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L

𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1880 — 𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨

     Los pasos siguieron por el jardín, con la misma tranquilidad. Mientras se podían apreciar las flores, las rosas, y los arbustos.

     Los caminos del jardín eran cruzados y enredados. Así lo veía Lauren porque no conocía el lugar por dentro completamente, el príncipe en cambio estaba totalmente familiarizado, y era él quien a pesar de caminar hombro a hombro, guiaba el paseo.

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     —Este jardín lo conozco desde pequeño—volvió a comentar el príncipe—y desde mis memorias sus rosas siempre han sido la única flor presente, y siempre han sido blancas. Pero cuenta mi padre, que antes de aquello, y cuando el jardín era de la madre de él, este dotaba de flores diversas y de todos los colores. Cada Reina, cambia el jardín a como ella lo desee, porque desde el momento que llega al poder se vuelve el suyo técnicamente, por eso, cuando coronaron a mi padre, y a mi madre, mucho antes de que yo nazca, mi madre convirtió este jardín a como esta ahora. No tengo quejas al respecto, porque es verdad bastante hermoso.—dijo.—en flores al menos, mi color preferido es el blanco.

     —El mío igual—contestó la muchacha gratamente sorprendida girando un poco el rostro, para mirar al joven.

    El príncipe levantó ambas cejas.

     —Oh vaya, que coincidencia —dijo con una sonrisa.—y si fuera un color propiamente dicho. No aplicado a un objeto ¿cuál sería su preferido?

     —Verde—contestó Lauren serenamente, sin dudarlo.—¿el de usted?—preguntó en el mismo tono tranquilo.

     —Azul—contestó el hijo del Rey riendo.

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     A medida que el paseo fue continuando, y que el silencio que se efectuaba de vez en cuando dejaba de ser incómodo. La conversación se tornó bastante amena. Lauren estaba mucho más cómoda, le gustaba escuchar al muchacho, y se sentía bien haciéndolo, porque siempre le había escuchado escuchar bastante, mucho más que hablar en sí.

      El joven contaba algunas anécdotas de su juventud, dentro del jardín, cuando jugaba a las escondidas con su hermana entre los arbustos, y que a veces terminaban lastimándose un poco, porque se metían sin pensar a los arbustos sabiendo que las rosas tenían espinas.

      Hasta el momento, y por respeto sobre las declaraciones de Lauren, no le preguntó a esta nada de su vida, cosa que agradecía como nunca. Aún así, podía hacerlo en algún momento, y tenía que estar lista para esquivar la pregunta o para decir lo más superficial posible.

      A pesar de cualquier cosa, esos momentos eran bastante agradables, y de ambas partes, después de un nerviosismo e incomodidad inicial, las cosas empezaron a tomar una fluidez muy natural.

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     En un momento al doblar por uno de los cruzados caminos, el príncipe pareció tener una duda. O una idea.

      —Creo que aquella vez, en este nuestro evento pasado en común, se llegó a tratar el tema sobre cual era nuestra propia lectura preferida.—decía, entrecerrando los ojos a medida que recordaba y se transportaba al evento—Yo pensaba que la suya era Cumbres Borrascosas, porque era la que tenía en manos, y si es que no me equivoco usted me dijo que en realidad era Crimen y Castigo.

      Lauren asintió.

      —Si no me equivoco de vuelta. La suya era La Divina Comedia.—dijo, y el príncipe asintió.—A usted le gustaba más la literatura antigua, que la relativamente actual.

      El príncipe recordó aquello también.

      —Sí así era, la Divina Comedia es de hace más de 300 años, y tanto Cumbres Borrascosas, Crimen y Castigo, Madame Bobary, y Moby Dick, se han dado en nuestro siglo, y no hace más de 30 o 40 años solamente. Lo que no quita su disfrute, porque se han vuelto aclamados maravillosos clásicos en ese corto tiempo, en estas relativamente pocas décadas.—habló tranquilamente—recuerdo también como me humilló—rio— ya que yo había deducido que debido al ser mujer a usted le gustaba Orgullo y Prejuicio o Romeo y Julieta. Me respondió diciendo exactamente "¿Un tipo de lectura depende o recae en mi género?" Y me cerró la boca.—comentó graciosamente.

