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LX

𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1880— 𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨

Las horas pasaron un poco más rápido de lo previsto. Todo había sucedido en la mañana, pero el inicio de la tarde se anunciaba con  el sol estando más brillante que nunca.

Había silencio, pero no era incómodo, más bien era necesario. La situación lo ameritaba y lo exigía de una manera bastante entendible. Más que para pequeñas palabras, más sonidos no hubieron.

El príncipe acompañó a Lauren, sentado a su lado, durante horas seguidas, sin problema alguno. Con una intención noble y empática.

[•••]

Pasado ese periodo de tiempo, y poco después Frizzy llegó de repente con la ropa de dormir de Lauren doblada ordenadamente en las manos. Se la veía bastante preocupada, y no levantó la mirada hasta estar completamente dentro de aquel lugar, dándose la sorpresa de que el joven príncipe seguía ahí.

No dijo nada, más bien saludó a todos los presentes con una reverencia, para luego poner la ropa de su compañera al pie de la cama que le habían dado a la misma.

El silencio que estaba presente desde antes, permaneció. Frizzy juntó sus manos y las miró, sin saber si decir algo o no.

El príncipe miró al rededor, aclaró su garganta para sacar su reloj de mano del bolsillo del pantalón y así ver la hora. Disimuladamente se levantó de la cama.

—Veo que ya debe ser oportuno que me retire.—dijo dirigiéndose a Lauren—La señorita Jocasta ha llegado con sus cosas para que se quede hasta mañana y seguramente también ella desea hablar con usted solamente, para lo cual yo saldría sobrando.—se acomodó el saco.

—No se preocupe su majestad—dijo Frizzy de repente.

El príncipe negó.

—Ya me quedé mucho tiempo.—le brindo una sonrisa a la morena—en vista de la amistad entre ambas, su compañía será muchísimo mejor que la mía.—dijo.

Después de eso, el muchacho de cabello claro se despidió de todos, de la enfermera, de Frizzy y al final de Lauren que le devolvió su saco.

El joven se lo colocó normalmente, saliendo del lugar lentamente no sin antes mirar hacia atrás una última vez.

[•••]

La retirada del príncipe, hizo que Frizzy de alguna manera pueda sentirse un poco más cómoda, en el sentido de que así podía acercarse a Lauren y demás.

Durante todo ese tiempo, Lauren había permanecido sin inmutarse mucho, más que para los saludos y despedidas que habían ocurrido. Sus ojos no dejaban un punto en especial y no parecía estar pensando en absolutamente nada.

Pero la presencia de Frizzy también hacía que la mente de Lauren vuelva por unos segundos. La morena fue casi corriendo a sentarse al lado de Lauren, donde anteriormente estaba el príncipe y darle una especie de abrazo a su amiga, el cual no esperaba que sea correspondido y obviamente no lo fue.

—Lo siento mucho—dijo Frizzy evitando ponerse sensible porque sabía que no debía llorar en frente de Lauren porque empeoraría las cosas de cierta manera.

Lauren no se movió, y dejó que Frizzy la abrace. Su mente volvía a perderse mucho por más de que intente no hacerlo, y eso hacía que hasta no tenga fuerzas de alejarse o algo por el estilo. Tampoco tenía ganas de hacer nada, no quería saber nada.

Frizzy se separó después de varios segundos de haber dado su pésame. Y siguió al lado de la muchacha.

—Me dieron solo media hora, pero esta bien. Me quedaré aquí contigo—le dijo de nuevo la morena.

—Gracias—Logró formular Lauren como pudo. Apreciando bastante el hecho de la compañía de su amiga en ese tipo de momentos.

Frizzy negó amablemente, y pareció acurrucarse un poco al lado de su amiga. Donde se quedó media hora, como había dicho, como se lo habían permitido.

[•••]

Efectivamente Lauren se quedó en la enfermería para los sirvientes toda esa noche. La enfermera estuvo al tanto por si necesitaba algo antes de dormir y esperó que pueda hacerlo.

Lamentablemente no resultó así, ya que durante la gran mayoría de las horas de la noche, la muchacha no durmió ni un poco. No podía hacerlo, su cuerpo rechazaba cerrar los ojos por mucho tiempo, como si tuviese miedo a recordar cosas, a ponerse mal de nuevo.

Se la pasó recostada boca arriba, con las manos descansando en su estómago. Mirando al techo, totalmente despierta.

Al menos, esta vez que se enfrentaba a ver y sentir los anuncios de la muerte de cerca, había tenido gente que la ayude, y que le brinde consuelo. Cosa que jamás tuvo a los once años, y fuera de todo el dolor que causaban los acontecimientos actuales, algo tan pequeño, como unas palabras de consuelo que casi nada hacían, llegaban a significar bastante si se las apreciaba como debían serlo.

Iba a vivir su luto, por el tiempo apropiado y por el tiempo que ella sienta que deba vivirlo. Por respeto al hombre, a su muerte, a su alma y a su cuerpo inerte.

