«La clase»
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WRITTEN BY: yadyarmen
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¿Emocionada? Olivia Berceo para nada me sentía emocionada con el hecho de comenzar el último año de instituto. Solo quería que pasara volando aunque no supiera que iba a hacer con mi vida después de ello. Todos se volvían locos con el último año, querían hacer todas las estúpidas cosas que se le ocurrieran, que según ellos mismos, solo se podían cumplir en el instituto, como una carrera contra reloj. Querían besar por vez primera, coger por vez primera o con cuantos pudieran, querían enchufarse anfetaminas, ir a una fiesta en la paya y perder la conciencia, y así miles de cosas más que agrandaban la lista y la estupidez. Pero Olivia no tenía en sus planes ninguna de ellas, aunque la mayoría le eran desconocidas aún, a sus 18 años. Solo quería pasar desapercibida y salir de aquel infierno de hormonas alborotadas.
La única cosa que Olivia más adoraba del instituto era la biblioteca. Por lo menos hasta ese momento. Gracias a una desprevenida buena acción del concejal el colegio se ganó la lotería con aquella subvención. La construyeron como referente del distrito, en el jardín lateral. Todo su conjunto era esplendido y amaba pasar horas entre sus anaqueles de libros hasta que la echaban. No se imaginaba que ese preciso lugar adorado por ella le iba a dar un sacudión a su vida.
Cuando se enteró aquel día que la clase de historia estaba suspendida por problemas de salud de la profesora lo primero que pensó fue en irse a su casa como muchos otros acordaron en el salón, incluso Diana su única amiga o al menos la que le aguantaba más le insistió, pero terminó rehusándose.
A último turno tenía química y no podía faltar. No le iba bien con el profesor de la signatura y no podía darse el lujo de una ausencia o de suspender. Quería salir del instituto con una proyección de un buenísimo futuro. Diana se convenció al final de dejarle sola bajo protesta. Pero tampoco era justo hacerla quedarse con ella cuando sabía que aprovecharía la tarde para otras aventuras. Se despidieron con la promesa de hablarse a la noche y contarse los pormenores de su tarde por separado. Lo hacían a cada rato y a Olivia le gustaba mucho aunque fuera Diana la que contara aventuras, y ella se limitara a contar que hizo en su cuarto o que pelis podrían ver o que libro estaba leyendo. Nada divertido ni del otro mundo pero Diana lo aceptaba y le acompañaba, y eso aunque ella no lo supiera era lo que más agradecía en la vida.
Cuando se marchó y Olivia quedó sola en las taquillas no dudó un segundo en encaminarme hacia la biblioteca. Le quedaba más o menos una hora que podía pasar volando entre el aroma de los libros. Terminó su café y dejó el vaso en el contenedor antes de entrar. Dentro solo divisó tres personas además de la bibliotecaria. Esta alzó la vista y la miró por encima de sus lentes redondos.
- Cerrare en media hora - dijo muy seria y volvió a sus papeles.
Se lo advertía porque ya la conocía. A Olivia le daban las tantas a veces solo explorando las estanterías y leyendo la sinopsis tirada en los pasillos entre los libreros. Así le gustaba, sobre todo la sección última del segundo piso, allí se guardaban libros antiguos, raros y prácticamente desconocidos que eran mucho más interesantes que el internet. Aquel pasillo se convertía en su santuario y pasaba horas, sentadas en el piso de madera, hasta que inevitablemente le tocaba marcharse. No le replicó nada a la bibliotecaria y asintió. Seguidamente ascendió la escalera y se dirigió hasta su rincón predilecto, al final del pasillo. Estaba tan enterrada que nadie podía verle de ningún ángulo y eso le encantaba. Sin demorarse más comenzó a explorar con el dedo los lomos de los libros.
De pronto se detuvo sobre uno de carátula roja y un poco gastada. Lo sacó, no le parecía haberlo visto antes. Era antiguo por la tipografía y en las letras doradas del título se podía leer "Los desvaríos lujuriosos de Miss Beck y otros relatos". «Curioso título» pensó. Se dejo caer al piso estirando las piernas y apoyó cómodamente la espalda contra el otro estante para comenzar la lectura. Si no era bueno, volvería a colocarlo y buscaría otro.
«Lord Dorian gimió. Las lenguas de tres bellezas diferentes rozaron sus duras tetillas, su vientre plano, su pujante verga...»
Cerró el libro con un golpe seco. Con la respiración agitada no abandonó su posición en el piso. Se asustó de lo literal que estaba escrito aquel libro desconocido, aunque se sabía que mucha de la escritura erótica antigua lograba ser más excitante que la nueva de poca calidad. Era algo similar a los amantes mayores, tenían más experiencia. Sintió como la cara se le ponía roja. «De dónde sacaba semejante conclusión si era más virgen que una monja» Es cierto que las artes del sexo para ella eran prácticamente desconocidas pero tampoco era tonta. Además a su amiga Diana le encantaba relatarle sus aventuras lascivas y no era nada malo aclarar algunas dudas con ella aunque no poseyera más que un mínimo conocimiento del asunto. Tampoco era que nunca hubiera besado ni copulado. Si había besado a algunos chicos, casi menos experimentados que ella misma, y algún que otro apretón de teta. Pero en el fondo se quedaba con una extraña sensación de frustración y una cosquilla inquieta, señales inequívocas que le faltaba mucho que hacer.
Volvió a mirar el libro. Nunca había leído literatura como aquella. «Si los hombres se hacían cosas con las pelis porno, no se quedaría con la duda de ver que le hacía sentir tanta verbosidad morbosa» Lo abrió, buscó otro capítulo al azar y comenzó a leer.
«La señorita Beck estaba tumbada, abierta ante ella, sus blancos muslos muy separados y suplicando por sus caricias de mujer. Su piel era como la leche y suave al tacto. Lady Good deslizó un dedo por las costillas de la chica, observando con placer que la muchacha se estremecía. Con sólo tocarlos, los pezones de la chica se endurecieron, listos para que los lamiera. La mujer aceptó la invitación y acopló sus labios rojo rubí sobre la carne tirante de la más joven, chupando y lamiendo...»
Olivia se estremeció, inundada por una emoción indefinible, « ¿Qué se sentiría si te hicieran eso?» Sus pechos ya conocían cómo era el tacto de las manos de un hombre, pero « ¿cómo sería una boca?» Apretó las piernas con fuerza sintiendo cómo el deseo crecía. Lujuria. Los libros no deberían provocar esas sensaciones. Debía volver a colocarlo en su sitio y ver si las estanterías contenían algo menos lascivo. Pero, en lugar de eso, siguió leyendo. Siguió leyendo y levantó una mano para cubrirse los pechos. Si una mujer podía hacerle eso a otra, « ¿podría ella hacérselo a sí misma? ¿Se atrevería?» « Si, porque no» Se dijo.
Deslizó una mano dentro de su camiseta y dejó que sus dedos se convirtieran en la lengua y la boca de la señora, pellizcando y rozando su pezón.
« ¿Cómo podría parecerse más a una boca?» Experimentó utilizando las puntas de todos los dedos y después sólo con el pulgar y el índice. Tal vez si los humedeciera...» Pensó. La mujer del libro empezó a prodigarle atención a ambos pechos y la mano de Olivia siguió la senda que ella marcaba. El calor la envolvió. Sus pezones se endurecieron hasta convertirse en piedras y crecieron hasta duplicar su tamaño. Una urgencia brotó de su vientre y supo que esas sensaciones pronto decaerían y se desvanecerían. Eso era lo que le pasaba normalmente.
