LXVIII
𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1880—𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨
No quiso estar muy consciente del tiempo que pasó así, ya que eso podía influenciar en que su cuerpo desee alejarse bruscamente, y en esos momentos esa era la reacción que quería evitar.
El príncipe se separó despacio, retorciendo un poco después de hacerlo. Volviendo a quedar frente a frente. El joven suspiró con alivio.
—Gracias—dijo Lauren de repente—por el abrazo.
—De nada— contestó dulcemente Thomas—¿Quieres que te acompañe hasta la cocina?
—Disculpe, si sueno descortés. Pero pienso yo que es mucho más importante ir a su oficina que acompañarme.
Thomas se encogió de hombros con gracia.
—Tal vez, porque tengo trabajo y esas cosas. Pero me gusta estar contigo—dijo, para luego darse cuenta que tal vez no había escogido lo mejor para decir al último— Es decir, disfruto tu compañía—dijo e hizo silencio unos segundos—Es lo mismo pero suena más bonito.—aclaro al final con gracia.
Lauren pudo esbozar una pequeña sonrisa en sus labios. Y con más naturalidad, pudieron volver a caminar al lado del otro.
[•••]
Durante aquel trayecto silencioso pero cómodo. La sirvienta no pudo evitar pensar en su propia evolución. Tal vez de alguna manera a partir de los 21, de su mayoría de edad, estaba pasando por todas esas cosas por algo.
Era obvio, que desde su niñez, había madurado de una manera rápida, y que ni de lejos había podido sentirse como un adolescente o un joven en si. Que tenía sus propias barreras, comportamientos. Y muchas emociones de ella misma que no entendía, que no sabía expresar, no de la manera en la que supuestamente se esperaba que lo haga.
Por otra parte, era obvio que su personalidad y su carácter, siempre serían los mismos. Aquello era algo muy suyo. Pero eso no significaba que pueda mejorar, y ver desde más adentro por que era así.
Pensaba, pensaba mucho, demasiado, y hablaba poco. Estaba acostumbrada a eso inconscientemente, y se dio cuenta de ello.
Su tiempo en castillo había sido una gran luz en su vida, dejando de lado todas sus historias y pequeños problemas. Había conocido gente maravillosa, amistades sanas, respetuosas. Que le habían permitido ver su vida desde un punto de vista donde ella misma podía motivarse a ser mejor, a sentirse mejor. A encontrar, o más bien a conectarse nuevamente con ese lado dulce, suave y tierno que siempre tuvo, el cual siempre se esforzaron en arrebatar, pero que gracias a Dios nunca se fue, más bien solo permaneció oculto, durante tanto tiempo.
El príncipe caminaba en silencio con las manos detrás de su espalda, ella con la pequeña bandeja entre sus manos. Sin tensiones, sin asperezas.
A ella también le gustaba su compañía. Era un chico bueno, amable, dulce, educado tierno y gracioso. Y estaba segura que en el momento en el que Reino Unido esté en sus manos, sería tan buen Rey como su padre.
Llegaron hasta el gran comedor, y luego hasta las escaleras que bajaban a la cocina. Era momento de despedirse, pero para esa ocasión, no habían ganas de hacerlo precisamente.
[•••]
—Bueno—dijo el príncipe mientras ambos se detenían, arrastrando la palabra—Supongo que tienes que bajar, y entrar, y seguir trabajando—Lauren asintió.
El príncipe quería alargar la conversación, se notaba. Pero Lauren no tenía ningún problema con dejar que lo haga.
—¿Tus manos no quedan muy secas todos los días? Por el agua fría y eso.—sacó un tema rápidamente el joven.
—Sí, pero así es el trabajo. Pero por otra parte también es divertido ver como los dedos se arrugan después de un tiempo.
—Se ponen como de abuelita.—dijo el joven con gracia. Lauren lo confirmó asintiendo.
Hubo silencio unos segundos.
—¿Tienes muchos trastes que hacer hoy? ¿Mucho trabajo?—preguntó
—Sí—suspiró la muchacha—cada día parece que se multiplican, que hay más y más. Debido a nuestros puestos auxiliares de limpieza general, no hemos tenido nada estas semanas felizmente, eso es muchísimo más cansado.
