
LII
𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1880 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨
Parecía que en el momento del juego, Lauren estaba molesta o aburrida, porque no se movía mucho, su expresión seguía como siempre. Pero en realidad, apreciaba aquel momento bastante, y estaba pasándolo bien, tiraba la pelota con tranquilidad pero con fuerza, porque quería que Bruno pueda disfrutar correr y le daba gracia ver como se tropezaba consigo mismo, y se levantaba incluso con más ganas.
Estaba aliviada también, porque el ánimo del príncipe estaba increíblemente mejor. Estaba bastante desganado por lo de su madre, incómodo e irritado por lo que pasó en el almuerzo, pero esos momentos lo estaban haciendo sentirse mucho mejor, ayudaban a que se pueda despejar y que ese feo momento de horas antes pueda quedar ignorado, y además el joven se estaba divirtiendo mucho. Y eso a ella también la hacia sentir bien.
Quedó ignorado el hecho de que el plan inicial era ir al establo, y quedó relevado y olvidado por el juego con el enorme y dulce cachorro, que no se cansaba, ni se cansaría pronto.
Lauren estaba más cansada que él, hasta el príncipe estaba más cansado que su perro. Pero no hubo decisión de tomar algún descanso, porque a pesar de ello, el ambiente era bastante ameno, y el hecho de cortarlo por un descanso, haría correr el riesgo de que aquello tal vez pueda disminuir un poco, y que Bruno tenga incluso más energías, y que lograr cansarlo se vuelva incluso más imposible después de eso.
[•••]
Minutos después, Bruno estaba corriendo detrás de su pelota nuevamente, que en esa ocasión rodaba por el suelo del campo después de que la muchacha la haya tirado bastante lejos.
De un momento a otro, Bruno paró, y no porque alcanzó su pelota, sino que más bien solo paró de repente. Sus orejas se levantaron el alerta, y su cuerpo se dirigió hacia donde estaba el jardín con los enormes arbustos de rosas blancas.
Entonces empezó a ladrar, fuerte y repetidas veces. Bastante enérgico y emocionado.
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A pesar de lo normal que fue eso en la actitud de cualquier perro, el príncipe se acercó hasta el jardín, por las dudas.
Bruno seguía ladrando.
La muchacha permanecía tranquila y aprovechó para acomodarse el peinado, que se había movido un poco.
Entonces el príncipe que se giró en un segundo desde donde estaba y empezó a correr de vuelta al campo esta vez en dirección hacia donde estaba la muchacha extrañándola un poco.
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Llegó al frente de Lauren, y entonces la muchacha recién notó el susto en el rostro del joven y mientras en su respiración se notaban nervios este empezó a hablar.
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—Mi madre está en el jardín—susurró con una angustia terrible. Mirando hacia atrás y a todos los lados instintivamente.
Y con eso, ella también se asustó.
Bruno ladró más fuerte.
Era por eso que había empezado a ladrar, había reconocido la presencia de la mujer.
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Hubo un momento de bloqueo total por la preocupación y la angustia, en los que ninguno tuvo ni idea de que hacer. Más aún porque la Reina parecía tener intenciones de visitar el establo, y para eso tenía que cruzar el campo.
No había a donde correr, en el campo no había escondite, y en el establo, los verían fácilmente.
Otra opción no había, tenían que meterse al jardín también, por más ilógico que suene.
Tenían que entrar, sí, pero usar otros caminos, de aquellos enredados que tenía, aprovechando el laberinto, para evitar así a la Reina, y cruzar a los interiores de castillo.
Dejaron a Bruno, que había parado de ladrar, porque quiso empezar a seguirlos cuando los vio correr hacia el jardín.