La señora en la lectura fue trazando un camino de besos por el vientre de la muchacha en dirección al espacio entre sus piernas, que ya estaba abierto para ella. Apretando con fuerza las piernas una contra otra Olivia leyó que las partes íntimas de la chica brillaban a la luz de la vela. Adivinó que el autor quería decir con palabras hermosas simplemente «coño» y pensar en la palabra mas obscena le dio un subidon, era inevitable. Su mano se deslizó hacia el ángulo agudo que se formaba en la parte superior de los muslos. No se atrevía a subirse la falda. « ¿Y si entraba alguien?»
Tal vez sería mejor volver a poner el libro de nuevo en su sitio... No... Tenía la biblioteca para ella sola. Había sentido la puerta y eso era que los que estaban hace un momento se habían marchado, solo la bibliotecaria estaría recogiendo sus cosas en su oficina del fondo, siempre demoraba y le gritaba para que bajase cuando ya iba a salir. Así que podía seguir inmiscuyendo en aquel libro.
Presionó con los dedos contra su carne y notó el inicio de la hendidura. « ¡Oh, cuánto lo deseaba! Pero no». Volvió a juguetear con sus pechos. Tan calientes y sensibles, casi no podían soportar que siguiera tocándolos. Gimió muy bajito, de una forma casi inaudible y con una mano se desabrochó el brasier. Si ya estaba perdida, al menos lo iba a disfrutar. De todas maneras ya llevaba el brasier completamente ladeado. Liberó ambos pechos de la prisión de tela en la que se encontraban y el aire fresco de la biblioteca fue como un bálsamo para ellos. Suspiró de alivio y retomó su lectura, retorciéndose los pezones y sintiendo que un calor aún más oscuro le crecía en las ingles.
Algo se estaba despertando y comenzaba a dolerle y a demandar más atención que el simple esfuerzo de apretar sus delgados muslos. Se revolvió en su frío asiento y su respiración se convirtió en unos breves jadeos.
Inesperadamente, alguien carraspeó.
El libro se escapó de los débiles dedos de Olivia y golpeó contra el suelo. El potente ruido sordo que hizo el libro al caer al suelo de madera la asustó. Frente a la entrada del pasillo, un hombre la miraba fijamente apoyado sobre un hombro al primer librero con las manos en los bolsillos de su elegante traje y un porte despreocupado y atractivo, casi divertido. Tras sus párpados entornados brillaba una expresión similar a la de un halcón que ha localizado a su presa.
Ella se estremeció y se cubrió. Volvió a abrocharse el brasier con unos dedos rapidísimos y bajó su camiseta. Se apresuró a ponerse de pie y escapar de allí. «Ahora sí que estás destruida por completo, muchacha» pensó.
-No tan rápido. - el alto hombre de unos 30 años y ojos color cielo se colocó delante de aquella mocosa tan impúdicamente traviesa. Puso una mano sobre el hombro medio desnudo de ella. Estaba tremendamente excitado y se enfrentaba a un dilema.
Estaba claro que se trataba de una estudiante, y eso la convertía en una mujer intocable, aunque él no lo sabía cuando oyó por primera vez sus suspiros y sus gemidos ahogados. Oculto por las silenciosas pisadas de sus mocasines, había subido a inspeccionar si quedaba alguien como le había pedido la señora Pott, la bibliotecaria. Se escabulló hasta el borde del último estante de libros y escuchó hasta que no pudo soportarlo más. Su verga presionaba la tela de sus pantalones, deseando unirse a la diversión, anhelando hacerla gritar. Y por eso salió de su escondite, para descubrir que su objeto de deseo no era una maestra joven, sino una señorita con el rostro marfileño, mejor dicho, rosado. Aprovecharse de ella allí mismo, sobre el suelo de la biblioteca, dejó de ser una opción. Volvió a respirar profundamente para recuperar el control de sus nervios alterados. La chica levantó la cabeza.
-Por favor, tengo que irme -murmuró.
Los dedos de él acariciaron un seductor rizo oscuro que escapaba de su coleta. Lo justo para seguir manteniéndose bajo control.
- ¿Por qué?
Ella volvió la cara hacia un lado para que él pudiera oírla más claramente, aunque la mayor parte de su rostro aún quedaba oculto. No olvidaría esa cara, apurada, arrebolada por el deseo, con los labios deliciosamente separados. Había estado cerca del climax y la liberación. Debía encontrarse terriblemente frustrada. El la liberó de su contacto y se acercó para recoger el libro.
-Una elección interesante. - la chica debió de darse cuenta de que él no tenía intención de dejarla escapar, porque se volvió y se enfrentó a él.
-Fue... Fue algo inesperado. - el encarnó una ceja y le tendió el libro.
-Siento haber interrumpido su placer. - dijo. Ella se sonrojó más, pero se encogió de hombros con cierta indiferencia.
-Ya había terminado.
« ¿Terminado? Esta chica ni siquiera había alcanzado el punto de ebullición aún.» se sonrió sin poderlo evitar pero lo reprimió enseguida ante el subido rojo de su vergüenza femenina.
-Le agradecería que no dijera nada de esto.
-Puede estar segura de que seré discreto. -Hizo una pausa. Realmente no era asunto suyo-. ¿Puedo preguntarle por qué ha dicho que había... bueno... terminado?
-No hay nada más allá.
«Pobre niña frustrada.» pensó.
-Lo hay. - dijo sin saber muy bien porque pero aquello le seguía encendiendo. Ella abrió mucho los ojos.
-No según mi experiencia. No pretenda engañarme. - él levantó una mano.
-Por mi honor que no le mentiría. -Pensó que quizá la miraba con lascivia y se apresuró a aclarar-: De hecho yo sólo pretendía ayudarle a alcanzar esa conclusión.
Su cara no perdió el rubor, pero enarcó las cejas en un intento de aparentar cierta frialdad.
- ¿Ayudarme a mí o satisfacer sus instintos?
-Seguro que pregunta eso a raíz de su experiencia personal.
Se mordió el labio, pero no respondió. Sin duda se había dado cuenta demasiado tarde de que acababa de ponerse en evidencia. Él se preguntó si estaría planeando desaparecerse de la biblioteca para siempre en cuanto saliera de aquella habitación. No le interesaba eso pero...
-Le juro que ni una palabra de lo que ha ocurrido o de lo que se ha hablado en esta habitación saldrá de mis labios.
La chica dio un paso atrás, alejándose de él, como si estuviera preparándose para salir corriendo. El miedo y la incertidumbre consumían sus claras facciones y le conferían una expresión de animal acorralado.
-Pero se equivoca al decir que ya había terminado. Hay muchas cosas más allá, muchas cumbres que escalar aún. Yo podría enseñárselas.
Aparentemente su cerebro no estaba tomando parte en esa conversación, excepto para proporcionar más alimento a su ya dolorida verga. Ella volvió a retroceder hasta topar con la escalera que permitía subir a lo alto de los estantes.
- ¿Enseñármelas?