      —Lo siento. No tenía idea, ni intención de —se empezó a disculpar la muchacha, mientras también aquella conversación pasada se repetía en su cabeza.

     —No claro que no, yo me lo merecía.—interrumpió el príncipe—Vamos, que hacía yo diciendo esas tonterías. Era ridículo pensar aquello, y hasta ahora me arrepiento de eso, profundamente, estaba tan equivocado. A pesar de que no haya sido algo fuerte, que más bien haya sido un tema no muy relevante, me hizo dar cuenta de muchos prejuicios y conjeturas que se instalan en nosotros sin darnos cuenta
—dijo, mientras su ceño se fruncía un poco—Se asocia comúnmente una mujer con la sensibilidad, la intensidad y el deseo propio. Y con eso se lo dirige al romance, entendiéndolo desde un punto de una pareja en sí. Esa fue una de las razones por las que a un inicio Jane Austen publicó Orgullo y Prejucio bajo un pseudónimo, porque si desde un inicio se sabía que era mujer, la cantidad de crítica que hubiera recibido sería considerada, más aún porque fue publicada al rededor de 1815 si no me equivoco. Pero si quien lo hubiera escrito, fuera varón, como Shakespeare hace más de 4 siglos, la cantidad de apoyo sería tremenda.—se expresó—es algo pues incorrecto, hasta hace unos años, e incluso en nuestro presente, la idea de que muchos escritores puedan ser del género femenino, era inconcebible, razón por la cual los pseudónimos o libros anónimos eran la única opción. Incluso a estos tiempos, entre una enorme y mayoritaria población del país, que una mujer haga una tarea supuestamente adjudicada a un hombre, es una barbarie supuestamente.—explicó tranquilamente

     Con atención, y admiración la muchacha lo escucho en total silencio. Mirándolo de tanto en tanto, para poder notar sus expresiones a la hora que se explayaba.

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     —Sé que al encontrarme del otro lado, como un varón, no sé muchas más realidades que las mujeres viven en carne propia— comentó nuevamente el alto joven—no sé lo que es estar aparentando delicadeza ante todo el mundo, no todos están juzgándome por mi ropa o porque tenga la falda sobre los tobillos. No vivo exactamente en un parámetro tan estricto de belleza. Y tengo acceso a toda la educación que tenga en gana, puedo salir a donde desee y permiso solo debo pedirlo a mi padre.—comentó—Dejando de lado, el hecho de mi pertenencia a la realeza, y la de mi hermana, poniéndome en la situación de un súbdito del pueblo, y en este mismo ejemplo, yo seguiría teniendo todos los privilegios educativos, pero a mi hermana por ser mujer, se los impedirían, porque en esta situación hipotética, ella hasta podría estudiar en la universidad, pero no le permitirían sacar su título. Todo eso considerando que si como súbditos seríamos gente con dinero, pero y qué si fuéramos pobres.—comentó y se giró un poco para ver a la muchacha, luego volvió a mirar al frente—Es pues, creo yo también una de las cosas que más se discuten en las asambleas que tiene mi padre, porque a pesar de ser rey, necesita que nuestras autoridades estén de acuerdo en una mayoría, él puede hacer lo que quiera, y dictar un decreto que anuncie que desde este momento en oportunidades educativas ambos géneros merecemos lo mismo. Pero si hay trifulca, nos exponemos a discordancias, a peligros, a posibles subversiones, y rebeldías. Y para la soberanía del reinado de mi padre, eso no conviene, ni a él ni al país. Y con esto ya me estoy yendo hasta el ámbito de nuestra política. Que está llena también de muchos pensamientos discrepantes, y que personalmente, considero atrasados. Aún así mi esperanza recae en un futuro, uno lejano, donde no solo como Reino, sino como humanidad nuestro pensamiento pueda avanzar, en unos siglos talvez, que por desgracia ya no veré.

