y limitaciones civiles. Y ahora que todo esta como lo había predicho. Es inimaginable la cantidad de cosas buenas que se pueden venir para este país, uno con más derechos, más respeto. Más dignidad para todas las personas.—dijo bastante esperanzado—Gracias a tí.

—Y a usted también—comentó Lauren suavemente.

El príncipe agradeció con una reverencia.—¿Que piensas hacer cuando las Dhollen paguen todo el dinero? Dylan ya me contó todos los detalles que pasaron allá—cambió de tema amablemente.

—Honestamente, no he pensado en algo específico para eso.

—Lo supongo, se supone que el tribunal, el juzgado y sus autoridades estarán pendientes de las mujeres para que paguen y depositen el dinero en tu cuenta en el tiempo que determine el juez por notificación posterior. Así que la supervisión para las Dhollen consiste en que no escapen, que paguen obviamente y que no evadan por ningún lado la autoridad.

—Eso lo entiendo, pero el dinero en verdad no me interesa tanto. Aunque claro que admito que me servirá inmensamente, no es lo suficiente como para comprar una casa, vivir en otro lado, pero con el trabajo aquí y ahorrando lo suficiente durante un buen tiempo, eso pueda darse. Dejar de trabajar aquí, trabajar en otro lugar como algo que sueñe, estudiar. No lo sé.

—¿Cuál sería tu trabajo soñado?—preguntó el príncipe curiosamente.

—Ser profesora

—¿En serio?—preguntó el príncipe algo incrédulo.

Lauren asintió.— Sé que no parece, pero me gustan los niños. Me gusta escuchar, enseñar. A los niños les tengo paciencia.

—¿A los adultos no?—preguntó Thomas con gracia.

Lauren hizo una mueca negando levemente. Haciendo que el príncipe se ría.

—Yo creo que serás una maravillosa profesora—dijo el hijo del rey dulcemente—y cuando llegue el momento de irte de este castillo para seguir el sueño que mereces cumplir, seré muy feliz de verte hacerlo.

Lauren conmovida por las palabras, se lo agradeció con una reverencia.

—¿Disculpe, pero podría hacer algo que espero no vaya a ofenderlo? —Preguntó Lauren.

Thomas asintió entre amable y aturdido.

Y como un milagro más de esa noche, Lauren puso las manos detrás de su espalda y se elevó para besar ña mejilla del príncipe lo más suave posible. Dejándolo sorprendido y pasmado.

—Es una forma más en la que puedo agradecer. —Dijo Lauren. Casi se le salió el corazón, era un impulso que sabía que iba a odiar. Pero que no terminó odiando tanto como pensó.

[•••]

Hubo silencio durante un momento entre ambas personas, pero la bulla entre las conversaciones de las demás personas y la música presente estaba presente siempre.

En un momento, todos decidieron bailar, el gran sótano tenía espacio, y los muchachos que tocaban los violines y acordeones con un ritmo tan festivo y feliz hicieron que nadie pueda resistirse a bailar, solos o en pareja.

Era totalmente diferente a un vals, este no era un evento elegante, sino un festejo. El baile era con saltos aplausos, con alegría.

El príncipe se movió junto a Lauren un poco más hacia la esquina para que no los empujen, ya que ellos como también ciertas personas no estaban bailando aún, ya que estaban conversando o simplemente no querían hablar.

Lauren y el príncipe volvieron a hablar en los segundos que se movieron para no interrumpir el baile. Segundos en los que Thomas pareció notar algo en lo que se convirtió la pista de baile, riéndose divertidamente y señalando con la cabeza disimuladamente para que Lauren también vea aquello que él había visto.

Cuando Lauren siguió la seña del príncipe, se dio cuenta lo que había visto. Era Frizzy, bailando con un apuesto muchacho, que la había invitado a hacerlo. Lauren se sintió muy contenta por su amiga.

—Él es Finlay, Finlay Macmillan—dijo el príncipe—es jardinero, y es el cuidador de Bruno también—contó.

—Frizzy se ve contenta—dijo Lauren.

—Pues sí—dijo el príncipe—¿Tú bailas?—preguntó.

—¿Perdón?—dijo Lauren amablemente que no lo escuchó bien por la música.

El príncipe se agachó para poder hablarle al oído —¿Sabes bailar?

La sirvienta asintió —al menos decentemente, yo creo.

La mirada del príncipe se volvió más divertida. —¿Bailamos?

—¿Eso no va en contra del castillo?

— Aquí eso no importa. Mira, Dylan está  bailando con Karoma—dijo volviendo a señalar con la cabeza.

Lauren miró hacia donde señalaba el joven y lo confirmó.

—Sé que no te gusta que te toquen—dijo de nuevo el hijo del Rey— No lo haré, no es necesario, no te faltaría el respeto de esa manera. Solo quiero bailar contigo. Si estas de acuerdo, claro.

La sirvienta terminó asintiendo después de unos segundos.

Para la sorpresa del joven, Lauren le extendió la mano, algo insegura porque claro, se había forzado a hacerlo para no ser descortés con el príncipe.

El joven no dudó en tomarla con delicadeza, y caminaron con algo de prisa a la parte del sótano que se volvió la pista de baile.

Llegando ahí entre el grupo de gente que bailaba. Soltaron sus manos, y quedando frente a frente, algo cerca también por la cantidad de gente que había. Se acoplaron a la música, un par de palmas con los brazos a la derecha, a la izquierda, mientras que después adaptarse a la alegre música no fue difícil.

El príncipe, hizo lo que prometió. No la tocó. Pero en un momento Lauren pensó que si estaban bailando los dos, a pesar de que el muchacho respete la incomodidad de Lauren, se suponía que el baile debía ser en pareja.

Después de técnicamente discutir con su cuerpo, la sirvienta le otorgó el permiso al joven para poder bailar en pareja de una manera en que si lo sea propiamente. El príncipe dudó, y le dijo que no pasaba nada, que no la quería incomodar. La muchacha negó, sorprendiendo al príncipe que volvió a preguntar y aseguró su consentimiento, y le dijo que si se dejaba de sentir cómoda en algún momento solo se lo diga.

Así, el joven puso una mano en la espalda de Lauren, la misma puso una en el hombro del joven, y se tomaron de las manos que tenían libres.

Una vez más, volviendo a adaptarse a la alegre melodía.

Y claro que se bailó mejor, habían más saltos, palmas. Un buen par de veces el príncipe hizo girar a Lauren, haciéndo que una especie de emoción le transmitiera una especie de frío por la espina dorsal.

Posiblemente esa emoción, le permitió bailar con el joven sin incomodarse o repudiar por el contacto físico con el mismo.

Era un día mágico, magnífico y diferente. A cada segundo, por alguna razón se sentía más emotivo. Más emocionante. Una posibilidad que meses atrás no era más que el más descabellado de los sueños, una realidad que por lo mágica que era, era también inimaginable.

Era libre, era ella, sin escudos y sin barreras. Se sentía humana, digna, y sin miedo. Después de diez años, incluso más, sentirse así era el regalo más increíble que alguna vez pudo recibir. No sentía necesidad de escapar, porque en vez de hacerlo había enfrentado, la habían ayudado a hacerlo. Se lo debía a mucha gente, jamás lo olvidaría.

Se sentía como ella, como esa Lauren que alguna vez dejó de ser porque la obligaron a no serlo. Sin verguenza, sin tener que callar su origen, su historia, de poder cargarlo con orgullo, con honor. Y por fin también, Lauren se sentía, mas viva.

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