-Existe todo un arte en relación a cómo tocarse a uno mismo, excitarse y llevar todo eso a buen término. -Habló en voz baja en un esfuerzo por mantener la calma. Si fuera por él, le demostraría ese arte allí mismo y en ese momento. En cualquier momento su verga iba a romper las barreras que la constreñían en su afán por poseerla-. Estoy muy familiarizado con el cuerpo de la mujer. - Ella entrecerró los ojos.
-Seguro que lo está. Pero ¿qué tipo de mujer se cree que soy? - Él rió.
- ¿Y me pregunta eso después de lo que acabo de ver?
-Es que... Sólo seguía lo que estaba escrito en el libro. -Volvió a ruborizarse con esa deliciosa sombra rosada en sus mejillas.
Él enarcó la ceja derecha nuevamente. Tendía a creerla en ese punto en concreto. No se trataba de una jovencita lasciva. Tenía algún tipo de experiencia, de hecho lo había confesado de alguna forma, pero, fueran quienes fueran sus anteriores amantes, no habían sido suficientemente competentes a la hora de darle satisfacción.
-Claro -dijo al fin-, pero tiene una sensualidad natural. .. que me dolería en el alma que se desperdiciara. - Sus ojos se llenaron de fuego y apretó los puños.
- ¿Y quién dice que se vaya a desperdiciar? ¡Cómo se atreve a decir eso, señor! Él dio un paso atrás para hacerle una pequeña reverencia.
-Mis disculpas -murmuró. Volvió a acercarse, sucumbiendo a la necesidad de acariciar su mejilla ruborizada. Era muy suave...-. Pero piénselo. Espero su respuesta a mi ofrecimiento.
Ella lo miró durante un momento, con su pequeña y bonita boca abierta.
- ¡Oh! -exclamó con un bufido indignado, y salió como una tromba de la biblioteca.
Él sonrió. Se fijó en que ella aún agarraba el libro contra su nada desdeñable escote. Podía fingir que era una señorita inocente ofendida, pero él sabía, incluso a pesar del poco tiempo que habían compartido, que no era así.
Se serenó paseando arriba y abajo en los largos pasillos del solitario segundo piso. Incitar a la muchacha para que le dejara llevarla hasta la culminación sexual no había conseguido más que estimular su apetito en un lugar donde debía controlarlo. Consumar su plan era harina de otro costal. No es que tuviera ningún problema en hacerlo. Se imaginaba a la chica dispuesta frente a él, desnuda y rogándole que la hiciera correrse. Sonrió maliciosamente. Incluso tendría que enseñarle esas palabras, claro.
Su sonrisa se hizo más amplia. « ¿Enseñarle a una dulce señorita a decir cosas sucias?» Suspiró rascándose la cabeza. « ¿Por qué se había permitido ponerse a soñar con los ojos abiertos?» Si la chica era, al menos, medianamente respetable, ni siquiera volvería a dirigirle la palabra en todo lo que quedaba de estancia. E incluso, si lo era del todo, la chica ya estaría gritándole a su madre la forma en que ese hombre le había puesto en un compromiso. De hecho tal vez sería mejor que no volviera en serio.
Tenía que cubrir a la señora Pott en la biblioteca una semana, por lo tanto estaría siempre encerrado allí con sus amados libros no necesitaba que una estudiante traviesa le trastornara ese mundo. Conseguir la plaza de profesor en el instituto había costado ansias desde que se mudó, no podía echarlo a perder. Mas porque lo necesitaba para el futuro planeado que lo llevó hasta aquel lindo pueblo del sur.
Pero ¿y si ella le decía que sí?
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No durmió bien en toda la noche, daba vueltas incontrolables. Por la mañana se vistió rápido y casi no desayunó bajo protestas de su madre. Ya estaba en el instituto cuando se detuvo a pensar que no sabía porque había decidido usar nuevamente falda. En fin, caminó hacia su salón de clases y paso cerca de la biblioteca. Mirar la puerta entreabierta le causo un escalofrió extraño que la recorrió de pies a cabeza. Observó en su bolso que colgaba de su hombro y notó el lomo del libro. No lo había tocado más desde que escapó. Bufó y apretó el paso sin mirar. Entonces choco violentamente con un pecho fornido y ambos se echaron atrás.
Cuando se fijó, volvió a ver al atractivo chismoso del día anterior. Él aún no la miraba, se sacudía el café que se había volteado encima. « ¿Quien rayos era?» Estaba tan guapo con traje. Era alto y con un cuerpo atlético y vigoroso que se marcaba bajo su ropa, el cabello brillaba dorado bajo el sol y estaba seximente alborotado. Cuando la miró volvió a encontrarse con el fuego de esos ojos azules en un rostro varonil y perfecto. « ¡Basta Olivia ¿qué haces?!» se grito para sus adentros.
Cuando él la notó se sonrió y fue una risa estupenda. La chica era hermosa aunque su timidez la ocultaba. Además no se podía negar que había algo de fuerza en su carácter. La vio dispuesta a salir huyendo otra vez y se colocó frente a ella. « ¿Por qué rayos haces esto idiota?» Se regañó.
- Creo que una disculpa no vendría mal para su educación - los ojos grises lo miraron y el rubor volvió a las mejillas dulces.
- ¿Me está acosando?
- No, no, no, de ninguna manera - alzó las manos - Voy de camino a mi nuevo puesto de trabajo y fue totalmente accidental este tropiezo contigo. - ella miró hacia la biblioteca y luego regreso la vista a él.
- ¿Trabaja en la biblioteca?
- Cubriré a la señora Pott durante su descanso.
- Ah, pues que le vaya bien. - el suspiró resignado ante el tono tajante. No diría nada más era tonto y peligroso. Asintió y siguió adelante. Se detuvo aún de espalda cuando la sintió suspirar.
- Tengo un libro que debo devolver a la biblioteca. - se volteó y se miraron otra vez.
- Trabajo hasta tarde siempre, organizando. Puede ir cuando terminen sus clases señorita... - dejó la pausa.
- Olivia es mi nombre.
- Muy bien Olivia. Soy Marcos Bran, profesor de literatura.
- Y usted, profesor, tendrá tiempo al finalizar las clases para una más... conmigo.
- Creo que necesitara dos o más, por lo que puedo deducir...- ella ofuscó el rostro - Pero si, podríamos empezar hoy.
- Habrá un acuerdo de respeto. No me tocara ni se sobrepasará conmigo.
- Completamente de acuerdo.
- Lo veré en la tarde.
Le dio la espalda sin esperar más y no supo muy bien porque había dicho aquello ni quedado en semejante locura pero sonrió.
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Eran las seis de tarde cuando se coló en la biblioteca y cerró la puerta tras ella. Marcos estaba junto a una de las ventanas, mirando el atardecer que caía en el exterior.
-Hay una llave en la cerradura. Échela.
Olivia obedeció. Eso la encerraba allí con él, pero ella no tenía ninguna intención de verse mortalmente atrapada en lo que fuera que el profesor hubiera planeado para ella en su "clase especial". Dudó con la mano sobre la cerradura pero solo duró un instante.
-Es usted una chica imprudente, señorita Olivia. -Él seguía de pie, dándole la espalda. Ella admiró sus anchos hombros.
-Me hizo una oferta demasiado tentadora como para negarme, Profesor Bran.
-Claro. La curiosidad mató al gato. - Un primer escalofrío de miedo la recorrió, pero ella lo afrontó con decisión.
- ¿Cómo empezamos?
Él se volvió para mirarla con las manos a la espalda.
- ¿Qué es lo que le excita?
