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𝐎𝟏| 𝐌𝐄𝐍𝐔𝐃𝐄𝐍𝐂𝐈𝐀𝐒


menudencias 


ㅤㅤ"La NASA pone fecha a la destrucción del planeta tierra: Un asteroide destruiría la civilización este septiembre, afirma investigación científica."

El hombre frunce el ceño de forma superficial, murmurando las últimas palabras mientras recoge el ticket de apuesta. El papel rectangular ahora está un poco mojado, ya que cayó debajo del lavabo de los baños. El trozo de periódico está mohoso, pegado en la pared, al lado de la cañería por los años de humedad que tuvo que afrontar. También hay otras cosas pegadas por allí, pero Toji ya no se detiene a leer, deja de arrodillarse y se levanta con el ticket en mano. Lo seca con la manga de su casaca gruesa y lo guarda en el bolsillo trasero de su pantalón.

Los urinarios están tan amarillos y sucios que la mayoría suele evitarlos y terminan por orinar en una de las esquinas del baño, la cuál ahora ha quedado negra y con el tapiz corroído, despegado. Hay algunos grafitis también, en donde se leen diversas cosas, letras de canciones, mensajes bíblicos, nombres, un simple dibujo...

Mientras se lava las manos, se mira al espejo y retoma el pensamiento. Todos los años hay siempre una investigación que dice que el fin del mundo está cerca pero nunca sucede algo en realidad. Recuerda que, en el tiempo en que iba aún a la escuela media, había leído algo parecido en una de las revistas que llegaban a la puerta de la casa periódicamente. La imagen de un planeta tierra explotando y un collage de gente gritando y abrazándose más letras gigantes diciendo que el fin del mundo llegaría el primero de enero de los 2000. Él imaginó que acabar con los seres humanos sería como apagar un televisor, su mente no podía concebir que la tierra se destruyera en un solo día, pero si así decían los científicos, así debía ser. Y si recuerda bien, señalaron también que, si no era el primer día del año, sería en septiembre de ese entonces.

De repente siente pesados los huesos. Como si recordara que aún tiene un cuerpo funcional aparte del exterior, al tragar saliva, puede sentirla trazar un camino al esófago. Ser claramente consciente por unos segundos, acerca de su ser físico interno, de las entrañas. La membrana fútil, él frunce el ceño, incluso eso es interior antes que exterior.

— Siempre es septiembre —murmura mientras se echa agua al rostro y sale de los baños. Es un hombre fornido, grande. Saliendo, lo miran con desdén pero no llegan a decir algo.

Ha cobrado hace poco y ha comprado un ticket de apuesta. Aún no se ha cansado de los caballos esta semana y apostó por el típico negro Purasangre para la carrera que es dentro de tres días. Son las tres de la mañana pero las calles siguen brillando como si aún fueran las 6 pm, con menos gente, por supuesto; es lo que ve a través de las rejillas mientras sube las escaleras hasta la zona de mercadería. Traga saliva, su garganta se siente seca desde hace unas horas. Las carnicerías en el mercado subterráneo siguen abiertas, con esa luz de hospital que hace revolver el estómago y esa frialdad blanca. Toji camina con pasos lentos por todo el pasillo, sus pasos no hacen eco, pero hay mucho barullo de todas formas: envuelven la carne que no se vendió, descuelgan los trozos de los ganchos. El piso de losas blancas descuidadas está sucio con pisadas marrones y rojas, por la combinación de la suciedad, la sangre animal y la humedad goteante del ambiente. El olor es soportable.

Nada huele lo suficientemente mal para él.

O su sentido del olor y del gusto han cambiado por el paso de los años y el cambio de ambientes.

Un hombre lanza las menudencias estropeadas y probablemente podridas a un balde con agua sucia. Los ojos de Toji son los únicos que dirigen su mirada hacia allí, sigilosamente, su cuerpo simplemente avanza hacia las siguientes escaleras: Afuera hace menos frío, algunos restaurantes están abiertos, con sus carteles neón, malgastados.

