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❝Friends❞

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WRITTEN BY: WangNini_

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Los ojos de Nari se fijaron una vez más en el rostro que tenía enfrente. Ya había perdido la cuenta de cuántas veces se había pillado a sí misma observándolo a escondidas, mientras él parecía estar distraído viendo cualquier otra cosa. Le encantaba cómo sus labios se curvaban hacia arriba y sus ojos desaparecían al transformarse en dos líneas cada vez que sonreía. Le encantaba su voz, sobre todo cuando hablaba de algo que le apasionaba. Y también le encantaba su personalidad, la manera en la que hacía chistes malos para hacer reír al resto y la manera de ser tan sensible que había demostrado tener.

Sus mejillas se pusieron rosadas cuando se encontró de pronto con la mirada del chico sobre ella. La había pillado.

—¿Qué opinas entonces, Nari? —Le preguntó, haciéndole recordar que anteriormente le había estado hablando acerca de una fiesta a la que lo habían invitado.

Irían los amigos de ambos, quienes eran muchísimo más sociables que Nari, pero ella no estaba segura de asistir. No hablaba con mucha gente, de hecho, no entendía cómo había terminado perteneciendo a aquel grupo de amigos tan numeroso, pues la gente solía encontrarla extraña.

Nari no hablaba mucho, el simple hecho de pensar en tener que entablar una conversación con alguien extraño le abrumaba. Sabía que no era "normal", pero no podía hacer mucho para lidiar con su extrema timidez. Además, su rostro no ayudaba mucho a mejorar su extraña presencia. Solía permanecer seria a toda hora y algunas personas hasta habían llegado a confundir aquella seriedad con enojo.

¿Por qué estaría Nari enojada sin ninguna razón?

Aquel era su rostro y ya, no se la podía pasar sonriendo a cada hora del día. Eso sí que sería extraño.

Sin embargo, había logrado encontrar un grupo de chicos que no tomaron en cuenta la opinión del resto de las personas. ¿O ellos la habían encontrado a ella? Lo cierto era que lograron alegrar la existencia de Nari, quien ya no se sintió apartada del resto de la clase gracias a ellos, sus nuevos amigos.

Como le gustaba decir a su madre: nueva ciudad, nueva vida.

Y ese sí que había sido un giro drástico en la vida de Nari. Finalmente había encontrado amigos en una escuela nueva. Finalmente se sentía como una persona normal...

—Yo... —Musitó—. No lo sé.

Sus amigas ya se habían encargado de invitarla, de decirle que irían las tres juntas y que Nari no debía preocuparse por los extraños, pues ellas se encargarían de alejarlos, pero eso no lograba convencerla. Realmente prefería quedarse en casa, ver una película y dormirse temprano.

No era que se creyera superior a las personas que asistían a fiestas, más bien a ella le hubiese encantado poder hacerlo. Quería con todas sus fuerzas poder disfrutar de estar fuera de casa e interactuar con la gente, ser una chica sociable, mas se le hacía completamente imposible porque cada vez que se imaginaba en un lugar con demasiadas personas se le formaba un nudo en el estómago y su corazón se ponía como loco.

Sin embargo, allí estaba él, el chico que era parte de su grupo de amigos y el que se había hecho muchísimo más cercano a ella que el resto, animándola a asistir con él.

Realmente no lograba entender cómo había sido que Kim Seokjin y ella habían terminado siendo amigos. Eran completamente opuestos y, a la vez, Seokjin era todo lo que Nari alguna vez había querido ser: sociable, simpático, popular y carismático. Era el chico perfecto, todos en la clase querían hablar con él o sentarse cerca suyo, pero él había elegido hacerse amigo suyo.

Y quizás eso era lo que más le dolía a Nari. Seokjin era su amigo, nada más que eso, y ella no podía evitar enamorarse cada vez más cada vez que lo miraba.

—Bueno... Si no quieres ir, podemos hacer otra cosa. No necesito ir a esa fiesta y me encantaría pasar tiempo contigo ese día. ¿Qué dices?

