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13. OJOS HIPNOTICOS

𝐂𝐀𝐏Í𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐓𝐑𝐄𝐂𝐄 🌷 ⊹
" ojos hipnóticos "













-Creo que debería irme...

Damián miró a Nixie con el ceño fruncido, y con una pequeña mueca en los labios al escuchar como ella había dejado aquel comentario al aire después de tocar algunos acordes en el piano.

-¿Tan rápido? -pensó, pero sabía que Nixie tendría que irse en algún momento para ir a alguna de sus clases. No estaría todo el tiempo ayudándole a componer una canción, no estaría todo el tiempo allí con él.

Además, ya había estado bastante tiempo ayudándole.

-Bueno... -fue lo único que salió de su boca.

Nixie le dio una pequeña sonrisa, levantándose del pequeño banquillo para sacar su teléfono y ver la hora.

-Quedé de verme con Jon en la clase de Educación Física -le comentó, acomodando un pequeño mechón de su cabello negro tras su oreja- Tengo que ir, sinó se preocupara.

-¿Le dijiste? -la pelinegra inclinó un poco la cabeza y fruncio el ceño con confusión al no entender la pregunta. Damián prosiguió- ¿Le dijiste lo que pasó con Harry?

Nixie negó.

-Le dije muy poco. Pero nl sabe muchos detalles.

La sala de música quedó en silencio por algunos segundos, en donde Damián aprovechó para levantarse también y apoyarse con los antebrazos en el piano, observando a la chica.

Nixie suspiró, desviando la mirada a su propia muñeca y bajando de manera imperceptible la manga de su suéter escolar.

-Nos vemos más tarde, Damián. -lo miró, acercando un poco.

Ambos se quedaron mirando a los ojos por un momento. Dos tipos de verde completamente diferentes pero a la vez únicos e inigualables.

Nixie acercó un poco su rostro al de Damián con lentitud, mirándolo a los ojos a cada momento mientras acercaba sus labios hasta la mejilla ajena, dándole un pequeño beso que se prolongó por algunos segundos.

Al separarse, Nixie se dió la vuelta inmediatamente y con una pequeña sonrisa se acercó hasta la puerta y la abrió, pero antes de poder salir por completo del lugar una voz ronca la detuvo.

-Oye, Nixie...

Giró su cabeza hacia Damián, quien la miraba con un pequeño rubor en sus mejillas y su seriedad habitual, pero a pesar de eso, Nixie pudo percibir un sentimiento nuevo en sus orbes verdes.

-Puedes contar conmigo en lo que sea, ¿entendido, Gata tonta?

Y su sonrisa se amplió, dejandole ver sus afilados colmillos.

-Lo sé.

(...)

En la tarde, Nixie caminaba de un lado a otro con nerviosismo, mientras no dejaba de mirar sus manos llenas de venas ramificandose hasta llegar a sus muñecas para perderse entre la tela de su suéter de manga larga.

-Mierda. -insultó en voz baja, usando el mismo lenguaje de su Clan.

A pesar de no poder ver sus brazos estaba segura al cien por ciento que estaban llenos también de venas negras y sombrias. Levantó la mirada hasta su espejo y lo pensó un momento, mirando las manos para después tomar el filo de su sudadera para quitársela.

Sus cejas se fruncieron en preocupación y horror al ver las ramificaciones de las venas pasar por sus brazos, clavícula y a lo largo de su torso cubierto solo por su ropa interior superior.

Y por sinó fuera poco, sus ojos desde la mañana habían vuelto a ese rojo carmesí que algunas veces le disgustaba.

-¡Odio esto! ¡Lo odio! -gritó en un murmullo, tras patear la silla de su escritorio.

Trató de tranquilizarse al sentir como las venas en su torso se extendían y sus ojos adquirían un brillo rojizo, entendiendo en poco segundos que sus emociones influían mucho al momento de dejar en evidencia sus poderes. Nixie lo sabía, pero era algo inevitable para ella, no tenía esa habilidad de encapsular sus emociones.

Dió un pequeño suspiro al ver como las venas que acababan de extenderse desaparecían inmediatamente y el brillo sobrenatural de sus ojos cesaba. Pero aún así, sus ojos seguían siendo rojos.

Se colocó su sudadera con prisa al saber lo que tendría que hacer para esconder sus ojos y salió de su habitación varios minutos después, acomodando unos guantes negros en sus manos mientras bajaba las escaleras con prisa. Encontrandose en la sala a Dick tecleando algunas cosas en una laptop gris, absorto en sus acciones hasta que se percató de su presencia y levantó la mirada, haciendo que desviara sus ojos al suelo para colocarse el gorro de la sudadera.