—Me lo imagino, la verdad supongo que debe ser terrible, lavar y lavar—suspiró—me da un poco de vergüenza porque yo ni sé hacerme un té y ando hablando como si supiera.—confesó al final con algo de gracia, haciendo una pausa después—¿No quieres hacer algo?—pregunto de repente.
Tomó a Lauren desprevenida.
—¿Ahora?
El príncipe rio —No lo sé
—¿En serio?
—Digo, estamos alargando una conversación sin mucho sentido. Si me atrevo a confesarlo, no me quiero despedir y al parecer tú tampoco.
—Pero ¿Hacer algo? ¿Ahora?—volvió a enfatizar la última palabra.
El príncipe volvió a reír por lo perdida que estaba Lauren.
—Sería interesante. No sé, si quieres ver a Bruno, porque a él también le gustaría verte. O cualquier cosa. Lo que tu quieras.—propuso— de todas maneras van a seguir pensando que sigues hablando con mi padre. Así que no hay problema. Y por cierto, tenemos pendiente otra caminata.
A la muchacha le costó un poco procesar lo que le estaban diciendo. Había surgido de manera tan espontánea que la había tomado con la guardia baja.
—Pero donde dejo la bandeja, podría romperse en el campo. Y si bajo a dejarla ahora mismo sería incoherente volver a salir.
El príncipe cayó en cuenta de eso, y mirando a un lado, arrugó la nariz para pensar.
—¿Sabes francés?—dijo de repente. Volviendo a desorientar a la muchacha.
—No—contestó—a parte de lo más básico que es saludar, no se nada.
La respuesta pareció satisfacer al muchacho.
—Entonces vamos a la biblioteca, por los buenos tiempos, y te enseño un poco o leemos algo, unas horas como máximo para que nadie sospeche, y puedes dejar la bandeja en las mesas, no le pasará nada.
Lauren empezó a considerar la propuesta, todo el ambiente entre ellos era ya de por sí inapropiado, por todas las reglas. Pero así como lo había dicho el rey, precisamente no era como que las sigan al pie más que para aparentar solamente.
—Pero si la Reina—empezó a decir Lauren algo preocupada.
—No nos verá—interrumpió el príncipe —y si lo hace, que importa. Estarás conmigo, yo me encargaré de hablarle, además que mejor que te conozca desde ahora.
Una especie de electricidad pasó por la espalda de Lauren.
—Es su propuesta en sí, algo inapropiada, nos estaríamos arriesgando a demasiado, considerando toda esta situación próxima a enfrentar —dijo Lauren sonando lo más seria posible a pesar de que no lo estaba siendo.
El príncipe lo notó y evitó reírse.
—Tiene razón usted en verdad—contestó—Pero mi punto de vista dice que, para tiempos difíciles, estresantes, agitados y tristes, un descanso donde la diversión puedan remplazar unos minutos de estrés, hacen un cambio inigualable.
—Esa fue una buena excusa
—Honestamente ni entendí lo que dije.—respondió aguantando su risa.
—Hace que tenga ganas de reírme—confesó Lauren.
—¿Y por qué no lo haces?—dijo el príncipe elevando una ceja divertidamente.
—No estoy muy acostumbrada.
—Me encargaré de hacerte reír alguna vez entonces.
—¿Es un objetivo?
—Una promesa.
—La tomaré en cuenta.
Hubo silencio unos segundos.
—¿Entonces aceptas?—dijo el príncipe, refiriéndose a su invitación mientras avanzaba un paso más cerca a Lauren.
—Voy a pensarlo.—bromeó la muchacha.—este es un trato muy informal dado a nuestras posiciones.
El príncipe río de nuevo.
—No me molesta, a usted tampoco—le siguió la broma.
—¿Por qué tanto esfuerzo en convencerme?
—¿Por qué tanto esfuerzo en evadirme?
—Pregunté primero.
La divertida tensión siguió ahí.
—Porque si no lo quisieras ya te hubieras ido— respondió el principe, levantando sus cejas para indicar que ahora le tocaba responder a ella.
