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I

1970

Todo estaba perdido en Harry, aquél chico de dieciocho años con cabello rizado, delgado, y con una perspectiva hacia la vida demasiado gris. Sus padres presentes pero ausentes a la vez, hacía que todo sea más difícil, teniendo solamente a su hermana, Gemma, su fiel compañera.

Sábado de mañana y como todos los días la radio sonaba por la casa, con Harry en la cocina con sus pantalones dos tallas más grandes de lo habitual, su camiseta blanca y aquel cabello rizado cayendo por su frente.
Desde que entró a la adolescencia, todo fué en decadencia, la esperanza por la vida desapareció cuando comenzó a darse cuenta del odio que había en el mundo, del abandono por parte de sus padres y de la constante falta de cariño que sentía. Dolía, dolía mucho ver como los demás vivían sus vidas normalmente entre tanto caos, quitando por completo su sonrisa de sus días.

Ni hablar de la injusticia que la sociedad imponía, manejados por una religión que dejaba de lado a muchas personas solamente por no ser como ellos quieren. Pero, si Harry creía en Dios.
Dios... ¿Dónde estaba Dios para él?
Sentía que hasta el más grande señor lo había abandonado, condenado a caminar entre las sombras y no recibir nada de luz, pero... ¿Por qué?

Rizos. —La voz de su hermana se hizo presente por encima de la radio, notando como su mirada se había quedado fija en el suelo, haciéndolo pestañear un par de veces— ¿Encontraste hormigas?

Harry la mira confuso ante su pregunta, para luego abrir su boca en forma de "O" al darse cuenta, negando leve con su cabeza dándole una respuesta negativa.

—Solamente estaba pensando. —Le respondió el chico, volviendo a bajar su mirada pero esta vez a sus pies descalzos.

Escucha un suspiro por parte de Gemma, imaginando que seguramente su ceño estaría fruncido, la conocía bien.

—Dios... Si sigues pensando así, te saldrá humo por las orejas —Sonaba cansada pero con una pizca de diversión, como si intentara sacarle una sonrisa al rizado—. Mamá y papá se fueron al campo de la abuela, se quedarán allí todo el día, dicen que tuvo un accidente y la tienen que cuidar.

Los ojos de Harry rápidamente subieron a los de su hermana, demostrando la preocupación e interés en el tema.

—¿Qué fué lo que pasó? —Sus manos fueron hacia la mesada, apoyándose allí para poner toda la atención en su hermana.

—Se resbaló mientras recogía los huevos en el gallinero, su brazo está roto. Pero tranquilo, sabemos que la abuela no puede estar ni un segundo sin hacer algo —Hace una pequeña mueca mientras agarraba una taza para servirse café—. Tienen un viaje largo, seguramente llegarán de madrugada a casa.

Harry asiente con su cabeza. Ya estaba acostumbrado a no ver a sus padres tan seguido, pero le preocupaba que su ausencia sea por el accidente que tuvo su abuela, no era más que un brazo roto, pero de igual manera le causaba un vacío en el estómago. El aire de sus pulmones sale en forma de suspiro mientras se enderezaba, volviendo a bajar inconscientemente su mirada al suelo.

—Voy a... Estudiar, tengo que dar un examen la semana entrante —Dijo el muchacho, dando una excusa para poder ir a su habitación y escapar de las conservaciones infinitas que su hermana podría darle, no se encontraba de humor.

Sin esperar respuestas, sale de la cocina para encaminarse hacia las escaleras, colocando su mano izquierda sobre la baranda, simulando que sus dedos eran piernas que corrían sobre la madera a medida que iba subiendo, dejando caer su mano al llegar al final. Sus pies iban sin ganas hasta la puerta de su cuarto, adentrándose en su pequeño "lugar seguro", como solía llamarlo Harry, dónde podía ser él mismo sin tener que preocuparse que alguien lo juzgue.

Su atención fué puesta en los sahumerios que tenía en un frasco de mermelada, agarrando uno color verde y llevarlo hasta su nariz para oler su aroma; colocando aquél palillo aromático en el portasahumerios, girando su mirada en busca de los cerillos para tomar la cajita entre sus delgadas manos, sin esperar más tiempo para encender el ya nombrado sahumerio verde.

"¿El verde? ¿En serio?." —Se hizo presente una suave voz ajena a la suya, logrando que el rizado levantara la vista con terror, afirmando que solamente él se encontraba en la habitación.

Niega suave con la cabeza, seguramente ya se estaba volviendo loco, pensaba. Dejando nuevamente la cajita de cerillos sobre el escritorio, observando unos momentos como aquél humo iba recto, sin más, era hipnotizante de ver.
¿Y eso? ¿Es posible que la voz en tu cabeza cambie de tono? Raro.
Vuelve a poner su vista en la habitación, observando esta con sus labios entre abiertos debido a que su pulso se había vuelto más rápido.

"Muchacho." —De nuevo ahí estaba, haciendo que Harry caiga sentado en su cama ante la voz en su cabeza.

No era algo sano escuchar voces que no son tuyas, menos si provienen de tu cabeza, ¿De verdad habrá perdido la cordura? Entre tantos pensamientos, tal vez era cierto lo que dijo Gemma, su mente se estaba sobrecalentando.