[•••]

La bolsas de los ojos que le quedaron al día siguiente alarmaron a la enfermera, ya que debido a que estos también estaban hinchados por el llanto del día anterior, le daban un aspecto de malestar espantoso.

Al final eso no tuvo que importar mucho, porque para el tiempo que según el castillo era muy largo para la ausencia de una sirvienta durante su tiempo de trabajo, debía volver inmediatamente.

Se aseó y se cambió. Pero nada le quitó ni disimuló el aspecto que tenía. Se sentía mal en todo sentido, y se notaba. Aún así, por norma, su trabajo debía estar primero, no importaba como.

Tuvieron que darle otro adorno de tela para el cabello porque el suyo lo había perdido en todo aquel apuro del día anterior en el camino al carruaje.

Le ardían los ojos más que el día anterior, y así fue a la cocina. Para seguir con su trabajo.

[•••]

La cocina reaccionó ante la llegada de Lauren. La vieron distante, increíblemente mal, y literalmente se veía muy mal, físicamente, y emocionalmente sobretodo.  Pero ahí estaba.

Muy poca gente se le acercó, limitándose a Octavia y a Louise, que fueron a darle el pésame evitando tocarla a toda costa. Los demás la miraron de lejos, y absolutamente nadie se acercó a darle un abrazo o algo por el estilo. Y eso por un lado fue bastante bueno.

Fue bastante triste, y dio pena. Pero no podía hacerse nada.

Estando al lado de Frizzy, que era literalmente la única persona que Lauren tenía ganas de ver ese día, el trabajo tuvo que continuar.

Fuera de Frizzy nadie tuvo el valor de hablarle después. Ni mencionar de cerca la muerte del hombre, cuyo entierro se daría ese día. Al cual obviamente Lauren no tenía permitido asistir, porque una vez más, debido a la sangre no se le estaba considerando como familia y al ser sirvienta muchísimo menos. No tenía permiso.

Y eso lo sabía, lo trataba de entender y ya lo aceptaba al final. No podía hacer nada para cambiar normas del castillo desde la posición en la que se encontraba.

[•••]

Durante los días siguientes y la semana siguiente, su luto continuó. Lo guardó dentro de todo lo que podía, y lo respetó con seriedad.

Los días fueron lentos, algo tortuosos, pero seguramente era solo una percepción suya, por lo que estaba asimilando, por el dolor que estaba procesando y el luto que estaba guardando. Una semana entera, y un par de días en los que sacando una vez más fuerzas desde donde ya no las tenía, se obligó en sobremanera a recuperarse a sentirse mejor, porque en algún momento de su vida se lo había prometido al hombre, y tenía que cumplir su promesa.

Y cumplirla, también le sirvió en demasía a ella, porque empezó a procesar las cosas de mejor manera. A asimilar su dolor. A saber que el hombre ya se había ido, y que su alma estaba en un lugar mejor. Que su cuerpo podía descansar varios metros bajo la tierra. Que su alma podía viajar a un lugar al cual la religión le daba explicación en su siglo. Pero que mantener vivo su recuerdo era la forma más no le de respetar su memoria, y así sería.

La princesa se enteró de que aquella pérdida había afectado fuertemente a Lauren, y en un momento que la misma arriesgó para forzar un encuentro haciendo que este parezca lo más casual posible, le dio el pésame a la sirvienta, mientras tenía algunas lágrimas en el rostro bastante apenada por su amiga. Lauren se lo agradeció encarecidamente, con una mano en el corazón, en esos momentos estando mucho más estable, las palabras eran muchísimo más significativas, y el consuelo que daban era algo que hacía que se sienta muchísimo más agradecida.

La familia Real obviamente había asistido al entierro una semana atrás atras, llevaron coronas de flores y todo lo que pudiesen.

El príncipe, bastante enojado contaba y se quejaba seguido de que las hijas del hombre no fueron al entierro de su padre. Que ni una sola de las cinco que eran tuvo la delicadeza dr aparecer en el entierro de su propio padre. Eso obviamente molestó también a Lauren, cuya expresión con la noticia fue todo menos amable.

Al pasar de las semanas, lo que se venía era la lectura del testamento, y lo más seguro era que para eso, las hijas del Bibliotecario sean las primeras en llegar. Haciendo que la sirvienta se moleste más de lo que ya estaba, y se le notaba.

No conocía a esas mujeres y le desagradaba por completo, por como el interés por el dinero, y la herencia, las hacía olvidar cuanto importaba su propia familia, su padre era un buen hombre y ni si quiera estando muerto habían podido presentar lo mínimo de humanidad en algo tan sagrado como un entierro, al que a Lauren no le permitieron ir, pero que a sus propias hijas, que tenían todo para asistir. No lo hicieron.

Y molestaba, claro que sí.

[•••]

Y efectivamente, como se pensó, ya dos semanas después de la muerte del hombre. Que respetaban el luto familiar, se dio lectura del testamento y ahí estaban sus 5 hijas, siendo las primeras en llegar. Aquel rumor recorrió Londres en dos segundos, llegando al castillo primero.

