04| Ireland vs Bulgaria
“Irlanda contra Bulgaria”...
ENTRARON AL lugar y subieron con la multitud, hasta llegar al final de la escalera en una pequeña tribuna ubicada en la parte más elevada del estadio, justo a mitad de camino entre los dorados postes de gol. Contenía unas veinte butacas. RJ tomó asiento con los demás en la fila de delante y observó el estadio. Sus ojos brillaron. Estaba fascinada.
Cien mil personas ocupaban asientos en las gradas, a lo largo del campo oval. A cada extremo se levantaban tres aros. Justo enfrente de ellos, casi a la altura de sus ojos, había un panel gigante. Unas letras de color dorado aparecian en él y luego se borraban, eran anuncios que enviaban sus destellos a todo el estadio: La Moscarda: una escoba para toda la familia: fuerte, segura y con alarma antirrobo incorporada… Quitamanchas mágico multiusos de la Señora Skower: adiós a las manchas…
RJ apretaba el brazo de Ginny, eufórica miró por encima del hombro para ver con quiénes compartían la tribuna. Hasta entonces solo una criatura diminuta que estaba sentada en la antepenúltima butaca de la fila de atrás. Una elfa doméstica, llevaba puesto a modo de toga un paño de cocina y se tapaba la cara con las manos.
—¿Dobby? —preguntó Harry, extrañado. RJ frunció sus cejas confundida.
—¿El elfo que te saboteó? —le dijo y él asintió, pero la figura levantó la cara y separó los dedos, mostrando unos enormes ojos castaños y una nariz que tenía la misma forma y tamaño que un tomate grande.
—¿El señor acaba de llamarme Dobby? —chilló el elfo, por el resquicio de los dedos. Tenía una voz aguda, apenas un chillido flojo y tembloroso que les mostró que era hembra. Ron y Hermione voltearon para mirar.
Aunque Harry les había hablado mucho de Dobby, nunca habían llegado a verlo personalmente. Incluso Arthur se mostró interesado.
—Disculpe —le dijo Harry —La confundí con un conocido.
—¡Yo también conozco a Dobby, señor! —chilló la elfina. Se tapaba la cara como si la luz la cegara, a pesar de que la tribuna principal no estaba muy iluminada —Me llamo Winky, señor… y usted... —En ese momento reconoció la cicatriz de Harry —¡Usted es, sin duda, Harry Potter!
—Sí, lo soy...
—¡Dobby habla todo el tiempo de usted, señor!
—¿Cómo se encuentra? —preguntó Harry —¿Qué tal la libertad?
—¡Ah, señor! —respondió Winky, moviendo la cabeza de un lado a otro —no quisiera faltarle al respeto, pero no estoy segura de que le hiciera un favor a Dobby al liberarlo, señor.
—¿Por qué? —se extrañó Harry —¿Qué le pasa?
Winky le explicó que para un elfo, querer ser libre y trabajar solo si le pagan, era algo horroroso. Era imposible. Y Dobby lo estaba haciendo, no solo se ponía en peligro, sino que era repudiado.
—La diversión no es para los elfos domésticos, Harry Potter —repuso
Winky detrás de las manos que le ocultaban el rostro —Los elfos domésticos obedecen. No soporto las alturas, Harry Potter… —Miró hacia el borde de la tribuna y tragó saliva —Pero mi amo me manda venir a la tribuna principal, y vengo, señor.
—¿Pero por qué te manda venir si sabe que no soportas las alturas?—preguntó RJ, preocupada, la elfina la miró —soy RJ, Winky, es un placer.
—Es un placer señorita RJ; Mi amo… quiere que le guarde una butaca, señorita RJ, porque está muy ocupado —inclinó la cabeza hacia la butaca vacía que tenía a su lado —Winky está deseando volver a la tienda de su amo, señorita RJ, pero Winky hace lo que le mandan, porque Winky es una buena elfina doméstica.
RJ suspiró con tristeza.
