I
𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1880 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨
Inglaterra es un país algo pequeño, pero verdaderamente hermoso. Perteneciente al Reino Unido.
Las calles de su capital, Londres, están llenas de gente.
El castillo siempre se ve majestuoso, y el sol naciente ilumina su espléndida e imponente estructura.
Ya es de mañana. El sol Inglés está en lo alto, y su gente hace tiempo ya ha salido.
Hay niños jugando con la pelota, sin preocuparse si rompen una ventana o no, saliendo en bicicleta. Todavía lejos de saber qué es ser un adulto. Disfrutando de un nuevo día.
La mayoría de los varones, ya se han ido, ya que generalmente trabajan demasiado y desde muchísimo más temprano, en las fábricas, industrias y en las minas por ejemplo.
Mujeres haciendo compras, sacando la ropa limpia de sus tendederos, y algunas corriendo apresuradas a trabajar, a la costurería o como sirvientas de casas más grandes.
Solo la parte adinerada, se da el lujo de seguir durmiendo, de ser atendidos y gozar de privilegios sin mover ni un dedo para merecerlos.
Las tiendas están abiertas desde incluso un poco más temprano, el pan fresco, listo para ser comprado, los vegetales, carnes, pescado, todo a disposición de el público.
La librería a penas concurrida por una o dos personas, el banco acaba de abrir y ya está repleto de gente, como siempre.
Londres cobra vida a esa hora en la mañana.
Y afortunadamente el país goza de un buen reinado.
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Por estas pintorescas calles, tarareando una melodía y con a penas 21 años, camina con tranquilidad Lauren Harris, con dos grandes canastas de comida que le han encargado en casa de sus patronas, con quienes vive desde pequeña.
Su piel era pálida y cuidada. Cabello negro, ondulado, espeso y relativamente largo. Los rasgos faciales equilibrados, labios medianos, cejas pobladas, nariz pequeña y pestañas largas. Aún así, eran sus ojos lo que llamaban la atención más que cualquier otra facción, eran enormes, expresivos, y por más de tener un común color marrón oscuro, y notorias bolsas debajo, resultaban demasiado atrayentes para cualquiera.
Tenía un cuerpo pequeño, de contextura delgada. Brazos finos, un cuello alargado, espalda pequeña, muy poco busto, cintura proporcionada para su cuerpo, caderas anchas, piernas de un grosor equilibrado y una muy buena postura, para evitar los dolores de espalda.
Viene con una canasta en cada brazo, botines sencillos de trabajo, un vestido simple y largo hasta los tobillos. Llevaba también un suéter de botones abierto, debido al frío que se empezaba a sentir y un delantal blanco con dos bolsillos enormes, que aumentaban un poco de volúmen a la falda de su vestido, la cual ya tenía un poco de volumen debido a las faldas internas que todas las mujeres se ponían debajo de sus vestidos a forma de abrigo en el clima frío del país.
El cabello lo tenía recogido en una especie de moño bastante holgado y en la parte baja de su cabeza.
Y aunque; si bien en Londres todos se conocen entre todos y la mayoría son amigos entre ellos. Lauren Harris es uno de los personajes mas misteriosos y pintorescos de la bella ciudad. Por su extraña belleza, gran inteligencia y misteriosa presencia.
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A diferencia de la mayoría de sirvientes, Lauren antes de trabajar como tal, había recibido una educación, una muy buena al parecer, sabía leer, escribir y le gustaba muchísimo, la habían educado sus padres hasta los 11 años, y después ella intentó hacerlo por sí misma, ya que ellos no pudieron hacerlo más. Y por más de estar muy ocupada en su trabajo, siempre que podía iba a la biblioteca y se daba un tiempo para leer algo. Era bastante inteligente, y la gente que la conocía lo sabía muy bien.
Era callada y sencilla, pero tenía un carácter fuerte, digno de cualquier mujer trabajadora, el cuál por razones personales controlaba y trataba de no mostrar siempre o casi nunca. Pero las veces que este había escapado, había sido digno de recordar.
No hace mucho, el hijo de un profesor de Matemática, Alex Douglas, de la misma edad que Lauren, había recibido un golpe que estuvo cerca de mandarlo al suelo. Dice la historia que quiso aprovecharse de Lauren, ofreciéndole dinero a cambio de una noche con él, y muy merecidamente el golpe que recibió por parte de la muchacha lo dejó con un ojo morado. Los padres y la familia del muchacho sufrieron una gran vergüenza por el despreciable actuar de su hijo, y Lauren por su parte tuvo que vendarse la mano con la que había golpeado al joven, debido a que sus nudillos habían terminado heridos. Aún así ni Alex ni su familia le pidieron disculpas por la ofensa a la muchacha, ni por la bajeza de las acciones que había tenido el joven.
Y otro caso, el más famoso. Es cuando se la encontró enseñándole a leer y escribir a una niña de 6 años llamada Hope Annighan, de una familia pobre que no podía llevarla a la escuela. Aquel acto conmovió tanto a los padres de la niña, que entre lágrimas no pararon de agradecerle, y la niña adoptó un gran cariño por la muchacha.
