
LXXII
𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1880— 𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨
Vio la hora en su reloj a forma de collar, 10: 53, faltaba tan poco, y desde donde estaban ya estaba viendo a lo lejos la estructura de la gran Corte Suprema.
Al parecer iban a llegar un poco más temprano de lo esperado, minutos a penas, y en términos de formalidades estaba de hecho bastante bien.
Se quedó distraída viendo como avanzaban las manijas en su reloj mientras se quedaba pensando durante quien sabe cuanto, y lo que la hizo reaccionar de aquel estado fue el parar repentino del carruaje, avisando así que después de el larguísimo viaje, ya habían llegado.
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Desde el interior, el consejero abrió la puerta del carruaje y la dejó así mientras bajaba primero para así poder ayudar a las demás a bajar.
Primero salió Lauren, después Rose y al final Frizzy, quien cerró la puerta. El carruaje se fue después, un poco más allá y al lado de la calle, para poder esperar durante toda la duración del juicio.
Así mismo, el otro carruaje con los guardias hicieron lo mismo pero de una manera mucho más ágil debido a que los mismos debían estar al lado de las tres mujeres y el consejero.
Eran seis guardias, que llegaron rápido con las personas, debido a que obviamente y como ya lo había sospechado Frizzy desde que estaban el el castillo, afuera de la corte sí había gente que nada tenía que ver con el juicio de manera directa.
Y era una buena cantidad de gente, que al notar que había llegado Lauren se empezó a aglomerar y a acercarse a la muchacha y los demás para ver más de cerca, como las cosas ya estaban comenzando, y como los protagonistas del juicio también iban.
De todas formas sí era bastante abrumador, sobretodo dentro del contexto que se daba.
Los guardias rápidamente se pusieron al rededor de todos, a sus costados sobre todo. Bloqueando así a las personas que se querían acercar, a pesar de que las intenciones de esta no era más que solo curiosear y hasta dar palabras de aliento. Pero siempre por si acaso y precaución, mientras más protección, mejor.
Lauren se sentía ahogada, por los guardias, por la gente, por la bulla y por todo. Escuchaba muchas cosas al mismo tiempo, y eso también hacía que se sienta más asfixiada.
Debió haber imaginado que algo como eso podía pasar. Y desde cierto camino en el carruaje ya había visto pistas que estaba ignorando.
No quería ponerse de peor humor del que estaba con todo lo que había pasado antes. No le iba a ayudar y posiblemente se le podía escapar hacer o decir algo que no estaba entre sus intenciones. Tampoco quería que su se sobrecargue, porque se sentía sofocada y tal fastidio le podía traer tener una reacción de la que después se iba a arrepentir. Ya había tenido algunos problemas controlando algunos de sus impulsos, y tenía que impedir que ese sea uno de esos casos.
Y en realidad ninguna de esas personas tenía una mala intención en sí, porque solo querían ver, saber y lo que estaban haciendo era decir que apoyaban a Lauren. Y claro que en si ese era un acto bastante noble y amable, pero tal vez el fervor o la emoción con la que venía esta intención llegaba a transformarse lamentablemente en algo que precisamente no era lo más cómodo y agradable para las personas que habían llegado.
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Se abrieron paso y gracias a la presencia imponente de los guardias y que después de unos segundos de algo de alboroto, al fin se pudo sentir el orden y se calmaron las cosas. Los dejaron pasar entre todo, en un ambiente menos alterado.
El camino se abrió finalmente y pudieron pasar hasta poder entrar al lugar. Donde por fin dentro de este la bulla que seguía afuera de cierta manera se vio bloqueada al momento que les permitieron pasar dentro del gran lugar.
Un suspiro, con el aire que Lauren estuvo reteniendo sin darse cuenta, salió por fin de ella con algo de alivio después de haber atravesado aquel tramo.
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Había silencio, lo hubo desde que habían bajado del carruaje, nadie había hablado. Precisamente por todo el alboroto que al menos demoró cinco minutos en atenuarse.
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Obviamente el lugar era inmenso, pero no estaba vacío. Había algo de gente, trabajadores del lugar que separaron a Lauren y al consejero del resto para llevarlos a otro ambiente dentro del mismo lugar para firmar aquel documento de compromiso de la veracidad de todas sus declaraciones.
Un punto para aclarar ese punto, era que bas partes protagonistas del juicio habían de hacer aquello, por escrito porque necesitaba mucha más formalidad y especificación. Pero claro que los testigos también debían juramentado y comprometerse a no mentir, solo que en su caso se daba oralmente al momento que brindaban su testimonio.
Al separarse, Lauren y el joven consejero siguieron a un hombre que los guió hasta un ambiente bastante separado y lejano del lugar de recibimiento al que habían llegado.
Otra persona las esperaba dentro de aquella pequeña oficina a la que entraron y después de un par de indicaciones sobre el compromiso y el castigo en caso se descubra alguna mentira, les pasaron un pergamino, para poder leer los puntos que les habían explicado de manera más detallada. Al final del mismo, estaban los nombres de Lauren y el príncipe, pero como el consejero estaba con ella en vez de él, Dylan tuvo que firmar en representación del príncipe, y también firmar otro pergamino que confirmaba que efectivamente Dylan estaba ahí con permiso del principe.
