Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

LXI

𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1880 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨

El príncipe caminaba algo apresurado algo asustado, Lauren trataba de igualar su ritmo, pero el peso de la falda y lo repentino de lo que le habían contado la dejaba atrás de tanto en tanto.

No quería darle vueltas a ese asunto, no estaba acostumbrada y es más jamás había recibido una herencia de algo escrito en un testamento. Porque ninguno de sus padres tenían uno, ni nada en su vida le dio la oportunidad de recibir o experimentar algo directamente relacionado con esos temas, bueno hasta ese momento.

Sabía como funcionaban esas cosas, pero no como las tomaban y administraban en el castillo cuando sucedían con los trabajadores. Sabía que se lo iban a explicar, así que de eso no podía preocuparse.

Una parte de ella se sentía mal por saberlo, porque obviamente no podía agradecerle por ello, y tendía a sentir que aquello sea lo que fuere, no podía merecérselo por completo.

Se lo contaron bastante rápido, y decidió que era mejor dejarlo así. Si lo pensaba mucho podía retroceder en todos los avances que había tenido en su proceso de luto durante las semanas pasadas. Sin que pueda expresar su agradecimiento recibiría aquello que el hombre había decidido darle, y atesoraría ese gesto para toda su vida

[•••]

Al final de uno de los pasillos, una gran puerta de madera se encontraba abierta, el príncipe invitó a la muchacha a entrar y el también lo hizo al instante cerrando la puerta detrás de él.

Su oficina era tremenda, parecida a la que tenía Vladimir Gees en la biblioteca, solo que con mucha más luz, más espacio y una decoración totalmente acorde con la del castillo.

El joven fue hasta su escritorio, de donde hizo al lado un par de libros para hacer más espacio en la mesa del mismo.

Invitó a la muchacha a sentarse en la silla que había al frente, y el obviamente se sentó en la silla que estaba detrás de la mesa. Se llevó la mano a la cabeza unos segundos, nuevamente como si estuviera asustado por algo, dio un fuerte suspiro y de entre los cajones del escritorio buscó algo.

Una especie de mal presentimiento invadió a Lauren de manera sutil, pero difícil de ignorar.

—Bueno, ahora lo que sacaré es el informe del banco, junto a la constancia de entrega. Usted la lee, la firma y así queda asegurado que esto se le ha informado propiamente y que esta al tanto de esta noticia—dijo, para después encontrar dos papeles, poniéndolos delante de la muchacha, mientras de su tintero también sacaba su pluma para prestársela.

Obviamente primero leyó el informe, que explicaba que como sirvienta real, su presencia en la lectura de testamento no era necesaria, porque el castillo manejaba esas cosas impecablemente, informaban que el hombre le había dejado dinero, una cantidad que sin ser fuerte fácilmente podía darle sustento a cualquiera por unos buenos meses, que esa cantidad era la misma que le estaba dando a sus otros empleados, pero que a diferencia de ellos, el dinero de ella estaba siendo depositado en su cuenta bancaria.

Lauren lo leyó dos veces, por si las dudas, y porque siempre era importante leer bien ese tipo de documentos. Luego, en el documento de constancia de entrega, lo firmó dando cuenta que había leído el informe y que el aviso de la información había sido propiamente hecho.

Le devolvió su pluma al príncipe, y este la puso en su tintero. Lauren seguía sin entender por qué el muchacho seguía pareciendo tan asustado.

—¿Se encuentra bien?—le dijo príncipe de repente. Y la muchacha de cierta sintió que ella debía ser quien pregunte eso. Aún así terminó asintiendo.

—Obviamente no tenía idea. Y mi sorpresa no puede ser mayor tampoco. Pero era también voluntad de mi gran amigo, y en su honor la acepto totalmente, por más de que siempre una parte me diga que no es algo que merezca en totalidad.

