
II
𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1880 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨
Siguió su camino a un ritmo tranquilo, y llegó a su destino en poco tiempo, se detuvo delante de la casa, y acomodó las canastas en sus brazos de una manera en la que le permitan abrir el portón de esta.
Era una casa bonita, espaciosa y grande. Tenía dos pisos, un jardín bastante bonito, e incluso un pequeño balcón que daba a la calle, con una pequeña mesa y sillas, donde las dueñas de casa se sentaban a la hora del té a conversar.
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Lauren entró a la casa, tratando de hacer el menor ruido posible y esperando que el sonido peculiar del crujir de la madera no se haga presente tan notoriamente, ya que a esa hora en la mañana, sus patronas usualmente seguían durmiendo. Ya dentro cerró la puerta detrás de ella con la espalda, debido a que no tenía espacio en las manos.
Se dirigió entonces en silencio, a la cocina de la casa, para empezar a preparar el desayuno. Dejó las dos canastas en la mesa de esta, librándose así de su pesado contenido.
Movió sus hombros en círculos hacia atrás, para quitarse aquel leve adormecimiento que le había provocado el peso de las canastas, y antes de empezar con su trabajo y como un hábito suyo que consideraba malo, pero que igual lo seguía haciendo, hizo tronar algunos de los huesos de los dedos de sus manos.
Empezó a sacar los ingredientes que utilizaría de las canastas, y empezó a preparar el desayuno de aquel día.
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Como cualquier tradicional y típico desayuno Inglés, consistía de tostadas, tomates rostizados en rodajas, judías estofadas, huevos fritos, champiñones y salchichas. Su preparación no era tan difícil, pero tomaba su tiempo. Lauren se concentró en el momento para poder prepararlo, con todos los ingredientes frescos que le habían encargado comprar. Podía tomarse su tiempo, era temprano y las señoras ya despertaban bastante tarde.
Cada una mujer tenía su propia y cómoda habitación, y a cada una se le tenía que llevar el desayuno a la cama.
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Lauren llegó a terminar la preparación con bastante tranquilidad, puso el desayuno en los tres platos, sirvió el té en tres tazas y puso todos estos en las tres bandejas de sus patronas para luego poder llevarlas a sus aposentos. Luego con un trapo húmedo se limpió las manos.
Levantó la vista cuando ya había terminado de servir los desayunos en las bandejas y se fijó en el reloj que había en la cocina, para así ir de una vez al segundo piso, a servir el desayuno a las mujeres.
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Habiendo el reloj marcado las diez de la mañana, acomodó las tres bandejas en sus brazos, llevando una en una en la mano derecha, y las otras dos en el brazo izquierdo, una en el antebrazo haciendo equilibrio y la otra en la mano de este.
Subió las escaleras, y al llegar al segundo piso, se dirigió primero a la habitación de la hermana mayor, Ivonne Dholllen. Y nuevamente al no tener espacio en las manos tuvo que idearse una manera para tocar la puerta.
—Pase. —Se escuchó la voz de la mujer dentro de la habitación. Lauren abrió la puerta, y entró en la luminosa habitación.
La mujer, ya se había sentado en su cama, su habitación era espaciosa, cómoda y a diferencia de sus hermanas era la única que no tenía cortinas porque no le gustaban. Ivonne Dhollen, al ser la mayor, era quien mandaba en la casa, a la principal a la que incluso sus hermanas obedecían, y sin duda era la mente maestra de todas las maldades de la familia.
Lauren dejó la bandeja que traía en la mano derecha en el regazo de la mujer. La señora, como siempre no agradeció. Y teniendo el desayuno servido, la mujer indicó con gesto de desdén que la muchacha ya podía retirarse.
—No olvides cerrar la puerta—le dijo, mientras Lauren salía de la habitación.
La muchacha al estar fuera cerró la puerta como se lo habían dicho y sacó de su antebrazo izquierdo la bandeja con la que estuvo haciendo equilibrio, para llevarla en la mano que ahora tenía libre y dirigirse donde las otras hermanas.
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Fue a la habitación de Gemma Dhollen, la hermana del medio, tocó la puerta, escuchó que permitían su entrada y pasó. Saludó, como siempre no recibió respuesta, le dejó el desayuno, esperó unos segundos a que le digan que podía retirarse y lo hizo, dirigiéndose a la habitación de la última hermana, repitiendo las mismas acciones.
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Lauren diariamente se cansaba mucho, se la pasaba en la cocina, limpiando, trapeando, barriendo, cuidando el jardín. Y no se quejaba, no podía hacerlo tampoco.
Desde que empezó a trabajar en la casa, se obligó a adoptar una buena postura, para evitar los dolores de espalda, se puso disciplina a sí misma, a su horario, a su carácter.