Formalidades necesarias.
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Necesariamente, tenían que seguir separados de los testigos, que se encontraban en una sala diferente para esos momentos.
En cambio a Lauren y al consejero se los llevaban a la sala de espera de los demandantes. Y pues cuando lleguen las Dhollen estas estarían en la sala de espera de los demandados.
Hasta que se anuncie la audiencia, los inviten a pasar al estrado a todos, y ya todo pueda empezar.
En la sala donde estaban Lauren y Dylan habían varias sillas, y notablemente el ambiente era grande para solo dos personas, lo que ocasionaba un eco cada que sus pasos se adentraban más en el lugar.
Habían sillas acolchonadas, aproximadamente unas 6. Tres y tres frente a frente.
En el silencio que nunca se rompió, el joven invitó a la muchacha a sentarse. Y Lauren lo hizo agradeciendo el gesto con una pequeña reverencia.
Sintió que se sentó más erguida de lo normal, y posó las manos en su regazo.
El consejero se quedó de pie.
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—¿No va a sentarse usted?—preguntó Lauren entonces, rompiendo el silencio ante el buen par de minutos que el consejero seguía parado ahí, solamente moviendo su rodilla nerviosamente. Cosa que también le transmitía más nerviosismo a ella y la preocupaba un poco.
—No, no. Cuando estoy nervioso no puedo quedarme sentado. Es mejor si estoy de pie, así no soy molestia levantándome a cada momento.—contestó Dylan tratando de no sonar muy preocupado
Hubo un silencio largo de nuevo
—¿Usted está bien? Digo con todo lo de afuera, y la anticipación de ahora.—volvió a decir el consejero de repente.
Lauren se mantuvo callada unos segundos. Pensando.
—Tengo que estar bien— respondió al final.—Esto ya va a pasar, ya pasará—dijo casi en un susurro, que sonaba más dirigido a ella misma que como respuesta al muchacho.
El nuevo silencio, permaneció así, cada vez las ganas de hablar eran menores, y a pesar y los motivos para hacerlo a penas eran para no estar en un ambiente tan tétrico. Nadie deseaba hacerlo.
Lauren repasó cuantas veces pudo sus palabras, pensaba en eso con los ojos cerrados e intentaba calmarse a sí misma. De tanto en tanto veía también su reloj, y como había sucedido en el carruaje se quedaba observando el avanzar de las manecillas para desconectarse de la situación unos minutos y así poder ponerse serena.
11: 20, aún no los llamaban.
En un momento, aquel temblor de la rodilla del consejero, se le contagió. Pero trato de resistirlo lo más que pudo, aunque lo único que ocasionó, fue que sus manos se incluyan a aquella reacción. Y lo que resto del tiempo, solo se propuso a dejar de temblar, porque ya estaba empezando a asustar al joven Dylan y no quería llevar sus reacciones a un punto de preocupar a otros más de lo que ya estaban.
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—Ya se abre la audiencia, pasen por favor.—entro de repente un hombre, a las 11: 30
La temperatura del cuerpo de Lauren bajó increíblemente tanto que no podía sentir la movilidad de sus dedos. Se levantó de la silla para avanzar hasta donde los guíen. Cuidando por si de la nada se empezaba a desestabilizar.
El joven Dylan se limpió el sudor de las manos y también empezó a avanzar.
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Los guiaron por un camino que se hizo infinito. Un poco de bulla se hacía más presente. Y llegar a la sala de juicio cada vez se hacía más tenebroso.
El eco de los pasos era fuerte. Lauren sentía sus puños cerrados con tanta fuerza mientras seguía caminando, que si se miraba las manos seguro sus nudillos habrían perdido todo color aparente. Y sus uñas a pesar de cortas le clavaban las palmas de las manos.
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Llegaron hasta una de las puertas que daba a la sala de juicio, por la que les tocaba entrar a ellos, y a través de esta se escuchaba bulla, de gente que no paraba de hablar entre sí, no se entendía nada de lo que decían. La puerta cerrada delante de ambos jóvenes y aquella persona que los había guiado bloqueaba el sonido en su mayoría.
El hombre indicó que habían de pasar cuando el juez exclame en voz alta la entrada de las contrapartes. Y que ya desde ahí todo seguiría el protocolo armado para el juicio que se estaba presentando. Después de eso, entre el mismo eco del lugar, se retiró.
Y no pasó casi nada de tiempo desde aquel aviso, que desde el interior de la sala de juicio se escuchó precisamente la profunda y fuerte voz del juez encargado. Llamando a la sala a ambas contrapartes.
Un pequeño temblor volvió a atacar a Lauren en los segundos que escuchó aquello. Y por un segundo todo ese miedo la acobardo de abrir la puerta.