Nari bajó la vista al cemento y juntó con fuerza las manos detrás de su cuerpo. Le costaba demasiado ignorar las mariposas que revoloteaban en su estómago que incansablemente le recordaban lo que sentía por Seokjin. De todas maneras, no pudo evitar que una sonrisa se colara por sus labios, por lo que tuvo que mirar hacia otra dirección para que él no lo notara.

Como cada tarde después de la escuela, caminaban juntos de vuelta a casa hasta aquella bifurcación del camino que a Nari cada vez le parecía que estaba más cerca que el día anterior.

—Está bien.

Se sentía tan tonta. Seokjin no estaba haciendo nada más que ser amigable, lo sabía.

—¿Quieres ir al cine? Acaba de salir una película de zombis, como las que te gustan.

—¿Como las que me gustan? —Repitió, sin entender.

Seokjin asintió con la cabeza con una sonrisa en los labios.

—¡Sí! Esas donde salen esos zombis que dicen —levantó los brazos hacia adelante, ladeó la cabeza y caminó hacia ella con torpeza—: ¡Cereeebroooo!

Nari ahogó un grito cuando las manos de Seokjin le tocaron la cabeza y le revolvieron el cabello. Soltó una carcajada nerviosa cuando él volvió a la normalidad y la observaba expectante, queriendo saber si es que se animaba a ir al cine a ver esa tonta película. Pero lo único que hizo fue nuevamente bajar la vista al piso, sintiéndose avergonzada de sus gustos raros y que además Seokjin supiera cuáles eran.

—Oye —dijo él, rompiendo el momento de incómodo silencio que se había formado entre ambos—, ¿qué ocurre? ¿No quieres ir al cine? Quizás quieres ver esa película con alguien más, lo entiendo... Podemos hacer otra cosa.

—¡No! —Se apresuró a interrumpir Nari y ante la expresión de confusión de Seokjin, se corrigió: —. O sea, sí. Me encantaría ir.

Él no estaba entendiéndolo, realmente a Nari le encantaría ir a ver esa película o hacer cualquier cosa que Seokjin le propusiera. Simplemente se encontraba avergonzada de sí misma y descubrió que quizás esa era la razón por la que asustaba a la gente.

Ya habían llegado a la parte del camino en la que se separaban, pero, al contrario de lo usual, Seokjin detuvo su caminar y se giró para mirarla con una linda sonrisa que detuvo el corazón de la chica por un instante.

—Entonces te veré el viernes a las ocho.

(...)

Aquel viernes, Seokjin esperaba a Nari afuera del cine. Su corazón palpitaba con fuerza y las manos le sudaban mientras se preguntaba una y otra vez si es que quizás la chica se había arrepentido de ir y le dejaría plantado. Sabía que Nari no era de esa manera, pero no podía evitar imaginarse lo peor cuando pensaba en la chica que tanto le gustaba.

¿Por qué se ponía tan nervioso cuando se trataba de ella? Él no era así. Nunca había tenido problemas al momento de coquetear ni de conseguir una novia, pero con Nari todo parecía ser completamente diferente y volvía a ser aquel muchachito de trece años que por primera vez el amor.

Finalmente la vio aparecer. Vestía de manera tan sencilla, tan suya, que le quedaba increíble, aunque no se tratara más que de unos jeans y una camiseta estampada. Aguantó la respiración hasta que la tuvo enfrente, donde recién pudo juntar el valor para saludarla con una sonrisa.

Le encantaba pasar tiempo con Nari, de hecho, se estaba volviendo su pasatiempo favorito. Se había dado cuenta de que tenían más cosas en común de lo que pensaba inicialmente y aquello significaba demasiado para él, pues sabía que jamás se aburriría si estaban juntos.

Se le hizo imposible quitarle los ojos de encima, no pudo hacerlo, ni siquiera cuando se encontraban dentro de la sala de cine. Allí en la oscuridad se dio cuenta de que podía admirarla sin miedo a que lo descubriera, así que se dedicó a observar con detenimiento su perfil. Le gustaba la forma respingada de su nariz y la armoniosa figura que formaba con sus pequeños labios.