—Lo entiendo, lo entiendo. Pero es dinero, y fuera de la materialidad y subjetividad que se atribuye a su idealización y alabación, obviamente va a servir muchísimo.

—Lo sé. Y el agradecimiento me acompañará hasta el final. Hasta cuando el dinero mismo se acabe, porque lo que aprecio de esto, es la voluntad que el señor tuvo para conmigo, no su dinero en sí a pesar de cuánto va a servirme claro esta.—dijo con notable nostalgia en su voz. Dándole una especie de cierre a ese tema.

[•••]

El príncipe tuvo una especie de sonrisa, pero una que reflejaba un sentimiento extraño, como de pena. El mismo sacudió la cabeza unos segundos y decidió volver a tomar la palabra.

—Bueno, como ya lo ha leído. El dinero ha sido depositado en su cuenta bancaria. Y pues como es obvio desde la mayoría de edad el mismo es abierto para todo ciudadano, y pues claro que usted tiene la suya.—dijo, y se tomó una pausa— Y disculpe, pero como se lo dije y me veo obligado a repetir, esto del testamento es pues solo el inicio y algo sencillo respecto al tema por el que realidad necesito hablar con usted seriamente, ya que gracias a esto ha pasado algo, y esto es pues la razón por la cual necesito hablar con usted ahora que pues este tema del testamento quedó claro.—dijo el joven, bastante preocupado.

La muchacha asintió dispuesta a escuchar.

—En el proceso de transferir el dinero a su cuenta bancaria, obviamente se tenían que ver sus documentos. Que también deberían estar presentes, y lo están. Pero lo raro está en los mismos, su partida de nacimiento esta falsificada—dijo el príncipe tomando a Lauren de sorpresa, porque ese era un tema que sí sabía.

En su llegada a londres a los 11 años, las Dhollen tenían que ocultar todo. Y pues pagaron por documentos falsos, donde no había información sobre sus padres, se la reportaba como "huérfana, de padres de identidad desconocida" y obviamente fue todo tan perfectamente armado, que sus documentos reales simplemente los desaparecieron, con ayuda de sus influencias, y su dinero. Esa fue otra cosa que obviamente también debía callar.

Pero escuchar el tema de nuevo la dejó helada.

—Créame que fue un milagro que nos demos cuenta—dijo el príncipe nuevamente —Quien sea que haya falsificado se ha asegurado de que algo de usted sea ocultado y que el hecho de que nadie lo sepa pase desapercibido—dijo— Desaparecieron todo tipo de información que lleve a usted

Lauren empezó a mirar hacia abajo, para pensar que iba a hacer ahora, como iba a evitar el tema, o cuanto se había enterado el príncipe, por que se había enterado.

—No voy a mentir sobre lo siguiente—dijo el príncipe continuando— Pero estoy seguro, que Vladimir Gees hizo a propósito esto, porque sabía que al dejar dinero, y al depositar este, los papeles de su cuenta serían examinados, por eso meses antes de su muerte cambió unas cosas de su testamento  respecto a usted, ya que al empezar su trabajo aquí el dinero estaría en su cuenta. Lo más extraño fue que en su testamento pidió que sus documentos sean especialmente revisados, lo que a un inicio no era nada raro, ya que es común que los testamentos recalquen ese tipo de cosas por seguridad. Pero con lo que ha pasado todo parecía planeado y si  el Bibliotecario lo hizo a propósito fue por algo, Vladimir Gees sospechaba algo.—dijo. Lauren se llevó una mano a la cabeza unos segundos, dándose cuenta que esta temblaba, razón por la cual la bajó casi al instante.—¿Usted sabía algo de esto?

Tenía que mentir, hasta el último momento. Así que negó.

El príncipe suspiró y empezó a buscar algo en otro cajón encontrándolo a la primera.