Mucha gente se enojó en serio, y claro que habían razones para ello. Pero nadie ni ninguna opinión tenía el poder de desheredar a las mujeres.

Se contaba, que obviamente la biblioteca ahora era de Gerard Minsky, porque así lo había querido Vladimir Gees, que su fortuna la repartió entre sus hijas, e incluso entre sus empleados porque ante la muerte del hombre estos quedarían sin trabajo, y con el dinero que les dejó les daría sustento hasta que al menos encuentren uno nuevo. Y lo que molestó más fue que las hijas reclamaron contra eso, diciendo que no aceptaban que su padre esté dando dinero a sirvientes.

Todos rumoreaban aquello, se hablaba de eso por todos lados. Y a Lauren le hervía la sangre con eso, porque se lo imaginaba, imaginaba la frustración de los sirvientes, las ganas que debía darles de responder a las hijas del hombre, que no parecían serlo, porque su padre las amaba tanto, y lo único que hacían ellas de vuelta era ver y esperar su dinero.

Gracias a Dios y como contaban, los reclamos de las mujeres fueron tan ridículos que el encargado de leer el testamento no pudo evitar reírse en sus caras.

Vladimir Gees fue un hombre maravilloso, no merecía que después de muerto estén faltándole tremendamente el respeto con una situación tan bochornosa como esa.

Lauren juraba que su cabeza le iba a explotar de lo molesta que estaba. No sabía como se podía ser tan insensible ante la pérdida de la familia misma. Y sinceramente agradecía no conocer a esas mujeres, cuantos corajes se hubiera ganado si alguna vez las hubiese conocido.

Cuanto le costaba todavía a ella asimilar y terminar su luto, y escuchar que una cosa así este pasando a parte de hacer que una tremenda impotencia llena de cólera la invada, dolía muchísimo también.

Se frustró y enojó muchísimo.

[•••]

El día siguiente a ese, el mal humor no se le pasó. Sabía que al final todo había salido bien y que lo que hicieron las mujeres no fue nada más que el ridículo, pero su enojo no se fue. Imaginarse tremenda basura salir de las bocas de las hijas de uno de los hombres más nobles y buenos de Londres era una cosa muy difícil de creer.

Frizzy misma había estado enojadísima  también y quien no.

[•••]

Ambas una vez más lavaban los trastes, en aquella agua fría que arrugaba los dedos y resecaba las manos con el tiempo.

Sin previo aviso, unos pasos apresurados y repentinos se hicieron presentes en la cocina, llenando de sorpresa también a todos los presentes al ver que el príncipe había entrado rápido y repentinamente al lugar obviamente en busca de la persona cuyo nombre era el más conocido en la cocina después de Octavia Fulmer.

De traje azul marino y corbata roja, con el cabello algo revuelto por al parecer haber corrido desde quien sabe que parte del castillo, llegó indicando que nadie se agache que no pasaba nada que estaba ahí de emergencia.

Llegó en frente de Lauren desorientándola un poco, para luego dirigirle la palabra rápidamente sin ni siquiera dar un poco de tiempo para dejar que las personas presentes procesen la razón de tan sorpresiva entrada.

—Es algo muy importante. Necesito hablar contigo.—dijo, recuperando un poco el aire, y como si estuviera algo asustado— A solas. Urgentemente, por favor—terminó.

Lauren se bloqueó un par de segundos, pero reaccionó rápidamente. Dejando lo que estaba haciendo un lado, y caminando junto al príncipe en el apresurado ritmo que este seguía teniendo al salir de la cocina.

No tenía una idea de que podía ser, pero el joven parecía ser un tema que debía ser seriamente tratado.

Ambos subieron las escaleras y salieron completamente del ambiente, empezando a ir por unos pasillos que se dirigían a la zona oeste del castillo, zona que personalmente Lauren casi no conocía.

[•••]

—Tenemos que hablar en mi oficina.—dijo el muchacho mientras ambos caminaban lado a lado, y señalaba los pasillos por los que tenían que doblar y guiaba la caminata—Esto es bastante serio en general porque empezó con una cosa pequeña  la cual no necesitaba más que darte un breve aviso y ha terminado en algo que es extremadamente extraño, por eso necesito hablar contigo, tienes que enterarte de esto o en todo caso si ya lo sabes ayudar a aclarar esta situación, pero antes de todo  eso tienes que saber otra cosa también —dijo el joven de repente, mientras ambos seguían caminando, haciendo una pausa para pensar —Bueno—se trabó con sus palabras unos segundos pero pareció recuperar el ritmo de la conversación poco después— para que todo pueda empezar a entenderse, lo que fue el comienzo de toda esta situación  tiene que ver con Vladirmir Gees. Y no, no se preocupe no es nada malo—aclaró suavemente—Como usted sabe y como ya el rumor ha corrido, ayer fue la lectura del testamento y estos sucesos en los que estuvieron sus hijas. El punto es que nos llegó un papel firmado por el banco, un informe ayer en la noche. Porque en el testamento del buen Vladimir, también está usted.—soltó.

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