- ¿Perdón? -Demasiado nerviosa para sentarse, Olivia caminó y se situó de forma que un sofá quedara entre ambos.
- ¿Qué es lo que le estimula, qué la lleva a tocarse?
-Yo... No lo sé. -Se odió por ruborizarse. Sus mejillas despedían calor.
-El libro que tomó prestado ayer por la tarde... el que la excitó. -Ahora unió sus manos por delante-. ¿Cuál era?
- Se llama, "Los desvaríos lujuriosos de Miss Beck y otros relatos" Y leía el capítulo 42. - Las cejas del hombre se dispararon.
- ¿Literatura erótica lésbica? Interesante.
-No me interesan las mujeres de ese modo - exclamó Olivia-. Dio la casualidad de que ése fue el capítulo que encontré. Los otros eran demasiado... demasiado turbadores.
- ¿Turbadores? -Marcos sonrió. Olivia se preguntó si aquel libro que encontró no sería nada comparado con lo que el Profesor tenía en mente.
-Muy bien -dijo él caminando hacia ella-. Veamos qué más excita su apetito. - Subió por la escalera hasta el mismo lugar donde Olivia había estado leyendo el día anterior-. Las palabras, como verá, aumentan la excitación y, con una buena imaginación, pueden incluso llegar a satisfacer.
Ella apenas le escuchaba. Marcos llevaba una chaqueta a la medida y los pantalones se le pegaban a las nalgas como una segunda piel. Ella observó cómo los músculos de su retaguardia se tensaban y relajaban mientras subía, para luego quedarse quietos mientras buscaba en las estanterías. « ¿Cómo sería cubrir sus nalgas con las manos y hundir las uñas en ellas mientras frotaba su cuerpo contra el de él?» Pensó que era una pena que su acuerdo excluyera tales cosas. Bajó y Olivia apartó la cara para recobrar la compostura.
Su respiración se había acelerado, como si fuera ella la que había subido por la escalera.
-Tome, lea esto. -Agitó un libro bajo su nariz.
El calor de él detrás de ella le resultaba casi amenazante. Ella leyó el título: "Las aventuras eróticas de Julia". « ¿Por qué las heroínas siempre se llamaban Julia?» Olivia consideró por un momento la posibilidad de cambiarse el nombre. Abrió el libro y le echó un vistazo a los títulos de los capítulos.
- ¿Quiere que empiece por el principio?
-Traiga, déjeme. - Marcos recuperó el libro-. Ya aprenderá a saltarse pasajes hasta llegar a las secciones que la excitan. Aquí hay uno. - Le tendió el libro abierto. Ella leyó las palabras, sintiendo ya que sus entrañas se calentaban.
-En silencio no.
- ¿Cómo? -Ella levantó la vista para mirarlo, sorprendida.
- ¿Cómo puedo saber qué le excita si lo lee para sí, en silencio? Quiero oírlo. Quiero oír la lujuria, el deseo en su voz.
-Oh. -Señaló el sofá-. ¿Puedo sentarme?
-Por supuesto. -Él se sentó junto a ella, sus piernas tocándose. La rodeó con un brazo y miró por encima de su hombro-. Comience. Aquí. -Su largo dedo le señaló el pasaje. « ¿Cómo iba a poder leer con él tan cerca de ella?» Inspiró profundamente una vez para tranquilizarse, y después otra vez. Podía hacerlo. Se lo demostraría. Entonces leyó:
«Los jardines de Verano estaban llenos de gente. Los grupos cenaban en reservados y las parejas bailaban con la música enérgica y desenfadada. La gente paseaba por los caminos iluminados, unos en grupo, otros en pareja. Era una alegre noche de primavera y las almas estaban felices.En medio de todo esto, Julia paseaba sola, su parasol cerrado podía servirle como arma por si alguien intentaba abordarla.
- ¡Señorita Julia! ¡Señorita Julia! ¿Es usted?- Julia se volvió y se le despertaron repentinamente todos los sentidos.
- ¡Jon Raven! ¿Cuánto tiempo ha pasado?
-Demasiado. -Jon le puso la mano en el brazo-. Pasee conmigo.
Olivia miró a Marcos y encontró sus penetrantes ojos azules cerca, atentos, observando.
- ¿Por qué me hace empezar tan pronto?
El Profesor gruñó:
-Siga leyendo. - Ella volvió a la historia.
«Julia aún no había aprendido cómo negarle a Jon nada que él quisiera, que él necesitara.»
Ella hizo una pausa. « ¿Sería eso igual que lo que le ocurría a ella con el profesor?» Entrando inesperadamente en su vida y ella sucumbiendo ante una sola palabra pronunciada por él... Tonterías. Tras aquella tarea provisional nunca volvería a verlo. « ¿Por qué pensar que eso iba a ser diferente?» Continuó la lectura.
«Sus entrañas se agitaron por la excitación cuando vio que él la guiaba hacia los caminos privados, senderos flanqueados por setos altos que escondían lugares secretos donde los amantes podían encontrarse y desaparecer de la vista. Muy pronto Julia se vio frente a una pareja que se besaba sentada en un banco de madera que parecía cómodo. El hombre tenía la mano dentro del corpiño de la mujer. Julia contuvo la respiración. Sólo la visión de la pareja hizo que se agarrara con más fuerza al brazo de Jon. ¿Era eso lo que estaba planeando? No podía esperar.
Marcos se acercó todavía más y ella sintió su aliento cálido en el cuello. Olivia sintió que le rozaba la nuca con los labios.
- Profesor Marcos, ¿qué cree que está haciendo? -exclamó mirando fijamente el libro, petrificada por su contacto.
-Creando un poco de ambiente -respondió, en voz baja, con ese peculiar acento ronroneante que subrayaba las erres. Ella se volvió para mirarle a la cara.
- ¿Y eso es absolutamente necesario?
-Absolutamente -confirmó él con las facciones serias, aunque sus ojos azules llameaban. El corazón se le cayó a los pies, latiendo con excitación durante todo el recorrido. Él la deseaba. Todo eso había sido un gran error.
-Imaginarlo es parte del proceso de llegar al placer completo. ¿Se puede imaginar el aliento de Julian en el cuello de Julia, deseándola?
-Acordamos que... -comenzó a decir Olivia temblorosa.
-Señorita Olivia, su virginidad permanecerá intacta. No tenga miedo por eso. Pero debo decirle que los recuerdos del éxtasis ayudan a llegar hasta ese punto una segunda vez. - Ella pensó que el profesor rezongaba demasiado, pero claudicó y se reclinó contra él para seguir leyendo.
«Ésa es mi chica» suspiró Marcos.
«Julia se dio cuenta de que Jon tampoco se había movido, atraído por la visión de la apasionada pareja. Se acercó más a él y su brazo le rodeó la cintura. Bajo la chaqueta, Julia sintió la dureza familiar de su cuerpo y un delicioso estremecimiento la recorrió. En trance ante la intimidad de la pareja, Julia observó la forma en que se movían sus cuerpos a la vez mientras las ropas quedaban apartadas a un lado por el ansia de fundirse y combinarse. Ella apretó los muslos, escondiendo y a la vez exacerbando su excitación. La mano de Jon subió desde su cintura para rodear uno de sus pechos.