—Lo que se ha cometido en su contra es un crimen. Cuyos responsables obviamente existen.—dijo, sacando un pequeño cartón, con tapa, que debía tener papeles de algo dentro—Mala suerte para estos criminales que usted trabaje en castillo ahora, porque gracias a Dios, tengo el honor de conocerla un poco, y recordé que usted venía de Doncaster, donde nuestros encargados buscaron algo que guíe hacia usted. Dándonos con la sorpresa que también se desaparecieron cosas, pero no todo. Porque hasta los más profesionales de los criminales pueden cometer errores— dijo, entregándole a la muchacha aquel cartón—Porque ganamos la lotería, buscando hasta donde posiblemente no había, se encontró una copia de su hoja de vida, y de su partida de nacimiento.

Lauren estaba abriendo la tapa del cartón cuando el príncipe soltó lo último y la impresión hizo que arroje el cartón hacia la mesa del escritorio.

Porque estaba todo, su foto cuando era niña, su nombre completo, su cumpleaños, la hora en la que nació, el año. El nombre de sus padres, sus fotos, sus firmas. Aquel cartón quedó abierto, pero ella no quería tocar ninguno de los papeles que estaban ahí


—Su madre, era Emma Harris—dijo el príncipe—cuyo apellido era el de casada obviamente. Pero que por alguna razón, no figura el de soltera en ningún lado. Lo que da a entender, que de cierta manera con su madre hicieron lo mismo.—dijo el príncipe, sacando la hoja que tenía la información de su madre.

Lauren se levantó casi impulsivamente del asiento.

—Por favor guarde eso.

El príncipe pareció entender aquel tipo de gesto.

—¿Entonces sí sabía de todo esto?—preguntó levantándose también.

—Usted no entiende. Por favor.—dijo Lauren, intentando cerrar la tapa de aquel cartón, no llegando a hacerlo ya que el príncipe tomó todo aquello primero, poniéndolo detrás de su espalda.

—No, no entiendo. Por favor ¿Que está pasando?—dijo el príncipe, totalmente preocupado, al ver que Lauren no se estaba sintiendo bien.

Lauren negó repetidas veces con la cabeza, más como negándose a si misma soltar palabra alguna mientras retrocedía cada vez más sin darse cuenta.

—Por favor—volvió a decir Lauren, pidiendo que el príncipe guarde aquello. Que no siga hablando del tema y parecía querer esconderse en algún lugar.

El príncipe pareció debilitar fuertemente pero infló un poco su pecho poco después.

—No—dijo firmemente.—¿Qué pasa? ¿A qué le tienes miedo? Son papeles recuperados. Es tu vida. ¿Quién ha querido esconderla?

[•••]

Un instinto dentro de Lauren hizo que quiera salir corriendo por el pánico, llegando a avanzar hasta casi la puerta, siendo interrumpida por el príncipe que se paró delante de ella. Después de haber dejado todo en la mesa del escritorio nuevamente.

Lauren le pidió que la deje irse. El príncipe preocupadísimo pero firme le dijo que no.

—¿Te han dicho algo?—preguntó —Porque si sabes de todo esto, y te estás poniendo así, no me está dando ninguna buena idea. ¿Qué te hicieron?

Lauren se sentía atacada, terriblemente. Era algo que había guardado tanto tiempo, algo a lo que le tenía tanto miedo. Ya estaba casi todo expuesto. Que haría ahora para guardar silencio para ocultar algo. No podía contarle a nadie, ni en esa situación. Ni al propio príncipe. No podía decirle nada. No debía decirle nada.

Tenía que recuperar el aire, pensar rápido, hacer algo. Se sentía atrapada, no quería que nada le pase al príncipe, no quería que nada le pase a ella. No podía ser cierto.

Lauren negó a todo lo que preguntó el príncipe. Sentía su cuerpo helado, temblando. ¿Por qué Vladimir Gees había hecho eso? ¿Había sospechado desde hace cuanto? Quería salvarla, rescatarla o algo, pero el pobre hombre no tenía idea de en las cosas que podía meter a Lauren, porque a pesar de todo, el nunca supo nada.