Bajó los últimos escalones, siendo seguida con la mirada por el chico.

-¿Vas a algún lado? -preguntó Dick.

Se detuvo por completo por esa pregunta, y bajó un poco más la cabeza y la mirada, tratando que sus ojos rojos no llegaran a llamarle la atención a Dick. Él no podía verla así.

Tragó saliva.

-Solo iré por ahí... -respondió en tono nervioso, acercandose más a la puerta hasta estar de espaldas a él.

-Oh -el de ojos azules sonrió- Si quieres puedo llevarte, no tengo nada que hacer.

-No. -tomó la perilla de la puerta y cerró los ojos un segundo- Quiero caminar un rato, a solas.

Y salió de la mansión.

Sin dirigirle una palabra más.

Dick solo hizó una pequeña mueca en sus labios y regresó a su labor en la laptop, pensando que seguramente la actitud un poco indiferente y fría de Nixie solo se debía al incidente de algunos días.

Mientras tanto, en una de las paredes que dividía a la cocina de la sala común, Damián procesaba lo que había visto en el cuello de la chica antes que se lo escondiera tras su cabello.

(...)

PLAZA COMERCIAL

Unos ojos carmesí miraban las tiendas de ropa, electrodomésticos y demás, abiertas a la espera de algún cliente, brillando con luces y letreros de colores para anunciar alguna rebaja en sus productos. Bajó un poco más la mirada, apretando aquella máscara entre sus manos escondidas en el amplio bolsillo de su sudadera. Nixie miraba a las personas ir y venir con bolsas de compra entre sus manos, absortas de su sombría presencia.

De pronto, sintió un fuerte empujón al momento de darse la vuelta haciendo qué, inevitablemente, diera unos pasos hacia atrás más por la sorpresa que por la fuerza del impacto.

-¡Oye, extra, fijate por donde...!

Un rubio ceniza, de cabello indomable la miraba con rabia en aquellos ojos rojos inyectados en sangre hasta que por un descuido, Nixie levantó la mirada haciendo que el chico de rasgos japoneses se detuviera a media réplica hacia ella.

-Oi, ¿Qué demonios...?

Confundido y con el ceño fruncido, aquel rubio miraba de manera casi hipnótica los ojos de aquella chica encapuchada, que por impulso lo tomó del menton con una sola mano y dijo:

-Tú me serás de mucha utilidad. -una sonrisa de lado fue lo único que vio el chico, antes de caer por completo en las manos de Nixie cuando un destello verde se apoderó de sus propios ojos- Bien, necesito que hagas algo por mi.

El chico, de ahora brazos laxos y mirada perdida asintió solemne, siendo guiado por Nixie hasta un lugar más alejado para hablar sin que nadie los escuchará o interrumpiera su pequeño poder en el rubio.

-Okey, necesito que vayas a esa tienda de allá y compres unas lentillas de color verde -ordenó la pelinegra, sacando su diestra para entregarle con discreción unos billetes- Esto es lo que te contara, ve y traelos.

Nixie entrecerró los ojos al ver que el rubio tomaba los billetes y asentia, girando sobre sus talones para ir hacia la tienda que segundo antes le había dicho, mientras tanto ella se apoyo en la pared de una tienda a sus espaldas y espero, con la cabeza inclinada hacia abajo y las manos enfundadas en el bolsillo de su sudadera.

Solo pasaron algunos minutos cuando el rubio regresó con un objeto en su mano izquierda, para después extenderselo a la pelinegra que lo tomó rápidamente, feliz por haber hecho algo con ayuda de sus poderes y sin tener que pedírselo a alguien de la mansión.

Sonrió, guardando la pequeña cápsula en su bolsillo y llevando su diestra al rostro sereno y pasivo del chico.

-Muchas gracias por ayudarme. Ahora, como última orden te pido que después de escuchar el chasquido de mis dedos des la vuelta y vuelvas a tu vida normal. -alejó su mano del rostro ajeno y retrocedió- No recordaras nada de lo que te he dicho y tampoco mi rostro.

Y un segundo después, el sonido de un chasquido se escuchó entre el bullicio del centro comercial.

Los ojos verdes del rubio en un destello volvieron a su estado normal y se llevó una mano a la cabeza al sentir una pequeña punzada en ésta. Frunció el ceño, mirando a su alrededor.

¿Él no estaba dirigiendose con sus amigos a la salida hace solo segundos...?

¿Ahora donde rayos estaba?

Pero antes de siquiera dar un paso para buscar la salida por si mismo al pensar que, seguramente, sus amigos lo habían abandonado a su suerte en una ciudad que no conocía, una voz masculina se escucho llamarlo.