—¿Así que eso es un elfo doméstico? —murmuró Ron —Son extraños, ¿verdad?
—Dobby era aún más extraño —aseguró Harry.
—Antes de que empiece el partido habrá una exhibición de las mascotas de los equipos —Hermione leyó en voz alta el folleto.
—Eso siempre es digno de ver —dijo Arthur —Las selecciones nacionales traen criaturas de su tierra.
Se fue llenando lentamente la tribuna. RJ chillaba y movía de un lado a Ginny que reía.
Cuando llegó Cornelius, el mismísimo ministro de Magia, la reverencia de Percy fue tan exagerada que se le cayeron las gafas y se le rompieron. Muy avergonzado, las reparó con la varita y se quedó en el asiento, echando miradas de envidia a Harry, a quien Fudge saludó como si se tratara de un amigo, le estrechó la mano, le preguntó cómo estaba y le presentó a los magos que lo acompañaban.
El ministro búlgaro vio de pronto la cicatriz de Harry y, señalándola, se puso a decir visiblemente emocionado cosas que nadie entendía.
—Sabía que al final lo conseguiríamos —le dijo Fudge a Harry cansinamente —No soy bueno en idiomas; para eso tengo a Barty Crouch. Ah, ya veo que su elfina doméstica le está guardando el asiento. Hizo bien, porque estos búlgaros quieren quedarse los mejores sitios para ellos solos… ¡Ah, Lucius!
Se volvieron rápidamente. Quienes se encaminaban hacia tres asientos vacíos de la segunda fila, justo detrás del padre de RJ, no eran otros que Lucius Malfoy, su hijo Draco y Narcissa, la madre de Draco.
La respiración de RJ comenzó a fallar al ver a Lucius Malfoy, quien le había puesto el diario se Ryddle a ella en el caldero. O eso le dijo Harry cuando lo descubrió. Ella bajó la vista, haciendo el amague de llorar mientras se encogia en su lugar.
—¿Cómo está usted? —saludó Fudge, sonriendo —Permítanme presentarles al ministro búlgaro de Magia, y como no entiende ni jota de lo que digo, da lo mismo... Supongo que conoces a Arthur Weasley.
Los fríos ojos del señor Malfoy recorrieron a Arthur y luego la fila en que estaba sentado. Harry imitó su acción y vió a RJ, rápidamente se preocupó al verla.
—Por Merlín, Arthur —dijo con suavidad —¿qué vendiste para comprar entradas en la tribuna principal? Me imagino que no te
llegó sólo con la casa.
Fudge, que no escuchaba, dijo:
—Lucius acaba de aportar una generosa contribución para el Hospital San Mungo, Arthur. vino aquí como invitado mío.
—¡Ah… qué bien! —dijo Arthur, con una sonrisa tensa.
Harry tomó las manos de RJ y las entrelazó con las suyas, ella lo miró y el chico se sintió muy mal, así que solo desvió la mirada y la clavó en Lucius, molesto, quien observó a Hermione que le devolvió la mirada con determinación. Sin embargo, el hombre prejuicioso y purista no se atrevió a decir nada delante del ministro de Magia.
Con la cabeza hizo un gesto desdeñoso a Arthur, y continuó hasta llegar a sus asientos. También Draco lanzó una mirada de desprecio, y luego se sentó entre sus padres. El albino miró a RJ, luego sus manos unidas a Harry, y le hizo una cara de lástima a Potter que solo pasó su brazo sobre los hombros de RJ, volteando al frente.
—Asquerosos —murmuró Ron.
—Hey... —Harry le susurró a RJ que solo apoyó su cabeza contra su hombro —despues le das uno de los caramelos de los gemelos ¿Si? —ella sonrió levemente al oírlo y asintió —que no te arruine la noche, estás en el mundial de Quidditch. Piensa en eso.
RJ asintió, tratando de recomponerse, pero una lágrima cayó y Harry la limpió.