Aunque ya de por sí, Lauren era una mujer seria, reservada y muy poco habladora, su personalidad permitía que no sean necesarias las palabras, su lenguaje corporal, la expresividad de sus ojos, hacían que sea fácil saber cómo se estaba sintiendo. Era precisamente eso también parte de la fuerza de su carácter, que sin necesidad de que sea la persona más habladora del mundo, imponía algo, provocaba algo. Su mirada era interesante, hipnotizante, y cuando expresaba enojo, llegaba a ser imposible de sostener.
El hecho de que sea una muchacha callada, no quitaba que no levante su voz cuando lo creía necesario, cuando una situación la movía de tal manera que necesitaba hacerlo, por más de que se gane grandes problemas después. Tales fueron los casos de Hope, y de Alex.
Fue una niña que sufrió demasiado, perdió a sus padres, su única familia, y fue a trabajar a un lugar de pesadilla. Y para colmo a vivir sometida.
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Nadie podía enterarse que tenían amenazada a Lauren ni el porqué lo hacían, sino la mataban, y era muy seguro que si lo hacían se asegurarían de que nadie encuentre su cuerpo.
Las Dhollen tenían contactos, eran una familia muy adinerada, podían contratar a alguien para que la mate, y para que nadie encuentre su cuerpo, para que nadie se entere. Si Lauren se iba, si Lauren hablaba de lo que las hermanas escondían, estas entraban en la peor ruina social.
Lauren llegó con 11 años a aquella casa, después de haber sido sobreviviente de un trágico accidente donde perdió a su familia. Llegó a esa casa, donde se quedó a vivir, donde como si de un objeto se tratase tomaron posesión de ella. La convirtieron en sirvienta, la trataron mal, y le quitaron el derecho de ser una niña.
Las Dhollen eran una escoria, personas malvadas, e increíblemente eran familia suya.
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Las hermanas Dhollen, en realidad solían ser cuatro. Hace 21 años, la menor llamada Emma, decidió escaparse con el amor de su vida.
Emma Dhollen y Sam Harris se conocieron, y se enamoraron a primera vista. Pero a Emma la obligarían a casarse con otro muchacho, porque era una chica adinerada y tenía que mantener su estatus, en cambio Sam era un chico pobre, que tenía una tienda de relojes solamente.
Entonces ambos huyeron, Emma huyó de su familia, del compromiso y se fue con quien realmente amaba. Las hermanas, entraron en crisis, su hermana menor se había escapado con un hombre pobre y había preferido el amor antes que el dinero.
Emma era una mujer noble de corazón, dulce, alegre y muy bondadosa. Diferente a sus hermanas. Era una chica adinerada, pero su corazón nunca se llenó de codicia.
Sam Harris era un chico tímido, trabajador, era huérfano, no tenía familia y había crecido en un orfanato. Era un chico pobre, y después de tanto esfuerzo había logrado tener su propia tienda de relojes, donde conoció a Emma un día que venía junto a sus hermanas a comprar uno.
Su historia, fue linda y su amor aún mucho más.
Sam y Emma se fueron lejos, a un lugar dónde no los conocía nadie, a Doncaster, un pueblo al norte de Inglaterra, se desconectaron de Londres, y prefirieron no recordar lo que pasaron ahí. En Londres las hermanas restantes se resintieron, y con todo el rencor que tenían olvidaron por completo a su hermana, y dejaron de considerarla familia suya.
Nadie supo después que fue de la vida Sam y Emma, sólo que escaparon juntos, y que se habían casado a escondidas antes de hacerlo.
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Once años después en 1870, el padre de las Dhollen murió, y se tenía que hacer la lectura del testamento de este. Para lo cual Emma tendría que estar presente.
Las hermanas no habían sabido nada de ella, la odiaban y odiaban a Sam. Pero volverían a verse, después de tanto tiempo. Ivonne Dhollen fue la primera en enterarse que su hermana había tenido una hija con Sam, y el odio dentro la mujer se hizo mayor.
Tanto Emma como Sam deseaban no volver, no les importaba el dinero, ni la herencia del padre, querían seguir tranquilos, con su hija. Pero después, el gran corazón de Emma pensó en reconciliarse con sus hermanas, que el hecho de que su padre haya muerto le estaba dando la señal de que tenían que empezar a vivir en paz, ya que después de todo, era su familia.
La hija de la pareja, era Lauren. Era súper pegada a su papá, y siempre había sido una niña poco habladora y bastante seria. Sus padres la amaban, la amaban demasiado, le enseñaron a leer, a escribir, la educaron, e hicieron de su infancia la más bonita.
Emma decidió regresar a Londres después de todo, junto a su esposo y a su hija, y tomaron el tren de horario más temprano que pudieron.
Quién iba a saber, que ese sería el día más trágico para ellos, y el día donde la pesadilla de la hija a la que amaban tanto, recién comenzaría.
