𝐎𝟑 | 𝐃𝐀𝐄𝐌𝐎𝐍 𝐋𝐎𝐕𝐄𝐑
❝ daemon lover ❞
«No me gusta trabajar para los mismos demasiado seguido. Se vuelven posesivos. Y nadie puede poseerme» american gigolo.
ㅤㅤMako miró a Narumi. Hay una diferencia de más de 35 centímetros y 20 años entre ambas. Narumi mira a Mako, sus ojos se entrecierran por el mínimo sol, así que su pequeño rostro está arrugado con las mejillas rosadas.
— ¿Y mi mami?
— En casa, casi la atropella un carro. Así que vamos a por helado.
Narumi sonríe. Es pequeña y tiene el cabello negro, liso, como su mamá antes de los 15 años. Rápidamente toma la mano de Mako, que lleva sus lentes oscuros sobre la cabeza, un vestido largo de tela delgada a tonos marrones y botas de cuerina color vino. Michelle tenía suerte que Mako no tenía nada importante hoy además de la reunión en casa de sus padres a las 9 p.m. La niña no había esperado mucho por su llegada, pero, si lo hizo, no la pasó aburrida. La escuela era un ambiente hermético y con clase, aunque eso no quitaba el hecho de que hay bastantes zonas de diversión para niños de su edad en toda la extensa zona verde de los jardines. Ambas caminan hacia el estacionamiento mientras hablan de sabores de helado.
— ¡Yo quiero uno de té verde! ¡porque es verde! ¡mi color favorito!
— ¿Tú color favorito no era rojo?—. Mako alza una ceja mientras le coloca el cinturón de seguridad a la hija de su amiga, en el asiento trasero.
— Ya no. Ahora es verde.
La pequeña tiene una forma diferente de decir «verde». Mako siente un repentino dolor en el pecho como si su cuerpo recordara algún sueño infantil, pero su cerebro no.
— ¡Ah! —exclama Mako cerrando la puerta y ahora abriendo la puerta del conductor. Ella se coloca el cinturón y deja sus lentes de sol en la guantera. Se sujeta el cabello con un gancho y abre las ventanillas del auto para empezar a conducir. Una canción de los Pet Shop Boys suena en la playlist aleatoria, Domino dancing.
Hay una heladería popular en la zona alrededor. Es blanca, cerca de la zona del club de tenis y golf al que nunca se inscribió. Ella conduce mientras Narumi, de 7 años, observa la mitad de un video en la tableta de Mako. No es la primera vez que recoge a Narumi, tampoco le molesta hacerlo. El problema deriva del hecho de que Michelle parece estar encaprichada de nuevo y, cada vez que eso pasa, todo lo demás en su pequeño gran mundo queda de lado.
Incluso su hija.
Lo cuál vendría a ser un paralelismo extraño cuando, en la universidad, cada que Michelle tenía un novio, dejaba de lado a sus amigas durante un tiempo. Algunas cosas no cambian.
Y algunas cosas llegan de forma inesperada.
—Mako. Hija de...
—Ey, hay niñas aquí —. Mako le sonríe mientras tapa los oídos de Narumi quien no ha prestado atención al hombre ya que su helado de té verde con chantilly blanco parece más interesante a esa edad que una conversación adulta, la cual usa palabras que ya ha escuchado antes pero que debe de fingir que no.
Naoya Zenin observa de forma filuda a la mujer de cabellos oscuros y rojizos. Sus labios se aprietan y trata de relajar su puño. Alguien externo no podría imaginar algún lazo o un tipo de relación que los una, pero esa idea sería descartada al instante si vieran que en su habitación, en uno de los cajones que se rehúsa a abrir, aún tiene una foto polaroid de ambos borrachos y alocados en la época universitaria cuando se mantuvieron en una ensoñación indefinida y tóxica. De esta forma, se podría decir que Naoya es uno de los ex de Mako. Pero no fueron pareja, nunca.
Mako nunca era la primera en llamarlo. Él lo hacía para tener sexo. Y sentir placer en la humillación al paso.
—¿Qué quieres? No, ¿qué haces por aquí?