—No quiero parecer como alguien muy fácil de convencer solo porque alguien me hable bonito.—Respondió la sirvienta.
—Claro que no lo pareces ni lo eres. De hecho como ya te lo he confesado, me intimidas mucho.
—Me sigo preguntando si eso es un cumplido—dijo Lauren entrecerrando los ojos con diversión.
Ante un nuevo silencio que apareció, y sin decir ninguna palabra para así mantenerlo, Lauren empezó a caminar, en dirección totalmente diferente a la cocina, obviamente empezando a dirigirse por otro pasillo que empezaría con el trayecto a la biblioteca. Obviamente había aceptado.
Después de haberse bloqueado y quieto unos segundos, Thomas reaccionó, dando pequeños saltos, mientras hacía un gesto con el puño en señal de victoria, aprovechando que Lauren no lo estaba viendo.
En pocos segundos después la alcanzó, para caminar a su lado. Estaba dispuesto a dejar de lado un poco de trabajo por eso.
[•••]
Debido a la presencia de sirvientes, el castillo no se sentía tremendamente vacío, ya que a pesar de que no estén en el mismo pasillo que la pareja, sus pasos podían escucharse por todo el castillo. Durante los últimos días, muchos sirvientes nuevos habían entrado a trabajar.
Los inmensos pasillos y ambientes se hicieron cortos de repente. El ambiente se tornó muy ameno, Thomas estaba y parecía feliz. Y Lauren estaba considerablemente mucho más animada.
Sabía lo que venía, el gran hito en su vida que significaría lo que en las semanas siguientes sucedería, pero como lo había estado pensando minutos antes, se estaba dando cuenta también de una nueva conexión con ella misma, para la cual tal vez necesitaba afrontar algo muy difícil y así darse cuenta, y poder salir.
Reconoció perfectamente los últimos pasillos y ambientes. Cambio la mano con la que seguía sosteniendo la bandeja para no estar incómoda. Y en un tiempo relativamente corto llegaron frente a las inmensas puertas de la biblioteca del castillo.
Pararon al frente de las mismas, el príncipe avanzó un par de pasos, empujando las puertas para abrirlas. El rechinido de la madera de las mismas se hizo presente al mismo tiempo que estas se abrían por completo.
Lauren respiró profundamente casi sin darse cuenta, ante la nostalgia que le traía ese tipo de lugares. Esta vez de una manera buena, basada en los buenos recuerdos y ya no en un tan amargo pesar.
Con un gesto caballeroso, el príncipe la invitó a pasar primero. Lauren así lo hizo.
El joven entró después, cerrando parcialmente las puertas detrás de él. El lugar obviamente completamente vacío.
[•••]
Durante los primeros minutos siguientes decidieron buscar una mesa que esté cerca al estante que estaba buscando el príncipe. Al hacerlo, Lauren dejó la pequeña bandeja ahí para tener las manos libres.
Después acompañó al muchacho por los estantes.
Los estantes por donde estaban tenían todo tipo de libros, pero el príncipe al parecer parecía buscar uno en específico.
Al encontrarlo las cejas del muchacho se levantaron en buena sorpresa. Al verlo al fin en la parte más alta del estante. Para la cual a pesar de su altura tuvo que estirarse y hasta ponerse de puntillas un poco.
Al tenerlo en manos, no tuvo mucha necesidad de desempolvarlo debido a la exhaustiva limpieza que siempre había en el lugar.
Se lo tendió a Lauren. Estaba todo en francés.
"Madame Bovary"
—Debe conocer la novela, es relativamente nueva, 1856, Gustave Flaubert. Esta es la edición en su idioma original.
Lauren asintió comprendiendo, mientras revisaba las páginas del libro delicadamente. Sin entender por completo el francés escrito en el mismo. Pero con curiosidad de saber de que trataba y que decía precisamente.
—También tengo la versión en Inglés, sé que a usted le gustan las lecturas contemporáneas. Te lo puedo prestar algún día si deseas.
Lauren negó amablemente.
—Sería un honor, pero con el ajustado horario que tengo, no podría tener el tiempo que desease para poder leerlo apropiadamente.—dijo haciendo una pausa—¿Cómo aprendió francés?—cambió de tema la muchacha.