Casi a mitad del viaje, el tren paró de la nada, hubo un momento de duda y silencio. Se escuchó el disparo de un fusil en la cabina del conductor, y ahí empezó el saqueo, el grupo terrorista más temido del país, había irrumpido en el tren, los Durrié entraron y simplemente mataron a todas las personas que vieron. El pánico, el miedo, el olor a sangre invadía la escena. El propósito de los Durrié era matar a un hombre adinerado que se encontraba en el tren, pero su maldad y sadismo llevó a que se cometa una masacre contra todos.
El miedo de Sam y Emma fue tan grande, que supieron en ese instante que su vida terminaría ese día. Sam tenía a Lauren acurrucada en sus brazos, que no paraba de sollozar por el miedo, mientras él y su esposa corrían por los pasillos del tren junto a mucha otra gente para evitar así la muerte.
Los padres, entonces se sacrificaron por su hija, para que ella viva. Con todo el dolor del mundo, Sam pensó rápido y decidió esconder a su hija debajo de uno de los asientos del tren, el cuerpo de Lauren era pequeño y cabía perfectamente en el reducido espacio. Lauren no quería separarse de sus padres, y el rostro le dolía de tanto llorar. Su madre llorando también, le pidió que por favor no se mueva de ahí, que se esconda y que haga silencio, se despidió de ella como si supiese lo que le pasaría, su padre entonces le regaló y le dio el reloj de mano que siempre usaba, uno que el mismo había hecho y se despidió de ella.
Entonces, ambos decidieron correr en otra dirección, para despistar a los asesinos del escondite de su hija. Debajo del asiento, y evitando sollozar fuerte, Lauren se abrazó al reloj de su padre, cerró los ojos, y lo único que escuchó después fue dos disparos de un fusil, y el sonido de dos cuerpos muertos al caer.
Sam y Emma, no tenían culpa de nada, no había ninguna razón para matarlos, ni a ellos ni a nadie. Aún así, lo hicieron, y los Durrié le arrebataron la felicidad a cientos de familias una vez más.
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Los Durrié no tardaron en escapar del tren una vez que ya habían realizado su cometido.
En pocas horas, el reino no tardó en enterarse de lo sucedido, enviando a la guardia Real al lugar del trágico accidente para ver si alguien había quedado vivo. En otras cuantas horas más, ya casi al anochecer llegaron al lugar, al tren que quedó varado, el conductor estaba muerto, personas y cuerpos por los pasillos muertos. Una escena cruel y horrorosa.
Habían muy pocas personas que habían sobrevivido, y entre ellos una niña y los sacaron de ahí.
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Por más de que 1870 fue el año donde se derrotó a este grupo, los actos que cometieron antes de que los capturen, hicieron un terrible daño al país entero.
En casa de las Dhollen, se enteraron del accidente, y no causó emoción alguna. Incluso Ivonne Dhollen pareció sonreír ante la muerte de su hermana, ya que la herencia de su padre sería solo para las tres.
Pero había, un asunto, la hija de Emma seguía viva.
Al enterarse de aquello la sonrisa de la hermana mayor pareció borrarse, y antes de que cualquiera se entere o antes de que la niña tenga tiempo de hablar, mandó a su hermana Gemma a por ella. Iban a tener a Lauren en un orfanato en el cual estuvo unos cuantos días, lo cual hubiera estado mejor para ella, pero al final Gemma Dhollen fue por ella y pagó por ella, como si fuera un objeto.
La niña sabía cosas, sabía el nombre de sus tías, se lo habían contado. Las hermanas querían impedir a toda costa que alguien sepa que Emma y Sam habían tenido una hija, y harían cualquier cosa para lograrlo.
Lauren estaba en un estado profundo de depresión a aquella edad, con un trauma de por vida, y una tristeza inmensa, y que para suerte de las señoras, los días que permaneció en el orfanato no había hablado con absolutamente nadie.
Aún así las Dhollen no podían permitir que lo haga, su reputación, la forma en la que la sociedad las veía no podía verse en ruina, y por culpa de su hermana y la hija de esta, no lo permitirían.
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Las Dhollen, por lo único que no se hicieron problema fue por el dinero, porque Emma no tenía testamento, entonces a Lauren no le correspondía nada de la casa de los padres de su madre. El terrible desprecio que le tenían a su hermana, lo descargaron en la niña, y para salvar su reputación en la sociedad, la volvieron su sirvienta. Aquello, ayudaría a que nadie sospeche que tenían relación sanguínea con ellas, y además tendrían a alguien que haga todo por ellas.
El destino de Lauren entonces y su pesadilla, empezó. Desde el momento en el que llegó a la casa, sus tías la amenazaron de muerte si revelaba que eran familia, y que pase lo que pase ella de esa casa no se iba. La vida y la trágica historia de Lauren, fueron terribles, con apenas 11 años ya había llorado hasta secarse, había vivido la experiencia más traumática de su vida, lo había perdido todo, y no podía hacer nada, porque le habían quitado todo.
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Y así había vivido, y seguía viviendo. Ahora preparando galletas, para la hora del té.
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