-¡Bakugō! ¿Donde te metiste, Hombre? Llevamos como treinta minutos buscandote. -se quejó un pelirrojo de dientes puntiagudos, mirandolo con una ceja alzada.

Katsuki aún con las repercusiones del extraño dolor de cabeza soltó una maldición e ignoró al pelirrojo, que volvió a quejarse por no prestarle atencion a sus palabras.

-¿Donde estuviste, Bakugō? ¿No me digas que una linda extranjera te encantó? -preguntó a modo de broma el pelirrojo, con una sonrisa coqueta.

-Vete a la mierda, Pelo raro. -insultó, caminado más rápido hacia la salida del lugar para dejar atras a su mejor amigo, que a pesar de serlo, algunas veces era un terrible dolor de trasero.

Kishirima frunció el ceño, a la par de hacer una pequeña mueca con sus labios y siguió a su amigo, completamente acostumbrado a su actitud arisca y pesada con las personas a su alrededor.

(...)

La pelinegra caminaba tranquilamente por las calles, mirando de ves en cuando cómo el cielo poco a poco se pintaba de hermosos colores anaranjados, rosas y morados, haciendo un maravilloso paisaje del atardecer.

Dió una pequeña sonrisa al olisquear el aire y percibir un muy conocido aroma.

Esquivó a una mujer con su hijo y giró en una esquina, adentrándose a un callejón bastante solitario. Algunos gatos maullaron a su dirección al verla pasar con calma por ahí.

Por otro lado, un enmascarado la miraba pasar por aquel callejón sin reparan en su presencia, hasta que el alboroto de unos gatos llamó su atención, llevando su mirada hasta los pequeños animales que peleaban por los restos de alguna comida.

Chistó la lengua, volviendo su mirada hasta la pelinegra que por un segundo pareció desaparecer de su vista.

Frunció el ceño.

-¿Donde se metió...?

De pronto una corriente de aire lo azotó de imprevisto desde atrás, por impulso tomó el mango de su katana con fuerza y se dió la vuelta con rapidez, dándole la cara al posible enemigo.

-Hola, pequeño Robin.

La sonrisa gatuna y despreocupada de Nixie lo recibió, asombrandolo, más no lo demostró. Una de sus cejas se alzó, cuestionando de una manera silenciosa a la chica enfrente de él por el apodo.

-¿Por que me sigues, eh, Damián? -preguntó Nixie, ignorando lo cerca que sus rostros se encontraban.

-No se de que hablas. -fingió demencia, dando un paso hacia adelante.

Nixie sonrió a boca cerrada, sabiendo muy bien que mentía ya que lo había estaba oliendo desde que hipnotizó a ese rubio en el centro comercial. Inclinó la cabeza hacia un lado.

-Bien, si así va a hacer la cosa...

La pelinegra dió dos pasos hacia atrás sin dejar de sonreír hacia Damián, quien la miró expectante hasta que la observó quitarse la sudadera.

Bajó la mirada.

-¡¿Que haces?!

La chica no respondió y procedió a quitarse el pantalón largo que portaba, revelando el traje de Catgirl en su cuerpo. Tomó su antifaz del bolsillo de su sudadera y se lo colocó, dejando su ropa por ahí.

Se acercó al chico y colocó una mano en su hombro.

-No pensé que fueras tan tímido, D. -río entre dientes- No estoy desnuda, bobo.

Damián la miro sin una expresión clara, haciendo que volviera a reír pero ahora con más ganas.

-Te dejas engañar muy fácil. -se burló- Además, por si no te acuerdas, ya me has visto en ropa interior.

-Callate, Gata tonta. -refunfuño, saltándose de su agarre para caminar lejos de ella, pero se detuvo a mitad del camino- ¿Acaso no va a venir?

Pregunto, creando una sonrisa ladeada en su rostro.

Y comenzó a correr por el tejado del edificio, siendo seguido por una animada y renovada Catgirl que saltó entre los edificios con agilidad, sonando risas de ves en cuando.

-¡Esperame, tonto!

Por eso le gustaba estar en compañia de alguien como Damián, algo que había aprendido en su convivencia con él era que algunas veces era de pocas palabra o se molestan muy a menudo, pero eso no le impedía ser un buen compañero y amigo, sobre todo en los momentos tristes y donde necesitaba elevar su estado de ánimo, como ahora.

Solo es esos momento, mientras reía a carcajadas, y trataba de no ser alcanzada por Damián era cuando las demás cosas desaparecían por parpadeos. Se olvido de las extrañas y sombrías ramificaciones en sus brazos, también de sus ojos rojo que habían sido cubiertos por las lentillas minutos atrás cuando él no observaba.

Todo había desaparecido de su mente por minutos.

Y todo era gracias a él. A Damián.

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