Con mucha pena y desesperación por escapar, Thomas tuvo que ordenar que se quede, el juego tenía que terminar. Bruno, obedeció feliz aún, porque como perro no tenía ni idea, de lo que pasaba, solamente entendía que el juego había acabado, y volvió tranquilo a su casa. Sabiendo también que otra persona que conocía estaba cerca, con la cual ya no tenía necesidad de ladrar tampoco, porque por el olfato seguramente ya sabía de quien se trataba.
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Entonces el silencio, fue lo que reinó en esos segundos. El perro les había advertido. Porque sintió a la Reina. Por eso ladró, la reconoció, por un olor, o tal vez un sonido. Sin saber, Bruno les había salvado el pellejo.
No solo porque fuera la reina, sino porque si cualquiera los hubiera visto, igual no hubiera sido bueno, porque se consideraba, que lo que estaban haciendo era malo, prohibido. No podían estar hablando como si nada, porque por más que entre ambos, ya exista una simpatía y que el príncipe haya pedido que las barreras que los diferenciaban no sea algo que consideren, era solo entre ambos, y ante los ojos de cualquier persona que no sabía aquello, eso era una ofensa, y una actitud prohibida de ambas partes.
[•••]
Se adentraron en el jardín, en un camino que estaba al otro extremo de donde se suponía estaba la Reina. El príncipe conocía perfectamente aquellos caminos, el guiaba.
Caminaron en un silencio total, el hijo del Rey estaba más atento que nunca, deduciendo por dónde caminaba su madre, escuchando sus pasos a lo lejos, para así tomar un camino donde no los vea, y no sepa que estaban en el mismo espacio.
Los caminos y el jardín con las rosas era inmensos y el plan tenía todas las de salir bien, pero si un camino era mal tomado, corrían el riesgo de encontrarse.
Lauren caminaba detrás del joven bastante cerca, con la misma cautela, la misma atención. Y el mismo susto. Quien iba a saber que la Reina quería pasar por ahí a esas horas. No quería imaginarse los diferentes escenarios posibles si es que por mala suerte ella los veía.
Y con como esa semana parecía estar maldita. La mala suerte podría estar acechando desde cualquier lado.
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El ambiente, para colmo, empezó a oscurecer un poco más. Por la hora de la tarde que era, aumentando también el factor de angustia, porque su vista empezaba a limitarse también.
Lauren empezó a ser totalmente consciente del tiempo, por segundos por minutos. Como si un reloj estuviera en sus orejas, y escuchara las manijas avanzando.
A pesar del silencio, cautela, y atención con el que caminaban, y lo suave de sus pasos, estos podían ser escuchados. Debían estar alerta, caminar con mucho cuidado. Podían escucharlos.
Parecía un juego de azar. Porque no veían a la Reina y a pesar de que al escuchar podían deducir donde estaba, sus lejanos pasos dejaban de escucharse a veces, y ahí no sabían si ya estaba lo suficientemente lejos, o si solo había parado de caminar.
[•••]
Al pasar por un camino casi al medio ya de todo aquel trayecto tortuoso, los pasos de los zapatos de la Reina se escuchaban más fuerte y más cerca que antes.
Y eso inmovilizó a Lauren y al príncipe, porque podía estar más cerca de lo que imaginaban.
Instintivamente, ambos se agacharon, a pesar de que las paredes de arbustos sean de por sí más altas que ambos.
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El príncipe se puso a escuchar. Tratando de controlar lo nerviosa de su respiración.
La respiración de Lauren en cambio bajo su ritmo.
Así se dieron cuenta que los separaba a penas una pared de arbustos, la Reina sólo estaba en el camino de al lado.
Ninguno tuvo el valor de moverse. Y hasta respirar pasó al olvido.
Parecía tonto el tipo de miedo que se podía estar sintiendo. Pero era muy real. Por todas las cosas que podían pasar si algo salía mal.
Habían de esperar hacia donde irían los pasos de la Reina, porque al estar tan cerca, podía escuchar los pasos de los muchachos si estos empezaban a caminar a pesar de que caminen lo más despacio posible.