     —Creo que eso se espera siempre. El pensar evoluciona, poco a poco. No dudo que en un futuro, podamos ver avances en nuestra sociedad a cerca de muchas cosas que se piensan ahora.—decidió hablar Lauren.

     El príncipe giró su rostro para prestarle más atención.

     Las palabras del príncipe tenían demasiada razón, o al menos Lauren estaba de acuerdo.

     —Siendo mujer, he vivido y visto muchas cosas. Y también sé que hay puntos de vista en los que en algún momento, va a haber un cambio. No ahora, ni en unas décadas, sino en mucho, tiempo, como usted lo dijo. Estamos, ante panoramas complicados, entre lo antiguo y lo que va avanzando, aplicado también a ideologías. Ámbitos económicos y educativos generalmente van de la mano, en una mayoría, a pesar del esfuerzo de tener más escuelas públicas. En las universidades no ocurre lo mismo, y añadiéndole por ejemplo. Ser mujer. Las cosas se nos ven peor. Porque se cree en una dominancia, en una mayor capacidad masculina, moral o de inteligencia. Se minimiza y somete a la mujer a como se deba que se comporte, pero al mismo tiempo se la tiene en la mira, en todo lo que hace, y hasta en como respira.—hizo una pausa—Usted es un joven admirable, de inteligencia y nobleza maravillosa. Yo no tengo la misma educación que usted, ni la tendré nunca. Porque soy una sirvienta, porque no he tenido la oportunidad de estudio que siendo varón tal vez con suerte se me hubiera dado con más amplitud, dando por entendido un caso hipotético en el que mi situación económica antes de castillo me lo hubiera permitido. Y no puedo evitar que eso en este caso me dé vergüenza, por mi clase social, por su presencia. Porque por más que por lo poco que sé y comprendo de un estudio general de la sociedad, sigo sin saber mucho.

     —Disculpe mi interrupción.—dijo el príncipe amablemente—Primero, agradezco su cumplido, pero he de discrepar con usted en estas sus últimas palabras. Esto va muy fuera de un ámbito de halago o un intento por agradarle. Pero considero yo, que así como un grupo de personas más que tengo el honor de conocer, yo veo y siento que es igual o más inteligente que yo. Yo necesito estar estudiando a cada momento para no olvidar las cosas, estar en constante discusión para saber que hacer con mi opinión, pensar y reflexionar en tan demasía me cuesta mucho, porque me confundo, encuentro relativismos en mi mente que ni entiendo. Es cierto que el ser humano está en constante aprendizaje, y que dentro de educación se consideran idiomas, gramática, matemáticas, ciencias y muchas cosas técnicas. Pero la inteligencia se va a mucho más que eso, aunque también estoy seguro que de los ejemplos mencionados usted también sabe muchas cosas. Que nos definan y separen las clases sociales, es pues ya algo increíblemente pegado al mundo. Y aunque le pida que no debería sentir vergüenza de alguna manera la entiendo y personalmente vivir con el cargo de saber que mucha gente puede sentirse así respecto a mi es algo que me deja preocupado a veces. Pero, ambos somos humanos, sea quien yo sea, y sea quien sea usted, de corazón mi mayor gusto sería que este tipo de barrera, pueda eliminarse entre ambos talvez. Y espero no estar sobrepasando su confianza, haciendo una insinuación que pueda ofenderla. Pero usted capaz de despertar un interés en cualquiera.

     Lauren se sintió increíblemente halagada por las palabras del príncipe.

     Sintió que el ritmo de su respiración perdió su compás un poco, por el efecto del halago del mismo. Y en el momento que sintió una especie de calor en las orejas supo que empezó a sonrojarse también. Y lo disimuló perfectamente.

