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𝐋𝐀 𝐍𝐎𝐂𝐇𝐄 𝐘 𝐒𝐔 𝐀𝐌𝐀𝐍𝐓𝐄, la luna, habían salido a jugar cuando los nuevos participantes nos quedamos esperando en el jardín de piedra iluminado solamente por las resplandecientes estrellas ─donde se suponía que daría el inicio oficial de los espectáculos del gran año─. Su grandilocuencia hacía que todos lo admirábamos desde lejos. Era tan majestuoso con sus pancartas color vino acompañadas de la calidez albina de seda blanca. No podía observar donde concurría su fin, parecía tan mágico como infinito en el gran valle Darkbright.

Mi mirada, tan hipnotizada de aquella maravilla, no hacía otra cosa que absorber con las pupilas aquel enorme portento y como si el circo intuyera mi temprana emoción, brillos dorados salieron de su interior y danzaron al compás de la brisa nocturna. El aire se impregnó de oro y olas doradas bañaron el techado colorido y así, era como nos daba la gran bienvenida uno de los mayores portentos cortesanos de la historia.

Empezaba la nueva temporada de los espectáculos del circo Darkbright en honor a su valle que cada cinco años aparecía y cuando finalizaba sus eventos, volvía a desaparecer como si nunca antes hubiera existido.

En el juego había un máximo de veinte participantes y la regla era sencilla: ninguno podíamos interactuar entre nosotros ni habernos conocido anteriormente, de modo que nadie sabíamos nada del otro así que los que estaban a mi alrededor eran completos desconocidos.

El aire bullía anticipación, emoción y excitación pero para ser honesta, yo estaba nerviosa. Cuando recibí la carta de invitación de Caleb, el gran Señor del Circo, no me lo esperé en absoluto. Estaba anonadada y no sabía lo que me iba a encontrar realmente y como toda nuestra identidad era secreta para los otros, no tenía ningún nombre u opinión de cualquier participante que había jugado en los años anteriores. Todo era tan misterioso pero al mismo tiempo tan emocionante que tenía un cúmulo de emociones floreciendo en mi interior y podía sentir que me lamían la piel, como si algo quisiera beberse todas mis emociones frenéticas.

Por supuesto, el aire también estaba impregnado de la magia de DarkBright para que la regla se cumpliera a rajatabla y no pudiéramos hablar entre nosotros. Por más que moviera los labios no me salía palabra alguna. Era confuso pero por suerte, el comienzo de todo estaba por llegar y una vez dentro, ya podíamos hablar porque estábamos supervisados por los actores circenses. O eso creía.

¿Un circo se nutre de las maravillas que podían ofrecer sus intérpretes, verdad? Si no, no sería un circo de verdad.

Mis pensamientos volvieron a la incertidumbre por esa cierta duda pero no por mucho tiempo. La magia había vuelto para quedarse oficialmente con nosotros y el cielo estrellado se tiñó de violeta, cubriéndolo todo con sombras de un profundo color púrpura oscuro. Sentí que el mundo desaparecía y ante mis ojos había algo realizado con magia antigua, tan poderosa como peligrosa. Sentí que mis ojos destellaban como los brillos dorados que volvieron a aparecer pero esta vez danzaban a nuestro alrededor y aunque no pudiéramos hablar o emitir sonido alguno, vi cómo la mirada de los otros participantes brillaban tanto como la mía.

Mi imaginación voló mientras estiraba el cuello para contemplar el cielo pero cuando volví a centrar la atención, una sombra que parecía bañada en plata se cernió ante nosotros. El tiempo se paralizó bajo nuestra curiosidad atenta, la bruma nos bañó a cada uno de nosotros y cuando finalmente desapareció, teníamos un vestuario completamente distinto al que poseíamos. Vestidos de encaje de todo tipo de colores y ropa varonil de la época de Luis XIV. El valle desapareció y ahora estábamos en un lugar completamente diferente. En una sala de vals. El circo nos había zambullido por completo y gritos de aclamación impregnaron el aire, ya podíamos hablar...

Pero aunque quisiera siquiera, no podía articular palabra alguna, simplemente no podía, estaba boquiabierta, nunca antes había visto algo así aunque sabía que esto era solo el comienzo de la gran magia que poseía las entrañas de Darkbright.

Y así fue, una sombra espectral con una forma tan esbelta como elegante apareció delante nuestra, dándonos la espalda. Y, de pronto, como había aparecido, se volvió hacia nosotros con una gran sonrisa. Ahora no era una sombra, era un joven lleno de color e ilusión.

Era la viva imagen de la magia del valle.

Era, sin duda, la misma felicidad.

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