Sin emitir una palabra, Marcos se movió y subió por debajo de su blusa ancha hasta su brasier imitando la acción de Julian. Olivia, aunque casi esperaba que hiciera algo como eso, se vio sorprendida de todas formas. Su mano apretó muy levemente antes de quedar relajada. Una respiración y él le acarició el pezón. Olivia inhaló con fuerza y exhaló para poder continuar leyendo.
«Julia cerró los ojos un momento, deleitándose con la sensación. Sus pezones se endurecieron bajo su contacto.»
Olivia tragó saliva. « ¿Cómo podía su cuerpo copiar algo que estaba leyendo en un libro?» Continuó presurosa.
«Jon persistió en su asalto sensual, enardeciendo ese pequeño punto duro que era su pezón debajo de la fina seda de su vestido...»
- ¡Marcos! - exclamó. El no se apartó. La cabeza de Olivia cayó hacia atrás contra su hombro mientras dejaba que esa sensación la inundara. Marcos no le amasaba el pecho con la mano como lo había hecho su traicionero ex novio. Sus firmes caricias sabían exactamente cómo excitarla.
- ¿Sí, querida? -le susurró al oído, su respiración haciéndole cosquillas. Olivia se ruborizó.
-Lo que estaba haciendo... Lo que está haciendo ahora -se corrigió-, no es correcto. Quiero que... que pare.
- ¿Que pare? ¿De verdad? ¿Y va a abandonar las clases tan pronto? No pensaba que fuera una cobarde.
-Y no lo soy. - se enderezó, apartándose un poco de él. El Profesor no aflojó la mano que le aferraba el pecho-. Es sólo que... que... -Se quedó sin aliento. « ¿Cómo se suponía que iba a poder pensar mientras él le hacía eso?»
- Continué leyendo... - ella suspiró y se enderezó un poco.
«La respiración de Julia se hizo más profunda. Jon levantó la otra mano para explorar sus dos pechos respingones al mismo tiempo.»
Marcos se movió bajo ella y le cubrió los dos pechos con las manos. Olivia reprimió los sonidos del placer. Todo su cuerpo ardía, deseaba que Marcos la tomara. No quería que él lo supiera, pero temía que su cuerpo ya la había traicionado. Unas manos tan grandes, pensó Olivia... Siguió leyendo, aterrorizada ante la incipiente sumisión a ese hombre.
«Jon la acarició y la estimuló hasta que le ardieron ambos pechos. Julia no quería que el fuego se apagase, así que se frotó contra la turgente verga de Jon, que presionaba la parte baja de su espalda. Ante ellos, la mujer abrió de un tirón los pantalones de su acompañante. El hombre, con la cabeza medio enterrada en el escote de la mujer, le agarró las faldas y la empujó bajo él. Las piernas enfundadas en medias de la mujer patearon el aire, encantadas. Jon bajó una mano, deslizándola por su estómago, hasta dejarla descansar sobre su...»
Olivia hizo una pausa. «Marcos no haría aquello, ¿o sí?»
- ¿Hasta dejarla descansar dónde? -inquirió el profesor, su gran mano abierta sobre su bajo vientre. Olivia inspiró, temblorosa.
«Sobre su monte de Venus...»
Alcanzó a decir. La mano de Marcos siguió su camino hacia abajo. A través de la fina tela de su falda, Olivia sintió cómo su dedo corazón presionaba el inicio de la hendidura entre sus muslos.
- Lee... - ordenó y ella se estremeció.
«Jon apretó su mano contra ella. -Eres mía -gruñó junto a la oreja de Julia, y ésta supo que estaba perdida. Apretándola contra él, le recogió las faldas hasta que la dejó desnuda ante cualquiera que quisiera mirar. Su mano cubrió sus rizos púbicos y su dedo corazón se abrió camino hacia el interior de la hendidura húmeda. El corazón de Julia se aceleró y su latido tuvo un eco en sus mojados genitales.»
Reclinándose todavía más, Marcos la incitó a que se tumbara sobre él, de forma que sus piernas cayeron a ambos lados de las de él y sus cuerpos quedaron recostados y cruzados de espaldas sobre el sofá. Olivia se sintió extrañamente segura, aunque notaba en la base de la columna la presión de su miembro excitado. Él le subió la falda hasta la cintura. Ambos jadearon, aunque no por el esfuerzo de cambiar de postura.
- Sigue leyendo... - gruño y la sostuvo para que ella pusiera el libro otra vez al alcance de su vista.
«Jon encontró la punta del clítoris, que ya sobresalía ansiosa. La rozó con la yema del dedo y Julia abrió las piernas, deseándole sin ninguna vergüenza. Su roce suave...»
Olivia contuvo la respiración. El tacto suave como una pluma de Marcos la excitaba mucho más de lo que se había excitado ella tocándose hasta el momento. Luchó para seguir...
«La suavidad de Jon no duró mucho, ni tampoco Julia quería que durara, deseándolo tanto como lo hacía. Jon aumentó la presión sobre su clítoris, masajeando esa yema hinchada en círculos y arriba y abajo...»
Marcos no dudó y su toque experto envió fuego líquido por sus venas. Oh, podría rodar sobre sí misma y hacer que la penetrara. El debía estar tan caliente como ella. Seguro que no podía permanecer indiferente ante eso. « ¿No era su verga eso duro que tenía junto a la cadera? ¡Al diablo con las clases: eso era mucho, mucho mejor!» Los suspiros se escaparon de sus labios. Pero no gemiría en voz alta. « ¿Qué pasaría si alguien la oía y los interrumpía?» El profesor aumentó la intensidad de su contacto en su clítoris que ardía, como en una urgencia silenciosa para que continuara. Olivia gimió, incapaz de impedir que el sonido saliera de su boca. Inspiró profundamente con la esperanza de tranquilizarse y continuó:
«Las caderas de Julia siguieron sus movimientos, aumentando la presión sobre su clítoris, deseando más, mucho más. Ella comenzó a juguetear con sus pezones..». Marcos se ocupó de eso por ella y ella soltó un Ah que no estaba en la escritura.
«A través de sus párpados entornados vio que el hombre entraba con fuerza en la mujer. Ardía en deseos de que Jon la tomara así, potente y sin pensar en lo que les rodeaba. Allí y en ese momento. Sus caderas seguían las embestidas del otro hombre.»
Olivia se ruborizó al descubrir que sus caderas ya se sacudían bajo el contacto de Marcos.
«La mujer los miró por encima del hombro y una sonrisa asomó a sus labios al ver que su representación tenía un reconocimiento. A Julia no le importaban las miradas. Le proporcionaban una conexión con la mujer. Ambas deseaban a sus hombres y los tendrían, en cualquier lugar y en cualquier momento. Jon redujo la intensidad, ahora apenas tocando su carne hambrienta.»
Marcos separó la mano de su entrepierna. Olivia gimoteó.
«Julia gritó; el cuerpo le dolía de deseo. ¿Cómo podía parar ahora? Jon fue bajando...»
Los dedos de Marcos le abrieron los labios de su vagina, su humedad le facilitaba el camino. Porque estaba empapada, se dio cuenta Olivia. Eso era todo lo que había llegado a experimentar ella. «¿La llevaría Marcos más allá?
«Y sus dedos se sumergieron en su jugosa profundidad...» Leyó a modo de petición.
-Jugosa profundidad -murmuró Marcos. «¿Se había imaginado ella la tensión en su voz?» -. Continúa. - Olivia se retorció. La base del pulgar de Marcos frotaba su clítoris mientras exploraba la entrada de su interior.