Nari era hermosa, lo había pensado la primera vez que la vio aparecer por la puerta del salón de clases, a pesar de que llevara la cabeza gacha. Él había logrado verla y le había parecido la chica más linda que había visto en el mundo. Pero se le había hecho imposible interactuar con ella, pues durante los primeros días de clases parecía completamente ensimismada, perdida en su propio mundo interior. Y agradeció cuando sus amigas mostraron interés en ella, sabía que esa era su oportunidad para acercarse.

Nunca tuvo la intención de fingir ser su amigo para finalmente intentar algo más. No le gustaba esa técnica, le parecía traicionera y sucia. Le gustaba mostrar sus intenciones desde el inicio, pero apenas habían estado sentados uno al lado del otro en el almuerzo, no pudo evitar ser igual que con todos sus amigos: bromista y un poco tonto. No logró convertir aquella conversación en un coqueteo, simplemente fue una conversación como la que tenía con cualquier otra persona.

Sin embargo, no se arrepintió porque en esa ocasión pudo hacerla reír. ¡Y qué linda se veía cuando reía!

—Sin duda, mi parte favorita fue cuando la chica rubia gritó en vez de echarse a correr —dijo cuando salían de la sala de cine y ambos reían a carcajadas.

—Sí, la mía también —murmuró ella, con las mejillas coloradas.

Contra la voluntad de Seokjin, volvieron a la calle, encontrándose con la cálida tarde de verano. La película había acabado y eso significaba que debían volver a casa, lo que significaba que ya no volvería a verla hasta el próximo lunes en la escuela. Mientras caminaban tranquilamente por el centro del pueblo, el chico miraba a su alrededor, intentando encontrar otro panorama para evitar separarse de Nari tan temprano, pero su nerviosismo se lo dificultaba.

Sus ojos finalmente se encontraron con una heladería y pensó que sería lindo sentarse junto a la chica mientras compartían una copa de helado. Aunque la idea le hizo sonrojar levemente, pues estaría comiendo del mismo lugar donde Nari comería y sus cucharas probablemente chocarían, sus salivas de mezclarían en la bola de helado y aquello sería como un beso indirecto.

—¿Beso? —Preguntó precipitadamente y los ojos curiosos de Nari lo miraron sorprendidos—. Digo, ¿quieres un helado?

Nari observó la heladería a un costado de ambos y asintió con la cabeza.

—¿Cuál es tu sabor favorito? —Le preguntó Seokjin cuando ingresaban al pequeño local, hablando a una velocidad más rápida de la normal—. El mío creo que es chocolate. ¡No, es el pistacho! Definitivamente, el de vainilla no me gusta, me parece muy soso. ¿Pero sabes qué sabor odio? Menta y chips. ¡Es como si me estuviera lavando los dientes! —Se calló de golpe cuando se encontraron frente al mostrador—. No te gusta el menta y chips, ¿cierto?

Su pulso se aceleró de golpe, haciéndolo marear ligeramente. Había hablado sin pensar y por un segundo temió haber echado todo a perder por su nerviosismo. Sin embargo, Nari negó con la cabeza, divertida por su manera de actuar y respondió:

—Me gusta el helado de fresa.

¡Por supuesto! Era como si Nari tuviese escrito en la frente el sabor a fresa, pues toda ella era como las fresas, linda, dulce y... ¿roja? No pudo evitar fijarse en que constantemente las mejillas de la chica se encontraban sonrojadas.

Sí, definitivamente Nari era una fresa.

—¿Seokjin? —Dijo un chico cuando ya se encontraban sentados en una mesa, acercándose con su delantal del local—. No pensé verte aquí, creí que estarías en la fiesta.

Seokjin se remojó los labios y sus ojos se desviaron instantáneamente hacia Nari, que había corrido el rostro para mirar hacia la calle por el ventanal. Estaba nerviosa, él también.

—Pues... no. Aquí me tienes.

