Capitulo Diez: Chinese Genius
Las lágrimas caían por sus mejillas; Lián estaba feliz. Había derrotado a Tsubasa, algo que ni Alemania logró hacer el año pasado. Sus lágrimas provocaron sorpresa entre los jugadores cercanos, pues debido a sus acciones anteriores, los japoneses la consideraban una tirana. Verla llorar les resultó impactante.
Por extraño que pareciera, ningún equipo había enviado personal para atender sus lesiones, así que mantenerse en el campo fue una opción.
Algunos jugadores se saludaban y sonreían; al final, solo eran rivales dentro del campo.
—¡Lián! —Yifan se acercó corriendo, reduciendo un poco su velocidad antes de colocarse en cuclillas y abrazar a su compañera—. Ven, levántate.
Yifan la alejó de allí, ya que varios japoneses se habían acercado a Genzo, prefiriendo mantenerse un poco apartados.
—Lo hicimos bien. Muchas gracias, capitán —le dijo Lián a Wu, quien se encontraba frente a ellos.
—Vaya, Lián llorando, eso es algo que pensé jamás ver. Tenemos que ir a los vestuarios; también te deben revisar.
Ella asintió.
—Fanfan y yo los alcanzaremos después; quiero hablar un poco con ellos —señaló a los japoneses.
Wu hizo una señal de aprobación y luego se alejó. Juntos, Yifan y Lián se acercaron a sus compañeros asiáticos.
—Esto no debería ser una derrota para ustedes, estrellitas —comenzó, captando la atención de todos mientras Yifan la sostenía su mirada se dirigió hacia Genzo, quien estaba siendo "cargado" por Tarō—. Estás mal; venías ya de una lesión de Cruyfford.
—Tú tampoco estás muy bien, Lián —sonrió el portero—. Parte de la sangre que tengo en mis guantes es tuya.
—Lián, tenemos que ir a la enfermería —dijo Yifan, muy preocupado.
—Si quieres, te ayudo —se ofreció Kojiro.
Yifan sabía que había algo entre esos dos y, sin protestar, accedió. Tanto Genzo como Lián fueron llevados a la enfermería mientras los demás se quedaban a hablar con Yifan.
—Ishizaki —comenzó—. ¿Tú también eres de esos chicos genios?
—Uhm... soy de esos.
—¿Hay más? —continuó Ishizaki.
Yifan solo sonrió; esa era información que no se podía compartir con cualquiera.
—¿Puedes voltearte?
Fue una pregunta extraña, pero Ishizaki obedeció.
—Tu nombre es difícil... ¿El de ustedes es más sencillo? —le preguntó a los demás, quienes también se voltearon—. Pues algunos son sencillos.
—Puedes decirme Ryo —sonrió Ishizaki—. Ellos son Matsuyama, Misugi...
El chico continuó nombrando a sus compañeros. Yifan se sentía cómodo hablando con Ishizaki; quizá de allí naciera pronto una nueva amistad.
Por los pasillos del estadio, las cuatro personas aún iban de camino a la enfermería, extrañamente ubicada muy lejos.
—¿Genzo, tienes novia?
La pregunta tan espontánea hizo reír a los tres chicos.
El portero sonrió—. Eres muy curiosa, Lián.
—Ah, entonces no tienes.
—Lián, ¿te duele mucho? —preguntó Tarō.
—Pues no siento el pie, pero, de ahí en adelante, todo bien —sonrió.
Después de aquello, siguieron avanzando hasta que se toparon con la enfermería. A partir de ese momento, lo único que se escuchaba eran gritos y lloriqueos.
Cerca de la enfermería se encontraba Tsubasa, escuchando todo lo que ocurría dentro de ese cuarto. Solo esperaba un poco antes de poder entrar y hablar con Lián.
Sabía que él era el mayor responsable de la derrota de Japón. Había decidido dejar de moverse al ver la sangre; no quería lastimar a Lián. Además, él también estaba lastimado, su hombro no estaba bien del todo y no quería dañarlo más; aún tenía que jugar en Brasil.
—Tsubasa —una voz muy baja lo llamaba; Sanae apareció junto a él—. ¿Qué pasó hace unos instantes? —preguntó, refiriéndose al partido.
—No quería lastimar a Lián —murmuró.
—Entiendo, al menos este partido no importa, así que todo está bien —intentó animarlo Sanae, sin embargo, él se mantenía igual—. ¿Está todo bien?
—Sí, no importa, Sanae.
—¡Tsubasaaa! —Ishizaki junto a los demás se acercaban, el chico parecía muy feliz—. ¿Ya están dentro? ¿Por qué no entran? Bien, yo entraré —se acercó y abrió la puerta, llamando la atención de quienes se encontraban allí—. ¡Liuliu Lián!
Ese llamado confundió a la joven y de cierta forma le incomodó—. ¿Qué pasa, fugaz?
Ishizaki se cruzó de brazos y cambió su semblante a uno más serio—. ¡Deja de decirme fugaz! Yifan es muy bueno, ¿por qué no eres así?
—Ishizaki, actúas como una mamá —Sanae lo señaló mientras una sonrisa aparecía en su rostro.
