9. El resplandor
Estaba ansioso, no dejaba de ver su celular mientras movía sus pies y metía un dulce en su boca.
Jaemin había aceptado venir el sábado a su casa para acompañarle en su maratón de películas, le había dicho que llegaría a las siete, faltaban cinco minutos y eso le ponía más nervioso.
Se levantó del sillón queriéndole dar un nuevo orden a las bandejas llenas de palomitas y papas fritas, lo había hecho unas cinco veces durante toda la tarde. Acomodo los controles, los vasos y los pequeños dulces, quería darle una bonita impresión a su visita.
Los cinco minutos que parecían eternos llegaron a su fin, Renjun era una persona puntual, por eso creyó que Jaemin también lo sería, pero cuando la manija marcó en el siete y no vio ningún rastro del tatuado tuvo que aceptar que era igual de impuntual que sus amigos.
Por eso decidió relajarse, prendiendo la televisión en algún canal aleatorio mientras le daba fin a los dulces que supuestamente había comprado para compartirlos con Jaemin. Le iba a dejar unos cuantos, esperaba hacerlo.
Las manijas siguieron su curso, marcando una media hora en donde el tatuado aún no se hacía presente en la casa de Renjun.
—¿Le habré dado bien la dirección? —Se preguntó.
Otra media hora pasó, marcando una nueva hora en donde Renjun se sintió decepcionado. Había puesto todo su esfuerzo en planear una noche de películas agradable, tal vez Jaemin tenía mejores cosas que hacer, algo mejor que hacer un sábado por la noche que estar envuelto en una manta mientras comía palomitas.
Fue en cierta parte cierto, tenía algo más que hacer que le había tomado más tiempo de lo que creía, aún así, era un hombre de palabra.
Tomando sus cosas y metiéndolas en su mochila con toda la prisa del mundo mientras de vez en cuando miraba al reloj empotrado en la pared, maldiciendo por lo rápido que pasaban los segundos. Limpio las gotas de agua de su rostro con una toalla y en el trozo de espejo colgado tuvo que asegurarse de que su rostro estuviese presentable.
Creyó que la pelea duraría lo que siempre duraba y que podría estar puntual en la casa de Renjun, pero el inconveniente de los jueces fue lo que la retrasó tanto. Era algo a su favor, aquello lo había logrado cabrearlo más y obtuvo una victoria casi al instante. Aún así la victoria de estar puntual en la casa del peli-rosa la había perdido.
—Tengo una fiesta en la facultad ¿te apuntas? —Habló Jaehyun a su lado mientras tomaba de una botella de agua.
—No, tengo planes. —Dijo cerrando su mochila, al fin podría irse.
—Nunca me fallas en una fiesta ¿qué tienes que hacer?
—Tengo planes, nada más.
—¿Cual es su nombre? —Sonrió contra la botella, conocía a Jaemin como a la palma de su mano, sabía que aquella desesperación por irse se debía a alguien.
—No creas que todo mi mundo gira en follar, por dios.
—Es que es así —Rió—. ¿Quién es la o el afortunado?
—Ya, Jae, te dije que no es nada de eso.
—¿Entonces?
—Tú no aceptas un no por respuesta —Rodó los ojos—. Renjun me invito a una noche de películas.
—Oh... Renjun, ¿quien diablos es Renjun? —Preguntó confundido.
—Nos vemos Jae.
Y sin esperar la despedida de su amigo salió del lugar, colocándose su casco y preparando su moto para partir. No quería seguir mirando la hora, iba a enloquecer.
Ya había pasado mucho tiempo, una hora y media, Jaemin no había hecho acto de presencia, ni siquiera le había mandado un mensaje para avisarle que no vendría. Hizo un puchero y se envolvió más en la manta que estaba encima suyo, sería otra noche a solas. Vio la mesita frente a él y se sintió estupido, había comprado tantos bocadillos en vano, tendría que guardar la mayoría pues no lograría acabárselos todos. Miró la pila de DVD's encima de esta y suspiro frustrado, había elegido las mejores de su colección para verlas acompañado del tatuado, ahora las vería solo.
Se levantó del sofá para ir hacia la cocina y traer algunos recipientes para guardar el exceso de bocadillos que había, colocó la manta en sus hombros, hacía frío y así podría retomar su posición en el sofá tranquilo. Con los recipientes en sus manos los postró en la mesita, cuando empezó a llenar uno con las palomitas escuchó el timbre, no se sorprendió pues creyó que eran sus padres, algo temprano pero siempre lograban sorprenderlo los fines de semana, pero cuando fue hacía la puerta para ver quien estaba ahí se llevó la sorpresa de ver a Jaemin frente a esta.
Con una sonrisa y una botella de refresco, Renjun miró el reloj de su sala, ocho y media, frunció el ceño y antes de hablar fue interrumpido por Jaemin.