«...para después deslizarse hacia arriba y volver sobre su clítoris. Julia gemía y boqueaba en busca de aire.»
Olivia sabía cómo se sentía Julia. Ella misma enfatizaba cada frase con una respiración entrecortada. «¿Cómo podía seguir leyendo?»
«Rodeaba su clítoris y volvía a bajar, recogiendo el flujo de Julia del...»
Olivia hizo una pausa. «¿Se atrevería de decir esa palabra?» Sí, que diablos. Necesitaba decirlo...
«...agujero del coño y envolviéndole el clítoris una y otra vez.» Olivia volvió a gemir, impotente ante ese contacto continuo y excitante.
-¡Oh, por favor! -suplicó.
- ¿Quieres dejar de leer? -Él besó su clavícula y la pellizcó con los dientes.
- ¡Sí! No, ooh, no. - El calor florecía en ella. Arqueó la espalda de forma que su trasero presionó la entrepierna de él, tensa, buscando algo. Las palabras se le emborronaron en la página.
-Eres preciosa. -Las palabras del Marcos fueron casi un gruñido. Si dejaba de leer, ¿dejaría Marcos de tocarla? ¿Se atrevería ella? Dudaron. Respiró...
«Julia tiró suavemente de sus pezones.»
Marcos estrujó un tierno pezón. Olivia ahogó un grito.
«El coño de Julia estaba a la vista, brillante, aterciopelado y húmedo. Jon frotaba el borde superior antes de bucear entre sus labios. Repetía el proceso una y otra vez hasta que Julia ya podía anticipar dónde iba a tocarla después.»
Olivia emitía grititos cada tres o cuatro palabras. Tenía que terminar, tenía que hacerlo. Siguió leyendo.
«Ni una sola vez se introdujo dentro de la ávida profundidad de Julia. Su pulgar masajeaba su clítoris más, más, más...»
Olivia profirió un gemido mezclado con un sollozo. Estaba viajando más lejos de lo que nunca había llegado ella sola o con un hombre. Se sentía preparada para volar lejos de esa avidez, esa tensión y ese ardor que abrasaba su interior y que amenazaba con consumirla por completo.
«Al fin Jon entró en su agujero. Julia... Julia elevó las caderas para recibirlo.»
El dedo de Marcos se deslizó en su interior. Olivia quiso gritar de placer, pero apretó los labios con fuerza para ahogar un gemido.
« Jon giró el dedo en su interior...»
- ¡Oh, por todos los cielos! -gimoteó Olivia. « ¿Qué era lo que le estaba haciendo?»
«...presionando e introduciéndolo más adentro.»
Prácticamente decía las frases del libro entrecortadas, la copia de aquello que Marcos hacía en su cuerpo la estaban haciendo alucinar. Acompañaba todos y cada uno de los movimientos de su profesor, sus caderas se movían sin que ella tuviera control sobre ellas. De alguna forma consiguió seguir con la lectura del libro. Entre sollozos e incapaz de leer más de una palabra entre un jadeo y otro, continuó:
«Jon respondió al deseo de Julia introduciendo el dedo con más fuerza y más profundamente...»
- ¡AAAh! - Se quejó Olivia -. Profes... ¡Marcos! - « ¿Con qué palabras podía pedirle clemencia cuando no pudiera más?»
«Una y otra vez su dedo la penetró. Julia recibía cada movimiento con entusiasmo.» El cuerpo de Olivia se había disociado de su mente. Ella era Julia.
- ¡Oh, Marcos, por favor! -No sabía qué era lo que le estaba pidiendo, sólo sabía que lo quería. Y que lo quería ahora. El empujó con su frente su espalda para que siguiera leyendo.
«El coño de Julia le apretó el dedo. Ella se retorció, extendiendo los brazos hacia atrás para atraerlo hacia ella...»
- ¡ AAAH! - Olivia gimió, más allá ya de los jadeos silenciosos. Algo maravilloso estaba creciendo en su interior y amenazaba con ahogar todos sus sentidos. Quería rendirse, pero « ¿qué pasaría si lo hacía? ¿Y si él paraba? ¿La penetraría?»
«Julia gritó. Su cabeza se revolvió contra el pecho del hombre, sollozos suplicantes escapándosele con cada embestida.»
Olivia pronunció casi cada palabra acompañada de un gemido aturdido. Estaba muy sorprendida de que Marcos pudiera seguir el hilo de su lectura sin aliento.
«Sus movimientos des... desesperados y espasmódicos...»
Olivia gritó de frustración. Ni siquiera podía acometer una palabra completa ahora.
- Basta. - Marcos le arrancó el libro y lo arrojó contra el suelo.
-Pero... - ella protestó, todavía sintiendo su mano medio enterrada en su entrepierna.
-Déjame decirte lo que pasa después -murmuró junto a su oído-. Conozco la historia perfectamente. Olivia se relajó recostándose contra él y cerró los ojos.
-De la mano de Jon gotean sus fluidos. -La voz profunda de Marcos parecía quemar con cada palabra que enardecía sus ya ardientes sentidos-. Un dedo ya no es suficiente para Julia y él lo sabe. Libera el que tenía dentro del coño de Julia y a continuación vuelve con dos... -Marcos empujó con fuerza ahora los dos dedos en su interior-. Hasta dentro, enteros, hasta los nudillos. - Olivia gimió más fuerte, un débil gritito de expectación. Algo increíble estaba a punto de pasar, pronto.
Mientras se retuerce, la dulce tensión explota en el interior de Julia, dejándola en llamas. Su grito de felicidad se pierde entre el estruendo de los fuegos artificiales que explotan sobre su cabeza. - «¿Qué dulce tensión incontenible?» Olivia estaba deseosa de encontrarla.
-Y ése es el fin de la escena. -La voz de Marcos era casi un gruñido y sonaba ronca. Sacó la mano de su interior, la movió al sofá, se levantó y caminó hacia la ventana. Al quedarse tumbada sola en el sofá, Olivia intentó restablecer algo de orden. Se sentó erguida y se bajó las faldas. No se atrevía a preguntar por la razón de tan rápida retirada.
- ¿Marcos? - Marcos se volvió hacia donde estaba ella y se agachó para recoger el libro que acababa de tirar, pero la maniobra no consiguió ocultar el enorme bulto de sus pantalones.
-El objetivo de estas clases es que te dejes llevar, Olivia.
-Y lo he hecho -dijo ella haciendo un mohín.
-Pues deberías haberlo intentado con más fuerza. Un bloque de madera habría estado menos tenso que tú.
« ¿Significaba eso que la autoadministración del placer le quedaba denegada? ¿Es que tenía algún defecto?» Bajó la mirada y se encontró con la entrepierna de él. Su verga sobresalía, tensando con fuerza sus pantalones. Tragó saliva. Era enorme. «¿Qué se sentiría al tener eso metido hasta dentro en su interior?» No pudo evitarlo; se revolvió sólo de pensarlo y se lamió los labios.
-Marcos... Lo siento. -Siento que las partes que te laten no puedan encontrar liberación, alivio, pensó.
-Estoy seguro de que lo sientes. -Se arrodilló a sus pies. Le separó las rodillas con las manos-. Túmbate e intentémoslo de nuevo.