[•••]
El príncipe quiso intentar ver a través de los espesos arbustos, por si llegaba a divisar al menos algo. Y saber cuándo se iba, y aque parte del jardín se iba.
Para su mala suerte, con aquello las hojas crujieron.
Y el sonido de los pasos de la Reina pararon.
El príncipe, antes de que se escape algún tipo de maldición se tapó la boca, para seguir guardando silencio.
[•••]
—¿Mark?—se escuchó la voz de la Reina, que gracias al sonido, pudo identificar que no estaba sola. Creyendo que su esposo estaba ahí.
Thomas y Lauren, aún inmóviles y parcialmente agachados, permanecieron en total silencio.
Le respiración de la muchacha bajó su ritmo aun más, y empezó a sentir una especie de náuseas dadas por el estrés de esos instantes.
—¿Mark eres tú?—volvió a decir la Reina. Y sus pasos volvieron a sonar unos segundos, para volver a parar-Sí eres tú dímelo, estoy aquí también. Creo que estamos cerca.-elevó la voz-Mark, vamos no puede ser que primero hayas dejado a tu familia en el almuerzo y ahora me ignores-dijo más fuerte.
El silencio siguió intacto. Los muchachos ni siquiera parpadearon.
—¡Respóndeme por favor!—gritó de nuevo la Reina, notándose algo desesperada.
Entonces volvió a caminar, y se escuchó más cerca.
[•••]
Y con eso ya estaban en una emergencia total, lo único que quedaba, era huir sin más. Antes de que los encuentre, porque en cualquier momento daba la vuelta rodeando algún camino, y los veía.
Sin opción, y sin tiempo para disculpas, el príncipe se vio obligado a tender su mano hacia la muchacha, y esta se vio obligada a tomarla. Y empezaron a correr.
Sus pasos al hacerlo se escuchaban ya claramente, arruinando la idea del silencio y la cautela. Que ya no servía de nada porque la Reina ya se había dado cuenta que no estaba sola.
Pero correr era lo que quedaba, cualquier cosa con tal alejarse de la Reina, que esta no sepa quiénes estaban ahí con ella.
El largo de la falda, todas las faldas internas, cuanto estas pesaban a la hora de correr y contando también su situación mensual, se lo dificultaron de sobremanera, pero hizo todo lo que le fue posible. Tenía que hacerlo.
Ninguno podía permitir, que la Reina los descubra.
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La Reina por su parte parecía haber incrementado el ritmo de sus pasos también, porque creía que era su esposo quien estaba ahí en el jardín. Esa era la única respuesta lógica en su mente.
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La siguieron evitando tomando diferentes caminos en el laberinto que formaba la estructura de ese jardín, con bastante rapidez, porque si cruzaban rápido, llegarían antes a los interiores propios del castillo y así estarían seguros.
Se encontraron retrocediendo y cambiando de dirección en varios, porque haciendo un cálculo del destino o cruces que tenían con otros caminos, estos podían hacer correr el riesgo de que sean más fáciles de oír o sentir.
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Segundos después, volvieron a quedar separados por una pared de arbustos, y una vez más se vieron obligados a parar en seco, para escuchar hacia donde iría la Reina, y así seguir evitándola.
Esta vez, por ser la segunda, sabían que hacer, pero así mismo el estrés y miedo fue más fuerte.
Nuevamente ni un solo sonido se escuchó por varios segundos. Y las respiraciones volvieron a perder sonido alguno.
Lauren atinó a pegarse más a los arbustos, sin rozarlos, como un instinto para esconderse.
Casi sin darse cuenta, el príncipe hizo lo mismo. Y una vez más esperaron en silencio, cualquier movimiento en falso, como el error el príncipe al hacer crujir las hojas, esta vez los delataría por completo.
