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LXVII

𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1880 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨

El príncipe aclaró su garganta, dado que la situación era algo incómoda y extraña para él en esos momentos. Porque llegaba pensando en una cosa totalmente diferente, y la transición de ver a alguien que conocía de repente en la oficina de su padre tomando el té, lo tomo con la guardia baja.

El sillón era lujoso y amplio y cada quien podía sentarse de la manera más cómoda posible, pero eso no quitaba que se note una pequeña tensión, que era un poco más fuerte entre dos personas especialmente.

El Rey no parecía estar muy atento a ese detalle, pero de alguna manera si notaba a su hijo algo nervioso.

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—Bueno, muchachos—el soberano rompió el silencio para luego mirar a su hijo disimuladamente —Tengo entendido que mi hijo está teniendo las medidas apropiadas, y esta manteniendo al tanto a la señorita en todo. Ya que por su trabajo ella misma no puede hacerse cargo, ya que uno, no hay tiempo y segundo porque Thomas a insistido en ser mediador.—suspiró— Y estoy de acuerdo una vez más, recalco que esta situación tiene mi respaldo mi apoyo y aprobación. Pero también me lleva a una pregunta—hizo una pausa—Para que mi hijo pueda enterarse, pueda hacer todo esto, entre ambos de ustedes obviamente debe haber una interacción que va más allá de un "Buenos días". Porque es imposible que sin conocerse casi en nada, aquí mi hijo haya hecho un interrogatorio para sacar información de una sirvienta cualquiera del castillo. Eso sería raro.— dijo con algo de humor— Así que yo deduzco que se conocen un poco más allá de lo permitido por las reglas del castillo, razón por la cual todo esto también está en las bocas de las personas. ¿Verdad?

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Lauren permaneció algo inmóvil varios segundos, en los que su mente instintivamente la hizo sentir acusada, tanto a ella como al príncipe. A pesar de  que esa no  parecía ser la intención del Rey.

Se suponía obviamente que por la sangre Real, y la nobleza, la amistad entre un sirviente, un pobre, un plebeyo y alguien de la familia Real, estaba genuinamente mal vista. Y dado a ese estigma a pesar de que el Rey parecía no tener problema alguno, siempre había una pequeña parte en la mente de ambos jóvenes, que se sentía expuesta, descubierta y precisamente pues, acusada.

El silencio y especie de susto de ambos jóvenes le causaba algo de gracia al soberano, que hacía lo mejor por solo esperar respuesta sin esbozar una sonrisa para así no romper la imagen de seriedad que estaba dando.

Thomas decidió tomar la palabra, para defenderse a ambos de cierta manera, pensando que a pesar del apoyo de su padre este no estaría de acuerdo con la interacción de ambos, dado normas del castillo. Razones que también eran obviamente válidas.

Thomas pensó en algo llegando así a tomar un respiro, como para formar una palabra, para luego quedarse así varios segundos, como pensando. Se había bloqueado.

Lauren por su parte solo parecía tener los ojos más abiertos, pensando en algo también pero dudando en su palabra, ya que en la circunstancia tal vez su intervención no sería lo más apropiado.

En ese momento el Rey Mark no pudo contener su sonrisa por más, dándole varias palmadas en la espalda a su hijo a manera de asegurarle que no pasaba nada.

—No es ninguna acusación muchachos.—dijo, aún con la mano en el hombro de su hijo que pareció suspirar— Es solo una pregunta.

—Sí, sí nos hablamos.—contestó el príncipe algo aturdido todavía.

— Son amigos entonces—dijo el Rey bastante tranquilo— Esta bien, me parece muy bien.—anuncio el Rey, volviendo a confundir  Lauren por quien sabe que vez en el día.—Claro que mi opinión no es la del todo el mundo. Pero que más da. Suena terriblemente alzado pero yo soy el Rey, y di mi permiso para esto igual que la mayoría de los miembros del consejo cuando Thomas nos avisó.—Suspiró.

—¿No te molesta?—preguntó Thomas algo incrédulo entrecerrando los ojos instintivamente.

El padre negó.

—Si Octavia misma que es sirvienta ha sido amiga mía por más de 20 años ¿Por qué me va a molestar?—sonrió—la amistad no conoce raza, clases sociales, religiones. Es amistad.—se encogió de hombros—Pero lamentablemente se ve supuestamente prohibida por diferentes prejuicios. Tonterías en verdad, pero que se puede hacer, nosotros mismos humanos vivimos atados a ellos sin salida. Las reglas del castillo han sido así hace siglos, pero sinceramente no creo que casi nadie las haya respetado tanto.

Thomas suspiró tranquilo, llegando a soltar una leve risa de paso. Lauren, obviamente igual de aliviada verdaderamente se dio una sorpresa cada vez más, al saber lo increíblemente parecidos que eran el hombre y su hijo en muchos ámbitos sociales y emocionales. Más aún porque en los propios prejuicios de la muchacha, ella no lo sentía así. Siendo esa pues, la razón por la que liberarse de aquellos pequeños estigmas en su mente, le brindó bastante agrado.