Olivia obedeció y se subió las faldas. Apoyó una rodilla contra el respaldo del sofá. La otra colgaba sobre el borde del mismo. Era completamente desvergonzado por su parte, pero le resultaba natural con él. Ya la había tocado con mucha intimidad, ¿por qué le iba a negar la visión de su ser más íntimo y privado? Mientras le miraba a los ojos vio que su lengua le rozaba los labios. Acercó la mano y sus dedos entraron deslizándose en el agujero húmedo mientras el pulgar manipulaba el clítoris henchido.
-Déjate ir -murmuró con la voz ronca-. Olivia, ¡córrete!
El contacto con el clítoris, tan sensible, le desató un grito suave. Su cabeza cayó hacia atrás y se entregó a las sensaciones. Le ardían los genitales y cada embestida de sus dedos la llevaba cerca, cada vez más cerca. Tembló mientras sus caderas se sacudían para acompañar cada envite. « ¡Oh, qué daría ahora mismo por tener la gran verga de Marcos dentro de ella!» La liberación la golpeó como un muro. Se mordió un dedo y un aullido amortiguado escapó de sus labios. No podía pensar en nada; sólo había una ola tras otra de energía deliciosa transmitiéndose a través de ella al mismo tiempo que la dejaba sin fuerzas. Sintió la humedad excesiva. Abrió los ojos y encontró a Marcos mirándola.
-Magnífico -murmuró.
-Más -dijo ella incorporándose y extendiendo los brazos hacia él. Él no se movió, permaneció de rodillas entre sus piernas. Se inclinó para besarle la rodilla.
-No me necesitas. Ya te he dado todo lo que puedo darte. - Olivia se sentó de un salto.
-No, eso no es todo. Sé que me deseas, puedo verlo. -De hecho sus pantalones tenían una mancha oscura en el lugar donde algo había escapado ya. Marcos inspiró profundamente, tembloroso.
-No. - Con un movimiento veloz ella se bajó del sofá para caer sobre su regazo, a horcajadas sobre él.
-Sí-jadeó ella. Sus labios tocaron los de él. Qué raro besarle por primera vez cuando ya habían tenido tanta intimidad. Sus duros labios quedaron comprimidos bajo los de ella. La agarró por los brazos y la apartó de él.
-Puedo deshacerme de ti en un segundo. No eres rival para mí. - Olivia se tumbó de nuevo y sus brazos se relajaron, quedando a su merced.
-Entonces hazlo -añadió entre jadeos.
No se movió. Ella lo miró a los ojos y pudo ver que se desarrollaba una lucha entre la resolución y la lujuria. Sólo se veía vida en sus ojos, el resto de él permanecía quieto, como el granito, piedra sólida, dura e inmóvil. Ella se acercó de nuevo. Sus labios rozaron su mejilla recién afeitada. Olía bien, la limpieza del jabón suavizando el calor masculino y unas notas más oscuras de su fragancia natural destacándose sobre los demás olores.
-Házmelo, Marcos.
El siguió inmóvil. Las manos de ella subieron hasta su regazo y desabrocharon la parte superior de sus pantalones. Se puso de rodillas mientras soltaba los botones restantes. Sintió, más que vio, cómo su miembro quedaba libre. Chocó contra sus mulos y presionó contra su sexo húmedo. Marcos dejó escapar un largo suspiro, su fachada de granito se fundía en un río de lava. Sus manos se lanzaron hacia su cintura y la agarraron con fuerza.
- ¿Lo deseas? -gruñó.
-Sí -jadeó ella revolviéndose contra su cuerpo. Su verga se deslizó y se acomodó en el agujero.
¿Quieres que te folle? -consiguió articular con voz estrangulada. Emitió un grito ahogado al oír esa palabra, que a la vez la llenó con un delicioso estremecimiento.
-Siiii...
-Pues ahí lo tienes.
Con un movimiento rápido empujó todo su tamaño hacia su interior. Ella cayó sobre él, presionando la boca contra su hombro, mordiendo con fuerza el grueso material de su chaqueta para ahogar el grito de su roto coño. El la tumbó. Terrible y maravilloso a la vez, su miembro empujaba profundamente, dándole la sensación de que penetraba hasta su vientre. La abrazó hasta que sus estremecimientos cesaron. Entonces ella se atrevió a moverse, rodeando su cintura con las piernas y sintiendo que se movía en su interior. La empujó de nuevo contra el sofá. Los cojines de los asientos se hundían bajo los hombros de ella. La sujetó por las caderas y siguió penetrándola en embestidas cortas y bruscas. Ella se sacudía con cada incursión. Nunca la habían follado con tanto abandono y a la vez tal control. Olivia seguía lo suficientemente consciente para sentir que la furia salvaje de Marcos seguía estando bajo control. La sujetaba con fuerza de forma que ella quedaba totalmente en su poder. Debería sentirse impotente y frustrada por eso, pero ella se lo había pedido. Y, oh, Dios, eso la hacía sentirse muy bien.
Él la animó a subir sus piernas más arriba por su espalda y entró más dentro. Ella pensaba que no podría introducirse más profundamente, pero el cambio de ángulo lo hizo posible y él la penetró aún más, haciendo que sus músculos se tensaran casi hasta el límite. Gruñidos graves emanaban de la garganta de Marcos; tenía la cabeza hundida por la concentración. El sudor brillaba en su pelo. La cabeza de Olivia cayó sobre el sofá. Ese dulce placer creciente volvió a despertarse en ella. No esperaba experimentar esa exquisita liberación de nuevo. Pero ésta no se le negó. Sufrió una sacudida, su cuerpo se estremeció mientras se cerraba con fuerza alrededor de la verga de Marcos, retorciéndose para aprovechar hasta el último momento de ese climax. Él emitió un gruñido grave y se puso rígido, sus nalgas se flexionaban en movimientos rápidos.
Ambos cayeron al suelo, rendidos, Marcos todavía agarrándola en su posición sedente. Ella sintió cómo su verga salía de ella dejando tras de sí un largo reguero pegajoso. El vestido, húmedo por la transpiración, se le pegaba al cuerpo.
-Maldita sea -exclamó entre dientes. Eso no era exactamente lo que Olivia esperaba.
- ¿Qué? -preguntó apartándose el ondulado pelo negro de la frente sudorosa. Olivia la miró, sus ojos azules parecían extrañamente oscuros.
-Me he corrido dentro de ti. -Ella se quedó mirándolo-. Así es como se hacen los bebés, señorita Olivia.
-Lo sé, profesor Marcos. - Olivia mantuvo la voz firme. Merecería la pena vivir con las consecuencias si venían acompañadas de más sexo fantástico-. Y eso no estaba planeado, ¿verdad? - Él apretó los labios, compungido.
No. -Inspiró profundamente-. He roto la promesa que te hice. Te pido disculpas.
-Yo te llevé a ello -dijo ella, consoladora-. Yo te deseaba. -Su voz se convirtió en un susurro-. Y todavía lo hago. -Luego cerró la boca tras haber pronunciado esa afirmación tan arriesgada.
« ¿Pero cómo podía ser tan idiota para ofrecerse a él así?» Una vez ya era suficientemente malo. Aunque no había hecho que su cuerpo dejara de gritar por él. El inspiró con brusquedad.
-No eras virgen, ¿verdad? - Su acusación la golpeó en la cara como una bofetada. Ella se puso rígida y escondió su reacción tras un parpadeo y un movimiento de pestañas.