—Perdón, tuve un inconveniente, por eso llegué tan tarde. —Renjun asintió, distraído por la pequeña fisura en el labio inferior de Jaemin—. Traje refresco~
—Te perdonó —Sonrió recorriendo y dándole pase a Jaemin—. Creí que no vendrías, estaba apunto de guardar todos los bocadillos.
—Lo siento por eso —Rascó su nuca cerrando la puerta a su detrás. Entró mirando los bocadillos bien ordenados en la mesita y sonrió, también se percató de la pila de películas—. Espero que podamos acabar con todas esas películas.
—Oh, las traje para que puedas elegir las que más te gustan, todas son mis favoritas.
—¿De qué género son? —Preguntó sentándose en el sofá, mirando con ternura a Renjun quien aún tenía la manta sobre sus hombros, recogía los envases de la mesita y caminaba con la manta arrastrándola por el piso. Era muy tierno.
—Todas son de terror. —Sonrió volviendo de la cocina. Se sentó al lado de Jaemin tomando la pila de películas y pasándosela.
—Oh —Las películas de terror nunca habían sido sus favoritas, desde niño las había evitado a toda costa, fueron muchas sus noches en vela por ellas. Pero iba a hacer un esfuerzo, por Renjun—. Hmm, esta luce interesante.
—¡El resplandor! —Dijo emocionado, dando un pequeño saltito en el sofá y levantándose para ponerla.
Jaemin tuvo que llenarse de valor para las próximas horas viendo aquella película, podría verse todo lo intimidante que quería pero cuando se trataba de algo de terror era una pequeña gallina que se escondía en su nido. Renjun volvió a su lado pasándole la manta para que se cubriese del frío que ya empezaba a hacer, también el peli-rosa tomó el tazón de palomitas para que los dos pudiesen comer. Cual cliché ochentero sus manos se encontraron en el tazón de palomitas, Jaemin degustándose de la suavidad de las pequeñas manos de Renjun y el peli-rosa ni dándose cuenta de ello, estaba más atento al inicio de la película.
Como era previsto desde el principio, Jaemin daba pequeños saltos cada vez que llegaba a asustarse, todo siendo presenciado por Renjun quien lo miraba con una sonrisa. No podía creer aquello, quien sea que los viese podría apostar su cabeza a que Renjun sería el que esté saltando del miedo. Pero no era así.
Una escena en particular hizo que Jaemin sostuviese la manta fuertemente contra sus dedos y soltara un pequeño "mierda", algo parecía que no le permitía despegar la vista de la pantalla estaba muy asustado pero no podía dejar de ver, parecía un pequeño conejo asustado por la escena en donde aparece todos esos litros de sangre al abrir una puerta o así lo veía Renjun.
Renjun palmeó su mano, dándole una especie de consuelo, cosa que si funcionó, Jaemin se sintió calmado, la pequeña cálida y suave mano de Renjun logró quitarle aquel miedo que se había acumulado en su estómago.
Las horas mirando la película pasaron, comiendo palomitas y papas fritas mientras sus manos se rozaban de vez en cuando. Cuando los créditos del filme aparecieron en la pantalla Renjun se encontraba muy cómodo con la cabeza apoyada en el hombro de Jaemin, se sentía bien.
El tatuado lo miró de reojo, el peli-rosa llevaba palomitas a su boca mientras se acomodaba mejor en su hombro, sonrió por la forma en la que sus cabellos color algodón se escurrían por su hombro.
—Oh —De forma rápida Renjun se levantó, no se había percatado que se había dado el gusto de reposar su cabeza contra Jaemin, ahora estaba algo abochornado—. H-hmm, ¿qué tal? ¿te gusto la película?
—Sí, un poco. —Mintió sonriendo, era una de las películas favoritas de Renjun, no iba a decirle que no le había gustado ni un poco, era interesante, pero nunca de su gusto.
—No mientas —Rió—. Parecía que querías hacer de todo para que la película terminara.
—Es que, las de terror no son mis favoritas. Me dan miedo.
—¡Debiste decírmelo! —Reprochó—. Prácticamente te obligue a verla, perdón.
—No no no —Tomó las manos de Renjun para que lo mirase a los ojos—. No me obligaste a nada, yo quería verla. Tranquilo.
Las mejillas de Renjun enrojecieron, tenía a Jaemin mirándolo a los ojos sin decir nada, aquello de muchas maneras le ponía muy nervioso. Sobre todo el que el ambiente se haya puesto tan cómodo por aquello. Tratando de calmar sus nervios recorrió el rostro de Jaemin nuevamente topándose con aquella fisura en su labio inferior.
Levantó su mano dirigiéndola hacia la herida, con su pulgar la acarició suavemente percatándose que era profunda y reciente, frunció el ceño e hizo una mueca disgustado.
—¿Cómo te la hiciste?
El dilema de Jaemin empezó ahí. No supo si sincerarse con Renjun sobre su tardanza o inventarle algo, no sabía el porqué de su actuar, nunca le había avergonzado su pequeño hobby, incluso a veces lo presumía.