El chico lo miró con picardía mientras posaba la vista sobre la chica.

—¿Lim Nari? —Le preguntó, como si ella no estuviese allí—. ¡¿Estás en una cita con Lim Nari?!

Seokjin volvió a mirarla. Tenía las manos empuñadas y constantemente se mordía los labios, así que supo que debía hacer lo posible por que aquel tipo se fuera rápido. Lo cierto era que quería gritarle al mundo que sí estaba en una cita con ella, aunque no se lo hubiera pedido como tal, y que todos supieran que le gustaba.

Le gustaba Lim Nari.

Pero si hacía algo como eso ella probablemente volvería mortificada a casa y jamás querría volver a hablarle.

Las cosas debían ser lentas, de a poco.

—No —se limitó a responder—, sólo somos amigos.

—Di la verdad, Kim. ¿Te gusta?

El cuerpo de Nari pegó un salto y Seokjin supo que ya era suficiente.

—¿No tienes nada mejor que hacer?

La sonrisa del chico terminó por extinguirse y pidió disculpas antes de marcharse para seguir trabajando. Seokjin se quedó en silencio mientras terminaban sus helados de cono y Nari hizo exactamente lo mismo, aunque la muchacha no pudo dejar de preguntarse por qué su amigo había reaccionado de esa manera tan grosera.

Volvieron a casa en silencio. La velada se había arruinado por culpa de un tercero y cuando llegaron al punto de separación, Seokjin supo que todavía podía hacer algo para arreglar la noche.

Se quedó mirándola mientras Nari solamente se dedicaba a observar el piso. El corazón del chico latía con fuerza, de la misma manera que cuando la estaba esperando y sólo podía pensar en los peores escenarios. Porque precisamente eso estaba haciendo: imaginando lo peor, pues estaba a punto de decir algo muy importante:

—Oye, Nari...

La muchacha levantó la vista lentamente, encontrándose con aquellos ojos castaños cálidos que siempre lograban ponerla nerviosa. Sus mejillas se pusieron rosadas y tuvo que aguantarse las ganas de volver a bajar la cabeza porque Seokjin se aclaró la garganta para seguir hablando.

—Con respecto a lo que pasó en la heladería... —Dejó la frase a medias, sin saber cómo continuar, y quiso golpearse la cabeza por ponerse tan nervioso con ella. Soltó un suspiro pesado, obligándose de pronto a seguir adelante y afrontar las cosas—. Yo... No quise responder esa pregunta para no avergonzarte, pero me gustas. Lo sabes, ¿cierto? —Hizo una pequeña pausa—. ¿Yo te gusto?

Los ojos de Nari se abrieron más de lo normal. Por supuesto que lo sabía, a Seokjin le gustaban muchas personas y muchas personas gustaban de él, pues era un muchacho muy agradable. Sabía que gustaba de ella y que ese gusto no era nada más que eso, sabía que cuando decía eso no se refería a nada romántico.

Sólo eran amigos, para el pesar de Nari.

Sabía que jamás podría llegar a ser algo más con él y debía afrontarlo como una realidad. Seokjin y Nari estaban en diferentes ligas.

—Sí, me gustas —respondió con seguridad—. Somos amigos.

El corazón de Seokjin se detuvo un instante. Ella había malentendido su declaración, pero le había dejado todo claro: no lo quería más que como un amigo. Soltó una carcajada nerviosa y asintió con la cabeza, debía obligarse a sonreír para no parecer sospechoso.

Tampoco quería arruinar su amistad con Nari poniéndose pesado. Las cosas estaban claras.

—Claro —respondió él, aunque aquello le dolió.

De pronto el celular de la chica comenzó a vibrar.

—Mi madre está llamándome —dijo a manera de disculpa—. Debería irme.

—Sí..., yo también. Adiós, Nari.

La chica reanudó su camino mientras miraba la pantalla de su celular, escribiendo un mensaje para su madre, y levantó la vista levemente para verle a los ojos y también despedirse:

—Adiós, Seokjin.

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