Él quería quejarse en persona por las veces en las que lo ignoraba cuando coincidían en reuniones sociales, eventos o lugares. La ve sacar su bonita tarjeta negra y pagar por un café moca helado. El Zenin planea bien las palabras, Mako no es como cualquier otra ex o saliente, es mucho peor: alguien a quien le falta un tornillo en la cabeza o, como la describe con otros hombres en las fiestas, «una perra rara». El peor tipo de mujer según la literatura japonesa con tintes misóginos que alguna vez tuvo que leer en el electivo de literatura nacional, al que se metió solo porque Mako estuvo inscrita durante un tiempo en la universidad.
—Estoy en el club de tenis.
—Supongo que golpear las pelotas es tu nuevo oficio.
—Mako.
Lo pone de nervios. Su mano se aferra a su muñeca con fuerza. Pero ella recibe su bebida con la derecha, toma algo del sorbete y luego lo acerca a él para invitarle un poco. Siempre haciendo cosas inesperadas, siempre ignorando todo a su alrededor y la lectura del ambiente, a propósito, quizá. Sus dedos se relajan en la muñeca de ella, para apartar la bebida.
Mako guía a Narumi a sentarse dentro del auto. Así, él y Mako se quedan conversando fuera.
—¿Qué es de ti?
El joven Zenin hace la primera pregunta luego de un tortuoso silencio. Aún tiene cierta curiosidad y ganas de saciar o descartar algunas habladurías. Su sonrisa no se hace esperar al tratar de volver a su compostura. Mako sube a Narumi al auto, esta es una conversación que no quiere que la niña escuche.
—Hmm, todo bien. Todo aburrido, nada interesante.
—Escuché que ahora tienes una nueva mascota.
—¿Celoso de que alguien más haya tomado tu puesto?
—Eres una puta.
—Tu polla es una puta.
—Estás saliendo con un jodido niño, Mako.
—Tiene 22 años y está en segundo año en la universidad.
—Y tú tienes 27 años.
—Y tú tenías 23 cuando le fotografiaste las tetas a una chica que acababa de cumplir 18.
Mako le golpea suavemente la frente con su billetera. Ella entrecierra los ojos y suspira de aburrimiento. Hablar con los hombres es un desgaste innecesario. Lo sabe desde los 11 años, su génesis.
—Tú rompiste mi celular.
—Y te lo pagué.
—¿Con un golpe en las pelotas? —. Él sonríe de lado, irónico.
—No, con sexo.
Naoya ha borrado cosas de su memoria para su salud mental.
—Me voy —. Mako guarda su billetera y palpa las llaves bajo el chal que lleva en el brazo.
—¿Irás a la première el sábado?
—No lo sé. La invitación menciona a una pareja obligatoria para la etiqueta.
Un atisbo de burla aparece en el rostro de Naoya cuando ella lo menciona. Sabe que ella no llevará a su pareja momentánea. Siempre ha sido así o quizás no, sabe todo o poco de Mako... Ella era una becada en la universidad de élite donde solían estudiar y realmente no provenía de una familia de dinero, para nada amistosa, pero tampoco se callaba las cosas. Parecía que le daba asco todo y todos cuando ella era quien estaba "fuera de lugar". Naoya no la califica ni siquiera como bonita o linda. No tiene buenas tetas o un buen culo, comentó alguna vez con sus amigos en un bar, y siempre tiene esa mirada de pocos amigos, me dan ganas de abofetearla. En aquellos años le había echado el ojo porque la mirada recelosa de Mako era algo que pretendía cambiar con algunos toques aquí y allá, y hacer de ella un objeto de diversión, como un trofeo el cual ganar...
Las cosas no salieron tan bien o quizás acabaron mejor de lo que alguna vez esperó. Lo que puede decir de Mako y su época de universidad —no está tan lejos, de todas formas y esto es una forma de resumir lo que realmente pasó entre ellos—, es la mirada dura y maliciosa con los ojos entrecerrados que ella solía tener cuando le presionaba la entrepierna con su bonito zapato acharolado y alguna canción de Siouxsie and the Banshees de fondo, con el volumen al número 75 para que nadie escuchara los gemidos, los jadeos que escapaban de su boca que solo quería insultarla por hacer que se corra en sus pantalones y luego decirle que por favor siga.