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—No sé que tipo de broma estás queriendo hacerme Mark. Pero solo estás logrando molestarme. No estoy de humor-gritó la Reina. —No sé por qué estas evitándome, no sé que es lo que hice ahora.-volvió a gritar —Solo estaba yendo al establo, a ver nuestros caballos. No sabía que estabas aquí, pero si no quieres verme estar escapando no es la opción. Soy tu esposa, quieras o no. Estás casado conmigo, y tenemos hijos.
Hubo silencio.
[•••]
Esta vez, por fin en el favor de los jóvenes. La Reina se alejó después de no recibir respuesta, dobló por otro camino ante el silencio, creyendo que era por ahí o tal vez siguiendo una corazonada en la que felizmente se equivocó, y empezó a alejarse.
Aprovecharon ese instante, y volvieron a correr.
La Reina había perdido los pasos.
Pero al volver a escucharlos, tuvo intenciones de seguirlos de nuevo pero ya no lo hizo, se había frustrado muchísimo porque mientras lo había estado intentando, solo había logrado que la eviten, quien afortunadamente seguía creyendo era solamente su esposo.
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Aún tomándose de la mano, para que el príncipe pueda ayudar así a que Lauren pueda correr más rápido, e ignorando los gritos de la Reina, atravesaron, doblaron y fueron de frente en varios caminos.
Para que la Reina siga creyendo que era su esposo quien se escapaba de ella, la muchacha se esforzó para sincronizar de alguna manera sus pisadas con la del príncipe, y este a su vez se esforzaba porque ambos puedas correr lo suficientemente rápido, y poder ayudar a la muchacha a hacerlo.
Dentro del jardín ya relativamente lejos de ellos, la Reina volvió a gritar una vez más, esta vez a forma de desahogarse. Sin emitir palabra alguna. Con una frustración terrible en su tono.
Ninguno miró atrás. Ya no había por qué.
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El príncipe dedujo un atajo después de unos segundos, y solo así aquella hazaña pudo lograrse.
Terminaron de cruzar el jardín, vieron ya el fin del mismo, y aquel camino inicial por el que habían entrado. La prisa aumentó.
Por el susto que todavía seguía, sin mirar atrás y con el único objetivo de llegar a un lugar fuera de peligro y alarma y el estado de emergencia en el que se habían puesto sus mentes y cuerpos, corrieron hasta dentro del castillo sin dudar ni mirar atrás.
Solo así al fin aquel martirio había terminado.
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Llegaron hasta un pasillo afortunadamente vacío, ya seguros de cualquier riesgo. Y por fin pudieron parar, dando un par de pasos extra al hacerlo por el impulso con el que estaban corriendo.
Y tan rápido como lo hicieron, el cuerpo de Lauren soltó la mano del príncipe al instante, rápida y bruscamente mientras el resto de su cuerpo su cuerpo, sin poder controlarlo se retorcía con asco. Aquello había sido mucho más de lo que podía soportar y había soportado en su vida, pero por la gravedad de angustia del momento, y la necesidad de salir corriendo había tenido que hacerlo.
Eso no ofendió al príncipe. Y la muchacha esperaba no haberlo hecho.
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El aire por fin les pudo regresar al cuerpo.
El príncipe se llevó las manos a las rodillas para recuperar el aire. Porque al ser su respiración demasiado nerviosa en el jardín, por el riesgo de que esa misma se escuche, la había contenido.
Lauren llevó la suya delicadamente al pecho para hacer lo mismo. Sintiendo su corazón latir fuertemente, por toda la intensidad emocional que había tenido el momento. Pero teniendo más estable la respiración que el príncipe, porque a diferencia de él, ella no la contuvo por completo, sino que solo bajo su ritmo y por ende su sonido.
Por fin el alivio de estar en otro lugar lejos de ahí llegaba.
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Había sido extremadamente rápido, seguramente no habían demorado más de 8 minutos en aquella huida, incluyendo la alerta de que la Reina estaba ahí.
Pero esos cortos minutos se habían sentido terribles.
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