Llegará al lugar donde suele pasar la noche, descansará un largo rato y luego irá a enfurruñarse y gastar la energía en los brazos de una mujer. Ella es una clienta que poco a poco se ha metido bajo sus bolsillos, frecuentando sus servicios, llamándolo cuando le da la gana, convirtiéndose casi en la única que aún lo llama. En realidad, desde que inició el nuevo año es de las pocas mujeres que permanece. Junio aún no termina y la mayoría ha ido de viaje porque el tiempo es aburrido cuando hay billetes de más para gastar en la cuenta bancaria. Sus ojos verdes revisan de nuevo el mensaje de texto en su celular, para asegurarse de la hora y al llegar a casa, no pasar todo el mes de junio durmiendo.

Estira los brazos y los huesos le truenan.

No ha comido nada en todo el día y aún tiene un fajo de billetes en el bolsillo interno de la casaca que lleva. Observa uno de los restaurantes, parece a punto de cerrar, ya que una joven muchacha lleva las bancas de las mesas del exterior, adentro. Toji se coloca cerca de la puerta y la mira con fingida curiosidad. Ella lo nota y se estremece al verlo alto y con un aspecto intimidante. Probablemente ella ni siquiera ha acabado la escuela media.

—Y-Ya hemos cerrado.

Otro restaurante será.

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...

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— ¿Puedes recordarme por qué le diste días libres a la sirvienta?

— No quiero que esté aquí cuando llegue él. Sería capaz de decirle a mi marido que estoy viéndome con otro si me pilla. La muy puta ha de estar metiéndose con mi marido también, le cuenta todo.

Mako suspira al escuchar a Michelle y deja la copa vacía en el fregadero, en el cual ya se ha formado una montaña de cosas, entre ellas copas, platos, tenedores, tazas. Incluso hay un par de cigarrillos mojados y cáscaras de uvas verdes. Su boca se frunce ante el ruido tintineante del choque de copas acumuladas. Ve su reflejo en toda la vajilla sucia, es como reflejarse en los ojos de un insecto.

— La última vez que tuve sexo con mi marido, hace una semana, me pidió que le dejara correrse en mi rostro. Nunca antes me lo había pedido. Alguien debe habérselo enseñado.

— Me gustaría no escuchar eso. Pero tienes un punto, ¿más vino?

La mujer de cabello negro escucha a su amiga mientras coloca un pedazo de papel toalla sobre las gotas de vino que hay en la isla de la cocina, donde ambas están sentadas en las sillas altas.

— Por favor —. Michelle sonríe y extiende una copa para que su confidente le sirva aquel vino costoso de 1780—. Alguien debe habérselo enseñado, Mako. Antes le parecía desagradable y de mal gusto, ya sabes, decía cosas cursis como "No podría ensuciar tu carita de princesa con esto". Alguien le enseñó a mi marido la suciedad.

Michelle arruga la nariz cuando se ríe, eso provoca que su labio superior suba un poco y muestre algo de los dientes, es un pequeño encanto sumándole a la forma en que los dedos tapan ligeramente la abertura. Sus ojos se entrecierran mirando el lavadero lleno de cosas y siente un ligero cosquilleo en la cabeza y una ruptura en la sien. Pronto, los dedos que cubrían sus encías al reírse, introducen sus uñas entre los dientes, mascando suavemente.

— Quizás debería llamar a la sirvienta solo un rato y luego pedirle que se vaya...

Hay un matiz solitario en la manera en que Majime "Michelle" Kureda comienza a quitarse los zapatos de tacón para relajar los pies. Enrolla los dedos y los estira. Mako entrecierra los ojos, son las cuatro de la tarde y la luz llega a la cocina desde los ventanales gigantes que dan hacia el patio interior de la lujosa casa. Mako observa el peluche de conejo rosa tirado en el pasto artificial, con una pata torcida y una oreja chata.

— No, lo lavo yo. A propósito, ¿a qué hora va a llegar él? Créeme que no quiero estar aquí lavando mientras los escucho.

— Llega en una hora.

— Pareces emocionada. ¿Es tan bueno como esas mujeres de la reunión de año nuevo dijeron?

— Es mucho mejor. Ya debes haber visto su foto. Esas viejas no dejan de cotillear sobre él...

Mako alza ligeramente las cejas al escucharla. En la fiesta de año nuevo organizada por los Kureda, por supuesto que ella estuvo presente con su vestido de satín rojo. Algo de los chismes y cotilleos de mujeres borrachas se introdujeron en sus sesos mientras se metía los dedos en la boca dentro del baño de invitados para vomitar toda la cena.