Cuando ella termina la conversación y se mete en el auto, él solo piensa en por qué ella pudo verlo completamente desnudo muchas veces, pero él jamás la vio a ella sin siquiera una camiseta encima.
...
—No puedo negarme ¿Qué esperas obtener de mis servicios, Catita? ¿Y cómo vas a pagar? ¿Estás ofreciendo dinero? Porque no puedo dejar de notar el anillo en su dedo. ¿Tu marido está al tanto de tu decisión de tomar un acompañante? ¿O planeas mantenerme cerca como un pequeño y sucio secreto?
Fue una de las primeras cosas que le dijo a Michelle y a otras clientes también. Le gusta quitar anillos, pero a veces es más divertido sujetar sus muñecas y ver aquel objeto brillante allí, en la cama. Perfeccionar la maestría del placer no parece ser un problema si no fuera por el hecho de que para él se ha convertido en un trabajo más. Su nariz se entierra entre el cuello y hombro de alguna mujer, gruñe, lame y chupa como si eso pudiera ser capaz de consolarlo, pero siente que no ayuda en nada.
Eso es confuso.
Un cóctel de nombre raro —siempre se pide el que tiene nombre más extravagantes para aparentar— es dejado en su mesa. No mira a la bonita camarera que lo coloca allí. Odia usar lentes de sol; sin embargo, se ve obligado a usarlos en los días soleados ya que los rayos le fastidian los ojos, en demasía. Pasa su pulgar suavemente por su propia mandíbula mientras ve al hombre que se sienta frente a él. El restaurante es blanco y la mayoría de utensilios son de un color dorado opaco, casi plata pero sin serlo completamente. El ligero olor a caoba y cigarrillos inunda su nariz.
—Siempre pides cócteles con una cantidad escasa de alcohol —menciona burlonamente Shiu Kong, su empleador. El que le consigue algunos buenos clientes.
—No me gusta el alcohol —responde Toji y luego bebe un poco de la copa. El cenicero de vidrio grueso está a un lado de la mesa, hay algo de ceniza allí.
—Eso siempre me sorprende de ti. Supongo que tienes otros vicios.
—Tampoco me gusta fumar —agrega y bosteza. La espera por la comida parece eterna. Solo lleva una camisa ligera y pantalones de un tono menos oscuro de lo que usualmente usa. Destaca su reloj en la muñeca. Es de la misma marca que la de Shiu. Un rolex. Regalo de alguna de las primeras mujeres, a la que acompañó a la cama en un sábado solitario.
—La gente como tú tiene que llevar en la sangre el peor vicio de todos: las apuestas.
Toji se ríe. Una risa grave, no tan fuerte, es suave y sorprende. Cuando se ríe mira hacia abajo y luego sus ojos chocan con la persona que lo ha hecho reír. Sus dedos dejan la copa en la mesa. Mira la hora en el reloj; Megumi y Tsumiki deberían estar en casa tras regresar juntos de la escuela.
—Déjame ser tu banco.
Ambos se ríen.
—Me comí muchas películas para saber que eso no funciona. Yo gano 60% y tú el 40%
—Eso estaba bien al principio. Aunque últimamente parece que eres quien gana menos ya que las apuestas te dejan vacío y no puedes explotar en ningún capital.
La comida es servida en la mesa. Cubiertos elegantes, el leve olor marino por la vista a la playa. Chicas y chicos en bañadores caminando cerca. Le recuerda a cuando tenía veintidós años y se la pasaba estudiando los manierismos de la gente de alta clase y combinándolos con lo poco que aprendió en su antiguo hogar. Los platos parecen una burla para un estómago hambriento, pero son hermosos visualmente: tacos delicados de calamar en una salsa blanca y medallones de pescado a la parrilla... También hay verduras pequeñas y rebozadas en salsa de soja dulce. Da una sensación nauseabunda —no porque no tenga apetito, sino que le recuerda a algo que no quiere recordar— de cuando comía lo mismo todos los días, comida calentada a máquina, los takoyakis más baratos de la zona metropolitana...