¿Muchacho? ¿Qué? El jóven pasaba sus manos por su frente como si estuviera tratando de encontrarle alguna lógico a lo que acababa de ocurrir. De pronto, un escalofrío corrió por su espina dorsal, como si unos dedos helados estuvieran recorriendo aquella zona del rizado, causándole como una sensación electrizante. Sin dudarlo, se levanta de la cama y sus piernas se dirigen rápidamente hacia la puerta, con un gran nudo formándose en su garganta.
Bajaba las escaleras saltándose uno que otro escalón, importandole poco si se tropezaba ante la huída.

—Harry, ¿Qué pasó? —Gemma pregunta al ver como su hermanito lucía tan agitado cuando entró a la cocina—. Parece que viste a un fantasma.

Lanza unas pequeñas risas mientras Harry trataba de recuperar el aliento, haciendo que las palabras de su hermana fueran como un balde de agua helada. ¿Fantasma? Imposible... Esas cosas no existen.

—Yo... Esto. —Harry movía sus manos, tratando de explicarle lo sucedido, soltando un suspiro mientras negaba con la cabeza—. Olvídalo.

Se resignó, sabía que Gemma le diría que estaba exagerando o que solamente fué el sonido el viento, aquella mañana el clima no era el mejor.
La chica frunció su ceño por las actitudes extrañas que estaba teniendo su hermano el día de hoy, pero prefirió no hacerle preguntas al respecto.

—Ya que estás aquí, me ayudarías mucho si vas a hacer las compras, vendrán a almorzar unos compañeros antes de ir a ayudar al merendero.

Harry hace una mueca ante el favor que le estaba pidiendo, observando como su hermana le hacía ojitos para que acepte, siendo la ganadora y recibiendo un asentimiento de cabeza de parte del menor.
Su hermana era ayudante en un merendero para gente que lo necesitaba, especialmente niños, ella es un ángel.

—¡Gracias! Me salvaste, todavía tengo que ordenar un poco la casa —Habló la chica mientras lo abrazaba, dejando leves palmaditas en su espalda—. Ya hice la lista de lo que tienes que comprar, vístete.

Dijo mientras lo empujaba con una sonrisa para que se apure, saliendo nuevamente de la cocina. Los ojos del muchacho se dirigieron hacia las escaleras, tragando saliva y no queriendo volver a subir a buscar ropa en su armario. Harry no creía en fantasmas, pero, ¿Por qué le aterraba tanto la idea?

Con su belfo entre sus dientes, decide buscar ropa limpia que estaba colgada afuera, agarrando un pantalón de vestir negro, un suéter beige y un par de medias, dirigiéndose hacia el baño para cambiarse. Tenía la mirada perdida por estar metido en sus pensamientos otra vez, se sentía perseguido y no sabía si era por la falta de sueño, o por estar pensando mucho en que se había vuelto loco... O tal vez, solamente tal vez, se trataba de aliens invadiendo su mente, ¿Debería hacerse un gorro de aluminio?

Su nariz se arruga levemente por las cosas que andaba pensando, dándose prisa para salir a comprar y volver lo antes posible nuevamente a su lugar seguro, le ponía nervioso el bullicio de la ciudad, la gente andaba alborotada ya que se acercaba navidad. Los padres salen a comprar los regalos antes de que se agoten, los niños jugaban emocionados por el vecindario y los ancianos siempre andaban escuchando esas canciones cristianas sobre Jesús, mucho ruido.

Harry vuelve a subir la mirada hacia las escaleras, haciendo que su estómago se estrujara un poco y notando como el viento corría por allí, un poco extraño, ya que las ventanas estaban cerradas. Cierra los ojos con fuerza y sacude la cabeza levemente, tratando de detener el mar de pensamientos que habitaba su cabeza, poniendo atención en las zapatillas que siempre dejaba en la entrada, agachándose para comenzar a calzarse.

—Ah, carajo. —Suspira, recordando que su abrigo se encontraba en su cuarto, no pensaba volver a subir allí hasta en un rato... O cuando se arme de valor.

Mira el abrigo negro de su padre colgado en el perchero, seguramente le quedaría gigante pero no tiene otra alternativa, no quería sufrir el frío. Un chasquido sale de su boca y agarra la prenda para ponérsela, verificando si tenía la lista y el dinero que Gemma le había dejado sobre la mesa, tomando sus llaves y saliendo de la casa.

El frío viento le obligaba a entrecerrar los ojos, refugiando sus manos en los bolsillos del abrigo en busca de calor. Todavía no había nevado, lo estaba esperando con ansias ya que era su temporada favorita a pesar del frío insoportable. Amaba tomar chocolate caliente delante de la estufa y poder usar esos gorros de lana, sí, definitivamente los gorros de lana eran lo mejor.

Su respiración se detiene al igual que su caminar, sus ojos se abrieron como platos por la sombra que pasó por el rabillo de este, ¿Qué era eso? A estas horas de la mañana no hay nadie caminando por estas calles, menos con este frío.

—Dios, seguramente es por tomar mucho café, tranquilo, estás paranoico. —Se intentó autoconvencer.

No entendía muy bien que estaba pasando, primero las pesadillas, que eran el causante del insomnio del muchacho, y ahora esto. Voces, ¿Sombras? Agh, podría ser el estrés también, últimamente estuvo muy metido en el estudio y ni siquiera descansaba bien.

Solamente esperaba no estar volviéndose loco.

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