      —Se lo agradezco muchísimo.—dijo agachando la cabeza en una reverencia respetuosa.—Nunca me habían dicho algo así.

     —Que error de parte de cualquiera que haya tenido oportunidad de conocerla.

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     Hubo silencio unos minutos en los que estuvieron caminando, y no fue incómodo. Y más bien pareció sembrar más simpatía entre ambos acompañantes.

     Las palabras del príncipe no eran para menos, era un joven tan preparado, y tan educado. Que el hecho de que piense así, y se exprese de una manera tan bella, no era para nada una sorpresa. Después, el halago que había dirigido a la muchacha, fue enternecedor. De pies a cabeza, era un caballero, con todas sus letras.

     Algo en Lauren no podía evitar compararlo con Alex Douglas, en el sentido de lo terriblemente diferentes que llegaban a ser. El príncipe, por más de tener muchísimo más dinero, muchísimo más poder, ser el heredero al mismísimo trono de Inglaterra, era pues de las personas más admirables, inteligentes y de corazón noble que posiblemente habían pisado Inglaterra.

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     El príncipe y la sirvienta siguieron caminando, y llegaron a una parte donde aquella especie de laberinto y plantaciones de rosas blancas terminaba, pero el jardín no.

     Después de salir de la zona llena de rosas, empezaba un gran campo lleno de pasto. Plano y perfectamente cuidado. Cruzando este estaba el establo, donde estaban pues todos los enormes y bellísimos caballos del castillo. Y el príncipe propuso e invitó que a través de las vallas de madera podían verlos un rato.

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     Con agradecimiento, la muchacha aceptó, y empezaron a cruzar todo aquel campo inmenso de pasto. En el camino el príncipe explicaba que tenían en total 16 caballos, y que una yegua estaba preñada, por lo cual se volverían 17 dentro de unos largos meses más. Debido a que obviamente los caballos, por ser equinos solo podían tener una cría por cada etapa de preñez.

     La muchacha lo miraba y escuchaba con la misma atención de siempre. Este comentaba también, que él montaba una yegua en especial, que ya tenía unos 6 años, cuyo nombre era "Eclipse", y que justo pues era esta la que estaba preñada.

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     En un momento sus ojos se desviaron a una parte de aquel campo, y a lo lejos cerca a una de las esquinas vio una casa de perro, grande, extremadamente cuidada, y hasta pintada. Con un cuidado que fácilmente ni muchas propias casas del pueblo habían de tener.

     Y en un momento, como si el instinto de mirar hacia allá de Lauren le hubiera advertido o avisado de algo, notó como de la casa aquella salió. aquel enorme cachorro de pastor Inglés que ya había tenido oportunidad de conocer una vez, justo aquella cuando presenció por primera vez el trato de la reina con la princesa. Aquel cachorro no era nadie más que "Bruno"

[•••]

     A penas vio a las dos personas, salió corriendo.

     Con todos sus pelos en la cara, corriendo atolondradamente y tropezándose consigo mismo, cruzó el campo en un segundo y hasta tal vez menos.

     Haciendo que ni el príncipe ni Lauren tengan tiempo para reaccionar cuando esté pegó el salto más feliz de su vida directo a Lauren, a quien terminó tumbando, con fuerza, con el propósito de lamerle la cara, por lo feliz que estaba de verla de nuevo ya que el animal también la había conocido antes, por alguna razón le agradó muchísimo y al reconocerla, hasta se olvidó de su propio dueño.

      —¡Bruno! Ya—dijo el príncipe, que empezó a intentar levantarlo para alejarlo. Y no lo logró, la emoción del perro aumentó la fuerza del mismo.

     Lauren se lo deseaba quitar y lo estaba intentando, procurando obviamente no ser brusca, pero el perro estaba tan emocionado que hasta la estaba aplastando, moviendo su cola
efusivamente.

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