— ¿Cómo dices que se llama?

— Toji. Quizás deberías intentar llamarlo un día, aunque creo que no es tu tipo.

— Te has encaprichado con él, Michelle. Tienes que tener cuidado, ¿sabes?

La mujer suspira y se levanta del asiento para mirar hacia el fregadero. Michelle se ríe.

— Yo no me encapricho con hombres como él.

— Eso dice alguien que va a encapricharse pronto... ¿Y por qué debería tener cuidado?

— ¿No me contaste la otra vez que te asfixió mientras tenían sexo?

— ¿Te conté eso?

Michelle casi se cae de la silla, se le ven las bragas cuando trata de acomodarse nuevamente en el asiento, su falda se sube un poco. Mako abre el grifo y empieza a lavar las copas, pasando una suave esponja con un poco de lavavajillas líquido. Encuentra algunas hileras rubias de cabello, que pertenecen a Michelle.

— Ah, creo que estabas borracha, me lo contaste en el cumpleaños de Narumi, hace un mes.

— ¿Y ahora me lo dices? —. Michelle se coloca a su lado en el fregadero, le mira con una sonrisa cómplice.

Ambas son mejores amigas desde que estudiaron en la misma universidad. Pertenecen a la alta sociedad de Japón. Volverse amigas no fue difícil, seguro en primera instancia hubo un poco de tensión o enemistad. Mako entrecierra los ojos, recordando cuando Majime viajó a Estados Unidos y desde entonces prefiere ser llamada como Michelle.

— Y casi te mueres.

— Eso hubiera sido increíble.

Mako podría haber dicho "no digas eso", pero prefirió callar. Ahora tiene otros asuntos, como quitar toda la piel de uvas verdes del fregadero, restregar algunos platos, pensar y pensar, reflejarse una vez más en el agua, las burbujas débiles. Hay ciertas necesidades malsanas carentes de espiritualidad. La necesidad malsana de comerse los restos del fregadero después de lavar los platos. La necesidad malsana de querer perforar el pezón con una aguja de coser, la necesidad malsana de enterrar el rostro en el aceite caliente, la necesidad malsana de tragarse los cabellos que se pegan en las paredes de la ducha. Comer un pan mohoso, comer el producto que venció hace un año...

— No te demores mucho.

— Hmm, lo sé, también tengo prisa, iré a ver a mi perro luego de esto.

— Tú y tus perros.

La mujer rubia vuelve a reírse, enseñando los dientes. El timbre suena y ella abre los ojos de sorpresa. Su celular también suena. Mako pone cara de asco, frunciendo el labio y arrugando la cara. Michelle se acomoda el vestido con los dedos mientras Mako parece experimentar un sueño de desmembramiento colectivo.

— Ha llegado mi hombre.

— ¿Hoy tu marido no llega de viaje?

— Sí, pero a eso de las 9 o 10 pm. Mientras, estaré con Toji.

Michelle le guiña un ojo y se va a la sala con el celular en mano, hablando cosas incomprensibles a la lejanía mientras Mako se seca las manos y guarda su celular, billetera y los aretes que se quitó antes en su bolso negro, lamenta internamente haberse quedado a cotillear con Michelle hasta esta hora. Toma un poco de vino directamente de la botella y se limpia las comisuras de la boca con la manga negra de su camiseta apretada.

Antes de retirarse por el patio trasero de la casa, decide echar un vistazo a la sala, solo por curiosidad: Un hombre alto y grande, de espaldas, parece cubrir a la menuda Michelle con solo su figura intimidante y musculosa. Tiene el cabello negro, brazos fuertes. Su amiga rubia la ve de reojo y le dice adiós suavemente con la mano.

A Mako repentinamente le empezaron a doler los huesos de la cadera como en un frenesí violento.

Pobre Michelle, con razón en el cumpleaños de Narumi apenas y podías caminar.


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⊰ 𝐍𝐎𝐓𝐀 𝐃𝐄 𝐀𝐔𝐓𝐎𝐑! ⊱

voy a divertirme escribiendo esto.

espero la estén pasando bien por allá <3 lqm

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