Era tarde, ya era tarde. Cómo evadiría las cosas ahora. Cómo se salvaría, como salvaría a quienes se hayan enterado. Las Dhollen conocían gente, seguramente también en el castillo.

[•••]

—Lauren—llamó el príncipe haciéndola salir de aquel trance por unos momentos.—Dime la verdad. Por favor.

La muchacha siguió negando.

—No puedo, no puedo—susurró cada vez más bajo—no quiero que le pase nada, por favor.—dijo casi rogando.

En esos momentos su mente se concentró en la amenaza de las Dhollen, sin pensar en nada más. Su cabeza daba vueltas en el hecho de que el peligro de que le hagan daño a cualquiera que sepa estaba literalmente al rojo vivo.

El príncipe frunció el ceño e intentó buscar la mirada de la muchacha. Estaba asustado también, no entendía absolutamente nada, el tema era sensible, algo pasaba. Y quería saber, quería ayudarla.

—¿Por qué me va a pasar algo? No puede pasarme nada Lauren. Soy el príncipe, estoy bien y lo voy a estar. No va a pasarme nada, estamos en el palacio, es literalmente uno de los lugares más seguros del país, mi vida está protegida con una seguridad extremadamente estricta. No puede pasarme nada, por qué  me podría pasar algo por saber algo que me preocupa increíblemente no solo a mí,  sino que hasta puede ser un caso gravísimo de atentados a los derechos humanos—empezó a decir con una voz tranquila.

La muchacha se llevó ambas manos al rostro, pasando las mismas por ese con bastante desesperación y frustración.

—Es que—empezó a decir viéndose interrumpida de nuevo.

—Lauren—volvió a llamar el príncipe, acercándose un poco más a ella mientras seguían frente a frente.—Esto no es ninguna cosa que pueda tomarse a la ligera. Si lo has ocultado también es por algo, y claro que hay muchas cosas más que siguen ocultas. Y que tú sabes.—le dijo—Estás en el castillo el lugar más seguro que puede haber, pero si no hablas no podrás dejar que la gente te ayude. Esto es un crimen, quien sea que lo haya hecho merece la cárcel por esto,  y si tu lo sabes debes decirlo, y también decir por qué lo estás ocultando.—dijo el príncipe—No tienes idea de cuánto respeto tu privacidad y la considero importante pero esto necesariamente sobrepasa cualquier límite, y me veo obligado a estar hablándote así porque lo que está pasando es de las cosas más serias posibles.—dijo con una expresión extraña en el rostro— no puedo dejar de repetir que la gravedad de este asunto es increíble. Es un crimen Lauren, un crimen en contra tuya.—explicó con énfasis—Quiero ayudarte Lauren, necesito ayudarte, déjame hacerlo por favor, te lo ruego—imploró

Lauren negó con mucho miedo.

—No va a pasarme nada—volvió a decir el príncipe rogándole.

La muchacha seguía muy aturdida y acongojada, y seguía evitando decir algo por el miedo que tenía.

Hubo un silencio largo, el príncipe se pasó las manos por el cabello, y suspiró pesadamente tomando el puente de su nariz para poder pensar algo.

Lauren quería ver una manera de como irse de esa oficina, pero no tenía salida. El príncipe volvería a bloquear su camino, volverían a discutir.

Su silencio jamás se había visto tan atacado.

El príncipe levantó la cabeza de repente, y algo en su semblante se veía diferente.

—Entiendo por una parte, que no quieras contarme porque hay un tipo de miedo espantoso a algo que te lo impide—dijo entonces el joven hijo del Rey tomando la palabra — y perdóname, ódiame todo el resto de tu vida si quieres, pero voy a tener que ignorar tu voluntad, dejando de lado decirte esto como un amigo, y más bien como príncipe de Inglaterra, te ordeno que me digas que es lo que está pasando.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro