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LIII

𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1880—𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨

De repente el príncipe empezó a reírse, mientras terminaba de recuperar el aire y se enderezaba.

A Lauren no le daba risa, no le daba risa en serio. Y no entendía qué era lo gracioso en lo que había pasado. Su ceño no pudo evitar unir sus cejas al mismo tiempo que miraba al príncipe. No de acuerdo con que aquello sea divertido.

Aún así, no ganaba nada molestándose, y posiblemente la risa del príncipe sea por los nervios. Además ya no estaban ahí, y habían logrado huir, de que le servía ponerse a renegar por algo que ya había pasado, y que por suerte había salido bien.

Lo dejó pasar, dejando completamente de lado hacerse algún tipo de problema por ello.

[•••]

Unos segundos después el muchacho ya había recuperado todo el aire. Pero seguía teniendo leves carcajadas.

—Eso fue emocionante—confesó el príncipe llevándose una mano al estómago mientras seguía riéndose.

—Fue horrible—contestó la muchacha aún con el ceño fruncido y un poco de indignación en su voz.

Aquello hizo que al príncipe le de un poco más de risa.

—El miedo nos bloqueó a ambos. Pero piénselo mejor ahora, que estamos lejos, y estamos técnicamente a salvo. Lo que pasó no era absolutamente nada para preocuparse tanto, pero el impacto que causó la sorpresa fue lo que alteró el factor de miedo, y bloqueó  una idea más lógica.—dijo el joven de repente—Paso a explicarme— dijo entrecerrando los ojos en un breve silencio para ordenar sus ideas. —Si mi madre nos hubiera visto en el campo, lo máximo que hubiéramos tenido que hacer era esconder la pelota, y yo ponerme al lado suyo o  viceversa, porque solo se hubiera dicho que era algún tipo de pedido y que eran cosas de trabajo inventando una historia, como lo necesario de privacidad y el jardín como opción. Una mentira blanca era todo lo que se necesitaba, Sin necesidad de haber vivido toda esta cosa que ha terminado alterando a ambos de nosotros cuando era algo tan tranquilo para no hacerlo.—dijo.

Hubo silencio entre ambos. En el que las palabras del príncipe hicieron que Lauren pueda caer en cuenta también. Levantando las cejas con impresión y llevando la mano a su boca suavemente. Era cierto.

Fue frustrante, y al mismo tiempo daba gracia por todo el estrés que se había sentido en un momento que la impresión no dejó pensar en más allá, de correr.

[•••]

El príncipe volvió a reír suavemente al ver la reacción de Lauren.

—Nos hemos escapado de un peligro que si bien existente, podía tener otra solución que una huida.—suspiró el joven después de sus segundos de risa.—Es tonto como algo así puede dar tanto miedo. Pero así como usted en esos minutos casi muero del susto.—dijo— Escapar era la única opción, en esos momentos, en ese estado de desesperación, es verdad.—recalcó  y una risa amenazó con salir de nuevo de sus labios—Pero ahora que lo pienso mejor voy a acordarme de esto con mucha gracia. El miedo nos limita y ciega en verdad, hasta en situaciones tan pequeñas como esta, que hace unos minutos parecía ser de vida o muerte.—suspiró.

—Mis manos estaban heladas—comentó la muchacha, mostrando levemente las palmas de la mismas, que a pesar ya de lo pasada de la situación, estas seguían teniendo un leve temblor.

—Pude darme cuenta—rio—sus dedos parecían fríos como un hielo.—hizo una pausa—¿Le ha pasado seguido?—preguntó el príncipe.

—Más cuando estoy nerviosa— confesó la muchacha. 

[•••]

Los minutos siguientes en aquel pasillo, la muchacha pasó a disculparse por la reacción que tuvo su cuerpo cuando llegaron ahí, no deseaba haberlo ofendido, y aunque no lo hubiera hecho necesitaba transmitir sus disculpas.

El joven, las aceptó, pero recalcando que no se había ofendido. Que no había problema con eso.

Con una reverencia Lauren agradeció aquello.

[•••]

Entonces antes de perder más tiempo, ambos empezaron su camino de regreso a la cocina, porque era mejor que Lauren vuelva de una vez, porque se había ausentado ya un par de horas, a pesar de que tenga permiso para hacerlo.

Aún así el ritmo de sus pasos fue normal, el príncipe colocó los brazos detrás su espalda, y la muchacha con su postura de siempre camino tranquilamente a su lado.

Un par de sirvientes los vieron en aquel trayecto, pero no dijeron nada, porque tampoco vieron nada extraño.

Entre ambos, aún estaba el tema de lo cómico que había sido aquello en el jardín, el príncipe decía que jamás le había pasado algo parecido, pero que no podía evitar que al recordarlo se le quiera escapar una carcajada. Como un miedo, que era totalmente válido, había limitado a ambos, en una situación que muy bien se podía solucionar sin enfrentar tanto estrés y tanta angustia, que al final solo terminaron sobrando.

A ambos también les dio vergüenza la cantidad de miedo que habían sentido en el jardín, porque una vez más, era válido, pero pudo no haber pasado si es que la angustia no los hubiera bloqueado. Si hubieran podido imaginar algo más allá de lo que anteriormente creían que era la única solución para salir del problema.

[•••]

—Me siento muy tonto—bromeó el príncipe.

—Yo también—dijo la muchacha en respuesta.

El príncipe sonrió divertido.

—Pero servirá de anécdota, de un recuerdo. Y de lección también—rio para luego hacer una pausa—ah, hubiéramos podido continuar platicando y jugando con Bruno sin problema, y tal vez el tiempo hubiera alcanzado para visitar el establo—dijo en un suspiro pero luego pareció cambiar de opinión—aunque puede que no haya sido posible de todas maneras, porque usted necesitaría volver a la cocina y las horas ya estaban pasando.

Lauren se encogió de hombros.

—Entonces sin saberlo, su madre nos ayudó en algo.—dijo la muchacha con algo de gracia.

—Y también casi nos provoca un infarto—contestó el muchacho con diversión. Y hubo un breve silencio—Pero es que en serio fue muy tonto.—dijo con vergüenza.

La muchacha lo miró unos segundos, y asintió de acuerdo, avergonzada de como se había bloqueado también, y como ninguno de ellos pudo pensar en lo que hubiera sido la mejor solución.

Hubo un corto silencio.  Y el príncipe no pudo evitar reír de nuevo. Lauren no pudo hacerlo, pero eso no significó que no le haya causado gracia.

[•••]

Ambos siguieron caminando, regresando por los mismos pasillos, y tomando uno que otro diferente, para cortar el tiempo. En un momento la muchacha notó que un mechón de cabello se le caía en la frente al príncipe, quitándole un poco de armonía a su arreglado cabello. Se lo avisó, y el joven de cabellos claros lo arregló con sus dedos sin mucho problema.

Momentos más tarde, en la misma tranquilidad de los pasos. El príncipe empezó a revisar los bolsillos de su pantalón en busca de algo, dándose cuenta pocos segundos después que no había nada.

—No traje mi reloj de mano, lo debí haber olvidado en el otro pantalón— suspiró para sí mismo sin encontrar nada en sus bolsillos—¿Qué hora será?

Lauren al escuchar y ver aquello, sacó su reloj de dentro del cuello de su vestido con tranquilidad. El hecho que lo use como collar, y que lo esconda dentro del cuello del vestido llamó la atención del príncipe, pero no la interrumpió con ninguna pregunta.

—Las siete de la noche en punto—dijo la muchacha.

—vaya, que suerte que usted traía reloj, es una forma original de llevarlo también por cierto—dijo el príncipe y agradeció por la información con un gesto en la cabeza.—muchas gracias.

La muchacha respondió al gesto, guardó y escondió nuevamente el reloj dentro del cuello de su vestido.

[•••]

Un par de pasos más, que se sintieron incluso más cortos por el buen ambiente en ambos jóvenes, se llegó al gran comedor. Vacio aún, porque todavía faltaba para la hora de la cena.

El príncipe todavía acompañó a la muchacha hasta las escaleras que bajaban a la cocina. Y quedaron frente a frente.

—¿Desea que la acompañe hasta abajo?Por si Octavia o sus demás superiores necesita una verificación  de que efectivamente hemos estado juntos todas estas horas.—preguntó amablemente el hijo del Rey.

La muchacha negó amablemente.

—No es necesario majestad. Pero agradezco su intención. 

El príncipe asintió de acuerdo.

[•••]

Era momento de despedirse. A pesar de que en el fondo el deseo de alargar la presencia del otro esté.

—No hay de qué.—respondió el joven a lo anterior— Espero, que a pesar de este último cómico momento con mi madre, a pesar del terror que causó en su momento, y la vergüenza que ahora queda por ello, este encuentro entre ambos haya sido de su agrado, como ha sido del mío.—habló el príncipe Thomas.—He disfrutado mucho su compañía, y ha sido de gran alegría poder haber conocido al menos una pizca más de usted, y haber discutido temas que amenizan una conversación.   Pero creo que queda pendiente que pueda mostrarle el establo—habló el de repente dándole un giro a sus palabras—no se ha podido en esta ocasión, y si en algún momento tengo el honor de que acepte una invitación mía de nuevo, me gustaría cumplir aquello.—dijo mientras miraba a la muchacha—Claro que nuevamente correríamos el riesgo de que alguien nos vea, o que incluso mi madre lo haga, pero dado a que esta situación ha brindado una lección, en caso usted acepte, ya sabríamos que hacer.—dijo con algo de diversión— Aún así no dejaría de ser peligroso, pero eso lo haría divertido, porque es prohibido. Y la combinación de esas dos cosas, son algo que personalmente me vuelve fanático de las mismas

—No tengo razones para negarme a otra invitación.—contestó Lauren—Pero si de peligro o prohibición se trata, en el caso mío, no es ninguna de mis pasiones.

Al príncipe se le escapó una risa suave.

—Podría ser yo su mala influencia entonces—bromeó.

La muchacha levantó ambas cejas.

—Fascinante—contestó con el mismo humor.

El joven rio de nuevo.

La muchacha no pudo evitar mirarlo a los ojos unos segundos más, y este hizo lo mismo, dedicándole una sonrisa más dulce.

Entonces, con una reverencia de ambas partes, se despidieron oficialmente.

En unas horas era la cena, así que al menos, al servir la comida se verían de nuevo, aún así, a pesar de otra invitación en pie, no se sabía en qué momento tendrían oportunidad de interactuar así de nuevo.

Cada uno se dio la vuelta en su respectiva dirección, el príncipe se iba rumbo a la sala real, para lo que tendría que pasar por el comedor, Lauren empezaba a bajar las escaleras.

[•••]

Ya a mitad de las escaleras, mientras la muchacha seguía bajando tranquilamente, escuchó los pasos del príncipe regresando apresuradamente.

—Señorita Lauren—llamó.

La muchacha se giro, miro hacia arriba, el joven estaba parado nuevamente al final de estas. Entonces se dispuso a escucharlo.

A pesar del espacio de los escalones que los separaba, se podía notar que el príncipe se había puesto nervioso. Pareció acobardarse unos segundos, pero decidió hablar.

—Señorita Lauren—repitió amablemente, e hizo una pausa—Le habían dicho alguna vez, que tiene usted ojos muy interesantes— con algo de énfasis en la pregunta implícita.

La declaración tomó desprevenida a la muchacha.

—Alguna vez, supongo.—respondió notando su voz nerviosa— Siempre he creído que son exageradamente grandes para mí rostro.

—Eso los hace bonitos. Pero no es solo eso,  es algo más, porque a pesar de que son marrones como increíblemente casi todo el mundo—hizo silencio ese instante, tomando un respiro para decir lo siguiente—a, a, a mi me gustan mucho.—tartamudeo.—yo no quiero ofenderla o incomodarla diciéndole eso pero

—A mi también me gustan los suyos—interrumpió Lauren suavemente, con sinceridad y con intenciones de que los nervios puedan aminorarse en el príncipe.

El hijo del Rey, aclaró su garganta para disimular un creciente sonrojo en su rostro.

—Gracias—declaró.

—A usted— respondió la sirvienta.

[•••]

Una vez más, se despidieron. Con una reverencia a la distancia que los separaba.

Y ahora sí, cada uno se fue, a sus propios destinos, y en sus propias direcciones.

[•••]

Cuando Lauren regresó a la cocina, no hubo mucho alboroto, pero si se notó la vuelta de su presencia. Octavia que creía que aquellas horas ausentes habían sido por cuestiones laborales, se acercó a preguntarle a Lauren que tal le fue, y que había pasado.

La muchacha, inventó rápidamente una excusa, diciendo un par de cosas a cerca de detalles en el desayuno que terminó inventando para disimular.

Octavia le creyó.

Lauren regresó a la zona de los trastes, donde Frizzy la esperaba haciendo lo mejor por disimular su desbordante emoción y su enorme sonrisa.

Cuando Lauren llegó tranquilamente a su lado, la morena empezó a dar pequeños saltos de la emoción.

—¿Te fue bien?—Susurró.

La muchacha asintió.

No podía contarle nada en la cocina porque podían escucharlas por accidente. Así que a pesar de que Frizzy necesitaba saber estuvo de acuerdo en saber los hechos cuando ya estén en la habitación que compartían.

[•••]

El momento de la cena llegó rápido, Lauren lo percibió así porque no había llegado hace mucho, y la horas faltantes en la cocina pasaron muy rápido.

[•••]

Al subir y servir los platos, todo continuó con la misma normalidad de un día en el palacio. Dejaron la comida en las mesas, sirvieron las copas, bandejas y todo aquel banquete.

Una vez más la reina decidió hablar delante de los sirvientes mientras estos terminaban de servir toda la comida.

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—Mark ¿Te parece gracioso lo que me hiciste en el jardín?—dijo de repente la mujer.

La expresión del rey fue todo un poema.

Ningún sirviente entendió, fuera de Lauren. Que al ver que el Rey reaccionó totalmente desprevenido, y sin idea de que diablos estaba pasando y por que le estaban reclamando.

Decidió solamente mirar hacia otro lado disimuladamente. Porque inconscientemente, se sentía aludida. Ya que lo que había pasado tenía que ver con ella. Aún así permaneció increíblemente serena, disimulando mientras seguía sirviendo un par de platos.

[•••]

—¿Me vas a responder?—volvió a incriminar la Reina a su esposo.

El mismo, por el desconcierto, ni siquiera tenía idea de que estaba pasando.

El príncipe por su parte, hizo un esfuerzo inhumano para no reírse. Y solo atinó a disimular tosiendo.

Por lo demás, la princesa, los consejeros, las damas, y hasta el Rey mismo estaban totalmente desconcertados.

—¿De que estás hablando?—dijo el Rey más confundido que nunca por fin reaccionando un poco.

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Los sirvientes se miraron incómodos entre todos, por la sensación de que podía haber otra pelea. Razón por la que se apresuraron un poco en terminar de servir la comida.

—Ay, por favor. No me vengas con tonterías.—dijo la mujer ofendidísima.

—¿Pero qué te hice?—volvió a decir el Rey completa y totalmente desconcertado.

En la mesa, no muy lejos, el príncipe disimulaba y controlaba sus tremendas ganas de reírse. A pesar de que si se reía no pasaba nada, y no se delataría porque su madre seguiría creyendo que lo que pasó en el jardín era pues con su esposo. No quería reírse. Pero mientras más se lo prohibía más le daban ganas de hacerlo, por lo que tenía que disimular bebiendo algo de vino, o aclarándose la garganta para disimular.

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