Un segundo más tarde, Ludo Bagman llegaba a la tribuna principal. Ludo sacó la varita, se apuntó con ella a la garganta y dijo:
—¡Sonorus! —Su voz sonó por encima del estruendo de la multitud y retumbó en cada rincón de las tribunas —¡bienvenidos a la cuadringentésima vigésima segunda edición de la Copa del Mundo de quidditch!
Los espectadores gritaron y aplaudieron. Ondearon miles de banderas, y los discordantes himnos de sus naciones se sumaron al jaleo de la multitud. El enorme panel que tenían enfrente mostró: BULGARIA: 0; IRLANDA: 0.
—Y ahora, sin más dilación, permítanme que les presente a… ¡las mascotas del equipo de Bulgaria!
Las tribunas del lado derecho, que eran de color escarlata, bramaron su aprobación.
—Me pregunto qué trajeron —dijo Arthur, inclinándose hacia delante —¡ah! ¡Son veelas!
RJ las miró, eran hermosas mujeres a quienes nadie se resistía por su belleza. Ellas comenzaron a bailar, hipnotizando a todos. RJ dejó de mirar cuando Harry tomó su rostro entre sus manos, miró confundida al chico, pero él limpió sus mejillas con cuidado, queriendo borrar todo rastro de lágrimas pero no arruinar su maquillaje de Irlanda.
—Voy a estar bien, lo voy a ignorar —prometió y él asintió, mejor.
—quiero que grites y festejes, no que llores —le pidió y ella lo prometió.
Las Veelas dejaron de bailar y el estadio se mostró molesto. Hermione sonrió al ver qué Harry jamás se fijó en ellas, solo se fijó en RJ y su bienestar. Y no había hombre que se resistiera a las Veelas.
—Y ahora —bramó la voz de Ludo —tengan la bondad de alzar sus varitas para recibir a… ¡las mascotas del equipo nacional de
Irlanda!
Lo que parecía ser un cometa de color oro y verde entró en el estadio disparado, dio una vuelta al campo y se dividió en dos cometas que se dirigieron a toda velocidad a los postes de gol. Repentinamente se formó un arcoiris que se extendió de un lado a otro del campo de juego, conectando las dos bolas de luz. La multitud exclamaba «¡oh!» y luego «¡ah!».
A continuación se desvaneció el arcoiris, y las dos bolas de luz volvieron a juntarse y se abrieron: formaron un trébol enorme y reluciente que empezó a elevarse sobre las tribunas. De él caía algo que parecía una lluviade oro.
—¡Maravilloso! —exclamó Ron cuando el trébol se elevó sobre el estadio dejando caer pesadas monedas de oro que rebotaban al dar en los asientos y en las cabezas de la multitud.
RJ se apresuró a atrapar el dinero.
El trébol estaba compuesto de miles de hombrecitos diminutos con barba y chalecos rojos.
—¡Son leprechauns! —explicó Arthur, alzando la voz por encima del ruido.
RJ se guardó grandes cantidades de monedas en sus bolsillos mientras sonreía. El dinero la puso de buen humor.
El enorme trébol se disolvió, los leprechauns se fueron hacia el lado opuesto al que ocupaban las veelas, y se sentaron para contemplar el partido.
—Y ahora, damas y caballeros, ¡demos una calurosa bienvenida a la selección nacional de quidditch de Bulgaria! Con ustedes… ¡Dimitrov! ¡Ivanova! ¡Zograf!, ¡Levski!, ¡Vulchanov!, ¡Volkov! Y… ¡Krum!
—¡Es él, es él! —gritó Ron.
Viktor Krum era delgado, moreno, de piel cetrina, con una nariz grande y curva y cejas negras y muy pobladas. Semejaba una enorme ave de presa. Costaba creer que sólo tuviera dieciocho años.
—Y recibamos ahora con un cordial saludo ¡a la selección nacional dequidditch de Irlanda! —bramó Bagman —Les presento a… ¡Connolly!,¡Ryan!, ¡Troy!, ¡Mullet!, ¡Moran!, ¡Quigley! y… ¡Lynch!