Nunca faltaba también, la gente que le gustaba discutir sobre la vida de otros, en su mayoría la gente adinerada de la ciudad, que no hacía más que meterse en asuntos ajenos. Que consideraba reprochable lo que había hecho y se sentía con el derecho de opinar. Gente que creía que las mujeres no tienen por qué defenderse, que solo obedecen, y que los pobres no merecen educación de ningún tipo, menos entre ellos, porque no pueden pensar.
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La gente en Londres es bastante habladora, más si se trata de hablar de otras personas. Es como si fuera su trabajo preferido. Lo hacen con una lista tan extensa de personas, que con lo que uno escucha no hay ni necesidad de preguntar. Uno puede enterarse de las cosas que hace alguien que ni conoce en menos de diez minutos.
La parte adinerada sobretodo, es a la que más lo hace. Porque al no hacer nada debido a que todo lo hacen por ellos, solo les queda hablar de la gente, criticarla y opinar de esta como si fuera su vida. Y se sentían con el derecho de hacerlo, y con el gran complejo de superioridad que tenían se auto-adjudicaron el poder y hasta el deber de opinar de otros como se les venga en gana.
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Durante el resto de su tramo, Lauren estuvo concentrada pensando en llegar a casa y esperando no haberse olvidado nada. Hizo un repaso mental mientras seguía caminando.
Segundos después, prefirió sacar la lista. Y leer todo de nuevo, por las dudas. Suspiro aliviada, verificando que todo estaba completo. Ya tenía suficiente con los terribles gritos, sermones y hasta golpes que recibía en su lugar de trabajo cuando se veía involucrada en algunas situaciones.
Se ganaba y se había ganado problemas y terribles discusiones con sus empleadoras desde que trabajaba con ellas. Por temas en los que generalmente Lauren no se merecía aquel trato, desde el golpe que le dieron cuando se enteraron que le enseñó a leer a una niña, hasta los tremendos gritos que se ganó cuando se enteraron el asunto de Alex Douglas.
No le quedaba más que obedecer, someterse, controlar y reprimir su carácter, no puede quejarse ni discutir, no podía hacer nada. Por más que por dentro, la cólera y el enojo consuman hasta lo más profundo de su alma.
Por más que ella tenga razón.
El caso y la explicación a esta situación, era que a parte de encontrarse en condición inferior por ser una sirvienta, desde los once años trabajaba en la casa de las hermanas Dhollen , Ivonne, Gemma y Romina respectivamente. Tres mujeres relativamente mayores, solteras, aburridas y sin nada de buen humor. Que si de tratar como basura a la gente se trata, ganarían el mayor de los premios.
Londres entero se imagina el terrible infierno de la vida de Lauren Harris, pero no se puede hacer nada al respecto. Además, que por su condición de empleada no se le permiten ni se le dan los beneficios que a un ciudadano común y corriente. Otra desventaja más para cualquiera que sea sirviente de una casa o familia.
A pesar de todo eso, es admirable la tolerancia, valor y tremenda paciencia que tiene, para manejar su vida. Y el gran control que tenía sobre ese su carácter, ya que cualquiera en su situación hubiera terminado totalmente mal.
La situación para los sirvientes en realidad era bastante difícil, porque son considerados como algo bastante inferior en todo el pueblo, ya que como su mismo nombre lo dice, ellos solamente estaban para servir, y el trato hacia ellos siempre ha sido así.
Excepto tal vez por los empleados del castillo, que comparados con los del pueblo reciben mil veces un mejor trato y tienen una mejor vida.
Los empleados del castillo, son los únicos que llevan uniforme.
Las mujeres, ese vestido negro con mangas largas y la falda larga hasta casi el piso, el peculiar delantal blanco con encajes y el pequeño adorno de tela en la cabeza del mismo color del delantal, que termina de completar el conjunto. Y los varones,con las camisas cerradas elegantes, blancas e impecables,guantes de tela blancos, pantalones negros, corbata de moño y un saco elegante del mismo color con algo de cola.
Y es desde ese aspecto, la gente se podía dar cuenta, que dentro de todos los sirvientes, a ellos los trataban mucho mejor.
Aún así, los sirvientes de las demás casas, aceptaban la vida que les había tocado tener. Y como tantos otros, Lauren se resignaba y simplemente seguía trabajando en las circunstancias que le habían tocado, ya que asumía que ese era el destino que le había designado la vida.
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Sus empleadoras, aprovechaban bastante el hecho de que podían hacer con Lauren casi todo los que les venga en gana, y que por ley ella tenía prohibido levantarse en su contra. Su hostigamiento incluso incrementaba más, ya que era imposible el hecho de que renuncie.
Como Lauren había trabajado y vivido en esa casa desde pequeña, sus empleadoras tenían posesión laboral sobre ella hasta que cumpla 21 años, la mayoría de edad. Y esa era precisamente una oportunidad, ya que legalmente podía decidir si seguir trabajando con ellas o irse de una vez y trabajar en otro lado.