Pero era distinto, viendo la vida ordenada y pulcra de Renjun no supo reaccionar, y tal vez era un error pensar que él le juzgaría, en todo este tiempo nunca lo había hecho. El mismo miedo que se instaló en su estómago al ver la película apareció.
—Eh.
Fue salvado por la campana, mejor dicho, por el timbre. Renjun se levantó del sillón yendo hacia la puerta para abrirla, Jaemin se tiro en el sofá suspirando. Se sentía tonto por querer mentirle a Renjun, él no merecía eso.
—Mamá, papá, bienvenidos. —Escucho la vocecita de Renjun.
Por curiosidad miró hacia la puerta, encontrándose a una pareja bastante elegante, ambos llevaban trajes y portafolios. Al parecer no se habían dado cuenta de su presencia.
—Llamaré a la grúa, al parecer a alguien se le hizo una buena idea estacionar su moto en puertas del garaje. —Comentó el hombre en dirección de su esposa.
Jaemin quiso golpearse, él había hecho eso.
Genial, ahora sus padres pensarán mal de mi. Pensó.
—No papá, no lo hagas. La moto es de Jaemin —Dijo Renjun.
—¿Renjun? —Preguntaron al mismo tiempo.
Renjun fue hacia el sillón, pidiéndole a Jaemin que se levantara pues aún se encontraba muy cómodo recostado. Lo hizo, limpiando los restos de palomitas que se habían impregnado a su chaqueta.
—Papá, mamá, él es Jaemin, un amigo del colegio. —Le presentó.
—Mucho gusto. —Sonrió Jaemin extendiendo su mano en dirección de los señores Huang.
—El gusto es nuestro. —La señora Huang sonrió estrechando la mano de Jaemin.
Se dio cuenta que la mayoría de las facciones de Renjun habían sido heredadas de su madre, la sonrisa de luna menguante se lo confirmaba. Le había agradado, pues en cuanto estrecharon sus manos la madre de Renjun le había hecho una pequeña conversación. En cambio el señor Huang... aún lo miraba, parecía inspeccionarlo mientras hablaba con su esposa, se sentía intimidado.
—Un gusto conocerte, Jaemin. —Sintió un peso menos en sus hombros cuando escucho al hombre hablar. Quien también estrechó su mano, de forma firme y fuerte, pero lo hizo.
Hablaron un poco con Renjun y luego desaparecieron al subir por sus escaleras.
Otra vez estaban solos.
—Ellos dijeron que no te quedes hasta tan tarde, es peligroso conducir muy de noche. —Susurró Renjun envolviéndose en la manta.
—No es tan tarde... —Murmuró viendo el reloj. Y si lo era, faltaban pocos minutos para que sea las doce—. Bueno, si lo es.
Renjun rió—. Entonces aquí termina nuestra "maratón" —Hizo comillas en la palabra—. Te acompañaré afuera, quiero percatarme que te vayas bien.
—Que modesto.
Recibió un pequeño golpe por parte de Renjun mientras los dos reían. Renjun se levantó envuelto en la manta y tomó los únicos dos dulces que había guardado para Jaemin, los extendió en su dirección y como un pequeño secreto los guardó en su palma.
Jaemin tomó sus cosas y salió de la casa de Renjun siendo acompañado por él, aún teniendo los dulces en su palma.
Cuando llegaron a su moto se apoyó en esta y desenvolvió uno de los dulces, con la intención de compartir con Renjun lo llevó hacia la boca del peli-rosa, sin esperarse que se sonrojara a ese nivel, parecía un pequeño tomate mientras tomaba el dulce entre sus labios. Jaemin solo sonrió, sintiéndose orgulloso por haber causado aquello en Renjun. Él también desenvolvió el último dulce en su palma, pensando que de alguna forma aquel dulce sabría mejor si lo probaba desde la boca de Renjun.
—Gracias por haberme causado un miedo que durara toda la semana. —Hablo mientras se colocaba el casco.
—De nada, puedo seguir haciéndolo. —Sonrió.
—Bueno, nos vemos el lunes, rosita. —Se dio el atrevimiento de despeinar los cabellos de Renjun y apretar una de sus mejillas, quería hacerlo hace mucho.
—Nos vemos el lunes.
Fue lo último que se dijeron, Renjun veía como Jaemin se perdía en la calle encima de su moto, solamente pudo suspirar acariciando su mejilla y aún sintiendo como le daba el dulce en sus labios.
Quería gritar de la emoción. Y tal vez lo hizo, pero de forma silenciosa, no quería asustar a sus padres que lo espiaban desde su ventana.
Jaemin también quiso gritar de la emoción, pero solamente se dedicó a sonreír como un tonto, sería raro escuchar a alguien en una moto gritar.
Renjun se dio cuenta gracias a aquellos pequeños actos descarados por parte de Jaemin que le gustaba y mucho.
Jaemin caía más en aquel pozo llamado Renjun gracias a todas las pequeñas cosas dulces que hacía por él y en cómo sus mejillas siempre estaban teñidas en carmín, le gustaba y mucho.
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