Siete borrones de color verde rasgaron el aire al entrar en el campo dejuego. Todos con Saetas de Fuego.
—Y por fin, desde Egipto, nuestro árbitro, el aclamado Presimago de la Asociación Internacional de Quidditch: ¡Hasán Mustafá!
Entró en el campo un mago con una túnica dorada, a juego con el estadio. Tenía un silbato de plata; montó en su escoba y abrió una caja liberando a la quaffle; las dos bludgers, y la alada, dorada y minúscula snitch. Soplando el silbato, Mustafá emprendió el vuelo detrás de las bolas.
RJ presenció maravillada el partido.
—¡Comienza el partido! —gritó Bagman —Todos despegan en sus escobas y ¡Mullet tiene la quaffle! ¡Troy! ¡Moran! ¡Mullet de nuevo! ¡Levski! ¡Moran!
La velocidad de los jugadores era increíble: los cazadores arrojaban la quaffle tan veloz que Bagman apenas podía decir los nombres. RJ se anotaba todo, disfrutaba y aprendía, pensando en lo que sería llegar algún día a ese puesto.
Al cabo de minutos, Irlanda había marcado treinta a cero.
Volkov y Vulchanov, los golpeadores búlgaros, aporreaban las bludgers con fuerzas para pegarle a los cazadores de Irlanda. Dos veces fueron forzados a dispersarse y luego, por fin, Ivanova logró romper su defensa, esquivar al guardián, Ryan, y marcar el primer tanto de Bulgaria.
—¡Metanse los dedos en las orejas! —les gritó Arthur cuando las veelas empezaron a bailar para celebrarlo.
Cuando acabaron, el partido se reanudó.
Todos ahogaron un grito cuando los dos buscadores cayeron en picada tan veloces como si se hubieran tirado de un avión sin paracaídas.
—¡Se van a estrellar! —gritó Hermione a su lado.
Y así parecía… hasta que en el último segundo Krum frenó su descenso y se elevó con un movimiento de espiral. Lynch, sin embargo, chocó contra el suelo con un golpe sordo que se oyó en todo el estadio. Un gemido brotó de la afición irlandesa.
—¡Cuidado, mí amor! —le gritó RJ y Harry la miró con cejas alzadas —¿Qué? Vamos, es Aidan. Ni que fuera Ron con Krum.
—¡Tonto! —se lamentó Arthur —¡Krum lo engañó!
—¡Tiempo muerto! —gritó la voz de Bagman—¡Expertos medimagos tienen que salir al campo para examinar a Aidan Lynch!
—Estará bien, ¡sólo fue un castañazo! —le dijo Charlie en tono tranquilizador a Ginny, que se asomaba por encima de la pared de la tribuna principal, horrorizada —Que es lo que buscaba Krum, claro…
Finalmente Lynch se incorporó en la Saeta de Fuego y levantó el vuelo. Su recuperación pareció otorgar un nuevo empuje al equipo de Irlanda. Cuando Mustafá volvió a pitar, los cazadores se pusieron a jugar con gran destreza.
En otros quince minutos, Irlanda consiguió marcar diez veces. Ganaban por ciento treinta puntos a diez, y los jugadores comenzaban a jugar de manera más sucia.
—Y… ¡sí, señores, penalti favorable a Irlanda!
Los leprechauns, elevados en el aire, enojados como un enjambre de avispas cuando Mullet sufrió la falta, se apresuraron a formar las palabras: «¡JA, JA, JA!» Las veelas, al otro lado, se pusieron de pie de un salto, agitaron de enfado sus melenas y volvieron a bailar.
Todos a una se metieron los dedos en los oídos; pero el que no lo hizo fue el árbitro, que fue con las Veelas.
Hasán Mustafá había aterrizado delante de las veelas y se comportaba de una manera muy extraña: flexionaba los músculos y se atusaba nerviosamente el bigote. Queriendo impresionarlas.