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—Obviamente y aprovechando para cambiar de tema—volvió a hablar el Rey trayendo la atención de ambos muchachos—Mi mujer ha hecho un escándalo cuando se ha enterado, escándalo que de milagro no ha pasado de ella, Thomas y yo. Como se los vuelvo a recalcar, no todos pensamos igual y es la Reina la persona más fiel a las normas clasistas de este lugar. Y es verdad que al ser normas se respetan, pero cuando estos casos inevitablemente suceden, suceden en secreto. Obviamente como mi amistad con Octavia, y otras personas.—aclaró—Mi mujer no está del todo contenta con esto, pero al estar decidido ya no puede impedir nada. Aún así su mal humor tal vez puede caer de repente en la señorita Harris, por lo que si sucede, de antemano pido perdón, pero aseguro que  también pedí a Thomas estar atento para evitar inconvenientes.

Lauren con bastante agradecimiento, asintió e hizo una reverencia para el Rey, así mismo Thomas confirmó lo que dijo su padre.

—Hasta el momento, no pasa nada, parece que solo lo está dejando pasar a pesar de que le molesta—dijo Thomas.

—Así es —confirmó el Rey— de corazón lamento si en algún momento su enojo se canaliza de manera personal a usted.—se dirigió a Lauren—Nadie desea que eso pase, porque ya ha sucedido con la pobre Karoma y Octavia por diferentes razones del pasado.— Se lamentó un poco.

—Agradezco su preocupación, y a pesar de lo que pase. Aseguro mi bienestar—dijo Lauren de manera comprensiva.

De cierta manera se lo veía venir, y así como lo habían mencionado ambos varones, era una suerte que el escándalo de la Reina no se haya expandido por todo el castillo.

Ya se había puesto fijamente la idea de que en todo ese periodo de tiempo am hasta el juicio, la cosas iban a estar de cabeza, todo podía volverse un caos y que tenía que tener la suficiente serenidad para enfrentarlo. Ya se lo había propuesto a pesar de todo lo que le costaba y le seguía costando, y así iba a hacerlo.

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Pronto la conversación dio su fin, Lauren tenía que continuar su jornada, y el príncipe regresar a su oficina también.

Al estar ambas tazas de té vacías con su pequeña bandeja en la mesa, Lauren levantó la misma, para llevar los trastes a la cocina. A un inicio el Rey dijo que no había problema, que otra persona podía recogerlo, a lo que con todo el respeto merecido hacia el hombre, Lauren contestó que era su trabajo y que por eso lo estaba haciendo. El Rey comprendió aquello y asintió con una sonrisa.

Thomas quiso ayudarla, pero la muchacha negó, ya que era solo una pequeña bandeja de plata con dos tazas de té vacías.

El Rey se quedaría en su oficina, Thomas y Lauren saldrían juntos hasta cierta parte, donde sus caminos se dividirián para llegar a sus propios destinos.

Con una reverencia la muchacha se despedía del monarca. Que después de haber dado permiso para que la misma se levante decidió dirigirle unas cuantas palabras, mientras aprovechaba para estrechar su mano libre, ya que en la otra llevaba aquella bandeja.

—Usted es una muchachita muy fuerte, y va a estar bien señorita Harris. Inglaterra está de su lado—dijo el Rey, para luego soltar la mano de Lauren, que disimuló perfectamente que aquel contacto no la incomodó.

Agradeció encarecidamente con otra reverencia. Y junto al heredero al trono que no tuvo mucha necesidad de despedirse de su padre ya que lo veía seguido, ambos salieron del lugar.

Por obviamente el respeto y el protocolo que se seguía, la muchacha tenía que esperar que el joven salga primero. Y así lo hizo. El príncipe después de salir mantuvo la puerta abierta con el brazo para que esta no regrese y la sirvienta no tenga que volver a abrirla.

Lauren salió, y el príncipe pudo cerrar la puerta propiamente.

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Un silencio reinó en ambos ya afuera, ya que los momentos en los que estaban solos, o relativamente solos, no habían sido precisamente muchos.

Además su tensión seguía ahí. Es decir, obviamente podían hablar con el otro del tema, por si el príncipe tenía noticias o avisos del procedimiento. Ya que dado a que en esos casos el trato era rígido, y profesional en cierto modo, seguían siendo un príncipe y una sirvienta.

Pero en el sentido de su amistad, como Thomas y Lauren, aquella tensión, en la que ambos discutieron, Thomas tuvo que dejar de lado ser su amigo por un tiempo para tomar medidas, y que la muchacha también se había ofendido. Su situación era algo complicada. Lauren seguía resentida aún. Pero eso no le impedía hablar e interactuar educadamente con el muchacho.

Caminaron por un corto tramo en uno de los pasillos en silencio, sin dirigirse la mirada por un buen rato. Hasta que el príncipe paró de repente.

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—Lauren—dijo.

La muchacha paró su paso, y retrocedió para quedar frente a frente con el alto muchacho.