Se iría, por fin se iría y terminaría la terrible y tortuosa vida que estuvo soportando por tantos años.
Se iría, lo haría.
Si tan solo podría.
Lamentablemente, la situación de Lauren Harris no se arregla tan fácil como parece. Hay cosas tan horribles dentro de esa casa, esa casa que ella tanto odiaba, a la cual estaba atada de por vida. A las Dhollen no les conviene que se vaya, y a Lauren no le conviene irse. Por eso, a penas unos meses atrás, en la declaración que había que hacer en la corte, al borde de las lágrimas y justo en el día de su cumpleaños número 21, Lauren dijo que se quedaría en aquella casa, sorprendiendo de gran manera así a todos los que conocían o creían conocer la situación en la que vivía.
Era completamente imposible que las hermanas dejen ir a Lauren así solamente, porque sería su ruina total, su reputación se vería perjudicada y se verían destrozadas, debido a lo que se esconde en esa casa y esa familia. Nadie sabía que a Lauren la tenían amenazada de muerte si se iba, o si le decía a alguien algo.
Estaba condenada de por vida a quedarse en esa casa si es que no quería morir.
Y tampoco había alguien que pueda ayudarla de ninguna manera, porque nadie sabía lo que en realidad pasaba y porque Lauren estaba completamente sola desde que tenía 11 años.
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Sus padres murieron en una emboscada al tren en el que viajaban con ella, a manos de un grupo terrorista, el más famoso de la historia del país, "los Durrié". Pero ella figuro entre los pocos sobrevivientes de milagro . Sus padres no tenían nada que ver, solo la mala suerte de estar en el lugar equivocado en el momento equivocado.
Fue entonces, que aun bastante pequeña se mudo con las tres pesadas hermanas a trabajar. Para poder sobrevivir y tener al menos donde dormir. A penas con 11 años tuvo que afrontar una realidad demasiado triste para una niña, y tuvo que obligarse a sí misma a madurar más rápido.
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Siempre trataba de jamás olvidar la historia de sus padres. Sin duda una historia que servía como calmante para el dolor de su vida.
Su madre era una chica adinerada del pueblo, la cual estaba a punto de casarse con un muchacho por pura obligación.
Pero su mamá, estaba enamorada de otro chico, un huérfano que trabajaba como vendedor de relojes en su pequeña tienda en la cual trabajaba con bastante esfuerzo.
Él también la amaba, y los dos decidieron irse, escaparse a un pueblo alejado de Londres, al norte de Inglaterra, llamado Doncaster, y dejarlo todo. Huyeron juntos.
No importaba que les depararía el destino, mientras se tengan el uno al otro. Ella dejó todo, dejó su casa, sus riquezas, todas sus comodidades y todas las tantas cosas que tenía. El hizo lo mismo con todas las pocas cosas que tenía.
Y cuando tuvieron a Lauren, fueron los más felices del mundo. Ella era más de lo que habían deseado siempre. Permanecieron en Doncaster, Lauren nació ahí y la criaron ahí hasta que tuvo 11, antes de que en el tren en el irían de visita a Londres sufra tan fatídico suceso. Su madre y su padre la habían educado, le habían enseñado cosas, y la trataron como su más preciado tesoro.
Amaron y cuidaron a su hija con todas sus fuerzas, durante el tiempo que sus cuerpos duraron en la tierra.
Y desde donde quiera que sus almas estén, permanecerán orgullosos por la gran hija que han tenido, tan inteligente y tan valiente. Pero sin la dicha de haberla visto crecer, ni la suerte de haber impedido que ahora esté donde está y con quienes está.
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Lauren, siguió caminando bastante tranquila por las calles de la ciudad de Londres. Evitando chocarse con las personas que caminaban atolondradas a esa hora de la mañana en todas las direcciones.
Vladimir Gees, el anciano dueño de la Biblioteca Nacional la saludo con bastante ánimo desde la puerta de su biblioteca, sacándose el sombrero de copa y haciendo una pequeña reverencia a la muchacha.
Lauren también respondió con otra pequeña reverencia cordial y amable a la distancia.
Siguió su camino y después de haber estado caminando unos cuantos minutos más, fue justo a escasos metros de llegar a su destino, que se detuvo a mirar las noticias pegadas en la pared, en los periódicos y anuncios de la mañana.
Quería distraerse unos segundos antes de volver a su pesada rutina, y leer la ayudaba bastante con ese tema. Miró con atención.
Frunció los labios, mientras leía lo más importante de esa semana, lo cual extrañamente al mismo tiempo no dejaba de ser más de lo mismo. Expediciones, terrenos, las últimas exportaciones, alianzas, impuestos, la monarquía, la familia real, el castillo y demás cosas.
Miró las noticias un momento más antes de marcharse. —Si algunas cosas no estarían tan difíciles, diría que te estas volviendo aburrido, Londres. —Soltó con un leve suspiro.
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