—¡Esto sí que no! —dijo Bagman, aunque parecía que le hacía mucha gracia —¡Por favor, que alguien le dé una palmada al árbitro!
Un medimago cruzó a toda prisa el campo, tapándose los oídos con los dedos, y le dio una patada a Mustafá en la espinilla. Mustafá volvió en sí.
—Y, si no me equivoco, ¡Mustafá está tratando de expulsar a las mascotas del equipo búlgaro! —explicó la voz de Bagman —Esto es algo que no vimos nunca… ¡Ah, la cosa podría ponerse fea…!
Y se puso fea: los golpeadores búlgaros, Volkov y Vulchanov, bajaron uno a cada lado de Mustafá, y discutían furiosos señalando hacia los leprechauns, que acababan de formar las palabras: «¡JE, JE, JE!» Pero a Mustafá no lo cohibían los búlgaros: les pedía que volvieran al juego, y, como ellos no le hacían caso, dio dos breves soplidosal silbato. Penaltis.
El juego alcanzó nuevos niveles de ferocidad. Los golpeadores de ambos equipos jugaban sin compasión. Dimitrov se lanzó hacia Moran, que estaba en posesión de la quaffle, y casi la derriba de la escoba.
—¡Falta! —coreó Ludo —Dimitrov pretende acabar con Moran… volando deliberadamente para chocar con ella… Eso será otro penalti… ¡Sí, ya oímos el silbato!
Los leprechauns habían vuelto a alzarse, y formaron una mano gigante con un signo muy grosero dedicado a las veelas y ellas perdieron el control. Se lanzaron al campo, arrojandoles bolas de fuego. Su aspecto ya no era bello. Al contrario, sus caras se convirtieron en cabezas de pájaro con un pico afilado, y unas alas largas y escamosas que les nacían de los hombros.
—¡Por eso, muchachos —gritó Arthur para hacerse oír —es por lo que no hay que fijarse sólo en la belleza!
Los del Ministerio se lanzaron al juego para separar a las veelas y los leprechauns, pero con poco éxito. Y la batalla que tenía lugar en el suelo no era nada comparada con la del aire.
—Levski… Moran… Ivanova… De nuevo Moran… ¡Y Moran consigue marcar!
El juego se reanudó enseguida: Quigley, el golpeador irlandés, le dio a una bludger que pasaba a su lado y la lanzó con todas sus fuerzas contra Krum, que no consiguió esquivarla a tiempo: le pegó de lleno en la cara.
—¡Auch!
Parecía que Krum tenía la nariz rota, porque la cara estaba cubierta de sangre, pero Mustafá usó el silbato.
También, el buscador irlandés había empezado a caer repentinamente.
—¡Vió la snitch! —gritó Harry.
La afición irlandesa se levantó como una ola verde, gritando a su buscador… Mas Krum fue detrás. RJ no sabía cómo conseguía ver hacia dónde se dirigía. Iba dejando tras él un rastro de gotas de sangre, pero se puso a la par de Lynch, y ambos se lanzaron de nuevo hacia el suelo…
—¡Van a estrellarse! —gritó Hermione.
—¡Nada de eso! —negó Ron.
—¡Lynch sí! —gritó Harry.
—¡Junto a las Veelas enojadas! —gritó, RJ.
Por segunda vez, Lynch chocó contra el suelo con una fuerza tremenda, y una horda de veelas furiosas empezó a darle patadas.
—¡La tiene…! ¡Krum la tiene…! ¡terminó! —gritó Harry.
Krum, con la túnica roja manchada con la sangre que le caía de la nariz, se elevaba suavemente en el aire, con el puño en alto y un destello deoro dentro de la mano.
El tablero anunció «BULGARIA: 160; IRLANDA: 170» a la multitud, que no
parecía comprender lo ocurrido.
Despacio, un bramido se alzó entre la afición del equipo de Irlanda, y creció hasta convertirse en gritos de alegría.