El príncipe esbozó una sonrisa.
—Fue difícil, es una gramática diferente a la de nuestro idioma. Pero es requerida exigentemente para nosotros. Es un idioma elegante, y obviamente útil en todos nuestros tratados comerciales. Tiene algunas palabras similares al Inglés, pero la pronunciación y en si su estructura son complicadas.
—¿Va a poder enseñarme entonces?—contesto la muchacha aún con el libro en manos.
El príncipe sonrió.
—Aquí entre nosotros—empezó a confesar—Fue una pequeña mentira, la verdad no tengo idea de como enseñar un idioma, no tengo talento para profesor. Quería convencerte.—dijo—Pero, lo puedo intentar.
—Aquí entre nosotros.—contestó Lauren entonces.— yo también mentí un poco—dijo—peut-être que je connais le français.—formuló dudosamente casi segura de que había tenido más de diez errores gramaticales en la oración.
El rostro del príncipe fue todo un poema por la sorpresa que se llevó. Al parecer Lauren no se había equivocado tanto al hablar como pensó.
—Pero que sorpresa—rio.—¿Cómo aprendió?
—Escuchando. Mi vecina en Doncaster era francesa. Pero sigo sabiendo lo más básico, no sé pronunciar ni hablar muy bien en absoluto. De hecho entiendo un poco más de lo que hablo, aún así obviamente es muy poco y muy malo.
—Su pronunciación estuvo mejor que la mía—dijo el príncipe—Je ne suis pas très doué pour les langues.
Lauren no entendió las últimas palabras, y al parecer su expresión la delató un poco. Ya que solo logró captar que el muchacho no era bueno en algo.
—No soy muy bueno con los idiomas—aclaró el príncipe educadamente con una sonrisa.
Lauren asintió al entender.
[•••]
—¿Quieres ver más libros? Los que están en Inglés claro—preguntó el príncipe entonces con una sonrisa.
Lauren asintió y le devolvió el de Madame Bovary. El príncipe lo volvió a colocar en su lugar.
E invitandola nuevamente con un gesto cordial ambos empezaron a pasar por los pasillos de aquel lugar. Regresando a los estantes con los libros en su idioma.
Empezaron a separarse, tomando diferentes pasillos separados como estantes. Aún así la presencia de la otra persona seguía ahí.
Lauren llegó a uno de los pasillos donde Lauren vio Crimen y Castigo en un estante a la altura de sus ojos, aquel libro que tanto le gustaba. Recordó que cuando lo solía tener, y que la edición que tenía el joven era una diferente a la que solía tener ella.
—¿Qué viste?—llegó de repente el príncipe detrás de ella sin que ella lo note. Haciendo que la muchacha se lleve un pequeño susto—Perdón, perdón no quería asustarte.—se disculpó el muchacho al darse cuenta.
Lauren negó amablemente, y así evitó también contarle que se quedó viendo libro, ya que hablar de eso de alguna manera guiaría a que ella también solía tenerlo, y a toda la historia que pasó después. Que a pesar de que para esos tiempos no tenía sentido seguir guardandola, en esos momentos que sentido tenía decirla.
En silencio después de aquello el muchacho se posó a su lado en aquel estante. Casi rozando los hombros, mientras sacaba y veía las páginas de unos cuantos libros, para luego ponerlos en su lugar de nuevo. Lauren hacia lo mismo, evitando ver el de Crimen y Castigo nuevamente.
Sin querer de un momento a otro se encontró a sí misma distraída mirando el perfil del príncipe mientras sostenía un libro. No había duda que era un muchacho muy apuesto, pero ese no era su atractivo.
—No es muy apropiado mirar fijamente—dijo el príncipe con gracia sin despegar su mirada del libro.
—Lo lamento—dijo, sin dejar de observar—pero tiene usted un perfil muy bonito.— algo en ella le gustaba molestarlo, para verlo avergonzado.
Funcionó
—Lo estás haciendo a propósito, así que no te voy a mirar, porque me voy a reír o me voy a sonrojar—mantuvo su mirada al frente evitando sonreír.
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