—Ignora a Ishizaki —Misugi, junto a los demás, entraron; pronto, esa habitación se llenó—. ¿Cómo están? —se dirigió a la enfermera que trataba a los dos.
—Lo mejor es que dejen de jugar por un tiempo; las manos de él están destrozadas y ella no puede ni caminar. ¿Tenían alguna lesión de antes?
Ambos asintieron—. Yo hice todo lo que pude; me retiro.
Ishizaki seguía con sus regaños—. Era mejor que salieran cuando se lastimaron.
El ambiente cambió cuando Yixing, junto a varios hombres, llegó al lugar. Era sorprendente ver cómo todos cabían en esas cuatro paredes.
Uno de esos hombres se acercó a la chica para tocar su pie y empezar a revisarlo. Cuando terminó, solo negó con la cabeza, viendo a los demás, quienes después de eso salieron, dejando solo a Yixing.
—你担心吗?(¿Estás preocupado?) —le preguntó Lián a su padre.
—这些事情总是会发生,你会没事的 (Son cosas que siempre pasan, estarás bien).
—我要去巴西,你不介意我走开吗?(Iré a Brasil, ¿no te importa que me aleje?)
Todos los presentes continuaban mirándolos, sin entender nada. El único que comprendía era Yifan, quien se encargaba de traducir para Ishizaki.
—我之前告诉过你,你可以做任何你想做的事。你和一帆可以走了 (Te lo dije antes, puedes hacer lo que quieras. Yifan y tú pueden irse) —sin más que decir, el hombre se retiró, no sin antes hacerles un recordatorio—. No sé qué pienses hacer, Yifan, y contigo, Lián, en lo que resta del día te llegará el permiso para que puedas viajar —abandonó por completo el cuarto.
—¿Qué pasa, Lián? —preguntó Kojiro, quien se encontraba sentado a su lado, preocupado por el tono de voz y la forma en que habían actuado ambos. Sabía que algo malo sucedía.
—No es nada —murmuró, observando a Yifan—. No esperen que me disculpe con ustedes por cómo actué antes; dejemos eso en el pasado —sonrió, observándolos. Los chicos de Japón solo la miraron, rodando los ojos.
—Tarde o temprano nos pedirás disculpas —habló por último Ishizaki.
Lián solo sonrió. Posiblemente tendría que pasar mucho para que la "genio china" pidiera disculpas por todo.
—Entonces, ¿aceptas?
Lián sonrió levemente al escuchar la última frase de Tsubasa. Sabía que la rivalidad entre ellos apenas comenzaba.
El viento soplaba suavemente, como si acompañara a los pensamientos dispersos de Lián, una pregunta seguía rondando su mente: ¿realmente quería continuar por el camino que había elegido o era momento de cambiar de rumbo?
En su interior, sentía que había algo más que tenía que descubrir por su cuenta, algo que solo ella podía entender.
—Iré —le dijo Lián—, solo porque quiero ver a Roberto, pero el fútbol y yo ya no iremos de la mano.
Tsubasa abrió los ojos sorprendido—¿Qué dices, Lián?
—No intentes hacer cambiar mi opinión, Tsubasa.
Tsubasa se quedó en silencio, procesando las palabras de Lián. El viento parecía detenerse por un instante, como si la misma naturaleza entendiera la magnitud de lo que acababa de decir. Lián, la chica que había derrotado al invicto Japón y había luchado hasta el último aliento, estaba anunciando su despedida del fútbol.
—El fútbol siempre ha sido parte de tu vida... —murmuró Tsubasa, aún incrédulo—. No puedes simplemente dejarlo atrás.
Lián lo miró fijamente, con una expresión tranquila.
—Justo por eso es que lo dejo.
—¡Pero eres una genio, Lián! ¡Eres una de las mejores jugadoras que he enfrentado! —la voz de Tsubasa se alzó, cargada de pasión, tratando de hacerla recapacitar—. ¡No puedes tirar todo por la borda! ¡Tienes un talento que el mundo necesita ver!
—Eso es lo que me decían desde pequeña, a veces, Tsubasa, incluso un genio necesita dejar de seguir el camino trazado por otros —Lián suspiró, nuevamente volvió a ver fijamente a su acompañante—. Tú y yo no somos iguales, Tsubasa. El fútbol es tu vida, tu razón de ser. Para mí... ha sido solo una batalla más. Y ahora, esa batalla ha terminado —su voz se hizo más suave, pero en sus ojos brillaba una chispa de determinación pura—. Hoy he ganado. Hoy... me libero.
Tsubasa solo pudo observarla, incapaz de encontrar las palabras para detenerla. Al final, supo que nada que dijera cambiaría su decisión.
—Lián... —murmuró, casi como un susurro al viento.
—Vamos a Brasil, Tsubasa.
Con esas últimas palabras, el viento volvió a soplar, llevando consigo las emociones de un adiós inesperado, marcando el fin de una era para Lián, pero quizás, el inicio de una nueva historia para ella.
El camino de la chinese genius en el fútbol había terminado.
FIN.
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