—¡Irlanda ganó! —voceó Bagman parecía desconcertado por el repentino final del juego —¡Krum atrapó la snitch, pero Irlanda ganó! ¡Merlín, no creo que nadie se lo esperara!
—¡Ganamos! —RJ se giró a los gemelos que gritaban.
—¡Ganamos! —asintieron y ella saltó desde las bancas, sus dos hermanos la atraparon y los tres comenzaron a llorar de alegría que Irlanda haya ganado. Su fanatismo era enorme y sus lágrimas lo mostraron.
—fue magnífico, ¿verdad? —dijo Hermione, inclinándose hacia delante para ver a Krum aterrizar, mientras un enjambre de medimagos se abría camino hacia él entre los leprechauns y las veelas, que seguían peleándose—Está hecho una pena…
Krum parecía más hosco que nunca, y no dejaba ni que le limpiaran la sangre. Sus compañeros lo rodeaban abatidos. Por todo el estadio se agitaban las banderas, y el himno nacional de Irlanda atronaba en cada rincón. Las veelas recuperaron su aspecto habitual, nuevamente hermosas, aunque tristes.
—«Vueno», luchamos «vrravamente» —dijo detrás de RJ una voz lúgubre. Miró hacia atrás: era el ministro búlgaro de Magia.
—¡Usted habla nuestro idioma! —bramó Fudge, ofendido —¡Y me tuvo todo el día comunicándome por gestos!
—«Vueno», eso fue muy «divertida» —bromeó el ministro búlgaro,encogiéndose de hombros. RJ soltó la carcajada.
—¡Y mientras la selección irlandesa da una vuelta de honor al campo, escoltada por sus mascotas, llega a la tribuna principal la Copa del Mundo de quidditch! —voceó Bagman.
En la entrada, RJ pudo distinguir a dos magos que llevaban una gran copa de oro que entregaron a Cornelius Fudge, el cual aún parecía muy contrariado por haberse pasado el día comunicándose por señas sin razón.
—Dediquemos un fuerte aplauso a los caballerosos perdedores: ¡la selección de Bulgaria! —gritó Bagman.
Y, subiendo por la escalera, llegaron hasta la tribuna los siete derrotados jugadores búlgaros. Abajo, la multitud aplaudía con aprecio.
RJ se mostró palidecer.
Los búlgaros del equipo desfilaron entre las butacas de la tribuna, y Bagman los fue nombrando mientras estrechaban la mano de su ministro y la de Fudge. Krum, que estaba en último lugar, tenía muy mal aspecto. Sus ojos negros relucían en medio del rostro ensangrentado. Todavía agarraba la snitch. Era un poco patoso y caminaba cabizbajo. Pero, cuando Bagman pronunció el nombre de Krum, el estadio entero le dedicó una ovación ensordecedora.
Y a continuación subió el equipo de Irlanda. Moran y Connolly llevaban a Aidan Lynch. Parecía aturdido, y tenía los ojos desenfocados. Pero sonrió muy contento cuando Troy y Quigley levantaron la Copa en el aire y la multitud expresó estruendosamente su aprobación.
—¡Te amo! —le dijo RJ a Aidan que volteó a ver a la chica de trece años. Él rió y, a pesar de estar malherido, le lanzó un beso. Ella abrió los ojos sorprendida y cayó hacia atrás, Harry la sostuvo, rogando que RJ no se desmaye y rodando los ojos.
Al final, cuando la selección irlandesa bajó de la tribuna para dar otra vuelta de honor sobre las escobas, Bagman se apuntó con la varita a la garganta y susurró: ¡Quietus!
—Se hablará de esto durante años —dijo con la voz ronca —Fue un giro inesperado. Es una pena que no haya durado más…Ah, ya… ¿Cuánto les debo?
Fred y George acababan de subirse sobre los respaldos de sus butacas y permanecían frente a Ludo Bagman con una amplia sonrisa y la mano tendida hacia él.
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