La mente de Lauren no podía procesar bien lo rápido que estaba siendo todo eso. Y la estaba amenazando con bloquearse en ese instante por el pánico que la volvió a golpear sin compasión alguna.
El consejero tuvo que ayudar a abrir la puerta, hablando con Lauren un par de segundos, diciéndole que no iba a pasar nada, que el también estaba ahí con ella, que nadie iba a dejar que le hagan algo.
Dylan incluso se propuso respirar profundamente con ella, y aceptando la propuesta del joven ambos lo hicieron. Liberando al exhalar lo más que se podía. Y así cuidadosamente y procurando no molestarla tanto, apoyó casi rozando su mano en la espalda de la muchacha. Para poder avanzar los dos.
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Y precisamente entrar a la sala, fue lo que más le chocó unos instantes. Un lugar nuevamente más grande de lo que se imaginaba, una zona especial para un jurado, donde más de 10 varones de todas las edades de encontraban. El estrado, el podio y tarima del juez, al lado la mesa de los testigos. Y ambas partes separadas para las dos contrapartes.
Ambas zonas de las contrapartes, tenían respectivamente una zona de asientos atrás para sus propios asistentes y testigos. Y ese fue también el más grande contraste jamás contado en un juicio.
La zona del demandante, la derecha, la de Lauren, estaba llena. Estaban todos, estaba Gerard, muchos trabajadores de la biblioteca que conocía de vista, Aitana y su familia, Louis, su abuelo, Rose, Frizzy, el padre de Hope.
La zona del demandado, estaba literalmente con solo 3 personas, entre ellas aquel pretendiente que alguna vez tuvo Romina Dhollen hace ya una buena cantidad de meses.
Por alguna razón eso le causó mucha sensibilidad a Lauren. Y sentía sus ojos aguarse al ver a toda esa gente que ella conocía
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Y las vio, vio a sus tías también. A la tres como siempre, sin haber cambiado. Con la misma soberbia, con el mismo odio. Y a su acompañante, probablemente también su abogado.
Vestidas tan elegantes como siempre. Como si no hubiera pasado nada. A pesar de que sus vidas ya se estaban volviendo un desastre poco a poco.
Cruzaron miradas, y esa vez, a pesar de que le costó, Lauren no bajó la cabeza, y junto al consejero, fueron a sentarse donde se les había designado. Adelante de la tribuna de gente que había, en el lado derecho. En una respectiva mes especial.
Las Dhollen hicieron lo mismo.
Podía sentir la mirada de Ivonne fija en ella, sin ningún tapujo. Con un odio enervante. Que era bastante correspondido a decir verdad.
Volver a estar cerca era una situación tan amarga, que hacia inevitable que sentimientos tan oscuros como el odio, el rencor mismo invadan como una sombra hasta consumir por completo un alma que extrañaba su inocencia arrebatada cruel e injustamente.
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La bulla que había antes de entrar desapareció por completo, mientras que en el silencio, el juez ordenaba varios pergaminos, en una aura de autoridad y dominancia.
Lauren permaneció mirando al frente, con las manos en el regazo, esperando, sin dirigir nuevamente su mirada hacia las mujeres, controlando aquella sombra que la estaba consumiendo, intentándolo al menos.
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En unos minutos, el juez tomó su mallete, aquel martillo usado para llamar la atención, y golpeó repetidamente la mesa.
—11: 40, se inicia el juicio en contra de Ivonne, Gemma y Romina Dhollen, por los crímenes en contra de la humanidad y dignidad de la señorita Emma Lauren Harris—anunció con una voz poderosa.—Este juicio se divide en tres partes, la etapa postulatoria donde las contrapartes exponen las razones de la demanda y la defensa de la misma, la segunda, la etapa probatoria, con el testimonio de testigos, pruebas físicas y demás. Y la última, la etapa resolutiva donde este tribunal toma una decisión sobre el caso y la respectiva pena o sanción en caso de que la demanda sea procesada como válida.—Tomo un respiro—debido a la delicadeza de la acusación si no se llega a resolver este proceso o hay gran división, se seguirá prolongando las fechas hasta dejarlo resuelto o bien, archivado.
El juez tomó un respiro para volver a hablar, esta vez leyendo un pergamino.
—La Corte Suprema de Inglaterra, el tribunal superior de justicia de inglaterra y Gales cuya jurisdicción abarca todos los juzgados subordinados abarca este caso en vista de la violación de los fundamentos de la vida humana tales como la dignidad, y la libertad.—pasó a una siguiente página—La demanda sustentada e intermediada por el príncipe de este sagrado Reino, pertenece a la competencia atribuida a esta institución.—hizo una pausa—algunas disposiciones preliminares para el caso sustentan, la ley de reforma de 1832 de abolición de la esclavitud de la mujer, y el reconocimiento por los derechos fundamentales de los ciudadanos ingleses.—terminó—Dado así, como la ley de Dios y el Reino mandan, en el cargo de juez que se me es dado, yo el juez Maddox Schnneider, juro ante la patria la imparcialidad y justicia en este proceso, así mismo, se da por abierto oficialmente dicho juicio.
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