—Básicamente, tienes que invertir.
—Ya lo hice.
—Sí. Con los primeros grandes sueldos, luego te olvidaste y vives como un hombre soltero y sin hijos, ludópata.
—Soy soltero y sin hijos.
—Tienes un hijo y una hijastra, Toji.
—Cierto. Es mi papel interpretar a alguien sin ataduras, después de todo.
Shiu Kong presiona su frente con los dedos. Ha estado trabajando con Toji desde hace un buen tiempo. Entiende que es difícil para él, pero a este paso no tendrá nada para un futuro cuando la popularidad se le acabe. Vendrán más jóvenes y más expertos, quizá. Ya pasó con otros gigolós, y Toji no será diferente a ellos.
Bebe todo el sake del vasito.
—Tendrás suerte si te casas con alguna mujer millonaria —le bromea con la nariz roja por el subidón de alcohol.
—No quiero casarme de nuevo —. Toji vuelve a reírse. Esta vez es una risa más cansada.
Se sube los lentes de sol hacia el pelo y se frota el puente de la nariz. Se ahoga en pensamientos rápidos, a velocidad luz. Atrae algunas miradas por sus ojos de bonito color a una luz dorada.
—Te compraste un apartamento en un mejor lugar y enviaste a tus hijos a la escuela.
—Sí. Es lo que me enseñaron.
—También te enseñaron a invertir en tu guardarropa, relojes, perfumes.
—Eso en realidad lo aprendí observando las habitaciones de algunas mujeres casadas. No puedo dormir y me la paso fisgoneando en la madrugada. Miro las marcas de perfumes, la colección de relojes y esas basuras que se colocan en las corbatas. El orden de las camisas, la forma en que se cuelgan los trajes de sastre. El tipo de aftershave, las pastillas...
—Un mirón por excelencia.
—Soy inteligente para ciertas cosas, supongo.
—Y... Me dijiste que la mujer que frecuentas últimamente quiere llevarte a una première.
—Está insistiendo mucho. Casi me veo tentado a decir que sí.
—Aparecer públicamente de esa forma puede traer tanto buenas como malas consecuencias, pero más buenas que malas. No puedes permanecer con una sola mujer siempre.
Toji asiente ante lo dicho por Shiu. Lo sabe. Es consciente de eso. No le perturba en lo absoluto, pero supone que se requiere un cambio constante para no aburrirse de la rutina o volver rutinario a un trabajo. Shiu saca su agenda de la maleta. Se coloca un cigarrillo sin encender en los labios mientras pasa las hojas.
—¿Para cuando es esa supuesta première?
—Viernes de la próxima semana.
—Ah, es de la película Fade in Nylon.
—Como sea que se llame.
—Ah es la película donde actúa Gojo Satoru, y después de la première, la fiesta principal será en su chalet. La mujer es inteligente, realmente quiere presumir en esa fiesta de alta gama. Te has convertido en un accesorio.
Shiu mira a Toji y entrecierra los ojos.
—Esto es beneficioso, ¿por qué no aceptaste?
—Tengo una apuesta ese día —. Toji sabe que quedará como un tonto, pero de todas formas miente. Sus dedos repiquetean en el plato delgado y pequeño donde antes estaban los cubiertos. Un mensaje de Michelle llega a su celular, pero está en silencio así que Toji solo ve la pantalla encenderse y luego apagarse.
—Tienes que ir. Que esa sea tu última salida con ella. Te conseguiré alguna otra cliente si no sabes cómo quitártela de encima.
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⊰ 𝐍𝐎𝐓𝐀 𝐃𝐄 𝐀𝐔𝐓𝐎𝐑! ⊱
¡hola! tardé demasiado, porque a pesar de tener un hilo, se me ocurría una idea y luego otra, pero esta es la definitiva. lqm <3 gracias por leer hasta aqui. Hay muchos cambios en algunos fics que estoy escribiendo, asi que espero darme tiempo entre clases para editar un poco <33
¡nos leemos la prox semana!
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