-Me sentía como si lo fuera. -Luego decidió dejar de engañarlo. Después de todo lo que habían compartido, se merecía la verdad. O algo parecido-. Estaba enamorada ¿importaba o no esperar un poco más? Así que no esperamos. Y después él rompió el compromiso.
-Ese idiota.
-Sí, yo siento exactamente lo mismo. -Le dedicó una breve sonrisa-. No obstante, él no... yo nunca... Ni se parece...
- ¿Es propio de ti quedarte sin palabras? - preguntó Marcos en voz alta mientras le acariciaba la mejilla, sus ojos de nuevo vivos por el orgullo.
-Eso tendrás que descubrirlo con el tiempo, ¿no crees? -respondió Olivia mientras se levantaba. Pasó por encima de los muslos de él bajándose las faldas, enfadada porque se le había escapado parte de la confesión de que él le había dado un placer que estaba más allá de sus sueños más locos. Lo miró por encima del hombro.
- ¿Se han acabado mis clases?
- Sí... No. -Marcos sacudió la cabeza-. Hay más cosas que aprender, si te atreves a confiar en mí. Pero no sé si sea prudente... - ella hizo una mueca ante la palabra. - estúpida palabra...
-Yo no confío en nadie, profesor Marcos. - Olivia se rindió y dejó de intentar recuperar algo que se pareciera a un orden en sus ropas -. Pero quiero saber cómo... cómo...
-Lograr lo mismo -la ayudó Marcos en voz baja.
-Exacto, y cómo hacerlo por mí misma, sin ayuda. -la miró de arriba abajo durante largo rato. Olivia mantuvo la cabeza alta durante su examen, creyendo que su desaliñada apariencia no resultaría muy deseable. Él se humedeció los labios, demostrando que lo que pensaba ella no era cierto.
-Vas a tener que cambiarte de ropa. - la falda se pegaba a sus curvas empapadas de transpiración. Se volvió para irse.
¿Mis clases?
-Ya hablaremos.
Marcos Bran esperó hasta que ella cerró la puerta tras de sí para estirar su cuerpo después de haber estado arrodillado tanto tiempo. Apoyó un codo sobre su rodilla elevada y se quedó mirando fijamente la adornada puerta de madera.
-Eres magnífica, Olivia -susurró.
Después sacudió la cabeza. No había venido a aquella ciudad del sur para verse enredado en otro asunto de faldas y, sin embargo, ya estaba en ese camino otra vez. Pero « ¿podía resistirse a esa encantadora chica, encaramada en la escalera y tocándose? Completamente imposible. ¿Resistirse a sus seductoras peticiones de que la hiciera suya? ¿Qué hombre podría? Bueno, él debería haberlo hecho y dejarla ir. Ya había experimentado la satisfacción una vez, apenas necesitaba su miembro para nada.»
Pero ella se lo había pedido con un atrevimiento tan poco propio de una señorita que él había tenido que ceder, preguntándose de dónde habría salido esta nueva seductora. Le daría otra clase perfectamente clínica, científica y segura, y después la devolvería a su vida anterior. No necesitaba otra mujer que intentara echarle el anzuelo. Ella debería saber también que si quedaba embarazada tras ese incidente que se les había ido de las manos, él la rechazaría. Ni siquiera el eventual nacimiento de un hijo de su propia sangre le apartaría del plan de vida que ya tenía al mudarse allí y que se había fomentado meses antes. Se levantó con un estremecimiento y se abrochó los pantalones. Se los había estropeado, o, mejor dicho, ese demonio de la señorita Olivia lo había hecho, así que necesitaba cambiarse antes de que alguien lo viera y comenzara a preguntarse por sus actividades.
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Pasaba la hora de cenar. Olivia se arriesgaba a que la descubrieran regresando a esa hora inusual. Pero la salvó el ajetreo de su madre en la cocina. Su padre entrando casi después de ella le dijo que cenarían tarde porque su tía había anunciado que los acompañaría esa noche. Olivia se alegró muchísimo porque ello desvía la atención de su persona y porque a la vez amaba a su tía Anna. La hermana pequeña de su madre era su tía preferida, su amiga y confidente desde pequeña. Aunque hacía unos años que no la veía debido a un traslado temporal de su trabajo, nunca había dejado de llamarle y enviarle los regalos que se le antojaran.
- Oh, me encanta que la tía Anna haya regresado.
- Creo que aún no definitivamente, pero ya casi. Insistió en cenar porque quiere presentarnos a alguien. - contestó su padre mientras entraba unas cajas de víveres.
Oh, que estupendo. - Olivia se alegro de verdad. Con la experiencia de horas antes tenía la sensibilidad a flor de piel.
- Bueno ve y arréglate. Yo ayudaré a tu madre antes de que se queme la cocina. - le lanzo un beso y se fue a la cocina. Olivia sonrió.
Subió a su habitación. Se quitó toda la ropa, sumergió una toalla en el agua del baño de la noche anterior y se enjugó los pechos. Los pezones le hormigueaban y aún se notaban calientes bajo las ásperas caricias de la toalla fresca. Se volvió y se miró en el espejo. Su cabello desordenado necesitaba que volviera a peinarlo y su cara estaba demasiado arrebolada para que la vieran en público en ese momento. Sus pezones estaban oscuros, casi hinchados, muy lejos de su color rosado normal. Tragó saliva. Él la había cambiado. En su interior, ella no era la misma chica que había ido aquella tarde a la biblioteca. Se metió de lleno bajo la ducha, esperando que el agua fría hiciera desaparecer los signos obvios del placer. Olivia bajó la mirada hasta el vello oscuro que coronaba sus muslos y que brillaba con la mezcla de fluidos sexuales. Abrió las piernas y se lavó a conciencia. Bueno, ya estaba casi normal de nuevo. Casi.
Un momento después ya vestía casual y se había peinado. Estaba radiante de emoción. Sus padres sonreían mientras ponían la mesa. El timbre de la puerta sonó y fue dispuesta a abrir. Cuando lo hizo su tía salto a sus brazos abrazándola y besándola.
- Olivia de mi corazón, que ganas tenía de verte. Esta guapa, que te ha pasado eh eh... - bromeó su tía y la hizo ruborizarse.
- Ni idea. - contestó. - Tú sí que estás guapa. - sonrieron.
- Tonterías. Ven te presentaré a alguien. Tu tía está feliz, ha encontrado al amor de su vida. ¡Ven Amor! - se apartó para que su acompañante se acercara.
Cuando el hombre alto, fornido, elegantemente vestido, con su cabello alborotado, apareció en el ángulo de la puerta Olivia sintió que el mundo le daba vueltas y se quedó petrificada. Él se puso pálido y la botella de vino que traía en su mano tembló.
- Sobrina del alma, te presento a mi prometido. Marcos Bran.
Aquel día fue especial para Olivia. Había experimentado miles de nuevas y arrebatadoras sensaciones. Incluso en ese momento cuando los ojos azules que tanto quemaban se cubrían de una sombra silenciosa de tristeza absoluta, como cuando a una persona le dan la más dolorosa noticia de la forma más inesperada y brutal. Ahora una nueva sensación le pesó en el pecho, aquella mirada le hizo sentir como un sueño se rompía en pedazos. Fue tan claro que creyó escuchar los pequeños trozos caer al suelo como un cristal hecho añicos. Supo enseguida que La Clase había terminado.
FIN (o casi)
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