—Sé que ya te pedí perdón, pero no puedo evitar sentirme mal como amigo tuyo.—confesó—Sé que esto es muy dual porque por un lado hablamos de como estamos en términos de príncipe sirvienta, y sé que ahí estamos perfectamente bien, pero que en esta amistad, yo te he ofendido. Escuchaba a mi padre, y tiene razón, la amistad no conoce muchos prejuicios. Y por eso pienso que este doble camino, de estar bien desde nuestros "cargos" pero mal como amigos, no debería suceder. Porque al final somos lo mismo, y ambas cosas también deberían ser lo mismo. Y te pido perdón, cometí un error, fui brusco tal vez, o muy impetuoso. No quiero que hayan barreras entre nosotros, de las que nosotros mismos nos ponemos.

Lauren lo escuchó, y caer en cuenta de lo que decía, y poder haber conectado con las palabras del príncipe dentro de lo que él quería decir, la hizo dar cuenta que ella también había cometido un error, uno grande. Y que ese resentimiento el cual se podía justificar, al final terminaba siendo invalidado por toda la razón que tenía el muchacho. Las cosas no tenían por qué ser diferentes desde dos caras, no si ellos no querían.

Así el tiempo que ella aseguraba largo de su ofensa, se fue. En tan poco tiempo. Sintió algo en su pecho suavizarse en una manera en la que le daban cosquillas. Y supo que ella también debía pedir perdón.

—Yo también lo siento— confesó—acomodando la bandeja entre sus manos mientras miraba hacia abajo unos segundos. Thomas estaba algo extrañado— Siempre, he tenido muchas barreras y escudos para mi misma. Ha sido mi única defensa, y sentirme atacada y vulnerada en eso me ha hecho tener un resentimiento totalmente errado con usted. —dijo haciendo una pausa, en la que el príncipe pareció ponerse algo nervioso—Usted me ha salvado, como príncipe, como amigo. Le debo mi vida. Espero pueda perdonarme usted también.

El príncipe miró hacia abajo totalmente avergonzado. Con un notable carmesí en sus orejas.

—Claro, claro que sí—tartamudeo un poco.

Lauren se sintió mucho más aliviada. Agradeciéndole al muchacho con un gesto en la cabeza.

No se movieron del pasillo, y aún frente a frente se quedaron en silencio varios segundos, en los que el tímido muchacho recordaba las fuerzas para levantar la cabeza. Y en los que sin darse cuenta Lauren no podía evitar mirarlo.

El joven estaba evitando el contacto visual, pero podía sentir que obviamente lo estaban observando, porque estaban cara a cara. Eso no lo ayudaba mucho, porque le daba más vergüenza, y más se tenía que esforzar por disimular y por salir de la misma.

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Cuando pasó un poco más de tiempo, el príncipe levantó su cabeza, con un suspiro y una dulce sonrisa. Ya más recuperado de su repentino ataque de timidez.

Tomó un largo respiro.

— Entonces—hizo una pausa—¿Somos amigos de nuevo?—preguntó. Sus palabras fueron exactamente como las de un niño.

Una especie de calor, no corporal. Más bien un tanto espiritual atacó a Lauren.

—No creo que hayamos dejado de serlo— respondió Lauren, con una inusual dulzura en su voz.

El príncipe rio avergonzado, haciendo que el sonido de su risa sea algo cómica. Se lo notaba aliviado, tranquilo, feliz.

Entonces ambos se avergonzaron. En una manera buena, si es que se podía decir así. Porque no causaba ningún mal sentimiento, más bien todo lo contrario.

Ninguno se atrevió a mirar los ojos del otro esa vez.

—¿Puedo darte un abrazo?— comentó el príncipe, casi en un susurro de un momento a otro. Mientras rascaba la parte trasera de su cabeza para disimular su vergüenza.

El pedido, a pesar de que el cuerpo de Lauren no parecía estar muy de acuerdo ya que se tensó un poco, pasó a segundo plano, porque la muchacha no se negó. Y a pesar de tener la pequeña bandeja plata con dos tazas de té vacías en la mano, busco una manera cómoda para que la bandeja no interrumpa el contacto, sosteniéndolo nuevamente con una mano y llevando aquel brazo un poco al costado.

El príncipe se acercó con bastante timidez, pasó ambos de sus brazos por encima de los hombros de la muchacha, que le llegaba un poco más abajo del hombro. Haciendo el contacto lo más delicado posible para no molestarla. Agachado, con el mentón también levemente apoyado en el hueco del cuello de la muchacha debido a la doblada postura que tuvo que adoptar.

Lauren a pesar de que en serio lo intentó, ya que con Frizzy pudo hacerlo de cierta manera, no pudo corresponder al príncipe. Sabia que este no se lo esperaba tampoco, pero algo en ella le decía que después de un momento así no podía ser tan descortés. Pero su cuerpo no la dejaba.

Fue un abrazo tal vez un poco más largo de lo normal y de lo que ella en realidad llegaba a soportar. Por lo que después de intentarlo todavía, lo máximo que pudo hacer Lauren fue pegar un poco más su cuerpo. Sintiendo así de casualidad la escencia del príncipe, porque su nariz terminó muy cerca del cuello del joven.

Un olor a vainilla, que la convenció de que tal vez abrazar o dejarse abrazar no era tan incómodo al final, si es que los sentimientos eran verdaderamente genuinos.

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